En raras ocasiones la
lucha se libra entre iguales. Lo habitual es, como magistralmente plasmara Don
Miguel de Cervantes, topar con gigantes; porque un molino aunque a ojos de la
mayoría carezca de forma humana es un gigante de cuatro brazos. Y existen demasiados
molinos de sólidos cimientos y brazos agitados al viento contra los que
batallar, aún previendo la derrota o una larga pelea, que en ocasiones causa
heridas más profundas que la propia derrota.
En el Cabo de Gata, en
la playa del Arco de los Escullos, mi amiga Rakel Rodríguez libra una batalla
contra uno de esos gigantes. Arropada por un pequeño ejército compuesto por
personas con corazón y libres de temores se enfrenta a uno de esos monstruos
que hemos creado entre todos, carente de corazón y preso de sus miedos.
Tras quince años
anclada en la arena y con las velas al viento, la Haima de la playa, esa que
cada verano ofrecía a vecinos y visitantes un espacio frente al mar donde
compartir un rato con los amigos, acompañado de unos tragos y música, no ha
podido desplegar sus velas porque la Administración no ha tenido a bien
concederle la licencia para su instalación.
Nada ha cambiado
respecto a esos 15 años en los que puntual con el estío la Haima se levantaba
en la playa del Arco de los Escullos para que hoy se le denieguen los permisos.
Maise, la madre de la criatura, a quien no conozco, pero a quien desde este mar
de olivos envío un soplo que ayude a desplegar las velas, ha presentado la
solicitud y documentos pertinentes, como hiciera durante esos 15 años, y se ha
topado de frente con uno de esos gigantes de sólidos cimientos y largos brazos.
Y en esta desigual lucha
se hallan Rakel, Maise y ese puñado de personas sin miedo y con corazón.
Atrapados en esa tormenta generada por los largos brazos de la burocracia y
sujetos al arbitrio de aquellos que no dudan en favorecer el avance del cemento
entre la arena y en impedir que este año, como hiciera durante los últimos 15,
la Haima anclara en esa arena y desplegara al viento sus velas.
En las luchas desiguales
siempre suele vencer el más fuerte, pero la historia de aquel pastor derribando
con una honda a un gigante alimenta la esperanza. La que no ha de faltar a
aquellos que con el verbo en lugar de piedras luchan por la Haima del Cabo de
Gata.
eres el primer periodista que se hace eco de esta noticia. Imaginamos que no importa a nivel político ni periodístico. Gracias, Carlos...
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