lunes, 18 de julio de 2016

20 años de Etnosur


Ya lo decía Gardel en aquel tango “sentir que es un soplo la vida, que 20 años es nada”. Ya cantaba María Teresa Vera aquel bolero a ese amor de “veinte años atrás”. Y así entre otros sones y ritmos también hemos llegado a los 20 años de Etnosur, los Encuentros Étnicos de la Sierra Sur que parió el amigo Pedro Melguizo y que cada año nos hacen más viejos, este julio al menos dos décadas, pero que paradójicamente nos rejuvenecen. 
Siempre lo he dicho, para mí Etnosur es el Festival de la convivencia y el color. Podría decirse por tanto que es el Festival de la C. Entre otras cosas porque siempre se hace con, con música, con arte, con talento, con luz, con aroma, con esfuerzo, con generosidad, con participación, con los de aquí y con los de allá y con compromiso.  
Ya sé que me repito. Ya sé que no es la primera vez que escribo sobre Etnosur. Y tampoco será la última. Porque en esas dos décadas que ahora festejamos son muchos los viajes de ida y vuelta realizados, como esos sones que cruzaron el Atlántico en una y otra dirección, y porque espero que en los años venideros se produzcan nuevos viajes. Navegando por el mar de olivos entre Jaén y Alcalá la Real, tomando como referencia ese faro que es el castillo de La Mota y siguiendo ese haz de luz que invita a visitar, a conocer, a disfrutar, a convivir… y siempre, a soñar.
Insisto en la que cultura es un puente que conduce a la convivencia. Está abierto al tránsito y cualquiera pueda cruzarlo. No establece fronteras, no requiere pasaportes o visados y por supuesto carece de guardas uniformados y barreras. Pero demanda curiosidad, mentes abiertas y ganas de aprender. 
Ese puente se ha extendido los últimos 20 años durante 3 días en esta tierra fronteriza que no entiende de fronteras. Hemos disfrutado, hemos aprendido y hemos vivido. Hemos etnosureado. Porque mientras en otros lares engrasan los goznes y anhelan pesados cerrojos que conviertan puertas y pasos en infranqueables, aquí permanecen abiertas las ventanas para que fluya el aire de la sierra, un aire de palabras, de imágenes, de olores y de música. 
Estamos para otros 20, pero nos conformaremos con ir de uno en uno. En 2017, el 21. Y a seguir soplando velas.