sábado, 18 de febrero de 2012

Niña de ojos de luna

A la niña Laura le ha dado su luz la luna. Iluminó su cara pero le ha negado la sonrisa. Y aún así, nunca se ha dado por vencida y ha buscado sonreír. Consciente de que el resultado de la lucha podría obligarla a renunciar a algunos sueños y le impedía alcanzar las estrellas, apostó por vivir y no le dio la espalda a esa pelea.
El viento de la mañana ha traído la mala nueva, placebos para el dolor y la negación de la esperanza. Su desesperanza, que son nuestras lágrimas, aviva el recuerdo de cuando llegó a nuestras vidas; con sus palabras, con sus vivencias del despertar a la vida y su amor a la poesía. Esos materiales con los que levantó su morada en nuestros corazones, cuyas paredes podrán desplomarse, pero cuyos cimientos permanecerán inamovibles.
Llegó la noticia, como todas las malas noticias, de improviso y golpeando en aquellos rincones del ser donde es inútil la defensa y no existe lugar para la resistencia. Andaba yo buscando una cinta para atar el tiempo y evitar su extravío y ahora, daría cualquier cosa por hallar un cordel con el que amarrar su tiempo e impedir que se apague.
Es difícil, casi imposible, no dejarse atrapar por los tentáculos de la tristeza, escapar al dolor y contener la rabia. Pero chiquilla Kaede, de piernas largas y ojos de luna, tú que no alcanzaste las estrellas y ahora te convertirás en una de ellas, no mereces nuestro adiós preñado de dolor y tristeza, mereces partir con nuestra bendición, el mejor de los ánimos y nuestro cariño.
Y saber que la despedida nunca es definitiva, que permanecerás en nuestros corazones hasta que volvamos a encontrarnos en cualquier mar al que nos conduzcan los ríos de la vida, donde nos esperarás tejiendo una red de luz, palabras y poesía.

martes, 14 de febrero de 2012

San Valentín

Hoy es el día en que pasan esa lista en la que sólo figura tu nombre y sin adquirirlas tienes todas las papeletas para que te pongan falta. El mismo en que las flores sustituyen a las palabras para aquellos que consciente o inconscientemente ya no tienen qué decir y se esconden tras un ramo para no pronunciar el pronombre y el verbo que al otro lado desean oír. Palabras que se confunden con los pétalos de esas flores y que la costumbre vacía de contenido ante la evidencia de los hechos.
Nadie pasa lista a los corazones solitarios, que sienten la quemazón de la soledad y se lamen las viejas heridas. Y aún así, porque nadie escapa a la machacona propaganda, siempre se abren espacios a la duda o simplemente se alimenta el deseo hacia lo que se carece o la nostalgia de lo que nunca se tuvo.
Triunfa el márketing frente a los sentimientos y si desprecias la hoja del calendario y si no marcaste con rojo carmín ese 14 fatal del mes de los locos te convertirás en el ser estigmatizado, marcado con una equis de negro indeleble que desde el otro lado se encargarán de exhibir.
Pero es peor la mirada que constata la ausencia al pasar lista. Y de pronto parece que pasaran lista también en las floristerías de la ciudad, en las bombonerías y en los grandes almacenes. Y la falta de movimientos del dinero de plástico y el reposo del de papel en la cartera se convierten en dedos acusadores y buscan unos labios que griten al viento que no tienes corazón.
Algunos afirmarán que el descreimiento ronda los límites de la osadía y empuja al cinismo, pero qué listos los que mienten un día para esconder la verdad de los 364 restantes.

lunes, 13 de febrero de 2012

Iguales ante la ley

El artículo 14 de la Constitución Española asegura literalmente que “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión o cualquier otra condición de o circunstancia personal o social”. De lo que se deduce que la ley es igual para todos y por tanto la desigualdad se produce en su aplicación.
La interpretación de la ley condiciona su aplicación y es por tanto esa interpretación la que pone en entredicho el propio concepto de justicia. Cuando esa interpretación se convierte en un manoseo obsceno y en un retorcimiento de las palabras para justificar y garantizar la impunidad y permite que la misma norma sirva indistintamente para la absolución o la condena es que algo falla en su redacción o en su fundamento.
Necesitamos pues leyes inequívocas que establezcan con nitidez la comisión del delito y que no permitan una lectura ambigua y no faciliten decisiones judiciales que propicien la controversia y den a ese artículo 14 de la Constitución Española el valor del papel mojado en el que la tinta de lo escrito se diluye hasta lo ilegible.
A la vista de los caso más recientes y sonados del ámbito judicial español, los procesamientos del ex presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, y del juez Baltasar Garzón, es innegable la percepción de desigualdad ante la ley, lo que implica desconfianza en el sistema judicial español y una sensación de indefensión ante la justicia. Elementos que siembran dudas y fomentan el desprestigio de la justicia y que afectan no sólo a los administrados, sino a aquellos jueces y profesionales de la Administración de Justicia que en incontables ocasiones y alejados de los focos realizan su labor con escasez de recursos humanos y económicos y un escrupuloso respeto a los principios que en origen demandaron la necesidad de establecer normas de obligado cumplimiento entre los ciudadanos y de que alguien velara la aplicación de las mismas.
Hoy la justicia lejos de apuntalar los pilares del Estado y constituir uno de esos pilares aparece como un instrumento, no como un fin, que manejan unos pocos, a los que otorga un poder extremado en su uso, con independencia de la posibilidad de presentar recursos en estancias superiores que puedan corregir los excesos en ese uso. Es indiscutible que el poder que emana la figura de un juez, una sola persona, en sede judicial y del que hace uso contrasta con la vulnerabilidad del encausado, al margen de los motivos que le hayan conducido al banquillo de los acusados.
Los 3 procesamientos al juez Baltasar Garzón, por las autorización de escuchas entre los imputados por la trama de corrupción Gürtel y sus abogados, la financiación por el banco de Botín de unos cursos organizados en Nueva York y los crímenes del franquismo, suponen un antes y un después en la concepción y el sentido de la justicia en España y acrecientan esas sensaciones de indefensión y vulnerabilidad, no sólo por el poder omnímodo de los jueces, sino, y esto es lo más preocupante, por el uso y provecho de la justicia como instrumento de venganza y ajuste de cuentas desde diferentes poderes (judicial, político y económico) contra un servidor de la justicia que pese a luces y sombras o claroscuros siempre se distinguió por la búsqueda de la justicia y no por su instrumentalización.
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lunes, 6 de febrero de 2012

El derecho a vivir

Agitar las conciencias. Mecer los vientos de la mente y abrir ventanas para que fluyan y se renueven. Despertar para rebelarse contra el miedo y superar la parálisis que éste siempre produce. Es fácil pensarlo, decirlo y por supuesto, escribirlo.
La realidad, sin embargo, dicen que es obstinada. Y debe ser así, porque salvo casos contados y los primeros pasos del denominado Movimiento 15-M, permanecemos paralizados, sumidos en el inmovilismo o en su defecto buscando la postura que nos haga pasar desapercibidos para que el mensajero portador de malas noticias deje su misiva al que está a nuestro lado.
Nos agarramos a la resistencia para disfrazar el miedo y nos justificamos en las circunstancias para aceptar con la cabeza gacha lo que ya ha llegado y lo que está por venir. Sí, ese mismo porvenir que ya damos por escrito, elaborado en la misma sala de máquinas donde se engendró esta crisis tramposa, que ha sido el mejor instrumento del neocapitalismo para sobrevivir y planificar las pautas de la involución que comienza a instaurarse en la vieja Europa y desde donde amenaza con extenderse al resto del mundo.
Abatidos, presas del conformismo, nos arrastramos ante la interminable lista de plagas económicas que nos asolan; esos jinetes de un nuevo Apocalipsis que recitan los locutores de radio y televisión como una maldición de alguna deidad y que toman la portada y las páginas de las publicaciones para no dejar lugar a la esperanza, con conceptos y términos técnicos cuyo significado nos es ajeno pero que voluntariamente hemos asociado a la debacle. La misma lista del miedo que sirve de coartada a nuestros gobernantes.
Huérfanos y desorientados, volvemos la mirada a Francia y nos damos por satisfechos con el enunciado de cuatro postulados progresistas, que probablemente no sean más que una retahíla de promesas electorales. Un lastre del que se podrá prescindir en el caso de alcanzar un triunfo electoral. Y aún así, al apagarse las luces no sólo en Europa, sino más allá del Atlántico y en Oriente, la llama francesa, pese a su inconsistencia y la escasa fiabilidad de su portador, aparece como el guijarro que brilla con el reflejo de la luna para reconocer el camino de regreso. Y ese es el error y la perdición: soñar con regresar. ¿Retornar a dónde? ¿Y para qué? ¿Confrontar dos modelos que no atienden las demandas de los pueblos y sólo dan respuesta al poder político y económico? ¿Esperar que la crisis, como en otras etapas de la historia, haga resurgir el totalitarismo?

domingo, 5 de febrero de 2012

El valor de las promesas

Las promesas son deseos lanzados al aire que trazan un vuelo a la espera de ser cumplidas. Su valor lo marca el cumplimiento, cuando debía ser al revés y comprender que lo verdaderamente valioso es lo prometido y más concretamente el acto de prometer, por lo que implica de compromiso. Y aún así eso no devalúa el cumplimiento.
A quien lanza una promesa se le presupone el convencimiento y el deseo de cumplirla, salvo a quienes hacen del engaño un arte y prometen sin importar lo prometido y por supuesto, sin intención de cumplirlo.
Hay quien promete alcanzar la luna y nunca despega los pies del suelo porque la vida le pone plomo en las suelas. De modo que se mortifica pensando que nunca alcanzará la luna. Lo práctico sería quitarse los zapatos para liberar el plomo y poder despegarse del suelo, pero hay ocasiones en que la vida pone tanto plomo que te clava al piso y te impide volar.
Quizás por eso procuro prometer poco y cumplir lo prometido, aunque eso no me exima de algún incumplimiento. Pero soy consciente de la dificultad que entraña, así que valoro las promesas de otros y aunque como a cualquiera me place el cumplimiento, asumo que el valor reside en la promesa y que se puede liberar el compromiso, para simplemente contemplar el vuelo.