La niña de ojos de luna, Laura, que renunció a ser una estrella en el firmamento para permanecer entre nosotros, me manda este rincón hallado en el Foro. Dice que se acordó de este gato y de su callejón. Y aunque no se igualan rincones y callejones, ambos son hábitats para un gato y por tanto, lugares de su agrado.
Espacios por donde con parsimonia deambula el gato. Siempre buscando las sombras, un segundo plano desde el que no molestar y no ser molestado para contemplar, con cierta distancia, lo que acontece.
Acurrucado o erguido. Con las orejas gachas y abiertos los ojos; con los ojos entornados y las orejas prestas a captar cualquier movimiento, sonido o palabra, o con los ojos cerrados, en aparente indiferencia, sin renunciar a ser un espectador privilegiado de los mundos que le rodean.
Esos mismos mundos distantes, alejados del propio; esos mundos que en ocasiones te rozan, con suavidad, tangencialmente, y en otras, te atrapan, aún siendo consciente de que sus poseedores son ajenos a tu existencia y que ésta debiera actuar de parapeto, dotarte de una impermeabilidad que en realidad es para tu pesar inexistente y acaban mezclándose con el tuyo, para bien o para mal.
Ignoro dónde se hallará este rincón, pero si Kaede alcanzó a ver algo en él, seguro que me agradaría. No solo por el nombre, la cabeza del congénere asomando desde la pizarra o la generosa oferta de elixires que se anuncia en la otra, sino porque probablemente haya paralelismos en el camino seguido por quien o quienes apuestan por denominar así a su criatura y la ruta recorrida para nombrar en un día atrás en el tiempo a este blog.
De callejones y rincones y de gatos siempre estuvo Madrid bien servida. Como muchas otras ciudades, donde un rayo de sol es la excusa perfecta para que un gato se desperece y asome el hocico para dejar en el aire un breve maullido de satisfacción.
Foto: "Rincón del gato", de Laura Rojas.
Ignoro dónde se hallará este rincón, pero si Kaede alcanzó a ver algo en él, seguro que me agradaría. No solo por el nombre, la cabeza del congénere asomando desde la pizarra o la generosa oferta de elixires que se anuncia en la otra, sino porque probablemente haya paralelismos en el camino seguido por quien o quienes apuestan por denominar así a su criatura y la ruta recorrida para nombrar en un día atrás en el tiempo a este blog.
De callejones y rincones y de gatos siempre estuvo Madrid bien servida. Como muchas otras ciudades, donde un rayo de sol es la excusa perfecta para que un gato se desperece y asome el hocico para dejar en el aire un breve maullido de satisfacción.
Foto: "Rincón del gato", de Laura Rojas.
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