domingo, 21 de febrero de 2021

El fuego que no cesa

Desde el Sur tenía uno la convicción de que ardía la tierra que habito, fruto del enfado, el hartazgo y la frustración ante decisiones sospechosas de arbitrariedad.
Y ese fuego, que en el caso de Jaén era metafórico, se ha tornado real en otros lares. Y ahora sí, arden las calles y grupos descontrolados en un ejercicio de violencia aplican fuego que lejos de iluminar contribuye a ensombrecer.
Las llamas se apropian de las ciudades y a la par que queman contenedores y parte del mobiliario urbano van achicharrando argumentos y desvirtuando la legítima reclamación de la protesta. 
Un rapero, un tal Hasel, de dudoso gusto y escaso talento musical, es condenado. Según unos, por la letra de sus canciones, y según otros, por la acumulación de delitos. El caso es que una vez más el trasfondo es la libertad de expresión, que debería ser clara en este país tras décadas de democracia y a tenor de donde veníamos. 
Lejos de eso, la aplicación de dicha libertad es tan caprichosa como esas otras sospechosas decisiones en ámbitos políticos y judiciales. El caso es que se aplica de forma desigual y curiosamente la responsabilidad penal siempre recae a la izquierda, con la inestimable ayuda de los diferentes grupos de presión; y entiéndanse estos en su amplitud y variedad. 
No creo que todo esto sea por aquello de que el fuego purifica. Es indudable que los fuegos y las descontroladas protestas están levantando una gran cortina de humo, que beneficia a muchos y ninguno de ellos es el rapero condenado. 
El fuego siempre ha logrado atrapar la atención del que lo contempla y esa fascinación hace que se mantenga la mirada en él y no se fije o se desvíe a otros focos, que quizás literal y visualmente no arden pero achicharran. 
Y en estos casos, tanto en Jaén como en esos otros lares, siempre observo que sobran pirómanos y escasean los bomberos. Será por esa fascinación del fuego o por la creencia en el descenso a los infiernos. O será porque más allá de las llamas lo realmente importante es el humo; cuanto más, mejor.

martes, 16 de febrero de 2021

Jaén arde

Me duele Jaén. De igual modo que le dolía España a Luis Cernuda en su exilio mexicano. Sin que el dolor me nuble y las higadillas se impongan al cerebro.
Jaén arde. ¿Fuego purificador? ¿Fuego destructor? ¿Aquelarre? ¿Hoguera de las vanidades? ¿Bonzos o pirómanos? Arde Jaén por el Colce. Y no falta, quien lejos de contribuir a sofocar el incendio, echa gasolina al fuego. Algunos políticos y algunos periodistas, algunos paniaguados y buscadores de sus tres minutos de gloria incendian las redes y echan carnaza a sabiendas de que la verdad es hoy secundaria.
La desinformación, la falsedad y la demagogia son la mejor invitación al populismo y al fascismo. Hasta hemos oído eso de ‘España nos roba’ y la defensa de un nacionalismo provincial con el impulso de un partido a semejanza de “Teruel existe”, aprovechando el protagonismo nada inocente de la plataforma “Jaén merece más”. Migajas para hoy y hambre para mañana.
Nos han engañado como a chinos. Como con las Olimpiadas aquellas que iba a ganar Madrid. Han jugado con nuestra ilusión y nuestra desesperación. Y nos han hecho creer que el Plan Colce sería para Jaén. Nada más lejos de la realidad.
La primera vez puedes culpar al que te engaña; la segunda, no. Y ya tenemos el precedente del pacto PSOE-PP para que el AVE Granada-Madrid esquivase Jaén. Ahora huele a pacto Gobierno de España y Junta de Andalucía, entre otros, en el que los representantes políticos de Jaén en Madrid y Sevilla salen mal parados y se desnuda su irrelevancia.
No dudo de la injerencia de la vicepresidenta del Gobierno de España en el proceso y en su asignación a Córdoba. Pero reducir la elección a esa mediación es un error. Les recomiendo la lectura de la información publicada por Raúl Beltrán en Viva Jaén respecto a la dimensión e implicaciones en el proyecto cordobés. Y la de informaciones publicadas en la prensa cordobesa donde se refleja el papel protagonista del Ejército y la Universidad de Córdoba. Lo demás es ruido. Intencionado o de buena fe, pero ruido.
Jaén mostró unidad en la elaboración del proyecto. Y ahora en el desengaño y ante lo que considera una afrenta ha salido a la calle a gritar que está harta de que se olviden de ella. Aprovechemos esa unidad, canalicemos la ira y reclamemos inversiones e infraestructuras para nuestra provincia.
Necesitamos el apoyo de las Administraciones. También la inversión privada. Y además, debemos dejar de mirar al dedo cada vez que nos señalan la luna. Quizás así este fuego no sea nuestro infierno y sea la luz de una resurrección. 
 
 Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 16 de febrero de 2021.

martes, 9 de febrero de 2021

Otro 13 de febrero

Se acerca otro 13 de febrero. Ya nadie o casi nadie abre el cajón del escritorio en busca de la solución definitiva que ofreció la pequeña pistola. Nadie siente una culata de madera o nácar entre los dedos, ni el frío del cañón rozando la sien. Nadie espera a que la bala recorra su camino, ni esa breve detonación que pone voz al final. 
Gritan que ya no quedan románticos. Con alguna excepción para perpetuar la regla. Salvo el Gabinete en el Museo del Romanticismo y las palabras encuadernadas del maestro, que lo mismo fue Don Mariano José de Larra que Fígaro o El pobrecito hablador, dicen que no hay vestigios ni herederos. Ni del buen hacer periodístico, ni del buen morir 
Ahora la desesperación lleva a lanzarse al vacío o a la vía del tren. A un tajo mal dado en la muñeca o a la ingesta de barbitúricos sin siquiera leer el prospecto. Ni un imitador de Larra, ni un homenaje a Séneca…, un burdo adiós. 
Uno piensa que 27 años es una edad para casi todo menos para morir. Que el hastío no puede haber hecho mella hasta ese punto de apretar el gatillo por amor-desamor hacia una mujer y hacia un país. Que hay mejor manera de celebrar la víspera del Día de los Enamorados que convertirlo en Día de Difuntos. Que no hay país que merezca un final atroz. 
Pero quien fue libre para vivir, quien fue libre para escribir también se ganó esa libertad para morir. Más allá del juicio de la historia. 
Otro 13 de febrero recordamos la prematura despedida en la madrileña calle Santa Clara de un periodista hoy en desuso. Perdimos el romanticismo, llegaron los neoliberales y perduraron las costumbres, las malas costumbres. 
Está Fígaro en el cementerio. Pero “¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro?”. Siguen vigentes las preguntas, de igual modo que la respuesta: “El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio”. Como cualquier otra ciudad. Los vivos son los muertos. Y los que creímos muertos están en paz. 
Aquel otro 13 de febrero, el disparo marcó la última hora en la noche de un lunes de flores de plomo (que narrara Juan Eduardo Zuñiga). 
Y hoy la chanza cuelga en una pared de ese Gabinete en el Museo, con etiqueta de sátira y firma de Alenza.