miércoles, 30 de diciembre de 2015

Lagarto

Uno tiene la sensación de que si las cuevas de Altamira o los frescos de Pompeya hubieran estado en Jaén hoy no existirían, porque habrían sido pasto de la piqueta o la excavadora. Y por supuesto, por acercarnos en el tiempo, un fenómeno artístico como Banksy no hubiera sido posible. 
Por eso no es extraño que una obra de arte urbano contemporáneo tan jaenera como “La leyenda del lagarto”, creada por el pintor y escultor José Ríos y el graffitero Belin, corra peligro de demolición.
Claro que la ley está para cumplirse. Pero no es menos evidente que está para aplicarse. Y uno piensa que el juez o el mismo Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) debían haber contemplado en la aplicación de la ley la protección de una obra de arte que es patrimonio de la ciudad de Jaén y de sus habitantes. 
Desgraciadamente, llueve sobre mojado. Porque en Jaén ya desaparecieron la escultura “Inercias”, de David Padilla, que estaba ubicada en la plaza de San Francisco, o las esculturas del Árbol en la calle Arquitecto Berges y la mano de “Me gusta”, en la rotonda del vial norte, ambas de José Ríos. 
Estas desapariciones y la amenaza sobre “La leyenda del lagarto” muestran la falta de sensibilidad y el déficit cultural de una parte de nuestra sociedad. Que además confunde arte y estética. 
No tenemos pelos en la lengua para criticar y poner a parir a los talibanes por destruir los budas de Afganistán y sin embargo, aceptamos la destrucción de obras de arte en nuestras calles. El triunfo de la ignorancia. 
Me cuenta José Ríos que desde la administración le han asegurado que el tema está resuelto. Y por tanto, su lagarto, nuestro lagarto, seguirá tomando el sol. Aunque desconoce si la solución pasa por desmontar el muro y llevarlo a otra parte o por una permuta de terrenos con el propietario de la parcela. 
En otras ciudades, como Londres, el arte urbano además de ser patrimonio universal se ha convertido en reclamo turístico. Lo que se traduce en dinero y empleo. Y supongo que también contribuirá al orgullo y a la autoestima de los londinenses. 
En Jaén contamos con creadores con talento que han dotado a la ciudad de una importante colección de arte moderno al aire libre. Ahora que se habla tanto de poner en valor, emprender y palabros similares ¿quién da el paso?
¡Lagarto, lagarto!

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 30 de diciembre de 2015.



miércoles, 16 de diciembre de 2015

Y santas pascuas

Uno puede estar a favor o en contra de que se adornen las calles en navidad. Y por supuesto, puede expresar su opinión sobre los objetos elegidos para esa decoración.
Que, por cierto, comparándola con otras ciudades, no prima en Jaén el buen gusto en la elección y colocación de estos adornos. Y el resultado, por decirlo educadamente, no levanta pasiones. Vamos, como la cabalgata de reyes.
Aún así, no se justifica que algunos vecinos, en plan gamberro o en plan reivindicativo, se lleven las macetas de las Flores de Pascua instaladas en la vía pública para decorarla.
Podemos pensar que querían llamar la atención y mostrar su rechazo al despilfarro que supone gastar el dinero público en adornos navideños, cuando hay familias que no tienen para comer o para pagar la luz. O simplemente, que no les gustaban, como los monumentos instalados en las rotondas de entrada a la ciudad por el alcalde a la fuga y hoy candidato al congreso, y ante la imposibilidad de llevarse estos, han escogido simbólicamente los 'pascualinos'.
También podemos creer la versión de que ha sido cosa de críos. La típica gracieta de niños o jóvenes. Ya saben, la de rojo, la cojo y pies para que os quiero.
Y por último, lo más preocupante, que son vecinos como usted y como yo que han decidido adornar su casa con el dinero de todos. Vamos, como si les hubiera dado por entrar en política por la puerta grande, arrasando con lo público para lograr el beneficio privado.
Por desgracia, todo se reduce a lo mismo, a la falta de civismo. A creerse poseedor de todos los derechos y huérfano de obligaciones. A no comprender que la vía pública es un espacio común de los ciudadanos y que todo lo que hay en ella, bancos, papeleras, farolas... Y hasta los 'pascualinos' debe respetarse. Y no destrozarlo o llevárselo como hacen algunos.
Porque además, estos amigos de lo ajeno que nos roban a todos, incluso a ellos mismos, no se dan cuenta de que nos hacen pagar dos veces por el mismo concepto.
Qué oportunidad han perdido los políticos en campaña, en lugar de repartir papeles con propuestas que no van a cumplir, podían haber regalado 'Pascualinos' a sus presuntos votantes.
Así nos hubieran evitado el bochorno. Porque llevarse las Flores de Pascua es ganas de hacer la pascua. Si llegan a ser jamones... ¡Vaya tropa!

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 16 de diciembre de 2015.

viernes, 11 de diciembre de 2015

El futbolín

Aprietas con fuerza el caucho de la empuñadura y golpeas la bola, pasándola de los medios a la delantera con suavidad y rapidez para colocarla donde el porteo no pueda alcanzarla. Quizás no tengas la precisión de antaño, pero no has perdido el toque como con el taco del billar.
Ahora que los adornos navideños abandonan las cajas para inundar la casa no puedes evitar pensar que algún día desaparecerán en esas mismas cajas o en algún lugar similar. Olvidadas en un armario, perdidas en un rincón, porque ellos habrán crecido y se habrán marchado y no merecerá la pena vestir la casa en Navidad. 
Es el dibujo de un futuro que vendrá como un soplo. En un instante. A pesar de que ahora parezca lejano y de que el presente te devuelve la mirada al pasado.
Entre sus gritos y el sonido de la bola al chocar con los laterales de madera recuerdas cuando tenías unos pocos años más que ellos. Cuando el futbolín era uno de los territorios de la adolescencia.
En la ciudad que habito los jugadores eran de hierro, con las piernas abiertas; y en Madrid eran de madera, sin piernas. En la primera ir a las salas de recreativos se le llamaba 'ir a los vicios', mientras que en Madrid era 'ir a los billares'. 
No valía el hueco, jugábamos al pierde-paga por parejas y el que ganaba seguía jugando. Yo era el rey de la 'cuchara'. Cuando la pareja era una chica, éramos más 'chulos que un ocho'. Y sí, a ellas también les brillaban los ojos. 
Estábamos en nuestro hábitat. Nos 'saltábamos' alguna clase, bebíamos las litronas de cerveza a morro y las drogas comenzaban a sernos familiares. Sonaban Leño y Asfalto, alternábamos a Serrat con Silvio Rodríguez y soñábamos con Moustaki, pero también descubrimos a The Specials y a Madness y editaron el “London calling”, de The Clash. Luego vino La movida y seguimos jugando al billar y al futbolín. De los billares pasamos a bares, tabernas y garitos. Del barrio de La Estrella y de Retiro a Malasaña. Y seguían brillándonos los ojos. 
La bola no dejaba de rodar sobre aquellos rectángulos que formaban parte del paisaje de nuestras vidas. Era raro no encontrarse con uno u otro y era inevitable sacar una moneda, introducirla en la ranura y atrapar las bolas rayadas y lisas en el rectángulo o lanzar la bola al medio para comenzar la partida. Sin prisa. Disponíamos de todo el tiempo del mundo y unas vidas por delante. 
Escribo mientras escucho en youtube el último concierto de los 091 y en el reproductor el Básico de Antonio Vega y el disco rojo de Radio Futura. Ellos también estuvieron allí. Nos acompañaban en aquellas tardes y aquellas noches. En el Penta, en la Vía y en tantos otros. Sin saber que su música es lo único cierto que permanece de aquel entonces. 
Algunos cambiaron el brillo de los ojos por fragmentos de cristal. Otros descubrimos que, como cantaba La Mode, el tiempo se perdió sin que nadie lo gastara. En la búsqueda recorrimos un camino sin marcha atrás y ya no sabemos qué queda por delante. Porque ahora menos que nunca importa dónde llegar y para qué. 
Sí, ya sé que hoy hay una nueva generación dispuesta a cambiar el mundo. No sé que es lo que leen o que música oyen. Sé que tomaron las plazas y ahora pretenden asaltar el poder. Y temo que como otros antes, demasiados se quedarán en el camino. Los que valen la pena.
Espero que al menos hayan hecho rodar las bolas del billar y del futbolín.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Ayer


No hace falta girar la cabeza para ver lo que se dejó atrás. Tampoco hace falta que alguien te lo recuerde. La experiencia enseña a conservar la capacidad de no olvidar del todo. 
Hoy pinchas un disco o abres un libro al azar y raro es que no aparezca uno de esos guijarros de los que devuelve a la memoria parte de ese camino andado y que en demasiadas ocasiones parece extraviado. 
Lo que fueron miedos se han transformado en hilaridad. Y lo que eran deseos se consumaron o se consumieron. Sobreviven algunos sueños, probablemente por inalcanzables o porque uno no acaba de desprenderse de cierta carga de ingenuidad en su deambular por la vida. Y permanece la duda. 
Tendemos a mirar hacia adelante. Por comodidad o por no pegarte un leñazo. Probablemente porque la mayoría de lo que quedó en el pasado ya no tiene remedio, ni siquiera una segunda oportunidad. Pero, los peros, de vez en cuando a ese disco o ese libro se les suma una noticia real, casi siempre en forma de desgracia. Y consciente o inconscientemente desandamos parte de ese camino entre lo que somos y los que fuimos. Para volver a ese tiempo pretérito en el que estamos todos y la muerte no tiene cabida. No por negar la realidad, el fin de la propia existencia, sino porque en ese instante y en aquel lugar que ya no están aparecía la muerte de los otros, pero estaba ausente nuestra muerte. Quizás y sin saberlo fue entonces cuando disfrutamos de la inmortalidad. 
Fuimos inmortales entre alpha y omega, entre birras, palabras y rock. Y hoy, mortales, seguimos con esas birras, palabras y rock, aunque ni saben, ni suenan igual.

(No duermen por la noche las criaturas de la luna, aunque hoy somos casi todos hijos de esa luna, hombres de corazón roto y sueños pretéritos que cargan sobre sus hombros la muerte de otros. Mientras el resto de la ciudad duerme, una puerta entreabierta dibuja un haz de luz y deja escapar los acordes del último rock. Las manos se aferran al cuello de una botella y apenas brillan en la oscuridad los ojos de gata de la camarera, que ya no vierten lágrimas de nostalgias compartidas. Al marchar casi ni se percibe el ruido de los pasos propios y la sombra es el recuerdo de lo que fuimos. El trago iba por tí que ya no despertarás. Birras, palabras y rock hasta el amanecer).

Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos,/aunque a veces nos guste una canción. Elegía y recuerdo de la canción francesa. “Moralidades”, Jaime Gil de Biedma (1966).

jueves, 3 de diciembre de 2015

El nudo de la pajarita

Una de las cosas que no me enseñó mi padre fue a hacerme el nudo de la pajarita. Le pedí que lo hiciera y me dijo que lo haría. Pero lo fuimos posponiendo hasta que ya fue demasiado tarde. No aprendí. Así que conservo una, solo una, de sus pajaritas; que vive colgada de una percha ante mi incapacidad e ignorancia para anudarla al cuello.
Ahora parece algo sin importancia porque la mayoría de las pajaritas son de click y vienen con el nudo hecho. Como aquellas corbatas con la tira de goma que en el colegio parecían la solución definitiva y que yo evitaba renunciando a la camisa y optando por un jersey de cuello de cisne. 
Pero han de creerme, no es lo mismo. Ya sé que muchos dirán que da igual porque no se ve. Y ahí reside el error, no se trata de que se vea o de que no se note. Ni siquiera de que la mayoría de la gente sea incapaz de distinguir un nudo de pajarita o de corbata anudado a mano del que viene anudado de fábrica. 
La cuestión es que yo lo sé. Las cosas son mucho más simples de lo que creemos o queremos creer. Se trata de eso, de que uno lo sepa y por tanto elija lo que quiere llevar. Sin importarle que el de enfrente distinga la pajarita con el lazo anudado a mano de la que viene anudada de fábrica. Y yo, probablemente por capricho, prefiero la anudada a mano. Aunque solo sea por desanudarla. 
Sí me enseño a llevar gorra y sombrero. Por separado, obviamente. Nunca entendí porque las pajaritas, las gorras y los sombreros dejaron de usarse mayoritariamente y se convirtieron en accesorios de niños o de ancianos. Cosa seria. Quizás por eso me alegro de que la moda, a pesar de su condición voluble y efímera, nos los haya devuelto. 
Las gorras y los sombreros tienen una función determinada. Salvaguardar la azotea, tanto el contenido como el continente. Protegerla del frío y del sol, especialmente aquellas despobladas de cabello, pero sin olvidar a aquellas otras de abundante melena. Y en esa labor adquiere capital importancia evitar el achicharramiento o congelación de las neuronas, sobre todo en aquellos casos en que la escasez neuronal es sintomática. Y sí, soy consciente de que en estos casos la gorra o el sombrero son probablemente insuficientes y lo más adecuado sea llevar casco o chichonera. Por protección, porque la regeneración está descartada. Y porque la lobotomía, que también fue una cuestión de moda, es antiestética. 
No se apuren, siempre nos quedarán las pajaritas y los sombreros de papel. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Habemus alcalde

El relevo se ha consumado. Como los matrimonios. Y ya tenemos nuevo alcalde. Javier Márquez sustituye a José Enrique Fernández de Moya. 
El cambio me ha hecho recordar a la difunta Duquesa de Alba y aquella afirmación sobre su hijo Cayetano “cambia de camisa como de novia”. Porque en este caso puede que hayamos cambiado de novia, pero la camisa es la misma. 
Disculpen pues que no comparta el entusiasmo por el trueque. Tú, el bastón de Jaén y yo, el sillón de Madrid. 
Es cierto que el listón que deja el alcalde a la fuga está tan bajo que cualquier cambio nos va a parecer bueno. Es obvio que ganaremos en las formas, porque el nuevo alcalde no gasta los malos modos de su antecesor, pero lo de la mejora en la gestión está por ver. Aunque también es cierto que no parece algo difícil de superar. 
Ahora bien, esta subida de un listón bajo mínimos no significa que Márquez disponga de un cheque en blanco, a pesar del aval de los tres concejales de ciudadanos. Tan previsible. 
El acto de toma de posesión ya ha supuesto una ruptura con la etapa anterior. Tanto en las formas como en el fondo. Con presencia de las distintas administraciones al margen de su color político, como debe ser, y con el anuncio de proyectos, para el casco antiguo y el polígono industrial. 
También asistió el presidente regional del PP para bendecir el cambio. Cuesta entender porque Moreno Bonilla aceptó la imposición de Fernández de Moya como candidato a la alcaldía, cuando era un secreto a voces su plan de fuga y Márquez se dejaba querer. 
Hubiera sido más lógico presentar a Márquez como candidato y dejarle las manos libres para elegir a sus compañeros de viaje. Entre los que a buen seguro no estaría el concejal Miguel Contreras, esa herencia envenenada que le dejan Fernández de Moya y García Anguita, cuyos modos nos recuerdan tanto al ya ex alcalde. 
Los entusiastas del cambio en la alcaldía pregonan, como anticipo navideño, el desbloqueo de los proyectos tutelados por Ayuntamiento y Junta de Andalucía, con el tranvía a la cabeza. 
Argumentan el talante del alcalde, como hacían otros con el presidente Rodríguez Zapatero, y su condición de jiennense. Como si los anteriores alcaldes hubieran sido de Cuenca o Sebastopol y como si Márquez no fuera del PP. 
Esperemos que el relevo sea para bien. Porque peor es difícil, pero no imposible.
 
Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 2 de diciembre de 2015.

 

martes, 1 de diciembre de 2015

Seis veces cien

Son solo cifras. Frías hasta que se las dota de un significado. Hasta que se las ubica en un contexto. Y aún así, no logran evitar lo que son. Simplemente un dato, al que se da valor o se desprecia. 
Mis seiscientas no difieren mucho de aquellas Siete de un golpe. Pueden parecer muchas o pocas, una gesta o una bobería. Solo depende de lo que uno quiere decir o de la parte que no dice o de lo que uno entiende o de lo que no ha querido entender. A fin de cuentas vivimos con demasiada frecuencia en el equívoco, como si deambuláramos por un alambre tendido sobre el abismo; de modo que cada paso que damos está marcado por el miedo a caer, hasta que llegamos a un punto en el que estamos convencidos de lo contrario, de que nunca caeremos y por tanto el alambre es el más ancho de los caminos. 
Así que convertidos en funambulistas avanzamos, porque se trata de eso, de intentar no retroceder, de no desandar los pasos dados sobre el alambre. Ni siquiera para tomar impulso. Poco importa que el alambre solo sea la distancia más corta entre dos puntos y que no conduzca a destino alguno. 
Mi alambre es invisible. Debe estar tensado en medio de un océano real o imaginario. Y creo, ni siquiera puedo asegurarlo, que soy incapaz de deambular por él. La gran paradoja es que probablemente llevo años caminando sobre él, yendo de uno de sus extremos al otro. Andando y desandando. Sintiendo el agua de ese mar como una prolongación de mi propio cuerpo, reflejando en el rostro los efectos de la sal de esas aguas y de los rayos del sol; surcos abiertos como las grietas de la tierra firme, tan lejana y tan invisible. Inalcanzable como un espejismo. 
Y continúo agarrado a esa tabla que era y siempre ha sido este blog. El asidero en medio de ese océano que resiste el envite de las olas y prolonga la mano del jugador con las cartas marcadas para mantener la mueca del joker. Superviviente del naufragio y sin embargo, náufrago. En el mar, en la luna, en la séptima avenida, incluso en mi propio callejón. 
Habitante de una de esas islas que no se encuentra en los mapas. Partidario de construir puentes, sin renunciar a prenderles fuego como a aquel barco al que se le negó el viento para arribar a buen puerto o a esos bancos convertidos en las iglesias del siglo XXI. 
Conservo la ventaja de que los gatos siempre caen de pie y la creencia de que tienen siete vidas. Y a pesar de haber perdido la cuenta hace tiempo de las vidas que restan de esas siete, no es cosa menor caer de pie y seguir viviendo. 
Y soy consciente de que la esperanza vive siempre en las palabras, más allá de las cifras. Al fin y al cabo, 600 entradas en un blog solo son una menos que mañana o una más que ayer.