viernes, 28 de diciembre de 2018

El tiempo regalado

Es difícil establecer qué tiempo nos ha sido otorgado y cuál nos viene de forma adicional. Salvo en situaciones extremas a partir de las cuales se intuye un antes y un después, el resto es un enigma. Y aún así podría hablarse de un tiempo que no nos corresponde, pero que usamos.
Podríamos denominarlo el tiempo regalado. Por aquello de periodo extraordinario y por tanto, inesperado. Y a pesar de ello no sería disparatado afirmar que cualquier tiempo por vivir es un regalo.
Un tiempo atrapado en las hojas del calendario. Un tiempo marcado pausadamente por las agujas del reloj. Un tiempo espaciado entre los granos de arena deslizándose por la garganta de cristal. 
Un tiempo cuyos hilos maneja el desconocido relojero que da cuerda a los relojes de la vida. Ese mismo relojero que dibuja el principio y el final y establece a ritmo del minutero cuánto tiempo ha de prolongarse el tránsito.
Manos firmes con preciso instrumental que aleatoriamente o por designios indescifrables fijan ese tiempo que hemos de vivir. Obviando a aquel jefe indio que tras visitar al Gran Padre Blanco en Washington contara a su pueblo las rarezas del hombre blanco, que escribía en papeles para el día siguiente lo que había ocurrido la jornada anterior y que tenía una máquina con la que creía que medía el tiempo, como si el tiempo se pudiera medir.
Y así desde el principio de los tiempos hubo quien disfrutó de un tiempo regalado y hubo quien se encargaba de regalar ese tiempo. Sin saber porqué y para qué. Sin merecerlo o desmerecerlo. 
Cualquier desearía solicitar esa prórroga. Cualquiera anhelaría conocer al relojero y convencerlo de dar dos o tres vueltas de cuerda más. Excepto el pesimista u optimista informado. O aquel que intuye no necesitar más tiempo porque va sobrado e incluso sobrepasado por el que le tocó vivir.
No todos pueden ser gatos para disfrutar de siete vidas. O de las nueve que les atribuyen en alguna cultura. Da igual, porque también hay quien es incapaz de vivir el tiempo otorgado; de modo que el tiempo regalado sería un don perdido. Y si una vida sería excesivamente larga; dos, tres, cuatro..., serían una condena.
Y pese a todo, aquí estamos gastando el tiempo. Esperando que pase. Intentando que no se escape. Y mirando el reloj, siguiendo la danza de las agujas y cruzando los dedos para que el relojero desconocido no olvide darle cuerda. Obviando a aquel jefe indio. Como si el tiempo se pudiera medir. 

viernes, 21 de diciembre de 2018

Cutreluz

Lo de las luces de Navidad en Jaén da para una de misterio. Ahora sí, antes no. En unas calles, sí; en otras, no. En los barrios, depende; en el centro, por supuesto. ¿Qué será de nosotros el día que nos cierren los grandes almacenes? ¿Quién nos alumbrará? 
Estética al margen, es evidente que algo ha cambiado. Será por aquello de que el próximo año hay elecciones municipales. El caso es que se ha prescindido del cutrerío de otros años, cuando predominaba la escasez de luces y de luz. Antes salías y en vez de animarte a estar en la calle te daban ganas de volverte a casa. La iluminación era una invitación al recogimiento. 
Estas navidades, los jiennenses salen a la calle y, orgullosos, se hacen fotos frente a las bolas y paquetes luminosos instalados en la vía pública. Si antes teníamos un árbol de navidad, ahora dos; uno de Diputación y otro del Ayuntamiento. Y a los de Ciudadanos y a los de VOX porque no les ha dado tiempo a ponerse de acuerdo, que si no colocan uno más grande y libre. Eso sí, coronado con una bandera, que para estrella ya tenemos la Michelin brillando en San Ildefonso. 
Como ya saben la luz no tiene porqué iluminar las mentes. Hay quien prefiere habitar en la oscuridad e incluso devolvernos a ella. Desandar en lugar de avanzar. Y como tampoco llueve a gusto de todos, las luces han fundido los plomos a los comerciantes de Roldán y Marín, que ven como tanto acto promocional municipal impide el acceso a sus comercios y por tanto, les condena a no vender o a vender menos, que no es lo mismo pero tiene idénticas consecuencias. 
Además, y será por aquello de que alguien tenía que financiar las bombillas y los chirimbolos, asistimos enfadados a la exhibición con fines publicitarios de vehículos en la vía pública, ocupando un espacio que pertenece a los peatones y afeando el entorno. 
Lo más sonrojante, los dos ‘cochecitos’ situados al principio y al final de La Carrera. No cabe duda de que estamos en manos de visionarios y de que al resto no nos alcanza para comprender. Debe ser la paradoja de la peatonalización: los coches no abandonan la calle, pero en lugar de circular, permanecen parados y sin conductor, imposibilitados para desplazarse. El triunfo del hombre sobre la máquina. La victoria del peatón. 
Al final crearán tendencia y acabaremos colocando un coche de juguete con un palillo y un trozo de tela o de papel a modo de banderola en el portal de Belén. Por aquello de que no nos llamen antiguos o nos digan que vamos cortos de visión. O por aquello de que la realidad supera a la ficción. A fin de cuentas 2019 será un año en el que veremos burros volar. Ya verán, ya. 
¡Felices fiestas a todos!

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 20 de diciembre de 2018.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Los bordes de los mapas

Me gustó nada más leerla: “los bordes de los mapas”. No es una expresión compleja. Más bien todo lo contrario, simple y fácil de comprender. Pero me resultó evocadora de líneas reales e imaginarias que delimitan territorios tangibles o intangibles. La autoría, al menos en esta ocasión, corresponde al escritor Sergio del Molino y aparece en su última obra “Lugares fuera de sitio”. Yo la he apresado en el último número de “Tinta Libre”, el 64, del mes de diciembre.
Hasta sacada de contexto y leída literalmente tiene sentido en los actuales tiempos de intransigencia y obstinación. De hecho por un momento no pude evitar pensar en una manada de bordes escupiendo hiel por sus bocas y arrasándolo todo a su paso en nombre de no sé qué falacias. 
Solo fue un instante. En realidad, me dejé transportar a espacios conocidos y a otros por explorar. Estuve en la habitación donde el peque trazaba con el dedo sobre el mapa aquellas líneas que separaban unas provincias de otras, unas regiones de otras, unos países de otros hasta el borde de aquello que había aprendido era un continente. 
Pisé la isla donde los piratas trazaban con desigual destreza y, sin embargo con precisión, líneas y referencias que conducían a aquella cruz marcada en rojo donde se entierra el cofre del tesoro. 
Observé a aquel tipo al que pocos tomaban en serio con la mirada perdida en el cielo y una sonrisa en el rostro mientras dibujaba líneas curvas y rectas que atrapaban estrellas y planetas y abrían caminos a las constelaciones. 
Entré en el camarote del capitán. Allí donde el viejo lobo de mar volcado sobre el escritorio con el sextante a un lado anotaba grados en los cuatro puntos cardinales entre paralelos y meridianos encomendándose a los vientos. 
Me contemplé avanzando despacio por un sendero en tierras irlandesas, gallegas o francesas; de esos de tierra que solo desprenden polvo cuando aprieta el sol y se embarran cuando llueve. De esos que mueren en el mismo filo de un acantilado. De esos que no puedes negar que te han conducido al borde del mapa. 
Y pensé también en aquellos otros límites esbozados en mapas inexistentes más allá de la imaginación. En los bordes de los territorios explorados o inexplorados del interior, aquellos que se conocen con el paso del tiempo, pero también aquellos que nunca se alcanzan. 
Recorrí por momentos el margen del abismo, de los abismos que se abren a nuestros pies y ante los que no sabes si saltar o dar un paso atrás. Acaricié con dedos cansados las cicatrices, las viejas y las más recientes, las cerradas y las abiertas, las que duelen y las que ya apenas se sienten, a sabiendas de que ellas también son bordes de mapas. Y me adentré una vez más en los valles de la memoria donde se cruzan las líneas rojas que separan el olvido del recuerdo. 
Sonreí al descubrir la pequeña bola del mundo sobre la mesa. Y reí más aún cuando la hice girar sobre su eje y todos los bordes de todos los mapas se fundieron en un vertiginoso azul. 
Salí a la calle. Deambulé por vías estrechas y por no tan estrechas avenidas, por plazas y plazoletas y por callejones zigzagueantes hundidos entre los muros de piedra. La ciudad y sus venas. Las líneas de su urbana mano. Las calles, plazas y callejones, tan cercanos y cotidianos, son los bordes de mi mapa más tangible y no obstante, en numerosas ocasiones, lejano.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Rafael Valera, un hombre cabal

Se ha marchado Rafael Valera. Casi sin hacer un ruido. Diría que se ha ido con una toná y martinete, aunque dada su socarronería lo más razonable es que lo haya hecho con una seguiriya o por bulerías. Y eso sí, con su inseparable puro entre los dientes. 
Sabía como tantos otros que en los últimos tiempos andaba tocado en su salud, pero creía también como la mayoría que era algo pasajero, nada que no curase un vino del ‘Gorrión’ y un cantecito. 
No puedo decir que frecuentara su compañía, pero sí que le conozco (perdón, que le conocía) desde hace muchos años. Obviamente, a través de mi padre, cuando la Peña Flamenca no era lo que es ahora, y asociado siempre a Leo, al que la enfermedad visitó temprano y para quedarse. 
Eran aquellos tiempos en los que el local de la calle Maestra, desangelado y con una pequeña barra al fondo a la izquierda, bullía en la noche del Jueves Santo. Cuando era lugar de reencuentro con aquellos jaeneros que vivían fuera y no faltaban a la cita con “El Abuelo”. 
Yo iba con mi padre, con Carmelo y con algún ‘santo bebedor” más. Y si la memoria no me falla eran habituales el hermano de Carmelo, Rafa, que venía de Sevilla a sacar el paso, Luis Gallego, que venía de Madrid, o el “Tito Adri”, que creo era el encargado de la barra de la Peña en aquella época. También era habitual ver por allí a Rosario López, antes de acudir al cantón de Jesús a cantarle en la madrugá una saeta al Señor, y al hermano de Juanito Valderrama. 
Años después, cuando regresé como periodista, volví a toparme con Rafa Valera. Y a conocerle a través de Fernando Arévalo y de Pedrito Garrancho, que me contaba aquellos días de Radio Cadena Española; incluida la compra de discos en Galerías Preciados con el entrañable Teo, al que aprendí a recurrir hasta su jubilación cuando era yo el que quería adquirir un disco. Primero en Galerías y en su última etapa, en El Corte Inglés de Navas de Tolosa. 
Tengo (tenía, en realidad siempre lo tendré) a Rafa Valera como un hombre cabal. Igual que había y hay flamencos cabales. No solo por su comportamiento en la Peña Flamenca, facilitando a cualquier periodista su trabajo e ilustrándolo sobre los artistas que se iban a subir esa noche a las tablas. Lo evoco con su pachorra, el puro y esa citada socarronería en una noche en que el artista era ni más ni menos que Antonio Núñez “El Chocolate” y la encargada de entrevistar al cantaor para Diario JAÉN aquella noche era mi santa. Como era una enciclopedia viva y andante del flamenco (basta con leer sus piezas en la revista “Candil” o las posteriores en Diario “Ideal”) le recetó la biografía completa del artista y antes de presentárselo le dijo: y ahora cuando lo veas sabrás porque le llaman “El Chocolate”. Solo había que mirarle a la cara. 
Lo tengo por un hombre cabal sobre todo por una anécdota que protagonizamos ambos y que refleja como era Rafa. 
Hubo un tiempo en que al anochecer yo bajaba la avenida de Granada hasta las instalaciones de RTVE a ver y a hablar con Fernando Arévalo, el director de la casa. Me decía, niño, baja sobre las nueve que a esa hora estoy ya solo y así no nos molesta nadie. La cosa es que una de esas noches o yo bajé antes de hora o Rafa salió más tarde de la suya. O ambas. El caso es que Fernando le dijo, muy serio: Rafa, él no está aquí y no ha estado aquí. Creía Fernando, sin que yo nunca haya sabido el porqué, que aquellas visitas podían perjudicarme. Y a partir de ese momento, en alguna otra noche en que coincidimos en la emisora, Rafa me miraba, se señalaba con el dedo de una mano y con la otra hacía el gesto de cerrar su boca. 
De aquellos encuentros solo quedo yo como testigo. Y que yo sepa, hasta hoy solo sabían de ellos dos personas a las que yo se lo dije en su día. Para mí fue una etapa de aprendizaje y confidencias. Tenía la cuita Fernando de que mi padre no había querido concederle una entrevista para la desaparecida revista “Al Sur”. Yo sabía porque no se la había concedido y sin entrar en muchos detalles le explicaba a Fernando que mi padre decía algo que para un periodista es terrible y es “que el que pregunta se arriesga a que le manden a tomar viento (dicho con finura) o a que le mientan”. Lo cierto es que mi padre era más pudoroso de lo que muchos puedan pensar y creía que nadie iba a creer aquellas correrías en Madrid con Rita Hayworth, con Ava Gardner, con Dominguín, con Paco Camino, con el “Tío Micky” y con tantos otros. O aquellos encuentros con Hemingway en la barra de Chicote (decía mi padre que nunca había visto beber whisky a nadie como al escritor estadounidense. Y eso viniendo de mi padre no dudo de que era un elogio). Y mucho menos creerían el episodio vivido en Londres con el gran Xavier Cugat y su santa de entonces, Abbe Lane, que algún día revelaré. 
Para completar mi instrucción sobre mi progenitor, Fernando Arévalo me puso al día de sus andanzas conjuntas en las noches jaeneras, en tabernas, en algún night club y en garitos escasamente recomendables muchos de ellos ya desaparecidos. A la par aprendí bastante sobre los personajes que en esa época dominaban la vida política, empresarial y social jiennense, con el correspondiente mote con el que Fernando bautizaba al personaje en cuestión. 
En aquellas noches tuve ocasión de ser testigo privilegiado y único de numerosas conversaciones telefónicas con muchos de aquellos ‘mandarines’. Fernando no necesitaba salir de su despacho para estar informado de casi todo lo que ocurría en Jaén y provincia e incluso en algunos despachos de Sevilla o Madrid. Se arrugaba ante el cara a cara, pero desde el teléfono era el amo. 
No lo había contado nunca. Hasta ahora. Igual que Rafa Valera, que guardó tan bien el secreto que se lo ha llevado hasta la tumba. Un tipo cabal; de esos que cuando se va te das cuenta que de alguna forma se te ha quedado dentro.

Artículo publicado en el blog "En Jaén donde resisto", el 5 de diciembre de 2018.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Diálogo y soluciones

Soluciones. Eso es lo que piden los ciudadanos a la Administración. Y eso es lo que piden los comerciantes del centro de Jaén al ayuntamiento. Soluciones. 
Lleva razón el alcalde cuando afirma que el cierre de algunos comercios no es consecuencia del proyecto de peatonalización del centro. Pero no es menos cierto que este proceso se ha hecho mal y con muchas prisas para conseguir los fondos DUSI y que es inviable sin un transporte público eficaz, incluido el tranvía, y sin más plazas de aparcamiento. 
Lo de sacar pecho, señor alcalde, sobra. Afirmar que prefiere “tomar decisiones duras y valientes antes que ser un acobardado” es ridículo, más cuando es sabido que a la fuerza obligan. Y de muestra hay botones para montar una mercería hasta en el centro.
En el manual de todo buen gobernante debe aparecer en algún lugar prioritario la obligación de dialogar y para ello es necesario escuchar. Los comerciantes piden eso, hablar y ser escuchados para encontrar una solución. No se oponen a la peatonalización. Como la mayoría de los jiennenses y de los vecinos de otras ciudades españolas y europeas están a favor de ganar espacio urbano para las personas a costa de los coches y también de terrazas y tenderetes varios, que en Jaén, como también es sabido, proliferan como setas porque nadie toma decisiones duras y valientes. 
Y las que se toman son como la de destruir la plaza de Deán Mazas o la de ese adoquinado de pega, el hormigón impreso, que atentan contra el patrimonio y las señas de identidad de la ciudad. Decisiones difíciles de entender y compartir. 
El amigo Francisco Jiménez Rabasco afirma que "el pequeño comercio ayuda a humanizar las ciudades". Cierto. Y da vida a los centros urbanos. Pero, ¡ay, los peros!, también los comerciantes deben poner de su parte, porque el comercio jiennense no es competitivo y debe buscar fórmulas para evitar que los jiennenses prefieran comprar en Granada a hacerlo en Jaén y para minimizar la cultura del mercadillo, tan arraigada en esta ciudad, y que junto al comercio online es su principal competencia.
Lo que es indiscutible es que si los clientes no tienen un fácil acceso al centro dejan de ir y optan por otras zonas de la ciudad. Y las ventas caen; hasta un 30 por ciento, según algunos comerciantes. Y eso a medio y largo plazo es una ruina e implica el cierre de más comercios y el abandono del centro de la ciudad. 
Diálogo. No es una receta mágica, pero es una forma bastante sencilla de comenzar. Alguien debe tomar nota, los comerciantes del centro han salido a la calle a protestar porque ya están hartos. Algunos no lo habían hecho nunca, lo que también es significativo.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 28 de noviembre de 2018.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Estrellados

Ya lo saben, la Guía Michelin se ha acordado de nosotros. Hasta en el cielo de los olvidados hay lugar para una estrella. 
Nos hemos sentado a la mesa del poderoso. Con nuestro aceite de oliva y con el nombre de Jaén en el mapa. 
No estamos acostumbrados en esta tierra a ser protagonistas de buenas noticias. A que se reconozcan nuestra gastronomía, nuestra materia prima o nuestro legado. Tampoco a que el talento haga sombra a la mediocridad. Esta Estrella Michelin al restaurante Bagá es todo eso. Y también es una oportunidad. O debe serlo. 
Alguno recordará aquel tiempo de papas a lo pobre en María ‘La Guarra’, mientras en Madrid lo chic eran los huevos estrellados de Lucio. Entonces nuestra tierra y nuestras gallinas carecían de glamour. 
Pedro Sánchez es un cocinero que tenía flor y a partir de ahora también tiene estrella. Ojalá sirva para variar el rumbo de esta provincia más habituada a estrellarse que a brillar. Ojalá que esa apuesta y esa inversión se repitan con otros protagonistas y otros sectores. Ojalá que los telescopios dejen de ser caleidoscopios. 
Tomen nota los escribanos. Aunque la caligrafía sea dudosa y se cuele algún borrón antepongan la ética a la estética. Cuando se unen gastronomía y astronomía es conveniente mantener los pies pegados al suelo. Para volar ya está la mente. 
No olviden que es difícil llegar, pero aún lo es más mantenerse y avanzar. No hace falta que les diga aquello de saber de dónde venimos para saber dónde estamos y sobre todo a dónde nos encaminamos. Y recuerden que aunque sea Michelin la guía no ofrece ruedas de repuesto. 
No es oro todo lo que reluce, pero nadie puede privarnos hoy de este brillo.


Mi artículo para SER Úbeda, del 26 de noviembre de 2018.

sábado, 10 de noviembre de 2018

El rostro de la censura

Narraba García Márquez que “El coronel no tiene quien le escriba”. Al alcalde de Jaén no le gusta ni que le escriban ni que hablen de él, salvo ‘apesebrados’ y ‘bienpagaos’ que solo alzan la pluma y la voz para la alabanza. 
En democracia, aunque haya elecciones a la vuelta de la esquina, hay que aceptar las críticas y respetar los compromisos. No se pueden posponer acuerdos como el de la recuperación del tranvía, dando un bajonazo a los ciudadanos con la excusa de los ‘vagonazos’; floritura para un titular de prensa que suena más a condición superlativa de persona perezosa que a cuitas por el transporte público. Probablemente al ideólogo le traicionó el subconsciente y deja retratadas las intenciones y a algún protagonista. ¡A los bajos, maestro, y que no asome el estoque! El resultado ya sabido es que cuando asoma la espada no te puedes refugiar en tablas y la muleta rara vez sirve para tapar vergüenzas. 
Tampoco es propio de demócratas el gusto por la mordaza y las tijeras. Creíamos que en estos lares la censura era propia de otras épocas y de otros personajes. No como ese coronel americano menguado de epistolario, sino como ese general tan nuestro que aún remueve los huesos de los otros y hasta alguna higadilla siempre al amparo de la Santa Cruz. 
Quizás sean los nuevos tiempos del PP de este Pablo Casado, al que por cierto el alcalde brindó su apoyo, empecinado en mostrar su falta de seriedad, moderación e ignorancia (sea cual sea la materia abordada) y esa mezcla de nostalgia y querencia por imponer y no por convencer. 
La censura deja al descubierto miedo y debilidad. A lo que puedan decir, a lo que puedan escribir y a las consecuencias. Y en estos tiempos de ánimas y fantasmas nos muestra la verdadera cara de los vivos. De esos tan vivos que olvidaron adelantar el reloj durante 40 años y ahora sueñan con retrasarlo. 
“INICIATIVAS, andamios para las ideas” ha sido víctima de la censura municipal. Yo añadiría que también de la torpeza de algún celoso e incluso celado edil. Le han escamoteado el espacio de la Plaza Santa María con el peregrino argumento de que “está reservada para otro tipo de eventos”. ¿Cuáles? Pongan ustedes los ejemplos que estimen, yo tengo suficiente con aquella imagen de los autobuses estacionados ante el templo. 
El Ayuntamiento prefiere la desmemoria frente a la ‘Memoria del patrimonio perdido”, que planteaba INICIATIVAS con un acto lúdico y reivindicativo el “Cementerio de los monumentos olvidados”, coincidiendo con la Noche de Halloween. 
Saben bien nuestros munícipes que es más afilada la lengua de los vivos que la de los muertos. Y faltos de voz y de crédito, temen a aquellos que puedan ser escuchados. Silenciar a los vecinos no es un buen remedio. El 3 de diciembre los muertos vivientes que nos gobiernan pueden despertar con el cántaro roto a sus pies y el temor a que en la primavera, cuando sea el turno de elegir una nueva Corporación municipal, las voces que se han querido apagar hablen en forma de voto. Y entonces, más de uno como el viejo coronel querrá alguien que le escriba.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 8 de noviembre de 2018.




domingo, 4 de noviembre de 2018

Difuntos

Hoy he ido a llevarle flores a mi abuela. A ella, a mi abuelo, a mis primos, a mis tíos…, a todos los que están bajo la losa blanca del panteón. 
No soy de culto a los muertos. Pero le prometí a mi abuela, ante su temor a que no hubiera nadie para hacerlo, que mientras estuviera por aquí yo le llevaría flores al cementerio de San Eufrasio. 
Soy consciente de que en ello hay una parte de tradición y otra de rutina y ritual. La compra de las flores, la subida hacia el cementerio por la calle de las Cruces, el acceso al camposanto y la bajada por el sendero central hasta el lugar donde se halla ubicado el panteón familiar. 
No voy a hablar con ella. Obviamente tampoco puedo verla y si pudiera hacerlo, carecería de sentido. Ella ya sabe casi todo de lo que yo podría contarle; ignora el desenlace, pero siempre fue conocedora del desarrollo. A fin de cuentas, el relato no varía tanto como queremos creer y en muchos aspectos y en muchas vidas es reiterativo. 
Me han acompañado mis piratas. No es la primera vez que lo hacen los dos o alguno de ellos. Y espero que en el futuro lo sigan haciendo. Porque siempre hay algo de desasosiego en esta visita. Y porque es importante que ellos conozcan el significado y la realidad de las cosas. 
Pese a lo que muchos piensan y afirman, ni siquiera hay igualdad en la muerte, salvo en el hecho de que todos morimos. Ni en la forma de llegar a ella, ni en la última morada. Y los cementerios son una clara muestra de ello. 
Es una pena el estado de abandono en que se encuentra este cementerio. No es extraño, porque si no hay respeto para los vivos ¿porqué iba a verlo para los muertos? A nuestros representantes en las instituciones se les llena la boca de promesas y proyectos y cuando incumplen no tienen pudor en responsabilizar al adversario político. La culpa siempre es del otro. Y la realidad, de todos. 
Hace algún tiempo Patmos e Iuventa propusieron transformar el cementerio en un parque al estilo de algunas grandes ciudades europeas. Sería una conversión maravillosa. Yo hasta instalaría un kiosco con veladores. Me sentaría a tomar un café y dejaría la vista perderse. Incluso me gustaría disfrutar de la música de un cuarteto de cuerda o de una banda de rock, por supuesto en acústico. Y dejaría que los peques correteasen alrededor, mezclando sus juegos, sus risas y sus llantos con el silencio de los difuntos. Transmitiendo en cierto modo vida a las piedras, a las cruces y a las lápidas. 
Entre la vida y la muerte prefiero lo que rodea a la vida. Pero soy consciente de que ambas forman parte de una misma unidad, son origen y destino en el que media ese tránsito que protagonizamos y compartimos y en el que visto lo visto a lo largo de los siglos nos cuesta mucho aprender y diferenciar lo necesario de lo accesorio y lo que es peor, el bien de mal. 
Ahora por intereses mercantiles y por lo que podríamos denominar neocolonialismo se impone en estas fechas en aras de la globalización o la homogeneización y a modo de invasión o franquicia la fantasmagoría anglosajona. Reconozco que como casi siempre ante los que ostentan el poder la lucha es desigual y nuestras ánimas en esa batalla no son una excepción.
Aún así y sin tener nada en contra ni a favor de la fiesta de Halloween, yo prefiero las leyendas de Bécquer, el Don Juan de Zorrilla y a mi Pobrecito Hablador, Don Mariano de Larra. Cosas de la edad, supongo. 
Recuerdo que, al regresar a Jaén allá por los años 90, en la noche del 1 de noviembre mi santa y yo íbamos a cenar a casa de mi abuela y de mi padre. Formaba parte de la tradición asociada a estas fechas de santos y difuntos. Que salvando las distancias se asemeja a ese Día (noche) de los muertos festejado en México. 
De igual modo que pervive en la memoria de lo intangible el olor a castañas y el de las batatas cociendo en el puchero con azúcar, canela en rama y en ocasiones, un chorreón de vino. 
En lo tangible permanecen los buñuelos y los huesos de santo, aunque a mí estos últimos no me gustaban y hasta me parecía de mal gusto su denominación. Y por supuesto, las gachas; una costumbre a la que no nos hemos desacostumbrado en casa, así que hoy bullen en la cocina la leche, la maizena, la canela en rama, los cuscurros de pan (sin gluten), la matalauva (matalahúva) o el aguardiente, la raspadura de limón y las almendras. 
Quizás de alguna manera podemos concluir que hay un recetario para la vida y otro para la muerte. Ácido y dulce a partes desiguales. 
2 de noviembre de 2018, Día de difuntos en esta ciudad dormida que a veces parece muerta. 
“Ellos viven, porque ellos tienen paz; ellos tienen libertad, la única posible sobre la tierra, la que da la muerte; ellos no pagan contribuciones que no tienen; ellos no serán alistados, ni movilizados; ellos no son presos ni denunciados; ellos, en fin, no gimen bajo la jurisdicción del celador del cuartel; ellos son los únicos que gozan de la libertad de imprenta, porque ellos hablan al mundo. Hablan en voz bien alta y que ningún jurado se atrevería a encausar y a condenar. Ellos, en fin, no reconocen más que una ley, la imperiosa ley de la Naturaleza que allí los puso, y ésa la obedecen”¹.
¹. “El Día de Difuntos de 1836 (‘Fígaro’, en el cementerio)”. “Artículos”, Mariano José de Larra. Colección Crisol. Núm. 025. AGUILAR. Santillana Ediciones Generales 2002.

 Artículo publicado en el blog "En Jaén donde resisto", el 3 de noviembre de 2018.

miércoles, 17 de octubre de 2018

Será por talento

Jaén está falta de muchas cosas, fundamentalmente de buenos gestores, pero le sobran sabor y talento. 
Abunda la cultura de la ingesta pantagruélica, pero eso no impide que entre los olivos florezca esa otra cultura tan denostada y devaluada hoy en día desde diversas esferas y que surjan creadores en distintas disciplinas. Muchos tienen que abandonar esta tierra por la falta de reconocimiento, por la ausencia de oportunidades o simplemente por hastío. Y otros, aunque permanezcan aquí, no obtienen credenciales hasta que su obra no es alabada fuera. Me vienen a la cabeza nombres de pintores como Santiago Ydáñez, Miguel Ángel Belinchón “Belin”, José Ríos o Ángeles Agrela e incluso el de un maestro consagrado como el navero Juan Martínez. Algunos de ellos ausentes de esta tierra pero sin perder el vínculo con ella. 
Con la música ocurre otro tanto. La sombra del rock granadino es alargada, pero la vecindad de ambas provincias y las históricas buenas relaciones entre bandas de allí y aquí han permitido que la llama de la música no solo no se extinga sino que proliferen buenos músicos y la supervivencia de algunas de esas bandas durante décadas. Otra cuestión es poder vivir en exclusiva de la música o que sea más fácil tocar en garitos de fuera de la provincia. Podemos presumir de festivales como los que se celebran en Alcalá la Real, Cazorla, Torres, Jaén, Úbeda, Baños de la Encina, Torreperogil, Martos o Escañuela o de iniciativas como las Noches de Palacio en Jaén, pero seguimos careciendo de una programación de conciertos en directo en locales. El cambio de la norma autonómica debería contribuir a ello, pero también es necesaria la implicación de la administración local y ayudas a los dueños de salas y locales y a las propias bandas para que se programen conciertos con una mínima garantía de rentabilidad. No hay que olvidar que hace algún tiempo colgamos en la capital el cartel de cerrado en las tiendas de discos y para adquirir música hay que acudir a la venta on line. Y eso tampoco suma. 
Las letras no son ajenas a este florecimiento, en particular la poesía. Si es difícil vivir de la pintura o de la música, hacerlo de la poesía resulta casi una quimera. Y aún así, Jaén siempre ha sido tierra de poetas. Quizás porque como sostiene Luis García Montero, “la poesía es una forma de resistencia”. Nuestros poetas no solo resisten, escriben y también publican. Lo acaba de hacer Juan Domingo Aguilar con su poemario “La chica de amarillo”, en Esdrújula Ediciones, y casi a la par hemos asistido al estreno poético del exitoso dramaturgo de Vilches, Alberto Conejero, que ha visto como La Bella Varsovia alumbraba su libro “Si descubres un incendio”. El poeta de Los Villares Juan Carlos Abril publicaba recientemente sus versos de “En busca de una pausa”, en Editorial Pre-Textos. De igual modo que el ruseño baezano o baezano ruseño Salvador García nos regalaba “ARCA DEL AGUA. Baeza: verso y piedra”, un regalo de edición de la Diputación provincial de Jaén ilustrada por el acuarelista Juan Antonio Lechuga Salazar. Unos meses antes lo hacía el alcalaíno Tomás Hernández Molina, con su “Hotel Comercio”, editado por El Ojo de Poe. 
A ellos se agregran otros como Joaquín Fabrellas, Ángel Rodríguez, Isabel Rezmo, Juan Cruz o Andrés Ortiz Tafur y los jienneses de adopción Isabel Tejada y Miguel Agudo, con publicaciones en editoriales como Siltolá o Piedra Papel Libros. Y veteranos como Manuel Ruiz Amezcua, Manuel Lombardo, Guillermo Fernández Rojano o Juan Manuel Molina Damiani. 
La buena salud literaria con sabor jiennense también se refleja en la narrativa. Por citar a dos autores, Emilio Lara, triunfando con “El relojero de la Puerta del Sol”, y Jesús Tíscar, abriéndose paso con “La japonesa calva” y la recién salida de imprenta “Yo, señor, no soy malo”. Hasta el amigo Paco Salas que nos ha hecho reír con sus “Panquilerías” se ha animado a escribir un segundo volumen. 
Hay mimbres en estas disciplinas y en otras como el cine y las artes escénicas. Si echamos la vista atrás nos sorprendería la lista que podríamos elaborar con autores y creadores de la provincia o relacionados con ella. La pregunta es evidente ¿Creemos como territorio y como sociedad en la cultura o vamos a seguir tratándola como algo residual?

Artículo publicado en el blog "En Jaén donde resisto", el 16 de octubre de 2018.

sábado, 13 de octubre de 2018

El vuelo de la vida

Podrás vivir muchas vidas, algo fácil si eres un gato, pero siempre tendrás que pagar un precio. No saldrás indemne de ellas. Jirones en la piel, cicatrices en el corazón, el fuego en el estómago y los recuerdos, algunos suavizados por el paso del tiempo pero todavía hoy imborrables. Y siempre al frente el abismo. 
Así que de alguna manera cabe pensar que todo se limita a una cuestión de supervivencia en ese espacio temporal que separa vida y muerte. Y en sobrevivir, como en todo o en casi todo, hay verdaderos expertos. Funámbulos capaces de fascinar a los que miran desde abajo, incluso a aquellos que no pueden disimular en su mirada la excitación que les produce la mera posibilidad de verlos caer. Que sean capaces de incorporarse después carece de interés, es algo secundario, pese a que en esa capacidad resida la verdadera fortaleza y maestría del superviviente. 
Caminar por el alambre no entraña más dificultad que hacerlo por sendas o avenidas. El riesgo es siempre la caída. Puedes caminar con los brazos abiertos, guardando el equilibrio con ayuda de algún bastón, pero dará igual, sí has de caer lo harás. De forma estrepitosa, de manera absurda, con elegancia o torpemente. Y no siempre habrá red, pero tampoco la altura tiene que ser insalvable. También sabes que hay caídas que duelen más en el interior que en las magulladuras de la piel y que los huesos rotos se recomponen pero el dolor grabado en la memoria es longevo. 
Vivir muchas vidas te brinda la oportunidad de disponer de más tiempo para sanar, aunque no te garantiza la ausencia de errores, ni siquiera puedes evitar repetir los que ya cometiste en otra vida. Y siempre acechará la presencia de la incertidumbre. 
Admitamos que no siempre podemos elegir, por eso cuando tenemos opciones debemos aprovecharlas. Desde la coherencia y aunque conduzcan a un nuevo fracaso. Porque abandonar es sinónimo de no retornar. Y porque nadie va a convencerte de que entre la perserverancia y la cabezonería hay una línea divisoria. Tampoco busques alas en tu espalda, ni agites los brazos para huir del sol, solo podrás levantar el vuelo con la mente.

martes, 9 de octubre de 2018

La sombra del invierno

Ya está aquí la sombra de un invierno de días oscuros. Se deshoja la margarita de unas elecciones anticipadas, defendidas por los que viven la incertidumbre de un calendario judicial que intuyen no les beneficiará. Y claro, Ciudadanos, agarrado a aquellas encuestas que les hicieron creer que eran caballo ganador. Han pasado de jugar a ser el Macron español a destaparse como producto de ese fantasma de la extrema derecha que amenaza a Europa; el oscuro invierno. 
En Andalucía, la convocatoria de elecciones está en manos de su presidenta. Si, no. No, sí. Abandonada por Ciudadanos, al menos en apariencia, le cuesta dar el paso. Susana Díaz no lo acaba de ver claro. Están la amenaza de la sentencia del ‘caso de los ERE’ y el recuerdo de que la de Gürtel se llevó a Rajoy por delante y las dudas ante una convocatoria electoral en Cataluña que engulliría las elecciones andaluzas. 
Ya saben, elecciones en diciembre o todo queda para 2019 con el temor a unas elecciones generales anticipadas. 
A priori, el PSOE cuenta con Ciudadanos para seguir gobernando en Andalucía, pero los gobiernos, pese a algunos, son cuestión de aritmética y ser el partido más votado no es garantía de nada. Díaz lo sabe y por eso cuida Sevilla y no pierde de vista a Jaén, los dos graneros del voto del PSOE. 
Por eso tantas y tan frecuentes visitas en los últimos tiempos a Jaén, la provincia olvidada hasta en una campaña de promoción turística de la propia Junta de Andalucía. No estaría de más que esas visitas vinieran acompañadas de inversiones y proyectos. 
La última visita, ayer, a inaugurar en Alcalá la Real la exposición dedicada a “Juan Martínez Montañés, “el dios de la madera”. Para demonio y más afín con la política imagino que ya está Gepetto.


Mi artículo para SER Úbeda, del 8 de octubre de 2018.

jueves, 4 de octubre de 2018

Anomalías

Ya estamos de vuelta todos. O casi todos, porque algunos están de vuelta y media y a otros habría que ponerlos así. Volvemos y nos encontramos con que el verano no se ha ido y padecemos eso que algún modernito en plan ‘cool’ denomina ‘veroño’. Que rima con memoria. En realidad, es lo que siempre se ha conocido como el veranillo de San Miguel o del membrillo, pero a alguno le parecerá una anomalía. 
Regresar significa también reencontrarnos con nuestros horrores cotidianos, los políticos. La verdadera anomalía. Ya lo saben, la nueva cara del PP, Pablo Casado, falto de ética y sobrado de lengua, se ha despachado con eso de que el gobierno en Andalucía es “inédito y una anomalía”. Es decir, que en esta tierra somos anómalos (se entiende que cuando se vota al otro), que viene a ser como si nos llaman ‘subnormalos’, ‘anormalos’ o similar delicatesen. 
Aunque en Jaén, también en Almería, de delicatesen debemos estar escasos. Vamos, que para la Junta de Andalucía carecemos de sabor. Hablando en plata, que somos unos sosos, unos ‘desaboríos’, y por eso nos dejaron fuera de “Andalucía, paisajes con sabor”, una campaña para promocionar la gastronomía andaluza. 
Es cierto que a última hora y por diversas presiones se ha rectificado, que dicen es de sabios, pero el daño ya estaba hecho; a la provincia, a los jiennenses y a otras instituciones, curiosamente del mismo color político que la Junta, como la Diputación provincial, cuya labor promocional y apuesta por Jaén están ahí. Una vergoña. Que también rima con memoria. 
Quien no rectifica o no tiene enmienda es el Ayuntamiento capitalino. La lista es larga. Y va por barrios. Como muestra, la basura. Además de literalmente tener ratas en el centro de la ciudad, y me refiero a los roedores, hay menos contenedores. Y los que hay están colocados que ni a propósito para dificultar el paso o la visión. ¿Sabe alguien a quién debemos esa ubicación de los contenedores y cuál ha sido el criterio para colocarlos? ¿O es el libre albedrío? 
Por cierto, una anomalía es tener un alcalde al que no ha votado nadie. Le ha dado ahora al regidor por salir en todas las fotos posibles y por el pajarito azul de twitter, será para justificar la contratación de su gestora de redes personal o por imitar al presidente Trump. El caso es que avanzamos en lo virtual y retrocedemos en lo real. 
Olvídense de las rimas y preserven la memoria. Tenemos la espada de las elecciones sobre nuestras cabezas. Y el voto es nuestro. Échenle memoria y cabeza cuando llegue el momento. El verano se irá, pero me temo que también en invierno seguirán prodigándose los membrillos. Y no es una anomalía.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 4 octubre de 2018.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Castillo de naipes

Cuando el castillo de naipes se derrumba solo queda un puñado de cartas esparcidas. Son los restos de un naufragio sin la baraja marcada, porque en ese castillo los números o letras rojos o negros de las cartas carecen de valor. Pero eso sí, siempre estará en la sombra la dama de corazones, habitando en el territorio de la memoria entre las verdades rotas y las promesas incumplidas. Y el joker, boca arriba y con expresión burlona. 
La A de los ases asemeja un tejado que ya no cobijará a nadie y la mirada distraída sobre los ochos te muestra el infinito mientras nueves y seises juegan al engaño. En el suelo, los doses reiteran una innecesaria redundancia. Y el rey de trébol, como aquel emperador desnudo convencido de vestir elegantes ropajes, no logrará persuadirte de su suerte al no poseer siquiera un reino de papel. 
Los naipes son inconsistentes. Un golpe en la mesa, un soplo de aire o el impacto de un objeto desnudan su vulnerabilidad. Aún así albergan a la par fortuna y ruina. La experiencia te dice que ambas son transitorias y que aunque el castillo se derrumbe siempre podrás elevar uno nuevo sobre el tablero. También te enseña que puede ser duradero, pero nunca eterno. 
No hay que olvidar que las cartas siempre se mueven entre los dedos y que unas manos rápidas son capaces de crear espejismos donde desaparece el azar y solo pervive el deseo. 
Al contemplar el puñado de naipes esparcidos algunos infiernos parecen ahora lejanos. Sin embargo, los demonios nunca desaparecen del todo. Ni siquiera entre las cartas. 
La duda es si merece la pena levantar un nuevo castillo. Y la pregunta, sin respuesta certera, es ¿quién habita en el castillo de naipes?

sábado, 8 de septiembre de 2018

La fuente



La cabeza tiene esas cosas. Sin saber muy bien porqué te hace pensar y te fija una imagen que en apariencia poco tiene que ver con ese pensamiento. 
La realidad es que después de tres semanas de laboro intenso hacía yo un balance sobre la marcha de esos que probablemente te aconsejan no hacer, porque pone de manifiesto la vacuidad imperante en distintos ámbitos y niveles. El caso es que me vino a la cabeza la imagen de la fuente de piedra del patio. Y mientras bajaba precisamente hacia el patio, sin saber muy bien la causa o quizás sí, me preguntaba si el próximo mes de septiembre volveríamos a encontrarnos.
Acaba de abandonar el palacio un grupo de turistas y los alumnos están en las dos aulas donde se imparten las dos últimas actividades docentes de este estío, así que estamos solos la fuente y yo. En silencio, porque yo no articulo palabra y el agua no brota en ella. Ambos debemos tener los circuitos en reposo. 
La contemplo en su aparente soledad en el centro del patio. Y digo aparente porque los cuatro naranjos la acompañan como guardias de corps que estuvieran dispuestos si fuera necesario a dar un paso para protegerla con sus vegetales vidas. Pienso que la verdad está en la piedra, porque hasta el agua miente en su falso brotar prediseñado. 
Septiembre siempre es un mes de tránsito. De final y principio. Este año hasta el tiempo ha querido acentuar esa condición de cierre de temporada y los rayos de sol se han ocultado para dejar paso a las nubes que anuncian abundantes lluvias. Ha sido un verano largo. Muy largo. Demasiado largo. 
En unos minutos me voy a ir. Y todo habrá terminado. La euforia de los números volverá a embriagarnos. Me pregunto si no seremos un cíclope con pies de barro que hace irrelevante al mismo Ulises. 
Con la imagen aún viva de la fuente de piedra en mi cabeza llega la noticia de la muerte de Ceesepe. Ahora la fuente es Loquillo:

“Solo hay un secreto que me lleva hasta aquí. 
Que ha muerto el silencio en las calles de Madrid. 
Alma de Ceesepe late muy dentro de ti. 
Piérdeme. La muerte será dulce aquí en Madrid”.

Al final nos iremos de todos. Pero la pérdida no será la misma. Con Ceesepe se va una forma de mirar especial y única. Una mirada que está en sus pinturas y en sus ilustraciones y que ahora se apaga. De aquella época cuando éramos jóvenes y que ya no volverá. De aquella Movida luego idealizada y algo deformada. 
Algunos de ustedes ya lo saben, cuando se trata del alma me agarro a Jodorowsky. Que la ‘esencia’ de Ceesepe no nos abandone. DEP artista.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Marineros

Ya no hay sirenas en el mar de los recuerdos. Y puede que tampoco en el de los anhelos. Apenas se perciben el eco de las risas de cristal, el brillo de unos ojos apagados y el suave aleteo sobre las crestas de las olas donde sobresalen escamas de plata en las que el sol espera encontrar su propio reflejo. 
El viento y la luna siguen siendo la esperanza de los marineros como preámbulo de un nuevo día; aquel en el que el mañana es clon del ayer. Y aún así nadie renuncia a otear el horizonte para poder escupir la palabra atrincherada en la garganta, aquella que no necesita traducción, aquella desgastada hasta en la imaginación y que sin embargo guarda el sonido de las mejores venturas ¡Tierra! 
Nadie pregunta dónde estamos. Porque todos o casi todos lo ignoran o probablemente porque eso sea lo de menos. Los pies están para hundirse en la arena. Y solo la mirada triste y esquiva delata al tritón, cuya única voz es el rugido de la caracola. 
Cuentan los viejos lobos de mar que aquel grito lo obedece el mar. Las olas se alzan y agitan los cascos de las naves iniciando un baile cuyo final no está escrito pero que relata el juego del cazador y su presa. Los marineros veteranos cruzan los dedos y miran primero al mar y luego al cielo para espantar las supersticiones que heredaron de sus mayores y que en muchos casos será el único legado a percibir por los que les precederán. 
La tierra es sinónimo de calma, aunque no sea más que una farsa, una máscara de miedos que diluye los antiguos miedos. Siempre el temor a lo que está por venir, siempre el presagio negro de lo que acontecerá. 
La costa es lo inmediato. Y la playa, la certeza. Lo demás se dirime entre cuentos de tabernas del puerto, la media sonrisa del grumete, el gesto adusto de los oficiales y las cejas arqueadas del marinero que siempre jura que será su último viaje. Los crédulos siempre suman adeptos. Y el incrédulo ni siquiera halla cobijo en el diario del náufrago. 
Siempre hubo otros pies que pisaron antes la arena. Siempre se glosó el triunfo de los miedos. Y siempre habrá quien a pesar del rugido de la caracola oiga el canto de las sirenas. Las risas de cristal, el brillo que da vida a los ojos y la estela en el agua que marca el camino de los que aún sueñan.

jueves, 16 de agosto de 2018

Rachas de viento

Son rachas. Como las del viento. Ese viento helado del Norte, ese que te hiela los huesos y hasta la sangre. Ese mismo que puede llegar a helarte el corazón. 
Rachas de viento que duran un soplo y que sin embargo parecen interminables, casi eternas. Son como páginas en blanco de un futuro impredecible más allá de la previsible escritura; la danza de las letras sobre el papel. 
Quizás estaba escrito previamente en el libro de la vida con la tinta invisible de los juegos infantiles y de los sueños de espías. O quizás no es más que otro breve capítulo de renglones torcidos e incierto final. 
Sopla. Y silba. Como una locomotora desbocada. Como un aullido prolongado. Como un salmo inteligible. 
Cierras los ojos. Y esperas que amaine, que la ira se vuelva murmullo y que no brote el eco. Anhelas que la racha del viento traiga una melodía, aunque vuele la partitura y aunque la letra esté perdida. 
En un momento de debilidad abrazas la fe del creyente y recuerdas aquel rock dormido que abría la puerta a que el ángel decida volver. Pero no puedes evitar la visión de unas alas mojadas y una espada de fuego. Y piensas que hay fantasmas que no se van del todo y otros que no terminan de llegar. Y todo está en la cabeza. Y todo viaja en las rachas de viento. Y todo es real. 
Quieres correr. Saltar. Volar. Conocedor de que un paso adelante implica uno y medio atrás. Nadie te habló de la lluvia. Ni del arco de colores que encierra un tesoro y te devuelve por un instante la inocencia. Nadie te dijo que el sol duerme en un rincón. 
El viento trae frío y oscuridad. El mañana está al llegar. Son rachas. El bourbon te hace un guiño. Y no hay dados en la palma de la mano.

domingo, 5 de agosto de 2018

La hora del Salambó

Es fácil o difícil explicarlo. Lo mismo que comprenderlo. El camino tiene los mismos pasos hacia adelante o hacia detrás. Supongo que todo se reduce a la interpretación. Y no me refiero al teatro o a cualquier otra demostración de poderío en artes escénicas. Es algo más mundano. Pero como tantas cosas en la vida requiere un conocimiento previo. Y eso en los tiempos actuales no es que sea un espejismo, es que parece algo inalcanzable. Aún así poco cuesta asirse a la esperanza.
No se me alarmen. Es una exhibición de debilidad. O de fortaleza. O de ninguna de ambas. Vicio o disfrute. Nostalgia. Envidia sana. Reconocimiento. Juanito El Andariego on the rock.
Puede que no sea más que una demostración del quiero y no puedo. Una constatación romántica de que cualquier tiempo pasado fue mejor. No se engañen, a pesar del idealismo hace muchas lunas que soy consciente de que el hoy ya no es ayer y apenas brinda algo de futuro.
Y sin embargo me gusta pensar que un rato en el Salambó es como parar la máquina del tiempo. Voy siempre que puedo, al filo de la medianoche. Pido un Juanito El Andariego en vaso corto con agua con gas. Es curioso o patético, siempre o casi siempre me siento en la misma mesa o en la de al lado, frente a las fotografías de aquel tiempo que fue y no volverá. Y mirando esas lámparas que me parecen cigarrillos invertidos a la espera de unos labios imposibles que los atrapen y exhalen el humo.
Pienso en cómo me hubiera gustado estar allí una de aquellas noches con ellos. Solo una. Hubiera estado callado. Creo. Hubiera compartido el humo del tabaco y unos tragos largos. Los hubiera observado y oído debatir sobre la obra y autor más idóneo para el veredicto final.
Ahora es tiempo, tristemente, de señalar las ausencias definitivas más que los hipotéticos retornos.
Y es tiempo de reconocer que las hojas del calendario cayeron para no volver. Queda el poso. Las reminiscencias a las que uno quiera asirse. Y la nostalgia. No hay ninguna mayor o igual a aquella que nunca se ha conocido. Heredada. Aprehendida. Soñada. Supongo que da igual. Las manecillas del reloj van a avanzar lo mismo. Ese camino de 24 horas que parece poco, mucho o eternidad.
No hay mucho más allá de la mirada. Pero es un lujo al menos poder contemplar a quien da cuerda al reloj.


martes, 24 de julio de 2018

El ángel vengador

Levanto la mirada a la espera de una señal. Oteo el horizonte buscando la silueta de las alas. Nada. No alcanzo a ver al ángel exterminador. Ni siquiera logro ver una espada flamígera que anuncie la llegada de un nuevo tiempo.
El ayer, el hoy y el mañana forman parte del mismo presente. 
La estación sigue ahí. Los pasos se deslizan sobre el andén. Y a lo lejos se oye nítido pero lejano aquel otro tren que nunca cogimos. 
Apenas recuerdo qué toca la orquesta cuando nunca deja de sonar. Y pienso en aquellos pasos que mucho antes de deslizarse por aquel andén lo hacían con elegancia por el piso de aquel salón. Dibujos geométricos al compás y el roce de la tela como preámbulos de caricias adolescentes que por capricho del tiempo o quién sabe por qué quedaron atrapadas en una danza sin fin. 
Tres pasos a un lado, dos al frente y ni uno para retroceder. Parecía un credo vital y probablemente no era más que el tic-tac dormido de aquel tipo al fondo del salón, encaramado al taburete, apoyado en la barra y con la mirada perdida en el ventanal. 
No sabría decir qué miraba, pero hoy juraría, incluso apuesto que no yerro, que también esperaba una señal. La silueta de las alas. El ángel vengador. 
Escucho el tren acercarse y contemplo las vías tratando de averiguar por cuál de ellas avanzará. Intuyo un juego perverso, una ruleta rusa en la que el tren es pistola y proyectil. Un naipe al aire que en su vuelo es rey, dama y as y al caer solo es el joker burlón. Una moneda de dos caras. Un par de dados y sus ciegos ojos de serpiente. A todo o nada. Hagan juego. Adquieran los billetes en taquilla y elijan vía. Yo ya estuve aquí. 
Recuerdo las caderas que hacían girar las cabezas. Las piernas interminables que en dos pasos podían llegar al final del andén. Y aquella sonrisa que no era más que un puñal en la boca; brillaba como el marfil, pero solo era un espejismo, una broma macabra del sol. 
Sonó un silbido largo precedido por dos truenos. Y se oyó un ruido seco como la piedra al golpear en el fondo del pozo. Todos miraron al suelo; salvo el espabilado de turno, que levantó la mirada para ver la silueta de las alas. El ángel fatal.

miércoles, 11 de julio de 2018

Hasta siempre

Dicen que descubres que te conviertes en un adulto cuando tienes hijos. Es probable, pero rebatible. La realidad es que adquieres consciencia del final de una etapa de tu vida cuando eres tú el que entierras a los muertos; cuando acudes al tanatorio, cuando frecuentas velorios y das el pésame. 
Se mueren tus familiares más cercanos y a la par comienza a engordar la lista de amigos que abandonan antes de tiempo, siempre demasiado pronto, este viaje.
No todos jugamos con las cartas marcadas, pero sí conocemos todos el final de la partida. Ese final que en la mayoría de las ocasiones se ve o se quiere ver desde la distancia, desde mucha distancia, pero que ineludiblemente llega, demasiadas veces sin aviso y golpeando.
Lo sabes. Porque desgraciadamente en algunos casos se sabe antes de que ocurra. Y aún así el golpe es descomunal. De esos que haría tambalearse a un peso pesado en el cuadrilátero, de esos que a duras penas logras evitar que te hagan besar la lona.
Recibí el primer aviso por la tarde. Ya sabía que andabas mal. De igual modo que sabía que a pesar de ser un hipocondríaco no te irías sin presentar batalla. Lo mismo que ambos sabíamos que no era posible otro desenlace.
Cerca de las diez y media recibí la llamada de teléfono de un amigo común para anunciarme que te habías marchado. Se vistió de heraldo negro para decirme, Antonio ha muerto.
Sé que en los últimos tiempos no estuve a la altura. Como sé que nunca estoy a la altura cuando se trata de la muerte. La dama de negro y yo no congeniamos; no me gusta mirarla a la cara y ver esa sonrisa que nunca he sabido cómo interpretar. Y porque a pesar de todo soy capaz de habitar en ese espacio del que permanece mientras otros toman el camino sin regreso. Sin embargo, me interesaba por tu estado y conservo el recuerdo de la última vez que nos vimos, cuando tú no querías que te preguntara por la enfermedad maldita y yo sabía que tenía que preguntar
También sé que eso carece de importancia. Nos hicimos amigos hace mucho tiempo. Casi sin darnos cuenta. Y a partir de ahí comenzamos a conocernos y a contarnos muchas cosas, propias y ajenas.
Descubrimos que estábamos en la misma trinchera. Tú con la pistola y yo con la pluma. Sin perder el Norte, pero creyendo a pie y juntillas que las cosas podían y debían ser de otro modo. Probablemente y sin saberlo en algún lugar y en algún momento mamamos aquello de libertad, igualdad y fraternidad. 
Lo tuyo tenía más mérito, porque eras de otra generación. Una de aquellos tiempos difíciles, muy difíciles. Y además era militar. A caballo entre aquella España negra y esta España multicolor que sin embargo también es capaz de causar un punzante dolor. Creo que el conocimiento de esa realidad y las convicciones de otra realidad deseable nos hicieron situarnos a ambos en un cinismo consciente no exento de ironía. No haríamos prisioneros, pero tampoco nos rendiríamos nunca. 
Y así te has ido. Sin rendirte. Sabiendo que no te vas a ir del todo mientras nosotros sigamos por aquí. Sabiendo que la pelea todavía no ha terminado. Y consciente de que Najat seguirá en pie y enarbolando la bandera. Igual que Juanfran. 
Nos abrazaremos y lloraremos por tu adiós. Gritaremos y renegaremos de esta puta vida que nos priva de tu tiempo para entregárselo a quienes no se han hecho merecedores de él. 
Hoy no tengo cuerpo para Juanito El andariego. Mis demonios están agitados. Pero Tato, te prometo que no a mucho tardar levantaré una copa a tu salud y en tu recuerdo. Consciente de que el camino es incierto y el final inequívoco. Esperanzado de que en el último recodo volvamos a vernos.

viernes, 22 de junio de 2018

Contra el olvido

Ha confirmado el presidente del Gobierno en su entrevista en Televisión Española, la que debería ser de todos y no de unos pocos, que los restos del dictador abandonarán el mausoleo del Valle de los Caídos. Llega la noticia, como casi todo en este país, con décadas de retraso.
Coincide el anuncio del fin de esta indignidad con la inauguración en Jaén de un monumento a las víctimas del Holocausto, un homenaje impulsado por la Junta de Andalucía al que se han sumado la Diputación provincial de Jaén y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. 
El monumento, realizado por el alfarero ubetense Juan Pablo Tito, se ha ubicado en la lonja del Palacio provincial, donde se alzara en su día el Real Convento de San Francisco de Asís. Dos columnas esmaltadas con los nombres de 145 republicanos jiennenses, que encontraron la muerte en los campos de concentración nazis, servirán de recordatorio de la barbarie y a la vez serán un ejemplo de reparación, dignidad y justicia. Dos columnas contra el olvido que nos recuerdan la miseria de los verdugos y mantendrán abierta la puerta de la esperanza a las víctimas. 
No ignoro que solo es un símbolo, un gesto si quieren. Pero la deshumanización de los vencedores y posteriormente, el desinterés de sus herederos políticos y la falta de coraje de anteriores gobiernos democráticos, en particular de los socialistas, para afrontar las consecuencias y responsabilidades de la dictadura franquista en España, apenas han permitido eso, actos simbólicos de recuerdo y homenaje a las víctimas del horror, la infamia, la crueldad, la represión, la vileza, la ruindad…, y un hermanamiento, también simbólico, entre esas víctimas de los campos nazis y aquellas otras que nunca abandonaron España; aquellos desaparecidos, asesinados y sepultados en fosas, pozos y cunetas. 
Jaén en la celebración del 14 de junio como Día de la Memoria Democrática de Andalucía ha querido realizar un homenaje a esas víctimas y sumar este monumento a esa llama imaginaria que representa ese otro monumento a las víctimas en la Fosa 702 del cementerio de San Eufrasio. Pero no es suficiente. 
La memoria debe servir para evitar que se repitan los relatos del odio y el horror y para construir una ética contra la impunidad y el olvido. “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, aseguraba el filósofo español Jorge Santayana. 
No caigamos en el olvido. En Francia, en Austria o en Italia vemos con tristeza como resurge el fascismo y la amenaza de repetir esa historia de destrucción alimentada desde el odio al otro. España no es ajena a ese resurgimiento. Y Jaén tampoco. El huevo, como los de chocolate, se envuelve ahora en papel naranja, pero no olviden que dentro lleva la serpiente.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 21  junio de 2018.

lunes, 18 de junio de 2018

Pasos de baile

Algo ha cambiado y algo está cambiando. De repente, y de la forma más inesperada. Cuando pensábamos que no había remedio y estábamos abocados a la italianización. En unos días hemos pasado de ser la cueva de Alí Babá y los tropecientos ladrones a ser un país donde se derriba a un gobierno por corrupción, donde se nombra a ministros que no necesitan vivir de la política y donde un barco con nombre de refresco nos recuerda que siempre hay margen para demostrar humanidad.
La moción de censura de Pedro Sánchez que ha echado a Rajoy de la política nos ha devuelto la política. Ha dejado desnudo a Albert Rivera envuelto en la bandera; nos ha mostrado con nitidez las dos caras de Podemos, Iñigo Errejón y Pablo Iglesias, y ha colocado a algunos políticos catalanes, incluidos los independentistas, ante el espejo. 
Se ha atajado la amenaza del regreso al paso de la oca de la mano del Ibex-35 y se ha apostado por los pasos de baile. Aunque en esto de bailar algunos con que no les pisen los sordos de un pie ya tienen bastante. 
En Andalucía, que no había más baile que el de la silla, nos ha pillado el asunto con el pie cambiado. Ciudadanos amagaba con abandonar la pista y Susana Díaz, tras la marcha de su consejera de Hacienda a Madrid, ha hecho un guiño a su izquierda con el nombramiento de Lina Gálvez como nueva consejera. Además como ya no se sabe si van a tocar una lenta o van a seguir con ritmo de vértigo se baraja adelanto electoral en noviembre para seguir en la pista de baile. Los jueces se han marcado unos pasos con la sentencia de la Gürtel y por aquí se teme que la orquesta toque la misma pieza con la de los ERE. 
La cuestión, una vez más, es qué va a hacer el PSOE de Jaén. A Paco Reyes no se le conocen dotes de bailarín, aunque es cierto que en esta provincia estamos acostumbrados a bailar con la más fea.
Susana Díaz, ante el cerco de Madrid con los nombramientos de Sánchez, se ha dejado caer por Jaén para pasar revista al cuerpo de baile; vaya a ser que a última hora a los socialistas jiennenses les dé por bailar con el guapo, vuelvan a sus orígenes y la presidenta se quede sola en el centro de la pista con unas primarias descosidas. 
Yo qué quieren que les diga, ¡Que suene la música y que siga el baile!

Mi artículo para SER Úbeda, del 18 de junio de 2018.

sábado, 9 de junio de 2018

Roedores

Con las ratas pasa como con la pobreza, no nos molestan mientras no las veamos. Sabemos que ambas existen, pero mientras las soporten otros nos es indiferente. 
Las alarmas saltan cuando campan por el centro de la ciudad. Mientras lo hagan en el casco histórico y los barrios de las faldas del castillo lo justificamos y culpamos a los habitantes de esa zona. Como si esos vecinos quisieran habitar en infraviviendas, vivir en calles donde literalmente las casas se desploman y tener a los roedores como animales de compañía. Y como si la falta de inversiones, el olvido de las administraciones y la desidia de los gobernantes no tuvieran que ver con ese abandono sistémico de una parte de la ciudad a la que también se le exige pero con la que no se cumple. 
Los vecinos de algunos barrios como San Juan han dicho ¡basta ya! Han salido a la calle para que se les escuche y para que lleguen soluciones. Piden compromiso y por supuesto, inversiones. Creo que esta vez no les van a contentar con promesas que luego se lleva el viento de Jaén y también creo que se les sumarán vecinos de los barrios más próximos. La gente se cansa y ha descubierto que no hay dique que pare estas mareas ciudadanas cuando no esconden intereses espurios. 
Yo no lo puedo evitar, me dan mucho asco las ratas; pero a la vez siento curiosidad por esos roedores que acompañan al hombre desde el principio de los tiempos y que siempre han habitado junto a nosotros. Ratas, serpientes y humanos. Quizás en el fondo sean una metáfora de nuestra propia existencia como sociedad. 
Ahora que las ratas han tomado el centro de la ciudad, entiendo que los vecinos pongan el grito en el cielo. Estábamos tan ensimismados con el pádel y la imagen de la Catedral abriéndose al mundo, con el recuento de los euros que el evento nos ha dejado, con un posible retorno el próximo año y ¡zas! se nos ha caído el cántaro y ha acudido la realidad en forma de roedores. 
El Ayuntamiento ha respondido presto, ha sacado el recetario y ha multado a varios locales, comercios, bares y restaurantes de la zona centro a los que responsabiliza de no arrojar la basura en los contenedores y de conducta incívica. 
Nada que objetar. Para mantener la ciudad limpia deben cumplirse dos premisas, que los ciudadanos ensucien poco y que los servicios municipales limpien lo necesario. 
Este domingo creo que no se cumplieron en el centro de Jaén ninguna de las dos y el resultado es sabido. Basura y ratas. Por favor, ahórrennos el espectáculo y la plaga. Ya tenemos bastante con las andanzas diarias de las ratas de dos patas.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 7 junio de 2018.

domingo, 27 de mayo de 2018

Trenes

Los trenes llegaron a las vías muertas. Y ya no hubo marcha atrás. Quedaron paralelos los surcos de hierro en la tierra, señalando caminos a ningún lugar. Permanecimos de pie en viejos andenes, mirando al horizonte, esperando a aquella locomotora que ya nunca llegará. 
Suspendidas en el aire, las preguntas pendientes de responder alimentan la ausencia de certezas. Cruzamos las miradas buscando un guiño que tampoco va a llegar. No suman dos soledades, ni siquiera para volver a empezar. 
Una ventana sin cristal esboza un cuadro irreal. No tiene sentido dejar a la mirada perderse. Ni siquiera cuando se oyen pasos de viajeros perdidos en el andén. Sin rumbo y cargados de equipaje, de ese pegado a los huesos e incrustado en la memoria que hoy es el ayer. 
A lo lejos parpadean luces de neón, reclamo de salones donde conviven el engaño y el fracaso. Donde la carne es ley mezclada con rimmel y carmín. Donde no hay forma de sobrevivir al naufragio y cada día es una sentencia sin más. 
Afuera la vida suena, con el compás cambiado y el riff de una guitarra con cuerdas rotas que una vez vivió en las manos de una estrella del rock y hoy enmudece lánguidamente hacia una afonía sin remedio. 
Entre murmullos se oye el golpe seco de una maleta al caer y al abrirse muestra el bagaje de los nómadas, el resumen de una vida que no ocupa más que un agujero en la arena. 
Nadie dijo que el viaje mereciera la pena. El error fue creer que el punto de destino era mejor que el de partida. Y en ese tránsito se tiene todo y nada, se gana y se pierde con dados y cartas trucadas y se sueña con el azar como elemento corrector. 
Escuchamos un ruido en la distancia y deseamos que sea el del traqueteo del vagón o simplemente aquella llamada de ¡viajeros al tren! No es más que una alucinación, ya solo el viento pule los raíles y hace volar el polvo que testifica el paso del tiempo. 
Es la última parada. Y no hay vuelta atrás. 

viernes, 25 de mayo de 2018

Desterrados

Me enteré el lunes por la mañana. Y no daba crédito. Aunque en Jaén no deben sorprendernos estas cosas, porque por desgracia ya estamos acostumbrados a ser los últimos de la fila. 
La realidad es que el Jaén Paraíso Interior, nuestro equipo de Fútbol Sala, jugará el segundo partido de las semifinales del play off al título de liga contra el Inter Movistar en Granada. La dictadura de las teles. El caso es que para poder retransmitirse por televisión desde el Pabellón de La Salobreja habría que cambiar la superficie de la pista por una azul y tener unos marcadores LED de los que carecemos. 
El Ayuntamiento de Granada se ha puesto a disposición del club, ha manifestado su orgullo por acoger la semifinal y ha abierto sus puertas a equipo y afición. Es curioso que los munícipes granaínos traten mejor al equipo que el Ayuntamiento de Jaén. 
No les gusta al alcalde y a sus concejales nuestro equipo de Fútbol Sala. Para hacerse las fotos cuando gana sí, pero para otras cosas… Lo tienen tan atragantado que hasta les cuesta decir el nombre y nunca lo pronuncian, siempre le llaman el Jaén Fútbol Sala, lo de Jaén Paraíso Interior les debe producir urticaria. Y deben haber aleccionado bien hasta a la ‘negra’ del alcalde en redes, porque tampoco ella llama al equipo por su nombre. Al menos el alcalde tiene quien le escriba, aunque sea pagando. Yo puestos a elegir, que me escriba el Profesor Mustio Collado. 
Sin embargo, con el Real Jaén es otra cosa ¿por qué será? 
Al margen de por lo que ustedes están pensando, tiene su lógica. El Jaén Paraíso Interior Fútbol Sala es admirable. Es un ejemplo. No me canso de repetir el mérito que tiene este equipo. Su triunfo es el resultado del trabajo, del esfuerzo, de la humildad, de la unión… Grande en la victoria, pero también en la derrota. Representa los valores que queremos ver en el deporte y los que nos gustaría inculcarles a nuestros hijos. Y a ser posible trasladarlos al conjunto de la sociedad. 
Además, se ha ganado el respeto de los de aquí y de los de fuera. Ha aumentado nuestra autoestima y ha hecho que nos sintamos orgullosos de ser lagartos. Y por si todo eso fuera poco ha generado un caudal de ilusión; una marea amarilla que inunda nuestra ciudad y aquellas ciudades donde juega. 
Es decir, lo contrario de lo que nos proporcionan los gerentes del Hotelito de los Líos, como bautizara el añorado Fernando Arévalo a este nuestro Ayuntamiento, que a mí me recuerda más al Club Social de Cheyenne, pero sin James Stewart ni Henry Fonda. 
¿Qué el destierro a Granada pone en evidencia las carencias de nuestra ciudad? Naturalmente. Entre otras la ausencia de un pabellón deportivo que reúna las condiciones para la celebración de estos eventos y similares. Y por tanto, la necesidad de que comience a construirse de una vez el anunciado Oliva Arena. 
No hay dinero, ni siquiera interés en gestionar una solución para que ese partido se hubiese jugado en nuestra ciudad, pero si lo hay para la celebración de otros eventos, a lo que se ve más lucrativos, aunque ajenos a la identidad de la ciudad; como ese campeonato de pádel para el que se ha levantado una mole de hierros frente a la Catedral. 
¿Una cosa no es incompatible con la otra? Por supuesto. Pero deja claras cuáles son las preferencias y las prioridades del alcalde y sus concejales. Espero que las cuentas participen también de esa claridad. Porque frente a los iluminados seguimos huérfanos de luz.

 Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 24 de mayo de 2018.

lunes, 14 de mayo de 2018

Armarios

Hay algo desolador en abrir los armarios y contemplar ropa de otro tiempo. Prendas que ya no sirven a los cuerpos para los que fueron adquiridas y que sin embargo guardan la huella de esos mismos cuerpos. 
Es el testimonio de un ayer que nunca acaba de irse, pero que tampoco regresará. 
Contemplo una hilera de pequeñas perchas con varias prendas de abrigo. Vuelvo la vista atrás. Recuerdo cuando se compraron. Las azules, las rojas…, a alguna de ellas no la llenaba el cuerpo o le sobraba hechuras; o ambas cosas. 
Veo algunos pares de pantalones. Esos que un día eran largos. Los mismos a los que había que ajustarles la cintura con aquella goma elástica que tanto costaba abrochar al botón. Hoy los miro y me provocan una mezcla de risa y nostalgia. 
Hay algunas camisas mías. Deben llevar mucho tiempo allí colgadas. Si intentara ponérmelas y casar cada botón con su ojal podría darse la paradoja de convertirme a la par en víctima y estrangulador. Este cuello ya no es aquel. Y el abdomen tampoco es el mismo. Podría decir que han encogido o que ahora me gusta llevarlas más anchas. 
Y también está aquel chubasquero naranja que en su día parecía atrevido y hoy se muestra muy discreto. Y la trinchera beige, al más puro estilo Bogart y que me sigue estando tan grande como la primera vez. A ella no le afectan ni cuello ni abdomen. Apenas la uso, pero no he olvidado como se deslizaban las gotas de lluvia por aquel tejido como encerado. 
Abro otro armario y me encuentro frente a un espejo. Ya no necesito que la ropa me cuente nada. El rostro pertenece al presente. Ahí también soy capaz de reconocer las huellas de lo que fue. No me preocupa. Tampoco me asusta ni me deprime. Me pregunto si al cerrar el armario él se quedará allí como las camisas y el resto de la ropa. Sonrío. Debe ser muy incómodo pasar media vida colgado de una percha.

sábado, 12 de mayo de 2018

Una visita interesante

En esta semana he tenido la oportunidad de disfrutar con la presencia de una de esas personas que despiertan mi interés. Algo inusual, bien porque algunas de esas personas que se dejan caer por esta tierra olvidada no son de mi gusto, bien porque a las que vienen he tenido la posibilidad de escucharlas en otros territorios o simplemente porque ese día no cuadraba el círculo. 
Jaén sigue siendo un sitio que figura en los mapas, pero que no se halla en un elevado número de cabezas más allá de los límites provinciales. Continúa siendo un territorio desconocido, entre otras cosas porque las comunicaciones no facilitan la llegada de foráneos. 
En esta ocasión nos ha visitado el periodista Fran Llorente, que ha padecido en carne propia esas carencias en el transporte y ha visto como el tren que le traía hasta esta tierra de olivos interrumpía su marcha a medio camino. El Sur existe, eso es innegable, aunque en ocasiones las distancias en kilómetros no se correspondan con el tiempo lógico para recorrerlas. 
Fran Llorente es un personaje curioso, idealizado por su responsabilidad como director de los Servicios Informativos de Televisión Española en una época en la que esa televisión fue pública y de todos, se comporta como un tipo normal. Defiende el éxito de aquella etapa como el logro de un trabajo en equipo y el resultado de un modelo de televisión pública. 
En el fondo creo que es consciente de que pese a los halagos se limitó a hacer lo que debe hacer un periodista y la percepción de lo logrado es también producto de lo que otros periodistas en situaciones parejas no supieron o no quisieron hacer. Aún así, nadie podrá borrar de su haber el darnos por un tiempo, demasiado exiguo para mis apetencias, una muestra de esa televisión pública anhelada por muchos periodistas y cómo no, por una amplia mayoría de ciudadanos. 
Mantiene los pies en el suelo, se ve que ni lisonjas ni presiones lograron torcer su rumbo, y de la mano del ‘compi’ periodista Juan Armenteros y a través del intercambio de palabras y recuerdos reconstruyeron el relato en desuso y gastado de lo que siempre hemos creído que es el periodismo. 
También sirvió el diálogo para comprobar que existen periodistas que no han comprendido ni comprenden nada. Ignoran lo acontecido, no leen y creen que ellos son o deben ser los protagonistas.
No he conocido a ningún periodista mudo, ni a ninguno que con mayor o menor habilidad manejando la lengua no haga trajes a medida, pero me irritan los que alzan la voz para escucharse a sí mismos y colocarse debajo de los focos. 
Nunca me han gustado las personas que ladran. Prefiero el aullido del lobo y por supuesto, los maullidos de los gatos. Quizás y a pesar de que mi padre los detestase por eso me convertí en uno. 
Lo del periodismo viene por otro lado y no dudo de que en ello influyeron tipos parecidos a Fran Llorente, que respetan esta profesión que en su día fue oficio y tratan de mantener la esencia sin renunciar a mirar al futuro, a sabiendas de que las herramientas cambian pero siempre se necesitará un periodista honesto con credibilidad para contar lo que pasa.

viernes, 11 de mayo de 2018

Íntimos enemigos

La concesión de 15 millones de euros para Jaén con cargo a los fondos de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado (DUSI), el antiguo Plan Urban, es una buena noticia para la ciudad. 
Pero que nadie saque pecho y se ponga medallas. En la primera convocatoria no nos presentamos; en la segunda, suspendimos, y hemos logrado aprobar a la tercera, en la repesca. Cuando ya las otras siete capitales andaluzas tenían asegurados sus 15 milloncejos y a nosotros se nos ponía cara de Carpanta. 
Es una inversión a 5 cinco años que según se dijo en su momento se iba a destinar al proyecto de semipeatonalización del centro, la construcción de 800 plazas de aparcamiento, la puesta en servicio del tranvía, las inversiones en los barrios más vulnerables socialmente y la apuesta por energías limpias en los edificios municipales, bajo el paraguas del denominado “Jaén hábitat 2023”. 
Ahora cuando se anuncia su concesión en vez de explicar sin trampa ni cartón a qué se va a dedicar el dinero, asistimos a un nuevo rifirrafe entre equipo de gobierno y oposición. Será por la proximidad de las elecciones o será porque no hay claridad ni proyecto de ciudad. 
Sería deseable que la gestión de los fondos fuese menos tortuosa que el proceso para lograrlos. 
Lo que si ha evidenciado la concesión de los fondos DUSI es que pese a declaraciones de amistad y fotos conjuntas, el ex alcalde Fernández de Moya y el actual alcalde Márquez son las Cospedal y Soraya jiennensis (con permiso de ‘El Creata’). 
Es significativo que conociésemos la noticia de la llegada de esos fondos el domingo por la tarde y a través de un tuit de Fernández de Moya, anunciando además que el lunes ofrecería en Jaén una rueda de prensa para informar de la buena nueva. Ya ni siquiera se espera a la publicación en el BOE, se tira de Twitter y descubrimos “lo que está pasando en el mundo en este momento”. 
Márquez respondió convocando una rueda de prensa el lunes por la mañana junto a su concejal de Hacienda para informar de una noticia que ya era vieja. Fernández de Moya desde Madrid le había ganado la mano por el pajarito azul. 
Ya saben que en los alcaldes de Jaén es recurrente aludir a la herencia recibida para desviar la atención sobre su gestión de los asuntos de la ciudad. En el caso de Márquez lo cierto es que la herencia son los dos ‘caballos de Troya’ que Fernández de Moya le dejó en su grupo municipal y ni siquiera eso es excusa. Aunque una vez conocido que Márquez se presentará como candidato a la Alcaldía en las próximas elecciones, la duda es si esos dos concejales repetirán en la lista o saldrán del Ayuntamiento. 
De uno de ellos se especula ya con su marcha al Parlamento de Sevilla, donde con tanto “nini” y vividor de la política se sentirá sin duda como pez en el agua. No creo que el actual alcalde le echase de menos y de paso nos serviría para aclarar quién manda en el PP jiennense y lo que es más importante para Jaén, quién gobierna la ciudad. 
No estaría de más saber de entre los íntimos enemigos cuál tiene menos fuerza que la Falange de Cazalilla.

 Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 10 de mayo de 2018.

lunes, 30 de abril de 2018

La bacteria fastidiosa

Como algunos de ustedes ya sabrán se ha detectado el primer caso de Xylella Fastidiosa (el nombrecito ya por sí solo se las trae) en un invernadero de El Ejido (Almería); lo que ha llevado a la Junta a declarar oficialmente la cuarentena en la zona el pasado viernes.
En Jaén tenemos 66 millones de olivos, es decir, 66 millones de potenciales afectados. Y una economía que se sustenta fundamentalmente en el monocultivo del olivar. Por ejemplo, del algo más de un millón de toneladas de aceite de oliva producido en Andalucía durante la campaña 2016/2017, 542.000 correspondían a nuestra provincia. No en vano somos el principal productor de aceite de oliva del mundo.
Imagino que ya conocen el remedio en caso de infección: tratamiento fitosanitario y posteriormente, eliminación de todos los vegetales especificados situados en la zona infectada.
Debemos evitar ser alarmistas, pero es indudable que estamos ante una de las mayores amenazas al olivar jiennense en décadas; por supuesto peor que las propuestas de recortes en las ayudas procedentes de Bruselas en forma de OCM y la proliferación de olivares en algunas zonas de campiña andaluzas, en Portugal, el Magreb o la misma China.
Habrá quien vea una oportunidad en la aparición de esta bacteria y por aquello de que ‘no hay mal que por bien no venga’, ‘mal que cien años dure’ y zarandajas similares piense que será la hora de cortar por lo sano y renunciar al monocultivo del olivar.
La realidad es que esta provincia hoy por hoy carece de alternativas a esa dependencia. Apenas tenemos industria y nuestro déficit en infraestructuras es histórico; nuestras comunicaciones por carretera y ferrocarril son inadecuadas e insuficientes tanto para el transporte de viajeros como para el de mercancías (la salida a Levante por autovía sigue siendo un viejo anhelo) y el aeropuerto, lo llamen como lo llamen, está en Granada.
De hecho, las iniciativas públicas y privadas para contribuir al desarrollo socioeconómico de la provincia tienen el olivar como referencia, con proyectos relacionados con el turismo y la gastronomía, con apuestas como el oleoturismo y la difusión del uso del aceite de oliva como un producto estrella en la alta cocina. Donde por cierto hay que reconocer la labor de la Diputación de Jaén.
No esperemos a que la bacteria infecte nuestros olivos. Exijamos medidas y soluciones. Y sobre todo, reclamemos las inversiones pendientes de Estado y Junta, vía presupuestos, y aprovechemos todas aquellas a las que podamos acceder de los fondos europeos.
Créanme, bastante fastidiados estamos ya para que ahora además venga una bacteria a darnos la puntilla. 

Mi artículo para SER Úbeda, del 30 de abril de 2018.