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domingo, 10 de mayo de 2020

La voz de la radio de Jaén


A nuestro pesar estamos viviendo días de adioses más que de holas. Nos están dejando personas que, aunque no se van del todo, nunca volveremos a ver. Cada día y en distintos ámbitos asistimos al anuncio de un nuevo adiós, que no nos afecta de igual manera porque no todos han formado parte de nuestras vidas; aunque algunos lo han hecho desde el desempeño de su profesión, sea cual fuere, y otros, esos sí, porque eran personas cercanas a nosotros.
Si hace unos días conocíamos el adiós de Pilar Palazón, hoy nos hemos despertado con la despedida de Indalecio Morales. 
En Jaén había dos voces excepcionales, una en la música, la de Raphael, y otra, en la radio, la de Indalecio Morales. Hoy hemos perdido a una. 
Pasa con Indalecio como con Pilar, que todo lo que se diga es poco. Por su forma de ser, por su trayectoria…, porque pertenecen a un tiempo que como ellos ya no regresará. Como apuntaba hoy un compañero, César Domínguez, en el grupo de WhatsApp de los periodistas de Jaén, “Qué mal despertar. Pero es agradable que todos tengamos buenos recuerdos de él”. 
Y esa es una realidad innegable, los buenos recuerdos que todos en mayor medida conservamos y seguiremos conservando de él. Como señalaba otro colega, Ginés Donaire, quién no recuerda a Indalecio en una rueda de prensa, formulando aquella pregunta final, ¿puede hacerme un resumen?
Esa suma de buenos recuerdos, más las grabaciones de décadas de periodismo, fundamentalmente las que forman parte del archivo sonoro de Radio Jaén, es la que logra el espejismo de que Indalecio permanezca con nosotros. 
Y cómo no, su obra “La radio en Jaén. Una aproximación histórica”. Un imprescindible. De entre muchos recuerdos y anécdotas, de encuentros y conversaciones, tengo presente lo concerniente a este libro, al que Indalecio dedicó muchos años de investigación y esfuerzo. 
Supe por primera vez de su existencia porque Indalecio me pidió un favor para que le ayudara a acceder a una información que hasta la fecha no había logrado. Evidentemente, le ayudé. Y desde ese día el libro fue habitual en nuestras conversaciones. 
El proceso iba lento, porque había que compaginar la tarea del libro con el quehacer periodístico y las obligaciones familiares. Por eso, cuando llegó el momento de su jubilación le animé a terminarlo, porque pensaba que era un legado fundamental para transmitir la historia de la radio en Jaén a futuras generaciones y además, historia del periodismo local. 
En nuevos encuentros, le pregunté por el libro, y volví con iguales o parecidos argumentos a apremiarle en su publicación.
Al final lo terminó. Y ahí está, como testigo de una época. Y a partir de hoy, contribuyendo a que Indalecio no nos deje para siempre.

martes, 11 de octubre de 2016

El entrañable lector de periódicos

No faltó a su cita de lunes a viernes durante cuatro semanas. Cada día el mismo ritual, llegaba a media mañana cogía el periódico y buscaba un banco para sentarse y leerlo; a ser posible alguno de aquellos bancos a los que el sol no alcanzaba y que estaban más alejados de las aulas. Cuando terminaba de leer el diario se levantaba, volvía a ponerse el sombrero y las gafas de sol y se dirigía a la mesita en la esquina del patio del Palacio de Jabalquinto de donde lo había cogido para depositarlo allí de nuevo. Y se marchaba. Podía haberse llevado el periódico como hacían otros muchos. De hecho los periódicos estaban allí principalmente a disposición de alumnos y profesores para que pudieran leerlos y llevárselos si querían; tampoco se realizó nunca objeción alguna a aquellos que procedentes de lugares ajenos a la Universidad acudían a hacerse con un ejemplar ‘por la patilla’. Pero él nunca se lo llevó. 
Piedad y yo no tardamos en descubrirlo. Lo observábamos cada mañana, casi siempre con prisa mientras nos desplazábamos por las escaleras, el patio y la galería del Palacio para llegar a las puertas de las aulas en busca de directores y ponentes de los cursos para que fueran entrevistados. Como aquel empedernido lector, nosotros también teníamos un ritual diario; menos pausado que el suyo. Nos pareció entrañable. Y convertimos aquella escena en la imagen de los Cursos de Verano 2016 del Campus Antonio Machado de Baeza (Jaén) de la UNIA. 
Nunca intercambiamos una palabra con él. Simplemente, le observábamos. Uno de los últimos días al pasar, sin que él se percatara y desde el preámbulo de la inmortalizada escalera del Palacio le hice una foto con el móvil. Al regresar al despacho le pedí a Piedad que le hiciera alguna foto con la Canon, desde la distancia y la discreción que te permite el teleobjetivo. 
Hizo las fotografías en color y en blanco y negro. Y en ellas atrapó la ternura que le producía aquel lector de periódicos. Y también su fragilidad; aquella vulnerabilidad que se hacía más notoria al contemplar desde lejos esa figura empequeñecida al ocupar un extremo del banco, delante de aquellas fotos de grandes dimensiones de la exposición “Mujer”, junto a las columnas del patio y bajo sus arcadas y en comparación con el resto del propio patio con su fuente y sus naranjos en el centro. 
Si, aquel viejito era entrañable. No solo por regalarnos cada mañana esa imagen mezcla de ternura y vulnerabilidad, también por hacernos partícipes de su ritual y por permitirnos compartir ese instante en el que de alguna forma se producía una comunión entre nuestro trabajo como periodistas y su condición de lector del periódico. El origen y el fin de la noticia. 

Foto: Piedad Bejarano
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martes, 21 de julio de 2015

La caja de cristal

Hoy es un mal día para la 'tribu'. En realidad es un mal día para el periodismo. No solo por el hecho de que tres compañeros hayan sido secuestrados en Siria, sino también por la difusión de la noticia como exclusiva por parte de un diario. Una publicación que a priori parece inoportuna, ya que si algo hemos aprendido de situaciones similares es la importancia de la discreción en noticias de estas características. Aún así el debate está encima de la mesa y probablemente no nos pondremos de acuerdo en dónde hay que marcar la línea a la hora de difundir o no estas informaciones.
Precisamente es este uno de los temas abordados por los periodistas Alfonso Armada, vicepresidente de Reporteros sin fronteras, y Antonia Merino, en el Foro “La libertad de información”, celebrado en el Festival Etnosur. Donde una vez más y aprovechando cualquier debate sobre la profesión periodística he asistido a un acto de constricción del periodista, expuesto en la plaza pública para ser flagelado por los presentes.
No digo que me parezca mal el reconocimiento público de errores en la praxis periodística y la crítica a esa mala práctica profesional. Me parece necesario. Pero me gustaría que se produjera de igual modo con otros profesionales y que los ciudadanos se mostraran tan lenguaraces y tan dispuestos a señalar culpables como cuando es el periodista quien ocupa la caja de cristal.
Y por supuesto, aunque es obvio, resulta lamentable tener que recordar que no todos somos esos periodistas en la mente de todos, que a nosotros nos avergüenzan doblemente, como periodistas y como ciudadanos, ni todos somos Gabilondo, por poner un ejemplo de alguien que goza del reconocimiento general en el ejercicio de la profesión.
Hay miles de periodistas que ejercen el periodismo día a día a ambos lados del mostrador con rigor y decencia, a los que la mayoría no reconoce por la calle y de los que ignora nombre y medio de comunicación para el que trabajan y cuyo trabajo probablemente desconoce. Periodistas que son víctimas de la generalización.
Escribía Kapucinsky aquello de que los cínicos no sirven para el periodismo. Y es cierto que hay un elevado número de cínicos y de malas personas ejerciéndolo, pero a veces no somos conscientes de que son minoría; porque esos miles de periodistas y otros con nombre y cara, como el propio Armada, nos recuerdan que en esta profesión hay espacio todavía para aquellos que sin renunciar a ser buenas personas han logrado también ser magníficos periodistas.
No me importa instalarme en la caja de cristal. Aún consciente de que la transparencia implica vulnerabilidad y de que junto a aquellos que practican el pespunte con la sin hueso siempre habrá alguien predispuesto a lanzar la primera piedra. Unos pensarán que es para romper el cristal, pero me temo que sea para apedrear al periodista.

Nota. - Mis mejores deseos y ánimo para los 3 compañeros secuestrados en Siria, para sus familias y la 'tribu'. Espero que recuperen la libertad pronto y sin quebranto.

martes, 15 de abril de 2014

Reos de las palabras

Somos reos de lo que decimos y de lo que escribimos. Para bien o para mal. Si bien cuando hablamos puede existir una excusa para haber dicho algo que desde la reflexión y la templanza nunca o rara vez afirmaríamos, en el caso de la escritura no hay tal, escribimos lo que queremos decir. Y aunque lo escrito forme parte de un contexto, éste no varía por lo general su sentido.
Viene esto a cuento de que hace unos días leía la siguiente afirmación: “Los malos poetas y los malos periodistas abusan de las metáforas”. No soy poeta, pero no pude menos que pensar en la literatura española desde Cervantes hasta el Siglo de Oro y por supuesto en generaciones como la del 27. Pensé como ejemplo en Góngora y García Lorca, maestros en el uso de la metáfora en su poesía. Y no me atrevería a afirmar que ambos o uno solo de ellos son malos poetas; aunque exista quien crea que se exceden en el uso de la metáfora y la simbología.
Y también recordé otra aseveración similar respecto a la calidad de lo escrito, en esa ocasión con una alusión al uso de los adjetivos calificativos. Obviando la obra de autores como Azorín, Pío Baroja o Sánchez Ferlosio, cuya prosa tampoco creo sea desdeñable.
Los autores frecuentan los géneros literarios de su agrado y utilizan los elementos que les brinda el lenguaje para crear su propio estilo, aquel que dota a su obra de una impronta propia, y que es evidente no ha de ser del gusto de todos, una apreciación personal que no resta o añade calidad a lo escrito.
Respecto al periodismo, cualquier periodista con formación periodística es conocedor de que las licencias literarias están reservadas a poco géneros periodísticos y que en su quehacer prima la información y los datos contrastados que la sustentan. Aun así hay prestigiosos periodistas, considerados por algunos maestros, que han sabido conjugar ambos aspectos como Mariano José de Larra, Manuel Chaves Nogales, Tom Wolfe o Gay Talese, por citar a algunos.
Lo que me lleva a concluir que la baja o escasa calidad en la escritura tiene más que ver con el uso de tópicos, lugares comunes y frases hechas que con el uso consciente, y por tanto intencionado, de los recursos que la lengua ofrece.
 
“Los malos poetas y los malos periodistas abusan de las metáforas. Como la noche, el corazón de las tinieblas y otros lugares comunes, tan desgastados que apestan. Las palabras gastadas reducen la capacidad de entender la realidad”.
Blog de Alfonso Armada.
 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Memorias líquidas


Acabo de terminar de leer “Memorias líquidas” (Jot Down Books, enero de 2013), de Enric González. Me gustó el título cuando conocí la existencia del libro, porque pienso que la memoria de la mayoría de los periodistas tiene mucho de líquida y también porque me evocó a Dalí; aunque esto último es algo surgido en mi cabeza que imagino materia sensible y de interés para el psicoanalista.
Y por supuesto, me interesaba porque lo había escrito Enric González, del que me gustaban hasta esas “columnitas de 35 líneas” en El País, ‘heredadas’ de Haro Tecglen, que hasta sin leer este libro sabía que no eran de su agrado.
Coincide el final de mi lectura con la defensa de otro gran periodista, también damnificado de El País, Ramón Lobo, realizada hoy en Twitter por Gervasio Sánchez, otro de los grandes; y con una doble página sobre la crisis o la muerte lenta de la novela, publicada hoy, como no también en El País (“Los ‘The End no le van a la novela”, de Winston Manrique Sabogal. Cultura. El País, miércoles 8 de mayo de 2013).
Mi bagaje periodístico es el que es. Me hubiera gustado trabajar al lado o cerca de algún periodista como los mencionados y sobre todo hacerlo el tiempo necesario (lo más cerca que estuve fue en TVE y duró muy poco). Así que he tratado de suplirlo intentando aprender desde la distancia, leyendo sus trabajos y algunos de sus libros, escuchando sus intervenciones en programas de radio fundamentalmente y asistiendo a alguna conferencia o mesa redonda cuando he tenido oportunidad. Y con la irrupción de las nuevas tecnologías, siguiendo sus blogs y páginas web.
Aunque sólo sea por los años, algo he aprendido, y junto a la experiencia, conservo algo de intuición, que guste o no, se tiene o se carece de ella. No es algo que se aprenda.
La lectura del libro, que recomiendo a periodistas y a aspirantes a serlo, me ha dejado en momentos a las puertas de la depresión; en otros, me ha sumergido en las aguas de la ironía y me ha dibujado una media sonrisa, y en no pocos, me ha reafirmado en lo maravillosa y jodida que es esta profesión, con sus sinsabores y con los hijos de mala baba que la pueblan, tanto en el interior como en las afueras.
La coincidencia del fin de mi lectura de “Memorias líquidas” con la publicación de la mencionada doble página sobre la muerte lenta de la novela ha activado esa intuición respecto al periodismo. Y será también materia a tratar por el psicoanalista, pero como en aquella novela, me temo que están todos muertos, que en realidad estamos todos muertos, y no lo sabemos.
Lobo, Gervasio, Mikel Ayestarán, Fran Sevilla… el propio Enric y tantos otros, a pesar de gozar de buena salud (dentro de un orden) y de regalarnos periodismo de calidad, tienen los días contados. Y no hay relevos a la vista, me temo; aunque a la vez, e ignoro si es más deseo que convicción, afirme que aparecerán.
Desaparecido el aspecto emocional que ligaba a un periodista con su medio de comunicación y aquella premisa de dudar de todo y por encima de todo, del poder, incluido el de los propios jefes y el del medio, contemplo a los jóvenes periodistas preocupados por las nuevas tecnologías, ansiosos de dominar el uso de las herramientas digitales pero ignorantes sobre los contenidos y naturalmente, faltos de recorrido.
“Las redacciones no son de los periodistas”, dice González. Ahí perdimos la batalla. Y la conquista parece lejana, quimérica. Así que apenas queda hacer de cada mesa de redacción “un Vietnam” y comprar las flores para el entierro.
Afirma el escritor colombiano, Juan Gabriel Vásquez, refiriéndose a los apocalípticos presagios sobre la novela (y puede ser extrapolado al periodismo) que “decir que (la novela seria) está en vías de extinción sólo puede ser ignorancia, pereza o narcisismo… El grito sobre su muerte suele ser más bien referirse a la muerte creativa del que lo profiere”. Será eso, más materia sensible para el psicoanalista.

lunes, 15 de octubre de 2012

Perdonen que me levante

Entre mitos e ideales y la inestimable ayuda de alguna serie de televisión, una película o un personaje literario se forjó el deseo de más de dos de ser periodista. Y temo que también influyeron estos elementos y los actuales programas de televisión, donde paradójicamente la participación de un periodista es una anécdota, en la percepción que muchas personas tienen de los periodistas y de su trabajo.
Es innegable que los periodistas también hemos puesto nuestro granito de arena y entre todos levantamos esta montaña que ahora es tan difícil de demoler. Y sin llegar al desafecto que siente el respetable por los políticos, es cierto que escasea el respeto hacia la profesión y con esta manía nuestra de generalizar, se tiende a meter todo y a todos en el mismo saco.
Cuesta explicarle a la gente que la mayoría de los periodistas somos trabajadores como ella. Personas con sus problemas y sus quehaceres diarios, algunos con familia, muchos con hipotecas y casi todos con la misma inestabilidad laboral y la incertidumbre sobre ese futuro que no somos capaces de ver con claridad. Personas formadas con sueldos dignos e indignos y que como en otras profesiones u oficios a los 50 atesoran experiencia que les hace más valiosos y no trastos viejos de los que haya que prescindir en un más que probable viaje sin retorno.
Perdonen que me levante y perdónenme también si doy un golpe en la mesa para llamar su atención. Quizás acostumbrados a que les informemos de sus problemas y de las situaciones cotidianas que protagonizan ustedes y otros como ustedes, olvidamos, por aquello de que los periodistas no somos protagonistas de la noticia, informarles sobre nuestra propia situación, la laboral, la social… y contribuimos a que nos miraran con otros ojos; haciéndoles creer que vivíamos en otra galaxia y que esto del periodismo era un paraíso: el cuarto poder.
Ahora, con este golpe de estado mundial y encubierto del neocapitalismo, perdemos nuestros puestos de trabajo, nuestro modo de vida, aquel que nos proporcionaba ingresos para pagar las facturas e ir tirando como cualquier hijo de vecino.  Y no, como la mayoría de ustedes, tampoco nosotros vivimos por encima de nuestras posibilidades en los supuestos años de la abundancia.
Y aunque algunos no puedan disimular su satisfacción porque los periodistas vayan al paro o por el cierre de un medio de comunicación, en especial si es un medio de comunicación con cuya línea editorial no coinciden, y sean incapaces de reprimir un ¡Que se jodan!, made in Fabra, no se engañen, las malas noticias nunca vienen solas. Aunque de seguir así es posible que no haya profesionales para contarlas. Tampoco las buenas.

domingo, 14 de octubre de 2012

No hay periodismo sin periodistas

No están los tiempos para sacar pecho. Y da la sensación de que ni mucho menos para reclamar dignidad y reconocimiento. Pero en eso estamos, a la espera de no ser confundidos con algún pecho lata tan habitual en estos días y por supuesto, desde la consciencia de saber que la dignidad y el reconocimiento se ganan día a día y de que se ha dilapidado mucho de ambos entre los empresarios de la comunicación, los políticos, los intrusos, las estrellas, las “estrellitas” y la precariedad laboral.
Algunos, de forma interesada, quieren situar el debate en el soporte, o lo que es lo mismo, en el continente frente al contenido. Otros, también por interés, buscan excusas en la crisis, a sabiendas de que el periodismo ya estaba en crisis antes de la debacle económica.
De modo que entre unos y otros engordan el debe y en el haber tan solo quedan los periodistas. Los profesionales que con aciertos y errores, pero desde la honestidad y el rigor, hacemos posible que la información fluya y que por tanto, se mantenga como un pilar básico e irrenunciable de la sociedad democrática el derecho a la información.
Suena a principio grandilocuente e incluso a algo obvio, pero es importante recordarlo, sobre todo ahora cuando se están cerrando o fusionando medios de comunicación, hay una peligrosa alineación de esos medios con el poder que los aleja de la deseable pluralidad y se aplican expedientes de regulación de empleo (ERES o ERTES) que contribuyen a que más de 4.000 periodistas hayan perdido su trabajo durante 2012.
En Andalucía, tan denostada por ignorantes y oportunistas del norte, los periodistas hemos puesto en marcha dos iniciativas para dentro de nuestras posibilidades dar la vuelta a la situación. Una, Se buscan periodistas (SBP), un proyecto que busca, a través del cooperativismo, crear medios de comunicación y empleo con el asesoramiento y la gestión de los propios periodistas; y otra, impulsada por la Asociación de la Prensa de Sevilla, la campaña #soyPeriodista, para recuperar esa dignidad y ese reconocimiento.  
Porque se puede elegir entre información y desinformación. Y porque no hay periodismo sin periodistas.  
 

viernes, 11 de febrero de 2011

Minutos de gloria

Los medios de comunicación crean monstruos. En realidad, no es cierto. Lo parece, pero sólo se limitan a hacer visible ese monstruo que todos llevamos dentro. Ese mismo que no se resiste a un mínimo de 3 minutos de gloria y que si le dejan está dispuesto a permanecer horas en la pantalla del televisor u ocupando páginas de periódicos y minutos en las ondas.
No, los medios de comunicación y los periodistas no creamos los monstruos, pero sí somos responsables de abrirles la puerta, de alimentarlos y de permitirles que permanezcan entre nosotros hasta que sucumben por la aparición de nuevos monstruos o son víctimas de su propia vacuidad.
A raíz de la aprobación y entrada vigor de la denominada Ley antitabaco hemos asistido, diría que atónitos e impertérritos, a la irrupción en nuestra rutina de una serie de personajes anónimos dispersos en varios puntos geográficos de España, cuyos logros eran ser propietarios de establecimientos hosteleros, bien bares o bien restaurantes, que se negaban a cumplir la mencionada ley.
A priori parecía simplemente una demostración de ignorancia o una campaña publicitaria gratuita para poblaciones y negocios. Ciertamente no son más que un grano de arena en el desierto, pero los medios de comunicación en lugar de cumplir su función de denuncia han optado por el amarillismo y por actuar de altavoz de uno de estos propietarios, casi elevando lo excepcional a lo ejemplar.
Ha ocurrido en la región que habito. Pero en defensa de los andaluces, al margen de aquellos que demuestren tener tan poco respeto por la ley como el propietario en cuestión, he de dejar constancia de que el tipo no es de aquí, sino que es uno de tantos a los que se ha acogido en esta hospitalaria tierra sin exigirle pedigrí alguno o rh positivo o negativo.
Así que ante la receptividad de los medios y un añadido de estupidez colectiva, el tipo, propietario de un asador en Marbella, se ha crecido y amparándose en la libertad de expresión ha mezclado churras con merinas (gobierno, marxismo, terrorismo...), para acabar presumiendo de criadillas y amenazar hasta al lucero del alba.
En materia avícola respondo con lo que me otorgó la naturaleza, un par como al resto de los mortales de sexo masculino, aunque dejé aparcada la ley de “misco” en tiempos de juventud, y los excesos de testosterona, vengan del premier italiano o de este neofascista de medio pelo que olvida que las leyes pueden no gustarnos pero eso no impide que haya que cumplirlas, además de producirme vergüenza ajena, me parecen una innegable muestra de falta de argumentos.
Y no me consuela pensar y mucho menos constatar aquello de que somos así. Porque me parece lamentable y denunciable la actitud de este individuo; vergonzosa como ciudadano y como profesional la actitud de los medios de comunicación ofreciendo minutos y páginas de cobertura a las bravatas de este tipo, y absolutamente desmesurada la sanción económica impuesta por la Junta de Andalucía, cuyo abono, me temo, se hará con la pasta que aflojen algunos medios de comunicación privados que no van a dudar en ofrecerle un cheque en blanco para que siga su vomito mental en horario de máxima audiencia.
La basura no distingue ni entiende de géneros, creo que ya tenemos la parejita. La indocumentada, analfabeta e ignorante estrella de la televisión española de Berlusconi ya tiene partenaire. La bobería ilustrada incrementa la cuota de pantalla. El reloj de los minutos de gloria no necesita que le den cuerda y continúa devorando horas. Ya se que los ignorantes somos los otros, porque ellos se lo llevan calentito, pero que tiempos aquellos en los que las páginas de un periódico envolvían el pescado y no había duda sobre dónde estaba el besugo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Àngeles sin alas

Los gobiernos siempre tienen el deseo y la intención de silenciar a los periodistas. En los llamados países civilizados lo hacen con presiones desde el ámbito político y el económico y en los países con regímenes totalitarios o donde el Estado apenas es perceptible se utilizan métodos menos refinados, desde el secuestro al asesinato, pasando por la expulsión de los periodistas extranjeros.
Eso es lo que ha ocurrido en Irán con la corresponsal de El País, Ángeles Espinosa. Su trabajo, ya saben contar lo que ocurre allí al margen de la versión oficial, no es del agrado del gobierno iraní y después de las correspondientes trabas administrativas e impedimentos para realizar su trabajo, ha sido “invitada” a abandonar Irán, tras 5 años como corresponsal, en el plazo de dos semanas.
Los guardianes de la revolución no entienden de transparencia informativa, pluralidad u otras ópticas sobre la realidad de su país ajenas a las suyas. Intuyo que la combinación periodista y mujer tampoco será del agrado de estos guardianes y mucho menos si se dedica a entrevistar a opositores al régimen islamista como Ahmad Montazerí, o a defender a Sakineh Ashtianí, condenada a morir lapidada, cuyo hijo y abogado acaban de “desaparecer” (previsiblemente detenidos por las autoridades iraníes) junto a los dos periodistas alemanes que les entrevistaban.
Escribía Antonio Machado, en el semanario reformista Idea Nueva, de Baeza, el 11 de febrero de 1915, que “Sin la Prensa, dada la constitución de las modernas sociedades, nuestra vida languidecería en un privatismo torpe, inmoral, egoísta. La ignorancia de cuanto atañe al interés de todos, consecuencia inmediata de la falta de Prensa, disolvería pronto las naciones en cábilas, las ciudades en tribus. Sólo los partidarios más o menos conscientes, más o menos embozados, de un retroceso a la barbarie pueden ser enemigos del periódico”.
Casi 100 años después, mantienen su vigencia las palabras del poeta. Los partidarios de la barbarie, embozados en el fanatismo religioso, cortan en Irán a Ángeles las alas.

lunes, 16 de agosto de 2010

Un periodista comprometido

La vida hoy me ha traído una sonrisa. En una jornada de mucho laboro, además de la fortuna de tener trabajo y recibir un salario por desempeñarlo, he recibido una gratificación extra.

Esta profesión mía, tan maltratada en demasiadas ocasiones, me ha brindado la oportunidad de conocer a unos de esos periodistas que agotan elogios y sitúan su trabajo a ese nivel que incluso las mayúsculas parece letras demasiado pequeñas para describirlo.

Recibió un Pulitzer hace más de una decena de años, pero no es partidario de vivir de las rentas. Y hoy prefiere hacer bandera de un periodismo de calidad y de compromiso a través de su criatura periodismohumano.com, antes que pasear esa condición de galardonado, con un premio con el que muchos se hubieran retirado a una columna o a un plató de televisión a opinar de lo divino y de lo humano, a la par que engordaban cartera y cuenta bancaria.

Pertenece a esa generación de periodistas de los que aún creen que viven para contarlo y que hay que contarlo bien, al margen del soporte en el que se cuente. Algo tan elemental y tan frecuentemente olvidado o minusvalorado como que el pasado, el presente y el futuro del periodismo estuvo, está y estará en la calidad de los contenidos y no en el glamour de los envoltorios.

Javier Bauluz denuncia que los medios de comunicación, las empresas periodísticas, están más pendientes de la cuenta de resultados, de la obtención de dinero, que de la calidad del trabajo periodístico. Esa prioridad al dinero y las puertas cerradas o entreabiertas, nunca francas, para publicar algunos reportajes en prensa y televisión le llevaron a crear su propio medio de comunicación, donde la decisión y la calidad de la información son patrimonio de los periodistas y no de los empresarios.

Cuando varios periodistas se juntan, además de ser probable que le hagan un traje a la medida a cualquiera con lengua y saliva como hilo y aguja, es inevitable que se hable de periodismo. Nuestro premio a un jornada intensa de laboro ha sido ese, un almuerzo de periodistas. Escasa tajada para algunos y bocato di cardinale para otros, como los tres compañeros que hemos tenido el placer de almorzar hoy con Javier Bauluz.

Un almuerzo donde al margen de las viandas el plato principal ha sido el periodismo. Y cuyos ingredientes han sido desmenuzados, condimentados, elaborados y presentados ante nosotros ávidos comensales con el obligado respeto a la materia prima y la adecuada distancia del artificio.

Del mismo modo que existe comida basura, la denominada fast food, existe el periodismo basura. Su ingesta es habitual y voluntaria entre la población, en especial, en las consideradas sociedades avanzadas. Bauluz, igual que otros periodistas comprometidos y convencidos de que el periodismo ha de ser un bien social, defiende que la información debe estar a la altura de la creación de un gourmet, pero que lejos de ser consumida sólo por las élites debería ser aperitivo o primer plato en cualquier casa de comidas.

Como postre me quedo con una reflexión de cosecha propia, dado que Internet proporciona la libertad de publicar contenidos y de acceder a ellos, no podemos seguir culpando al mensajero o al pagador del mensajero de lo que se sirve en nuestra mesa. Esa libertad de elección está a golpe de click.



Foto: Javier Bauluz.


lunes, 9 de agosto de 2010

Náuticos, avarcas y Kapuscinsky

Hemos comprado unos náuticos del pariente USA del Dr. Zhivago, por una cantidad razonable; unas avarcas, cuyo precio apunta hacia unas chanclas de diseño que por mucho diseño no dejan de ser chanclas, y un libro de Kapuscinsky, “Un día más con vida”, a mitad de su coste habitual. Los euros desembolsados en el calzado podrían haber sufragado hasta 11 libros como el adquirido; pero no es fácil andar con libros en los pies, aunque haya quien anda sin ellos en la cabeza.
El libro pertenece a una nueva colección de Anagrama, “Compactos”, y es a juicio de muchos la mejor obra del periodista polaco y según el propio autor, la que más le gustaba.
No hay periodista que se precie hoy en España capaz de no citar a Kapuscinsky, incluso aunque no haya leído algo de él; pero como todo el mundo sabe que escribía básicamente de África, que como todo el mundo sabe es un continente de negros, para mayor discriminación de los rifeños (y no va con segundas, amigo Rif), y que como todo el mundo sabe tiene una cita que por mor de repetirla ya se desconoce literalmente, pues se ha convertido en eso que algunos denominan un referente.
La cita universal de Kapuscinsky entre los plumillas viene a decir que las malas personas no tienen cabida en esta profesión, porque son malos periodistas. Algunos sustituyen lo de malas personas por cínicos y otros señalan que sólo las buenas personas son capaces de hacer una buena crónica.
Nunca he creído que esta profesión “goce” de más malos hijos de buena madre que otras. Tampoco creo que un cínico sea necesariamente una mala persona. Pero al evocar a África siempre tengo un recuerdo para las hienas. Y cuando pienso en las hienas me vienen a la memoria las palabras que oí hace años, procedentes de una reunión de viejas glorias con la que coincidía en una cafetería. Una de las voces de esa reunión siempre se elevaba sobre las demás y en aquella ocasión aseveró que “los rojos son como las hienas, comen mierda (carroña) y se ríen”. A mí me gusta pensar que las hienas tienen un desmesurado sentido del humor y un escaso paladar. Y también quiero pensar que quienes convierten en despectivo el término de hiena son animales que caminan sin libros en la cabeza.
La adicción al engaño me podría llevar a creer que Kapuscinsky es un referente del actual periodismo español. Sin embargo, como un más que probable resultado del cruce entre hiena y gato, se que sólo unos pocos son los herederos de este periodista polaco; los Ramón Lobo, Gervasio Sánchez, Mikel Ayestarán, Fran Sevilla…e imagino que más de uno se frotará las manos al leer la biografía del mismo, “Kapuscinsky, non-fiction”, escrita por su discípulo y amigo Domoslawski; en la que se le acusa de fabulador.
La fabulación es un ensueño. En ocasiones cercana al género periodístico o merecedora de tal distinción. Y el embaucamiento, bien puede estar presente en una biografía.
Algunos son capaces de abarcar kilómetros con la cabeza y otros, son incapaces de avanzar un paso con los pies. Hay quien calza náuticos porque nunca podrá pisar una cubierta y quien deslizándose en unas avarcas cree pasear por Menorca. Y sólo un fabulador sería capaz de renunciar a visitar África en compañía de Kapuscinsky y preferiría contemplar las cumbres nevadas del Kilimanjaro.

miércoles, 30 de junio de 2010

"Pierodistas"

Uno de mis peques dice sin rubor y con absoluto desconocimiento de lo que dice, con independencia de cómo lo diga, que sus padres son “pierodistas”. Oírlo de su boca, además de arrancar la consabida sonrisa, enorgullece; del mismo modo que es un orgullo ejercer la profesión que se ha elegido y para la cual uno se ha formado.
En demasiadas ocasiones, el periodismo y los periodistas son objeto de mofa, crítica y descrédito en las sociedades modernas. Y en algunas de esas ocasiones los ciudadanos llevan razón en su apreciación sobre la profesión y los profesionales que la ejercen. Aunque sería de agradecer la misma mofa, crítica y descrédito para otras profesiones que como ésta tienen malos profesionales y gente sin decencia ejerciéndolas.
Frente a esas profesiones, tan poco dadas a la crítica o a la denuncia de las malas praxis, el periodismo, tachado erróneamente de corporativista, asume que la crítica no sólo procede de fuera, sino que tiene su origen en la propia profesión. Porque actuaciones puntuales nos avergüenzan y lo hacen por partida doble, como ciudadanos y como profesionales.
El Campeonato del Mundo de Fútbol que se está celebrando en Sudáfrica nos ha brindado uno de esos momentos de bochorno profesional. Y los periodistas, en lugar de dar la callada por respuesta o mirar hacia otro lado, exponemos en la plaza pública a aquel que desde la profesión nos causa sofoco y provoca esa mofa, crítica y descrédito en la sociedad.
Ya conocen la historia, una periodista está en Sudáfrica cubriendo el torneo para una cadena privada de televisión de España. Es decir, ejerciendo su profesión como el resto de periodistas españoles y extranjeros. El pecado de esta periodista es ser la actual pareja del capitán y portero titular de la Selección Española y haber abandonado una cadena de televisión privada, La Sexta, para fichar por otra, Tele 5.
Estos mimbres y la ubicación de la periodista en el césped tras la portería española, lugar designado por la FIFA para los periodistas de las televisiones con los derechos de emisión del Mundial, sumados a una repentina atención por parte de los tabloides sensacionalistas británicos por su relación con el capitán de la Selección, han llevado a otro periodista, que representa a los periodistas de Madrid y ha representado durante años a los del resto de España, a agredir verbalmente a esa periodista, acusando a su cadena, Tele 5, de “maltrato” y calificando de “vergüenza” la ubicación de la periodista en el campo.
La “pierodista” ofendida se llama Sara Carbonero y el “pierodista” ofensor Fernando González Urbaneja; aunque a mí, como a mi peque, se me traba la lengua y tiendo a denominarle, sin rubor y con absoluto conocimiento, “Comadreja”. Lo que ni me enorgullece, ni me arranca sonrisa alguna.

domingo, 13 de junio de 2010

La muerte del mensajero

Uno de los mayores anhelos de los gobernantes es matar al mensajero. En particular, cuando los gobernantes son partidarios del totalitarismo, aunque se vistan de demócratas, y cuando los medios de comunicación han puesto sobre la mesa una variada oferta de corrupciones y abusos del poder, con la implicación directa o indirecta de esos gobernantes y/o sus allegados.
En Italia, Berlusconi, Il nuovo ducce, ha dado un paso más para lograr ese viejo anhelo de matar al mensajero con la aprobación en el Senado de la denominada “Ley mordaza”, una ley que impedirá a los medios de comunicación difundir las escuchas telefónicas realizadas a los presuntos implicados en la comisión de delitos. Es decir, que privará a los medios de comunicación de difundir escuchas como aquella en que se demostraban las relaciones de un ministro de Berlusconi con la Mafia.
Una ley, la de Berlusconi, que seguro aprobaría, si pudiera, el Partido de los Trabajadores (antiguo PP) en España, para evitar la difusión de escuchas telefónicas como las del caso Gürtel e impedir de esta forma que los españoles conocieran la existencia de esta trama de financiación ilegal del PP y la implicación y estrecha relación de relevantes dirigentes del partido con los cabecillas del negocio. Por supuesto, ambas presuntas.
A lo que se ve, la proliferación de medios públicos (convenientemente controlados por el gobierno de turno), la publicidad institucional (concedida al arbitrio de esos mismos gobiernos), la subvención al papel de las publicaciones, la autorización de monopolios de comunicación, la concesión de nuevas frecuencias de radio y televisión o la propiedad de medios de comunicación (caso de Berlusconi) no colman las ansias de intervención de esos gobernantes, siempre molestos con periodistas y medios de comunicación que mantienen viva la esencia del periodismo crítico con el poder, sea el que sea y venga de donde venga.
Al otro lado del Atlántico, otro demócrata, Hugo Chávez, El caudillo, desde las antípodas ideológicas a Berlusconi bebe en la misma fuente de los deseos para matar al mensajero e incrementa la presión y la persecución contra medios como Globovisión, insensible a la bonhomía de su gobierno.
Los intentos del poder por silenciar a los medios de comunicación y periodistas críticos no son nuevos. Pero sí preocupantes, en un tiempo en que la crisis golpea a periodistas y empresas de comunicación y cuando el debate se centra en el soporte del futuro (del papel al digital) y la viabilidad económica de su comercialización.
Ese futuro de los medios de comunicación, principalmente de la prensa, no es trivial, pero convendría no adormecerse con él y permanecer impasibles ante ataques como el de Berlusconi con la promulgación de leyes mordaza. Muerto el mensajero, el soporte es irrelevante.
Imagen: Portada de La Repubblica, el pasado viernes, 11 de junio de 2010, tras la aprobación de la "Ley mordaza" por el Senado italiano.

jueves, 28 de enero de 2010

Crónicas de la desgracia

Alguien tiene que contarlo. Y aunque se menoscaba a aquellos que lo hacen e incluso en los últimos tiempos se les lleva ante el juez por contarlo con pelos y señales y se les condena a cárcel, inhabilitación y multa, me siguen, corporativismo al margen, pareciendo imprescindibles.
Ya se que algunos piensan que en Haití sobran periodistas, mientras que yo opino que faltan alimentos y sobran militares estadounidenses. Es una opinión discutible, porque está hecha desde la distancia y basada en lo que cuentan los “expulsados” del aeropuerto de Puerto Príncipe, ahora convertido en base militar del Imperio.
Sin embargo, pese a las protestas de Hilaria Clinton y su “resentimiento” hacia las críticas de los medios de comunicación, yo me fío más de “vagamundos” como Fran Sevilla que de la secretaria de Estado USA o del propio Obama.
Desconfío del poder por definición. También por hábito y por convicción. Y aunque asumo que es lo práctico, no creo que ante la duda el mayordomo sea siempre el asesino. Del mismo modo que me cuesta creer que las armas de los marines sean de chocolate y sus pistolas, barras de pan.
Entre otras cosas porque fueron marines y no el mayordomo los que causaron con sus disparos la muerte de José Couso, camarógrafo de Tele5, en Irak y se supone que también fueron marines los que en Haití mataron con sus armas a Ricardo Ortega, en aquellos momentos freelance. Dos sucesos que visto lo visto y conocido hasta la fecha habrán causado pesar a la administración USA, pero ningún “resentimiento”.
Algunos dicen que los periodistas enviados a Haití sólo cuentan desgracias. Obviando que son las crónicas de un país asolado por un terremoto y por la miseria previa al seísmo.
Pero leo el “Diario de Haití” (http://blogs.rtve.es/fransevilla/posts), de Fran Sevilla, y al margen de las desgracias encuentro en sus escritos algo de esperanza, incluso para los que no estamos allí. Y dar esperanza a un pueblo como el haitiano que cuenta con un superávit de fe, pero con un déficit de esperanza me parece indispensable. Y más necesario que el desembarco de miles de marines.
Claro que esto también es discutible, porque yo siempre elijo la pluma en detrimento de la espada. Y prefiero las palabras a las pistolas, aunque sean barras de pan.

sábado, 16 de enero de 2010

Insultos y descalificaciones

El fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, que no hace honor a su nombre, se queja a imagen de plañidera de una a mi juicio inexistente campaña de insultos y descalificaciones contra los jueces y la Justicia por la disparatada condena del juez Ricardo Rodríguez contra el director de la Cadena SER, Daniel Anido, y su redactor jefe de Informativos, Rodolfo Irago, que como se recordará contempla cárcel, inhabilitación profesional y pago de multa e indemnización.
Hay numerosos profesionales que necesitan de la palabra y de conocimientos sobre ella para ejercer su labor, entre ellos los jueces, y también como no los periodistas, por eso me resulta un poco pueril tener que recordarle al fiscal general del Estado la riqueza de la lengua española y la extensa lista de sustantivos y adjetivos que habilita para insultar y descalificar, incluso al amparo de la libertad de expresión. Del mismo modo, lamento tener que recordarle al fiscal general del Estado que en ocasiones como la que nos ocupa es innecesario el insulto o la descalificación ajena, porque las propias actuaciones constituyen en sí insulto y descalificación.
Es difícil entender que el fiscal general del Estado pueda vislumbrar insulto y descalificación donde no hay más que crítica a una actuación puntual de un juez (ni siquiera se cuestiona su trayectoria o actuaciones anteriores) que es una mala praxis profesional y que por elevación traslade esa crítica a la labor de un juez y a la propia Fiscalía General del Estado a los jueces y a la Justicia, porque buscando el agravio corporativo y la generalización igual se consigue involucrar a una profesión y a un estamento que no han sido cuestionados o vilipendiados y de la que muchos de sus integrantes, a título personal y asociativo, se han manifestado respecto a la conocida condena contra estos dos periodistas por hacer bien su trabajo, con rigor y veracidad.
Según Conde-Pumpido, "en un estado de derecho cuando uno no está de acuerdo con una resolución judicial lo procedente es presentar el recurso correspondiente y no, digamos, iniciar una campaña de insulto y de descalificaciones del juez y de la Justicia sino impugnar la resolución con argumentos jurídicos" (http://www.cadenaser.com/sociedad/articulo/fiscal-estado-queja-campana-insultos-descalificaciones-justicia/serpro/20100115csrcsrsoc_1/Tes).
Conde-Pumpido debe ignorar o no se da por enterado de que los dos periodistas condenados han presentado recurso ante tamaño disparate de condena. Pero también debe haber olvidado que en un estado de derecho se presupone que los garantes de las libertades, y vuelvo a recordar que la de expresión y de información son pilares de ese estado de derecho, están obligados a garantizar esas libertades.
Me siento agredido y ofendido cuando se sobreestima mi grado de necedad, como ciudadano y como periodista, por esa condena, esbozo de una mordaza al ejercicio de la profesión periodística, y porque el estado de derecho que concibo es aquel en el que se garantizan las libertades básicas del mismo. Por ello desearía un sistema democrático en mi país que permitiese una mayor participación de la sociedad y una elección de los representantes de instituciones como la Fiscalía General del Estado al margen de “simpatías” políticas, donde primase la valía profesional del designado y no esa “simpatía”. De esta forma es posible que el elegido no olvidase que su negocio es la Justicia y no la política.
A mi no preocupa que me llamen necio, lo que me preocuparía y me descalificaría sería comportarme como tal.

lunes, 11 de enero de 2010

El mundo al revés

El fin de semana nos deja la muerte del corresponsal británico, Rupert Hamer, del Sunday Mirror, en Afganistán, junto a un marine estadounidense y a un soldado afgano. En la colisión de un vehículo militar con una pequeña bomba casera también resultó heridoal fotógrafo británico, Philip Coburn, compañero del periodista muerto.
En algunos lugares del mundo los periodistas siguen exponiendo sus vidas para ejercer su profesión. En España, hoy un periodista no expone su vida por ejercer su profesión, pero está expuesto a numerosos riesgos que dan a su trabajo un plus de peligrosidad no deseado y que le sitúa en el escaparate de la actualidad cuando su deseo es permanecer en la trastienda.
Como ya es conocido, un juez, Ricardo Rodríguez, ha decidido que dos periodistas de la Cadena SER, su director, Daniel Anido, y su redactor jefe de Informativos, Rodolfo Irago, abandonen la trastienda y ocupen un lugar en el escaparate que ningún periodista desea.
Ahora, el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, que no hace honor a su nombre, se suma al disparate perpetrado por el juez y avala la petición de penas de cárcel para Anido e Irago de la Fiscalía de Madrid. Una petición que supongo encontrará magnánima al ser sólo de 5 meses y no de 1 año y 9 meses como la condena del citado juez.
Uno entiende que el fiscal general del Estado es o debe ser garante de libertades y que dentro de éstas se incluyen las de expresión y de información. Del mismo modo que aún siendo profano en leyes, entiendo que si numerosos juristas han avalado en este caso que prevalezca el derecho a la información sobre otros derechos, resulta cuando menos sorprendente que la Fiscalía General del Estado deseche esos argumentos jurídicos y no haya conminado a la Fiscalía de Madrid a retirar su acusación y por tanto, su petición de cárcel para Anido e Irago. Y por tanto, respalde la persecución contra dos profesionales que han realizado su trabajo de forma correcta, con rigor y veracidad.
Si no fuera porque en el caso de Anido e Irago la condena implica cárcel e inhabilitación profesional podría contemplarse como una broma, ya que se condena a quien investiga la presunta red de corrupción en la Comunidad de Madrid, que entre otras cuestiones supuso en el año 2003 la repetición de unas Elecciones Autonómicas y el cambio de Gobierno por los tránsfugas Tamayo y Sáez, porque quien debería hacerlo o no lo hace o lo hace mal a la vista de los resultados.
El mundo al revés, se convierte la información en delito y al periodista en delincuente y prima la laxitud y una sensación de permisividad con el corrupto y el ladrón; en especial, si es un político. El aviso a navegantes ya es una amenaza y la mordaza se asemeja a un bozal.

domingo, 3 de enero de 2010

La segunda profesión más peligrosa del mundo

La prensa (los medios de comunicación) no está bien, pero los periodistas no andan mejor. Cerramos el año 2009 con la disparatada condena en España al director de la Cadena SER, Daniel Anido, y al redactor jefe de Informativos, Rodolfo Irago. Y abrimos el 2010 con la muerte de la periodista canadiense Michelle Lang, del Calgary Herald, en Afganistán, y con el secuestro de dos periodistas franceses de France 3, también en Afganistán.
La muerte de un periodista no es por desgracia algo nuevo. Lang no es la primera ni la última de una larga lista de periodistas muertos cuando realizaban su trabajo, a la que nosotros también aportamos nuestra cuota de pérdidas: Julio Anguita, Julio Fuentes, Ricardo Ortega, Miguel Gil, el cámara José Couso, el fotógrafo Juantxu Rodríguez. Y también nuestro pequeño milagro, el fotógrafo Morenatti, que “SÓLO” perdió un pie al estallar una bomba, que se podía haber llevado su vida.
Todos ellos encontraron la muerte cuando trataban de contarnos a través de la palabra y de las imágenes lo que estaba pasando en unos países, que en parte gracias a ellos ya no nos parecen tan lejanos, ni tan diferentes al nuestro. Lugares donde la gente trata de sobrevivir y donde estar vivo cuando cae la noche es el mayor logro imaginable; incluso superior al de alimentarse. Un vivo siente hambre; un muerto, ni eso.
En este caso las cifras no engañan y no se utilizan para “maquillar” éxitos o fracasos. La Federación Internacional de Periodista (FIP) acaba de publicar el informe de 2009: 137 periodistas y trabajadores de medios de comunicación muertos; 28 muertes más que en 2008. De esos 137 muertos, 113 fueron asesinados y sólo 24, fueron muertes por accidente.
Convendría no olvidar estos datos y estos hechos cuando con ligereza se habla de los periodistas y de la labor de informar. Y convendría no olvidarlo cuando se atribuye la condición de periodistas a un numeroso grupo de espantajos que puebla los medios de comunicación, en especial las cadenas de televisión, opinando de lo divino y de lo humano sin el menor rigor y profesionalidad.
En España y en muchos otros países, por suerte, un periodista no debe exponer su vida para ejercer su profesión. Pero no debemos olvidar que en otros países, por desgracia, los periodistas exponen a diario sus vidas para ejercer su profesión, que por si alguien lo ha olvidado es contar lo que pasar, con rigor y veracidad.
Como dicen que las desgracias nunca vienen solas, junto a los periodistas, mueren y son secuestrados de igual manera sus acompañantes, personas que hacen de traductores y guías, cuyas muertes y secuestros merecen un tratamiento informativo menor en los medios de comunicación occidentales. Pese a que como es obvio su muerte es tan lamentable y rechazable como el resto. Conviene también no olvidarlo.
Alguien me dijo una vez que la nuestra era la segunda profesión más peligrosa del mundo. Ingenuo o curioso, o ambas cosas, le pregunté sobre cuál era la primera, y sonriente me respondió que no se sabe.

domingo, 4 de octubre de 2009

Vivir para contarlo


El periodismo está en crisis. No es algo nuevo. Lleva en crisis desde hace demasiado tiempo, sólo que ahora la coincidencia con la crisis económica acrecienta la sensación e incluso la situación.
El periodismo está en crisis. Pero los periodistas no. Al menos, los que quedan al pie del cañón. Los periodistas están con ganas. Vapuleados por los empresarios de los medios de comunicación, vapuleados por los ciudadanos, vapuleados por los políticos y vapuleados por los periodistas, incluso por los periodistas que no lo son.
Y a pesar de eso, los periodistas siguen con ganas de contar las cosas. Porque esa es la cuestión fundamental: alguien tiene que contar lo que pasa. Y para contarlo están los periodistas, una profesión que algunos aún creen un oficio.
“Vivir para contarla”, dice el maestro García Márquez. Que existencia, vivir para contar lo que pasa y llegar a un punto en el que se es incapaz de hacer otra cosa. A pesar de que se de la sensación de que cada vez contamos menos cosas y las contamos peor.
Ayer sábado, 2 de octubre, 300.000 personas, entre ellas muchos periodistas, se manifestaron en Roma, en la plaza del Pueblo (piazza del Popolo), en defensa de la libertad de prensa (libertà di stampa). Con la consciencia o la inconsciencia de que el periodismo es de los pocos contrapoderes al servicio de los ciudadanos para combatir los excesos del poder y de que los periodistas y su ejercicio del periodismo son un instrumento de los ciudadanos para desenmascarar a los responsables de esos excesos.
En España, cuando el trío de las Azores con el convidado de Barroso decidió que en Irak habría una guerra, más del 80 por ciento de los ciudadanos se manifestaron en contra de esa guerra. Nadie recordará a los médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, profesores…. manifestarse contra esa guerra. Sólo los actores y los periodistas dijeron NO A LA GUERRA. Esa es la grandeza y la miseria de esta denostada profesión.
Ayer en Roma (que envidia; sana, pero aún así que mala es la envidia) los italianos nos han dado al resto de los europeos una lección de democracia y de defensa de las libertades. ¡Forza Italia!
Foto: Manifestantes en la plaza del Pueblo de Roma, publicada ayer sábado, 2 de octubre, en la edición digital del periódico L'Unita.

martes, 1 de septiembre de 2009

Basura

Los humanos somos unos grandes generadores de basura. Hay animales que también generan residuos, pero ni de lejos alcanzan las cifras de detritus producidas por los humanos. Estos residuos son fácilmente reconocibles en nuestro entorno, no se salva ni la naturaleza ni la urbe. Y sin embargo, los más nocivos son los que asimilamos por oídos y ojos, propagados por la boca a través de la voz y cuyo origen supuestamente está en el cerebro.
Algunos de estos residuos no son aptos para paladares exigentes, mientras otros constituyen la dieta diaria de consumidores voraces, aunque a pesar de unos y otros la ingesta de inmundicia forma ya parte de nuestra rutina.
Podríamos establecer diferentes tipos o categorías de residuos, pero no vale la pena porque al final no cambia su condición de desecho. La basura es basura, con independencia de quien la arroja.
Basura es el anuncio indiscreto por parte de una ministra y fuera de plazo en el calendario, ¡estas cosas no se hacen en pleno mes de agosto!, de una subida de impuestos por parte del gobierno de la nación. Del mismo modo que es basura su presunta máscara de globo sonda o los matices posteriores de otros ministros e incluso del presidente del gobierno.
Basura es que el jefe de la oposición, incapaz de limpiar su propia basura en Valencia, Madrid y Baleares, permita el veto a las preguntas de los periodistas o la expulsión de éstos de una sala cuando comparecen los dirigentes de su partido o él mismo para esparcir la basura del gobierno y no dar cuentas de la propia. Porque también es basura acusar sin pruebas a diestro y siniestro y no asumir responsabilidades, recibir regalos y asegurar que se han pagado cuando eso no es cierto o confundir deliberadamente trajes con anchoas para camuflar bolsos de Vuitton.
Basura es el silencio y la servidumbre de medios de comunicación y periodistas ante el poder político, ante las ruedas de prensa sin preguntas, ante las grabaciones y declaraciones “enlatadas” y ante los mítines o actos públicos televisados.
Y basura por excelencia es lo que arrojan algunas televisiones, no me refiero a los vertederos abiertos al público en los telediarios, sino a esos programas instalados en la sobremesa y en el ¡prime time! de algunas cadenas; a los que se une un extenso catálogo de despojos durante el estío.
Y por supuesto, es basura que un medio de comunicación como El Mundo dedique tiempo, talento y esfuerzo de sus profesionales y espacio en sus páginas a criticar la telebasura, para acabar “fichando” al residuo del tomate, muñequito diabólico con pretensiones de convertirse en monarca de los desperdicios, y rendir una columna a sus pies.
Demasiada basura y pocos o ningún basurero para recogerla.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Corresponsales de guerra

Conocí a Julio Anguita Parrado en la Universidad. Era más joven que yo y estaba unos cursos, no recuerdo si uno o dos, por debajo de mí. Me lo presentó una chica de Valencia, compañera suya de clase, que era a quien realmente yo conocía. Así que durante una época nos vimos con relativa frecuencia, tanto en la facultad como en mi propia casa.
Años más tarde, en la década de los noventa y por motivos de trabajo, conocí a su padre, Julio Anguita. Ya había perdido contacto con Julio A. Parrado, porque terminé antes que él los estudios y entre otras cosas, abandoné mi ciudad, Madrid, y vine al Sur. Es cierto que sabía que Julio estaba trabajando en El Mundo, porque alguien me lo había comentado y porque había visto su firma, y su propio padre me lo corroboró.
Me alegré por él cuando supe que cubriría la guerra de Irak para el periódico. Leí sus crónicas, como las de tantos otros como Julio Fuentes, que ya tampoco escribirá. Lamento que muriera en una de esas malditas guerras de los canallas que las hacen.
Nunca lo volví a ver. El Miércoles Santo de 2003 asistí a su funeral, multitudinario, en Alcolea (Córdoba). Demasiado joven para morir.
También recuerdo el asesinato de Juantxu Rodríguez en Panamá. Yo ya había inoculado el veneno de Don Mariano y me atreví a enviarle una carta con Otra crónica de navidad a Maruja Torres a la redacción de El País. Era diciembre de 1989. No es que importe mucho, pero casi 20 años más tarde no sé si le habrá llegado. Y como no, recuerdo a José Couso.
De los 8 fallecidos (periodistas, cámaras, fotógrafos) en el exterior sólo conocía a Julio Anguita Parrado. Así que ante cada noticia de una nueva desgracia en el exterior inevitablemente pienso en él. El otro día cuando me enteré de lo del fotógrafo Morenatti en Afganistán también. Ha perdido un pie, pero conserva su mirada para que podamos seguir viendo a través de ella. Me alegro de que siga entre nosotros.
Dice Ramón Lobo (por cierto, no dejen de leer sus Cuadernos de Kabul en elpais.com) que un corresponsal de guerra sólo tiene 3 maneras de hacer su trabajo: por libre, empotrado con un ejército combatiente (generalmente el estadounidense o el británico) o desde la habitación del hotel, con un whisky on the rock en la mano y viendo varios canales de televisión.
Lobo, hay una cuarta; la del periodista en la redacción, leyendo teletipos, titulando noticias de otros y cortando el texto para ajustarlo al espacio asignado en la página. Sí, ya sé que ese periodista no es un corresponsal de guerra. Probablemente sea un joven periodista que sueña con serlo. Uno de tantos con esa idea romántica y aventurera del periodista desplazado a la zona del conflicto, tan estereotipada y edulcorada por el cine y la literatura.
Pero también hay otros periodistas que no sueñan con ser corresponsales de guerra. Y sin embargo, reconocen el periodismo puro, el buen periodismo, en esas crónicas (como las de los Cuadernos de Kabul) y ven a través de los ojos y de las palabras de esos periodistas en zonas de riesgo. Ven y leen crónicas en las que no priman declaraciones vacías de responsables políticos y en las que aparentemente hay libertad para contar lo que se cuenta. Crónicas en las que lo cotidiano es noticia.
Ese periodismo, aparentemente sin peajes, servidumbres y presiones, es una rara avis, por la que a veces se paga un precio muy alto y del que sólo nos acordamos cuando las balas o la metralla alcanzan a uno de los nuestros. Entonces, algunos caen en la tentación de confundirlos con héroes y olvidan que sólo son personas que hacen su trabajo de la mejor manera posible. Aún así, cuando los matan o los hieren, a mí me provocan las lágrimas del corazón, lágrimas que no se ven ni se secan, porque son el llanto de una vida. De modo que Lobo, Gervasio, Ayestarán y el resto, cuidaos, que tenéis que volver para seguir contándolo.