miércoles, 30 de noviembre de 2011

Deambular artístico

Escher, en el Parque de las Ciencias de Granada. Delacroix, en CaixaForum de Madrid. Y el Hermitage, en el Museo del Prado. En 8 días, un recorrido de ensueño. Mejorable, por supuesto. Pero irrepetible, también.
Los gatos somos de deambular, aunque también nos gusta tumbarnos al sol y con los ojos entreabiertos o semicerrados observar a nuestro alrededor. Y, cómo no, somos criaturas de la noche. No gustamos a mucha gente. Hay quien cree que no somos de fiar, solitarios, huraños… Prefieren a los perros.
Que nadie se engañe. Rara vez he visto a un perro deambular entre obras de arte y mucho menos, disfrutar con ello. Miran, babean y quizás, si hay suerte, se abstengan de dejar un recuerdo en el piso o de regar el pedestal de una estatua.
En cambio para un gato, un museo es un magnífico lugar por el que deambular, donde deslizarse entre la gente y observar, incluso con descaro, porque las pinturas, esculturas o cualquier otra obra expuesta atraen la atención de los visitantes, casi de forma hipnótica, y no reparan en el gato ni siquiera cuando les roza al pasar.
Conocía las composiciones geométricas de Escher, sus escaleras imposibles y su peculiar perspectiva, pero desconocía su primera obra, sus paisajes de rincones italianos y sus miradas nocturnas sobre esos paisajes. Me cautivó un nocturno del Coliseo.
Delacroix no me apasiona, pero es un privilegio contemplar una centena de sus obras. Sus alegorías, la influencia de otros artistas en su obra y su marcado carácter romántico. Me llamaron la atención sobremanera un par de acuarelas.
El Hermitage, y en el Prado, es sencillamente un lujo. Me quedé con ganas de más. Y aún así, al terminar de deambular por la exposición subí al claustro, me senté en un banco, rodeado de esculturas de bronce y mármol, y repasé mentalmente lo que había contemplado hacía unos minutos. Las pinturas, las joyas y, especialmente, las esculturas, como las de Canova y Rodin.
Hay quién dice que no pisa un museo o una galería porque no entiende de arte. Imagínense lo que puede entender un gato. Pero no creo que nadie sea inmune a los sentimientos y emociones que nos transmiten una pintura, una escultura o cualquier otra expresión artística, con independencia de la intención de su autor al crearla. Sumar a esos sentimientos y a esas emociones además el conocimiento es uno de nuestros retos pendientes como sociedad. Aprendamos y demos la oportunidad a los que vienen detrás para que también aprendan. Pero mientras, no renuncien a deambular como un gato por los salones de una pinacoteca o por cualquier sala de exposiciones.

lunes, 28 de noviembre de 2011

PULSO

No soy de echar pulsos, pero si gusto de tomar el pulso de lo que acontece a mi alrededor. Sin embargo, los tiempos que se anuncian son una invitación a mantener ambos pulsos. Para lo que es necesaria la observación de lo que ocurre en nuestro entorno, pero también el compromiso para explicarlo e intentar voltearlo.
Si a ello se le suma el entusiasmo y unas dosis de voluntad y esfuerzo y si se encuentra a un grupo de personas dispuestas a navegar por aguas revueltas y a un capitán que pilote la nave no es extraño que surjan proyectos como la revista digital PULSO, que hoy “ha caído” en la Red.
Una publicación que a través de las palabras y de las imágenes, en distintos formatos y estructuras, intenta mostrar una visión crítica de la realidad, sin caer en la desesperanza. Aún siendo conscientes de la desigualdad de fuerzas y potencia con el adversario y lo que es peor, de cómo los ciudadanos, en su mayoría, se entregan al desencanto y a la apatía y enarbolan la bandera blanca sin ofrecer resistencia ni siquiera en el ámbito de las ideas.
La tripulación de esta nave es variopinta y está abierta a nuevas incorporaciones. Además de los oficiales, la marinería, los cocineros y el resto de tripulantes, alguien pensó que también sería bienvenido un gato, aunque sólo sea para entretener a los ratones. Agradezco a mi amigo Víctor Donamaría su invitación para subirme al barco, y al capitán, Manuel Álvarez Machado, que aceptara a un felino a bordo sin preguntar a los ratones.
Como siempre en cualquier tiempo presente se dirime el futuro y en eso consiste, y en eso estamos en PULSO, en intentar dibujar el camino que nos lleve a un futuro en el que quepamos todos y en el que queramos estar; y no en esta senda por la que nos conducen como si fuéramos ganado, a pesar de que a veces lo parezcamos, y en la que nos privan de nuestra condición de personas para transformarnos en números que se dividen y restan para multiplicar y sumar las cuentas corrientes de unos pocos.
Quizás PULSO sea sólo una mínima opción para canalizar la indignación, un sueño que acabe desvaneciéndose antes incluso de abrir los ojos, pero al menos habrá parpadeado.

lunes, 21 de noviembre de 2011

La oscuridad

He abierto la ventana para sentir si corría un viento helado. Para saber si las nubes además de agua arrastraban el poso de la tristeza, mientras la negrura del cielo pintaba el presente y teñía el futuro de aquel blanco y negro del pasado que ingenuamente creíamos superado.
El miedo y la ignorancia prevalecen frente a la razón. Y la incertidumbre trae la certeza de que lo peor aún está por llegar. De modo que el hielo compartirá viento y venas y encogerá los corazones; incluso aquellos que hoy creen florecer, cegados por un éxito efímero que no logra esconder una derrota mayor.
No escaparán a la oscuridad, ni aquellos habituados a caminar entre tinieblas. Y sólo los que buscan el sol, pese a correr el peligro de quedar ciegos al mirarlo, podrán hacer tornar la luz.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Nada que perder

Hay quienes creen que no tienen nada que perder porque nunca ganaron algo. Los que no sienten el impulso de salir corriendo. Y para quienes el vértigo, lejos de ser una sensación o un padecimiento, no es más que el relato de otros al borde de un abismo real o imaginario.
Hay quienes nunca sintieron el aleteo de las mariposas, ni las brasas de la ausencia en el estómago. Y prefieren andar de puntillas y apenas rozar con la punta de los dedos a quienes se cruzan en su camino.
Hay quienes presumen de carecer de temor, pero no logran disimular su estremecimiento al ver reflejada su imagen ante el espejo. Y tiemblan ante las palabras no pronunciadas; las mismas que nunca escucharán.
Aún así no renuncian a hundir los pies en la arena y enviar en botellas mensajes sin destinatario; a perder la mirada en el horizonte y esperar que al menos un golpe de mar cambie su presente. Incluso devolviéndoles alguna de esas botellas con un mensaje, que leerán como si fueran sus destinatarios.
Hay quienes escarban en la arena en busca de una solución para los enigmas que trae el aire. Y dibujan con el verbo propio y ajeno muros de cristal que borra el agua.
Sospechan que el futuro está perdido y que ese presente es demasiado previsible.

lunes, 14 de noviembre de 2011

La otra cosa

Se va. Pero cuesta creerlo. Hay quien piensa que no es más que una estratagema, otra vuelta de tuerca, para mover los hilos desde la sombra. Lo que no han conseguido la corrupción, las leyes a medida para esquivar la acción de la Justicia, los monopolios empresariales, la ausencia de libertad informativa y las escasas voces que se levantaron contra Il bufone lo ha logrado, en apariencia, la crisis económica.
Berlusconi, Il nuovo duce, se ha visto forzado a abandonar la primera línea de la política italiana. La duda es si deja un sistema tan podrido que ni siquiera su dimisión será suficiente para recuperar un Estado democrático y sus instituciones.
Italia merece a alguien mejor. Los que reían las gracias de Berlusconi y le auparon al poder con sus votos han sido los primeros en salir a la calle. Como si con ello pagaran su responsabilidad o lavaran sus manos. Pero nadie puede asegurar que no exista la más remota de las posibilidades del regreso de la Cosa.

lunes, 7 de noviembre de 2011

La cosa

De tanto usar el lenguaje de forma inadecuada acabamos por aceptar cualquier término para denominar a algo, sin importarnos si realmente lo llamamos por su nombre o asumimos que esa desvirtuación del uso lingüístico, del propio lenguaje, implica que nos den gato por liebre.
En apenas unas horas comenzará esa cosa que algunos se empeñan en llamar o presentar como un debate entre los dos principales candidatos a gobernar este país los próximos 4 años.
No debería sorprendernos que en una democracia insuficiente y lamentablemente devaluada nos ofrezcan como un debate esta cosa en la que los aspirantes lejos de debatir se limitan a exponer monólogos sobre temas previamente pactados; pacto que incluye los tiempos y el orden de intervención, el ángulo de enfoque de la cámara (ya saben por aquello de ofrecer el lado bueno, el mejor perfil, presuponiendo que los candidatos tienen al menos un lado bueno que mostrar) e incluso algún momento álgido, un conato de fricción, a ser posible previo al bloque publicitario.
De modo que los que esperan o desean asistir a un combate de boxeo entre dos púgiles que pelean por el título nacional se han de contentar con un espectáculo de supuesta lucha libre al más puro estilo USA, en el que las caídas y los golpes son ficticios y todo es una pantomima en beneficio del espectáculo y por supuesto, de una considerable audiencia televisiva.
En España se calcula que esta noche algo más de diez millones de personas consumiremos esta cosa a través de canales públicos y privados de TV. Algunos desearían asistir a un combate con golpes por debajo de la cintura, con el dedo en el ojo del contrincante e incluso algún mal disimulado cabezazo; pero no se engañen, ni siquiera los partidos políticos, a la mayoría nos gustaría ver un combate limpio, sin más normas que las que recoge el reglamento del pugilismo, con algún croché al mentón del rival, un par de buenos golpes de izquierda o derecha, alguna finta de cintura, un brioso baile de pies y uno o dos besos a la lona. Lo de menos sería el triunfo por KO técnico o a los puntos o la declaración del combate como nulo.
Sin embargo, la cosa que nos ofrecen esta noche es un producto encorsetado, una pelea pactada en la que los dos aspirantes han renunciado a ponerse la máscara de luchador y nos ofrecen las jetas de un tal Mariano y un Alfredo. Nos han ahorrado el espectáculo de verlos en calzón corto, pero antes de saltar al cuadrilátero ya nos han enseñado las vergüenzas.
Si al menos llamáramos a las cosas por su nombre.