viernes, 27 de octubre de 2017

De criaturas devaluadas, programadores sin talento y futuros inciertos

Terminó la feria. Me refiero naturalmente a la de San Lucas, la otra continúa y parece no tener fin. Día tras día nos montan voluntaria o inconscientemente en la montaña rusa o el tiovivo, visitamos la barraca de los monstruos y nos adentramos en el laberinto de los espejos, donde lo peor no es dar vueltas sin hallar la salida si no mirar los espejos y en lugar de encontrar nuestra imagen contemplar el reflejo real o deformado, lo mismo da, de estos feriantes apoltronados en las instituciones. 
Vivimos tiempos en los que la realidad supera la ficción, por lo tanto no es de extrañar que los sueños se diluyan y se impongan las pesadillas. 
Ha terminado San Lucas y es el momento en el que los responsables del engendro deben pararse a analizar y reflexionar sobre su criatura, cada vez más cutre y devaluada. 
El año pasado fueron once días y este año, nueve. Me siguen pareciendo demasiados, sobre todo porque en las dos últimas ediciones el calendario abría otras posibilidades con puente, dos días festivos y fin de semana de por medio. 
Sin embargo, se siguen imponiendo los dos fines de semana sin más justificación que la coartada recaudatoria del Ayuntamiento para ofertar unos altos precios a los caseteros que solo contribuyen a la disminución de casetas y a la ausencia de colectivos locales y provinciales que tradicionalmente participaban en la feria. 
El resultado es evidente, saturación del ferial en días concretos y caos circulatorio propiciado por el enjaulamiento del entorno, la escasez de accesos y un transporte público ineficaz, aunque esto último y por desgracia no es en la ciudad patrimonio de los días de feria. Los días restantes, un páramo. No hay bolsillo ni cuerpo que aguante una feria tan larga. 
Por cierto y por el bien de la ciudad, al responsable de programar el concierto de Bertín Osborne, hay que recordarle lo que decía aquel ministro de la patada en la puerta, los experimentos en casa y con gaseosa. No tengo dudas de que esa contratación tenía más que ver con los vientos que algunos hacen soplar últimamente y con el aluvión de banderas en los balcones que con una oferta cultural y de entretenimiento adecuada a los gustos y demanda de la mayoría de los ciudadanos, como ha demostrado la ‘exitosa’ venta de entradas que ha llevado a su cancelación. 
Imagino que no solo hay un responsable y que el asunto ha pasado por varias manos y cabezas que se empeñan en demostrarnos una y otra vez que no hay un proyecto de ciudad, tampoco en lo cultural; que casi siempre y no sé porqué, o sí, causa cierta aprensión entre nuestros gobernantes. 
Ahora que se vuelve a hablar de los anacrónicos y sempiternos tornos en los autobuses públicos, piensen que peor aun son los retornos.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 26 de octubre de 2017.

miércoles, 25 de octubre de 2017

El Día de la Biblioteca

No sé en muchos casos exactamente qué se festeja, pero ya hay día para casi todo y para casi todos. De hecho, cosa que ignoraba hasta hace unos meses, hasta hay un Día del Gato, ¡miau! 
Ayer le tocó el turno a las bibliotecas, era el Día de la Biblioteca. La idea surgió en 1997, a propuesta de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, contó con el apoyo del Ministerio de Cultura y pretendía recordar la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo, incendiada en 1992 durante el conflicto balcánico. Una destrucción de la que dejó constancia con una gran fotografía el no menos grande fotoperiodista Gervasio Sánchez. 
La desaparición de una biblioteca no solo supone la pérdida de un lugar donde conviven personas de distintas edades, variadas curiosidades y variopintas necesidades en torno a los libros, implica también y desgraciadamente la desaparición de numerosos volúmenes, algunos únicos y por tanto irrecuperables, que han alimentado fantasías y conocimiento. 
Inevitablemente asociamos la desaparición de los libros a su quema y muchos guardamos en la retina esas imágenes de grandes fuegos devoradores de libros que eran arrojados a las llamas por defensores de totalitarismos. 
Tampoco puede evitarse en lo concerniente a la quema de libros regresar a las páginas de El Quijote y a su autor Miguel de Cervantes y Saavedra que identificaba a los libros de caballería como el origen de la locura, bendita locura, del ingenioso hidalgo; y al más cercano en el tiempo Pepe Carvalho, esa criatura del desaparecido Manuel Vázquez Montalbán que utilizaba los libros leídos, a los que de esa manera negaba la opción de ser releídos, para encender la chimenea en su casa de Pedralbes. 
No voy a negar que algunos libros me parezcan merecedores de tal fin, pero yo prefiero alimentar el fuego con troncos de madera y acertar en la elección del libro para no desearle acabar en el infierno del que no debía haber salido nunca. Claro que eso no es responsabilidad del libro, siempre es cosa de su autor. 
Los libros son parte de nuestra memoria, individual y colectiva, por lo que de alguna manera las bibliotecas son depositarias de esa memoria. Algunas son espectaculares como nuestra Biblioteca Nacional o la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y otras son más modestas, pero no por ello menos importantes y necesarias porque todas cumplen esa labor de preservar la memoria y conservar la magia que desprenden algunos libros. 
Festejemos pues esos días de todo y para casi todo, porque sin ir más lejos, gatos y bibliotecas, juntos o por separado, nunca serán una mala elección. Como muestra, permítanme esta recomendación de T. S. Eliot, “El libro de los gatos sensatos de la Vieja Zarigüeya”, publicado por Nørdicalibros; seguro que no desentona en cualquier biblioteca.

Foto: Biblioteca de Sarajevo, de Gervasio Sánchez. 

martes, 17 de octubre de 2017

El bando de las banderas

Tenemos un alcalde por accidente. Los ciudadanos ni le votamos ni le elegimos. En eso se parece al Rey de España. En eso y en haber desperdiciado la oportunidad que les brindaba la actualidad para desempeñar el papel de garantes de la convivencia. El Rey, probablemente porque no pudo o no le dejaron; el alcalde, probablemente porque no ha querido. 
Márquez ha optado por echar gasolina al fuego y ha emitido un bando propio de aquella España rancia que hoy reviven con indisimulado fervor algunos, incluso otros que durante años han esgrimido condición de demócratas y ahora se despojan de la máscara. 
Anima el alcalde a los jiennenses “a que engalanen sus balcones y ventanas con la bandera de España, como símbolo de la unidad que a todos nos representa, y que señala como nación soberana, democrática, plural e indivisible” (leer entonando con el estilo del NO-DO); a sabiendas de que por desgracia hoy la bandera no es símbolo de unidad, más bien lo contrario, porque los radicales se apoderaron de ella renunciando a esa unidad y prostituyéndola para convertirla en seña de identidad de ese pasado de ‘una, grande y libre’. Los demócratas no hemos sido capaces de revertir ese uso y el huevo de la serpiente sigue anidando en lo más profundo de una parte de esta sociedad, como de sobra saben el alcalde y sus acólitos. 
Afirma el ubetense Antonio Muñoz Molina que hay que “defender la cordura” y eso no se logra “esgrimiendo banderas en apariencia hostiles entre sí pero idénticas en su utilidad como armas arrojadizas”. 
Eso debería ser evidente hasta para el alcalde. ¿Qué le gustan las banderas?, pues coja la de la esperanza, la de la convivencia, la de un proyecto de ciudad..., la del futuro. Pero no, elige otra y esa no es una elección casual ni inocente, opta por ella de manera intencionada para ponerla una vez más al servicio de unos intereses determinados, que curiosamente siempre se inclinan hacia el mismo lado. 
Añade Muñoz Molina que “estamos a merced de la estupidez, del fanatismo, de la ceguera, del desbordamiento del odio, de las consecuencias imprevisibles y casi siempre desastrosas de la frivolidad”. 
Quería banderas en las calles. Ahí las tiene, señor alcalde; vaya a la plaza de las Palmeras y las verá portadas por neonazis. Los animadores de la Fiesta Nacional. Profetas de la unidad y apóstoles de la paz.

Mi artículo para SER Jaén, "La Colmena", del 12 de octubre de 2017.

lunes, 16 de octubre de 2017

Aquel tiempo

Aún se oye la voz en la calle, alejándose para perderse al doblar la esquina y ofertando sonrisas de esas que alegran el día; de esas que llenan la cara y se brindan al paseante con el que se cruzan los pasos. 
También anuncia un resto de sueños que ni se rompen ni se cumplen, pero se sueñan; una mirada limpia, a medio camino entre el suelo y las estrellas, y una retahíla de palabras que necesitan ser pronunciadas y escuchadas para tener utilidad. 
Como un buhonero anda y desanda las calles pregonando su mercancía. Sin fe pero sin perder la esperanza. 
Mira con la curiosidad de un niño y el conocimiento que dan los años, también con el desencanto que le trajo ese mismo tiempo. Ya no le sorprenden ni le asustan las puertas al cerrarse, ni las cortinas ocultando las siluetas en las ventanas. 
Tampoco le intimidan los pasos acelerados a su espalda, ni los rostros hoscos que contempla al avanzar. 
De vez en cuando mete una mano en su bolsillo y acaricia las tapas gastadas de un libro que guarda una historia cuyo recuerdo se desliza entre sus dedos como la arena en un reloj. Es de aquel mismo tiempo que ya pasó. 
No tiene prisa y el rumbo de sus pasos carece de importancia porque ya nadie le espera. Sin embargo, siempre encuentra la ocasión para detenerse en ese lugar desde donde se escuchan las palabras musicalizadas de aquel poeta que tornó en cantante para volver a ser poeta. 
Quizás…, pero ya no importa. Suena tan lejano y tan vacío ahora un quizás. Como hilo extraviado imposible de recuperar y por tanto, incapaz de enhebrar la aguja; ni siquiera la de la memoria. Aquella a la que a pesar de todo nunca ha renunciado, por no habitar la tierra del olvido, por no admitir la derrota o simplemente porque era la única opción para sobrevivir. 
Los rostros, los nombres, las direcciones y las fechas están ahí. Al menos una gran parte de ellos, pero eso ya también carece de importancia. Pertenecen a aquel mismo tiempo. 
Sin apenas darse cuenta, gastando las suelas de los zapatos, desemboca en una de las calles principales. Al pasar junto a un establecimiento se ve reflejado en el escaparate. Y ahí no hay engaño posible, porque se reconoce en este tiempo. 
Lo que daría por poder adquirir su propia mercancía.

jueves, 12 de octubre de 2017

La independencia

Los catalanes no nos odian. Ni nosotros odiamos a los catalanes. Lo que ocurre es que entre medias están los gobernantes, los malos gobernantes, y los cafres, que son pocos en relación al resto pero hacen mucho ruido.
Y ahí siempre hay sitio para los oportunistas. Pero no se asusten, eso se cura leyendo, viajando y utilizando la cabeza para pensar en lugar de para embestir. Y por supuesto, anteponiendo lo que nos une a lo que nos separa. 
Decía el humorista Gila que “el patriotismo es un invento de las clases poderosas” (“para que las clases económicamente inferiores defiendan los intereses de los poderosos para mantener su riqueza y, al mismo tiempo, convencer a la gente normal para que defienda los privilegios de los poderosos”) y el cineasta Oliver Stone que "nacionalismo y patriotismo son dos de las fuerzas más maléficas que hemos conocido en este siglo" (“causando más muertes y guerras y destruyendo al espíritu y muchas vidas humanas de manera más masiva que cualquier otra cosa”). 
A nosotros se nos han juntado el hambre con las ganas de comer, el nacionalismo centrífugo y el centrípeto y los patriotas de boquilla y pecho lata. Y algunos asistimos perplejos a esta guerra de banderas y de falta de valores. El relato, simplificando, ya lo conocen, se incumple la ley para montar un referéndum y la respuesta es el envío innecesario de las fuerzas de seguridad del Estado para ponerlas a los pies de los caballos. Los golpes reales y metafóricos sustituyen a las palabras y el resultado es la fractura social y el resurgir de un fascismo larvado. 
No espero que Rajoy, Puigdemont y Junqueras viren el rumbo o dimitan. En realidad no les importan España ni Cataluña, la situación que han creado les viene bien para sus intereses electorales y que no se hable de su pésima gestión y de la corrupción en sus partidos. 
Lo que cuesta entender es la falta de reflejos de partidos como el PSOE y en particular, su comportamiento en el Parlamento andaluz, votando junto al PP y Ciudadanos una moción de respaldo a Rajoy que los socialistas habían rechazado en el Congreso de los Diputados. 
Desde que fracasó en las primarias de su partido, Susana Díaz es un cadáver político de Despeñaperros para arriba. Ni está, ni la esperan, ni ya se habla de ella. 
La independencia es algo absurdo cuando se apuesta por Europa y su reconstrucción tras la crisis provocada por el “brexit” y desde la convicción de que España y Cataluña tienen encaje en un Estado federal. 
Pero en otro ámbito y desde una perspectiva provincial es defendible; alguien debería plantearse en el PSOE de Jaén la vuelta a los orígenes frente a Díaz e independizarse para no ser arrastrado en la caída. 
Recuerdan aquello de Borrell de matar al padre…

Artículo emitido en SER Úbeda, el 11 de septiembre de 2017.

jueves, 5 de octubre de 2017

Casa Leto

Hay garitos que de una forma u otra haces tuyos. Simplemente porque estás a gusto en ellos. Porque son como un oasis en medio de la urbe. Lugares en los que nunca te sientes extraño, en los que te fundes con los parroquianos como uno más para formar parte de un paisaje cotidiano. Y a los que vuelves, porque actúan como un ancla que te fijan momentáneamente a ellos.
No recuerdo bien la primera vez que entré a Casa Leto, tampoco si era verano o invierno. No he olvidado que entré a tomar un vermut y que repetí; y desde aquel día se convirtió en uno de esos lugares. 
Y vuelvo. Siempre que voy a Barcelona, vuelvo. Y aunque hayan transcurrido meses desde mi última visita, experimento ese “decíamos ayer”, de Fray Luis León, la relatividad del tiempo, su vaguedad. 
Franqueo la puerta, busco con la mirada un barril libre y un taburete para encaramarme a él, dejo el periódico, los móviles y las gafas y me acerco a la barra a pedirle a David o a su chica un vermut. De hecho a ella no necesito ya pedírselo, nada más verme entrar ya me pregunta risueña, ¿un vermut? 
Y ahí, en Casa Leto, el vermut se convirtió este verano en mi particular océano, atrapado en los muros de cristal del vaso, con su iceberg y una aceituna demandando ser rescatada. Un divertimento que me tuvo entretenido un par de semanas a la par que bebía vermut y que sin saberlo también causaba diversión a un buen puñado de amigos que seguían el relato de mis expediciones de salvamento por Facebook. 
Es cierto que en Casa Leto suena más la rumba que el rock, pero ‘nadie es perfecto’, como le decía Osgood Fielding III (Joe E. Brown) a Jack Lemmon en “Con faldas y a lo loco”. Y tanto, el que se iba con Marilyn Monroe era Tony Curtis. Y además, si por ejemplo en Casa Leto sonaran los 091, tendría que quedarme allí y estaría salvando aceitunas del mar de vermut como si fuera un héroe; dipsómano, of course. 
Ignoro cuánto tiempo tardaré en volver, pero sé que eso no es importante. Porque al franquear la puerta sabré que me espera un vermut, caras conocidas, la rumba y uno de esos garitos que he hecho mío sin importarme en que ciudad se halle. Estaré de nuevo en Horta en Casa Leto, un imprescindible.

lunes, 2 de octubre de 2017

Bárbaros del Sur

Somos un pueblo sanguinario. Los bárbaros del Sur. Seguimos embistiendo, Don Antonio; no hemos aprendido nada. 
Queremos la sangre del otro. Disfrutamos con su apaleamiento. Y lo justificamos. La semilla del odio continúa germinando y no falta quien desde la consciencia o la inconsciencia la riegue. 
Incubamos aún el huevo de la serpiente, larvado en falsos demócratas que no pierden ocasión de mostrarnos aquello tan terrible que un día fuimos y por lo que sienten nostalgia. 
“...vieja y tahúr, zaragatera y triste; esa España inferior que ora y embiste”. 
El odio anida en los corazones no solo de aquellos que fueron, también de sus herederos. Los oligarcas se frotan las manos y mueven los hilos porque nunca faltarán voluntarios descerebrados para el papel de marionetas. 
No solo hemos fracasado en la extirpación de ese mal, además no hemos sido capaces de vacunar a las nuevas generaciones contra ese virus perverso. 
El nacionalismo centrífugo y centrípeto genera y aviva el odio entre los territorios y sus habitantes agitando banderas y reclamando fronteras en nombre de una entelequia denominada país. 
La sinrazón, Don Miguel. Siguen sin convencer y ya ni siquiera vencen. El acento se hurta a lo que une para acentuar la desunión. 
Siento tristeza y una profunda repugnancia. Y deseo que lo que pueda haber en mi interior de ese germen no aflore nunca, que haya sido expulsado o se haya disuelto sin salpicar a nadie. Espero que los libros y la vida me den la pausa, el conocimiento y la tolerancia que alimentan la reflexión. 
Es tarde. Aunque quiera pensar que no lo es. Se impone el debate hueco. Y entre la ley y el derecho se alzan los golpes frente a las palabras. 
Retrocedemos en el tiempo. De nuevo todo es gris. Las mentes se escarchan. 


Viñeta de El Roto, publicada en "El País, el lunes 2 de octubre de 2017.