sábado, 26 de abril de 2014

La rosa de Sant Jordi

La rosa de Sant Jordi bien pudiera ser el corazón del dragón. O una lágrima de sangre. La tinta que preña de palabras el libro para darle vida. El florecimiento del verbo frente al fuego y la lanza.
Este año por eso de los caprichos del destino, mientras las rosas rojas honraban la memoria y el legado de Cervantes y Shakespeare, el amarillo se abría paso para sangrar otras rosas en el último viaje del escritor colombiano Gabriel García Márquez.
Y así por un jardín de rosas y letras deambulábamos en busca de ficciones y realidad atrapadas entre las tapas de un libro, a la espera de ser liberadas.
En esta ocasión las labores de búsqueda les han correspondido a los peques. Desconocedores de que serían esas ficciones y realidades las que los liberarían a ellos y les colocarían unas pequeñas alas para ver más allá de las cuatro paredes de su habitación.
Más proclives hoy a montar el corcel y blandir la lanza contra el dragón, han recibido junto a sus libros esa rosa de Sant Jordi,  que contribuye a mantener una hermosa tradición y que les ayudará a comprender algún día que ellos también han florecido con la lectura de cada libro.

viernes, 18 de abril de 2014

Las letras dejaron de bailar

Se fue la Garbo y ahora Gabo no le ha andado a la zaga. Nos quedan Macondo y aquellos otros territorios imaginarios cuyas puertas nos abren la literatura y los grandes escritores.
No voy a escribir sobre García Márquez y su obra literaria y periodística. Tampoco sobre ese nuevo Siglo de Oro de la literatura española que supuso en el XX el boom de la narrativa, fundamentalmente, del otro lado del Atlántico. Y no voy a citar a otros para dejar en el olvido a aquellos que no lo merecen.
Y mucho menos voy a presumir o a dejar constancia de haber conocido a García Márquez más allá de su obra literaria. Nunca, que yo sepa, coincidimos en parte alguna. Así que no tengo material de primera, ni siquiera de segunda; carezco de anécdotas o del deslumbramiento correspondiente ante una presencia que se me antoja inenarrable por su doble condición de creador literario y periodístico.
Recuerdo haber leído “Crónica de una muerte anunciada” de un tirón en una madrugada y no he olvidado que amarré la nave a la espera de que amainase la tempestad con “El amor en los tiempos del cólera”, a la que siempre añadía la coletilla ‘y de la cólera’. Nunca tuve putas tristes, pero no fui indiferente a esa falta de alegría, así que compartí las de la memoria de aquel viejo y entrañable gacetillero nacido de la pluma de Gabo. Y no me dieron la opción de vivir para contarlo, así que tuve que conformarme con contarlo para vivir.
En pocos meses, apenas un suspiro, la pelona no ha parado de danzar. México, un país que viste a la muerte de fiesta, se ha llevado de jarana a Gelman y a García Márquez, pero las letras dejaron de bailar. Y a nosotros nos quedó cara de funeral.

martes, 15 de abril de 2014

Reos de las palabras

Somos reos de lo que decimos y de lo que escribimos. Para bien o para mal. Si bien cuando hablamos puede existir una excusa para haber dicho algo que desde la reflexión y la templanza nunca o rara vez afirmaríamos, en el caso de la escritura no hay tal, escribimos lo que queremos decir. Y aunque lo escrito forme parte de un contexto, éste no varía por lo general su sentido.
Viene esto a cuento de que hace unos días leía la siguiente afirmación: “Los malos poetas y los malos periodistas abusan de las metáforas”. No soy poeta, pero no pude menos que pensar en la literatura española desde Cervantes hasta el Siglo de Oro y por supuesto en generaciones como la del 27. Pensé como ejemplo en Góngora y García Lorca, maestros en el uso de la metáfora en su poesía. Y no me atrevería a afirmar que ambos o uno solo de ellos son malos poetas; aunque exista quien crea que se exceden en el uso de la metáfora y la simbología.
Y también recordé otra aseveración similar respecto a la calidad de lo escrito, en esa ocasión con una alusión al uso de los adjetivos calificativos. Obviando la obra de autores como Azorín, Pío Baroja o Sánchez Ferlosio, cuya prosa tampoco creo sea desdeñable.
Los autores frecuentan los géneros literarios de su agrado y utilizan los elementos que les brinda el lenguaje para crear su propio estilo, aquel que dota a su obra de una impronta propia, y que es evidente no ha de ser del gusto de todos, una apreciación personal que no resta o añade calidad a lo escrito.
Respecto al periodismo, cualquier periodista con formación periodística es conocedor de que las licencias literarias están reservadas a poco géneros periodísticos y que en su quehacer prima la información y los datos contrastados que la sustentan. Aun así hay prestigiosos periodistas, considerados por algunos maestros, que han sabido conjugar ambos aspectos como Mariano José de Larra, Manuel Chaves Nogales, Tom Wolfe o Gay Talese, por citar a algunos.
Lo que me lleva a concluir que la baja o escasa calidad en la escritura tiene más que ver con el uso de tópicos, lugares comunes y frases hechas que con el uso consciente, y por tanto intencionado, de los recursos que la lengua ofrece.
 
“Los malos poetas y los malos periodistas abusan de las metáforas. Como la noche, el corazón de las tinieblas y otros lugares comunes, tan desgastados que apestan. Las palabras gastadas reducen la capacidad de entender la realidad”.
Blog de Alfonso Armada.
 

lunes, 14 de abril de 2014

14 de abril

En el territorio independiente que habito, las cuatro paredes de mi casa, hay senderos y veredas, caminos y carreteras que cruzan y comunican los mundos paralelos de la realidad y los sueños.
Hay un barco de palabras que navega en océanos de agua y mares de olivos. Y un abril de pensamientos y memoria floridos, de rosas y claveles; de nardos ensangrentados.
Hay callejones, calles y avenidas; como esta avenida de luz, anhelo del retorno de aquellas alamedas en las que una vez pasearon los hombres y las mujeres libres.


sábado, 12 de abril de 2014

Pensamiento prêt-à-porter

La denominación no es mía, es de la catedrática de Literatura de la Universidad de Zaragoza y especialista en el Siglo de Oro, Aurora Egido.
Podría denominarse también pensamiento franquicia o remedando aquel 'que inventen ellos', 'que piensen otros'. Que sería lo más ajustado, porque el prêt-à-porter, en origen y por tanto en concepto, significaba el acceso para todos a un diseño y estilo de moda (era tramposo, porque no era real, ya que vendía la idea de alta costura a precio popular); lo que aplicado al pensamiento exigiría como punto de partido la capacidad, la necesidad y el interés por utilizar el cerebro más allá de su ubicación como relleno de la calavera.
La realidad es que ese pensamiento franquicia está hoy unido indisolublemente al pensamiento único en la sociedad española. Y por ignorancia y por los sucesivos fracasos del modelo educativo (la gran falla de la actual democracia española, gobierne quien gobierne) estamos hoy más que nunca sumidos en el axioma de estás conmigo o estás contra mí; que viene a ser como aquello de trazar una línea en el suelo y en función de dónde te sitúas, a uno u otro lado de la línea, serás catalogado. O lo que es lo mismo no se incentiva la autocrítica, ni mucho menos la crítica.
Piensas como yo o piensas contra mí. Falso. En el fondo se busca la sobrevaloración de la capacidad de pensar en aquellos que no la ejercitan para anularla. Conseguido esto, da igual que el producto se venda en el comercio de barrio o en las grandes superficies; la accesibilidad al pensamiento único, teledirigido, en una u otra dirección, la garantizan los medios de comunicación, en particular, la televisión.
Distraídos con el vuelo de la mosca, olvidamos a la mosca.
El reto es mayúsculo, primero hemos de ser capaces de pensar por nosotros mismos. El siguiente paso es actuar.