lunes, 27 de mayo de 2013

La senda del agua


El río traza su propia senda. Sin que la tierra, la vegetación y la propia roca puedan impedirlo. Cada gota es capaz de abandonar el lecho, recreando una efímera ausencia que emula la libertad, para retornar al caudal de agua.
En su zigzag impredecible el principio y el final son inabarcables. Y la vista no alcanza más allá de la floresta y la línea del cielo. Queda pues lo insondable a merced de la mente, de la capacidad de adivinar e imaginar cuál es el camino del agua, cuál es el origen y dónde le espera la muerte.

Foto: El río Cerezuelo, en Cazorla (Jaén).

miércoles, 8 de mayo de 2013

Memorias líquidas


Acabo de terminar de leer “Memorias líquidas” (Jot Down Books, enero de 2013), de Enric González. Me gustó el título cuando conocí la existencia del libro, porque pienso que la memoria de la mayoría de los periodistas tiene mucho de líquida y también porque me evocó a Dalí; aunque esto último es algo surgido en mi cabeza que imagino materia sensible y de interés para el psicoanalista.
Y por supuesto, me interesaba porque lo había escrito Enric González, del que me gustaban hasta esas “columnitas de 35 líneas” en El País, ‘heredadas’ de Haro Tecglen, que hasta sin leer este libro sabía que no eran de su agrado.
Coincide el final de mi lectura con la defensa de otro gran periodista, también damnificado de El País, Ramón Lobo, realizada hoy en Twitter por Gervasio Sánchez, otro de los grandes; y con una doble página sobre la crisis o la muerte lenta de la novela, publicada hoy, como no también en El País (“Los ‘The End no le van a la novela”, de Winston Manrique Sabogal. Cultura. El País, miércoles 8 de mayo de 2013).
Mi bagaje periodístico es el que es. Me hubiera gustado trabajar al lado o cerca de algún periodista como los mencionados y sobre todo hacerlo el tiempo necesario (lo más cerca que estuve fue en TVE y duró muy poco). Así que he tratado de suplirlo intentando aprender desde la distancia, leyendo sus trabajos y algunos de sus libros, escuchando sus intervenciones en programas de radio fundamentalmente y asistiendo a alguna conferencia o mesa redonda cuando he tenido oportunidad. Y con la irrupción de las nuevas tecnologías, siguiendo sus blogs y páginas web.
Aunque sólo sea por los años, algo he aprendido, y junto a la experiencia, conservo algo de intuición, que guste o no, se tiene o se carece de ella. No es algo que se aprenda.
La lectura del libro, que recomiendo a periodistas y a aspirantes a serlo, me ha dejado en momentos a las puertas de la depresión; en otros, me ha sumergido en las aguas de la ironía y me ha dibujado una media sonrisa, y en no pocos, me ha reafirmado en lo maravillosa y jodida que es esta profesión, con sus sinsabores y con los hijos de mala baba que la pueblan, tanto en el interior como en las afueras.
La coincidencia del fin de mi lectura de “Memorias líquidas” con la publicación de la mencionada doble página sobre la muerte lenta de la novela ha activado esa intuición respecto al periodismo. Y será también materia a tratar por el psicoanalista, pero como en aquella novela, me temo que están todos muertos, que en realidad estamos todos muertos, y no lo sabemos.
Lobo, Gervasio, Mikel Ayestarán, Fran Sevilla… el propio Enric y tantos otros, a pesar de gozar de buena salud (dentro de un orden) y de regalarnos periodismo de calidad, tienen los días contados. Y no hay relevos a la vista, me temo; aunque a la vez, e ignoro si es más deseo que convicción, afirme que aparecerán.
Desaparecido el aspecto emocional que ligaba a un periodista con su medio de comunicación y aquella premisa de dudar de todo y por encima de todo, del poder, incluido el de los propios jefes y el del medio, contemplo a los jóvenes periodistas preocupados por las nuevas tecnologías, ansiosos de dominar el uso de las herramientas digitales pero ignorantes sobre los contenidos y naturalmente, faltos de recorrido.
“Las redacciones no son de los periodistas”, dice González. Ahí perdimos la batalla. Y la conquista parece lejana, quimérica. Así que apenas queda hacer de cada mesa de redacción “un Vietnam” y comprar las flores para el entierro.
Afirma el escritor colombiano, Juan Gabriel Vásquez, refiriéndose a los apocalípticos presagios sobre la novela (y puede ser extrapolado al periodismo) que “decir que (la novela seria) está en vías de extinción sólo puede ser ignorancia, pereza o narcisismo… El grito sobre su muerte suele ser más bien referirse a la muerte creativa del que lo profiere”. Será eso, más materia sensible para el psicoanalista.