A nuestro pesar estamos viviendo días de adioses más que de holas. Nos están dejando personas que, aunque no se van del todo, nunca volveremos a ver. Cada día y en distintos ámbitos asistimos al anuncio de un nuevo adiós, que no nos afecta de igual manera porque no todos han formado parte de nuestras vidas; aunque algunos lo han hecho desde el desempeño de su profesión, sea cual fuere, y otros, esos sí, porque eran personas cercanas a nosotros.
domingo, 10 de mayo de 2020
La voz de la radio de Jaén
A nuestro pesar estamos viviendo días de adioses más que de holas. Nos están dejando personas que, aunque no se van del todo, nunca volveremos a ver. Cada día y en distintos ámbitos asistimos al anuncio de un nuevo adiós, que no nos afecta de igual manera porque no todos han formado parte de nuestras vidas; aunque algunos lo han hecho desde el desempeño de su profesión, sea cual fuere, y otros, esos sí, porque eran personas cercanas a nosotros.
martes, 11 de octubre de 2016
El entrañable lector de periódicos
Foto: Piedad Bejarano.
martes, 21 de julio de 2015
La caja de cristal
No digo que me parezca mal el reconocimiento público de errores en la praxis periodística y la crítica a esa mala práctica profesional. Me parece necesario. Pero me gustaría que se produjera de igual modo con otros profesionales y que los ciudadanos se mostraran tan lenguaraces y tan dispuestos a señalar culpables como cuando es el periodista quien ocupa la caja de cristal.
Y por supuesto, aunque es obvio, resulta lamentable tener que recordar que no todos somos esos periodistas en la mente de todos, que a nosotros nos avergüenzan doblemente, como periodistas y como ciudadanos, ni todos somos Gabilondo, por poner un ejemplo de alguien que goza del reconocimiento general en el ejercicio de la profesión.
Hay miles de periodistas que ejercen el periodismo día a día a ambos lados del mostrador con rigor y decencia, a los que la mayoría no reconoce por la calle y de los que ignora nombre y medio de comunicación para el que trabajan y cuyo trabajo probablemente desconoce. Periodistas que son víctimas de la generalización.
Escribía Kapucinsky aquello de que los cínicos no sirven para el periodismo. Y es cierto que hay un elevado número de cínicos y de malas personas ejerciéndolo, pero a veces no somos conscientes de que son minoría; porque esos miles de periodistas y otros con nombre y cara, como el propio Armada, nos recuerdan que en esta profesión hay espacio todavía para aquellos que sin renunciar a ser buenas personas han logrado también ser magníficos periodistas.
No me importa instalarme en la caja de cristal. Aún consciente de que la transparencia implica vulnerabilidad y de que junto a aquellos que practican el pespunte con la sin hueso siempre habrá alguien predispuesto a lanzar la primera piedra. Unos pensarán que es para romper el cristal, pero me temo que sea para apedrear al periodista.
Nota. - Mis mejores deseos y ánimo para los 3 compañeros secuestrados en Siria, para sus familias y la 'tribu'. Espero que recuperen la libertad pronto y sin quebranto.
martes, 15 de abril de 2014
Reos de las palabras
miércoles, 8 de mayo de 2013
Memorias líquidas
lunes, 15 de octubre de 2012
Perdonen que me levante
domingo, 14 de octubre de 2012
No hay periodismo sin periodistas
viernes, 11 de febrero de 2011
Minutos de gloria
No, los medios de comunicación y los periodistas no creamos los monstruos, pero sí somos responsables de abrirles la puerta, de alimentarlos y de permitirles que permanezcan entre nosotros hasta que sucumben por la aparición de nuevos monstruos o son víctimas de su propia vacuidad.
A raíz de la aprobación y entrada vigor de la denominada Ley antitabaco hemos asistido, diría que atónitos e impertérritos, a la irrupción en nuestra rutina de una serie de personajes anónimos dispersos en varios puntos geográficos de España, cuyos logros eran ser propietarios de establecimientos hosteleros, bien bares o bien restaurantes, que se negaban a cumplir la mencionada ley.
A priori parecía simplemente una demostración de ignorancia o una campaña publicitaria gratuita para poblaciones y negocios. Ciertamente no son más que un grano de arena en el desierto, pero los medios de comunicación en lugar de cumplir su función de denuncia han optado por el amarillismo y por actuar de altavoz de uno de estos propietarios, casi elevando lo excepcional a lo ejemplar.
Ha ocurrido en la región que habito. Pero en defensa de los andaluces, al margen de aquellos que demuestren tener tan poco respeto por la ley como el propietario en cuestión, he de dejar constancia de que el tipo no es de aquí, sino que es uno de tantos a los que se ha acogido en esta hospitalaria tierra sin exigirle pedigrí alguno o rh positivo o negativo.
Así que ante la receptividad de los medios y un añadido de estupidez colectiva, el tipo, propietario de un asador en Marbella, se ha crecido y amparándose en la libertad de expresión ha mezclado churras con merinas (gobierno, marxismo, terrorismo...), para acabar presumiendo de criadillas y amenazar hasta al lucero del alba.
En materia avícola respondo con lo que me otorgó la naturaleza, un par como al resto de los mortales de sexo masculino, aunque dejé aparcada la ley de “misco” en tiempos de juventud, y los excesos de testosterona, vengan del premier italiano o de este neofascista de medio pelo que olvida que las leyes pueden no gustarnos pero eso no impide que haya que cumplirlas, además de producirme vergüenza ajena, me parecen una innegable muestra de falta de argumentos.
Y no me consuela pensar y mucho menos constatar aquello de que somos así. Porque me parece lamentable y denunciable la actitud de este individuo; vergonzosa como ciudadano y como profesional la actitud de los medios de comunicación ofreciendo minutos y páginas de cobertura a las bravatas de este tipo, y absolutamente desmesurada la sanción económica impuesta por la Junta de Andalucía, cuyo abono, me temo, se hará con la pasta que aflojen algunos medios de comunicación privados que no van a dudar en ofrecerle un cheque en blanco para que siga su vomito mental en horario de máxima audiencia.
miércoles, 13 de octubre de 2010
Àngeles sin alas
Eso es lo que ha ocurrido en Irán con la corresponsal de El País, Ángeles Espinosa. Su trabajo, ya saben contar lo que ocurre allí al margen de la versión oficial, no es del agrado del gobierno iraní y después de las correspondientes trabas administrativas e impedimentos para realizar su trabajo, ha sido “invitada” a abandonar Irán, tras 5 años como corresponsal, en el plazo de dos semanas.
Los guardianes de la revolución no entienden de transparencia informativa, pluralidad u otras ópticas sobre la realidad de su país ajenas a las suyas. Intuyo que la combinación periodista y mujer tampoco será del agrado de estos guardianes y mucho menos si se dedica a entrevistar a opositores al régimen islamista como Ahmad Montazerí, o a defender a Sakineh Ashtianí, condenada a morir lapidada, cuyo hijo y abogado acaban de “desaparecer” (previsiblemente detenidos por las autoridades iraníes) junto a los dos periodistas alemanes que les entrevistaban.
Escribía Antonio Machado, en el semanario reformista Idea Nueva, de Baeza, el 11 de febrero de 1915, que “Sin la Prensa, dada la constitución de las modernas sociedades, nuestra vida languidecería en un privatismo torpe, inmoral, egoísta. La ignorancia de cuanto atañe al interés de todos, consecuencia inmediata de la falta de Prensa, disolvería pronto las naciones en cábilas, las ciudades en tribus. Sólo los partidarios más o menos conscientes, más o menos embozados, de un retroceso a la barbarie pueden ser enemigos del periódico”.
Casi 100 años después, mantienen su vigencia las palabras del poeta. Los partidarios de la barbarie, embozados en el fanatismo religioso, cortan en Irán a Ángeles las alas.
lunes, 16 de agosto de 2010
Un periodista comprometido
La vida hoy me ha traído una sonrisa. En una jornada de mucho laboro, además de la fortuna de tener trabajo y recibir un salario por desempeñarlo, he recibido una gratificación extra.
Esta profesión mía, tan maltratada en demasiadas ocasiones, me ha brindado la oportunidad de conocer a unos de esos periodistas que agotan elogios y sitúan su trabajo a ese nivel que incluso las mayúsculas parece letras demasiado pequeñas para describirlo.
Recibió un Pulitzer hace más de una decena de años, pero no es partidario de vivir de las rentas. Y hoy prefiere hacer bandera de un periodismo de calidad y de compromiso a través de su criatura periodismohumano.com, antes que pasear esa condición de galardonado, con un premio con el que muchos se hubieran retirado a una columna o a un plató de televisión a opinar de lo divino y de lo humano, a la par que engordaban cartera y cuenta bancaria.
Pertenece a esa generación de periodistas de los que aún creen que viven para contarlo y que hay que contarlo bien, al margen del soporte en el que se cuente. Algo tan elemental y tan frecuentemente olvidado o minusvalorado como que el pasado, el presente y el futuro del periodismo estuvo, está y estará en la calidad de los contenidos y no en el glamour de los envoltorios.
Javier Bauluz denuncia que los medios de comunicación, las empresas periodísticas, están más pendientes de la cuenta de resultados, de la obtención de dinero, que de la calidad del trabajo periodístico. Esa prioridad al dinero y las puertas cerradas o entreabiertas, nunca francas, para publicar algunos reportajes en prensa y televisión le llevaron a crear su propio medio de comunicación, donde la decisión y la calidad de la información son patrimonio de los periodistas y no de los empresarios.
Cuando varios periodistas se juntan, además de ser probable que le hagan un traje a la medida a cualquiera con lengua y saliva como hilo y aguja, es inevitable que se hable de periodismo. Nuestro premio a un jornada intensa de laboro ha sido ese, un almuerzo de periodistas. Escasa tajada para algunos y bocato di cardinale para otros, como los tres compañeros que hemos tenido el placer de almorzar hoy con Javier Bauluz.
Un almuerzo donde al margen de las viandas el plato principal ha sido el periodismo. Y cuyos ingredientes han sido desmenuzados, condimentados, elaborados y presentados ante nosotros ávidos comensales con el obligado respeto a la materia prima y la adecuada distancia del artificio.
Del mismo modo que existe comida basura, la denominada fast food, existe el periodismo basura. Su ingesta es habitual y voluntaria entre la población, en especial, en las consideradas sociedades avanzadas. Bauluz, igual que otros periodistas comprometidos y convencidos de que el periodismo ha de ser un bien social, defiende que la información debe estar a la altura de la creación de un gourmet, pero que lejos de ser consumida sólo por las élites debería ser aperitivo o primer plato en cualquier casa de comidas.
Como postre me quedo con una reflexión de cosecha propia, dado que Internet proporciona la libertad de publicar contenidos y de acceder a ellos, no podemos seguir culpando al mensajero o al pagador del mensajero de lo que se sirve en nuestra mesa. Esa libertad de elección está a golpe de click.
Foto: Javier Bauluz.
lunes, 9 de agosto de 2010
Náuticos, avarcas y Kapuscinsky
El libro pertenece a una nueva colección de Anagrama, “Compactos”, y es a juicio de muchos la mejor obra del periodista polaco y según el propio autor, la que más le gustaba.
No hay periodista que se precie hoy en España capaz de no citar a Kapuscinsky, incluso aunque no haya leído algo de él; pero como todo el mundo sabe que escribía básicamente de África, que como todo el mundo sabe es un continente de negros, para mayor discriminación de los rifeños (y no va con segundas, amigo Rif), y que como todo el mundo sabe tiene una cita que por mor de repetirla ya se desconoce literalmente, pues se ha convertido en eso que algunos denominan un referente.
La cita universal de Kapuscinsky entre los plumillas viene a decir que las malas personas no tienen cabida en esta profesión, porque son malos periodistas. Algunos sustituyen lo de malas personas por cínicos y otros señalan que sólo las buenas personas son capaces de hacer una buena crónica.
Nunca he creído que esta profesión “goce” de más malos hijos de buena madre que otras. Tampoco creo que un cínico sea necesariamente una mala persona. Pero al evocar a África siempre tengo un recuerdo para las hienas. Y cuando pienso en las hienas me vienen a la memoria las palabras que oí hace años, procedentes de una reunión de viejas glorias con la que coincidía en una cafetería. Una de las voces de esa reunión siempre se elevaba sobre las demás y en aquella ocasión aseveró que “los rojos son como las hienas, comen mierda (carroña) y se ríen”. A mí me gusta pensar que las hienas tienen un desmesurado sentido del humor y un escaso paladar. Y también quiero pensar que quienes convierten en despectivo el término de hiena son animales que caminan sin libros en la cabeza.
La adicción al engaño me podría llevar a creer que Kapuscinsky es un referente del actual periodismo español. Sin embargo, como un más que probable resultado del cruce entre hiena y gato, se que sólo unos pocos son los herederos de este periodista polaco; los Ramón Lobo, Gervasio Sánchez, Mikel Ayestarán, Fran Sevilla…e imagino que más de uno se frotará las manos al leer la biografía del mismo, “Kapuscinsky, non-fiction”, escrita por su discípulo y amigo Domoslawski; en la que se le acusa de fabulador.
La fabulación es un ensueño. En ocasiones cercana al género periodístico o merecedora de tal distinción. Y el embaucamiento, bien puede estar presente en una biografía.
Algunos son capaces de abarcar kilómetros con la cabeza y otros, son incapaces de avanzar un paso con los pies. Hay quien calza náuticos porque nunca podrá pisar una cubierta y quien deslizándose en unas avarcas cree pasear por Menorca. Y sólo un fabulador sería capaz de renunciar a visitar África en compañía de Kapuscinsky y preferiría contemplar las cumbres nevadas del Kilimanjaro.
miércoles, 30 de junio de 2010
"Pierodistas"
En demasiadas ocasiones, el periodismo y los periodistas son objeto de mofa, crítica y descrédito en las sociedades modernas. Y en algunas de esas ocasiones los ciudadanos llevan razón en su apreciación sobre la profesión y los profesionales que la ejercen. Aunque sería de agradecer la misma mofa, crítica y descrédito para otras profesiones que como ésta tienen malos profesionales y gente sin decencia ejerciéndolas.
Frente a esas profesiones, tan poco dadas a la crítica o a la denuncia de las malas praxis, el periodismo, tachado erróneamente de corporativista, asume que la crítica no sólo procede de fuera, sino que tiene su origen en la propia profesión. Porque actuaciones puntuales nos avergüenzan y lo hacen por partida doble, como ciudadanos y como profesionales.
El Campeonato del Mundo de Fútbol que se está celebrando en Sudáfrica nos ha brindado uno de esos momentos de bochorno profesional. Y los periodistas, en lugar de dar la callada por respuesta o mirar hacia otro lado, exponemos en la plaza pública a aquel que desde la profesión nos causa sofoco y provoca esa mofa, crítica y descrédito en la sociedad.
Ya conocen la historia, una periodista está en Sudáfrica cubriendo el torneo para una cadena privada de televisión de España. Es decir, ejerciendo su profesión como el resto de periodistas españoles y extranjeros. El pecado de esta periodista es ser la actual pareja del capitán y portero titular de la Selección Española y haber abandonado una cadena de televisión privada, La Sexta, para fichar por otra, Tele 5.
Estos mimbres y la ubicación de la periodista en el césped tras la portería española, lugar designado por la FIFA para los periodistas de las televisiones con los derechos de emisión del Mundial, sumados a una repentina atención por parte de los tabloides sensacionalistas británicos por su relación con el capitán de la Selección, han llevado a otro periodista, que representa a los periodistas de Madrid y ha representado durante años a los del resto de España, a agredir verbalmente a esa periodista, acusando a su cadena, Tele 5, de “maltrato” y calificando de “vergüenza” la ubicación de la periodista en el campo.
La “pierodista” ofendida se llama Sara Carbonero y el “pierodista” ofensor Fernando González Urbaneja; aunque a mí, como a mi peque, se me traba la lengua y tiendo a denominarle, sin rubor y con absoluto conocimiento, “Comadreja”. Lo que ni me enorgullece, ni me arranca sonrisa alguna.
domingo, 13 de junio de 2010
La muerte del mensajero

En Italia, Berlusconi, Il nuovo ducce, ha dado un paso más para lograr ese viejo anhelo de matar al mensajero con la aprobación en el Senado de la denominada “Ley mordaza”, una ley que impedirá a los medios de comunicación difundir las escuchas telefónicas realizadas a los presuntos implicados en la comisión de delitos. Es decir, que privará a los medios de comunicación de difundir escuchas como aquella en que se demostraban las relaciones de un ministro de Berlusconi con la Mafia.
Una ley, la de Berlusconi, que seguro aprobaría, si pudiera, el Partido de los Trabajadores (antiguo PP) en España, para evitar la difusión de escuchas telefónicas como las del caso Gürtel e impedir de esta forma que los españoles conocieran la existencia de esta trama de financiación ilegal del PP y la implicación y estrecha relación de relevantes dirigentes del partido con los cabecillas del negocio. Por supuesto, ambas presuntas.
A lo que se ve, la proliferación de medios públicos (convenientemente controlados por el gobierno de turno), la publicidad institucional (concedida al arbitrio de esos mismos gobiernos), la subvención al papel de las publicaciones, la autorización de monopolios de comunicación, la concesión de nuevas frecuencias de radio y televisión o la propiedad de medios de comunicación (caso de Berlusconi) no colman las ansias de intervención de esos gobernantes, siempre molestos con periodistas y medios de comunicación que mantienen viva la esencia del periodismo crítico con el poder, sea el que sea y venga de donde venga.
Al otro lado del Atlántico, otro demócrata, Hugo Chávez, El caudillo, desde las antípodas ideológicas a Berlusconi bebe en la misma fuente de los deseos para matar al mensajero e incrementa la presión y la persecución contra medios como Globovisión, insensible a la bonhomía de su gobierno.
Los intentos del poder por silenciar a los medios de comunicación y periodistas críticos no son nuevos. Pero sí preocupantes, en un tiempo en que la crisis golpea a periodistas y empresas de comunicación y cuando el debate se centra en el soporte del futuro (del papel al digital) y la viabilidad económica de su comercialización.
Ese futuro de los medios de comunicación, principalmente de la prensa, no es trivial, pero convendría no adormecerse con él y permanecer impasibles ante ataques como el de Berlusconi con la promulgación de leyes mordaza. Muerto el mensajero, el soporte es irrelevante.
jueves, 28 de enero de 2010
Crónicas de la desgracia
Ya se que algunos piensan que en Haití sobran periodistas, mientras que yo opino que faltan alimentos y sobran militares estadounidenses. Es una opinión discutible, porque está hecha desde la distancia y basada en lo que cuentan los “expulsados” del aeropuerto de Puerto Príncipe, ahora convertido en base militar del Imperio.
Sin embargo, pese a las protestas de Hilaria Clinton y su “resentimiento” hacia las críticas de los medios de comunicación, yo me fío más de “vagamundos” como Fran Sevilla que de la secretaria de Estado USA o del propio Obama.
Desconfío del poder por definición. También por hábito y por convicción. Y aunque asumo que es lo práctico, no creo que ante la duda el mayordomo sea siempre el asesino. Del mismo modo que me cuesta creer que las armas de los marines sean de chocolate y sus pistolas, barras de pan.
Entre otras cosas porque fueron marines y no el mayordomo los que causaron con sus disparos la muerte de José Couso, camarógrafo de Tele5, en Irak y se supone que también fueron marines los que en Haití mataron con sus armas a Ricardo Ortega, en aquellos momentos freelance. Dos sucesos que visto lo visto y conocido hasta la fecha habrán causado pesar a la administración USA, pero ningún “resentimiento”.
Algunos dicen que los periodistas enviados a Haití sólo cuentan desgracias. Obviando que son las crónicas de un país asolado por un terremoto y por la miseria previa al seísmo.
Pero leo el “Diario de Haití” (http://blogs.rtve.es/fransevilla/posts), de Fran Sevilla, y al margen de las desgracias encuentro en sus escritos algo de esperanza, incluso para los que no estamos allí. Y dar esperanza a un pueblo como el haitiano que cuenta con un superávit de fe, pero con un déficit de esperanza me parece indispensable. Y más necesario que el desembarco de miles de marines.
Claro que esto también es discutible, porque yo siempre elijo la pluma en detrimento de la espada. Y prefiero las palabras a las pistolas, aunque sean barras de pan.
sábado, 16 de enero de 2010
Insultos y descalificaciones
Hay numerosos profesionales que necesitan de la palabra y de conocimientos sobre ella para ejercer su labor, entre ellos los jueces, y también como no los periodistas, por eso me resulta un poco pueril tener que recordarle al fiscal general del Estado la riqueza de la lengua española y la extensa lista de sustantivos y adjetivos que habilita para insultar y descalificar, incluso al amparo de la libertad de expresión. Del mismo modo, lamento tener que recordarle al fiscal general del Estado que en ocasiones como la que nos ocupa es innecesario el insulto o la descalificación ajena, porque las propias actuaciones constituyen en sí insulto y descalificación.
Es difícil entender que el fiscal general del Estado pueda vislumbrar insulto y descalificación donde no hay más que crítica a una actuación puntual de un juez (ni siquiera se cuestiona su trayectoria o actuaciones anteriores) que es una mala praxis profesional y que por elevación traslade esa crítica a la labor de un juez y a la propia Fiscalía General del Estado a los jueces y a la Justicia, porque buscando el agravio corporativo y la generalización igual se consigue involucrar a una profesión y a un estamento que no han sido cuestionados o vilipendiados y de la que muchos de sus integrantes, a título personal y asociativo, se han manifestado respecto a la conocida condena contra estos dos periodistas por hacer bien su trabajo, con rigor y veracidad.
Según Conde-Pumpido, "en un estado de derecho cuando uno no está de acuerdo con una resolución judicial lo procedente es presentar el recurso correspondiente y no, digamos, iniciar una campaña de insulto y de descalificaciones del juez y de la Justicia sino impugnar la resolución con argumentos jurídicos" (http://www.cadenaser.com/sociedad/articulo/fiscal-estado-queja-campana-insultos-descalificaciones-justicia/serpro/20100115csrcsrsoc_1/Tes).
Conde-Pumpido debe ignorar o no se da por enterado de que los dos periodistas condenados han presentado recurso ante tamaño disparate de condena. Pero también debe haber olvidado que en un estado de derecho se presupone que los garantes de las libertades, y vuelvo a recordar que la de expresión y de información son pilares de ese estado de derecho, están obligados a garantizar esas libertades.
Me siento agredido y ofendido cuando se sobreestima mi grado de necedad, como ciudadano y como periodista, por esa condena, esbozo de una mordaza al ejercicio de la profesión periodística, y porque el estado de derecho que concibo es aquel en el que se garantizan las libertades básicas del mismo. Por ello desearía un sistema democrático en mi país que permitiese una mayor participación de la sociedad y una elección de los representantes de instituciones como la Fiscalía General del Estado al margen de “simpatías” políticas, donde primase la valía profesional del designado y no esa “simpatía”. De esta forma es posible que el elegido no olvidase que su negocio es la Justicia y no la política.
A mi no preocupa que me llamen necio, lo que me preocuparía y me descalificaría sería comportarme como tal.
lunes, 11 de enero de 2010
El mundo al revés
En algunos lugares del mundo los periodistas siguen exponiendo sus vidas para ejercer su profesión. En España, hoy un periodista no expone su vida por ejercer su profesión, pero está expuesto a numerosos riesgos que dan a su trabajo un plus de peligrosidad no deseado y que le sitúa en el escaparate de la actualidad cuando su deseo es permanecer en la trastienda.
Como ya es conocido, un juez, Ricardo Rodríguez, ha decidido que dos periodistas de la Cadena SER, su director, Daniel Anido, y su redactor jefe de Informativos, Rodolfo Irago, abandonen la trastienda y ocupen un lugar en el escaparate que ningún periodista desea.
Ahora, el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, que no hace honor a su nombre, se suma al disparate perpetrado por el juez y avala la petición de penas de cárcel para Anido e Irago de la Fiscalía de Madrid. Una petición que supongo encontrará magnánima al ser sólo de 5 meses y no de 1 año y 9 meses como la condena del citado juez.
Uno entiende que el fiscal general del Estado es o debe ser garante de libertades y que dentro de éstas se incluyen las de expresión y de información. Del mismo modo que aún siendo profano en leyes, entiendo que si numerosos juristas han avalado en este caso que prevalezca el derecho a la información sobre otros derechos, resulta cuando menos sorprendente que la Fiscalía General del Estado deseche esos argumentos jurídicos y no haya conminado a la Fiscalía de Madrid a retirar su acusación y por tanto, su petición de cárcel para Anido e Irago. Y por tanto, respalde la persecución contra dos profesionales que han realizado su trabajo de forma correcta, con rigor y veracidad.
Si no fuera porque en el caso de Anido e Irago la condena implica cárcel e inhabilitación profesional podría contemplarse como una broma, ya que se condena a quien investiga la presunta red de corrupción en la Comunidad de Madrid, que entre otras cuestiones supuso en el año 2003 la repetición de unas Elecciones Autonómicas y el cambio de Gobierno por los tránsfugas Tamayo y Sáez, porque quien debería hacerlo o no lo hace o lo hace mal a la vista de los resultados.
El mundo al revés, se convierte la información en delito y al periodista en delincuente y prima la laxitud y una sensación de permisividad con el corrupto y el ladrón; en especial, si es un político. El aviso a navegantes ya es una amenaza y la mordaza se asemeja a un bozal.
domingo, 3 de enero de 2010
La segunda profesión más peligrosa del mundo
La muerte de un periodista no es por desgracia algo nuevo. Lang no es la primera ni la última de una larga lista de periodistas muertos cuando realizaban su trabajo, a la que nosotros también aportamos nuestra cuota de pérdidas: Julio Anguita, Julio Fuentes, Ricardo Ortega, Miguel Gil, el cámara José Couso, el fotógrafo Juantxu Rodríguez. Y también nuestro pequeño milagro, el fotógrafo Morenatti, que “SÓLO” perdió un pie al estallar una bomba, que se podía haber llevado su vida.
Todos ellos encontraron la muerte cuando trataban de contarnos a través de la palabra y de las imágenes lo que estaba pasando en unos países, que en parte gracias a ellos ya no nos parecen tan lejanos, ni tan diferentes al nuestro. Lugares donde la gente trata de sobrevivir y donde estar vivo cuando cae la noche es el mayor logro imaginable; incluso superior al de alimentarse. Un vivo siente hambre; un muerto, ni eso.
En este caso las cifras no engañan y no se utilizan para “maquillar” éxitos o fracasos. La Federación Internacional de Periodista (FIP) acaba de publicar el informe de 2009: 137 periodistas y trabajadores de medios de comunicación muertos; 28 muertes más que en 2008. De esos 137 muertos, 113 fueron asesinados y sólo 24, fueron muertes por accidente.
Convendría no olvidar estos datos y estos hechos cuando con ligereza se habla de los periodistas y de la labor de informar. Y convendría no olvidarlo cuando se atribuye la condición de periodistas a un numeroso grupo de espantajos que puebla los medios de comunicación, en especial las cadenas de televisión, opinando de lo divino y de lo humano sin el menor rigor y profesionalidad.
En España y en muchos otros países, por suerte, un periodista no debe exponer su vida para ejercer su profesión. Pero no debemos olvidar que en otros países, por desgracia, los periodistas exponen a diario sus vidas para ejercer su profesión, que por si alguien lo ha olvidado es contar lo que pasar, con rigor y veracidad.
Como dicen que las desgracias nunca vienen solas, junto a los periodistas, mueren y son secuestrados de igual manera sus acompañantes, personas que hacen de traductores y guías, cuyas muertes y secuestros merecen un tratamiento informativo menor en los medios de comunicación occidentales. Pese a que como es obvio su muerte es tan lamentable y rechazable como el resto. Conviene también no olvidarlo.
Alguien me dijo una vez que la nuestra era la segunda profesión más peligrosa del mundo. Ingenuo o curioso, o ambas cosas, le pregunté sobre cuál era la primera, y sonriente me respondió que no se sabe.
domingo, 4 de octubre de 2009
Vivir para contarlo
El periodismo está en crisis. Pero los periodistas no. Al menos, los que quedan al pie del cañón. Los periodistas están con ganas. Vapuleados por los empresarios de los medios de comunicación, vapuleados por los ciudadanos, vapuleados por los políticos y vapuleados por los periodistas, incluso por los periodistas que no lo son.
Y a pesar de eso, los periodistas siguen con ganas de contar las cosas. Porque esa es la cuestión fundamental: alguien tiene que contar lo que pasa. Y para contarlo están los periodistas, una profesión que algunos aún creen un oficio.
“Vivir para contarla”, dice el maestro García Márquez. Que existencia, vivir para contar lo que pasa y llegar a un punto en el que se es incapaz de hacer otra cosa. A pesar de que se de la sensación de que cada vez contamos menos cosas y las contamos peor.
Ayer sábado, 2 de octubre, 300.000 personas, entre ellas muchos periodistas, se manifestaron en Roma, en la plaza del Pueblo (piazza del Popolo), en defensa de la libertad de prensa (libertà di stampa). Con la consciencia o la inconsciencia de que el periodismo es de los pocos contrapoderes al servicio de los ciudadanos para combatir los excesos del poder y de que los periodistas y su ejercicio del periodismo son un instrumento de los ciudadanos para desenmascarar a los responsables de esos excesos.
En España, cuando el trío de las Azores con el convidado de Barroso decidió que en Irak habría una guerra, más del 80 por ciento de los ciudadanos se manifestaron en contra de esa guerra. Nadie recordará a los médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, profesores…. manifestarse contra esa guerra. Sólo los actores y los periodistas dijeron NO A LA GUERRA. Esa es la grandeza y la miseria de esta denostada profesión.
Ayer en Roma (que envidia; sana, pero aún así que mala es la envidia) los italianos nos han dado al resto de los europeos una lección de democracia y de defensa de las libertades. ¡Forza Italia!
martes, 1 de septiembre de 2009
Basura
Algunos de estos residuos no son aptos para paladares exigentes, mientras otros constituyen la dieta diaria de consumidores voraces, aunque a pesar de unos y otros la ingesta de inmundicia forma ya parte de nuestra rutina.
Podríamos establecer diferentes tipos o categorías de residuos, pero no vale la pena porque al final no cambia su condición de desecho. La basura es basura, con independencia de quien la arroja.
Basura es el anuncio indiscreto por parte de una ministra y fuera de plazo en el calendario, ¡estas cosas no se hacen en pleno mes de agosto!, de una subida de impuestos por parte del gobierno de la nación. Del mismo modo que es basura su presunta máscara de globo sonda o los matices posteriores de otros ministros e incluso del presidente del gobierno.
Basura es que el jefe de la oposición, incapaz de limpiar su propia basura en Valencia, Madrid y Baleares, permita el veto a las preguntas de los periodistas o la expulsión de éstos de una sala cuando comparecen los dirigentes de su partido o él mismo para esparcir la basura del gobierno y no dar cuentas de la propia. Porque también es basura acusar sin pruebas a diestro y siniestro y no asumir responsabilidades, recibir regalos y asegurar que se han pagado cuando eso no es cierto o confundir deliberadamente trajes con anchoas para camuflar bolsos de Vuitton.
Basura es el silencio y la servidumbre de medios de comunicación y periodistas ante el poder político, ante las ruedas de prensa sin preguntas, ante las grabaciones y declaraciones “enlatadas” y ante los mítines o actos públicos televisados.
Y basura por excelencia es lo que arrojan algunas televisiones, no me refiero a los vertederos abiertos al público en los telediarios, sino a esos programas instalados en la sobremesa y en el ¡prime time! de algunas cadenas; a los que se une un extenso catálogo de despojos durante el estío.
Y por supuesto, es basura que un medio de comunicación como El Mundo dedique tiempo, talento y esfuerzo de sus profesionales y espacio en sus páginas a criticar la telebasura, para acabar “fichando” al residuo del tomate, muñequito diabólico con pretensiones de convertirse en monarca de los desperdicios, y rendir una columna a sus pies.
Demasiada basura y pocos o ningún basurero para recogerla.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Corresponsales de guerra
Años más tarde, en la década de los noventa y por motivos de trabajo, conocí a su padre, Julio Anguita. Ya había perdido contacto con Julio A. Parrado, porque terminé antes que él los estudios y entre otras cosas, abandoné mi ciudad, Madrid, y vine al Sur. Es cierto que sabía que Julio estaba trabajando en El Mundo, porque alguien me lo había comentado y porque había visto su firma, y su propio padre me lo corroboró.
Me alegré por él cuando supe que cubriría la guerra de Irak para el periódico. Leí sus crónicas, como las de tantos otros como Julio Fuentes, que ya tampoco escribirá. Lamento que muriera en una de esas malditas guerras de los canallas que las hacen.
Nunca lo volví a ver. El Miércoles Santo de 2003 asistí a su funeral, multitudinario, en Alcolea (Córdoba). Demasiado joven para morir.
También recuerdo el asesinato de Juantxu Rodríguez en Panamá. Yo ya había inoculado el veneno de Don Mariano y me atreví a enviarle una carta con Otra crónica de navidad a Maruja Torres a la redacción de El País. Era diciembre de 1989. No es que importe mucho, pero casi 20 años más tarde no sé si le habrá llegado. Y como no, recuerdo a José Couso.
De los 8 fallecidos (periodistas, cámaras, fotógrafos) en el exterior sólo conocía a Julio Anguita Parrado. Así que ante cada noticia de una nueva desgracia en el exterior inevitablemente pienso en él. El otro día cuando me enteré de lo del fotógrafo Morenatti en Afganistán también. Ha perdido un pie, pero conserva su mirada para que podamos seguir viendo a través de ella. Me alegro de que siga entre nosotros.
Dice Ramón Lobo (por cierto, no dejen de leer sus Cuadernos de Kabul en elpais.com) que un corresponsal de guerra sólo tiene 3 maneras de hacer su trabajo: por libre, empotrado con un ejército combatiente (generalmente el estadounidense o el británico) o desde la habitación del hotel, con un whisky on the rock en la mano y viendo varios canales de televisión.
Lobo, hay una cuarta; la del periodista en la redacción, leyendo teletipos, titulando noticias de otros y cortando el texto para ajustarlo al espacio asignado en la página. Sí, ya sé que ese periodista no es un corresponsal de guerra. Probablemente sea un joven periodista que sueña con serlo. Uno de tantos con esa idea romántica y aventurera del periodista desplazado a la zona del conflicto, tan estereotipada y edulcorada por el cine y la literatura.
Pero también hay otros periodistas que no sueñan con ser corresponsales de guerra. Y sin embargo, reconocen el periodismo puro, el buen periodismo, en esas crónicas (como las de los Cuadernos de Kabul) y ven a través de los ojos y de las palabras de esos periodistas en zonas de riesgo. Ven y leen crónicas en las que no priman declaraciones vacías de responsables políticos y en las que aparentemente hay libertad para contar lo que se cuenta. Crónicas en las que lo cotidiano es noticia.
Ese periodismo, aparentemente sin peajes, servidumbres y presiones, es una rara avis, por la que a veces se paga un precio muy alto y del que sólo nos acordamos cuando las balas o la metralla alcanzan a uno de los nuestros. Entonces, algunos caen en la tentación de confundirlos con héroes y olvidan que sólo son personas que hacen su trabajo de la mejor manera posible. Aún así, cuando los matan o los hieren, a mí me provocan las lágrimas del corazón, lágrimas que no se ven ni se secan, porque son el llanto de una vida. De modo que Lobo, Gervasio, Ayestarán y el resto, cuidaos, que tenéis que volver para seguir contándolo.