miércoles, 27 de junio de 2012

De Haima y gigantes

En raras ocasiones la lucha se libra entre iguales. Lo habitual es, como magistralmente plasmara Don Miguel de Cervantes, topar con gigantes; porque un molino aunque a ojos de la mayoría carezca de forma humana es un gigante de cuatro brazos. Y existen demasiados molinos de sólidos cimientos y brazos agitados al viento contra los que batallar, aún previendo la derrota o una larga pelea, que en ocasiones causa heridas más profundas que la propia derrota.
En el Cabo de Gata, en la playa del Arco de los Escullos, mi amiga Rakel Rodríguez libra una batalla contra uno de esos gigantes. Arropada por un pequeño ejército compuesto por personas con corazón y libres de temores se enfrenta a uno de esos monstruos que hemos creado entre todos, carente de corazón y preso de sus miedos.  
Tras quince años anclada en la arena y con las velas al viento, la Haima de la playa, esa que cada verano ofrecía a vecinos y visitantes un espacio frente al mar donde compartir un rato con los amigos, acompañado de unos tragos y música, no ha podido desplegar sus velas porque la Administración no ha tenido a bien concederle la licencia para su instalación.
Nada ha cambiado respecto a esos 15 años en los que puntual con el estío la Haima se levantaba en la playa del Arco de los Escullos para que hoy se le denieguen los permisos. Maise, la madre de la criatura, a quien no conozco, pero a quien desde este mar de olivos envío un soplo que ayude a desplegar las velas, ha presentado la solicitud y documentos pertinentes, como hiciera durante esos 15 años, y se ha topado de frente con uno de esos gigantes de sólidos cimientos y largos brazos.
Y en esta desigual lucha se hallan Rakel, Maise y ese puñado de personas sin miedo y con corazón. Atrapados en esa tormenta generada por los largos brazos de la burocracia y sujetos al arbitrio de aquellos que no dudan en favorecer el avance del cemento entre la arena y en impedir que este año, como hiciera durante los últimos 15, la Haima anclara en esa arena y desplegara al viento sus velas.
En las luchas desiguales siempre suele vencer el más fuerte, pero la historia de aquel pastor derribando con una honda a un gigante alimenta la esperanza. La que no ha de faltar a aquellos que con el verbo en lugar de piedras luchan por la Haima del Cabo de Gata.