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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Los otros amantes

Hay otros amantes. Los que se buscan en la mirada como preámbulo para encontrarse en sus bocas. Los que recorren la piel sin prisa, esbozando los trazos de las espirales del placer.
Aquellos que dibujan en esa misma piel senderos de ida y vuelta para hacer brotar manantiales y transformarlos en embravecidos mares. Cuando los muslos son puertos donde atracan los cuerpos y la carne es posada para las caricias diestras. El horizonte es el otro y no hay distancia porque los dos son uno.
La música de fondo son el susurro entrecortado y las palabras gemidas que no necesitan traducción para ser entendidas. Las mismas palabras que enmudecen por la presión de los labios y se pierden entre las lenguas y la saliva.
Los besos acortan el espacio y el tiempo lo marca el ritmo de las caderas en cada envite, que caprichosas adelantan o atrasan como las manecillas del reloj. Desprovistos espacio y tiempo de valor, los amantes son dueños de sus certezas, ajenos a lo provisional y lo innecesario de las mismas entre las cuatros paredes.
Esperan revivir la primera vez, aquella en la que no hay lugar para la rutina. Y ansían el nuevo encuentro, para calmar la adicción incrementada por la espera. En la despedida, al cruzarse de nuevo las miradas, sienten el miedo alimentado por la duda de haber gozado del otro por última vez.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Lengua de agua


El agua se abre paso como lengua entre labios de tierra que son las orillas. Quizás buscando otras lenguas con las que fundirse. Abriendo un surco en la tierra, profundo como un beso, sin renunciar a nuevos labios que flanqueen su camino.
Juega el agua. Zigzaguea para perderse y volver a aparecer. Se esconde a la mirada y dibuja una senda finita, que sin embargo no parece tener fin. En cada recodo ofrece un guiño, una invitación a perseguirla sabiendo que no puede ser atrapada.
Traviesa abre los labios. Tentando al viajero. Y ofrece la lengua su caricia, como un trofeo a quien no va más allá de la mirada, para perderse entre montes y olivos, cuyas raíces se engarzan como piernas.
Desde el castillo de Baños de la Encina se otea el horizonte y se traza imaginariamente con el dedo esa lengua de agua con forma de serpiente. Un reptil cuya estela moja los labios y cuyo veneno endulza los sentidos, incita como el cuerpo en la vigilia y alimenta el deseo del hambriento.  
Y mientras sueña el viajero con manantiales de agua clara, fluye la lengua entre los labios en busca de nuevos labios y anhelando otras lenguas.
 
Foto.- Cola del embalse del Rumblar, desde el castillo de Baños de la Encina (Jaén).

domingo, 16 de octubre de 2011

Devorados

¿Quién no ha tenido alguna vez la sensación o el deseo de ser devorado? Pocos habrán logrado escapar a ese viaje onírico que sugiere una boca abierta y muchos habrán imaginado ser engullidos.
Una boca abierta es una invitación de labios rojos; una muestra de avidez y de perplejidad. Y cómo no, la expresión indisimulada del aburrimiento.

Foto: WC en El Plata (Zaragoza).