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domingo, 3 de noviembre de 2013

Lengua de agua


El agua se abre paso como lengua entre labios de tierra que son las orillas. Quizás buscando otras lenguas con las que fundirse. Abriendo un surco en la tierra, profundo como un beso, sin renunciar a nuevos labios que flanqueen su camino.
Juega el agua. Zigzaguea para perderse y volver a aparecer. Se esconde a la mirada y dibuja una senda finita, que sin embargo no parece tener fin. En cada recodo ofrece un guiño, una invitación a perseguirla sabiendo que no puede ser atrapada.
Traviesa abre los labios. Tentando al viajero. Y ofrece la lengua su caricia, como un trofeo a quien no va más allá de la mirada, para perderse entre montes y olivos, cuyas raíces se engarzan como piernas.
Desde el castillo de Baños de la Encina se otea el horizonte y se traza imaginariamente con el dedo esa lengua de agua con forma de serpiente. Un reptil cuya estela moja los labios y cuyo veneno endulza los sentidos, incita como el cuerpo en la vigilia y alimenta el deseo del hambriento.  
Y mientras sueña el viajero con manantiales de agua clara, fluye la lengua entre los labios en busca de nuevos labios y anhelando otras lenguas.
 
Foto.- Cola del embalse del Rumblar, desde el castillo de Baños de la Encina (Jaén).

martes, 1 de marzo de 2011

Catar

Será cuestión de habituarse y de aplicación. Pero yo no lo veo. En verdad, leo Catar en periódicos y subtítulos de los informativos y no vislumbro un país. Me quedo en el verbo; y ahí en la cata, si descubro una amplitud de la mirada.
No desconozco que el cambio es el resultado de aplicar las nuevas normas de la Ortografía Española, aprobadas recientemente por sesudos y formados académicos de ambas orillas del Atlántico que se supone son expertos en la materia y se dedican en exclusiva al estudio y análisis de la lengua, para facilitarnos su uso al resto de los hispanohablantes. Pero lo miro y lo vuelvo a mirar y me acuerdo de mi tío, que bautizó a los libros de instrucciones de los electrodomésticos y demás productos tecnológicos como el libro de las complicaciones.
Manuales de grosor considerable, al estar traducidos a varios idiomas, que en realidad invitan más al desuso o a la infrautilización del aparato electrónico adquirido que a su instalación y aprovechamiento. Hasta tal extremo que en ocasiones y según el apartado es indiferente leerlos en lengua propia o extraña porque la compresión es nula. Algo así como los envases de apertura fácil, que si se abren a la primera y sin daños colaterales (entiéndase quedarse con una anilla en la mano, rasgar la mitad de la tapa o similares) es más fruto de la casualidad o del milagro para los creyentes que de la pericia del que lo manipula.
Así que entre tanto cambio, a mi juicio injustificado, de las normas ortográficas, tanta aceptación de nuevas entradas en el Diccionario de la Lengua Española y el avance de las nuevas tecnologías frente al lápiz y al papel, temo que escribir con corrección sea cada vez más una tarea complicada.
Dirán que la lengua es algo vivo y que como tal está sujeta a una transformación constante, pero para mí que con tanta modificación acabaremos por no reconocerla y creyendo que Cervantes escribía en otro idioma o en una lengua muerta.