Dicen que la mirada es el reflejo del alma. Y si hacemos caso al maestro Jodorowsky, a través de la mirada estaríamos viendo la esencia del ser. Pero la mirada es poliédrica, puede haber muchas clases de miradas. Miradas que matan, de deseo, de complicidad, de rechazo, de admiración, tiernas, tristes, alegres, duras, esquivas, periféricas, perdidas, cercanas, frías, apasionadas... Y entonces ¿cómo saber cuál es realmente la que muestra lo más profundo de cada ser?
Habría que esperar a que se desprendieran las distintas caras del poliedro y quedara a la vista la auténtica, la que refleja la esencia del ser. O tal vez es una mirada que no admite dudas y a pesar del resto de miradas posibles, ésta por sí misma desprende señales inequívocas para su identificación.
Sería una ardua tarea si la mirada no fuera acompañada de gestos, actitudes, palabras y hechos, que algunas veces, innecesarios ante la transparencia de la mirada, sólo sirven para reforzar la impresión o la convicción de lo que percibimos del reflejo de esa mirada.
Y si es importante ver la mirada del otro, qué decir de la propia mirada; de lo que mostramos o creemos mostrar a través de nuestros ojos y de lo que perciben los otros.
Veo en la portada del suplemento semanal de un periódico una foto de un ex presidente de España y un perro. Y dejando a un lado la entrevista de las paginas interiores y su contenido, nada nuevo bajo el sol, me pregunto cuándo dejamos de mirarle a los ojos o si es que nunca vimos su mirada. Y también me pregunto viendo ambas miradas ¿cuál es la esencia del perro?
Habría que esperar a que se desprendieran las distintas caras del poliedro y quedara a la vista la auténtica, la que refleja la esencia del ser. O tal vez es una mirada que no admite dudas y a pesar del resto de miradas posibles, ésta por sí misma desprende señales inequívocas para su identificación.
Sería una ardua tarea si la mirada no fuera acompañada de gestos, actitudes, palabras y hechos, que algunas veces, innecesarios ante la transparencia de la mirada, sólo sirven para reforzar la impresión o la convicción de lo que percibimos del reflejo de esa mirada.
Y si es importante ver la mirada del otro, qué decir de la propia mirada; de lo que mostramos o creemos mostrar a través de nuestros ojos y de lo que perciben los otros.
Veo en la portada del suplemento semanal de un periódico una foto de un ex presidente de España y un perro. Y dejando a un lado la entrevista de las paginas interiores y su contenido, nada nuevo bajo el sol, me pregunto cuándo dejamos de mirarle a los ojos o si es que nunca vimos su mirada. Y también me pregunto viendo ambas miradas ¿cuál es la esencia del perro?