lunes, 31 de diciembre de 2012

Buenas intenciones

Soy consciente de que mis mejores deseos para el prójimo en el tiempo venidero sólo hallarán sitio en el catálogo de las buenas intenciones. Y aún así espero que seamos capaces de no virar el rumbo y mantener la esperanza; al menos en la medida en que ésta contribuye a seguir ese rumbo.
Carezco de bola de cristal para contemplar el futuro. Tampoco soy adivino, ni interpreto el vuelo de las aves o vislumbro certezas en sus entrañas. Y soy poco crédulo, salvo excepciones que confirman reglas, con las profecías de aquellos que sientan cátedra o aspiran a ello.
Dicen que no hay que ser muy listo para aventurar que 2013 será un pésimo año. E imagino que los supersticiosos sonreirán al escuchar las premoniciones; caricaturas de sus propias convicciones.
Pero tampoco hay que ser muy listo para saber que nada está escrito, excepto para los devotos del destino. Y aunque parezca aconsejable no fijar la mirada más allá de la hoja del calendario, es saludable levantar la vista y buscar más allá del horizonte, cuya línea dibujan doce nuevos meses.
Habrá que escarbar en el baúl de las palabras y elegir las correctas para dar forma a lo no escrito. Esperar que la felicidad, aunque transitoria, supere cualitativamente al pesar y que la balanza del 2013 no se incline en demasía hacia la izquierda o la derecha, porque su equilibrio será el mejor aliado de los andariegos sobre el alambre.
Mis mejores deseos para los caminantes sin red.

martes, 11 de diciembre de 2012

El retrete del poeta

Andaba a vueltas con los poetas. Sin saber bien porqué, pero consciente de una sensación de profunda y momentánea orfandad. Entre los versos de Álvaro Salvador y de Manuel Lombardo, apenas esbozado un párrafo de lo que me rondaba en la sesera, surgió el poeta de la mirada digna, Juan Gelman, en la doble página del suplemento de un diario.
Y  a pesar de las palabras volcadas, aquí sigo a medio vaciar, sin lograr esquivar las estrofas y buscando lo que no logro hallar. Deambulando sin dar un solo paso. Cuando en forma de presente llega a mis manos “El Retrete del poeta”, de José Luis Escobar. Y de nuevo me sumerjo en las aguas de la poesía, aunque sea a través de la cisterna de un váter que anuncia marejada y nos convierte en los restos del naufragio. Navegantes de zozobras.
Soy un tipo fácil, me embelesan con un libro o con un disco. Y no es difícil lograr el acierto. No soy crítico musical, ni literario, así que mi opinión no pontifica. Ni lo busca, ni lo intenta. Pero me gusta la mezcla de la música con las letras de quien tiene algo que decir. Y disfruto de un cuaderno de canciones en el que distingo algunas voces de quienes lo hacen sonoro sin apagar las palabras.
Además, a la música y a las letras se suma la ilustración de Belin, un artista callejero internacional de esos que convierten los muros en lienzos y crean peldaños para escapar, cuyas pinceladas arrancan una sonrisa e invitan a viajar.
Versos, notas y colores no evitan los giros de peonza de mi cabeza, pero contribuyen a que el sentimiento de orfandad solo sea una estación de paso entre un punto de salida y un destino pendientes de trazar. Aunque el viaje acabe en naufragio.

Imagen: Ilustración para El Retrete del poeta, de Belin.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Los versos secuestrados

No andamos escasos de poetas. Y tampoco cortos de versos. Pero tengo la sensación de que los poetas se vuelven invisibles y los versos han sido secuestrados. Y huérfanos de ambos, poetas y versos, somos más vulnerables.
Dice Juan Gelman, otro ilustre de las letras argentinas que como Borges y Cortázar no tiene pinta de recibir el Nobel, que “con la poesía no vas a poder comer, ni vas a hacer la revolución, pero enriquece interiormente a aquel que alguna vez se le acerca” (El País, Babelia, 8 de diciembre de 2012).
Nunca tuve la mirada del poeta, si acaso una superficial capa en la piel de la que el agua y el jabón no logran borrar las palabras. Y a veces, ni eso. Pero miro entre las estrofas y en alguna ocasión me descubro en versos de lo cotidiano. Y cuando alcanzo a vislumbrar la luz más allá de las páginas de un poemario hallo la esencia de nuestra verticalidad.
Los poetas nunca abren la marcha. Empuñan la pluma. Con sus versos dan aliento a quienes han de agitar las ideas y causan temor a aquellos otros a quienes empequeñecen las palabras.
Hoy es necesario liberar los versos, para hacer posible la visibilidad de los poetas y la propia. Porque en tiempos de utopía, resistir es garantía de supervivencia.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Escapatoria

Laberintos sin principio y fin, en cuyos senderos prende un fuego eterno que dura un instante. Camino de tentación para quien ve purificación en la entrega al fuego, para quien anhela las llamas de la pasión o para aquellos que se abrasan en ese instante sin escatimar en la renuncia.
Mazmorras de puertas inaccesibles, ventanas ciegas y cerraduras cuyas llaves parecen inalcanzables salvo para guardianes obedientes a la voz del amo.
Prebostes de nuevo cuño y miras pretéritas, emboscados en peñascos de ira y sinrazón, desde donde trazan la ruta de la involución al grito de ¡Muera el infiel!, mientras disimulan las astas en tocados y coronas.
El color cambia al blanco y negro, sin lugar para el gris o el sepia. Y la sangre se torna tinta y alcohol a borbotones, para expulsar palabras sin dueño, desbocadas entre el teclado y la pantalla.
Se levantan muros infranqueables sobre los que es inútil brincar, tras los que se esconden nuevos y más altos muros. Dispuestos como fichas sobre el tablero, dibujando un bosque impenetrable de piedra. Sin gateras.
Y cuando correr no sirve para moverse del sitio y al saltar no se despegan los pies del suelo, surge el espejismo de que esos muros se conviertan en lienzos sobre los que arte y rebeldía nos devuelven el color y esbozan escalas para encaramarse a ellos y dejarlos atrás, abandonando el tablero con la intención de comenzar otra partida con nuevas reglas de juego.
Y aún presos de los matices, respiramos porque vemos escapatoria.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Desplazamiento del poder

Mientras el gobierno de la nación responsabiliza al ex presidente Zapatero hasta del crimen de Cuenca, que como decía mi abuela ni fue crimen ni fue nada, y desde la Junta de Andalucía culpan al ejecutivo de Rajoy hasta de la muerte de Manolete; en Jaén, y en privado, unos y otros no dudan en destacar la incapacidad para gobernar de sus respectivos líderes, Rajoy y Griñán, y su nefasta gestión, que sitúa a la provincia ante un panorama económico desolador con el incremento del paro hasta más de 70.000 jienenses sin empleo, la disminución de jornales agrarios, el desplome de la cosecha del olivar y la ausencia de alternativas productivas.
Esta incapacidad está provocando en la orilla socialista el desplazamiento del centro de toma de decisiones de la Junta de Andalucía a la Diputación provincial. Por un lado, por las carencias económicas de la Junta y su incómodo socio y por la escasa talla, salvo alguna excepción, de los delegados provinciales, a imagen y semejanza del gobierno andaluz, frente a la mayor solvencia de las arcas y de la gestión del órgano provincial. Y por otro lado, por la propia situación interna del PSOE.
La consolidación de la pasarela entre la calle Hurtado, sede del PSOE provincial, y la plaza de San Francisco, ubicación de la Diputación, garantiza el protagonismo de Paco Reyes, como quedó patente en la reciente visita de la ministra de empleo, en ámbitos y competencias donde antes partía el bacalao la Delegación de Gobierno de la Junta; más preocupada ahora por disimular la miseria, solapar al bidelegado de Izquierda Unida y calmar a los alcaldes socialistas de la vieja guardia, descontentos y críticos con el gobierno andaluz y la dirección regional socialista.
Otro alcalde, el de Jaén, del PP, enterrada su aspiración de abandonar el Ayuntamiento y ser consejero por el fiasco electoral de su partido en Andalucía, tampoco vive su mejor momento. Sin inversiones del gobierno y la Junta y sin que cristalicen los proyectos de instalación de centros comerciales que iban a generar empleo y negocio, se desmarca a última hora con el cambio de ubicación de la futura ciudad sanitaria de la capital y queda expuesto en la plaza pública con la nariz de Pinocho; porque su “generosidad” de no cobrar como alcalde escondía en realidad un sueldo mayor como senador.
Ante las críticas, la respuesta como siempre es matar al mensajero. Y en lugar de dar explicaciones en sede parlamentaria o municipal, lo “in” ahora es el graznido en Twitter. Será por cosas de la modernidad. Jaén punto cero.

Artículo emitido en SER Úbeda el 5 de diciembre de 2012.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Los pensamientos tristes

Me gusta el mar. Algo poco habitual en un gato. Cierto. Será reminiscencia de otras vidas o el impulso de seguir el olfato hacia manjares anhelados. Me gusta contemplar el mar, ver las olas llegar y regresar dejando tras de sí un rastro de espuma y mantener la mirada en su cresta iluminada por el sol.
El viernes estuve frente al mar. La costa almeriense me ofrecía un cálido abrigo en contraste con el frío del interior. En unos kilómetros, apenas una vuelta del reloj, cambié los copos de nieve de tierras granadinas por una playa vacía y un mar inabordable donde navegaban los pensamientos; tristes, pesadas anclas que impiden volar.
No me gustan las despedidas. Y menos aquellas que son para siempre. Inevitables y definitivas. Las del adiós sin respuesta. Aún a sabiendas de que forman parte del ciclo de la vida. Consciente de la existencia de un principio y un final. No me gusta el vacío que provoca la ausencia.
Sé que no hay consuelo, porque conozco el sonido a hueco de las palabras cuando ese vacío es inmenso. Incluso de aquellas nacidas en el corazón. Y recuerdo que las lágrimas, públicas o privadas, mezclan dolor e impotencia; y ambos encogen la razón.
Relevos generacionales que nos sitúan frente al espejo y nos gritan que Peter Pan pasó por aquí, que no hay escondite para los niños perdidos y que Garfio siempre vuelve, sólo que con los años el garfio se torna guadaña y no hay cielo que surque un barco, ni pensamientos alegres para escapar.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

El camino de las palabras

A veces después de haber satisfecho la necesidad de escribir me siento vacío. Como si el acto de escribir me hubiera exigido un desgaste físico y mental desmesurado o como si de repente algo hubiera muerto en mi interior y ya no hubiese nada que mereciera el esfuerzo y la voluntad de sentarse ante el papel en blanco.
Ese vacío parece tener la suficiente dimensión como para disuadirme de comenzar de nuevo. Adopta la forma del punto y final y contribuye, mientras perduran sus efectos, a crear la convicción de que el baúl de las palabras es un trasto inútil, en el que nunca más tendré que rebuscar verbos, nombres, artículos o frases a los que asirme.
Esa ilusión acaba por desvanecerse y el punto y final se convierte en un punto y seguido. De modo que antes o después me hallo de nuevo en el lugar de partida, trasladando al papel una parte de lo que bulle en mi cabeza y dejando que adquiera en él vida propia.
Saco las palabras del baúl para que tracen en ese papel su propio camino, tomando como inicio y destino aquello que estaba aprisionado en mi cabeza, pero liberadas de corsés o ligaduras, dejando que pueblen las líneas a su libre albedrío y con la única obligación de dotar de algún sentido a lo escrito.
Esa tarea nos lleva en ocasiones a confundir los territorios y las palabras tratan de establecer su propio principio y su final, porque sabiéndose protagonistas indiscutibles reclaman el control absoluto del proceso y la capacidad de decisión sobre lo que es adecuado añadir o suprimir en cada renglón.
Intento apaciguarlas, consciente de que si tuviera que entablar una conversación con ellas siempre me voy a quedar corto de vocabulario y de que apenas dispongo de unos puntos y unas comas y de algunos signos de interrogación o exclamación para delimitar mi territorio. Eso nos ocupa algún tiempo, unas veces más y otras menos, pero sin saber muy bien cómo, siempre acabamos por entendernos.
Desde fuera puede parecer un ejercicio extenuante y atribuir a este debate la causa de mis ocasionales fatigas. Aunque no creo que sea esa la causa, porque las palabras y su adecuada distribución en el papel siguen siendo la mejor tabla de salvación en medio del océano, pese a los vacíos y los desfallecimientos.

martes, 20 de noviembre de 2012

Alas de desesperación

Salgo a la calle y contemplo el cielo, deseando no ver como un ángel con las alas de la desesperación se estrella contra la conciencia. Trato de comprender cómo se llega hasta ese punto en que ya no hay límite y el vacío es solución y destino. Y vuelvo a mirar al cielo, con ira; detestando a los mercaderes que prometen el sueño de Ícaro y fabrican alas sin futuro cargadas de plomo.
Pienso en los embaucadores que ahora pisan alfombras y se dejan caer en cómodos sitiales. Aquellos que renunciaron a los sueños y cambiaron las alas por un viaje en primera clase en líneas comerciales o en jets privados.  
Oradores de manual que fingen conmoción ante el desgarro colectivo y pisan con firmeza el suelo como si comprobaran que permanece bajo sus pies, conocedores de que sigue ahí y de que continuará inamovible mientras las lágrimas emborronen las mentes ajenas.
Ojeo los restos del siniestro y descubro que las bajas son inadmisibles incluso cuando no superan la unidad. Pero no hay engaño posible y a esa primera se suman otras, que se convierten en coartada de los legisladores de medias tintas y en réquiem de quienes confeccionan banderas con palabras nítidas y las izan en mitad de la nada en que se han convertido plazas y calles.
Nuevos aleteos interrumpen mis pasos. Estridentes como trompetas que anuncian la llegada del general victorioso, cuya gloria se cimenta en la sangre de vencedores y vencidos. Miro al cielo en busca de hilos visibles que sostengan el vuelo de esos ángeles con las alas de la desesperación y sólo logro vislumbrar el resplandor del filo de unas tijeras que aceleran la caída. Perfiles de acero que dibujan sombras de rutina para distraer la conciencia.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Invierno

Quizás el responsable fue un poeta con nostalgia de la primavera y adicto a las metáforas. Quizás es el resultado de un momento de inspiración del impávido ante el folio con unos garabatos y la mirada perdida evocando a la musa. Tal vez el fluir natural para el buscador de palabras que no alza la voz y cuyas composiciones son reflejo del mundo que contempla. O incluso la imagen creada por un publicista avispado que el tiempo y el uso transformaron en dogma.
Lo cierto es que pocos serán los que no identifican, casi con espontaneidad, el invierno con el proceso final de la vida. Y es esa equiparación la que devasta la belleza de la estación, asociando el cielo gris a estados negativos del ánimo o calificando como día malo aquel en que llueve, nieva o sopla el viento.
Como si el sol del invierno estuviera en deuda con el rayo que baña las hojas caídas del otoño y su poso en la piel fuera la limosna de la primavera o el estío. O como si un paisaje blanqueado por la nieve tuviera que competir con los campos de trigo o los parterres floridos.
Incluso admitiendo esa equiparación de estación invernal con la última, o penúltima, estación vital, no estaría de más sentarse junto al fuego, seguir con los ojos las llamas, disfrutar de una copa de vino o de brandy y a ser posible, hacerlo en compañía.
Y tampoco estaría de más recordar que el viento frío en la cara o las gotas de lluvia nos recuerdan que estamos vivos o que exhalar el vaho es la mejor forma de gritar sin necesidad de ser oídos.
A las puertas del invierno, cuando vivimos preámbulos de aguas bravas que inundan campos y ciudades, es reconfortante pensar que no hay menoscabo del tiempo pasado y no caben ataduras para el tiempo venidero.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Códigos

Hay quien se mantiene firme en sus convicciones incluso frente a argumentos que evidencian el error; quien se deja arrastrar por la multitud y asiente preso de la euforia, abandonando la coherencia y sin pensar siquiera en qué está respaldando, y hay quien en demasiadas ocasiones no logra entenderse ni a sí mismo y busca permanentemente razones que avalen sus decisiones.
Para algunos siguen vigentes valores que otros consideran anticuados, anclados en la creencia de que el tiempo es un potente disolvente y que por tanto, no permanece ni la esencia.
De igual manera, hay quien confunde los valores con las tradiciones; algunas respetables y que suponen un valor en sí mismas, pero otras deleznables, cuya repetición sistemática a lo largo del tiempo no es más que una coartada sobre la que se edifican los planteamientos de sus defensores.
Por ello no es extraño que firmeza o flexibilidad sean conceptos engañosos y que en realidad reflejen la terquedad o la ausencia de personalidad en lugar de fortaleza o empatía.
Así que en cierta medida  los comportamientos y actitudes quedan supeditados a códigos, cuya compresión y por tanto, su correcta aplicación se basa en el conocimiento y uso de las mismas claves. Quien maneja esas claves y establece los códigos es en realidad quien detenta el poder. Tahúr de la firmeza y la flexibilidad.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Las afueras del corazón

El corazón que no entiende de cercanías está condenado a ser cárcel para una sola presa. La ausencia de libertad lo convierte en la más cerrada de las mazmorras, donde no penetra la luz. Y esa falta de luz conduce irremediablemente a la ceguera.
Por eso hay quien construye fortalezas con recuerdos de piedra o quien habita en la nada para carecer de alrededores.
Partidarios de la máscara y asiduos de la mirada distante, esa que sólo contribuye a la confusión de los interlocutores entre parapeto y arrogancia. Desconocedores de que no hay distancia insalvable para los que caminan como muertos en vida, quienes para evitar el yerro o la diáspora recorren una y otra vez el mismo camino y no saben si acortan o alargan su vida. Pura insignificancia.
Afrontar con naturalidad la ceguera o el temor empuja a otros a poblar las afueras del corazón. Tierra de nadie donde esconden su vulnerabilidad, faltos de abrigo pero imbuidos de la falsa creencia de hallarse protegidos. Y aunque no rehúyen el contacto, sólo contemplan la búsqueda de otros labios para sellarlos y garantizar así el silencio; el engaño con el que revisten la verdad que no quieren oír y de la que se ocultan sin lograr esquivarla.
En las afueras del corazón siempre se imponen los nones a los pares.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

14-N

14-N, huelga general. Ayer la pluma se alzó contra la pistola, hoy se alza frente a la tijera.
 
 

viernes, 9 de noviembre de 2012

Universos paralelos

Existen universos paralelos como vidas que avanzan frente a otras sin llegar a converger. Territorios inalcanzables e inabarcables, a pesar de que algunos estiren los brazos y sólo puedan contemplar como los dedos no dan más de sí y ni siquiera logran rozar levemente esa tierra cuya condición de inalcanzable la hacen aún más lejana.
Aguas intransitables que nunca serán surcadas por nave alguna, salvo excepcionalmente por una nao capitaneada por alguien cuyo horizonte es indescifrable y cuya carta de navegación carece de origen y destino, a quien secunda una tripulación de disperso presente e impredecible futuro que ignora si avanza o retrocede.
Selvas donde no pisa el hombre y sin embargo guardan una huella indeleble de su paso. Como un testigo perenne y una puerta abierta a un retorno cuyo único fin es el saldo de cuentas pretéritas.
Universos paralelos encerrados entre cuatro paredes, cuya extensión puede sobrepasar la superficie terrestre y que en ocasiones permanecen presos en la mente de aquellos que los crearon. Sin opciones de ser compartidos y por tanto, sin esperanza de ser liberados.
Espacios donde realidad y sueños cruzan esa línea que conduce a la confusión y lo percibido sólo adquiere sentido para aquel que busca la complicidad o la comprensión del resto y sólo desiste de la búsqueda al tornarse turbia la visión.
Y es en ese instante en que se bajan los párpados como persianas opacas y se acepta la realidad del paralelismo cuando nace la apetencia por las tangentes.

 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Descreimiento

Se mantiene la esperanza, pero avanza el descreimiento. Tiempos de zozobra e incertidumbre en los que van cayendo como naipes empujados por la corriente de aire aquellos asideros que parecían seguros.
Los mismos que comienzan a mostrarse en su fragilidad. Y se desmoronan o se fragmentan como el cristal para transformarse en punzantes gotas que dibujan una amenaza.
El Estado, la Nación, la Justicia, la Prensa, la Ley…hasta el mismo Dios se tambalea como referencia. Y pese a que algunos se aferran a su fe (la religión, el dinero…) como faro que ilumine el camino, no es menos cierto que son legión los que no ven otra vía que el naufragio.
Y entre esa legión de descreídos, a los que otros no dudan en calificar de cínicos, es seguro que habitan los que venderían su alma, si la tuvieran, al diablo; los que desearían tener algo o alguien en que o quien creer y los que respiran desde la noche de los tiempos en el descreimiento.
Es posible que esa pérdida de referentes traiga consigo la idea de vulnerabilidad, pero de igual modo puede ser fuente de fortaleza; porque paradójicamente la desnudez, una vez despojados de artificios, es una manifestación de fe en el ser humano.
Si hay esperanza, y pese a ese creciente descreimiento, podemos mantener el rumbo. Abandonar el dogma, para retornar al conocimiento.

martes, 23 de octubre de 2012

Una ruina

Un descenso del 60 por ciento en la producción de aceite y una pérdida de 5 millones de jornales.
Para una provincia que vive básicamente del monocultivo del olivar no podía haber peores expectativas.
Si le sumamos la escasa inversión prevista en los Presupuestos Generales del Estado y la también exigua inversión que vendrá de la Junta de Andalucía, 2013 se aventura como un año negro en el que sólo despuntaremos en el ránking del desempleo y la emigración.
Los 3 partidos gobernantes, el PP en Madrid, y el PSOE e Izquierda Unida en Sevilla, se tirarán los trastos a la cabeza para ocultar la realidad: su ineficacia como gobernantes nos lleva a la ruina.
Sin industria, sin inversiones, fundamentalmente en obra pública, y sin la renta del aceite sólo quedan los ingresos de los empleados públicos. Cada vez más mermados y con la tijera de los recortes y los despidos amenazando. Lo que se traduce en incapacidad para el ahorro y ausencia de consumo.
La estimación a la baja de este primer aforo de la cosecha no supondrá a corto o medio plazo un incremento del precio de aceite. Como ha señalado el propio consejero de Agricultura el abastecimiento a los mercados está garantizado con las actuales existencias, unas 690.000 toneladas de aceite.
El campo se hunde. Y las ciudades no están mucho mejor. Entre 20.000 y 30.000 vecinos de la comarca de Linares salían a la calle para pedir nuevas industrias. Un nuevo plan de reindustrialización. No está de más recordar ahora lo bien que nos habría venido que el dinero invertido en ese pozo sin fondo que era Santana se hubiera empleado en crear un verdadero tejido industrial, para generar empleo y riqueza en lugar de clientelismo.
En época de penurias todo son lamentos. Y mientras el presidente del Gobierno de España deshoja la margarita, si, no, no, si, quizás, tal vez, para pedir el rescate a Europa, hay una pregunta que continúa sin respuesta ¿quién nos rescata a los ciudadanos?

Artículo emitido en SER Úbeda el 23 de octubre de 2012.

jueves, 18 de octubre de 2012

Premios

En los premios convive el reconocimiento con la discriminación; porque el hecho de premiar a uno implica no hacerlo con el resto, de manera que los no galardonados, aunque habitualmente suelen afirmar sentirse premiados con la nominación, es probable que lo que realmente sientan es frustración.
Tampoco es fácil ser jurado, por la dificultad de elegir y por la capacidad de no sucumbir a presiones para decidir. Y sobre todo, porque casi siempre el fallo es cuestionado. En muchas ocasiones por causas que tienen más que ver con la persona galardonada que con el premio en sí.
A lo que además hay que sumar envidias, insidias, vanidades y sospechas. Elementos suficientes para que algunos desistan de presentarse a premio alguno y otros se sientan abrumados por obtener un galardón que los sitúa en el escaparate, al menos durante algún tiempo. Y por supuesto, también los hay que emulando aquella anécdota que se relata de Unamuno proclaman el merecimiento de su premio y lo inmerecido de otros premiados.
En España acaba de fallarse un conocido premio literario, el Planeta, que, además de asegurar la publicación y venta de miles de ejemplares de la obra galardonada, está dotado con una nada desdeñable cuantía en metálico.
El escritor Lorenzo Silva ha sido el galardonado. Por la novela "La marca del meridiano". Y como pueden suponer la decisión ha generado comentarios favorables y desfavorables. Incluso, y esto no deja de asombrarme, entre personas que no han leído una sola obra del autor, ni siquiera los artículos que de forma periódica publica en prensa o su blog Los trabajos y los días.
Conocí a Silva este verano, por cuestiones de laboro, y me pareció un tipo estupendo. Afable y alejado de poses y divismos. En lo literario, me gustan los autores capaces de crear un personaje al que sucesivas creaciones van dotándole de nuevas características sin adulterar su esencia. Me pasa con El Gaviero, el personaje creado por Álvaro Mutis o con el Pepe Carvalho del añorado Manuel Vázquez Montalbán. Y Silva lo ha conseguido con sus dos personajes, los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro.
También se acaba de conocer que Andrés Rábago, (OPS, El Roto) ha obtenido el Premio Nacional de Ilustración. Según el jurado, “por su visión crítica, poética, aguda e inteligente”. Un premio menor en lo económico si lo comparamos con el mencionado anteriormente y sorprendente porque lo otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Qué quieren que les diga, ¿un tipo con talento, crítico y ácido con el poder (político, económico…) premiado por el Ministerio de Wert? Tendré que seguir maullando.

Imagen: Viñeta de El Roto, publicada el 18 de octubre de 2012 en "El País".

lunes, 15 de octubre de 2012

Perdonen que me levante

Entre mitos e ideales y la inestimable ayuda de alguna serie de televisión, una película o un personaje literario se forjó el deseo de más de dos de ser periodista. Y temo que también influyeron estos elementos y los actuales programas de televisión, donde paradójicamente la participación de un periodista es una anécdota, en la percepción que muchas personas tienen de los periodistas y de su trabajo.
Es innegable que los periodistas también hemos puesto nuestro granito de arena y entre todos levantamos esta montaña que ahora es tan difícil de demoler. Y sin llegar al desafecto que siente el respetable por los políticos, es cierto que escasea el respeto hacia la profesión y con esta manía nuestra de generalizar, se tiende a meter todo y a todos en el mismo saco.
Cuesta explicarle a la gente que la mayoría de los periodistas somos trabajadores como ella. Personas con sus problemas y sus quehaceres diarios, algunos con familia, muchos con hipotecas y casi todos con la misma inestabilidad laboral y la incertidumbre sobre ese futuro que no somos capaces de ver con claridad. Personas formadas con sueldos dignos e indignos y que como en otras profesiones u oficios a los 50 atesoran experiencia que les hace más valiosos y no trastos viejos de los que haya que prescindir en un más que probable viaje sin retorno.
Perdonen que me levante y perdónenme también si doy un golpe en la mesa para llamar su atención. Quizás acostumbrados a que les informemos de sus problemas y de las situaciones cotidianas que protagonizan ustedes y otros como ustedes, olvidamos, por aquello de que los periodistas no somos protagonistas de la noticia, informarles sobre nuestra propia situación, la laboral, la social… y contribuimos a que nos miraran con otros ojos; haciéndoles creer que vivíamos en otra galaxia y que esto del periodismo era un paraíso: el cuarto poder.
Ahora, con este golpe de estado mundial y encubierto del neocapitalismo, perdemos nuestros puestos de trabajo, nuestro modo de vida, aquel que nos proporcionaba ingresos para pagar las facturas e ir tirando como cualquier hijo de vecino.  Y no, como la mayoría de ustedes, tampoco nosotros vivimos por encima de nuestras posibilidades en los supuestos años de la abundancia.
Y aunque algunos no puedan disimular su satisfacción porque los periodistas vayan al paro o por el cierre de un medio de comunicación, en especial si es un medio de comunicación con cuya línea editorial no coinciden, y sean incapaces de reprimir un ¡Que se jodan!, made in Fabra, no se engañen, las malas noticias nunca vienen solas. Aunque de seguir así es posible que no haya profesionales para contarlas. Tampoco las buenas.

domingo, 14 de octubre de 2012

No hay periodismo sin periodistas

No están los tiempos para sacar pecho. Y da la sensación de que ni mucho menos para reclamar dignidad y reconocimiento. Pero en eso estamos, a la espera de no ser confundidos con algún pecho lata tan habitual en estos días y por supuesto, desde la consciencia de saber que la dignidad y el reconocimiento se ganan día a día y de que se ha dilapidado mucho de ambos entre los empresarios de la comunicación, los políticos, los intrusos, las estrellas, las “estrellitas” y la precariedad laboral.
Algunos, de forma interesada, quieren situar el debate en el soporte, o lo que es lo mismo, en el continente frente al contenido. Otros, también por interés, buscan excusas en la crisis, a sabiendas de que el periodismo ya estaba en crisis antes de la debacle económica.
De modo que entre unos y otros engordan el debe y en el haber tan solo quedan los periodistas. Los profesionales que con aciertos y errores, pero desde la honestidad y el rigor, hacemos posible que la información fluya y que por tanto, se mantenga como un pilar básico e irrenunciable de la sociedad democrática el derecho a la información.
Suena a principio grandilocuente e incluso a algo obvio, pero es importante recordarlo, sobre todo ahora cuando se están cerrando o fusionando medios de comunicación, hay una peligrosa alineación de esos medios con el poder que los aleja de la deseable pluralidad y se aplican expedientes de regulación de empleo (ERES o ERTES) que contribuyen a que más de 4.000 periodistas hayan perdido su trabajo durante 2012.
En Andalucía, tan denostada por ignorantes y oportunistas del norte, los periodistas hemos puesto en marcha dos iniciativas para dentro de nuestras posibilidades dar la vuelta a la situación. Una, Se buscan periodistas (SBP), un proyecto que busca, a través del cooperativismo, crear medios de comunicación y empleo con el asesoramiento y la gestión de los propios periodistas; y otra, impulsada por la Asociación de la Prensa de Sevilla, la campaña #soyPeriodista, para recuperar esa dignidad y ese reconocimiento.  
Porque se puede elegir entre información y desinformación. Y porque no hay periodismo sin periodistas.  
 

sábado, 13 de octubre de 2012

Viaje a la nada

Una vez escribí desde la tierra que habito un artículo sobre el País Vasco y un ignorante con mando en plaza me conminó ante mi sorpresa a situar a Euskadi “muy al norte” de Andalucía, cuando para mí “muy al norte” se hallaba Escandinavia.
Hoy en uno de esos guiños que guarda la vida escucho que otro con mando en plaza afirma en ese mismo País Vasco que “fuera de España y Europa se está en ninguna parte y condenados a la nada”.
Cuestión de perspectiva, dirán; o de geografía. Pero contemplo el globo terráqueo y veo que frente a esa hipotética nada, Europa (qué decir de España) abarca una pequeña superficie en lo territorial y que disminuye aún más si ampliamos esa mirada a su peso político en el actual concierto mundial; donde parte de esa nada la ocupan los Estados Unidos de América y los denominados países emergentes (BRICS), Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Y lógico, apuntarán también, que quien nos conduce a ninguna parte, más allá de territorios del pasado doméstico, carezca de la capacidad de mirar por encima de la tapia del patio de su casa y reduzca el universo a lo conocido y por tanto, piense que fuera de él habita la nada.  
El problema es que la ignorancia no es cosa del que la padece, porque se busca hacer copartícipe de la misma al mayor número posible de personas; si fuera posible a la sociedad en su conjunto. Así que no se dejen engañar y sobre todo eviten el contagio, porque fuera de España y Europa hay algo más que mar y tierra y se está y se es. Cosa muy distinta es que eso guste o tenga que gustar.
En resumen, que lo malo no es que un ignorante se niegue a viajar a ninguna parte, lo preocupante es su insistencia en que le acompañemos. ¿Será para escapar de la nada?.

viernes, 12 de octubre de 2012

Degustadores de merengues

Cuando el poeta Manuel Lombardo presentó uno de sus poemarios, no recuerdo si fue “Miserable poesía”, editado en RaRo (2004) por mi amiga Rakel Rodríguez, o el que siguió a éste, afirmó que su poesía no era para degustadores de merengues. De modo que quién acudiera a su obra en busca de merengues, sucedáneos o similares perdía el tiempo.
Como hay de todo, imagino que habrá escritores y escribientes entregados a merengues y bambas de nata e incluso a alguna milhoja, pero supongo que la mayoría está entregada a las letras y alejada del obrador de la pastelería.
Del mismo modo, será inevitable la existencia de lectores ávidos de hallar un merengue que degustar, y que sin duda colma su apetito literario e intelectual. Bien por la carencia de paladar o bien por un limitado conocimiento gastronómico, a pesar de que muchos de ellos se considerarán auténticos gourmets y a otros haya que aclararles que la gastronomía no tiene que ver con las estrellas. Sin embargo, quiero creer también que éstos son minoría.
Un amigo asevera que somos lo que escribimos. Por lo que podríamos asegurar también que somos lo que leemos. Pero no lo creo. Aún admitiendo que hay una parte nuestra, mucha o poca, en lo que escribimos y que una parte de lo que somos es la que nos empuja a una determinada lectura.
Es complejo determinar qué lleva a alguien a escribir y qué escribe, porque salvo aclaración del autor, el folio es un lienzo y las palabras son los óleos cuyo resultado está sujeto a la interpretación de aquellos que contemplan la obra. Y en esa interpretación intervienen gusto, conocimiento, percepción…, que se resumen en un me gusta o no, pasando por un no lo entiendo o un no me dice nada y alcanzando la loa e incluso la excelencia.
Es decir, que podemos admitir que además de los degustadores de merengues existen degustadores de caviar, y que ambos conviven con aquellos habituados a saborear un suflé. Lo que no implica que los autores al crear piensen en los posibles grados de degustación y mucho menos que puedan prever cómo influirán sus letras en un lector y cuál será su interpretación de lo escrito; aunque es innegable que éste siempre estará más cerca del suflé que del caviar o el merengue.
 
De vez en cuando,/ algo asoma debajo de mi lápiz/ que a mí mismo/ me aterra y me sorprende./ Algo escrito por mí,/ y, sin embargo, tan extraño/ que ni yo mismo sé/ de qué alma brota,/ de qué mano procede. Procedencia. “Miserable Poesía”, Manuel Lombardo (2004).

martes, 9 de octubre de 2012

Víctimas de la añoranza

Siempre nos queda algo de lo que fuimos y logramos alcanzar también una parte de lo soñado. Y sin embargo, no sabemos desprendernos de lo que perdimos. Conservamos hendiduras en la piel prendidas de la memoria. Un lastre escasamente visible salvo para rostros de mirada profunda o para estibadores del recuerdo.
El tiempo a golpes de cincel modela la añoranza. Su paso crea la ilusión de la piedra o el bronce donde sólo somos carne y huesos. Y es la melancolía la que permanece como un mecanismo inmutable contra el olvido.
Demasiada carga para un tránsito sin vuelta. No abundan las opciones y se carece de garantías para acertar en la elección. Así que hay quien opta por apretar el gatillo en la ruleta rusa y quien juega a la baja y sin riesgo al par e impar en la ruleta de la vida. Y también testigos mudos, que guiñan un ojo a la vida y con media sonrisa refugian la soledad y la nostalgia tras los hielos de un trago largo e imaginan que al apurarlo se beben esa vida.
Unos y otros son reos del engaño. No necesitan preguntar por las víctimas de la mentira, conscientes de que nadie, ni ellos mismos, están fuera de sus límites. Pero unos, no abandonan la mesa de juego, porque esperan la visita del azar como pago de lo que creen les adeuda la vida. Sin comprender, que esa deuda no puede ser cobrada porque es la parte intangible de los sueños; aquella que nunca se logra alcanzar. Y otros, buscan el fondo del vaso para aligerar la carga; sin importarles saber que al empaparse el peso es mayor.
 

lunes, 8 de octubre de 2012

Membrillos

Abro la puerta. Sopla el aire. Y ese soplido en esta tierra del Sur confirma el cambio de tiempo anunciado. Las hojas se mueven tímidamente en los árboles, amagando con volar pero sin renunciar a ese asidero que le brinda la rama. Y ésta a su vez se cimbrea con el viento, pero tampoco reniega del anclaje que le proporciona el tronco, sujeto por las raíces a la tierra.
Pienso que en algún lugar no lejano otros árboles sujetan en sus ramas un fruto amarillo, que acariciado por el sol testimonia que éste es su tiempo. Efímero como el mismo fruto.
Trato de escuchar al viento, aceptando de antemano que como muchos piensan y pocos dicen cuando sopla silabea palabras que sólo algunos logran descifrar. Pero no oigo más que su débil silbido y apenas alcanzo a interpretar que su despertar traerá tiempo más fresco y quizás agua de lluvia. Cambios que algunos entienden como una perturbación frente a lo que aceptan como el estado natural de las cosas.
El viento es una oportunidad no perdida. Una posibilidad de mudanza. Una invitación a no echar raíces, a abandonar la inmovilidad del tronco fijado a la tierra, a desasirse de anclajes que evitan el vuelo como si fueran cadenas.
Aunque al final no seamos más que un efímero fruto dorado, convencidos de poseer el tiempo porque un día, obviando que éramos membrillos, jugamos a ser el sol.

Imagen: "El membrillero", de Antonio López (1990).

domingo, 7 de octubre de 2012

Futuro gastado

Hay un tiempo gastado que es futuro. Alejado de los sueños. Vedado a planes. Donde apenas encuentra su hueco la esperanza y que impide vislumbrar un horizonte. El problema no es que haya espacio para la incertidumbre es que la suma de incertidumbres genera tal densidad que provoca la asfixia y se convierte en una invitación al abandono.
Ni siquiera la consciencia de estar viviendo ese tiempo sirve ya para dar forma a una coartada con la que enmascarar el día a día. Y sin embargo, esa consciencia no implica pesimismo o derrotismo y mucho menos la rendición. Pero alimenta la duda y abre la puerta al miedo de la mano de la inestabilidad. Y ese miedo y esa inestabilidad si contribuyen a dejar paso expedito al pesimismo.
Vivimos un presente de futuro gastado. Donde se perfila un abismo, a cuyo borde nos sentimos empujados. Percibimos una sombra y la inexorable convicción de que puede cernirse sobre nosotros; de que en un instante la noche se dibuja sin lugar para la aurora y no podemos impedirlo. Y ese instante es hoy, mañana o quizás nunca.
Así que nos agarramos a ese presente de futuro sin gastar. Soñamos con el nunca, pero sin abandonar el territorio de la duda. Y miramos al futuro sin poder evitar no sentir los pies en el suelo.

jueves, 4 de octubre de 2012

La semana del cerebro

Me dice un amigo que estamos en la semana del cerebro. Y la verdad es que no sé cómo tomármelo. Primero, porque no sabía que existe una semana del cerebro, y segundo, porque ignoro su significado y por tanto, en qué clave debo interpretarla.
Puede ser una semana dedicada al cerebro con una finalidad divulgativa, desde el ámbito de la ciencia o la salud. Pero la verdad es que aún siendo así, es claro que cuando hablamos de una semana del cerebro lo hacemos con un doble sentido, en el que damos cabida a cerebritos, descerebrados y cualquier ejemplar digno de engrosar la galería de los horrores.
Hablamos por tanto de una extensa lista con sus categorías y subcategorías, donde figuran por derecho propio los que faltaron a clase el día que repartieron cerebros, los cabezas huecas, carentes de cerebro desde el mismo instante de su nacimiento, puede que incluso antes, o aquellos que se pasean con un buen relleno de masa cerebral y un evidente déficit de materia gris. Y por supuesto, aquellos que viniendo de serie con el set completo se niegan a utilizarlo o hacen de él un mal uso, originando los correspondientes y eufemísticos daños colaterales a su alrededor.
Pero puede que esto de la semana del cerebro sea una última oportunidad, al estilo de una semana fantástica de grandes almacenes, durante la cuál pueda adquirirse un cerebro, incluso un 2 x 1 para guardar como repuesto ante calamidades futuras o para compartir con seres queridos y allegados tan escasos o carentes de cerebro como los adquirentes.
Ante la duda sobre la clave para interpretar esta semanita y dado el ejemplo brindado a diario por nuestros próceres y que nadie cuestiona la existencia y el uso del cerebro en los gatos me abstendré de festejar la efeméride, salvo para la chanza entre colegas. Y por supuesto, en mi deambular evitaré frecuentar durante estos días los establecimientos donde pudieran despachar cerebros, ya sea en oferta, de segunda mano o de contrastada calidad. Prefiero esperar a los avances de la inteligencia artificial, aunque me temo que como no aprendemos, ¿por falta de cerebro?, habrá más de un voluntario para implantarse una tontuna artificial junto a la natural.

Imagen: "Retrato de Picasso", de Salvador Dalí (1947).

miércoles, 3 de octubre de 2012

Picaresca

La crisis deja al descubierto las miserias. Las económicas y las humanas. Y desgraciadamente y salvo excepciones vamos sobrados de ambas. En un país en el que no se lee proliferan los bachilleres y licenciados en la escuela de la vida, que no tienen reparos para acudir a la literatura y recuperar la figura del pícaro (desde el anónimo Lazarillo al Buscón de Quevedo, con una leve estancia en los cervantinos Rinconete y Cortadillo) para justificar el pillaje.
Se aplaude a quien, tirando de castizo, se lo lleva crudo y se le jalea a la puerta de un juzgado en plaza pública, A la par que se hace escarnio de quien no cede a la tentación de llenar la buchaca con lo ajeno y además se gana lo suyo, escaso, de forma honrada y con el sudor de su frente.
Afirmamos y admitimos que somos un país de pícaros, de modo que es picaresca aligerar las arcas públicas para engordar las propias y las de familiares y amigos. Y en caso de ser cogido con las manos en la pasta, se tira de manual para negar la mayor y obviar la menor, se proclama la inocencia ante el primero que pase y en el hipotético supuesto de que no prescriba el delito por la demora de la cosa judicial y acabe uno con los huesos en el trullo, se pena entre rejas con paciencia de santo bíblico y no se devuelve un céntimo de lo sustraído.
Si el trincón es señoría se escuda sin sonrojo en su condición de aforado y si fuera menester su partido le hace hueco de nuevo en la lista electoral para vender la especie de que el respaldo de los votos es sinónimo de inocencia. Si es de otro partido, se le atiza sin piedad, pero si es del propio se atribuye el delito, cuando ya no hay manera de disimularlo, a cuatro sinvergüenzas y se evita mirar a lo más alto; borrando del diccionario el verbo dimitir.
Políticos, folclóricas, banqueros, futbolistas, músicos y artistas, curas, jueces, abogados, policías, médicos, deportistas, chóferes y hasta el yerno real no escapan a esa picaresca con que se rebautiza hoy en España a lo que siempre se conoció como robar.
El pícaro era un buscavidas y estos de ahora son delincuentes, a los que precede el presunto para que no sea el narrador quien haya de vérselas ante un juez, demandado por poner en entredicho el honor de aquellos que no tuvieron reparos en renunciar a él para incrementar su cuenta corriente.  
¿Picaresca? A las cosas por su nombre. En la lengua de Cervantes: latrocinio.
 

lunes, 1 de octubre de 2012

Memorias imborrables

No hay olvido voluntario, sólo se mitiga el recuerdo. Y éste se construye entre otros materiales con el dolor. Un dolor que no se borra, pero que el paso del tiempo logra suavizar. Así que las cicatrices nunca se curan y aunque en la superficie parezcan cerradas, siempre están expuestas a reabrirse y mostrar la herida o una parte de ella; lo que se esconde bajo la dermis y la epidermis más allá de la propia carne y los huesos.
Afirma el artista José María Sicilia (El País, 11 de septiembre de 2012) que “el dolor produce memorias imborrables”. De modo que si deconstruimos la memoria, en una parte del trayecto, quizás en el origen, hallaremos el dolor.
Aunque es obvio que hay también, quizás por contraposición, una memoria de la felicidad. Recuerdos edificados con momentos felices, fruto del gozo individual o colectivo, que a buen seguro produce también memorias indelebles.
Ignoro si puede medirse por tanto qué da a la memoria la capacidad de perdurar, si el dolor o el gozo, y cuál de ellos influye más en su condición de imborrable. De lo que no tengo duda es que en un alto porcentaje de ocasiones el dolor se produce de forma voluntaria, simplemente con la intención de hacer daño. Cuando además se busca que ese dolor perdure, es decir, que contribuya a construir el recuerdo, es cuando nos alejamos de lo humano para acercarnos a lo monstruoso.
Un amigo dice que no cree en la casualidad y sí en la causalidad. Todo es discutible, pero no parece casual que un 11 de septiembre una información de un periódico, en apariencia “inofensiva” como la exposición de un artista, se titule “El dolor produce memorias imborrables”. Puede que sea resultado del dolor y tenga que ver con las heridas mal cicatrizadas, pero puede ser también la aportación para mantener la perdurabilidad de la memoria.

sábado, 29 de septiembre de 2012

España cañí

“Suspiros de España” es un pasodoble, del maestro jiennense Álvarez Alonso, que probablemente no provoque suspiros a la mayoría de la gente, pero que si se escucha en la voz de Diego “El Cigala”, como colofón a la banda sonora de “Soldados de Salamina”, seguro que rascará más de una garganta y agitará la sangre. Representa, nos guste o no, una parte de la tradición española, la España cañí, y es huésped de nuestra memoria individual y colectiva.
El también jiennense, el artista José F. Ríos, es consciente de la existencia de esa tradición española y ha recogido su espíritu en una exposición. Es cierto que podía haberla denominado Arte con h, de humor, pero ha optado por el inequívoco La España cañí; en la línea de aquel “Ruedo Ibérico”, del desaparecido Luis Carandell, o del mismo Don Ramón María del Valle-Inclán y su esperpéntica visión de España.
Ríos es un artista de cuyas creaciones como sus pavos reales o el guerrero Culcas me he permitido escribir en alguna otra ocasión y del que he destacado su obra escultórica frente a la pictórica; de la que una muestra significativa puede contemplarse en espacios públicos (parques, rotondas, vías) convirtiendo la ciudad que habito en un museo abierto y contribuyendo a acercarla al menos estéticamente al siglo XXI.
Escultor, pintor hiperrealista e ilustrador, hasta donde alcanza mi conocimiento; es decir, un artista polifacético, cuyo talento y capacidad creativa no escapa a la envidia, la hipocresía y la ignorancia de los otros, señas inseparables de esa España cañí.
Su exposición busca provocar la sonrisa del que la contempla, sin que la hilaridad pueda esconder o disimular esa visión crítica a una forma de ser que para lo bueno y lo malo se halla en casi todos nosotros y que no es más que lo menos apetecible de una herencia de la que no logramos o no queremos desprendernos.
La España cañí se incluye en “Made in Jaén”, una muestra provincial de creación artística, que celebra su segunda edición, y que a través de la fotografía, la danza, la música, el teatro, la literatura, el cine y como no, las artes plásticas, busca convertirse en un reconstituyente para la autoestima de los habitantes de una provincia dada en exceso a reconocer al de fuera y negar al de dentro. Un intento creativo de evidenciar que el mar de olivos produce algo más que aceite de oliva de excelsa calidad. O que además de para las tinajas hay lugar para las cabezas.  
 

martes, 25 de septiembre de 2012

El hombre que miraba por la ventana

La exposición de Hooper dice adiós al Museo Thyssen-Bornermisza. Más de 322.000 personas han recorrido las salas del museo para ver la obra del pintor estadounidense. Las mismas salas que ahora muestran sus paredes desnudas, de las que sobresalen como minúsculos hitos de la ausencia una parte de las escarpias que fijaban los cuadros a esas paredes.
La desnudez de los muros contribuye a crear una sensación de vacío, que otorga a las salas un ambiente casi fantasmagórico. La nada encerrada entre paredes. Esas mismas paredes que vestidas durante meses con los cuadros de Hooper, como galas para la fiesta, actuaban como reclamo para que las salas se llenaran de gente.
Pasé fugazmente por Madrid en los primeros días de agosto; cuando el calor amenazaba con reventar los termómetros, el asfalto escupía fuego y soplaba un aire a rachas fuerte y abrasador. Deambulé por las calles en las horas centrales del día, cuando el sol no daba tregua ni en la sombra. Pisaba el centro de Madrid y visité el Callejón del Gato y cuando no eran aún las cuatro de la tarde crucé el umbral del Thyssen para contemplar esos muros engalanados con los ropajes de Hooper y un adorno de Degas, su “Mercado de algodón”; que justificaba por sí solo la exposición.
Logré el objetivo. Contemplar la exposición junto a un reducido grupo de gente. O lo que es lo mismo, recorrer las salas de forma pausada, detenerte frente a los cuadros para verlos con los ojos propios y los ajenos, leer los paneles y los carteles identificativos de las obras como si fueran una cartilla escolar y tratar de enfrentarte a cada cuadro como si fueras el autor.
Me atrae de Hooper su manifiesta relación con la literatura y el cine. La mirada del hombre que mira por la ventana, como James Stewart en “La ventana indiscreta”, y atrapa en sus pinturas lo que ve o lo que imagina ver. Pero me sorprende la inexpresividad de los rostros, la ausencia de emociones en los personajes que pueblan sus pinturas. Unas pinturas que parecen casi una instantánea del interior de una habitación, que renuncia a recoger la vida de esos rostros, como si importara más el momento; la escenografía frente a los personajes.
Y a sabiendas de que su pintura nace de ver el mundo desde su habitación, de contemplar la vida tras el cristal, me pregunto si esa falta de expresividad en los rostros, esa ausencia de emociones, no son más que el reflejo del propio autor, del hombre que miraba desde una ventana, atrapado entre el silencio y la soledad.

Obra: "Room in New York", Hooper (1932).

martes, 4 de septiembre de 2012

Sirenas

Daban testimonio algunos marineros de haber visto entre las aguas hermosas mujeres de largos cabellos y cola de pescado, cuya voz era una irresistible invitación a alcanzarlas. Con semejante historia despertaban la curiosidad y alimentaban los sueños en puertos y ciudades. Homero, Lampedusa y hasta los cuentos de niños contribuyeron a que perdurara la historia de aquellas hermosas mujeres, mitad humana, mitad de pez.
Hoy las sirenas colean en la noche. Apostadas en un rincón, cambiaron la cola de pescado por dos largas piernas y lanzan miradas de red. Reclaman la atención de tipos boqueantes como peces, pero ya no despiertan la curiosidad; aunque alimentan el deseo de los pescadores nocturnos, que atrapados en un suave aleteo de pestañas no son conscientes de haber transitado de depredador a presa.
Cada centímetro de su piel es el cebo que no necesita anzuelo para enganchar la pieza. Y su sonrisa es el preludio de un falso ritual de seducción, al que se presta entregado el amante del artificio, cuyo futuro no abarca más allá del instante.
Atemperan la voz para disfrazar la irresistibilidad de su canto y emular así al jugador de ventaja que esconde un naipe para torcer el destino. Conscientes de que al placer se puede llegar por atajos o dejándose llevar hasta el final.
También hay sirenas de ojos tristes, que sueñan con príncipes de papel. A sabiendas de que es un imposible y de que tan solo habitan en el recuerdo, esbozado con una mixtura de alegría y dolor.
Entre el deseo y el recuerdo, sin opción a elegir, boquean los peces surcando el mar. Y entre ellos y las sirenas siempre subyace el sueño de un gato.

sábado, 25 de agosto de 2012

Poetas de vigilia

Hay quien cuando le abandona el sueño o cuando conciliarlo es una lucha desecha contar ovejas o dar vueltas en la cama y busca palabras para hilar versos. Inventa rimas de vigilia o asonancias en duermevela, cuya vigencia no va más allá del capricho del sueño a tornar.
Poemas esbozados en mitad de la noche cuando el tiempo parece detenido, que no serán recordados, como muchos sueños, porque no subsisten al alba. Hijos del desvelo, apenas les sobrevivirá una estrofa o un verso. Quizás ni eso. Y aún así, al ser concebidos emborronan el espacio y manchan intangibles cuartillas.
Los poetas de la vigilia buscan las palabras en la oscuridad, de modo que al hallarlas es como si vieran la luz; hurtada al iniciar una nueva búsqueda que les devuelve a las tinieblas. Avanzan y retroceden, de la oscuridad a la luz, reconociéndose en un claroscuro que les revela su naturaleza efímera.
A veces, a través de la ventana entreabierta se filtra el resplandor de la luna y eso les basta para postergar el sueño y continuar enhebrando pluma y palabras en el papel.
El despertador les trae las cenizas del poema y les devuelve al quehacer diario. Y es durante el día, cuando despiertos sueñan con escribir. Imaginan los versos de un poema rasgando la noche, que no esté condenado a morir.

domingo, 19 de agosto de 2012

La importancia de la gente

Escucho, no sólo oigo, a Mario Gas a través de las ondas afirmar que “lo más importante es la gente”. En lo colectivo es indiscutible, pero individualmente existen innumerables ejemplos de personas que carecen de importancia o deberían carecerla.
La realidad nos presenta un panorama opuesto, la gente como colectivo no importa y sólo son de interés algunas personas desde una óptica individual. Y al instante surge la pregunta, ¿en qué momento dejó de ser importante la gente? Quizás nunca lo ha sido. Lo importante era llamarse Ernesto y poco o nada importaba Ernesto.
Se convirtió a la gente en números; una mera operación contable exenta de condicionantes morales o de cualquier otra índole ajenos a la estadística o los negocios. La importancia de las personas se reducía al signo marcado por la operación correspondiente y su valor era instrumental, dependiendo de su papel en esa operación y el resultado de ésta. Se impuso el mercadeo y se equiparó el valor al precio.
En esa conversión de personas a cifras se perdió el rumbo. El yerro del camino condujo a la renuncia de valores y al abandono de la razón y el corazón. La montaña de números nos sepultó y ahora apenas somos capaces de estirar los brazos y de abrir la boca para emitir algo similar a un grito, que bien pudiera ser una petición de ayuda o bien una muestra de indignación pero que probablemente no sea más que un exabrupto ininteligible.
Es hora de creer que lo más importante es la gente. Y de demostrarlo. Empezando por cada uno de nosotros. Tiempo de recobrar corazón y razón. De creer en la importancia colectiva sin renunciar a la individual. De reivindicar al ser humano frente al número. Por valía y porque el valor nunca es igual al precio.

martes, 24 de julio de 2012

La Zarabanda

En tierra de fronteras la mezcla es de natural casi obligada. Alcalá la Real es tierra de fronteras y el Festival Etnosur (Encuentros Étnicos en la Sierra Sur), que se celebra en esa población fronteriza durante los últimos 16 años, es planeta de mestizaje. Por ello es normal que su seña de identidad sea la convivencia y que en este territorio, al menos durante los 3 días en que se celebra el festival, poco importe la piel y su cobertura y sólo prime lo que hay debajo, los huesos, los músculos, la sangre… aquello que nos iguala y no establece visibles y conceptuales diferencias.
Donde impera la armonía es lógico que se produzca el retorno. Y el pirata Santiago Auserón, y su alter ego Juan Perro, no han podido escapar a esa tentación de regresar a un espacio que bien pudiera ser el hábitat propio de quien gustar internarse por las veredas que los distintos territorios de la música ofrecen de Norte a Sur, de Este a Oeste.
Si hace dos años participó en Etnosur fundamentalmente con la palabra y dejando un sabroso aperitivo musical junto a Carmen París y los músicos de Cuban Sound Project, en esta edición ha dado el protagonismo a la música con la presentación de una creación pergeñada en esta tierra, La Zarabanda.
Un espectáculo para el que se ha rodeado, como siempre, de grandes músicos; con la presentación incluida del hijo de Martirio con ¡un tres flamenco!, música del polifacético Sitoh Ortega (fotógrafo y músico de la tierra del lagarto) y una bailarina, la Zarabanda, que al mover las caderas agitaba las olas del mar de olivos.
Muchos esperaban un revival de Radio Futura y se encontraron al Perro en estado puro, tirando del torrente de voz para hacer fluir el Río Negro y rescatando algunos temas de Raíces al viento, La huella sonora y Mr. Hambre. Y brindando una impagable interpretación de Las Tres Morillas, un guiño al folclore local y a la esencia de esa Zarabanda.
Sí, puede parecer sorprendente, por lo inhabitual, que exista afinidad entre perros y gatos. En mi descargo diré que soy gato antes que él Perro y cuando Auserón alcanzó esa condición yo ya era incondicional de Radio Futura, como de Los Clash, así que no había margen para la disidencia. Aún conservo el single, en vinilo of course, de La estatua del jardín botánico (cara A) y Rompeolas (cara B) y los recuerdos de conciertos en Rock-Ola, el antiguo Palacio de los Deportes de Goya, Cabestreros, el Rockodromo de la Casa de Campo e incluso un San Isidro en Camoens bailando con abrigo en la Escuela de Calor o uno en la feria de San Lucas en Jaén, en el que Carlos Berges se levantó un pedal de guitarra provocando el ladrido del que todavía no era Perro. Y como no, los mediodías del domingo en la desaparecida La Bovia, en el Rastro, que Auserón frecuentaba con el también desaparecido Enrique Sierra; un café donde eran fijos la rubia con espuma, los productos típicos de Ketama, las redadas policiales y el mural de Nicaragua Sandinista.
Tampoco debe resultar tan extraño, a fin de cuentas La Zarabanda es un baile de perros que los gatos quieren bailar.


viernes, 20 de julio de 2012

Historias humanas

No todo está perdido si una doble página en el periódico es capaz aún de emociarnos y hacernos creer, si habíamos perdido o renunciado a la convicción, que hay miles de historias que merecen ser contadas.
Esta profesión sigue valiendo la pena, a pesar los abundantes sinsabores. Y abrir hoy El País y leer una historia como ésta de Duende y llanto en el fondo del pozo es entreabrir la puerta a la esperanza. Constatar que frente a las cifras inabordables, en cantidad y comprensión, existe todavía corazón.
El corazón que tiene una cantaora para bajar a la mina y sacar ese quejío desde lo más profundo del ser para mostrar a un grupo de mineros que no están solos en su lucha. El corazón que ese grupo de mineros necesita para mantener con dignidad esa lucha. El mismo corazón que mueve a un viejo minero y cantaor de La Unión a ceder la letra de su Minera para que viaje hasta el pozo de una mina en León y recordarnos aquello de la universalidad del lenguaje y el cante. El corazón que pone al escribir quien cuenta esta historia y al filmar ese "viaje a lo más hondo de la lucha obrera". Y el corazón de aquellos que al leerla sienten como algo se remueve dentro, como un escalofrío roza la piel, como se humedecen los ojos y se reseca la garganta.
Ese corazón necesario para dar las gracias a Rocío Márquez, a Alfonso Paredes Niño Alfonso, a Jorge Martínez y a esos ocho de Santa Cruz, el grupo de mineros que desde lo más profundo de la tierra nos recuerdan que somos personas y no números.

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/07/19/actualidad/1342727803_371605.html

martes, 17 de julio de 2012

Con la cabeza alta

Hay quien confunde el poder deambular por la vida con la testa alta con el envaramiento. Y no distingue entre aquellos que caminan sin que nada de su conducta y comportamiento pueda avergonzarles y esos otros por naturaleza y actos siesos, distantes y responsables de decisiones que atropellan al prójimo.
Por ello no es extraño que saquen pecho ante auditorios entregados y haciendo gala de la osadía del necio arenguen a la concurrencia incitándola a la altivez. Marcan líneas divisorias en invisibles mapas para distanciarse de la generosidad y evitar ser humildes frente al atropellado y construyen cavernas apuntaladas en la sinrazón y la egolatría.
Poco les importa el sufrimiento ajeno, que en demasía ellos mismos provocan. De igual manera que con sus actos se alejan y en cierta medida reniegan de la fe que presumen profesar. Alardean de buena educación, pero desconocen los más elementales tratados de cortesía y cuando son cogidos en un renuncio y aparecen retratados en su propio exabrupto, miran a otro lado, culpan al más cercano y exhiben el dedo corazón a la envarada manera de su testa, para dejar constancia del dinero malgastado por sus progenitores en prestigiosos centros de enseñanza.
Su conducta, reflejo de su miseria, sería excusa para la chanza, de no ser por la desmesurada lista de damnificados que genera. Y de producirse en otro tiempo, menos crispado e incierto, hallaría al instante la respuesta adecuada, incluso de parientes y allegados.
Pero con las coartadas reales y las artificiales campan a sus anchas, sin importarles pisotear escenarios o instituciones, exhortando con lengua de serpiente y recolectando la aprobación de sus parejos incondicionales.
Conviene recordarles que con la cabeza alta han deambulado los mineros, en esa marcha sin esperanza desde las cuencas hasta Madrid. Y que para dar muestra de envaramiento basta con ser un hijo de fabra, que según cuentan por la tierra sureña que habito son legión frente a los botellines de cerveza.

martes, 10 de julio de 2012

La casa de Bernarda Alba


Volver a los clásicos siempre es una apuesta segura. De modo que en estos tiempos convulsos retornar a García Lorca es en cierta medida una garantía de fortaleza. Aunque claro, ese regreso varía si se trata de la lectura de su poesía o su teatro y por supuesto de si hablamos de la representación teatral de una de sus obras. Y ese es el caso, no otro.
UNIAescenaBaeza me ha brindado la oportunidad de reencontrar a Lorca a través de La casa de Bernarda Alba y de la compañía Alquibla Teatro. Conocido el texto y por tanto, el desarrollo y el desenlace del drama lorquiano, sólo quedaba entregarse a la puesta en escena y a la interpretación de las actrices sobre las tablas del teatro. Cabe añadir que tan solo en una ocasión había visto esta pieza teatral representada, con un reconocido elenco, pero en televisión y en blanco y negro. De modo que casi podría decirse que la contemplaba si no con ojos nuevos, si con algo de la excitante curiosidad de toda primera vez. Excitación y curiosidad que quedaron colmadas con creces.
Alquibla es el punto del horizonte donde los musulmanes dirigen la mirada al rezar. Y la propia compañía teatral que toma de aquí su nombre destaca su inequívoca influencia mediterránea, tanto en repertorio como en su buen hacer. Lorca y su Bernarda Alba contribuyen a la reafirmación de esa mediterraneidad.
Y es nuestra condición de pueblo mediterráneo, tan denostado por los bárbaros del centro y del norte en estos tiempos, lo que nos hace mirar al horizonte desde la orilla del mar, para buscar ese punto que nos sirve de referencia, pero también, y esto es algo que los bárbaros no logran comprender, para el simple deleite.
Cuentan que la crisis ha devuelto al público a los teatros y que ahora en España se representan más obras que hace unos años. Quizás no sea más que una forma de evadirse de la realidad o quizás responda a la búsqueda de cobijo en un lugar que hallamos certezas; un espacio en el que nos reconocemos con nuestros valores y nuestras miserias y en el que se refleja ese carácter tan nuestro, mitad Poncia, mitad Bernarda.
La realidad y el carácter que supo recoger Lorca en obras y personajes, en los que aparecemos retratados no sólo cuando se levanta el telón, sino cuando abandonamos el teatro.