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viernes, 26 de mayo de 2023

El último baile

 
En el último baile apenas caben las miradas y son torpes los pasos. Trazas con el dedo una línea en el suelo y donde ya no cabe una vida suena una vieja melodía. Atrapados en una baldosa mueren los sueños y por un instante, bordeando el precipicio, eres quien nunca alcanzaste a ser. 
Frente al abismo, los hilos están en tus manos, pero desvencijadas las extremidades sólo se vislumbra en el rostro el rictus que alguna vez fue sonrisa. Y como tampoco hay ya lugar para el llanto, sólo cabe mirar al horizonte. 
El atardecer anuncia el mañana, pero también es el preámbulo de noches largas. Y esas veladas que una vez fueron la existencia son hoy apenas una invitación al naufragio. 
En la liturgia de los corazones solitarios nunca tuvo cabida el relato de la redención, tampoco el del arrepentimiento. La única comunión fue con el existir y la resurrección se vivía a diario, tan sólo era necesario poner el pie en el suelo al abandonar la cama. 
Ahora escuchas al trovador como si entonara una plegaria y las cuerdas de la guitarra son un ring en el que estás destinado a besar la lona. Un beso de labios áridos que agita recuerdos y reabre heridas que nunca acaban de cerrar. 
Los hilos se escapan entre los dedos, como antes lo hizo la arena o el agua; incluso la plata. Incapaz de asir nada, dejaste volar las cometas sin pararte un instante a contemplarlas en ese mismo cielo que hoy se oscurece sin siquiera ofrecerte agua. 
Aún así es tu baile. Tu último baile. Ese donde los pasos son torpes y apenas caben las miradas. Ese en el que un susurro al oído te hace creer en que hay esperanza, mientras una vez más buscas la luna entre los hielos del vaso.

lunes, 16 de octubre de 2017

Aquel tiempo

Aún se oye la voz en la calle, alejándose para perderse al doblar la esquina y ofertando sonrisas de esas que alegran el día; de esas que llenan la cara y se brindan al paseante con el que se cruzan los pasos. 
También anuncia un resto de sueños que ni se rompen ni se cumplen, pero se sueñan; una mirada limpia, a medio camino entre el suelo y las estrellas, y una retahíla de palabras que necesitan ser pronunciadas y escuchadas para tener utilidad. 
Como un buhonero anda y desanda las calles pregonando su mercancía. Sin fe pero sin perder la esperanza. 
Mira con la curiosidad de un niño y el conocimiento que dan los años, también con el desencanto que le trajo ese mismo tiempo. Ya no le sorprenden ni le asustan las puertas al cerrarse, ni las cortinas ocultando las siluetas en las ventanas. 
Tampoco le intimidan los pasos acelerados a su espalda, ni los rostros hoscos que contempla al avanzar. 
De vez en cuando mete una mano en su bolsillo y acaricia las tapas gastadas de un libro que guarda una historia cuyo recuerdo se desliza entre sus dedos como la arena en un reloj. Es de aquel mismo tiempo que ya pasó. 
No tiene prisa y el rumbo de sus pasos carece de importancia porque ya nadie le espera. Sin embargo, siempre encuentra la ocasión para detenerse en ese lugar desde donde se escuchan las palabras musicalizadas de aquel poeta que tornó en cantante para volver a ser poeta. 
Quizás…, pero ya no importa. Suena tan lejano y tan vacío ahora un quizás. Como hilo extraviado imposible de recuperar y por tanto, incapaz de enhebrar la aguja; ni siquiera la de la memoria. Aquella a la que a pesar de todo nunca ha renunciado, por no habitar la tierra del olvido, por no admitir la derrota o simplemente porque era la única opción para sobrevivir. 
Los rostros, los nombres, las direcciones y las fechas están ahí. Al menos una gran parte de ellos, pero eso ya también carece de importancia. Pertenecen a aquel mismo tiempo. 
Sin apenas darse cuenta, gastando las suelas de los zapatos, desemboca en una de las calles principales. Al pasar junto a un establecimiento se ve reflejado en el escaparate. Y ahí no hay engaño posible, porque se reconoce en este tiempo. 
Lo que daría por poder adquirir su propia mercancía.

martes, 25 de abril de 2017

El brillo de abril

En el mes de abril siempre brillan los recuerdos. Aunque ese brillo sea desigual, y en lo personal siempre sea un mes de sombra alargada, lo cierto es que prefiero quedarme con ese brillo, con esos colores que pintan aún hoy la esperanza y con aquella hermosa canción convertida en símbolo. 
Abril florece siempre en algunos corazones y en la memoria de estos dos territorios unidos por agua y tierra, por ríos y caminos, por la Historia y por historias de desconocidos protagonistas que tendieron y tienden hilos entre ambos países. 
En España y Portugal siempre sale el sol en abril. Y una melodía invade el aire para teñirlo de nostalgia, pero también para no dar tregua al olvido. 
A años vista y por aquello del poso del tiempo se contempla el relato con ese trazo de melancolía que desdibuja las percepciones y siembra la duda sobre si lo acontecido es pérdida o ganancia, victoria o derrota. 
Ahora que se acuñan nuevos términos como posverdad, una forma de reescribir el relato de los hechos desde la tergiversación, sería fácil tratar de borrar lo acontecido, de negar la realidad y emborronar la belleza que pervive en ese brillo anual del mes de abril. 
La historia la escriben los vencedores. Eso dicen. ¿Pero quiénes? ¿Los que vencieron antes o los que vencieron después? ¿Los que creyeron vencer y el tiempo los tornó en vencidos? 
Ni los años ni las lenguas de serpiente podrán marchitar la belleza de aquel mes de abril del 74; trocar el clavel por el cardo. Seguirá siendo la revolución más hermosa. 
Y entre lo bello y las oportunidades perdidas se forja ese otro relato de no darse por vencido, ese boceto de futuro que en cualquier instante puede convertirse en presente, ese islote donde la derrota no enarbola bandera, el territorio donde siempre es abril, aquel en el que brillan los recuerdos frente al olvido, donde se siembra la memoria, donde el viento porta melodía y letras, donde florecen los claveles para silenciar los fusiles. 


martes, 14 de febrero de 2017

A morder la vida

No acostumbro a darle bola a estas cosas. Tiene que ver con el descreimiento. Apenas me quedan unas causas perdidas. Quizás ya ni eso. Pero me lo ha pedido una amiga que luchó y ganó. Y está Fito, que no me apasiona pero tiene algo de poeta con guitarra. El rock es vida. Y la gente del rock se implica.
No estaré a la altura de los viejos y nuevos rockeros y probablemente puedo ser tachado de insensible, insolidario y similares. Pero esta vez, a lo mejor para llevarme la contraria a mi mismo, he decidido poner un granito de arena y puede que entre todos seamos capaces de levantar una montaña de esperanza.
Así que por favor disfrutarlo, compartirlo y cruzar los dedos por estos chicos y por tantos otros peleones. Espero que ellos y otros muerdan la vida. Fuerza y ánimo para estos chicos que no pierden la sonrisa. Para sus papis también. Y para todos aquellos que están en la pelea. 
No hay que ganar por KO. Y aunque se bese muchas veces la lona, lo importante es volver a levantarse.


    

Nota.- Este vídeo forma parte de un proyecto benéfico de recaudación de fondos para la investigación del cancer infantil organizado por la asociación de padres y madres de niños oncológicos "La Cuadri del Hospi". Fito ha colaborado donando su Harley-Davidson V-Road para un sorteo. Se pueden adquirir boletos para participar por la donación de 2€ en la web http://www.lacuadridelhospi.org/

lunes, 7 de septiembre de 2015

Los pasos perdidos

No hay guijarros ni migas que guíen los pasos. Tampoco hay luciérnagas que iluminen la senda como si fueran la hilera de luces de una pista de aterrizaje. Ni antorchas, ni hogueras en la playa para preceder al faro. Solo está la oscuridad. Y la incertidumbre.
Pero siempre hay quien se esfuerza en creer, en aferrarse a algo para imaginar la esperanza. O para crearla y no renunciar a ella. Soñadores, idealistas...
De igual modo que existen quienes optaron por no creer. Militantes del pesimismo desde un optimismo ilustrado. Frustrados, decepcionados...
Y aún así, la rueda de la vida sigue rodando para todos. Con desigual fortuna. Incrementando el lastre de algunos y aliviando la carga de otros. Dibujando inevitablemente la línea que une el principio con el fin. Fijando el origen, pero entremezclando meta y destino.
A sabiendas de que siempre levantará la cabeza aquel que no quería crecer. Aquel que se veía reflejado en Peter Pan, ignorando que en realidad tan solo era un niño perdido de Nunca Jamás.
Y en ese mundo de sueños, de luz y de sombras perdidas aparecen espejismos que se desvanecen en el extremo de los dedos, pero que conservan el poder y el magnetismo de atraparnos al contemplarlos. En el cautiverio de esos espejismos es cuando adquirimos consciencia de la realidad y paradójicamente cuando es mayor el deseo de extender los brazos y volar.
Entonces suena la música y el haz de luz ilumina el suelo donde un par de zapatos sin dueño marca los pasos del baile de los muertos. Oh yeah.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Un nuevo tiempo

Otro año que se nos escapa vivo. Aunque para ser más exacto, otro año del que escapamos vivos. Al echar la vista atrás, cuesta pensar en buenos deseos, en que los buenos tiempos volverán y en que lo peor ha pasado. 
Y sin embargo, cada 31 de diciembre hacemos una demostración de generosidad (exceso de filantropía que dirían algunos) y buscamos el horizonte con la mirada limpia, la mente abierta y en cierta medida, conscientes de que ni nosotros, ni el resto, recibiremos una mínima, por aceptable, parte de lo que anhela. Y sí, de lo que merecemos. 
Porque nos han pedido, exigido y arrebatado más de lo que nos corresponde aportar. Porque a muchos les han condenado a un viaje sin retorno de penalidades, de humillación y de indignidad; no la suya, por supuesto, si no la indignidad de los inmorales que expiden los billetes al abismo. Y a una parte significativa del resto, nos han ubicado en la fila de la taquilla, a expensas de que una vuelta de tuerca nos convierta en pasajeros o mercancía de ese convoy.
En una noche de números, 31, 12, 1..., debemos asumir que hace demasiado tiempo que no somos más que eso para los que se empeñan en marcarnos el camino, sin preguntar y si importarles si queremos seguir esa senda.
Demandamos un nuevo Renacimiento, un tiempo en que seamos hombres y mujeres, personas de luz que fijemos el nuevo rumbo. Un tiempo en que la letra equilibre al número. En el que piel, carne y huesos no sean monedas de cambio, ni objeto de la aritmética; ni siquiera desde el imperativo del amaos y reproducíos. 
Seguimos apostando por las uvas de la suerte, pese a que nadie podría reprocharnos tomar las uvas de la ira. Y no es poco creer en que en esos nuevos tiempos que se anuncian, las nubes se apartarán para mostrarnos el sol y seremos capaces de mantener la esperanza. Porque querer debe ser poder. 

lunes, 30 de diciembre de 2013

Deseos para el año venidero

Si os pidiera que arrojéis al fuego lo peor de 2013, no albergo duda de que alguno sucumbiría a la tentación de arrojar su vida a las llamas.
Entiendo que la desesperanza golpe a golpe se va haciendo hueco en nuestras existencias y que dibujamos la línea que creemos no seremos capaces de sobrepasar.
Comprendo también que las palabras apenas pueden reconfortarnos un poco y que no nos ofrecen certezas. Y aun así, sigo creyendo que merece la pena aferrarse a ellas, que son cobijo, pese a la precariedad de los materiales y del edificio que sustentan, y que son capaces de unirnos incluso en este salto hacia atrás al que nos empujan.
No vendo promesas envueltas en humo. Tan solo ofrezco las palabras que soy capaz de enjaretar para formar frases y párrafos, con mayor o menor destreza, que logren comunicar las islas que habitamos; las islas que en realidad la mayoría somos, por voluntad o imposición.
Como cada nuevo año, mis deseos para el venidero son los mejores, aunque pudieran parecer inalcanzables por ese horizonte desdibujado que se intuye en la distancia y que en la cercanía nos aleja del optimismo.
No nos van a regalar nada. Es más, intentarán privarnos de lo poco que todavía no han logrado arrebatarnos. Y habrá que alzar la voz. Y los brazos. No solo por nosotros, también por los nuestros y por aquellos que nos rodean. Y por los que vienen y vendrán.
Os deseo fuerza, paciencia, voluntad y esperanza para no arrojar vida alguna al fuego. Y desde la consciencia y con conciencia mantener viva la llama.

 

domingo, 31 de marzo de 2013

Ojos de serpiente (y III)

La serpiente encarna la trilogía de la muerte. Pares, non y la nada. Una nada que es vacío, pero que existe y se perpetúa como sinónimo de pérdida y por tanto, causa de dolor profundo.
Ya no hay monedas en el aire. Detuvieron su giro, para caer a plomo. Y la segunda, como la primera, lejos de mostrar su mejor cara, muestra la cruz como mensaje de desesperanza. Circular heraldo negro, que anuncia el reino de las sombras.
Las máscaras desaparecen para dejar al descubierto la ausencia de rostros. Y muestran lo estéril de la puesta en escena; el fracaso de la obra de la vida y el triunfo de la negra dama. La bajada del telón.
No hay ojos brillantes y febriles frente al tapete verde. Solo la mirada apagada de quien por imposición buscó fortuna en unos naipes ahora vestidos con sus mejores galas, esperanza en las cuencas vacías de la serpiente y la fe de la que carecía en el croupier tramposo y omnipresente. Ahora la ruleta gira al infinito, mientras la ventana al mundo se cierra. Rojo. Negro. La banca siempre gana.
Las lágrimas resbalan por las mejillas de los padres. Agua salada que convierte en lejano, casi inalcanzable, el anhelo de la dulce agua del lago de Lete.
La condena es pervivir en la memoria y esperar que en el futuro el azar cuando la moneda detenga su ritual de giros mire al cielo de cara.
Es tiempo de vencer a los miedos, de creer que la historia no se repite y que las deudas se cobran, porque en algún lugar hay un pagaré oculto que ese mismo tiempo ejecutará en efectivo o en un talón nominativo.

viernes, 15 de febrero de 2013

Ojos de serpiente II (Non)

No fue un gran día. Salió cruz. Ahora solo una moneda vuela en el aire, escondiendo en cada giro esa cruz de la nada o la cara de lo finito. En algún lugar se abre una grieta. Hades muestra sus dominios, pero no permite beber en el lago de Lete; ni siquiera un sorbo que borre la pena para mitigar el dolor. El velo del miedo cubre el rostro y su sombra amenaza con apagar la esperanza.
Entran en escena las máscaras. Una, sopla con una sonrisa el aliento de la vida a la criatura; y la otra, le esconde las lágrimas de la herida abierta. El Joker abandona los naipes para dar coartada al crédulo, al convencido de que es el tiempo de los valientes; todo o nada, cuando en realidad se abrió el telón para dejar paso a los que apuestan por desesperación.
Uno. Impar. El vuelo de la moneda emula el giro de la ruleta. Siguen pintando bastos. Los naipes aún desnudos sobre la mesa. Y en la mano abierta se desperezan los dados para mostrar la serpiente tuerta. El destino. La baza tramposa del croupier omnipresente.
La ventana del mundo está abierta, y sin embargo parece entornada, como detenida en el punto intermedio del cierre o la apertura definitivos. Rodeada de espinas, que brotan en el marco.
La moneda gira en el aire. Traza el destino. Oculta la medida del tiempo. Y los dedos se cruzan en busca de la rúbrica que avale la apuesta ganadora: non. La vida frente a la muerte.

lunes, 11 de febrero de 2013

Ojos de serpiente

Hoy podía haber sido un gran día. Depende de las expectativas de cada uno. Yo hace tiempo que me lo tomo con indiferencia gatuna. No me afecta, por ahora, la cuestión de sumar o restar, según la perspectiva, en la alforja de la vida. Tampoco tengo vocación de presentar una candidatura de futuro para que me apliquen el carbono 14 o lo que haya deparado la ciencia.
Así que aún consciente de que no es un día como otro, no le pido grandeza y le agradecería que reserve miserias para otras fechas. Pero en esto, como en otros menesteres, estamos en manos del capricho. Por un lado, el Santo Padre me obsequia con su renuncia, que hubiera sido más sonada si a la par anuncia el desmantelamiento del chiringuito, tan rentable pese a los siglos. Pero por otro, me regala un pesar.
Un aldabonazo para hacerme pensar en lo efímero. En el azar que transforma lo excepcional en habitual. Y nos hacer aceptar como normal aquello que es el mayor don recibido, la vida.
La existencia. Que bien podría ser una moneda lanzada al aire, que cae de un lado u otro, cara o cruz, o queda de canto para regocijo de pronosticadores o de profetas del mal fario. Un vuelo en el aire, donde se dibuja el destino y donde se nos niega la posibilidad de intervenir.
En ese vuelo el tiempo no es real. Puro artificio. Ficción de ¿dioses? ¿ hado? o querencia de mortales. Y la moneda girando hasta caer no establece precio de compra-venta, pero determina como el dedo perverso de un emperador lo que valemos.
Dos criaturas de 6 meses y 500 gramos han abierto la ventana del mundo y esperan la caída de la moneda, la oscilación del pulgar que altera la tasación.
No pedimos localidades, pero nos reservaron asiento en primera fila para contemplar el giro de la moneda, sin que podamos emitir un leve soplido para variar su rumbo y garantizar que saldrá cara. Pintan bastos. Quisiera apostar a pares, pero… la banca gana cuando en la mesa se desnudan los naipes y en tu mano duermen los dados, que al bailar hacen brillar la esperanza en los ojos de serpiente.  

lunes, 31 de diciembre de 2012

Buenas intenciones

Soy consciente de que mis mejores deseos para el prójimo en el tiempo venidero sólo hallarán sitio en el catálogo de las buenas intenciones. Y aún así espero que seamos capaces de no virar el rumbo y mantener la esperanza; al menos en la medida en que ésta contribuye a seguir ese rumbo.
Carezco de bola de cristal para contemplar el futuro. Tampoco soy adivino, ni interpreto el vuelo de las aves o vislumbro certezas en sus entrañas. Y soy poco crédulo, salvo excepciones que confirman reglas, con las profecías de aquellos que sientan cátedra o aspiran a ello.
Dicen que no hay que ser muy listo para aventurar que 2013 será un pésimo año. E imagino que los supersticiosos sonreirán al escuchar las premoniciones; caricaturas de sus propias convicciones.
Pero tampoco hay que ser muy listo para saber que nada está escrito, excepto para los devotos del destino. Y aunque parezca aconsejable no fijar la mirada más allá de la hoja del calendario, es saludable levantar la vista y buscar más allá del horizonte, cuya línea dibujan doce nuevos meses.
Habrá que escarbar en el baúl de las palabras y elegir las correctas para dar forma a lo no escrito. Esperar que la felicidad, aunque transitoria, supere cualitativamente al pesar y que la balanza del 2013 no se incline en demasía hacia la izquierda o la derecha, porque su equilibrio será el mejor aliado de los andariegos sobre el alambre.
Mis mejores deseos para los caminantes sin red.

domingo, 7 de octubre de 2012

Futuro gastado

Hay un tiempo gastado que es futuro. Alejado de los sueños. Vedado a planes. Donde apenas encuentra su hueco la esperanza y que impide vislumbrar un horizonte. El problema no es que haya espacio para la incertidumbre es que la suma de incertidumbres genera tal densidad que provoca la asfixia y se convierte en una invitación al abandono.
Ni siquiera la consciencia de estar viviendo ese tiempo sirve ya para dar forma a una coartada con la que enmascarar el día a día. Y sin embargo, esa consciencia no implica pesimismo o derrotismo y mucho menos la rendición. Pero alimenta la duda y abre la puerta al miedo de la mano de la inestabilidad. Y ese miedo y esa inestabilidad si contribuyen a dejar paso expedito al pesimismo.
Vivimos un presente de futuro gastado. Donde se perfila un abismo, a cuyo borde nos sentimos empujados. Percibimos una sombra y la inexorable convicción de que puede cernirse sobre nosotros; de que en un instante la noche se dibuja sin lugar para la aurora y no podemos impedirlo. Y ese instante es hoy, mañana o quizás nunca.
Así que nos agarramos a ese presente de futuro sin gastar. Soñamos con el nunca, pero sin abandonar el territorio de la duda. Y miramos al futuro sin poder evitar no sentir los pies en el suelo.

viernes, 20 de julio de 2012

Historias humanas

No todo está perdido si una doble página en el periódico es capaz aún de emociarnos y hacernos creer, si habíamos perdido o renunciado a la convicción, que hay miles de historias que merecen ser contadas.
Esta profesión sigue valiendo la pena, a pesar los abundantes sinsabores. Y abrir hoy El País y leer una historia como ésta de Duende y llanto en el fondo del pozo es entreabrir la puerta a la esperanza. Constatar que frente a las cifras inabordables, en cantidad y comprensión, existe todavía corazón.
El corazón que tiene una cantaora para bajar a la mina y sacar ese quejío desde lo más profundo del ser para mostrar a un grupo de mineros que no están solos en su lucha. El corazón que ese grupo de mineros necesita para mantener con dignidad esa lucha. El mismo corazón que mueve a un viejo minero y cantaor de La Unión a ceder la letra de su Minera para que viaje hasta el pozo de una mina en León y recordarnos aquello de la universalidad del lenguaje y el cante. El corazón que pone al escribir quien cuenta esta historia y al filmar ese "viaje a lo más hondo de la lucha obrera". Y el corazón de aquellos que al leerla sienten como algo se remueve dentro, como un escalofrío roza la piel, como se humedecen los ojos y se reseca la garganta.
Ese corazón necesario para dar las gracias a Rocío Márquez, a Alfonso Paredes Niño Alfonso, a Jorge Martínez y a esos ocho de Santa Cruz, el grupo de mineros que desde lo más profundo de la tierra nos recuerdan que somos personas y no números.

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/07/19/actualidad/1342727803_371605.html

lunes, 30 de abril de 2012

Clarividente

En tiempos de reivindicaciones hasta los bebés de juguete se rebelan. Y como un Pinocho moderno parece adquirir vida para protestar. Habrá alguien que lo considere un muñeco diabólico e incluso que le infunda miedo, pero lo que realmente causa pavor es su clarividencia. ¿Qué futuro estamos construyendo para aquellos que vienen detrás? ¿Qué legado vamos a ofrecer a nuestros hijos?
A los recortes económicos, que amparados en la crisis se utilizan sin pudor para desmantelar el denominado Estado del Bienestar, se une una involución de valores e ideas. Y en esa marcha atrás, con pasos de cangrejo, debilitamos la esperanza y amenazamos la capacidad de soñar; de modo que hasta navegar en un barquito de papel y construir una casa de cartón se convierten en quimeras.
Si les privamos de lo material y de lo inmaterial ¿Qué les queda? ¿Qué les dejamos? Conviene despertar y abrir bien los ojos, porque de no ser así puede que ya sea demasiado tarde cuando descubramos que el bebé del escaparate está más vivo que nosotros.

sábado, 18 de febrero de 2012

Niña de ojos de luna

A la niña Laura le ha dado su luz la luna. Iluminó su cara pero le ha negado la sonrisa. Y aún así, nunca se ha dado por vencida y ha buscado sonreír. Consciente de que el resultado de la lucha podría obligarla a renunciar a algunos sueños y le impedía alcanzar las estrellas, apostó por vivir y no le dio la espalda a esa pelea.
El viento de la mañana ha traído la mala nueva, placebos para el dolor y la negación de la esperanza. Su desesperanza, que son nuestras lágrimas, aviva el recuerdo de cuando llegó a nuestras vidas; con sus palabras, con sus vivencias del despertar a la vida y su amor a la poesía. Esos materiales con los que levantó su morada en nuestros corazones, cuyas paredes podrán desplomarse, pero cuyos cimientos permanecerán inamovibles.
Llegó la noticia, como todas las malas noticias, de improviso y golpeando en aquellos rincones del ser donde es inútil la defensa y no existe lugar para la resistencia. Andaba yo buscando una cinta para atar el tiempo y evitar su extravío y ahora, daría cualquier cosa por hallar un cordel con el que amarrar su tiempo e impedir que se apague.
Es difícil, casi imposible, no dejarse atrapar por los tentáculos de la tristeza, escapar al dolor y contener la rabia. Pero chiquilla Kaede, de piernas largas y ojos de luna, tú que no alcanzaste las estrellas y ahora te convertirás en una de ellas, no mereces nuestro adiós preñado de dolor y tristeza, mereces partir con nuestra bendición, el mejor de los ánimos y nuestro cariño.
Y saber que la despedida nunca es definitiva, que permanecerás en nuestros corazones hasta que volvamos a encontrarnos en cualquier mar al que nos conduzcan los ríos de la vida, donde nos esperarás tejiendo una red de luz, palabras y poesía.

viernes, 31 de diciembre de 2010

Esperanza y más palabras

Esperanza y palabras. Parecen un débil asidero y un escaso anhelo ante el sueño de la muchedumbre, que sopla el cuerno de la abundancia para el inmediato tiempo venidero. Un sueño del que muchos despiertan apenas desaparecen uvas y burbujas por el abismo de la garganta y que otros conservan con el envoltorio del deseo hasta que las hojas del calendario se agotan e invitan de nuevo al sueño. El mismo punto de partida, con distintos dígitos.
No. Definitivamente, no son tiempos de esperanza. Y para muchos las palabras ya están gastadas. Y aún así apuesto por no renunciar a ambas. Deseo esperanza para los desheredados, a sabiendas de que demandan algo más tangible. Y deseo esperanza para aquellos que creen haberla perdido, cuando en realidad lo que han perdido es una razón para tener esperanza.
De igual manera, deseo que conservemos los baúles de las palabras. Que los abramos y extraigamos de ellos aquellas que necesitamos para expresar alegría, desazón... todas las que sean necesarias para comunicarnos. Porque las palabras no se gastan, es la ausencia de hechos que las acompañen lo que nos hace dudar de su utilidad y de su vigencia.
En este tiempo de desencuentros y contradicciones que es la Navidad, cuando 2010 agoniza y 2011 es una caja de incertidumbres, donde caben todo y nada, escribo este mensaje de esperanza y palabras para aquellos que deambulan conmigo; y también para aquellos que nunca pisaron el callejón, pero que contemplan el mar, real o imaginario, esperando esa botella a la deriva, que ni siquiera hoy es necesaria porque la hemos sustituido por la Red, con las palabras escritas por una persona desconocida.
Quizás no se vea el horizonte, pero merece la pena seguir mirando.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Un futuro y una esperanza para el periodismo

Para algunos, quizás para demasiados, alcanzar un sueño sigue siendo patrimonio de los iluminados. Y sin embargo, entre los periodistas se mantiene viva la llama de ser los "propietarios" de los medios de comunicación. Ser propietario en este caso no es sinónimo de empresario, sino de garantía de una buena praxis del periodismo y de aval del derecho a ser informado, bien informado.
Periodistas como Javier Bauluz nos muestran el camino con periodismohumano.com, posible por la suma de voluntades, y nos recuerdan que la labor del periodista no es otra que la de informar y que por desgracia esa labor poco o nada confluye con la idea de la información manejada por los empresarios de la comunicación; porque se obvia el concepto de información al servicio de la sociedad y se da prioridad al negocio. Es decir, que se adultera el objeto de la información y se priman contenidos de escasa calidad y nulo interés, realizados además en numerosas ocasiones por sujetos ajenos a la profesión periodística o por demasiados que han olvidado qué era esto del periodismo.
En Ciudad Juárez, un joven fotógrafo, Luis Carlos Santiago Orozco, ha sido asesinado (se suma a una larga lista) por el narcoterrorismo, que allí no es otra cosa que la unión de narcotraficantes y el Estado. En Madrid, otro fotógrafo, Edu León, es agredido por la policía, detenido y privado de libertad durante 3 días, además de serle sustraída parte de su equipo fotográfico, y todo por fotografíar detenciones de inmigrantes sin papeles y abusos policiales (Parece censura, pero es algo peor a lo que ustedes pueden ponerle la denominación que gusten).
Precariedad laboral e intrusismo continúan siendo las principales lacras de la profesión periodística en España, a las que se ha unido la injerencia absoluta del poder político y económico en los medios, con la consiguiente devaluación de la figura y del trabajo del periodista.
Dicen que las cosas no están bien para el periodismo, pero muchos nos preguntamos que cuándo lo estuvieron. Así que esperamos que esa luz nos irradie, con mayor o menor intensidad, al resto de periodistas y aún a riesgo de convertirnos en iluminados creamos que otro periodismo es posible.




Grabación realizada por CEDECOM, para el programa "Tesis", de Canal 2 Andalucía, sobre los Cursos de Verano de la UNIA.

miércoles, 9 de junio de 2010

El apeadero del tren

Desde hace algún tiempo en mi cabeza ocupan un inhabitual espacio trenes, apeaderos, andenes y una estación de tren.
Pensaba en un tren como metáfora de la vida. El principio y el final de un viaje. El vagón al que te subes al nacer y que supuestamente no abandonas hasta llegar a la estación de destino. Y digo supuestamente, porque nadie te puede obligar a llegar hasta esa última estación que es la muerte. Aunque la gran paradoja es que el abandono de ese vagón en cualquier parada del trayecto, incluso en marcha, es en sí mismo el acto final.
En otras ocasiones pensaba en los trenes como sinónimo de una última oportunidad. Imaginaba la espera en un andén poblado o en un apeadero solitario; uno de esos apeaderos perdidos en medio del campo, rodeado de olivos y alejado de viviendas y de núcleos rurales y urbanos, cuyas luces se adivinan cercanas, pero a la suficiente distancia como para alimentar esa soledad.
La mirada siguiendo los raíles hasta donde ya la vista no alcanza. Buscando ese tren que no parece llegar. Y evitando reconocer que quizás no llegue nunca. Para no aceptar que ese tren ya pasó y no hubo consciencia de su paso y menos de que era el último.
No hay medida posible del tiempo y además, se pierde la noción de su transcurrir, así que lo más parecido a un reloj son los propios pasos a izquierda y derecha en ese andén. Pasos que tampoco llevan a lugar alguno, pero cuya suma sería un sorprendente número de kilómetros. Pasos incapaces de perturbar al oído en su única misión de oír el sonido de ese tren. Pasos inútiles.
En esa estación, no perder la esperanza significa creer en la existencia de la llegada de ese último tren, a pesar de ser sólo una posibilidad. Aferrarse a esa última oportunidad, sin plantear o preguntar sobre el merecimiento de la misma, pero con el convencimiento de que la vida ha de pagar su deuda a los desheredados.
La espera, toda espera, es incertidumbre. Ausencia de certeza. Pero la espera en un andén solitario, sin saber si ese último tren vendrá, es una invitación a la perturbación y a perder el rumbo. La antesala del abismo.
Ignoro si hay alguna sesuda explicación onírica o de cualquier otra índole sobre los pensamientos relativos a los trenes, estaciones, andenes y apeaderos y su posible simbolismo. Pero puedo afirmar que no hace mucho yo estaba de pie en ese andén, esperando uno de esos trenes; llegó, y subí a él, y espero que no sea el último. Y sin embargo, aún hoy, me veo en aquel apeadero solitario, con la mirada siguiendo los raíles y paseando a izquierda y derecha de ese andén sin llegar a lugar alguno.
Pudiera ser que dejará allí una de mis vidas de gato y tan sólo sean vestigios de melancolía.

Foto: Estación de Espeluy (Jaén). Juan Fra. Tomada de http://www.panoramio.com/photo/7224789.

miércoles, 19 de mayo de 2010

La fortuna del laboro

Podría decir que he encontrado laboro, pero sería faltar a la verdad. En realidad ha sido el laboro el que me ha encontrado a mí. Abandono la fila de los desheredados y en estos tiempos tan difíciles y enredados es tal la zozobra, que es complicado saber si uno va a favor de la corriente o contracorriente.
Este abandono, espero que esta vez más duradero, podría parecer una deserción, pero en realidad es el deseo de cualquiera de los que ocupan lugar en esta fila, que por desgracia no todos pueden alcanzar. Y es eso precisamente lo que me hace no perder de vista a aquellos desheredados que permanecerán en la fila.
Comprendo su angustia, esa sensación que te atenaza por momentos y de forma muy especial en la soledad consciente de la noche. Esa misma angustia que ahora siento lejos, como si se hubiera exilado instantáneamente de mi vida.
Recuerdo lo que se siente cuando las dudas derrotan a las certezas, incluso a costa del propio conocimiento. Aún ahora podría dibujar los límites del territorio de la esperanza. Y tampoco he olvidado cómo se abre la puerta de la desesperación, sin necesidad de llave y con apenas un suave empujón.
Hoy gozo de privilegio por tener laboro, un privilegio que debía compartirse con cualquier persona con ganas trabajar y que sin embargo hoy se distancia del derecho para convertirse casi en quimera. Sin término medio paso de la nada al todo. Y esa fortuna es completa porque he regresado a Baeza.
Cada mañana, de nuevo, me permito disfrutar de mi capricho, de esos dos paseos a primera hora de la mañana y al mediodía. Llego caminando a la plaza del Pópulo, acaricio con la mirada la Fuente de los Leones, subo con un inusitado trote juvenil los escalones de la calle Escalerillas, enfilo la cuesta de San Gil para girar a la izquierda y flanqueado por los cipreses alcanzar la plaza de Santa María para buscar por encima de la copa de los árboles frente a la fuente la torre de la Catedral. Contemplo las piedras y siento las piedras como testigos y depositarias del legado del tiempo. Pienso en Machado, profesor y poeta en este vergel de luna y olivos, caminando por estas mismas calles. Atravieso las puertas de cristal del Antiguo Seminario y bajo hasta la cafetería donde esperan las samaritanas para darme esa primera conversación del día y una taza de café caliente.
He abandonado la fila y ésta es mi heredad.

sábado, 17 de abril de 2010

El cartucho y la bala

Hoy he recordado la historia de un tipo que de tanto perder sólo conservaba una pizca de orgullo y un puñado de valores, en aparente desuso en su tiempo. Escasas pertenencias para sobrevivir.
Es un tipo de una generación intermedia, de esas que unen pasado y futuro. Así que no es extraño que haya habitado toda su vida en tierra de nadie. De esos que aprendió a encajar para poder mantenerse en pie. De esos que se asía a la esperanza para poder levantarse.
Ahora acaricia un cartucho y una bala. Todas sus expectativas de vida pasan por ese último cartucho. De fallar, de ser un cartucho hueco, sólo le quedará la bala.
Algunos creen por influencia de cine y literatura que las balas llevan escrito el nombre de a quien van destinadas. A mi no se me ocurre otra leyenda para esa última bala que la de la desesperación y la angustia; fruto de la incapacidad para vislumbrar un futuro mejor que el presente.
Y siempre me he preguntado cuántos de esos tipos cuyo último cartucho fue un nuevo fracaso no fueron capaces de utilizar la bala y nunca nadie lo supo. Cuántos optaron por la bala sin lograr comprensión. Y cuántos tipos como ese habrá hoy incapaces de ver más camino que el marcado por la bala.