Los viejos del lugar cuentan a quienes quieran escucharles que cuando marzo mayea, mayo marcea. Una de esas verdades irrevocables cimentadas en la experiencia y en la sabiduría popular, lo que, obviamente, no le proporciona validez científica alguna, pero sí una aceptación universal.
Yo no dudo de ese
marceo de mayo, incluso con independencia de que el mes de marzo no haya
mayeado. Algunas veces, como en esta ocasión, es indiscutible por su evidencia,
pero en otras, ese marceo no se aprecia en la superficie y discurre por zonas
subcutáneas.
Es mayo un mes de
colores y olores, floreado, y de suaves temperaturas, pero esconde bajo su piel,
más allá de la climatología, corrientes de aire y agua que nos arrastran como
muñecos inermes, laberintos y espirales de los que no se vislumbra escape o
surcos que recorren la memoria y que atrapan o liberan los sueños.
Y alberga cárceles solitarias cuyas
paredes se construyen con las hojas del calendario, muros perennes sustentados
en los recuerdos e inmunes a la voz de las vuvuzelas, caprichosas herederas de
aquellas otras trompetas de Jericó, que no consiguen demoler esos muros,
ni siquiera resquebrajar el papel.
Es mayo quien aún
mantiene presos a aquellos que vivieron el más marceado de los mayos, a los que
simularon vivirlo y a esos otros que desearon vivirlo, a quienes aún escarban
con sus propias manos de uñas agrietadas creyendo oír el sonido de las olas al
romper en los adoquines, los que buscan bajo esos adoquines la arena de playa
que les permita alcanzar el mar. Ese mar que hoy parece tan lejano, pero que hace cuatro décadas bañaba el subsuelo de París en las cabezas de los soñadores.
Y ahora, cuando otro
mes de mayo llega a su ocaso, vuelven la mirada al pasado y dudan de si
debieron renunciar al mes de abril. Frente a la certeza de que se anuncia junio, preámbulo
del fuego del estío.
"...pero tiene que llover,
ResponderEliminaraún sigue sucia la plaza"
Lo menos importante es el mes en el que caiga esa lluvia que cambie todo esto. Salud.