sábado, 21 de diciembre de 2019

Una mirada de 10 años

Un decenio se mide en años. Si hablamos de Jaén también se mide en proyectos, logros, fracasos, frustraciones, promesas, incumplimientos y un largo etcétera. Y en esa medida la balanza se inclina con claridad hacia el debe respecto al haber.
Echar la vista atrás es necesario, aunque en demasía doloroso cuando se trata de esta ciudad, para saber hacia dónde vamos o hacia dónde deberíamos ir. Por ello hay que contarlo e incluso en ocasiones, recordarlo, que es una forma de volverlo a contar. Y en eso es deseable la mirada de un periodista.
Ya conocen esa frase hecha de los periodistas y su condición de notarios de la realidad. Matizable, porque más allá de dar fe el periodismo requiere también de conocimientos, observación y análisis y por supuesto, fuentes creíbles, y eso es aplicable a la información y a la opinión; aunque en esta última el autor puede constituirse en fuente. A eso hay que unirle el rigor, la honestidad y el buen escribir. 
Algunos de ustedes también conocen esa afirmación de Kapuscinski de que “los cínicos no sirven para este oficio”¹ del periodismo; que hace mucho tiempo y pese a algunos se convirtió en profesión con todo lo que eso debería sumar.
Se puede ser cínico desde la ironía o el desencanto y eso no invalida para ser periodista. Otra cosa es ser mala persona, lo que te impide ser un buen periodista y otras muchas cosas. Y sin embargo, eso no evita que haya personas ejerciendo el periodismo, que incluso se autodenominan periodistas, que son malos profesionales y por encima de todo, malas personas. Algo que como bien saben no es patrimonio en exclusiva de profesión u oficio alguno, porque para desgracia general hay superávit de desalmados. 
No es el caso de Raúl Beltrán. Él es uno de esos periodistas que confirma que ser buena persona no le resta ni un ápice a sus bondades como periodista y viceversa. Si al poeta Cernuda y a tantos otros les dolía España, esta España nuestra y mía, a Raúl le duele Jaén. Y le duele en lo general y en lo particular. Y le mosquea que “por los siglos de los siglos”³ esto parezca no tener solución. Gobierne quien desgobierne y mande quien desmande. 
Escribe Saviano en su “Gomorra” que “la ética es el límite de los perdedores”². Y Raúl sabe mucho de eso, porque no pasa las líneas rojas que diluyen al periodista y dejan paso al profeta, al especulador o al portavoz. Y es triste hablar de ética para referirse al ejercicio del periodismo, porque es algo que se presupone, pero la realidad demuestra que a los que renuncian a ella en esta profesión les va bien, incluso muy bien, y que aquellos que no la pierden de vista están de una manera u otra condenados. 
Sus 10 años de artículos de opinión son una radiografía nítida de Jaén, en la que más allá de la bondad o la mala uva de sus protagonistas lo que se refleja es la incapacidad para la gestión, la opacidad, la ausencia de un proyecto de ciudad y/o la prioridad a los intereses de unos pocos en detrimento del denominado interés general. Y también evidencia que aunque lo de medir el tiempo sea relativo, en esta ciudad las hojas del calendario tardan más en caer, los granos de arena deben pesar más y las agujas del reloj dan la sensación de marcar las horas hacia atrás. De modo que esos 10 años parecen ayer. 
No soy optimista de cara al futuro porque el hoy se empecina en golpearnos en el rostro (incluso en el Santo Rostro) y la realidad nos muestra que pese a quien pese no es cuestión de ideología sino de voluntad, y esa desaparece a la par que se acomodan las posaderas en los sillones institucionales. Tampoco creo en plataformas milagrosas, porque cuando te pones de perfil tarde o temprano a todos se nos acaban viendo las costuras; y algunas son visibles para el observador desde el principio de los tiempos. 
Aún así, comparto el dolor de Raúl por esta tierra y coincido en su aplauso de “lo fértil” y su denuncia de “lo estéril y lo mezquino” como finalidad del periodismo. Ignoro si el último fin, pero, sin discusión, uno de ellos. 
Le dice Hugo Pratt al Corto Maltés a través de uno de sus personajes: “Lo que tú buscas no existe”4; con la esperanza de que el marinero renuncie a marcharse y fije el ancla. Y puede ser cierto, pero ello no impide la búsqueda. Llegando a la paradoja de que algo comience a existir por el hecho de ser buscado. Esa búsqueda es la razón de ser del periodismo. El periodista busca la verdad, aunque no siempre logre encontrarla. Pero un buen periodista no abandona nunca la búsqueda. Por muchos decenios que haya que descontar.


1.- “Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo”, Ryszard Kapuscinski. Anagrama. Colección Compactos, 2005.

2.- “Gomorra”, Roberto Saviano. Penguin Random House Grupo Editorial, 2019.

3.- “Por los siglos de los siglos, Jaén ¿Amanece tras la crisis?”. 10 años de artículos de opinión, Raúl Beltrán García. Líberman Editorial, 2019.

4.- Corto Maltés. “El mar de oro”, “Un águila en la jungla”, Hugo Pratt. Editorial PlanetaDeAgostini, 2018. 


Artículo publicado en el blog “En Jaén donde resisto”, el 21 de diciembre de 2019.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Ponme la foto en el periódico para que me vea mi madre

Recuerdo a aquel político que decía “ponme la foto en el periódico para que me vea mi madre”. Y pasa el tiempo y ahí siguen los medios de comunicación poniendo la foto del político de turno sin venir a cuento. 
A modo de ejemplo y por citar cuatros actos de esta última semana en Jaén: la inauguración de la exposición de Sitoh Ortega de los 25 años del Festival de Jazz, la I Bienal de Arqueología celebrada en el Museo Íbero, la presentación de la Cerveza de Navidad de Cruzcampo y la inauguración de una parte del Centro Comercial Jaén Plaza. 
Son cuatro, pero seguro que a ustedes se les ocurren muchos más y no solo de estos últimos días. Actos en los que aparecen los políticos usurpando el espacio que le corresponde a los verdaderos protagonistas del evento y que, con excepciones, poco o nada tienen que ver con sus funciones en ayuntamientos, diputaciones o parlamentos. 
Una pasarela de la que los principales responsables son los medios de comunicación y algunos periodistas. A nadie escapa que las instituciones pagan un buen pellizco por la publicidad a los medios, pero eso no puede traducirse en barra libre para que aparezcan los políticos hasta en la sopa o en que los medios de comunicación presten más atención a lo que dicen los políticos que al cumplimiento o incumplimiento de sus obligaciones. 
Imagino que no soy el único que está aburrido de abrir un periódico o poner la televisión y ver siempre a los mismos políticos o casi a los mismos y tener que realizar un ejercicio de agudeza visual para identificar la información y sobre todo, al protagonista de la misma en un especial ¿dónde está Wally?, versión provincial. 
¡Ojo! No digo que no se saque a los políticos en los medios. Es conveniente no confundir el criterio con la censura. Pero, un poco de mesura nunca está de más y así se evita entretener al personal con lo secundario y lo accesorio, obviando lo importante y lo necesario. 
Si tu madre quiere verte, pues, como todo hijo de vecino tienes varias opciones; la primera, visítala más a menudo; la segunda, utiliza las nuevas tecnologías, y la tercera, la de toda la vida, hazte una foto y se la dejas con un marquito encima de la cómoda; que el resto de los mortales no tenemos porqué desayunar viendo tu jeta cada día, ya es suficiente con padecer el uso que algunos hacen de ella.

 Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 2 de diciembre de 2019.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Scotch and soda

Era noche de concierto. Tocaba El Hombre Garabato en La Fábrica del Arte. Es cierto que el mismo día y a la misma hora había un concierto de Sex Museum, pero no había dudas. No solo se trataba de escuchar en directo a un grupo que te gusta; en esta ocasión la cosa también iba de apoyar a una banda emergente formada por unos buenos músicos que además son grandes tipos y a un garito cuya dueña, Cintia, apuesta por la Cultura en una ciudad donde esa apuesta es una lucha desigual y en la que solo sobrevivir resulta heroico. 
Poca gente, es cierto, pero un gran concierto, que me trajo a la memoria aquel otro concierto de Radio Futura en Rock-Ola presentando casi en familia “La ley del mar. La ley del desierto”, que luego sería un éxito y marcaría el despegue definitivo del grupo. 
Tras el concierto, y por aquello de cambiar de parroquia, dejamos que los pasos se encaminasen al nuevo local de La Marimorena, donde confluimos el público de ambos conciertos y donde las rubias con espuma recorrieron con generosidad la barra. Y aquí asistí a la memez de la noche, cuando a mi espalda pidieron un Johnny Walker, Etiqueta Negra, con cola. No me malinterpreten, cada uno es libre de pedir y beber lo que quiera, pero a mí hay mezclas que me parecen la mejor forma de estropear ambas bebidas y además, la petición me recordó algo que me pasó una noche en Barcelona.
Habíamos ido a tomar un calmante al Café Salambó. Por primera vez no había sitio abajo y subimos a la planta de arriba, donde había una pequeña barra vacía, unas mesas con sillas, todas ocupadas, y una mesa de billar que pronto vería las bolas rodar por el tapete. Me ausenté un momento y al regresar me sorprendió comprobar que no me habían servido el calmante. Era un Juanito El Andariego, en vaso corto y con agua con gas. Nada exótico. No me había dado ni tiempo a abrir la boca cuando lo hizo la chica que había tras la barra para lanzarme aquello de ¿reed laaaibol? 
Me vino a la cabeza aquello del ‘scotch and soda’, tan anglosajón. Y también aquella ocasión en la que en un bar de Madrid escuché a un tipo pedirlo y al camarero responderle sin inmutarse que de eso no tenían. 
Tampoco pude evitar acordarme de Constante y del Kwai. Porque allí no teníamos que pedir. Constante preguntaba, ¿lo de siempre? Y lo de siempre eran unas pechugas (Pechugas Villaroy); es decir, dos DYC con limón, o lo que es lo mismo dos vasos largos con hielo en los que más de la mitad estaba ocupado por el Dragados Y Construcciones y el resto del combinado lo completaba un refresco de limón del que siempre sobraba algo tras llenar ambos vasos. Por un momento me he imaginado a alguien llegando al Kwai y pidiendo un “Red Label”; el bueno de Constante mandaba a la gente a paseo si le pedían un vermut. Ya saben, aquí no tenemos de eso.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Desolación

De repente el aire parece más irrespirable. La luz se torna mortecina. Y los colores tienden a un sepia preámbulo de un blanco y negro al que ya solo contemplábamos como algo artístico y no como la imagen triste de un país que ya creíamos lejano. 
Las agujas del reloj giran en sentido contrario y el calendario reagrupa sus hojas como si lo avanzado no contara. 
La lengua de la doblez teje redes de mentiras. Las miradas aviesas desafían desde las primeras planas. Y las cabezas hueras embisten contra un futuro en este presente que da cabida a la sinrazón. 
La memoria recupera el sonido del miedo. La melodía desafinada de las botas sobre el piso que provocaba gritos y palabras ahogadas. La amenaza que empuja al silencio. 
Los baúles se abren para desempolvar viejas patrias y banderas, himnos y fronteras con los que construir el laberinto donde habita la bestia. El material con que se levantan los muros invisibles que dividen y condenan. 
Las palabras desprovistas de su significado y función son desterradas. La espada suple su orfandad y solo aletean las plumas de cuervos y urracas. 
Los dedos señalan al otro, mientras un velo cubre los espejos de alcobas y salones con la complicidad de los presentes. La galería de ilustres es hoy más pasado que ayer ante la ausencia de herederos. Los petimetres ocupan el escenario luciendo una medalla y cruzando los dedos para que la mirada de un inocente no descubra la farsa de una victoria irreal. 
Los vendedores de humo usurparon el lugar de los sabios. Y sentados a la mesa del poderoso le leen las líneas de la mano pronosticando un tiempo que no ha de llegar. Una tragicomedia en dos actos donde se enmascaran bufón y señor. 
La serpiente abandona el huevo. Y en el templo de los ciudadanos pisotea la Carta Magna y levanta desafiante el brazo al frente. 
¿Dónde están aquellos días azules y el sol de la infancia?

sábado, 19 de octubre de 2019

Remember Malasaña

Teníamos 20 años. No nos comíamos el mundo, pero éramos libres. Malasaña era nuestro territorio y sus bares eran nuestra casa. Había un Malasaña por el día y otro por la noche, pero los que vivíamos allí nos conocíamos y reconocíamos al sol y a la luna. 
Muchos ya no están. Algunos traspasaron la línea roja y no pudieron retornar; a otros, como la peli, les llegó su hora. Tampoco existen ya muchos de aquellos bares. Ni siquiera el barrio es ya lo que fue. 
Me entero por la entrevista a Josele en el Jot Down que Sonia, del Tupperware, murió en 2016. No sabía nada. La última vez que la ví se había casado y de aquel matrimonio se unieron La Vía Láctea y el Tupper. Yo ya estaba en Jaén, fue en una visita de un par de días o tres al Foro. Estábamos ‘en familia’, en la planta baja de La Vía, la de arriba se la había comido el fuego y por entonces permanecía cerrada. Era un día de entresemana y acabamos en Conde de Xiquena, junto a Casa Gades, en una fiesta de aniversario de "El Pirata". Todavía quedaba algo de aquel viejo Madrid. 
También recuerdo a Poch (como me gustaban sus "Derribos Arias"), tan brillante como describe Josele, pero con aquella puta enfermedad que le provocaba esos espamos y se lo llevó. La última vez que estuve con él fue en el Andino, con Cristina, la camarera barcelonesa de La Vía, y su novio. Este verano fui a tomar un lomito y una brocheta, pero ya tampoco existe. Por lo menos y en cierta medida hace un par de años pude despedirme de Domingo. 
Y sí, Kike Turmix era un gorrón, pero también en cierta medida era uno de los nuestros.
Pisé muchas veces aquellas calles y siempre que vuelvo a Madrid las piso. Sin embargo, ahora apenas conozco a nadie y los pocos bares que quedan como El Pico o el Cabreira ya no tienen nada que ver con lo que fueron. La lista de los que cerraron es larga y algún nombre se diluye ya en la memoria. Quedan las Bodegas Camacho, pero en agosto siempre las pillo cerradas. 
Sobrevivimos. Y eso no debe ser tan malo.
  

viernes, 18 de octubre de 2019

El dedo y el fuego

El fuego siempre tuvo algo de purificador, pero también mucho de destrucción. Es innegable la atracción del hombre hacia el fuego y la capacidad de éste para capturar su mirada, para atraparlo en el baile de sus llamas consiguiendo que casi desaparezca lo que hay y ocurre alrededor. 
Ha quemado el fuego bosques, libros, cruces, edificios, automóviles, brujas, herejes… y ahora además se ha convertido en un elemento de manipulación que se sobredimensiona en función de los grados de inclinación de la cámara de fotos o de televisión con que se fotografía o graba para justificar titulares tan incendiarios como el propio fuego. 
El objetivo no es solo que ardan contenedores e improvisadas barricadas en las calles, se trata también de chamuscar la vista y el resto de los sentidos para aletargar las neuronas e incendiar de paso las mentes. 
Y si el fuego es insuficiente no faltará una mano dispuesta a señalar a uno u otro grupo de pirómanos con la esperanza de que si la vista no repara en el grupo deseado al menos quede fija en el dedo. Por ello no produce alarma la ausencia de bomberos y elementos de extinción de incendios y se jalea la abundancia de cerillas, mecheros, banderas y gasolina que como cualquiera sabe son los mejores inventos para sofocar las llamas. 
Porque se trata de eso, de mantener las hogueras, de avivar el fuego, sobre todo en las vísceras, para que los menos se paren a pensar. Y ese dedo, que bien pudiera tener algo de espada flamígera, contribuye sin inocencia a que las llamas cieguen. 
Lo terrible es que se trata de un fuego inhóspito, de esos que no da cobijo y deja que el frío campe a sus anchas. Los pirómanos saben lo que se hacen, o incendian las mentes o dejan que se congelen. Dominan el uso del fuego y la gasolina ya sea con gestos o palabras. No olviden que todo discurso incendiario ha ido generalmente acompañado de un dedo amenazador. Y por supuesto, con la acusación por delante de que quien provoca el fuego es el otro.

lunes, 14 de octubre de 2019

Perder el Norte

Hemos perdido el Norte, y al menos una parte del Nordeste. Y me temo que no hay brújula que nos lo devuelva. Naufragamos irremediablemente. En lo colectivo y también en lo individual. Podemos achacar lo uno a lo otro, de modo que no hay salvación para uno cuando se sumerge o se deja arrastrar por la masa sin asomo de convicción o reflexión. 
Me pregunto si no somos títeres prendidos de hilos que otros desde la sombra mueven a su antojo. Con manos mentirosas, con artes de tahúr y con lazos y banderas para tapar la luz y devolvernos a ese mundo de sombras que ya oscureció Europa y que nosotros conocemos tan bien. 
Pienso en las redes manejadas por el pescador con el fin de atrapar al pez. Y observo como la piel cambia el vello por escamas, como los ojos amenazan con saltar de las órbitas y como el apéndice nasal se desplaza al cuello para mutar en branquias. Veo la figura del pescador difuminarse de modo que aparece irreconocible, mientras la red crece y crece, aumentando su tamaño hasta lo indescriptible y adaptando diferentes formas en un mundo virtual, que sin embargo cada día se asemeja más real, y contemplo al pez atrapado en su interior junto a otros peces más o menos osados, pero tan presos como él. 
Escucho una canción triste de esas que se te pegan a los huesos. Y recuerdo otras canciones tristes. Hoy es un día triste. Y aunque la tristeza no tiene porqué eclipsar la belleza, veo la fealdad abriéndose paso entre la multitud, colonizando las cabezas y exhibiéndose con los laureles del triunfo que no pueden esconder ni disimular el fracaso. 
Al alzar la vista no se ven los puentes. Los socavaron. Igual que borraron las palabras para levantar nuevas torres de Babel. Había que construir muros de incomunicación y dejar abierta solo la senda que no tiene principio ni fin. Programaron el diálogo de besugos centrífugos y centrípetos para auparlo al número uno de la lista de éxitos y mientras todos entonábamos un estribillo que en realidad era una letanía el hombre del saco se llevó la luna para apagar los sueños. 
Mañana se abre la subasta. Casi todo se vende, pero al final solo compra, a plazos o al contado, quien maneja y tiene el dinero. Quien ahora nos priva del Norte. Quien antes no dudo en hundir el Sur.

martes, 8 de octubre de 2019

Tiempo de convencer

El final del verano nos trae siempre un septiembre y un octubre movidos, como si se quisiera hacer ahora lo que no se ha hecho en los meses anteriores. Y además este año, repetición de elecciones generales en noviembre, es decir, no hay tregua y arraiga la sensación del tiempo perdido. 
En Jaén dicen que repiten candidatos al Congreso y Senado. Habrá que verlo. Sobre todo en el PP. Aunque eso no es bueno ni malo. Lo mismo da. No hay debate entre lo efímero y lo insustancial. La ciudadana Adán puede verse expulsada del paraíso sin haber mordido siquiera la manzana y al PP se le pone la piel de serpiente pensando que lo que pierde el naranja lo gana el azul. 
A Errejón no se le espera. Así que su Más País es un menos Jaén. Más de lo mismo pues, condenados al olvido. La provincia sigue precipitándose en la nada; portadora de estandartes de esa España vaciada que ahora para 5 minutos en los que el silencio suena también a hueco. 
Me temo que los programas electorales lejos de ser el libro de los sueños seguirán siendo papel mojado, un catálogo de promesas sin valor en el que Jaén es invisible. 
Como saben el final del estío nos ha traído también el estreno de la última película de Amenábar, “Mientras dure la guerra”, que ha revuelto a ese sector de la sociedad tan reacio a la reflexión y tan proclive a embestir. Esos alegres muchachos y muchachas, viejos y nuevos partidarios de la involución enmascarados en la democracia; nostálgicos de esos 40 años de guerra y esa posguerra denominada Transición que todavía hoy parece no haber acabado. Esos mismos que aspiran a presentarse como una suma, cuando siempre fueron resta y división. 
¿Recuerdan aquello de vencer no es convencer? Quién sabe, quizás si hubieran estrenado la película unos meses antes nos habríamos ahorrado la repetición de elecciones. Porque ahora toca convencer. 

Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 7 de octubre de 2019.

lunes, 30 de septiembre de 2019

La Mecánica


En la ciudad que habito han abierto una sala de conciertos, La Mecánica. No es muy grande. Aquí desde hace demasiado tiempo casi nada es muy grande, pero la novedad y la necesidad hacen que la contemplemos con ojos grandes y anhelos aún más grandes. 
Imagino que en otras ciudades esta apertura apenas pasaría de la anécdota. Aquí no, porque la escasez probablemente distorsiona la percepción, pero la realidad es tozuda y muestra sin tapujos las carencias. Que son muchas. Demasiadas. 
Una sala de conciertos para los devotos de la música en directo es un templo. El lugar donde se produce la comunión con la banda o el intérprete de turno y que en cierto modo asemeja una liturgia. Y no pretendo ser blasfemo (en estos tiempos todo hay que aclararlo e incluso así es insuficiente ante el rebuzno de aquellos que se encajan las orejeras y no ven, ni quieren ver, más allá de la vereda). 
La otra noche, a la semana de su apertura, me dejé caer por allí para escuchar un par de actuaciones, Julio Demonio y Los Bizarros, un intérprete y una banda locales. Ya suponía que iba a sonar bien, porque los dueños son del gremio del sonido y nos han dado muchas tardes y noches de gloria en conciertos de otros garitos de la ciudad. No hubo decepción, sonaron muy bien. Y eso es de agradecer. 
Un sala nueva implica muchas cosas para una ciudad dormida. No ya despertar, que sería lo deseable, si no al menos desperezarse. Es una forma de ampliar la oferta cultural y también, y esto me parece fundamental, de dar una oportunidad a las bandas y los intérpretes locales, por supuesto también a los de fuera. 
En Jaén gozamos de una buena salud musical en distintos estilos y formaciones, pero cuesta mucho grabar un disco y más de la cuenta tocar para el público. Ha habido no pocas restricciones en forma de ley y pocos espacios adecuados para tocar y sobre todo, no hay continuidad. Y eso al final, lastra el talento, reduce las posibilidades de avanzar y acaba por contribuir al abandono o la disolución de los grupos o formaciones musicales. Lo deseable, a nadie escapa, es que las bandas de Jaén puedan dar el salto más allá de la frontera provincial y puedan ser escuchadas en otros territorios, pero para eso necesitan un rodaje y una consolidación previa en esta tierra; porque las cosas funcionan así. 
Ya saben como va esto, la apuesta de los dueños de los garitos que generalmente hallan escaso respaldo para lograr una programación estable, el pensar que las bandas o los intérpretes en solitario son hijos de la caridad cuya creatividad, instrumentos y puesta en escena no tienen coste o no merecen remuneración, la mínima implicación de las administraciones y esa parte del público que confunde la universalidad de la cultura con su gratuidad. Todo eso y otros factores conducen a la frustración y a la merma o la inexistencia de proyectos. 
Por eso ahora es tiempo de festejar y desear, como al rock and roll, larga vida a La Mecánica. Anuncian para octubre el blues sucio del pantano de Guadalupe Plata, pero antes habrán pasado varias bandas por el escenario. Solo falta institucionalizar el Club de los Borrachos, esos seguidores fieles de los conciertos que algunos miran con ojos de espanto y machetean con la lengua; porque aunque bulliciosos son fundamentales tanto para hacer caja en la barra del local como para mantener el espíritu de los músicos. Prosperidad también para el Club. Y salud, mucha salud.

jueves, 12 de septiembre de 2019

El personaje

Un día se despertó, se levantó y no se reconoció en el espejo. No quedaba nada de aquel chiquillo, de aquel joven que fue un día y tampoco del adulto que pudo ser, tan solo quizás algo en la mirada. Había sido devorado por su propia criatura. 
Echó la vista atrás e intentó recordar cuándo había empezado todo, cómo y porqué. Puede que al principio solo fuera un juego, una pose exagerada, pero al final se convirtió en su segunda piel, en un alter ego artificial que fue su perdición. 
No había excusas. Tampoco las buscaba. Era impostura. Un blindaje. Una máscara. El disfraz con el que se presentaba ante los demás para esconder las que creía sus debilidades. Solo que el otro había acabado convirtiéndose en él. 
Ni siquiera fue premeditado. Fue un proceso consciente, pero no calculado. Funcionaba. Le proporcionó la fortaleza y la seguridad de las que carecía. Pero el precio fue muy alto, aunque en aquel momento ni siquiera fuera consciente de que debía pasar por caja. 
Con el paso del tiempo fue adquiriendo nuevas habilidades y fue adornando su creación con gestos y expresiones ajenas a él, con un tono de voz engolado y un vocabulario rayando en lo cursi que le parecía una herramienta idónea para marcar distancias, pero que simplemente le transformaba en un snob. Bastante inaguantable, por cierto. 
Había creado un personaje que oscilaba entre el esperpento y la caricatura. Aunque como abundaban criaturas similares, lejos de escandalizarse por su creación se sentía un triunfador. Un hijo del éxito que solo podía levantar expectación a su paso. 
Y así fueron transcurriendo los años, renunciando cada día a una parte de sí para entregársela a su otro yo. Un depredador en apariencia pasivo, pero insaciable. 
Hasta que llegó esa mañana en la que el espejo le despojó de su armadura, mostrándole que en el interior ya no había nada. No era siquiera la sombra de su personaje.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Árboles caídos

Hay demasiados árboles caídos. Ídolos con pies de barro. Víctimas de triunfos mal digeridos y éxitos cegadores. Protagonistas de un presente luminoso y un futuro de apagones. Héroes de un hoy de gloria y un mañana de rentas caducas. 
Y al final, la tragedia. Vidas rotas. Caminos sin retorno. Explicaciones y justificaciones tardías. Soluciones extemporáneas. Miradas atrás que calibran el peso del recuerdo. Dolor para envolver la pérdida. Y las ausencias y presencias que marcan la línea entre el ayer y el ahora. 
Aún así, la fórmula se repite. Promesas para alcanzar lo más alto y la conversión en una estrella. El reparto de las etiquetas de los elegidos. El brillo compartido de la codicia en los ojos. Y un final sin escribir. Sin advertencias sobre la fugacidad de algunas estrellas o sobre el impacto al caer desde lo más alto. Sin noticias de lo efímero. 
Queda la soledad. Cuando se apagan los focos y cuando desaparecen los flashes. La soledad incluso entre la gente; la que mezcla admiración y envidia en la mirada, la que vendería su alma al diablo por estar en tu pellejo, la que sueña con un minuto de gloria, la que no ve más allá del papel couché y las letras de molde. 
Y perviven los recuerdos. En volúmenes de fotos desgastadas, en grabaciones copiadas en nuevos formatos que sin embargo no logran disimular el paso del tiempo, en la memoria de los que contribuyeron a forjar la leyenda y en un póstumo informativo de un medio de comunicación.

martes, 10 de septiembre de 2019

Volar

Lo malo de volar es que no puedes permanecer indefinidamente suspendido en el aire. Lo terrible es no poder aterrizar, perder el contacto con la tierra. Se puede volar sin alas, incluso sin motor. Pero tarde o temprano sientes la necesidad de bajar. 
Hay quien pasa media vida volando. Y si le dieran a elegir, no dudaría en pasar la otra media en el aire. De igual modo, hay quien no ha volado nunca y probablemente se resignaría a seguir así. Debe ser triste eso de no haber volado alguna vez y negarse a hacerlo. Será falta de perspectiva, el miedo a la altura o el temor a lo desconocido. Puede que solo sea comodidad o indiferencia. Quizás sea carencia de imaginación o ausencia de espíritu aventurero. 
Volar es sencillo. Solo se necesita cerrar los ojos. Y dejarte llevar. Por corrientes de aire imaginarias. Corrientes de notas de música, de hilos de palabras, de imágenes recobradas o por descubrir… Por líneas invisibles que trazan caminos en el cielo. Líneas rectas, curvas, paralelas, perpendiculares… Por rutas marcadas por otros voladores. Rutas de aves migratorias de sur a norte y de norte a sur, rutas de insectos en su visita de flor a flor, rutas de pioneros creadores de artilugios que despertaban la chanza de sus semejantes, empequeñecidos más si cabe al surcar el cielo aquellos inventos hijos del sueño… Por lo prohibido, que siempre es el mejor motor para despegar, aunque en demasía el aterrizaje es forzoso y de consecuencias desastrosas. 
Volar siempre fue sinónimo de libertad. Y el mejor vuelo es el que se hace con la mente. También puedes hacerlo con una compañía aérea; probablemente sea más práctico, pero también más previsible y más aburrido. Ya saben, ya lo cantaba el Loco “puedes vivir una vida de hogar, búscate un marido con miedo a volar”, pero no hables de futuro. Aunque también cantaban Los Lola (Lola Nos Quiere) “saltando muy alto, apretando los dientes, cerrando los ojos, abriendo los brazos, para volar”. Para volar.

sábado, 31 de agosto de 2019

Au revoir, agosto

Se va agosto. Y no diré que lo voy a echar de menos. Me gusta su luz, que los días todavía son largos y que habitualmente pasada su primera quincena refresca por las noches. Me gustaba cuando ocasionalmente llovía y después dejaba un olor a tierra mojada. Y me gustaba que terminara porque era la vuelta a casa y el reencuentro con la ciudad, con los amigos… 
Este agosto ha tenido poco de eso y además en lugar de reencuentros me ha traído demasiadas despedidas. Algunas inesperadas, lo que sin duda las hace aún más dolorosas. Otras, aunque lógicas por la edad y por aquello de la ‘ley de vida’, también te aprietan dentro y te pinchan en el corazón. 
Recuerdo muchos agostos, los de la infancia y la adolescencia. Y aquellos otros que llegaron después para aprender a saborear otros aspectos de las vacaciones. Porque agosto debería ser eso, un mes de ocio, días para disfrutar de aquellas cosas que nos hacen felices y nos devuelven de alguna forma parte de aquel tiempo en el que deambulábamos por la vida con despreocupación y la esperanza o la convicción de que el futuro era nuestro. 
Ahora agosto es un mes eterno, de esos que no parece tener fin. Es ese mes en el que la ciudad que habito sí el resto del año está dormida en esta época está muerta. Y los pocos que por la circunstancia que sea nos movemos por ella parecemos, sobre todo durante el día, zombis; muertos vivientes que se encaminan con desgana a donde tengan que ir para acabar lo más rápido posible y buscar un refugio que les aleje de las calles. 
Y aún así, de vez en cuando, como si te ofreciera un espejismo, te devuelve a la vida. Como hace una semana, con la proyección en el cine de verano de “Metrópolis”, de Fritz Lang, con la interpretación simultánea por parte del autor de una banda sonora compuesta para dar más realce a la cinta. Algo que a mi juicio no es necesario, pero te ofrece una experiencia única e inolvidable. Y además confirma que el cine y la música, que el arte, son óptimos antídotos contra la muerte; en particular, contra la muerte en vida. Sería necesario aumentar las dosis para paliar los efectos desoladores de ese ferragosto sin fin. 
Lo bueno es que como casi todo en la vida, pasa, y salvo catástrofe, no volveremos a padecerlo hasta el próximo año. Au revoir, agosto.

lunes, 22 de julio de 2019

Sin palabras

Recuerdo su mano cogiendo la mía, apretándola; la mirada vidriosa, en parte por la emoción y en parte por la embriaguez, y aquella frase, “sin palabras”. 
Esa escena tuvo lugar muchas veces. Quizás por eso sigue vigente en algún lugar de mi cabeza. No siempre son necesarias las palabras, a veces es suficiente con un gesto o una mirada. 
Me viene a la cabeza ahora cuando la defunción del Manila es real. Ahora cuando ha bajado su persiana metálica y cuando solo queda el hueco donde antes estaba el paradisíaco cartel con su isla y su palmera, tan moderno en su día y tan feote en los nuestros. 
Pienso en aquellas tardes de invierno de los últimos años. Casi siempre sentados en la misma mesa. Junto a la ventana. Y si esa estaba ocupada, en la de al lado, junto a la pared. Yo tomaba un café con leche y él, café solo, café solo y copa o solo copa. 
Afuera ya había anochecido. En ocasiones hacía frío e incluso alguna de aquellas tardes llovió. Podíamos esperar a que escampara, no había prisa. Es una de las pocas ventajas de carecer de empleo, disponer de tiempo. 
Y sin embargo, delante del papel en blanco necesitas palabras. No solo para contarlo, también para pintar los gestos o la mirada. Esos gestos y esa mirada de complicidad, de entendimiento…., ese código no escrito que se elabora a través del tiempo compartido, de vivencias comunes; ese código que no necesita traductores y que es de difícil comprensión para terceros. 
A la mitad del papel en blanco, más o menos, suena en la radio la “Canción triste” de Lou Reed. “Sad song, sad song, sad song...”. El bueno de Lou también necesitaba las palabras, aunque él siempre fue capaz de rellenar los papeles en blanco sin ellas. Apostaría a que nadie le miró a los ojos y apretándole la mano le dijo “sin palabras”. 
Eso es cuando ya está todo o casi todo dicho. O cuando no merece la pena gastar palabras sobre algo que has visto o has oído. Comportamientos, actitudes, comentarios, aseveraciones…, demostraciones públicas que retratan al que tienes enfrente o al lado y que por prudencia o hastío o por ambas cosas y muchas más prefieres obviar. 
Quizás se trate solo de compartir el silencio. De dejar descansar las palabras por un instante. Mirarte a los ojos y valorar lo efímero. Tender un puente con fuertes anclajes en ambos lados. Y cruzarlo. Recorrer el camino en ambos sentidos, consciente de que no hay peligro de caer porque siempre estás asido de su mano.

domingo, 30 de junio de 2019

Sin nostalgia

Quizás pueda parecerlo, pero ninguno tuvo una vida fácil. Y sin embargo y puede que contra pronóstico, por aquí seguimos. Nos conocemos desde hace la tira, cuando éramos dos ‘chinorris’. Mi hermana era amiga de sus hermanos Luis y Carlos Berges. Yo a Luis apenas lo recuerdo. A Carlos, sí, aunque era mayor que yo, de la edad de mi hermana. Y Esteban, “Bebas”, era un poco más pequeño que yo. Supongo que por la proximidad en la edad, por aquello de que los hermanos pequeños se hacen amigos porque los mayores ya lo eran, porque Jaén es muy pequeño, porque teníamos amigos y conocidos comunes y porque era una época muy divertida y algo loca, acabamos también siendo amigos. 
Lo veía de forma intermitente a lo largo de los años, cuando yo venía en algún periodo de vacaciones. Como al resto. Y a alguno de ellos cuando iba a Madrid a algún concierto, porque tocaba alguien de Jaén. Aunque eso era más esporádico todavía. 
Carlos ya había formado Conservantes Adulterados con Pitu y Esteban formó Niñatos con Perico. Algunos hablan y escriben de esa época como “la Movida jiennense”, cuando hasta se discute la existencia de la denominada “Movida madrileña”. No sé si dio para tanto. Creo que no. Pero es solo mi opinión. 
Me lo encontré el otro día y echamos una parrafada. Se ha ido a vivir a terrenos próximos a la sierra, huyendo de esta ciudad sin remedio. Hablamos de aquellos tiempos. Y de la nostalgia. Hay cosas que no entendemos, los protagonismos absurdos, el querer reescribir la historia de esos años… y el futuro de esta ciudad sin futuro. Me dijo que los creativos no nos podemos permitir la nostalgia porque estamos en el tiempo presente y no vivimos del pasado. Me encantó que me incluyera en ese selecto club, a mí que bien puedo ser un nostálgico compulsivo. 
Lo cierto es que a pesar de todo encontramos un hueco para hablar de aquellos años. No por nostalgia, es verdad, porque ambos somos conscientes de que pertenecen a un tiempo que fue, pero sí en cierta medida para mantener el recuerdo de los que nos dejaron tan prematuramente, Carlos, Fernando, Blasito… 
Tiene esa memoria que yo ya voy gastando. Y de repente me dice ¿sabes quién le puso a Conservantes, Conservantes Adulterados? Carlos Berlanga. Yo no tenía ni idea. Se llamaban Conservantes Autorizados, rememora. Y ahí, algo viene a mi cabeza y asiento. El caso es que fue con su hermano Carlos a una exposición de dibujos de Carlos Berlanga y su hermano le pidió una dedicatoria para su grupo y ese genio incomprendido que fue siempre Carlitos Berlanga firmó para Conservantes Adulterados. Y como a Carlos Berges le gustó más la adulteración que la autorización así se quedó. 
La conversación nos lleva a la grabación de una versión de “Situación límite”, de Conservantes, por José Antonio García “El Pitos”, en su disco en solitario “Lluvia de Piedras”. ¿Sabes que me llamó cuando iba a grabar el disco para decírmelo? Yo ni idea, obvio. Llamó a mi casa y mi madre le pasó mi número. Me acerqué un día que estaba en Granada a su tienda, pero era sábado y no estaba. Claro, le dije, igual estaba en algún bolo. Los dos coincidimos en que “El Pitos” es buen tipo, un tío legal. 
¿Sabes, me dice, que la letra la escribió Carmen Cuesta, la hermana de Chico, basándose en un cuento de Poe? Lo de Poe lo sabía, le digo, pero lo de Carmen, no. Eso nos lleva de nuevo a “El Pitos”, cuando Carlos se fue a Granada y José Antonio se pasaba el día en su piso oyendo música. Luego iban a “El Zorongo” (otro chispazo en mi cabeza, ¡Ostias, El Zorongo! Cuánto tiempo) y “El Pitos” preparaba pucherito y lo llevaba para allá para comérselo. ¿Te acuerdas que Carlos siempre estaba oyendo música? ¿Cómo no voy a acordarme? Era un adelantado, escuchaba grupos que ni sabíamos que existían. 
Esa música la mamó “Bebas”. Yo siempre le recordaré un atardecer con el “In the Court of the Crimson King” en las manos. La portada era, sigue siendo, brutal y el contenido, alucinante. 
Una semana más tarde volvemos a encontrarnos. Lleva urgencia y ganas para huir de esta ciudad. Hoy hablamos menos, le digo que el día anterior le he dado el recado que me dio para un músico con el que anda enfadado. Me cuenta su versión. En realidad, casi solo habla él. Hoy no tiene un buen día. Tiene prisa por atrapar un sueño en forma de mujer. 
Nos miramos y veo en sus ojos el reflejo del pasado. Por un momento nos contemplo a los dos gastados como ese tiempo que fue. Él quiere volar. Y yo tengo un ancla que me fija los pies al suelo. Ya solo vuelo con la mente. Me costó. No ha sido fácil. Me ha costado muchos años recorrer de nuevo una parte del camino. No ofrezco garantías. Tampoco puedo prometer nada. Me quedaré o no, aunque lo inteligente sería salir corriendo. Pero, de alguna manera, sé que estoy en casa; que esta ciudad dormida es mi casa.

jueves, 27 de junio de 2019

Los caballos de Cubero


El mes de junio nos ha traído el adiós definitivo de Cubero. Otro comercio emblemático del centro de la ciudad que cierra sus puertas e incrementa el desolador paisaje de locales con el cartel de “Se alquila”. 
Habrá quien sienta la tentación de adjudicar este cierre al proceso de peatonalización de esa zona de la ciudad. Yo no lo creo. Lo cierto es que Cubero cierra porque casi nadie compraba ya ahí. De igual modo que los escasos negocios que se abren son bares o que la actualización de las rentas antiguas ha contribuido a otros cierres o traslados de ‘tiendas de toda la vida’ como Almacenes El Pósito. 
Es curioso que en su defunción comercial Cubero se convierta también en un emblema; en la muestra de un comercio tradicional que no es competitivo y que en Jaén se enfrentaba históricamente al mercadillo y a las compras en la vecina Granada y ahora además debe sumar la competencia del comercio electrónico. 
Una realidad que en 2108, según datos de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC), alcanzó en España una facturación de 40.000 millones de euros. Y en la que, por ejemplo, discos, libros, periódicos y papelería ocupan el tercer lugar en las actividades con mayor porcentaje de transacciones del comercio electrónico y las prendas de vestir, el cuarto. 
Si a ello le añadimos que la venta on line supone ya un 20 por ciento del consumo en España; es decir, que uno de cada 5 euros se gasta en Internet (según el Servicio de Estudios del BBVA), es claro que el comercio tradicional de esta ciudad o cambia el chip o será testimonial. 
Por desgracia, la situación del comercio no es un caso aislado. Es otro síntoma del estado de la ciudad. Podemos seguir engañándonos y culpar a los de fuera. Podemos seguir repitiendo mantras, como ese de que en Jaén se entra llorando y se sale llorando, obviando que hace ya demasiado tiempo que vivimos llorando y que somos víctimas de nuestra propia insignificancia. Pero estamos tan satisfechos mirándonos al ombligo que ni siquiera percibimos nuestras propias lágrimas. 
Hay una generación que si no ha tirado ya la toalla, le falta poco y solo espera que el futuro no venga con prisas y se la lleve por delante. A las siguientes las despachamos con billetes de ida (de autobús, porque ya saben que los trenes como el AVE a Granada pasan de largo), con la esperanza no confesada de que a esta ciudad muerta solo vuelvan de visita. Con el deseo de que al pan le echen algo más que un chorreón de aceite. 
¿Recuerdan aquello de “te mueves menos que los caballos de Cubero”? Pues hasta esos han acabado moviéndose; aunque no sepamos hacia dónde. 
O comenzamos a cambiar el relato o echamos el cierre y colgamos el cartel de “Se vende o alquila ciudad”. Ustedes eligen ¿susto o...?

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 27 de junio de 2019.

domingo, 23 de junio de 2019

La vida a los pies

Se le cayó la vida a los pies. Y por primera vez pensó que no podía levantarla. O que no merecía la pena. Apretó los dientes y sintió doblarse las encías. Hincó los dedos en las palmas de las manos y notó que se deshacían como si fueran de arena. 
Alzó la mirada, no necesitaba verlos para saber que estaban allí. Era uno de esos días en los que los demonios aprovechan las grietas para salir, incorporarse y plantarse desafiantes frente a tí. 
No era la primera vez. Y sospechaba que tampoco sería la última. Ellos siempre volvían. Y además, ya habían pasado antes por eso. Una lucha sin vencedores ni vencidos en la que sin embargo se atizaban como si fuera la última batalla. 
No había sal que cicatrizara aquellas heridas. Tampoco había territorio para el olvido. Pero ahora era distinto, por primera vez sopesó no presentar batalla. Contempló a aquellos diablos juguetones con los que había convivido tantos años y pensó que quizás la derrota es una victoria. Puede que solo fuera hastío. 
Imaginó al púgil besando la lona. Oyó en medio del bullicio la voz que decía que aguantara hasta que el árbitro llevara la cuenta al 7. Miró sus ojos y vio el brillo de la codicia. Nadie iba a tirar la toalla. Y por primera vez tuvo la certeza de que no se levantaría, de que permanecería en el suelo del ring, con aquella brecha en la ceja y el sabor de la sangre en su boca. 
De repente todo quedó en silencio. Solo escuchaba aquella canción en su cabeza. Sintió el brazo de su padre sobre sus hombros y por un instante recobró ese paisaje de la adolescencia. Los recuerdos se agolpaban y pasaban a una velocidad de vértigo por su mente. Sabía que no podía atraparlos, pero también sabía que estaban allí. Siempre estuvieron allí. 
Bajó la vista. La vida seguía caída a sus pies. Dudó entre alargar la mano o dar la vuelta y marcharse. Ni lo uno, ni lo otro. Permaneció inmóvil. Apenas esbozó media sonrisa. Sintió el fuego de una hoguera y las llamas abrasando la piel. Hasta percibió el olor de la carne quemada y cómo se derretían los sueños por la combustión. 
Escuchó un zumbido. Al principio, suave, apenas perceptible; y luego, cada vez más grave y sonoro. Abrió los ojos. Allí estaba, retándole desde la mesita de noche marcando la hora. Era el despertador. La campana salvando al púgil.

martes, 18 de junio de 2019

Entre la credibilidad y el esperpento

Se han constituido ya la mayoría de los Ayuntamientos y el gobierno de alguna Comunidad Autónoma. Y podemos afirmar que, más allá de alguna singularidad propia de las rivalidades en los pueblos, lo más noticiable es la confirmación de la falta de credibilidad de Ciudadanos, de su condición de bisagra o muletilla y lo que es realmente nefasto, sus alianzas con la ultraderecha que le abren a VOX, como ocurrió en Andalucía, las puertas de unas instituciones democráticas que no debió traspasar nunca. 
En Jaén, una noticia es la continuidad de Paco Reyes al frente de la Diputación provincial. Algo que es normal y lógico, pero que había quedado en entredicho por el anuncio de Pedro Sánchez de que Madrid iba a intervenir en los nombramientos de los presidentes de Diputación andaluces. Un paso más, sin duda, para desalojar a Susana Díaz del PSOE andaluz y construir un proyecto de futuro creíble para Andalucía, alejado de los EREs, de administraciones paralelas y nepotismos. Y sobre todo, al margen de esa generación ‘nini’, tan del agrado de la anterior presidenta y todavía secretaria general de los socialistas andaluces. 
En el ámbito municipal de la provincia destacan la pérdida del Ayuntamiento de Linares para el PSOE, una muerte anunciada, y la recuperación del Consistorio de la capital, en un acuerdo programático de última hora con Ciudadanos. 
Lo de la capital jiennense merece capítulo aparte. El espectáculo ofrecido por el partido naranja ha sido un esperpento, impropio de una formación política con valores y cultura democráticos. 
En vez de negociación entre fuerzas políticas de diferente color hemos asistido a un mercadeo con propuestas desproporcionadas de Ciudadanos, cuya trayectoria en el Ayuntamiento de Jaén ha estado marcada por el transfuguismo y la obtención de prebendas. 
Sus sucesores en este nuevo mandato no han ido a la zaga en lo de pedir la luna. Eso sí, bien remunerada, alcaldía incluida, y con condiciones leoninas para que fueran rechazadas, como echar al anterior alcalde que les ha duplicado en número de concejales. 
La guinda a este despropósito ha sido un audio que ha rodado de móvil en móvil, grabado por Francisco Díaz, número dos de la lista y mano derecha de la candidata María Cantos, evidenciando que para algunos todo vale en política, incluido el insulto. Es curioso que no se haya pedido su dimisión o haya cesado. ¡Ay, la regeneración! 
Con estas credenciales podemos esperar un año de sobresaltos y la sombra permanente de la moción de censura sobre Julio Millán, nuevo alcalde de la ciudad. Sobre todo si se dan dos condiciones, el ex alcalde se va al Senado y su número dos se retira para dejar el camino expedito a la número tres, Reyes Chamorro, y en VOX, jubilan a la penúltima candidata de Ciudadanos en la capital, Salud Anguita. 
Es lo que tiene la credibilidad o la falta de ella. Para llorar.

 Mi artículo para SER Úbeda, del 18 de junio de 2019.

domingo, 16 de junio de 2019

PecaRock

No les voy a engañar, disfruté y mucho. Tenía curiosidad, de esa que mata al gato. De esa casi insana. Y claro, eso produce cierto temor o recelo a sentirse defraudado, a que no se cumplan las expectativas que uno sin fundamentos se crea. 
Palabras, interpretación y música de rock. Una mezcla sugerente que captó mi atención. Normal. Y amigos, muchos amigos involucrados en el proyecto. Hasta el nombre del espectáculo era y es acertadísimo, PecaRock. 7 pecados. 7 escritores. 1 banda de rock. 
Me encantó. Como proyecto me parece original. La puesta en escena, impecable, con el sello de Miguel Ángel Karames. El resto es opinable. Pero no soy crítico teatral, ni literario y mucho menos musical. Y como en conjunto me gustó solo puedo recomendar a quien tenga la oportunidad que vaya a verlo. 
Y qué les digo de la banda, pues que a Los Ambolias se sumaron en distintos momentos de la obra dos voces únicas y dos personas que se mueven en el escenario como si formaran parte de él, David Cárdenas y Alma Mesa. De Emilio Ramos y del resto del grupo no creo que quede mucho por escribir después de tantos años recorriendo distintas carreteras del rock, incluso esa que dicen lleva al infierno. Los Ambolias en un teatro son el irrenunciable e inolvidable Don Ramón María Valle-Inclán sin bufanda y con sombrero tejano. 
Yo no soy de pecar. No porque sea un santo. Es que carezco de consciencia sobre lo que es pecado. Así que lo que a muchos les parece terriblemente pecaminoso y causa de perdición, yo lo contemplo como un estímulo para el placer o la evidencia de los numerosos defectos que cada cual tiene. Y como saben, yo en eso de bajar a los infiernos no tengo problema si tras las puertas me esperan sus Satánicas Majestades o si quien oficia de cicerón es de palabra y obra Dante. Llevo tanto tiempo conviviendo y peleando con mis demonios que en ocasiones hasta puedo caer en el error de confundirme con uno de ellos. No dudo de que una vez fuimos ángeles. Y aunque no lo crean, nunca renunciamos a volar, hasta sin alas. 
La música mueve mi cabeza y mis pies y hace bullir la sangre en mis venas. La interpretación me lleva a otras vidas, incluso de otros tiempos. Y las palabras. Bueno, las palabras habitan mi cabeza y duermen en el fondo del baúl retándome a hallar la adecuada, la requerida en cada ocasión. Sin menoscabar, sin negarles a música e intérpretes la atención merecida, no puedo negar que los textos de los 7 pecados entraron y salieron de mi cabeza, filtrando las palabras, masticándolas como excelsas viandas servidas en la mesa de la mente. Y me las zampé todas. Debe ser la gula. 
Hay quien como Jesús Tíscar no necesita ser presentado. Es dueño de un estilo propio y reconocible, el anhelo de cualquier escritor. Kike Ganso es un trovador, ignoro qué fue primero ¿la palabra o la música?, lo cierto es que en ambas derrocha talento. De Araceli Pulpillo y de Vícente G. Mestre que yo sepa no había leído nada, lo mejor que puedo decir es que espero con ansia y curiosidad la lectura de otros textos. De Sonia Jiménez Tirado conozco sus poemas. Y de Mafalda Sufí y Esther Aranda me confieso también ignorante lector. Degusté y deglutí los textos de todos ellos. Sin arrepentimiento. 
Ahora espero en un teatro un espectáculo con María Guadaña. Para que me afile la vida.

jueves, 6 de junio de 2019

Money

El próximo alcalde de Jaén debe ser Julio Millán. No porque haya obtenido más respaldo electoral que el otro candidato que puede optar a la Alcaldía, Javier Márquez, sino porque es el único de los dos que hoy genera cierto entusiasmo y una opción real de cambio de rumbo en la política municipal.
Ambos están legitimados para el cargo, porque aunque es cierto que el candidato del PSOE ha sido el ganador de las elecciones municipales y Márquez, el claro perdedor, la democracia es, nos guste o no, entendimiento, diálogo, acuerdos; o si lo prefieren aritmética, suma de voluntades, y en este caso, de concejales. 
Los electores han dicho con sus votos que no respaldan la gestión de un alcalde que había sido designado a dedo y que en su primera cita electoral como candidato a la Alcaldía se ha dado un buen batacazo, en la línea del PP en las recientes convocatorias electorales. 
La mala noticia para ambos y para la ciudad de Jaén es que necesitan la participación de Ciudadanos. En el caso del candidato socialista con el voto de sus cuatro concejales o con una abstención y el voto favorable de los dos concejales de Adelante Andalucía para ser elegido alcalde y gobernar en minoría. En el caso del candidato del PP solo hay una fórmula, a los cuatro votos de Ciudadanos debe sumarle los dos concejales de VOX, es decir, compartir el bastón de mando con la ultraderecha. 
Ciudadanos ya ha anunciado que quiere cuatro concejalías, incluida Urbanismo. Nada nuevo, su trayectoria en el Ayuntamiento en los últimos cuatro años ha sido pedir sillones y pasta, aunque la petición parece desmesurada para la representación obtenida; una vez más los resultados del partido de Rivera han estado por debajo de sus expectativas. 
Lo triste o lo gracioso, según el cristal con que se mire, es que la decisión no se va a tomar en Jaén. Aunque la candidata de Ciudadanos juegue al despiste, al final decidirá Madrid. Y puede que el próximo alcalde de la ciudad vaya en el mismo paquete que el de Granada y Córdoba y alguno más.
Por si hubiera pocos actores en esta obra, el PP de Requena, es decir del ex alcalde Fernández de Moya, está vendiendo el paño del adiós de Márquez y su retiro al blindado sillón de senador, la renuncia de Carazo como concejal y la propuesta de Reyes Chamorro como alcaldesa con los votos de Ciudadanos y VOX. 
Por ser positivos, lo bueno de quien se vende es que quien va a pagar sabe que solo es una cuestión de precio. Así que se trata de averiguar hasta dónde se está dispuesto a llegar y luego, dar explicaciones convincentes. En esto último, créanme, es donde se haya la mayor dificultad.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 6 de junio de 2019.

sábado, 25 de mayo de 2019

Tierra de promisión

Escucho la voz suave y sureña de Ian Noe. Cierro los ojos y dejo que mis sentidos se pierdan entre las cuerdas de la guitarra y esa canción que me lleva a aquella tierra de promisión. Esa América que algunos soñaron en una ocasión, pero que hoy probablemente nadie anhela salvo para pisarla de visita o contemplarla con ojos curiosos en la gran pantalla o en la televisión. 
Presiento el trago de bourbon deslizándose por la garganta y la punta de la bota golpeando el suelo intentando de alguna manera acompañar la canción mientras los ojos recorren la sala a la búsqueda de otra mirada cómplice, una de esas que quita el frío del momento pero que te deja helado el corazón. 
Hay pocas cosas más auténticas que una persona subida en un escenario acompañada solo por la guitarra y su propia voz. Se puede mejorar con más instrumentos y voces y aunque el resultado sea aceptable probablemente no sea más que artificio, una envoltura innecesaria que sin embargo no logrará ocultar la soledad de la guitarra y la voz. 
Fuera del local soplará el viento de la noche, silbando a la comunión de soledades. Y puede que una canción y unos pasos en compañía propicien el espejismo de una noche. Pero no lo prolongará. Al despertar solo hay ausencia, la boca seca con el sabor dulzón del bourbon y una promesa que nunca se cumplirá. 
Ella bebía tequila y sonreía sensual. Yo apuraba un tercio de cerveza. Llevaba una minifalda vaquera y una blusa floreada que se abría generosa al inclinarse sobre la mesa de billar. No recuerdo que soplara el viento de la noche y apenas se oía el murmullo del mar producido por el choque de las olas contra los cascos de los barcos. Era en ultramar, en un lugar que también fue alguna vez tierra de promisión. 
Intento imaginar el encuentro entre un joven criminal y una vieja dama. Una cita propiciada por el empuje de la soledad y la seducción del tiempo que se acaba. Quizás la eternidad del amor resida en una canción o en un relato de páginas gastadas. 

jueves, 23 de mayo de 2019

Majarele

Muchos de ustedes ya habrán escuchado en alguna ocasión eso de que existen personas que donde debe estar el corazón tienen una caja registradora. No creo que sea un requisito laboral, pero estoy seguro de que en algunas profesiones suma y está bien visto. 
Ignoro si es condición natural o el resultado de un aprendizaje. O una mezcla de ambas. Lo que no cabe duda es que de ser algo innato y salvo excepciones, el paso del tiempo lo pule y afila como un colmillo. 
Se preguntarán que a cuento de qué viene esto. Muy sencillo, tengo un amigo en Jaén, Paco Salas, que después de décadas de trabajar como Educador Social en Cruz Roja y a un paso de la jubilación, me consta que había preguntado por la prejubilación, ha sido despedido. 
Choca la falta de sensibilidad de la principal institución humanitaria de España. Y claro, es irremediable pensar que aquí también se está imponiendo el metal al corazón. 
No lo sé. Pero si sé que en muchos ámbitos laborales las personas son desposeídas de su naturaleza humana para ser tratadas como números, por lo cual solo importan a efectos contables. Es la deshumanización en estado puro, pero insisto, alarma la falta de empatía en una organización humanitaria. 
Y resulta mucho más preocupante en una provincia olvidada como la nuestra, donde la gente joven tiene que emigrar para ganarse el sustento. Si lideramos en Andalucía esa lista maldita del desempleo, cuesta creer que una persona que raya en los 60, años por abajo o por arriba, pueda encontrar un empleo; no digo ya uno digno y bien remunerado. 
En unos días van a juicio y tal y como está la cosa tengo el presentimiento de que cualquier argumento para justificar el despido será atendido. Ya saben, reestructuración de la plantilla, redefinición de los puestos de trabajo, adaptación a nuevas situaciones del mercado, mejoras para una mayor eficacia, renovación de perfiles laborales o similares. 
No quiero ni pensar lo que serán los años venideros cuando los robots copen el mercado laboral. Y estos si que carecen de corazón. Las previsiones para España a medio plazo son que el 43 por ciento de los puestos de trabajo pueden ser asumidos por máquinas¹, aunque algunos analistas más optimistas lo rebajan al 12 por ciento, unos dos millones de empleos, y otros consideran que la automatización no supondrá la destrucción de laboro y contra pronóstico generará empleo. 
Da miedo pensar lo que puede ser de Jaén. Ahora somos una ciudad dormida, si también nos quitan el corazón… Por lo menos no faltará material para nuevas “panquilerías” ¡Majarele, Paco!


¹. Estudio del servicio de análisis de Caixabank (2016).


Artículo publicado en el blog “En Jaén donde resisto”, el 22 de mayo de 2019.

miércoles, 22 de mayo de 2019

Un hombre "en el buen sentido de la palabra, bueno"

Hay personas que pasan por la vida como si tal cosa y hay otras que trascienden y de alguna manera se convierten en patrimonio de todos. A este último grupo pertenece, pertenecía, Antonio Tornero, reconocido machadiano y hombre, como escribiera el poeta, el otro Don Antonio, “en el buen sentido de la palabra, bueno”. 
Conocí a Antonio Tornero allá por 2005 en Baeza. En realidad nos habíamos visto con anterioridad, pero fue a partir de aquella fecha cuando realmente comencé a conocerle, por ser un habitual en los actos celebrados en el Palacio de Jabalquinto, Sede Antonio Machado de Baeza (Jaén) de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), y por ser un referente cultural en la ciudad baezana.
Sabía que era fotógrafo y poco a poco fui descubriendo a un artista multifacético y a un hombre entrañable y gran conversador. Era ese tipo de persona del que se dice que es historia viva de un lugar. De esas personas que dotan de significado al sentido de pertenencia a una ciudad, a un espacio o a un grupo de amigos. De esas que suman y nunca restan y cuya generosidad superaba a cualquier desaire que recibiera; incluso uno tan doloroso como tener que exponer fuera de su ciudad por la apatía en la respuesta, que él, hombre sabio, percibió más que como demora como negativa. Y a pesar de esa espinita clavada no dejó de colaborar con cualquier iniciativa cultural para la que solicitaran su arte y su magisterio.
Con el paso del tiempo confraternicé con su hijo Cristóbal, gran fotógrafo como su padre, al que me unen amigos comunes, los desayunos en K'novas y por encima de todo, la pasión por la banda granadina de rock 091. 
La última vez que estuve con Antonio Tornero con tiempo para entablar una buena conversación fue en la exposición del pintor navero Juan Martínez en el Museo Provincial de Jaén. Se había desplazado hasta allí con los amigos Miguel Agudo y Ade Herrera. Quedamos en vernos otro día en Baeza para que me mostrara la exposición homenaje a Gaspar Becerra arrumbada en el local que albergaba el Club Unesco de Baeza en las Antiguas Escribanías; Club al que se debe entre otras cosas la recuperación para la ciudad de la Semana Machadiana. Una cita que ya no tendremos nunca por esas prisas en las que vivimos y nos movemos, que nos hacen no encontrar hueco para lo realmente importante. 
Lo volví a ver en varias ocasiones en Baeza; aunque es cierto que la última, tras un tiempo demasiado largo sin verlo, él mismo me confesó que andaba pachucho y salía poco. 
Nos deja a punto de alcanzar las nueve décadas y aún así, uno tiene la sensación de que se ha ido pronto. Quizás porque egoístamente deseamos que personas como Antonio Tornero no se vayan nunca. En realidad, no lo ha hecho, nos ha dicho adiós, pero lo que ha sido, su obra y su recuerdo se quedan con nosotros y seguirán impregnando las calles de Baeza. Igual que el otro Don Antonio.

sábado, 18 de mayo de 2019

Atardecer

Regreso al volante de mi buga a la ciudad que habito. La carretera sube y baja, dibuja algunas curvas y ofrece también alguna larga recta. Y cuando miras al frente ves el sol del atardecer cayendo sobre los campos de olivos. 
Me gusta ese paisaje, probablemente si fueran campos llanos de esos que no parecen tener final podría estar de acuerdo con sus detractores. No lo estoy. Es un placer contemplar esas hileras de olivos perdiéndose entre las lomas para resurgir en la distancia. 
Contemplo los troncos, retorcidos, mostrando escorzos de difícil comprensión. Y pienso en las hojas, verdes o plateadas, como pequeños dardos cuyo viaje solo depende del soplo del viento, ese mismo que mece las ramas en este atardecer de mayo. 
Miro al cielo que por momentos va desprendiéndose de su color azul para progresivamente dar entrada a la noche. Y me detengo en las nubes, mitad blancas, mitad anaranjadas. Son pensamientos imperfectos. Las nubes. Las nubes son pensamientos imperfectos. De modo que cada uno de nosotros las vemos y las sentimos de distinta manera. Y sus formas se adaptan a nuestra mirada. 
Mientras conduzco suena “El alma dormida”, del maestro Lapido. Ese alma del poeta Manrique que seguro pervive por esos campos de olivos, aunque estos por los que transito ahora están más próximos a la Baeza de Don Antonio Machado que a la serrana Segura de Jorge Manrique. Pero los versos, como la sangre y como el agua escasa siempre regaron estos campos. Igual que el óleo del pintor los atrapó en el lienzo o el ojo de un fotógrafo los capturó por un momento creyendo dotarlos de una inmortalidad que ya le dieron de sol a sol los lomos doblados y las manos encallecidas. 
Kilómetro a kilómetro se acerca la ciudad. Núcleos de casas comienzan a salpicar los campos de olivos. Y el tráfico se incrementa. Una golondrina sobrevuela los olivares. ¿Dónde vas? ¿Estás perdida? ¿O el perdido soy yo? 
Anochece.

jueves, 16 de mayo de 2019

Mal fario

No me dirán que el número no se las trae. Trece. En particular, si uno es supersticioso. Para cruzar los dedos y rezar aquello de ¡Virgencita, que me quede como estoy! Sobre todo si eres del PP.
Convendrán conmigo que 13 candidaturas al Ayuntamiento de Jaén son excesivas. Ya, ya sé que eso es la democracia y puede presentarse cualquiera. Desde el momento que dejan que lo haga VOX es difícil negárselo a partido alguno, incluso a los ‘respetuosos’ ultras locales. 
No sé cómo lo ven ustedes. Yo tengo la sensación que después de tanto renegar del bipartidismo, de tanto hablar de los partidos de la regeneración y de tanto ruido la cosa está entre el PP y el PSOE, pero con la suma de otros. Al resto, exotismos al margen, los veo artículos de ferretería, bisagras, por mucho que algún osado candidato saque pecho y diga aquello de nosotros salimos a ganar. 
Y en esto de las bisagras el foco está puesto en Ciudadanos. Sorprendente y preocupante a la vez. Sorprendente por los antecedentes, ya saben que su última candidata a la Alcaldía de Jaén es una tránsfuga que ahora se presenta por VOX. Y preocupante porque la formación naranja carece de credibilidad, es experta en decir una cosa y hacer la contraria como ha demostrado sobradamente en los últimos años y en distintos territorios e instituciones. 
Al otro lado, a la izquierda, reina la incertidumbre. Si existía alguna opción de un gobierno progresista tutelado por el PSOE se antoja difícil, por la incapacidad de Adelante Andalucía y Jaén, Sentido y Común para presentar una candidatura única, unida y con fortaleza para lograr el respaldo de un número elevado de electores. El pegarse un tiro en el pie antes de una carrera no solo te aleja de los primeros puestos es que además te obliga a correr cojo. Y en esto, la izquierda ha demostrado también sobradamente que no necesita ayuda externa, se basta y se sobra ella sola para salir con desventaja y acariciar la derrota. 
Lo dicho, salvo que el PP protagonice otro descalabro como el de Pablo Casado en las Elecciones Generales, su mentor en la provincia, al que algunos llaman ya Javier Marcado por su apoyo al fracasado líder conservador, se disputará la Alcaldía con Julio Millán. El problema es que ese batacazo electoral y las encuestas tienen a los populares con la mosca detrás de la oreja y la tila a mano. Y aunque el alcalde se haya blindado con su sillón en el Senado la campaña puede ser muy larga. El último episodio, las acusaciones cruzadas por los fondos para el barrio de La Magdalena. Sin olvidar la sombra del Caso Matinsreg, por el que se pide pena de cárcel al anterior alcalde, Fernández de Moya; no olviden que muchos de los actuales concejales, incluso algunos que repiten en la lista, formaban parte de ese equipo de gobierno y aunque no tengan responsabilidad penal si existe, por acción u omisión, una corresponsabilidad política. 
El PSOE por su parte quiere alargar la ola que ha confirmado a Pedro Sánchez en Moncloa y sueña con revalidar ese triunfo, después de 15 años, en la capital jiennense, pero ahora en las Municipales. En su debe, una lista sin pesos pesados y con limitada experiencia en la gestión y que todo apunta a Ciudadanos para una hipotética mayoría. Recuerden el mensaje de las bases socialistas ¡Con Ciudadanos, NO! 
Lo cierto es que lo mismo que valía para las Generales vale para las Municipales, hay que votar. Si quieren parar a la ultraderecha la mejor arma es el voto. Y no olviden que también hay Elecciones Europeas y los países de nuestro entorno si tienen muy claro qué y quién representa el fascismo en Europa. 
Voten contra el mal fario. 
  
Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 16 de mayo de 2019.

lunes, 29 de abril de 2019

La parte del colibrí

Tras la jornada electoral y examinando los resultados con más calma podemos afirmar que en España siempre florece en abril. Floreció un 14 de abril hace décadas y vuelve a hacerlo un 28. 
No sé si conocen el relato del colibrí. Cuentan que hubo un incendio en un bosque y que todos los animales huyeron. Salvo el colibrí, que llevaba en su pequeño pico una carga de agua que dejaba caer sobre el fuego. En uno de sus viajes uno de los animales que huía se paró para decirle al colibrí que lo que hacía no servía para nada y que así no lograría apagar el incendio. El colibrí le respondió: yo hago mi parte. 
Ayer estábamos llamados a las urnas en España más de 36 millones de votantes y quitando a dos millones y pico de pirómanos, el resto, como el colibrí, hicimos nuestra parte. 
El resultado ya lo conocen: triunfo inapelable del PSOE, debacle del PP, significativo avance de Ciudadanos y descenso de Unidas Podemos. Y lo fundamental, se apagó el fuego. Es cierto que la ultraderecha ha entrado con 24 diputados en el Parlamento español, pero también es cierto que es un partido residual sin capacidad para determinar las decisiones de otros como PP y Ciudadanos como ha ocurrido en Andalucía. 
Se ha ganado esta batalla, pero no hay que bajar la guardia, porque no siempre la pluma vence a la espada y porque el huevo de la serpiente se sigue incubando en la sociedad española, pese a que la ciudadanía ha manifestado con claridad que quiere un país que avance y no uno que retroceda. 
Ahora restan dos pasos, garantizar la gobernabilidad con un acuerdo estable entre el PSOE y Ciudadanos o Unidas Podemos y asumir responsabilidades por los resultados obtenidos. En este sentido, es evidente que seguimos careciendo de una cultura de la dimisión, del mismo modo que la candidata Susana Díaz no dimitió tras el fiasco de las andaluzas, el candidato Pablo Casado evitó presentar anoche la suya tras el espectacular batacazo de su candidatura. 
Descendiendo a lo provincial, que no a lo provinciano, el PSOE recupera su condición de granero del voto socialista y triunfo simbólico en la capital tras 15 años de travesía. Los datos no son trasladables a las Elecciones municipales, pero ¡ojo! influirán. 
Guarden mesura y aléjense de la euforia, puede ser embriagadora.


Mi artículo para SER Úbeda, del 29 de abril de 2019.

sábado, 27 de abril de 2019

Votemos

Les imagino enterados de que el próximo domingo se celebran Elecciones Generales. Ya saben, toca votar. Yo les deseo que lo hagan con libertad, con la que les dejen sus convicciones, sus miedos, sus servidumbres, sus conocimientos, sus fobias… y todo aquello que consciente o inconscientemente supone una limitación a esa deseable y presumible libertad.
Votar no es obligatorio, pero es aconsejable. Más en momentos como el actual, en tiempos como el que vivimos donde como bien señalan algunos políticos de diferentes partidos se trata de “sí España retrocede o avanza”. De mirar al futuro y apostar por él o de volver la vista atrás y regresar a un pasado que ya, por lo menos algunos, creíamos o deseábamos superado.
No les voy a decir a quién deben votar. No les voy a pedir el voto para partido alguno. Ya se encargan muchos otros de practicar el proselitismo con desigual fortuna y discutibles artes. Comprenderán que bastante tengo con responsabilizarme de mi propio voto como para cargar con el suyo y asumir sus aciertos o, sobre todo, sus errores.
Solo les voy a pedir que reflexionen, todavía hay tiempo para ello, y que respalden con su voto a partidos democráticos. No sucumban a la tentación de la manzana ponzoñosa que les ofrece la serpiente para arrastrarles, a ustedes y al resto de nosotros, a un pozo oscuro.
Hay que distinguir entre la indecisión y la duda. Se puede estar indeciso sobre votar a un partido o a otro, pero no hay duda respecto a los partidos a los que nunca votarías. Decídanse, pero no duden. A un partido antidemocrático no se le puede ni se le debe votar. No merece estar representando en el Parlamento.
También pueden no votar. Porque la abstención, guste o no, es una forma de expresarse y de mostrar rechazo o desacuerdo. O pueden emitir un voto blanco o nulo. Ello no les inhabilita para opinar o quejarse como aseveran algunos. Pero sí les deja en una posición de desigualdad frente al que participa. 
Yo voy a votar el domingo. Es cierto que me gustaría que hubiera listas abiertas, limitación de mandatos y participación de los ciudadanos más allá de acudir a las urnas cada cierto tiempo y depositar el voto. Aún así, yo voy a votar el domingo y voy a votar por el futuro de mi país, por el progreso.
Por cierto, cuando vayan a ejercer su voto al Senado piensen porqué nuestros alcaldes afirman que no hay nada comparable a ser alcalde de Jaén y a la mínima ocasión se dan a la fuga. Yo quiero para mi ciudad un alcalde a tiempo completo. Y lo quiero en la plaza Santa María, no en la plaza de la Marina de Madrid. O vamos a rólex o vamos a setas.

 Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 25 de abril de 2019.


martes, 16 de abril de 2019

Reminiscencia de los Cero

Me encontré la valla en Granada, hace casi un año, yendo o volviendo de El Bar de Eric. Y me llamó la atención; así que saqué el móvil, esa maquinita diabólica que creíamos que nos serviría para hablar y se utiliza también y con exceso para mirar o mal mirar, y la atrapé en su interior. 
Descargué la foto y se quedó por ahí en el ordenador. El sábado volvió el recuerdo. Pasé al lado del lugar donde está la valla, pero esta vez venía de Discos Bora Bora, en la plaza de la Universidad, después de un regalo en forma de mini concierto de José Antonio García y El Hombre Garabato y de un single en vinilo para coleccionistas, editado con motivo del Record Store Day. Ya saben, ese homenaje a las tiendas de discos de toda la vida. En la ciudad que habito no hay ninguna, así que para respirar esa atmósfera, para rebuscar en las estanterías y para comprar algún vinilo de antes o de ahora me queda a mano Granada. 
De no recordar mal, era una mañana fresca de mayo. Y por las circunstancias que fuera había poco tránsito por esa vía, algo inusual. Ignoro cuándo habían realizado los operarios su tarea, la noche anterior o en la primera hora de la mañana. Lo cierto es que se habían eliminado de la valla los carteles y la mayoría de sus restos, salvo aquellos donde la goma se agarra al papel y al metal y se resisten al agua y a las espátulas. Y claro, salvo la reminiscencia de los Cero. 
Ya había pasado el año de la ‘Resurrección’. Meses atrás quedaba aquel último concierto de la ‘Maniobra Final” en el Palacio de los Deportes. Y sin embargo, ahí estaban esas tres bandas de papel anunciando la vuelta de 091. Y surgió la duda sobre si aquello era un descuido o algo intencionado. Prefiero pensar que era lo segundo, un homenaje del operario a la banda granadina, el recuerdo imborrable a la espera del nuevo regreso. ¡Qué paradoja! Al final ese vestigio de 2016 se ha transformado en 2019 en presente para anunciar un futuro inmediato. Vuelven. 
Puedo pensar que aquella persona era una visionaria o que utilizó la valla para compartir su deseo, a sabiendas de que no estaba solo en la petición. O simplemente que le pareció inapropiado borrar la huella y consciente de que estaba condenada a desaparecer quiso darle el indulto de la espátula, prorrogar su permanencia para alimentar la esperanza y los sueños. 
Esté dónde esté y sea quién sea, no tengo duda de que ese tipo es un romántico, un nostálgico con los pies en el suelo y por supuesto, alguien con buen gusto musical. Un Ceroinómano.

lunes, 8 de abril de 2019

Reencuentro con el Corto

Al final lo he hecho. Me decidí. Tras años de posponerlo y limitándome a adquirir algunos de los cuadernos sueltos y tras conseguir por enésima vez el mismo, el número uno, el de siempre, “La balada del Mar Salado”, estoy comprando por entregas la colección completa del Corto Maltés; la criatura del desaparecido Hugo Pratt. 
Son doces volúmenes y ya ha entrado en la estantería el séptimo, así que mal se debe dar el asunto para que no sea capaz de completarla. No es habitual en mí comprar libros de esa guisa, uno cada dos semanas y además sin saber cuál toca. Lo más gracioso es que el que quiero, mi debilidad, “Fábula de Venecia”, ni siquiera ha salido aún a la venta. Debe ser la Ley de Murphy. Seguro que de no haber tomado la decisión de completar la colección lo habrían puesto a la venta entre los primeros. Tampoco ha salido a la venta “Tango”, otra de mis debilidades. 
No lo saben, pero el Corto y yo somos viejos camaradas. Hemos viajado por exóticos países y vivido increíbles aventuras. Él, marino descreído, atrapado en las páginas de un cómic. Y yo, también descreído, atrapado en un sillón. 
Coincidimos en Lisboa hace más de una década, cuando deslumbraba el nuevo milenio. Fue en el bar Inglés. Y apenas cruzamos una mirada. 
Era al anochecer de un día de verano. El Inglés estaba casi vacío, solo el barman y dos clientes. Yo me disponía a abonar la cuenta cuando él se plantó en el umbral de la puerta. Es evidente que conocía el garito. Normal, hay sitios que solo saben paladear unos pocos. Miró al frente, avanzó unos pasos hasta llegar a mi altura y cruzamos las miradas. Debería obviar reseñar que nos reconocimos enseguida. Cosas de aventureros. 
Ahora, con el paso del tiempo, creo que debí haberme quedado en El Inglés y compartir un trago con el Corto. Para festejar por los viejos tiempos y por los venideros. Pero entonces ambos sabíamos que no era una buena idea. La noche se hubiera prolongado hasta el amanecer, de un día o de varios; incluso habríamos sido capaces de embarcarnos en cualquier nave sin un destino predeterminado. 
Hace unos años estuvimos a punto de coincidir en Barcelona, pero los hilos de las Moiras se trazaron paralelos y en ningún momento llegaron a cruzarse. Así que queda en sus manos tejedoras la oportunidad de un reencuentro. 
Tenemos los mares y las islas, los puertos y sus tabernas, los lugares secretos de Venecia y los pies hundidos en la arena y la mirada perdida en el horizonte, en esa línea indefinible que separa el océano y el cielo tras la que se esconde un principio sin final. Nos queda el recuerdo de lo vivido y el futuro de lo imaginado; las huellas de nuestros pasos, de las que ignoramos si seremos capaces de volverlas a pisar. Y el Inglés de Lisboa.