viernes, 26 de mayo de 2023

El último baile

 
En el último baile apenas caben las miradas y son torpes los pasos. Trazas con el dedo una línea en el suelo y donde ya no cabe una vida suena una vieja melodía. Atrapados en una baldosa mueren los sueños y por un instante, bordeando el precipicio, eres quien nunca alcanzaste a ser. 
Frente al abismo, los hilos están en tus manos, pero desvencijadas las extremidades sólo se vislumbra en el rostro el rictus que alguna vez fue sonrisa. Y como tampoco hay ya lugar para el llanto, sólo cabe mirar al horizonte. 
El atardecer anuncia el mañana, pero también es el preámbulo de noches largas. Y esas veladas que una vez fueron la existencia son hoy apenas una invitación al naufragio. 
En la liturgia de los corazones solitarios nunca tuvo cabida el relato de la redención, tampoco el del arrepentimiento. La única comunión fue con el existir y la resurrección se vivía a diario, tan sólo era necesario poner el pie en el suelo al abandonar la cama. 
Ahora escuchas al trovador como si entonara una plegaria y las cuerdas de la guitarra son un ring en el que estás destinado a besar la lona. Un beso de labios áridos que agita recuerdos y reabre heridas que nunca acaban de cerrar. 
Los hilos se escapan entre los dedos, como antes lo hizo la arena o el agua; incluso la plata. Incapaz de asir nada, dejaste volar las cometas sin pararte un instante a contemplarlas en ese mismo cielo que hoy se oscurece sin siquiera ofrecerte agua. 
Aún así es tu baile. Tu último baile. Ese donde los pasos son torpes y apenas caben las miradas. Ese en el que un susurro al oído te hace creer en que hay esperanza, mientras una vez más buscas la luna entre los hielos del vaso.