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martes, 26 de marzo de 2013

El rincón del gato


La niña de ojos de luna, Laura, que renunció a ser una estrella en el firmamento para permanecer entre nosotros, me manda este rincón hallado en el Foro. Dice que se acordó de este gato y de su callejón. Y aunque no se igualan rincones y callejones, ambos son hábitats para un gato y por tanto, lugares de su agrado.
Espacios por donde con parsimonia deambula el gato. Siempre buscando las sombras, un segundo plano desde el que no molestar y no ser molestado para contemplar, con cierta distancia, lo que acontece.
Acurrucado o erguido. Con las orejas gachas y abiertos los ojos; con los ojos entornados y las orejas prestas a captar cualquier movimiento, sonido o palabra, o con los ojos cerrados, en aparente indiferencia, sin renunciar a ser un espectador privilegiado de los mundos que le rodean.
Esos mismos mundos distantes, alejados del propio; esos mundos que en ocasiones te rozan, con suavidad, tangencialmente, y en otras, te atrapan, aún siendo consciente de que sus poseedores son ajenos a tu existencia y que ésta debiera actuar de parapeto, dotarte de una impermeabilidad que en realidad es para tu pesar inexistente y acaban mezclándose con el tuyo, para bien o para mal.
Ignoro dónde se hallará este rincón, pero si Kaede alcanzó a ver algo en él, seguro que me agradaría. No solo por el nombre, la cabeza del congénere asomando desde la pizarra o la generosa oferta de elixires que se anuncia en la otra, sino porque probablemente haya paralelismos en el camino seguido por quien o quienes apuestan por denominar así a su criatura y la ruta recorrida para nombrar en un día atrás en el tiempo a este blog.
De callejones y rincones y de gatos siempre estuvo Madrid bien servida. Como muchas otras ciudades, donde un rayo de sol es la excusa perfecta para que un gato se desperece y asome el hocico para dejar en el aire un breve maullido de satisfacción.

Foto: "Rincón del gato", de Laura Rojas. 

sábado, 18 de febrero de 2012

Niña de ojos de luna

A la niña Laura le ha dado su luz la luna. Iluminó su cara pero le ha negado la sonrisa. Y aún así, nunca se ha dado por vencida y ha buscado sonreír. Consciente de que el resultado de la lucha podría obligarla a renunciar a algunos sueños y le impedía alcanzar las estrellas, apostó por vivir y no le dio la espalda a esa pelea.
El viento de la mañana ha traído la mala nueva, placebos para el dolor y la negación de la esperanza. Su desesperanza, que son nuestras lágrimas, aviva el recuerdo de cuando llegó a nuestras vidas; con sus palabras, con sus vivencias del despertar a la vida y su amor a la poesía. Esos materiales con los que levantó su morada en nuestros corazones, cuyas paredes podrán desplomarse, pero cuyos cimientos permanecerán inamovibles.
Llegó la noticia, como todas las malas noticias, de improviso y golpeando en aquellos rincones del ser donde es inútil la defensa y no existe lugar para la resistencia. Andaba yo buscando una cinta para atar el tiempo y evitar su extravío y ahora, daría cualquier cosa por hallar un cordel con el que amarrar su tiempo e impedir que se apague.
Es difícil, casi imposible, no dejarse atrapar por los tentáculos de la tristeza, escapar al dolor y contener la rabia. Pero chiquilla Kaede, de piernas largas y ojos de luna, tú que no alcanzaste las estrellas y ahora te convertirás en una de ellas, no mereces nuestro adiós preñado de dolor y tristeza, mereces partir con nuestra bendición, el mejor de los ánimos y nuestro cariño.
Y saber que la despedida nunca es definitiva, que permanecerás en nuestros corazones hasta que volvamos a encontrarnos en cualquier mar al que nos conduzcan los ríos de la vida, donde nos esperarás tejiendo una red de luz, palabras y poesía.