martes, 23 de octubre de 2012

Una ruina

Un descenso del 60 por ciento en la producción de aceite y una pérdida de 5 millones de jornales.
Para una provincia que vive básicamente del monocultivo del olivar no podía haber peores expectativas.
Si le sumamos la escasa inversión prevista en los Presupuestos Generales del Estado y la también exigua inversión que vendrá de la Junta de Andalucía, 2013 se aventura como un año negro en el que sólo despuntaremos en el ránking del desempleo y la emigración.
Los 3 partidos gobernantes, el PP en Madrid, y el PSOE e Izquierda Unida en Sevilla, se tirarán los trastos a la cabeza para ocultar la realidad: su ineficacia como gobernantes nos lleva a la ruina.
Sin industria, sin inversiones, fundamentalmente en obra pública, y sin la renta del aceite sólo quedan los ingresos de los empleados públicos. Cada vez más mermados y con la tijera de los recortes y los despidos amenazando. Lo que se traduce en incapacidad para el ahorro y ausencia de consumo.
La estimación a la baja de este primer aforo de la cosecha no supondrá a corto o medio plazo un incremento del precio de aceite. Como ha señalado el propio consejero de Agricultura el abastecimiento a los mercados está garantizado con las actuales existencias, unas 690.000 toneladas de aceite.
El campo se hunde. Y las ciudades no están mucho mejor. Entre 20.000 y 30.000 vecinos de la comarca de Linares salían a la calle para pedir nuevas industrias. Un nuevo plan de reindustrialización. No está de más recordar ahora lo bien que nos habría venido que el dinero invertido en ese pozo sin fondo que era Santana se hubiera empleado en crear un verdadero tejido industrial, para generar empleo y riqueza en lugar de clientelismo.
En época de penurias todo son lamentos. Y mientras el presidente del Gobierno de España deshoja la margarita, si, no, no, si, quizás, tal vez, para pedir el rescate a Europa, hay una pregunta que continúa sin respuesta ¿quién nos rescata a los ciudadanos?

Artículo emitido en SER Úbeda el 23 de octubre de 2012.

jueves, 18 de octubre de 2012

Premios

En los premios convive el reconocimiento con la discriminación; porque el hecho de premiar a uno implica no hacerlo con el resto, de manera que los no galardonados, aunque habitualmente suelen afirmar sentirse premiados con la nominación, es probable que lo que realmente sientan es frustración.
Tampoco es fácil ser jurado, por la dificultad de elegir y por la capacidad de no sucumbir a presiones para decidir. Y sobre todo, porque casi siempre el fallo es cuestionado. En muchas ocasiones por causas que tienen más que ver con la persona galardonada que con el premio en sí.
A lo que además hay que sumar envidias, insidias, vanidades y sospechas. Elementos suficientes para que algunos desistan de presentarse a premio alguno y otros se sientan abrumados por obtener un galardón que los sitúa en el escaparate, al menos durante algún tiempo. Y por supuesto, también los hay que emulando aquella anécdota que se relata de Unamuno proclaman el merecimiento de su premio y lo inmerecido de otros premiados.
En España acaba de fallarse un conocido premio literario, el Planeta, que, además de asegurar la publicación y venta de miles de ejemplares de la obra galardonada, está dotado con una nada desdeñable cuantía en metálico.
El escritor Lorenzo Silva ha sido el galardonado. Por la novela "La marca del meridiano". Y como pueden suponer la decisión ha generado comentarios favorables y desfavorables. Incluso, y esto no deja de asombrarme, entre personas que no han leído una sola obra del autor, ni siquiera los artículos que de forma periódica publica en prensa o su blog Los trabajos y los días.
Conocí a Silva este verano, por cuestiones de laboro, y me pareció un tipo estupendo. Afable y alejado de poses y divismos. En lo literario, me gustan los autores capaces de crear un personaje al que sucesivas creaciones van dotándole de nuevas características sin adulterar su esencia. Me pasa con El Gaviero, el personaje creado por Álvaro Mutis o con el Pepe Carvalho del añorado Manuel Vázquez Montalbán. Y Silva lo ha conseguido con sus dos personajes, los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro.
También se acaba de conocer que Andrés Rábago, (OPS, El Roto) ha obtenido el Premio Nacional de Ilustración. Según el jurado, “por su visión crítica, poética, aguda e inteligente”. Un premio menor en lo económico si lo comparamos con el mencionado anteriormente y sorprendente porque lo otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Qué quieren que les diga, ¿un tipo con talento, crítico y ácido con el poder (político, económico…) premiado por el Ministerio de Wert? Tendré que seguir maullando.

Imagen: Viñeta de El Roto, publicada el 18 de octubre de 2012 en "El País".

lunes, 15 de octubre de 2012

Perdonen que me levante

Entre mitos e ideales y la inestimable ayuda de alguna serie de televisión, una película o un personaje literario se forjó el deseo de más de dos de ser periodista. Y temo que también influyeron estos elementos y los actuales programas de televisión, donde paradójicamente la participación de un periodista es una anécdota, en la percepción que muchas personas tienen de los periodistas y de su trabajo.
Es innegable que los periodistas también hemos puesto nuestro granito de arena y entre todos levantamos esta montaña que ahora es tan difícil de demoler. Y sin llegar al desafecto que siente el respetable por los políticos, es cierto que escasea el respeto hacia la profesión y con esta manía nuestra de generalizar, se tiende a meter todo y a todos en el mismo saco.
Cuesta explicarle a la gente que la mayoría de los periodistas somos trabajadores como ella. Personas con sus problemas y sus quehaceres diarios, algunos con familia, muchos con hipotecas y casi todos con la misma inestabilidad laboral y la incertidumbre sobre ese futuro que no somos capaces de ver con claridad. Personas formadas con sueldos dignos e indignos y que como en otras profesiones u oficios a los 50 atesoran experiencia que les hace más valiosos y no trastos viejos de los que haya que prescindir en un más que probable viaje sin retorno.
Perdonen que me levante y perdónenme también si doy un golpe en la mesa para llamar su atención. Quizás acostumbrados a que les informemos de sus problemas y de las situaciones cotidianas que protagonizan ustedes y otros como ustedes, olvidamos, por aquello de que los periodistas no somos protagonistas de la noticia, informarles sobre nuestra propia situación, la laboral, la social… y contribuimos a que nos miraran con otros ojos; haciéndoles creer que vivíamos en otra galaxia y que esto del periodismo era un paraíso: el cuarto poder.
Ahora, con este golpe de estado mundial y encubierto del neocapitalismo, perdemos nuestros puestos de trabajo, nuestro modo de vida, aquel que nos proporcionaba ingresos para pagar las facturas e ir tirando como cualquier hijo de vecino.  Y no, como la mayoría de ustedes, tampoco nosotros vivimos por encima de nuestras posibilidades en los supuestos años de la abundancia.
Y aunque algunos no puedan disimular su satisfacción porque los periodistas vayan al paro o por el cierre de un medio de comunicación, en especial si es un medio de comunicación con cuya línea editorial no coinciden, y sean incapaces de reprimir un ¡Que se jodan!, made in Fabra, no se engañen, las malas noticias nunca vienen solas. Aunque de seguir así es posible que no haya profesionales para contarlas. Tampoco las buenas.

domingo, 14 de octubre de 2012

No hay periodismo sin periodistas

No están los tiempos para sacar pecho. Y da la sensación de que ni mucho menos para reclamar dignidad y reconocimiento. Pero en eso estamos, a la espera de no ser confundidos con algún pecho lata tan habitual en estos días y por supuesto, desde la consciencia de saber que la dignidad y el reconocimiento se ganan día a día y de que se ha dilapidado mucho de ambos entre los empresarios de la comunicación, los políticos, los intrusos, las estrellas, las “estrellitas” y la precariedad laboral.
Algunos, de forma interesada, quieren situar el debate en el soporte, o lo que es lo mismo, en el continente frente al contenido. Otros, también por interés, buscan excusas en la crisis, a sabiendas de que el periodismo ya estaba en crisis antes de la debacle económica.
De modo que entre unos y otros engordan el debe y en el haber tan solo quedan los periodistas. Los profesionales que con aciertos y errores, pero desde la honestidad y el rigor, hacemos posible que la información fluya y que por tanto, se mantenga como un pilar básico e irrenunciable de la sociedad democrática el derecho a la información.
Suena a principio grandilocuente e incluso a algo obvio, pero es importante recordarlo, sobre todo ahora cuando se están cerrando o fusionando medios de comunicación, hay una peligrosa alineación de esos medios con el poder que los aleja de la deseable pluralidad y se aplican expedientes de regulación de empleo (ERES o ERTES) que contribuyen a que más de 4.000 periodistas hayan perdido su trabajo durante 2012.
En Andalucía, tan denostada por ignorantes y oportunistas del norte, los periodistas hemos puesto en marcha dos iniciativas para dentro de nuestras posibilidades dar la vuelta a la situación. Una, Se buscan periodistas (SBP), un proyecto que busca, a través del cooperativismo, crear medios de comunicación y empleo con el asesoramiento y la gestión de los propios periodistas; y otra, impulsada por la Asociación de la Prensa de Sevilla, la campaña #soyPeriodista, para recuperar esa dignidad y ese reconocimiento.  
Porque se puede elegir entre información y desinformación. Y porque no hay periodismo sin periodistas.  
 

sábado, 13 de octubre de 2012

Viaje a la nada

Una vez escribí desde la tierra que habito un artículo sobre el País Vasco y un ignorante con mando en plaza me conminó ante mi sorpresa a situar a Euskadi “muy al norte” de Andalucía, cuando para mí “muy al norte” se hallaba Escandinavia.
Hoy en uno de esos guiños que guarda la vida escucho que otro con mando en plaza afirma en ese mismo País Vasco que “fuera de España y Europa se está en ninguna parte y condenados a la nada”.
Cuestión de perspectiva, dirán; o de geografía. Pero contemplo el globo terráqueo y veo que frente a esa hipotética nada, Europa (qué decir de España) abarca una pequeña superficie en lo territorial y que disminuye aún más si ampliamos esa mirada a su peso político en el actual concierto mundial; donde parte de esa nada la ocupan los Estados Unidos de América y los denominados países emergentes (BRICS), Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Y lógico, apuntarán también, que quien nos conduce a ninguna parte, más allá de territorios del pasado doméstico, carezca de la capacidad de mirar por encima de la tapia del patio de su casa y reduzca el universo a lo conocido y por tanto, piense que fuera de él habita la nada.  
El problema es que la ignorancia no es cosa del que la padece, porque se busca hacer copartícipe de la misma al mayor número posible de personas; si fuera posible a la sociedad en su conjunto. Así que no se dejen engañar y sobre todo eviten el contagio, porque fuera de España y Europa hay algo más que mar y tierra y se está y se es. Cosa muy distinta es que eso guste o tenga que gustar.
En resumen, que lo malo no es que un ignorante se niegue a viajar a ninguna parte, lo preocupante es su insistencia en que le acompañemos. ¿Será para escapar de la nada?.

viernes, 12 de octubre de 2012

Degustadores de merengues

Cuando el poeta Manuel Lombardo presentó uno de sus poemarios, no recuerdo si fue “Miserable poesía”, editado en RaRo (2004) por mi amiga Rakel Rodríguez, o el que siguió a éste, afirmó que su poesía no era para degustadores de merengues. De modo que quién acudiera a su obra en busca de merengues, sucedáneos o similares perdía el tiempo.
Como hay de todo, imagino que habrá escritores y escribientes entregados a merengues y bambas de nata e incluso a alguna milhoja, pero supongo que la mayoría está entregada a las letras y alejada del obrador de la pastelería.
Del mismo modo, será inevitable la existencia de lectores ávidos de hallar un merengue que degustar, y que sin duda colma su apetito literario e intelectual. Bien por la carencia de paladar o bien por un limitado conocimiento gastronómico, a pesar de que muchos de ellos se considerarán auténticos gourmets y a otros haya que aclararles que la gastronomía no tiene que ver con las estrellas. Sin embargo, quiero creer también que éstos son minoría.
Un amigo asevera que somos lo que escribimos. Por lo que podríamos asegurar también que somos lo que leemos. Pero no lo creo. Aún admitiendo que hay una parte nuestra, mucha o poca, en lo que escribimos y que una parte de lo que somos es la que nos empuja a una determinada lectura.
Es complejo determinar qué lleva a alguien a escribir y qué escribe, porque salvo aclaración del autor, el folio es un lienzo y las palabras son los óleos cuyo resultado está sujeto a la interpretación de aquellos que contemplan la obra. Y en esa interpretación intervienen gusto, conocimiento, percepción…, que se resumen en un me gusta o no, pasando por un no lo entiendo o un no me dice nada y alcanzando la loa e incluso la excelencia.
Es decir, que podemos admitir que además de los degustadores de merengues existen degustadores de caviar, y que ambos conviven con aquellos habituados a saborear un suflé. Lo que no implica que los autores al crear piensen en los posibles grados de degustación y mucho menos que puedan prever cómo influirán sus letras en un lector y cuál será su interpretación de lo escrito; aunque es innegable que éste siempre estará más cerca del suflé que del caviar o el merengue.
 
De vez en cuando,/ algo asoma debajo de mi lápiz/ que a mí mismo/ me aterra y me sorprende./ Algo escrito por mí,/ y, sin embargo, tan extraño/ que ni yo mismo sé/ de qué alma brota,/ de qué mano procede. Procedencia. “Miserable Poesía”, Manuel Lombardo (2004).

martes, 9 de octubre de 2012

Víctimas de la añoranza

Siempre nos queda algo de lo que fuimos y logramos alcanzar también una parte de lo soñado. Y sin embargo, no sabemos desprendernos de lo que perdimos. Conservamos hendiduras en la piel prendidas de la memoria. Un lastre escasamente visible salvo para rostros de mirada profunda o para estibadores del recuerdo.
El tiempo a golpes de cincel modela la añoranza. Su paso crea la ilusión de la piedra o el bronce donde sólo somos carne y huesos. Y es la melancolía la que permanece como un mecanismo inmutable contra el olvido.
Demasiada carga para un tránsito sin vuelta. No abundan las opciones y se carece de garantías para acertar en la elección. Así que hay quien opta por apretar el gatillo en la ruleta rusa y quien juega a la baja y sin riesgo al par e impar en la ruleta de la vida. Y también testigos mudos, que guiñan un ojo a la vida y con media sonrisa refugian la soledad y la nostalgia tras los hielos de un trago largo e imaginan que al apurarlo se beben esa vida.
Unos y otros son reos del engaño. No necesitan preguntar por las víctimas de la mentira, conscientes de que nadie, ni ellos mismos, están fuera de sus límites. Pero unos, no abandonan la mesa de juego, porque esperan la visita del azar como pago de lo que creen les adeuda la vida. Sin comprender, que esa deuda no puede ser cobrada porque es la parte intangible de los sueños; aquella que nunca se logra alcanzar. Y otros, buscan el fondo del vaso para aligerar la carga; sin importarles saber que al empaparse el peso es mayor.
 

lunes, 8 de octubre de 2012

Membrillos

Abro la puerta. Sopla el aire. Y ese soplido en esta tierra del Sur confirma el cambio de tiempo anunciado. Las hojas se mueven tímidamente en los árboles, amagando con volar pero sin renunciar a ese asidero que le brinda la rama. Y ésta a su vez se cimbrea con el viento, pero tampoco reniega del anclaje que le proporciona el tronco, sujeto por las raíces a la tierra.
Pienso que en algún lugar no lejano otros árboles sujetan en sus ramas un fruto amarillo, que acariciado por el sol testimonia que éste es su tiempo. Efímero como el mismo fruto.
Trato de escuchar al viento, aceptando de antemano que como muchos piensan y pocos dicen cuando sopla silabea palabras que sólo algunos logran descifrar. Pero no oigo más que su débil silbido y apenas alcanzo a interpretar que su despertar traerá tiempo más fresco y quizás agua de lluvia. Cambios que algunos entienden como una perturbación frente a lo que aceptan como el estado natural de las cosas.
El viento es una oportunidad no perdida. Una posibilidad de mudanza. Una invitación a no echar raíces, a abandonar la inmovilidad del tronco fijado a la tierra, a desasirse de anclajes que evitan el vuelo como si fueran cadenas.
Aunque al final no seamos más que un efímero fruto dorado, convencidos de poseer el tiempo porque un día, obviando que éramos membrillos, jugamos a ser el sol.

Imagen: "El membrillero", de Antonio López (1990).

domingo, 7 de octubre de 2012

Futuro gastado

Hay un tiempo gastado que es futuro. Alejado de los sueños. Vedado a planes. Donde apenas encuentra su hueco la esperanza y que impide vislumbrar un horizonte. El problema no es que haya espacio para la incertidumbre es que la suma de incertidumbres genera tal densidad que provoca la asfixia y se convierte en una invitación al abandono.
Ni siquiera la consciencia de estar viviendo ese tiempo sirve ya para dar forma a una coartada con la que enmascarar el día a día. Y sin embargo, esa consciencia no implica pesimismo o derrotismo y mucho menos la rendición. Pero alimenta la duda y abre la puerta al miedo de la mano de la inestabilidad. Y ese miedo y esa inestabilidad si contribuyen a dejar paso expedito al pesimismo.
Vivimos un presente de futuro gastado. Donde se perfila un abismo, a cuyo borde nos sentimos empujados. Percibimos una sombra y la inexorable convicción de que puede cernirse sobre nosotros; de que en un instante la noche se dibuja sin lugar para la aurora y no podemos impedirlo. Y ese instante es hoy, mañana o quizás nunca.
Así que nos agarramos a ese presente de futuro sin gastar. Soñamos con el nunca, pero sin abandonar el territorio de la duda. Y miramos al futuro sin poder evitar no sentir los pies en el suelo.

jueves, 4 de octubre de 2012

La semana del cerebro

Me dice un amigo que estamos en la semana del cerebro. Y la verdad es que no sé cómo tomármelo. Primero, porque no sabía que existe una semana del cerebro, y segundo, porque ignoro su significado y por tanto, en qué clave debo interpretarla.
Puede ser una semana dedicada al cerebro con una finalidad divulgativa, desde el ámbito de la ciencia o la salud. Pero la verdad es que aún siendo así, es claro que cuando hablamos de una semana del cerebro lo hacemos con un doble sentido, en el que damos cabida a cerebritos, descerebrados y cualquier ejemplar digno de engrosar la galería de los horrores.
Hablamos por tanto de una extensa lista con sus categorías y subcategorías, donde figuran por derecho propio los que faltaron a clase el día que repartieron cerebros, los cabezas huecas, carentes de cerebro desde el mismo instante de su nacimiento, puede que incluso antes, o aquellos que se pasean con un buen relleno de masa cerebral y un evidente déficit de materia gris. Y por supuesto, aquellos que viniendo de serie con el set completo se niegan a utilizarlo o hacen de él un mal uso, originando los correspondientes y eufemísticos daños colaterales a su alrededor.
Pero puede que esto de la semana del cerebro sea una última oportunidad, al estilo de una semana fantástica de grandes almacenes, durante la cuál pueda adquirirse un cerebro, incluso un 2 x 1 para guardar como repuesto ante calamidades futuras o para compartir con seres queridos y allegados tan escasos o carentes de cerebro como los adquirentes.
Ante la duda sobre la clave para interpretar esta semanita y dado el ejemplo brindado a diario por nuestros próceres y que nadie cuestiona la existencia y el uso del cerebro en los gatos me abstendré de festejar la efeméride, salvo para la chanza entre colegas. Y por supuesto, en mi deambular evitaré frecuentar durante estos días los establecimientos donde pudieran despachar cerebros, ya sea en oferta, de segunda mano o de contrastada calidad. Prefiero esperar a los avances de la inteligencia artificial, aunque me temo que como no aprendemos, ¿por falta de cerebro?, habrá más de un voluntario para implantarse una tontuna artificial junto a la natural.

Imagen: "Retrato de Picasso", de Salvador Dalí (1947).

miércoles, 3 de octubre de 2012

Picaresca

La crisis deja al descubierto las miserias. Las económicas y las humanas. Y desgraciadamente y salvo excepciones vamos sobrados de ambas. En un país en el que no se lee proliferan los bachilleres y licenciados en la escuela de la vida, que no tienen reparos para acudir a la literatura y recuperar la figura del pícaro (desde el anónimo Lazarillo al Buscón de Quevedo, con una leve estancia en los cervantinos Rinconete y Cortadillo) para justificar el pillaje.
Se aplaude a quien, tirando de castizo, se lo lleva crudo y se le jalea a la puerta de un juzgado en plaza pública, A la par que se hace escarnio de quien no cede a la tentación de llenar la buchaca con lo ajeno y además se gana lo suyo, escaso, de forma honrada y con el sudor de su frente.
Afirmamos y admitimos que somos un país de pícaros, de modo que es picaresca aligerar las arcas públicas para engordar las propias y las de familiares y amigos. Y en caso de ser cogido con las manos en la pasta, se tira de manual para negar la mayor y obviar la menor, se proclama la inocencia ante el primero que pase y en el hipotético supuesto de que no prescriba el delito por la demora de la cosa judicial y acabe uno con los huesos en el trullo, se pena entre rejas con paciencia de santo bíblico y no se devuelve un céntimo de lo sustraído.
Si el trincón es señoría se escuda sin sonrojo en su condición de aforado y si fuera menester su partido le hace hueco de nuevo en la lista electoral para vender la especie de que el respaldo de los votos es sinónimo de inocencia. Si es de otro partido, se le atiza sin piedad, pero si es del propio se atribuye el delito, cuando ya no hay manera de disimularlo, a cuatro sinvergüenzas y se evita mirar a lo más alto; borrando del diccionario el verbo dimitir.
Políticos, folclóricas, banqueros, futbolistas, músicos y artistas, curas, jueces, abogados, policías, médicos, deportistas, chóferes y hasta el yerno real no escapan a esa picaresca con que se rebautiza hoy en España a lo que siempre se conoció como robar.
El pícaro era un buscavidas y estos de ahora son delincuentes, a los que precede el presunto para que no sea el narrador quien haya de vérselas ante un juez, demandado por poner en entredicho el honor de aquellos que no tuvieron reparos en renunciar a él para incrementar su cuenta corriente.  
¿Picaresca? A las cosas por su nombre. En la lengua de Cervantes: latrocinio.
 

lunes, 1 de octubre de 2012

Memorias imborrables

No hay olvido voluntario, sólo se mitiga el recuerdo. Y éste se construye entre otros materiales con el dolor. Un dolor que no se borra, pero que el paso del tiempo logra suavizar. Así que las cicatrices nunca se curan y aunque en la superficie parezcan cerradas, siempre están expuestas a reabrirse y mostrar la herida o una parte de ella; lo que se esconde bajo la dermis y la epidermis más allá de la propia carne y los huesos.
Afirma el artista José María Sicilia (El País, 11 de septiembre de 2012) que “el dolor produce memorias imborrables”. De modo que si deconstruimos la memoria, en una parte del trayecto, quizás en el origen, hallaremos el dolor.
Aunque es obvio que hay también, quizás por contraposición, una memoria de la felicidad. Recuerdos edificados con momentos felices, fruto del gozo individual o colectivo, que a buen seguro produce también memorias indelebles.
Ignoro si puede medirse por tanto qué da a la memoria la capacidad de perdurar, si el dolor o el gozo, y cuál de ellos influye más en su condición de imborrable. De lo que no tengo duda es que en un alto porcentaje de ocasiones el dolor se produce de forma voluntaria, simplemente con la intención de hacer daño. Cuando además se busca que ese dolor perdure, es decir, que contribuya a construir el recuerdo, es cuando nos alejamos de lo humano para acercarnos a lo monstruoso.
Un amigo dice que no cree en la casualidad y sí en la causalidad. Todo es discutible, pero no parece casual que un 11 de septiembre una información de un periódico, en apariencia “inofensiva” como la exposición de un artista, se titule “El dolor produce memorias imborrables”. Puede que sea resultado del dolor y tenga que ver con las heridas mal cicatrizadas, pero puede ser también la aportación para mantener la perdurabilidad de la memoria.