miércoles, 30 de enero de 2013

A coste cero

El ministerio de Economía cede a Jaén el edificio del Banco de España. Dicen que a coste cero por una buena gestión del alcalde de la capital. Pero el tiempo dirá. Es difícil creer que en política algo es gratis. Y más ahora, cuando toman forma las sospechas de que se lo llevan crudo y además ensobrado.
Mientras se conoce la “correspondencia” de los “genoveses” (sin sello, con remite de Bárcenas y con destinatarios ocultos), los proyectos para esta tierra se paralizan o descansan en el fondo de los cajones de Madrid y Sevilla. No hay un euro para empleo, educación, sanidad o carreteras, sólo para llenar sobres. Así que lo del edificio de Moneo debe ser la excepción que confirma la regla.
Jaén ya no tiene quien defienda sus intereses en los centros de poder. Exilado o desterrado el otrora poderoso Zarrías (que nadie le dé por muerto), su “heredero” Paco Reyes descubre la soledad del gobernante.
En Sevilla no le escuchan y sus propuestas caen en el mismo o similar cajón que los proyectos para esta tierra. Desaira a una ex delegada con un nombramiento orgánico, porque sus propuestas para cargos institucionales no encuentran eco. Y defiende las peonadas del campo jiennense, frente a una ministra de empleo que no conoce empleo, a sabiendas de que el voto socialista en la provincia siempre estuvo en los pueblos. Esa es su fortaleza ante los de dentro y los de fuera.
En el gobierno andaluz tan solo está Mar Moreno, que juega a ser a Griñán lo que Chacón a Zapatero, pero lo tiene complicado frente a una Susana Díaz de verbo poco delicado y navaja en el liguero, que no duda en utilizar a la jiennense como caballo de Troya en tierra de olivos.
En la otra orilla, Manuel Pegalajar coordina la Empresa Pública del Suelo de Andalucía (Epsa) en Jaén a medio camino hacia la gerencia. La dirección de Izquierda Unida en Andalucía cada día se parece más al PA que gobernaba con el PSOE. Por eso de mirar a otro lado y hacer clientela.
A Jaén ya no llegan ni las migajas. Debe ser más rentable la inversión en fondos de reptiles. Sobrecogedor.
 
Artículo emitido en SER Úbeda el 30 de enero de 2013.

sábado, 26 de enero de 2013

El canto del ave

Me he resistido durante algún tiempo a abrir una cuenta en Twitter. No compartía el entusiasmo de muchos y me agarraba a esa idea de Facebook=amigos; Linkedin=profesional y Twitter, la barra del bar.
No estoy en contra de las nuevas tecnologías, pero tampoco me hacen perder la cabeza. Las utilizo, sin pasión, y a la distancia aconsejable que evita la adicción, quizás porque mis adicciones son más terrenales, porque puestos a engancharme entre susto o muerte siempre elijo la “o” o porque doy más importancia a la palabra que a su albergue.
Tampoco me atraía algo cuyo símbolo es un pájaro que no es el pájaro loco, al que un gato sólo piensa en engullir; y éste, a priori, parecía mucho pajarraco. Aún así y sin atisbo de claudicación hace una semana abrí cuenta en el invento (@carserranoti), con la premisa irrenunciable de mi disposición a oír el canto o tuiteo del ave y de responder con bufidos a cualquier intento de picoteo.
Acostumbrado a deambular por calles y plazas no me ha sido extraño ni difícil hacerlo por unas vías virtuales. Como siempre, sin prisa, observando y tratando de aprender. Reconozco que ni me ha sorprendido, ni me ha decepcionado. Eso sí, he visto que un número alto de usuarios son periodistas y que a la mayoría el encabezado les resulta escaso por la cantidad de venturas sobre su persona de la que quieren hacernos partícipes.
Pensaba, de hecho sigo pensándolo, que no es necesario. De hecho, creí que con dejar claro lo que uno es, el resto es accesorio. Pero como siempre y como con tantas cosas yerro. No somos futbolistas, ni estrellas del rock y por supuesto, no somos políticos, ni siquiera “famosillos” de nuevo cuño, aunque algunos den la imagen, real o ficticia, de querer serlo o al menos alcanzar un estatus similar. No obstante, como somos legión, hay de todo y ha sido satisfactorio encontrar a algunos compañeros y algunos sitios a los que seguir.
Transcurrida una semana, tengo claro que hay calles y plazas por recorrer y que un gato sabe maullar pero lo tiene crudo para piar. Sin embargo, el balance es positivo; gracias al invento he sabido de un nuevo proyecto periodístico prometedor, infoLibre, y he disfrutado con el ingenio de anónimos y conocidos. Aunque también es cierto que de vez en cuando se escapa algún graznido.
Consciente de ello, pondré oído al canto del ave más parecido al ruiseñor. Y aún manteniendo el compromiso de maullar en el callejón, intentaré no desafinar cuando imite al pájaro. Aunque no esperen demasiado, no tengo ni pico, ni alas.

martes, 15 de enero de 2013

Entrever

El baúl está lleno de palabras. Basta con introducir la mano en él para obtener alguna. El resultado dependerá del azar o de una búsqueda premeditada, pero siempre aparecerá una palabra enredada entre los dedos, dispuesta para ser pronunciada o escrita.
Hay tantas palabras que en ocasiones uno puede despistarse durante la búsqueda y emplear más tiempo del previsto, al dejarse ir por un camino sugerido por las palabras dormidas en el baúl; una senda cuyo fin es difícil de imaginar pero que está marcada por el despertar de algunas de esas palabras.
Como entrever. La encontré en el baúl mientras buscaba otra palabra y la dejé en un lado de la mesa para usarla en otro momento. Me había olvidado de ella, hasta que la entreví ayer agazapada tras el ordenador y unos libros de Juan Ramón Jiménez que me habían regalado unos días antes.
No me reprochó mi olvido, ni siquiera alteró el orden de sus letras para confundirme. Es más, me permitió que la llevara a mi cabeza y desde ahí trasladarla a este escrito.
Entrever es casi no ver. Mirar a media luz con los ojos semiabiertos a través del visillo de párpados y pestañas. E inventariar sobre lo que no se alcanza a contemplar, con la consciencia de errar.  
Al entrever, quizás percibimos lo que anhelamos ver, moldeamos lo expuesto ante nuestros ojos para ajustarlo a ese deseo o simplemente reclamamos a la mente la nitidez que nos niega la mirada, un camino sin retorno de los sueños a la realidad.

domingo, 13 de enero de 2013

El cuarzo

Hace un par de meses un amigo me regaló una piedra. Le ha dado por ahí. Afirma que las piedras tienen propiedades beneficiosas para las personas. Salvo las del riñón o las que te caen en la cabeza, supongo. Y se dedica a estudiarlas y a regalarlas.
A mí me ha tocado un cuarzo. Blanco con vetas doradas y una trasparencia que deja al descubierto una parte de su interior, simulando encerrar una estrella. Me dijo que me iría bien, que su energía sería positiva para mí.
No es la primera piedra que conservo. De hecho, guardo una morada con vetas blancas que pertenecía a mi abuela como si se tratara de un pequeño y valioso tesoro. Y aunque me hospedo por hábito en el descreimiento, la piedra me acompaña, alojada en el bolsillo de mi pantalón, allá donde voy.
Me gusta. Tiene forma de punta de lanza y si le das la vuelta, bien podría ser un diminuto corazón; sin sangre y sin palpitaciones, pero con sus cicatrices. Puede parecer una curiosa asociación, no tan extraña si se piensa que utilizados con maestría no sabría decir cuál es más lacerante entre una lanza y un corazón. O cuál más vulnerable.
Tengo tanta fe en la energía que proporciona la piedra como en la ofertada por el consumo de jalea real. Pero viene conmigo. A fin de cuentas siempre puedo arrojarla con energía a la cabeza de alguien. Seguro que no faltan candidaturas.

miércoles, 9 de enero de 2013

Navidades en Barna

Regreso tras dos semanas de vacaciones de una Barcelona que languidece por momentos. He encontrado una ciudad menos tensa que en ocasiones precedentes, pero también una ciudad menos alegre; consciente de que no hay cabida para coartadas o cortinas de humo, en la que se impone el pragmatismo de sus gentes mostrando a quienes quieren ver el distanciamiento cada vez mayor entre los gobernantes y sus gobernados.
He deambulado más de lo acostumbrado. Sin rumbo y sin prisa. Observando y escuchando. Deslizándome por las calles del barrio gótico y el Raval, las plazas de Gracia, el recuperado Borne o el familiar barrio de Horta.
Contemplo la estelada y la senyera colgadas en algunos balcones y ventanas, como hicieran otros en distinto territorio con la roja y gualda, y pienso cuán fácil es caer en lo mismo que se repudia; en como los nacionalismos, central o periférico, utilizan iguales elementos para defender lo contrario, que en el fondo no deja de ser lo mismo.
En Nochebuena almorzamos en El Glop, cerca del paseo de Gracia. También almorcé allí las navidades pasadas, sólo que entonces había que esperar turno para acceder a una mesa y asumir que las viandas se tomarían su tiempo para llegar a nuestros platos. Este año no, llegamos a la par que Lluís Homar y sus hijos. Nos sentamos en mesas paralelas, separadas por otra mesa ocupada por una pareja.
Recuerdo a Homar en el papel de Mandalay en la adaptación cinematográfica de “Un día volveré”, de Juan Marsé. Gran reparto para un film fallido de una novela que me cautivó y recomiendo, como casi todas las de Marsé. Contemplo la naturalidad con la que se desenvuelve, ajena a cualquier pose; lejos del divismo de otros actores con mayor reconocimiento y menor experiencia y talento. Y por supuesto alejado del protagonismo artificial de tanto famoso de medio pelo.
Mientras doy cuenta de unos cargols a la llauna, una escalivada y una torrada amb bull blanc pienso en el añorado Manuel Vázquez Montalbán. Siempre que recalo en Barcelona pienso en él y cuando paso por vía Laietana o sus inmediaciones me lo imagino cambiando de acera para evitar el paso por la puerta de la comisaría.  
Apuro un café solo para entregarme a una copa de pacharán con hielo y recreo esa Barcelona de Vázquez Montalbán, de Eduardo Mendoza, de Marsé y del propio Homar. Esa ciudad entrañable y cosmopolita que parece hoy menos entrañable y cosmopolita. Donde ahora el fuego del dragón calcina la rosa.
Comienzo el año paseando una vez más por la Boquería, esquivando turistas y deteniéndome en las paradas donde se ofrece un amplio surtido de setas. Me tomo mi tiempo para observar las distintas variedades, los nombres de las que no conozco, su tamaño, forma y color y miro el precio ante la presencia inquieta de un par de vendedores que amablemente se ofrecen a despachar lo que demande.
Subo por las Ramblas de las Flores, que ya no son las mismas ramblas desde que desterraron los puestos de flores. Atravieso la plaza de Cataluña y dejo atrás la Casa Batlló y la Pedrera para perderme en el barrio de Gracia. ¡Cómo me recuerda a Malasaña! Bajo Verdi y desemboco en la plaza de la Revolució de setembre para tomar una cerveza en la Unión. La mitad del local está vacío y en el otro medio, las mesas están ocupadas por gente que ha acabado o interrumpido su jornada laboral para almorzar. Me siento en un pequeño velador en el centro y a la entrada. Observo, pongo la oreja y acabo ojeando un diario en catalán. Son más de las tres, pero continuo sin prisa, aunque si con rumbo. Pago cerca de dos euros por una cerveza de barril, más de lo que me cuesta un tercio en la ciudad que habito; ya saben los peajes de la gran ciudad.
Cruzo la plaza, con algo de demora porque me detengo a ver unos puestos ambulantes, y al llegar a la esquina descubro, no sin cierta frustración, que el Sureny ya no existe. Imagino que será por la crisis, la subida de impuestos, la disminución del consumo… esa realidad que nos golpea con mayor o menor contundencia y que no entiende de telas colgadas en balcones y ventanas o prendidas en el pecho. 

lunes, 7 de enero de 2013

La marcha de Meneses

Se fue Enrique Meneses. Igual que se marchó Saramago. Igual que se marcharán otros. A ciertas edades hay normalidad en la partida, tanto para quien se va como para los que se quedan. La cuestión es quién toma el relevo.
El oficio de escribir siempre está necesitado de nuevas incorporaciones, porque hay exceso de escribientes y son rara avis los que tienen algo que decir. Y porque cada vez son menos los que en una disciplina u otra, literaria, periodística, científica, filosófica… impregnan el oficio o la profesión con su compromiso vital.
El testigo de Meneses queda en manos de aventajados alumnos como Gervasio Sánchez, Fran Sevilla, Ramón Lobo o Mikel Ayestarán. Otros nos conformamos con la admiración, aún siendo consciente de que ésta es preámbulo de la idolatría y por ello hay que administrar la dosis correcta, para contemplar a la persona admirada sin traspasar el recibidor y evitar un deslumbramiento que haga perder la perspectiva. Y es difícil no deslumbrarse con quien nos contó el brillo del sol en Sierra Maestra; algo incomprensible para quienes habitan bajo nubarrones.
Ayer abrí su blog para ver si había escrito algo nuevo durante estos días navideños, pero seguía parado en el mes de noviembre. Esta mañana he amanecido con la noticia de su muerte. Seguiré intentando aprender de lo escrito, a la espera de otros relatores y de que vuelva a brillar el sol.
Hubo un tiempo en que los alumnos se levantaban cuando el maestro entraba en el aula. Era una muestra de respeto, no de sumisión. Hoy toca ponerse en pie para la despedida.