lunes, 30 de diciembre de 2013

Deseos para el año venidero

Si os pidiera que arrojéis al fuego lo peor de 2013, no albergo duda de que alguno sucumbiría a la tentación de arrojar su vida a las llamas.
Entiendo que la desesperanza golpe a golpe se va haciendo hueco en nuestras existencias y que dibujamos la línea que creemos no seremos capaces de sobrepasar.
Comprendo también que las palabras apenas pueden reconfortarnos un poco y que no nos ofrecen certezas. Y aun así, sigo creyendo que merece la pena aferrarse a ellas, que son cobijo, pese a la precariedad de los materiales y del edificio que sustentan, y que son capaces de unirnos incluso en este salto hacia atrás al que nos empujan.
No vendo promesas envueltas en humo. Tan solo ofrezco las palabras que soy capaz de enjaretar para formar frases y párrafos, con mayor o menor destreza, que logren comunicar las islas que habitamos; las islas que en realidad la mayoría somos, por voluntad o imposición.
Como cada nuevo año, mis deseos para el venidero son los mejores, aunque pudieran parecer inalcanzables por ese horizonte desdibujado que se intuye en la distancia y que en la cercanía nos aleja del optimismo.
No nos van a regalar nada. Es más, intentarán privarnos de lo poco que todavía no han logrado arrebatarnos. Y habrá que alzar la voz. Y los brazos. No solo por nosotros, también por los nuestros y por aquellos que nos rodean. Y por los que vienen y vendrán.
Os deseo fuerza, paciencia, voluntad y esperanza para no arrojar vida alguna al fuego. Y desde la consciencia y con conciencia mantener viva la llama.

 

domingo, 29 de diciembre de 2013

G.C. que estás en los cielos

La muerte de Germán Coppini nos ha cogido a la mayoría con el pie cambiado. Como cualquier noticia inesperada. Pensaba que era de la quinta de Santiago Auserón y ahora descubro que era apenas 4 años mayor que yo.
Eran tiempos de sexo, drogas y rock and pop. Una época donde primaban las ganas de divertirse, donde se abrió un espacio a la transgresión y donde confluyeron gentes de diferentes talentos y una apreciable capacidad creativa en disciplinas varias, aunque era la música y las bandas las que actuaban como canalizadores.
Se etiquetó cuando ya comenzaba a mutar con la denominación de La movida y el paso del tiempo y los desmesurados manoseos la han desvirtuado hasta convertirla hoy incluso en la excusa para crear una especie de tour nocturna por los lugares que acogían conciertos y exposiciones y eran frecuentados por los protagonistas directos e indirectos; entonces lugares casi malditos y hoy medio conventos.
Claro que había templos. Rock Ola, como catedral, y luego iglesias y capillas como Caminos, el Teatro Martín, El Salero, El Garaje Hermético, La Vía Láctea, El Pentagrama, El Kwai o La Bovia. Y otros que vinieron más tarde para disfrute de los feligreses.
El centro era Madrid, pero acogió a bandas de distintas procedencias, Los Ilegales, de Gijón; Loquillo y los Trogloditas, de Barna; Derribos Arias, de Euskadi. Y desde Galicia llegó Coppini con Siniestro Total, el punk gamberro que tanto nos hizo menear el bullarengue.
Lo que vino después es conocido, Coppini abandonó Siniestro para formar Golpes Bajos; del punk gamberro pasó a un pop elegante con letras menos frescas pero más profundas. Por eso recibió el bautismo de la traición.
Demasiado epíteto para un tipo que simplemente quiso probar otras veredas en la música y que si existiera derecho para recriminarle, por cuestión de gustos, se le podrían pedir cuentas por aquel disco infumable que editó con Nacho Cano. Poco más.
Nunca entendí la animadversión a Coppini. Aun gustándome más en aquella época Siniestro Total, reconozco que Golpes Bajos era un grupo magnífico y que ambos son parte de un legado que nos deleitó, y lo sigue haciendo, a muchos.
No creo que se pueda, ni deba hablarse de traición; pero si existe alguien merecedor de ese calificativo, hay otros con más papeletas, como, con permiso de Fernando Márquez “El Zurdo”, la ‘Petarda del bótox’. E incluso en este caso me parecería excesivo para alguien que a fin de cuentas ha suplido la falta de talento con la largueza de morro.
Éramos jóvenes y teníamos ganas de diversión. Unos eran los actores principales y el resto los secundarios; pero sin unos y otros aquello no hubiera sido posible. Hoy muchos de aquellos sitios ya no existen y los que perviven, no tienen mucho que ver con lo que fueron. Tampoco nosotros.
Cuando voy al Foro frecuento alguno de ellos. Como si quisiera o pudiera atraparlos 30 años más tarde. Quizás intentando revivir lo que ya no existe más allá de unos discos, unas viejas grabaciones y fotografías y los recodos de la memoria.
De vez en cuando ocurre algo que nos devuelve por un instante a aquellos años. Como ahora la muerte de Coppini o en su día la de Enrique Sierra. Y nos hace pensar que eso del cielo siempre quedó lejos para adoradores de la noche con chupa de cuero, pero que no habrá cielo real o ficticio igual a aquel. Y que no es momento para morir, pero puedes morir en cualquier momento.

lunes, 9 de diciembre de 2013

El peso de los recuerdos

Lo de mirar atrás no es tan fácil. Y a pesar de ello, hay ocasiones en que cualquiera siente la tentación de volver la mirada hacia el pasado para hacer inventario, como si existiera la posibilidad de cambiar lo acontecido más allá de recrearse en la hipótesis.
Aún peor es vivir estigmatizado por el pasado, lastrando presente y futuro y con el convencimiento de que cualquier tiempo pretérito fue mejor e incluso que es recuperable.
Bien pudiera ser fruto de la inestabilidad mental, social o de cualquier otra índole. Pero lo cierto es que hay existencias hipotecadas por lo vivido; unas que arrastran esa carga y otras, incapaces de sobreponerse a ella.
Transcurren los años y lo vivido se idealiza. Algunas cosas se magnifican y otras se minimizan. Así que pueden llevarse escritas en la frente o marcadas en el corazón o haberse desprendido de ellas sin esfuerzo o con peaje. Da igual, la cuestión se reduce a la creencia de cada uno y esa suele oscilar entre lo inamovible y lo imperceptible.
Es frecuente por tanto no prestar atención o hacer oídos sordos a consejos y sugerencias que, desde la perspectiva y experiencia vital de quien las ofrece, tratan de situar el pasado en su plano óptimo, es decir, donde suma y no resta; o lo que es lo mismo, en donde mirar atrás no implica dificultad, porque para realizar inventario solo hay que echar un vistazo a la mochila virtual de la espalda.
Hay quien quisiera que el peso de los recuerdos, tanto en lo positivo como en lo negativo, fuera menor. Incluso inexistente. Renunciando, consciente o inconscientemente, a una parte de lo vivido. Anhelando ser un pez o quedar atrapado en el tiempo. Sin lograr descifrar aún que pesa más un kilo de plomo o uno de paja (pero con la convicción de que ha de ser el plomo porque si los recuerdos pesan como la paja los dispersa el viento) y sin hallar la balanza que resuelva la duda.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

"Ja soc aqui"

“Ja soc aqui”, anunció Taradellas tras volver del exilio para ser proclamado honorable president de la Generalitat de Catalunya. Unas décadas más tarde, cuando los políticos no son honorables a los ojos de los ciudadanos, Rubalcaba, secretario general del PSOE, afirma que los socialistas han vuelto. Sin explicar de dónde y a dónde, y sobre todo para qué.
Cayo Lara, de IU, un tipo que nunca fue a ninguna parte (con permiso de Sabina), dice que para volver hay que haberse ido. El PP del presidente Rajoy, emplasmado y en standby, entre Bárcenas y Aznar no sabe si va o viene. Y UPyD y Ciutadans están en otras venidas. Más carnales. Según Rosa Díez, imposibles de alcanzar por no hallarse en tiempo y espacio, de modo que apuestan por mantener el culto político a Onán.
En Andalucía, la presidenta que eligió Griñán, Susana Díaz, es ahora, a la búlgara, secretaria general de los socialistas. Vende un PSOE unido, pero cada vez más alejado de los ciudadanos y huérfano de proyectos.
Desde Jaén se encabeza la renovación de los 'nuevos tiempos' con la designación de Micaela Navarro como presidenta del PSOE-A, que nueva no es, y añade a la ejecutiva regional a Lola Marín y a Manuel Fernández Palomino.
En el caso de la baezana es obvia su unción como sucesora de su tío Leocadio Marín en la candidatura municipal. En el de Fernández Palomino, es más el pago por los servicios prestados que el preanuncio para la alcaldía. Ya ha empezado el baile en las delegaciones provinciales de la Junta y con los próximos relevos quedará más claro quién es el candidato o candidata para las municipales. No habrá sorpresas.
Y hablando de alcaldes, otra más y van… que el de Jaén, Fernández de Moya, se queda con la maleta a medio hacer para irse a Sevilla. Anunciaron la salida de Zoido y la entrada de Sanz, un alcalde que confundía las facturas del Ayuntamiento de Tomares con las del PP a la hora de pagar; pero Rajoy, contra pronóstico y por sorpresa, mandó parar. Su apuesta para Andalucía es el ministro Cañete, pero deja que bajo la mesa Cospedal y Arenas se den patadas con sus candidatos. A Fernández de Moya le quema el sillón de la alcaldía jiennense y García Anguita no ve el momento de sentarse en él. Éste, como Ana Botella y Susana Díaz, tampoco necesita que le elijan los ciudadanos. Es de corte digital. 
IU avanza hacia el sorpasso, insuficiente para ganar pero, confirmado por las últimas encuestas, generoso para seguir gobernando. Las cuitas en Jaén, entre el local y el provincial, forman ya parte del paisaje y su duda mayor ahora es deshojar la margarita de si interesa alargar la legislatura o forzar un adelanto electoral en Andalucía.
Cuestionada siempre su capacidad de gestión más allá de la administración local, IU se ha desmelenado desde la Consejería de Obras Públicas con el anuncio del final ¡en dos años! de las obras de la Autovía del Olivar.
Lo que le faltaba al PSOE. Que en una legislatura La Loma disfrute de las comunicaciones que se le han negado durante más de 10 años. Y desde una consejería que era la joya del gobierno socialista y cuyos gestores fueron políticos jiennenses como Francisco Vallejo, Concha Gutiérrez y Mar Moreno. Será por aquello de que nadie es profeta en su tierra. O será porque los fondos de Bruselas si tienen fondo. Y no de reptiles precisamente.

Artículo emitido en SER Úbeda el 4 de diciembre de 2013.

viernes, 29 de noviembre de 2013

El 'televicidio'

No me gusta que cierren televisiones. Ni periódicos, ni emisoras de radio. Y mucho menos cuando son públicas. Claro, soy periodista, y eso servirá para que algunos justifiquen mi disgusto.
Allá ellos. La realidad es que la desaparición de un medio de comunicación público además de afectar a nuestra calidad democrática (por los suelos últimamente, cierto) causa un perjuicio en la sociedad, difícil de cuantificar, pero de extrema gravedad.
Es verdad, que desgraciadamente y con excepciones, en este país los medios de comunicación públicos son y han sido la voz del amo político de turno, con ejemplos lamentables y vergonzosos no solo para los profesionales, sino para cualquier ciudadano medianamente ilustrado y ajeno al sectarismo.
Pero no es menos cierto que un medio de comunicación público es una garantía para los ciudadanos y para el propio sistema (o debería serlo) de un acceso universal a la información, de transparencia informativa, pluralidad y libertad de expresión, entre otras.
Y por supuesto, es constatable que lo fallido ha sido la gestión y no la condición pública del medio de comunicación. Básicamente, porque como en otros ámbitos de la administración no existen mecanismos de control eficaces.
La televisión de la Comunidad autónoma valenciana, Canal 9, no es (perdón, era) en esencia diferente a la de otras comunidades autónomas. Lo que convierte su cierre en un precedente peligroso, al servicio una vez más de los gestores políticos, y en una amenaza para los trabajadores de los medios de comunicación públicos; y también para los ciudadanos, proclives a confundir la función de entretenimiento de cualquier televisión con otros aspectos menos tangibles pero fundamentales como la información y el servicio público.
La opción nunca puede ser el cierre, salvo motivos espurios achacados a la situación económica, que curiosamente no impele a la toma de medidas en otros ámbitos de la administración (Y me voy a ahorrar a partes iguales la ventaja y la demagogia de recurrir a referencias sobre lo mercado de manera ilegal en ese territorio por gobernantes y adláteres).
¿Era necesaria una reducción de gastos? Indudablemente ¿Era recomendable una reducción de personal? Probablemente ¿Era imprescindible un plan de viabilidad? Indiscutiblemente.
En Valencia no se han contentado con matar al mensajero. Por el mismo precio han acabado con el medio y con el mensaje.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Los otros amantes

Hay otros amantes. Los que se buscan en la mirada como preámbulo para encontrarse en sus bocas. Los que recorren la piel sin prisa, esbozando los trazos de las espirales del placer.
Aquellos que dibujan en esa misma piel senderos de ida y vuelta para hacer brotar manantiales y transformarlos en embravecidos mares. Cuando los muslos son puertos donde atracan los cuerpos y la carne es posada para las caricias diestras. El horizonte es el otro y no hay distancia porque los dos son uno.
La música de fondo son el susurro entrecortado y las palabras gemidas que no necesitan traducción para ser entendidas. Las mismas palabras que enmudecen por la presión de los labios y se pierden entre las lenguas y la saliva.
Los besos acortan el espacio y el tiempo lo marca el ritmo de las caderas en cada envite, que caprichosas adelantan o atrasan como las manecillas del reloj. Desprovistos espacio y tiempo de valor, los amantes son dueños de sus certezas, ajenos a lo provisional y lo innecesario de las mismas entre las cuatros paredes.
Esperan revivir la primera vez, aquella en la que no hay lugar para la rutina. Y ansían el nuevo encuentro, para calmar la adicción incrementada por la espera. En la despedida, al cruzarse de nuevo las miradas, sienten el miedo alimentado por la duda de haber gozado del otro por última vez.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Amantes de la libertad

Hay quien se concede títulos y se otorga una condición que solo es producto de la ignorancia. Y aún así es insuficiente y tiene la necesidad de proclamarlo, como si el hecho de darle pública difusión avalara el pretendido don o condición.
La osadía del ignorante conduce al propio convencimiento y la convicción se transforma en dogma. De modo que se asume la cualidad proclamada como innata y como elemento identificador y diferenciador respecto al otro.
No voy a referirme a los autodenominados demócratas, cuya trayectoria y creencias son suficientes argumentos para desechar tal condición, aunque no tengan pelos en la lengua para clamar que son ‘demócratas de toda la vida’. Es sabido que la intolerancia, el radicalismo y demás ‘delicatesen mentales’ son patrimonio de ese otro y que aquellas camisas pardas, negras o azules, que más que una segunda piel eran la propia piel, hoy son devaneo o moda juvenil si existe prueba gráfica y producto de las habladurías de envidiosos si son indemostrables.
Y tampoco voy a centrarme en los pacíficos de nuevo cuño, los no violentos que duermen con la pistola debajo de la almohada y guardan un arsenal en los armarios, mientras los archivos de su ordenador serían algo más que un indicio para llevarlos ante el juez. Anhelan ese nuevo amanecer que les brinde la oportunidad de sacar las viejas enseñas del cajón y de ponerla sobre la mesa para ver quién la tiene más larga.
Ya sé que es artificio y aunque afirme no mencionarlos en el propio desdén reside la alusión. Pero quienes hoy me ocupan son los autoproclamados “amantes de la libertad”. Lo idóneo sería despacharlos con un sic, dibujar una mueca en el rostro, bufar y como mucho mirarlos de soslayo.
¡Ah, la tentación! ¿Quién no sucumbe de un modo u otro, tarde o temprano, a ella? Grandilocuente definición. Irreprochable aspiración. Declaración de intenciones. ¿Amantes de la libertad? Pagadores de escarceos con la concubina liberal, no distinguen lo sustantivo de lo aparente. Incapaces de diferenciar la copia del original. Piensan que amar es poseer, someter e imponer; que la seducción viene precedida de la fuerza, del pago o de ambas, y que la libertad se mide por la distancia entre la mano que sujeta la cadena y la argolla que esclaviza al final de ésta.
Sin complejos. Sin pudor. Se proclaman amantes de la libertad ¡por leer un libelo!

sábado, 23 de noviembre de 2013

Heladuras del corazón

Impertérrito Don Antonio. No necesita que nadie le cuente de heladuras del corazón. Tampoco que le hablen de un país que se desangra sin necesidad de rozarse con las cuchillas dispuestas para que se corten otros, soñadores de un mañana inexistente.
Del ni conmigo ni sin mí volvemos al conmigo o contra mí. Aquella bandera que por un momento era de todos se convierte de nuevo en el viejo trapo desempolvado del que algunos se apropian para darle el uso que critican en otros, exhibidores también de sus viejos trapos.
Desterrada la empatía, se hipoteca el presente y se niega el futuro. No ha de extrañar que algunos se obstinen en mirar al pasado y que otros sucumban ante la reescritura de la historia. Y muchos menos que se aviven los anhelos de dibujar las líneas que alejan y borrar las miradas que precedían al entendimiento.
A fin de cuentas la mirada hacia atrás no es más que la pauta que establece el retroceso de los pasos, para desandar el camino y lo que es peor, para cometer los mismos o parecidos errores.
En contra se vivía mejor. El credo es sinónimo de convicción. Y la resta se impone a la suma. Dividir no implica vencer, pero siempre será una garantía para no avanzar.
Para qué romper corazones, si se obtiene mayor rédito atentando contra la razón. Trazando la raya en el suelo para señalar al adversario y manoseando hasta la obscenidad el lenguaje para disfrazar las miserias propias y ensalzar las ajenas. Piruetas para volver la vida del revés, lo negro en blanco y lo blanco en negro.
Las dos Españas Don Antonio, para el españolito de a pie. Hielo y desesperanza en el corazón.
 
Imagen: Escultura de Antonio Machado, ubicada en la calle San Pablo de Baeza (Jaén).

 

viernes, 22 de noviembre de 2013

Cojón de gato

Lo descubrí la semana pasada. Al principio creí que era una broma o una frase hecha, pero no, es su verdadero nombre. Evidentemente lo primero que me llamó la atención fue el nombre y lo segundo, el origen, un caldo del Somontano (Huesca).
Decidí que lo probaría y lo incluiría en mi galería gatuna. Y ayer fue el día. Regando unos andrajos con pollo y setas y haciendo lo propio con unos chipirones. En Xavi Taberna, un negocio de hostelería que han abierto en Baeza (Jaén) mis amigos Alcázar y Xavi, donde se come y se bebe calidad a precio razonable y se recibe un trato inmejorable.
Ya, ya sé que la gente tiene la imagen de un gato bebiendo leche y blanqueándose los bigotes. Así que lo de un gato que le tira a las rubias con espuma y además no hace ascos a otros brebajes puede ser chocante. Tanto o más que denominar a un vino Cojón de Gato.
La verdad es que el nombre se las trae. Pero tiene su explicación. Por eso tras catarlo opté por saciar también mi curiosidad, sí la misma que mata al gato, y de paso disminuir mi ignorancia. Es sencillo, como casi todo o casi nada en esta vida, el nombre corresponde a una variedad de uva autóctona del Somontano, que es obvio, le da al caldo unas características propias. Les recomiendo que las descubran por sí mismos, igual que las de otros vinos del Somontano.
No es difícil suponer la imagen que le vino a la cabeza al viticultor que contemplaba las uvas y decidió bautizarlas en homenaje a las partes blandas del felino. Y puestos a imaginar, pensaba que si en lugar de Huesca la denominación hubiera sido en La Mancha y en vez de a las uvas el nombre le hubiera caído en suerte a los melones, habría que ver al gato.

 

sábado, 16 de noviembre de 2013

A la antigua usanza

Esta mañana he ido a comprar a un antiguo colmado de la ciudad que habito. Tienda de ultramarinos a la vieja usanza, personal con bata gris, mostrador de madera, estanterías repletas de conservas y botellas y las semillas a granel. Precios acordes a la calidad, alguna oferta que merece la pena no dejar escapar y asesoría gratuita sobre el producto a adquirir.
Algunos de los dependientes llevan allí casi una vida, la suya, y parte de la nuestra. De modo que han cambiado algunos productos, principalmente el packaging, se han ausentado involuntaria y permanentemente algunos clientes y lo esencial se mantiene.
Cuando me ha llegado el turno he pedido un cuarto de almendras crudas y peladas y en escasos minutos ha aparecido el dependiente con el ‘paquetillo” de papel de estraza gris, doblado por los picos como un pañuelo, a modo de sobre en la parte superior, para no dejar escapar el producto.
Y ¡claro! no he podido evitarlo. He sentido como retrocedía en el tiempo. Cuando era pequeño y acudía a comprar a este mismo colmado, Almacenes El Pósito, o a las pequeñas tiendas de barrio donde se podía comprar de casi todo y a casi todas las horas. O al mercado de abastos, al que aquí siempre se le ha llamado La Plaza.
Daba igual que compraras garbanzos, pimentón o frutos secos, siempre el mismo papel de estraza gris y siempre la misma manera de envolverlos, con los picos doblados y el cierre en la parte superior.
He recordado que hubo un tiempo en el que las bolsas de plástico no eran una extensión de nuestras manos; en el que las compras se acomodaban en cestos o bolsas de rafia y en el que comprar era algo más que un trueque de productos por dinero, donde la conversación era tan importante o más que el hecho de comprar, el dinero de plástico era impensable y los únicos billetes que no eran de verdad eran los del Monopoly.
En aquellos tiempos las pelotas se hacían con papel, algún plástico y mucho celofán. Y la calle era campo de fútbol, circuito de carreras y salón de juegos.
No digo que fueran mejores o peores tiempos. Pero creo que conviene no olvidar que existieron.   

jueves, 14 de noviembre de 2013

De barcos suicidas


Las gentes de la mar siempre han contado historias más o menos creíbles de lo que acontecía en la superficie y en las profundidades marinas. Historias de las que habían sido protagonistas directos, testigos privilegiados o que les había referido algún compañero de travesía, camarada hasta la muerte tras unos tragos en la taberna.
Las otras historias, ajenas a la ligereza de lenguas y mentes tuteladas por el alcohol o las creencias ancestrales, tenían su origen en la fantasía de escritores, relatores que en muchos casos no habían pisado la cubierta de un barco en su vida, cuya imaginación daba para surcar mares y océanos e incluso dar la vuelta al mundo en varias ocasiones sin necesidad de engarzar un arete en el lóbulo de la oreja.
Destinos exóticos y paradisiacos, kraken, piratas, contrabandistas, mercantes, veleros, portaaviones, submarinos, sirenas, tesoros, capitanes como Nemo o Garfio… y barcos hundidos en las profundidades o desaparecidos de forma misteriosa, barcos fantasma o barcos a la deriva; pero nunca supe de la existencia de barcos suicidas.
Ignoraba que había barcos que desobedecían a sus capitanes, las órdenes de tierra y cualquier indicación viniera de donde viniese para elegir su propio rumbo, precipitarse contra las rocas y verter toneladas de su contenido en el litoral.
Barcos que llegan hasta el final de la tierra para encontrar su propio fin y castigar a sus habitantes con un manto negro de destrucción, tejido por las parcas, por cosas inescrutables del destino, con oscuro y blando hilo.
Alrededor de 1.600 kilómetros de costa bañada por la marea negra, daños tasados en más de 4.000 millones de años y 11 años para descubrir la tendencia suicida en las naves.
 
[Las gentes del interior siempre han contado historias más o menos creíbles sobre un camino de hierro y el caballo que galopaba veloz a través de él.
Cuentan que uno de esos caballos de hierro, uno de los más veloces que se recuerda, desobedeciendo al maquinista, los modernos sistemas de control y cualquier indicación mecánica o humana viniera de donde viniese eligió su propio rumbo y se precipitó a más de 150 kilómetros/hora en una curva, causando la muerte a cerca de un centenar de viajeros.
Malditas máquinas. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para confirmar la tendencia suicida de los ferrocarriles? ]

Foto: Imagen de un barco suicida (Con permiso de su autor, Xurxo Lobato, que la publicó en "El País, con el pie de foto, 'El petrolero mientras se hundía').

domingo, 3 de noviembre de 2013

Lengua de agua


El agua se abre paso como lengua entre labios de tierra que son las orillas. Quizás buscando otras lenguas con las que fundirse. Abriendo un surco en la tierra, profundo como un beso, sin renunciar a nuevos labios que flanqueen su camino.
Juega el agua. Zigzaguea para perderse y volver a aparecer. Se esconde a la mirada y dibuja una senda finita, que sin embargo no parece tener fin. En cada recodo ofrece un guiño, una invitación a perseguirla sabiendo que no puede ser atrapada.
Traviesa abre los labios. Tentando al viajero. Y ofrece la lengua su caricia, como un trofeo a quien no va más allá de la mirada, para perderse entre montes y olivos, cuyas raíces se engarzan como piernas.
Desde el castillo de Baños de la Encina se otea el horizonte y se traza imaginariamente con el dedo esa lengua de agua con forma de serpiente. Un reptil cuya estela moja los labios y cuyo veneno endulza los sentidos, incita como el cuerpo en la vigilia y alimenta el deseo del hambriento.  
Y mientras sueña el viajero con manantiales de agua clara, fluye la lengua entre los labios en busca de nuevos labios y anhelando otras lenguas.
 
Foto.- Cola del embalse del Rumblar, desde el castillo de Baños de la Encina (Jaén).

martes, 29 de octubre de 2013

Diez años de ausencia



Siempre retornamos. Como el asesino a la escena del crimen o las aves en estío. Volvemos a lo conocido, a lo que nos es familiar. Y uno de esos regresos para mí es ineludiblemente Manuel Vázquez Montalbán.
Se cumplen ahora 10 años de su ausencia y coincidiendo con tal efemérides la Revista Mercurio dedica el cuerpo principal de su número de noviembre al escritor barcelonés, con artículos de su hijo, Daniel Vázquez Sallés, Maruja Torres, Lorenzo Silva y Manuel Rico. Imagino que no será el único homenaje que reciba con motivo de ese decenio.
A veces creo que retornamos porque en el fondo nunca nos fuimos. Como si estableciéramos un vínculo invisible, pero férreo, que nos ancla a lugares, personas, objetos…
Vázquez Montalbán se despidió desde la lejanía, en el aeropuerto de esa Tailandia de sus pájaros. Nos privó del análisis de la actualidad en sus columnas de prensa, las últimas en El País (del que creo que como tantos otros, ante la deriva del diario, se habría marchado para arribar a otros puertos de papel o digitales de compromiso y libertad); precedidas por otras, como sus colaboraciones en Triunfo, bajo la firma de Sixto Cámara, que leí con años de retraso. Y pienso en lo que escribiría ahora y lo que diría de estos otros pájaros más cercanos que sobrevuelan nuestras cabezas, aleteando para avanzar hacia atrás.
Muertos él y Carvalho, desaparecido Biscúter, nos queda el refugio en las páginas ya escritas, en las obras que no perecen y que de algún modo prolongan la existencia del autor y dotan a sus personajes de la capacidad de resurrección a través de la relectura.
Si a Bogart y a la Bergman siempre les quedará París, aquella ciudad perdida y recuperada en las arenas del Magreb, a mí siempre me quedará la Barcelona de papel, aquella que pervive en la literatura de Juan Marsé, de Eduardo Mendoza y por supuesto, de Vázquez Montalbán.
Me quedará una rareza como el relato “El matarife”, que iniciaba a mediados de los 80 la colección ‘Textos tímidos’, de ediciones Almarabu; 3 clásicos para periodistas como “Informe sobre la información”, “Historia y comunicación social” y “El libro gris de la TVE”, y siempre, la novela “El pianista”; Barcelona y París, Rosell y Doria, el éxito y el fracaso, lo antagónico y lo complementario.
Y conservaré en el recuerdo su anécdota de cruzar siempre de acera, para evitar pasar por la puerta de aquella comisaría de Vía Laietana.
Comunista, sin miedos ni vergüenzas, desprovisto de cuernos y rabo, y que se sepa hasta la fecha, de parentesco con el diablo; republicano y amante y gran gourmet de los placeres de la vida.
Como añoro su lucidez e ironía en estos momentos de superpoblación, con perdón, para honrar la denominación de su manifiesto. 


Foto.- Casa Leopoldo (Barcelona), mayo 1997. De izquierda a derecha: Maruja Torres, Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán y Juan Marsé. (Foto Artur Lleó). Tomada del blog http://www.vespito.net/

sábado, 26 de octubre de 2013

Los mares de China


Es sabido que los gatos guardan distancia con el agua. De modo que debe causar cierta sorpresa contemplar a uno surcando en velero los mares de China.
Aunque más sorpresa ha de causar descubrir que se trata solo de un espejismo. Una mala jugada de la vista. Que el velero no pasa de sillón, y los surcos, tan naturales en un vinilo, se ausentan en el cd. El agua queda atrapada en el disco y la travesía, apacible, es un tránsito a través de la música y la voz de Zenet.
Me gusta como canta este canalla de vidrio en la garganta, que te asalta en una esquina donde permanecen varados los suspiros.
Me gusta el sonido de los corazones rotos, cuyos fragmentos no se componen pero juntan palabras que se clavan en los besos y se guardan en las miradas; cuando las calles parecen dormidas y las noches eternas.
Me gusta oír los silencios que son mentiras, puñales forjados de recuerdos que nunca se hunden en el olvido y ni el mejor de los tragos logra borrar.
Surcar los mares de China y soñar con enarbolar la bandera pirata, a sabiendas de que se izó en incontables ocasiones la enseña blanca en busca de un armisticio inalcanzable.
Embarcar en el velero con la esperanza de dejar atrás una parte de lo vivido. Una huida imposible porque el viajero siempre confunde principio y final y a la vuelta de esa esquina, donde se agolpan los suspiros, también se esconde el destino.
Recorrer el mismo camino sin poder volver sobre los propios pasos. Y abrir un espacio a la melancolía, para extrañar islas de mares perdidos que nunca se plasmaron en un mapa, cuya altitud y latitud son solo una anotación en la cabeza. Balada del condenado. Nostalgia del náufrago.

martes, 22 de octubre de 2013

A dedo

Ya no hay respeto por nada. O por casi nada. Te tomas un tiempo de asueto, vuelves y te han cambiado hasta al presidente de la Junta de Andalucía. Sin disimulos, ya para qué. ¿Democracia? ¿Qué el pueblo elija a sus gobernantes? A dedo. Griñán decide por los andaluces, y en eso los jiennenses no han sido discriminados; nos deja de herencia a Susana Díaz. Y de paso se blinda como senador, para que la justicia no vaya tan ligera en el caso de los “ERE”. Como Aznar con Rajoy, sucesión digital.
Ya conocen el resto de la historia, unas primarias que no fueron tales y una presidenta a la que nadie ha votado. O sea que en Sevilla con Díaz, como en Madrid con Botella. A dedo.
Como no hay mal que por bien no venga, en Jaén algunos se frotan las manos. El PSOE provincial pacta una fructífera neutralidad que le permite acabar con la oposición provincial; Mar Moreno, en cuyos ambiciosos planes no previó la aparición de una aún más ambiciosa contrincante, Susana Díaz, descabezada de la Junta y despedida al Senado. Y el sector de Peñalver, sin su paraguas de la Junta, se limita a librar escaramuzas en el PSOE local, donde cada uno juega sus cartas, algunos a dos y tres barajas y siempre con el as en la manga, a la espera de que los “ERE” salpiquen lo suficiente y se lleven a más de uno por delante. 
Y viendo pasar los trenes. Elena Víboras a la Consejería de Agricultura y los más que previsibles cambios en las delegaciones provinciales al gusto de la calle Hurtado. Quedará en el horizonte la candidatura a la Alcaldía, pero la batalla se librará con fuego de artificio.
El PP, creyendo aquello de que en tierra de ciegos el tuerto es rey, se lanza contra Díaz, mientras que sus en teoría principales valores para la presidencia de la Junta se borran. Santifican a la juez Alaya, mientras maldicen al juez Ruz.
Como era esperado, los sobres de Bárcenas aparecieron con nombres y apellidos en la capital jiennense. Hemos pasado del “nene, tú sí que vales” al “porque yo lo valgo”. Y de ir sobrados a ensobrados por cortesía del ex tesorero popular, un Padrino del siglo XXI.
Mientras, UPyD busca un candidato de relumbrón para no defraudar a las encuestas e IU sigue haciendo hogaza con las migajas del PSOE. Y los jiennenses, como el resto de los andaluces, ya no valemos ni para votar. Democracia 3.0, se impone lo digital.

Artículo emitido en SER Úbeda el 21 de octubre de 2013.

lunes, 21 de octubre de 2013

Perversos

A veces me pregunto si son las palabras perversas o es perverso el uso que de ellas hacemos. Las dos cosas, me respondo, claro. Y puestos a elegir, los perversos somos nosotros más allá de las propias palabras.
Es indudable que hay una perversión del lenguaje (obra magnífica, por cierto, con ese título “La perversión del lenguaje”, del sociólogo Amando de Miguel, cuando la lucidez superaba a la pasión). De igual modo que es innegable la intención con que se extrae una u otra palabra del baúl, buscando la más idónea para lo que deseamos expresar, sin que ello implique que sea la más adecuada.  
Hay bocas que da igual las palabras que pronuncien, pues incluso las más hermosas son en ellas algo perverso. Y manos que, con el solo trazo sobre el papel, plasman esa misma perversión, más allá de las palabras escogidas. Y hay gestos, muecas, actitudes, poses y comportamientos que son en sí mismos perversos y nos retratan sin necesidad de que medie pincel o lente.
El rostro del perverso tiene nombre y apellidos en cualquier cabeza. Y su condición de perverso alcanza a lo que dice, a lo que hace… La pasea sin tapujos, a ser posible con publicidad y con el deseo de que impregne, como si de curare se tratase, a cualquier persona u objeto que se halle en su entorno.
Reside pues la perversión en palabras y hechos. Incluso en la herencia genética. Pero aun así habrá quien con razón exclame, ¡Sí, perversos, pero unos más que otros! Unos, casi sin querer, y otros, devotos y convencidos; con mala uva, para que nos entendamos.
Esbocen el retrato. Y una vez completada la imagen, pongan nombre y apellidos. Los calificativos, en estos casos, se dan por sobreentendidos.

lunes, 14 de octubre de 2013

Cacatúas

Siempre que veo a una mujer mayor con sobredosis de afeites y perfume y generoso estampado no puedo evitar acordarme de “La rosa de Alejandría”, una de Pepe Carvalho, de Manuel Vázquez Montalbán.
Popularmente, en tono coloquial, reciben la denominación de cacatúas. Es probable que el apelativo tenga más que ver en origen con los loros que con las cacatúas y que se deba al colorido de las plumas más que a la estridencia visual.  Aunque es innegable lo grotesco de la imagen.
Pertenecen al paisaje urbano. Recuerdo cuando era pequeño a dos hermanas de la ciudad que habito, portadoras con creces de años y de cosméticos, perfumes y vestidos floreados; y de dedos, muñecas, cuello y orejas enjoyados que les hacían acreedoras de tal denominación.
Esta semana la ciudad vive días de feria y hay numerosas “cacatúas” poblando sus calles. Ayer sin ir más lejos tuve la oportunidad de contemplar una de cerca. Acompañada de un galán que no le iba a la zaga, un auténtico “pajarraco”, embutido en un pantalón rojo, camisa beige y tocado con un sombrerito claro.
Me sentí transportado en el tiempo, y a la vez, pensé en la imperiosa necesidad de no dejarse seducir por el reflejo del espejo. No es una sensación nueva, me ocurrió en Lisboa y me sucede a menudo en Barcelona, cuando deambulo por el Raval, el Born o las calles interiores de la Barceloneta. Y claro, vuelvo a Vázquez Montalbán, a su Carvalho, pero sobre todo a Biscuter, el ayudante del detective.
Supongo que la mayoría de la gente sabe que un Biscuter era un coche que se fabricaba en España a mediados de los 50 del siglo pasado, pero en la ciudad que habito un biscuter era y será siempre un botellín de cerveza. Así que cuando Biscuter aparecía en una de las novelas de Carvalho, al margen de la extravagancia en su indumentaria, sin remedio lo asociaba a un botellín de cerveza. De aquellos que bebíamos en el cine de verano mientras veíamos una de indios y vaqueros, de espadachines, de Tarzán o de romanos. Hoy me resulta extraño recordar aquello y entender cómo era posible que siendo tan pequeño pudiera comprar un “botijo de birra” en el Cine Rosales, cuando ahora te piden el DNI hasta para ‘desaguar’.
El Cine Rosales ocupaba el espacio que anteriormente ocupó la antigua cárcel de Jaén; título que le arrebató una nueva cárcel situada en el Paseo de la Estación cuando se construyó la actual en la década de los noventa y que abandonó el nombre de cárcel por la denominación de centro penitenciario (donde esté una cárcel o un penal, que se quite un centro penitenciario). Así que la más antigua pasó a ser cine y con el tiempo se convirtió en plaza; y la segunda va camino, lento como el de todas las obras de infraestructuras que se acometen en esta tierra de olivos, de convertirse en el Museo Íbero.
Mi abuela me contaba una historia de un director que tuvo aquella primera cárcel de la Plaza de los Rosales. Debía ser un buen tipo; porque le robaron la cartera y los presos desde la cárcel movieron los hilos para recuperarla. De modo que al día siguiente del robo, al entrar en su despacho, la cartera estaba encima de la mesa, con la misma cantidad de dinero y documentos que portaba la víspera.
La fauna de una ciudad es variopinta. Hay urracas, palomas, lobos, corderos, gallinas, perros, moscardones, buitres, gusanos, cabras, gallos, besugos, hienas, gorilas, ratas, pulpos, cerdos, gatos… y por supuesto, cacatúas.

viernes, 4 de octubre de 2013

El son de las palabras

Afirma el poeta Pablo García Baena que “hay algo que no podemos dejar atrás: el sonido de las palabras” (elcultural.es, martes, 01 de octubre de 2013). Porque las palabras además de grafía y de estar dotadas de contenido, suenan.
Así que al buscar en el baúl de las palabras para hallar la más adecuada hay que tener la vista presta, pero también el oído. No se trata pues solo de ordenarlas para expresarnos, de construir frases y párrafos que tengan sentido y puedan ser entendidos, hay que considerar también la musicalidad, el tono y los ritmos para adentrarse en la senda que conduce al equilibrio entre forma y fondo, o lo que es lo mismo, estética y contenido.
Es indiscutible la sonoridad en la poesía; como se alcanza la musicalidad cuando en el papel las palabras se ubican en los versos como las notas en el pentagrama. Y aunque no lo parezca en ocasiones, porque demanda mayor atención, tampoco carecen de sonido las palabras en prosa.
Existen palabras estruendosas, cuyo eco genera a su vez bullicio. Hay otras, en apariencia carentes de sonoridad, enmudecidas, recreadoras de silencios que son en sí mismos un sonido capaz de ahogar cualquier estruendo. Y palabras cuyo sonido es una confidencia, un susurro deslizado en el oído de aquellos que saben escuchar y crear con ellas nuevos sonidos.
Letras y notas cruzan sus caminos, siguiendo el vuelo de la inspiración para elevar el sonido hasta las bóvedas del arte, donde la, mi, do, re, fa… metamorfosean en melodía y descienden buscando cobijo en la hoja o en la partitura. Y es en el papel, promesa de eternidad, donde permanece inmortal la huella. El son de las palabras.
 

lunes, 30 de septiembre de 2013

La paradoja de la comunicación

Esta debilidad mía, el periodismo, es como la vida, siempre tienes que estar aprendiendo. A los años en la Universidad les tienes que sumar algún máster y varios cursos sobre materias específicas, eso sí relacionadas, al menos en el epígrafe, con el periodismo, para adquirir más conocimientos, y no sé cuántas prácticas (en mis tiempos remuneradas y ahora, por la patilla) en donde buenamente pilles. Además tienes que estar pendiente, seguimiento con sentido crítico creo que lo llaman, de los medios de comunicación (periódicos, televisiones, radios), y por si eso no fuera suficiente ¡zas! la Internet y las redes sociales. Sin olvidar la aconsejable y recomendada lectura de diversos manuales y libros sobre la profesión o escritos por periodistas y adláteres que se editan cada año y que probablemente solo lean la familia, otros periodistas o aspirantes a serlo y algún despistado. Es decir, formación y reciclaje continuos.
Desde esa vocación de aprendiz y a sabiendas de que el saber ocupa el lugar disponible en el cerebro, que los libros ocupan un lugar mayor en estantes, mesas y rincones y lo digital, un espacio superior, eso sí portátil, al que sospechábamos, hoy he comenzado un curso nuevo de formación, con su correspondiente epígrafe y sus contenidos específicos para mi reciclaje, un taller, de mes y medio, sobre la elaboración de un plan de comunicación online en redes sociales.
No voy a aburrirles con una relación pormenorizada y loas al profesorado y a los contenidos del curso, ni siquiera con la demanda de alumnos registrada, superior a la prevista, tan solo dejaré constancia de que se ha programado una jornada presencial y el resto del curso es virtual, a través de una de esas plataformas que están revolucionando la docencia.
Está bien, no hay obligación de desplazamientos, asistencia, horarios… ni siquiera tienes que verle la jeta al profe de turno y éste, a cambio, tampoco tiene que soportar la tuya, pero… el ordenador me sigue pareciendo tan frío; el marco de una comunicación incompleta, en el que las palabras carecen de entonación, está ausente la mirada y son inapreciables los gestos.
Ya saben, la paradoja de la comunicación, amplia gama de aparatos y conexiones que a priori facilitan eso, la comunicación, cuando la realidad es que nos convierte en reos solitarios ante una pantalla; una ventana abierta que nos permite saber y ver lo que ocurre en casi cualquier lugar del mundo, hablar con parte de ese mundo, investigar, formarnos, comprar, oír música, asistir a un espectáculo… y que levanta un muro de incomunicación con la persona de al lado.
Hace cosa de un año estaba tomando un calmante de Juanito el andariego con mi santa en un garito de Barna. Música de fondo, luz indirecta y tenue, un pequeño velador con dos asientos que invitaban a la charla y a la confidencia y junto a nosotros, una pareja de jóvenes, cada uno con su móvil, chateando, tuiteando, sin dirigirse la palabra entre ellos. Estuve tentado de hacerles una foto para ilustrar esa paradoja de la comunicación, pero desistí y preferí guardar la imagen en el recuerdo.
Qué quieren que les diga, al final acabamos atrapados en las redes de la araña, del otro/a y ahora también en las sociales, pero yo sigo siendo de aquellos a los que les gusta sentir las hojas de un periódico o un libro entre los dedos y sentarme a conversar con un café o una rubia con espuma por medio y mirándonos a los ojos. Aunque sean de gato.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Primeras lluvias de otoño

El clima es caprichoso. Hay años en que el verano da la sensación de no terminar nunca. O lo que es lo mismo, el otoño demora su llegada. Existen diversas teorías al respecto y ya se encargan sesudos investigadores de intentar averiguar a qué se deben estos caprichos climáticos, preocupantes para el futuro del planeta, pero no determinantes para nuestro presente.
Hay otros aspectos, de los que también se ocupan sesudos investigadores, que sí afectan al presente como son la influencia del clima en las personas. Cómo una tarde gris contribuye a que muchas personas lo vean negro y cómo una tarde soleada insufla ánimos.
Algunos dirán que es un asunto que depende de las personas y no del parte meteorológico. Y puede que no les falte razón, porque a fin de cuentas, qué no depende de las personas. Y por otro lado, quién puede negar la vulnerabilidad de algunas personas ante los cambios de tiempo.
Dicen que el otoño y la primavera son amenazadoras estaciones para quienes exponen su fragilidad simplemente con descorrer una cortina y contemplar a través de la ventana el tono del cielo. Indiscutiblemente las causas son más profundas y residen en algún lugar de la mente.
Pero han llegado las lluvias. Y ese otoño, cuya entrada se sitúa en el calendario un 23 de septiembre, ha tocado con unos días de retraso a nuestras puertas para traer la consabida nueva del adiós del estío.
A mí me gusta el otoño. Me gustaban los otoños de mi infancia en Madrid; la acera de mi puerta cubierta de hojas oscuras, desprovistas de verdor, los rayos de sol filtrados entre las ramas de esos mismos árboles, escasos de hojas, y las primeras castañeras. De igual modo que disfrutaba de los senderos del Retiro, cubiertos también por otras hojas. Y me gustaba la lluvia, de gotas finas que se deslizaban por mi cara. Esa lluvia que empapaba las hojas de las aceras y llenaba la avenida de luz con los faros encendidos de los coches al circular.
Ahora, en el Sur, me sigue gustando el otoño. Con un sol que puede picar, pero no quema. Con la misma lluvia fina de mi infancia, cuyas gotas recorren mi rostro como un camino conocido, ya recorrido. Aunque con menos hojas cubriendo las aceras. Añoro del verano la largura de sus días.
Y aun así, escucho con placer la melodía de estas primeras lluvias de otoño.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Aprender a perder

Me gustan los perdedores porque no hallo en ellos impostura. Y siento enorme respeto por aquellos a los que aún quedan fuerzas para volver a levantarse cuando la vida se empeña una y otra vez en arrojarlos al suelo. Aquellos que aprietan los dientes y clavan la mirada, quizás buscando un punto al que asirse o quizás esperando la bocanada de aire que les dé un respiro, el aliento necesario para ponerse en pie.
Acarrean sobre sus espaldas un amplio catálogo de pesares y reveses, las cicatrices de los innumerables obstáculos que la vida situó ante ellos; los mismos que no pudieron esquivar y cuyo impacto, además de la marca, demandó el correspondiente pago. Un peaje en ocasiones más elevado que el exigido para franquear la puerta del éxito.
Mezclan obstinación y una dosis de esperanza para continuar, cuando lo más fácil y cómodo sería tirar la toalla y permanecer tumbados en el suelo, abiertos los ojos, esperando ver las estrellas y con el sueño perenne de alcanzarlas.
Pero no. Caen, se levantan, vuelven a caer y vuelven a levantarse. Como si tuvieran un resorte que les impulsa, con más o menos energía, a emerger. Siempre apretando los dientes, cerrando los puños y clavando en el vacío la mirada.
No hay voluntarios para portar el estigma del perdedor. Pero tampoco existe la posibilidad de elegir. Desde niños se fija la línea del triunfo y aquellos que no la alcanzan, en mayor o menor medida, por más o menos tiempo, reciben la etiqueta de perdedores. Para algunos se convierte en inseparable compañera durante su periplo vital y para otros es la patria recurrente que visitan aquellos que buscan humillarles.
Adoctrinados para competir, nunca existió la pausa necesaria para aprender a perder. Lógico, el vértigo dejó también en el olvido las lecciones para los ganadores.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Miradas


Hay quién no ve más allá de lo que le muestran sus ojos y hay quién es capaz de ver incluso lo que éstos parecen no querer mostrar. Asumida la condición de videntes, lo que varía pues es la capacidad de mirar.
La mirada nos abre el horizonte y nos dota de perspectiva. Pero también puede jugarnos malas pasadas en alguna ocasión y hacernos creer que al mirar desde la altura y contemplar como el resto del mundo empequeñece somos superiores. Cuando probablemente no somos más que polifemos.
Y aun así, hasta los cíclopes están dotados de la capacidad de mirar.

martes, 10 de septiembre de 2013

El retorno a las alamedas

Permanece el anhelo del retorno a las alamedas, por donde no solo irrumpe libre la brisa. Pero cada 11 de septiembre, la pesadilla vuelve. Y retumba el eco de “las voces acalladas, los miedos y los gritos”. Dura un instante, pero ¿cuál es la duración de un instante?; y de nuevo, La Moneda gira para mostrar el rostro de la traición y los tahúres armados, estandartes de la ignominia, pisan las calles marcando con las botas los pasos del vals de la muerte. Entre baile y baile podaron las alamedas aullando la vieja consigna hueca de ¡Muera la inteligencia! Y buscando como atrapar la brisa para forjar cadenas.
La ciudad, el país, Chile, eran un salón de baile donde sonaba incesante aquel vals de la muerte: tortura, desapariciones, aniquilación, represión… y aun así, aunque forzaron a bailar al soñador, al poeta y al cantautor, no lograron apagar sus voces y las palabras de Salvador Allende, de Pablo Neruda, de Víctor Jara y tantos otros, fueron las mejores brújulas para volver a las alamedas.
Pero apenas quedaban unos árboles y algún pequeño arbusto. Las grandes alamedas se habían instalado en el corazón y en el territorio de los sueños. Todavía hoy siguen siendo el bulevar deseado para el paseo de los hombres y mujeres libres.