Incansable Rakel, alumbra el 3 de La RaRa.
jueves, 28 de febrero de 2013
viernes, 15 de febrero de 2013
Ojos de serpiente II (Non)
No
fue un gran día. Salió cruz. Ahora solo una moneda vuela en el aire,
escondiendo en cada giro esa cruz de la nada o la cara de lo finito. En algún
lugar se abre una grieta. Hades muestra sus dominios, pero no permite beber en
el lago de Lete; ni siquiera un sorbo que borre la pena para mitigar el dolor. El
velo del miedo cubre el rostro y su sombra amenaza con apagar la esperanza.
Entran
en escena las máscaras. Una, sopla con una sonrisa el aliento de la vida a la
criatura; y la otra, le esconde las lágrimas de la herida abierta. El Joker
abandona los naipes para dar coartada al crédulo, al convencido de que es el
tiempo de los valientes; todo o nada, cuando en realidad se abrió el telón para
dejar paso a los que apuestan por desesperación.
Uno.
Impar. El vuelo de la moneda emula el giro de la ruleta. Siguen pintando
bastos. Los naipes aún desnudos sobre la mesa. Y en la mano abierta se
desperezan los dados para mostrar la serpiente tuerta. El destino. La baza
tramposa del croupier omnipresente.
La
ventana del mundo está abierta, y sin embargo parece entornada, como detenida
en el punto intermedio del cierre o la apertura definitivos. Rodeada de
espinas, que brotan en el marco.
La
moneda gira en el aire. Traza el destino. Oculta la medida del tiempo. Y los
dedos se cruzan en busca de la rúbrica que avale la apuesta ganadora: non. La
vida frente a la muerte.
lunes, 11 de febrero de 2013
Ojos de serpiente
Hoy
podía haber sido un gran día. Depende de las expectativas de cada uno. Yo hace
tiempo que me lo tomo con indiferencia gatuna. No me afecta, por ahora, la
cuestión de sumar o restar, según la perspectiva, en la alforja de la vida.
Tampoco tengo vocación de presentar una candidatura de futuro para que me
apliquen el carbono 14 o lo que haya deparado la ciencia.
Así
que aún consciente de que no es un día como otro, no le pido grandeza y le
agradecería que reserve miserias para otras fechas. Pero en esto, como en otros
menesteres, estamos en manos del capricho. Por un lado, el Santo Padre me
obsequia con su renuncia, que hubiera sido más sonada si a la par anuncia el
desmantelamiento del chiringuito, tan rentable pese a los siglos. Pero por
otro, me regala un pesar.
Un
aldabonazo para hacerme pensar en lo efímero. En el azar que transforma lo
excepcional en habitual. Y nos hacer aceptar como normal aquello que es el
mayor don recibido, la vida.
La
existencia. Que bien podría ser una moneda lanzada al aire, que cae de un lado
u otro, cara o cruz, o queda de canto para regocijo de pronosticadores o de
profetas del mal fario. Un vuelo en el aire, donde se dibuja el destino y donde
se nos niega la posibilidad de intervenir.
En
ese vuelo el tiempo no es real. Puro artificio. Ficción de ¿dioses? ¿ hado? o
querencia de mortales. Y la moneda girando hasta caer no establece precio de
compra-venta, pero determina como el dedo perverso de un emperador lo que
valemos.
Dos
criaturas de 6 meses y 500 gramos han abierto la ventana del mundo y esperan la
caída de la moneda, la oscilación del pulgar que altera la tasación.
No
pedimos localidades, pero nos reservaron asiento en primera fila para contemplar
el giro de la moneda, sin que podamos emitir un leve soplido para variar su
rumbo y garantizar que saldrá cara. Pintan bastos. Quisiera apostar a pares, pero…
la banca gana cuando en la mesa se desnudan los naipes y en tu mano duermen los
dados, que al bailar hacen brillar la esperanza en los ojos de serpiente.
martes, 5 de febrero de 2013
Los Amantes Pasajeros
Me
cuesta creer que alguien de mi generación conserve virginal la mente. De ser
así, y aunque de todo hay, los acontecimientos de tiempos recientes habrán contribuido
a acabar con tal estado. Y aún consciente de que el paso del blanco inmaculado al
negro poluto es el tránsito natural en estas situaciones, no solo reclamaré una
parada en matizados grises, sino que defenderé un itinerario de colores.
Hallo
ese estallido cromático en el avance de la nueva película de Almodóvar, “Los
amantes pasajeros”, que nos devuelve no a un estado mental virginal 20 o 30 años
atrás, pues éramos ya por entonces algo canallas, pero si parte de aquel
espíritu canalla, bohemio y despreocupado en un país jovial y alegre en el que
estábamos prestos a sonreír.
El
tráiler me ha recordado a aquel Almodóvar de sus inicios, posterior a sus
albores de “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” y “Laberinto de pasiones”,
que culminaría en “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” y “Mujeres al borde un
ataque de nervios” y que ya se apuntaba en “La ley del deseo”, “Matador” y
sobre todo en la maravillosa “Entre tinieblas” (recuerdo que fui a verla cuando
la estrenaron con mi madre y mi abuela y lo bien que se lo pasó mi abuela,
ajena a cualquier incompatibilidad entre sus creencias religiosas y sus misas
casi de a diario y la propuesta de Almodóvar. Éramos tres generaciones, casi un
siglo, en el patio de butacas de una sala de cine madrileña, ya desparecida
como tantas otras).
Nada
que ver con aquel otro director de “Kika” o “Tacones lejanos” que me apartó de
su cine, al que sólo regresé esporádicamente para disfrutar el corto en blanco
y negro de “El hombre menguante” en “Hable con ella” y para descubrir la espléndida
interpretación de Penélope Cruz y el regreso de Carmen Maura en “Volver”.
En
un país que algunos se empeñan en convertir en una película de terror estamos
más que nunca necesitados de la comedia. Demandamos recuperar la sonrisa o
dibujar en los labios algo parecido a una sonrisa para intentar reiniciar el
camino de la carcajada. Por tierra, mar o aire. Aunque sea fugaz; un espejismo atrapado en un reloj de arena.
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