lunes, 31 de agosto de 2009

Lo importante

Otro viaje relámpago a Barcelona. El último de este verano. Es viernes y son demasiados kilómetros. El Sur queda muy lejos de la ciudad condal, en definitiva, del Norte; de cualquier Norte. Como decía es viernes y tras demasiados kilómetros, Barcelona es una realidad. Arribamos a las diez y media de la noche. Los peques ya están durmiendo, de modo que a sabiendas de que hasta mañana no los veremos despiertos, optamos por cenar fuera. Un pequeño restaurante en el barri d’Horta (barrio de Horta), junto a la plaza Bacardí.
Coqueto. El acceso con la barra a la izquierda, un pequeño pasillo que deja la cocina a la vista, también a la izquierda, para desembocar en el salón. Un pequeño salón de seis u ocho mesas. A mi juicio las sillas y las mesas desentonan y quitan posibilidades al local. Es una opinión, absolutamente subjetiva. Sólo hay chicas atendiendo el local, tanto en la barra, como en la cocina o en las mesas.
Pedimos un par de cervezas, bien frías, y para empezar una amanida de pollastres (ensalada de pollo), seguida de un surtido de ibéricos con pan y tomate (Assortit d’embotits iberics amb pan amb tomaquet).
Nada espectacular de oídas. Sin embargo, esta cena frugal es un deleite para los sentidos. Tras más de 900 kilómetros y unas cuantas horas de carretera es un remanso y un pequeño lujo. Repito cerveza, como casi siempre, y degusto viandas de calidad sin pretensiones. Algo muy común en muchos restaurantes de Cataluña, alejados de la cocina de autor, pero maestros en la elaboración de productos y cocina tradicionales. A pesar de ello, el postre me deja en evidencia, profiteroles con salsa de chocolate caliente; es una de mis debilidades y un recuerdo jocoso; de cuando una amiga, al día siguiente de una cena, nos comentó que de postre había tomado profilácticos con chocolate. Enseguida apuntamos la opción de los profiteroles, probablemente desdeñando posibilidades amatorias o simplemente, una mala pasada de los deseos.
Al día siguiente, tras 27 días sin verlos, al despertarse mis peques se lanzan en mis brazos. Entre sorprendidos y mimosos. Abrazos y besos. Los ojos abiertos y la sonrisa encendida en el rostro.
No hay nada más. Podemos aderezarlo con lo que queramos, pero en esencia eso es todo. Es lo importante.

miércoles, 26 de agosto de 2009

De paseo por Baeza (2)

Piedra sobre piedra. Tres siglos convergen en otras tantas esquinas en forma de edificios monumentales. Palacios e iglesias; símbolos del poder absoluto, teocrático y omnipresente.
A unos metros espera la antigua Universidad de Baeza, la misma en la que don Antonio daba clases de francés. El aula del poeta, recreada hasta el último detalle; los mismos pupitres, el mismo sillón y la misma pizarra que cuando daba clases a los hijos de cristianos y conversos. Y el mapa de 1892, España y Portugal fundidas en una sola piel y los escudos de Cuba y Filipinas. Los mismos muros que albergaron el encuentro entre los dos poetas, don Antonio y aquel jovenzuelo venido de la vecina Granada. Él mismo que años más tarde sería inspiración de un poema de don Antonio, cuando entre Víznar y Alfacar mataron a Federico y nació la leyenda.
El hombre, el poeta y el docente con toda su grandeza y con todas sus debilidades frente al poder eclesiástico y noble. Siglos más tarde, la excelencia de la palabra ganaba la batalla. La misma que luego se perdería definitivamente en el camino a Coillure.
En otro siglo, yo deambulo por esas mismas calles, por esos mismos palacios e iglesias, contemplando los mismos muros. Lejos de Alatriste y otros aventureros de ficción; lejos de pobres, judíos y musulmanes. Es de noche. Continúo con el grupo de visitantes, cercano, pero a solas con mis pensamientos. Imaginando el encuentro entre Machado y Lorca y también imaginando el triunfo de la pluma frente a la espada y la cruz.
Y miró las piedras, los muros de piedra. Y ya no quiero arrimar el oído y escuchar los sonidos guardados durante siglos. Ahora quiero ver. Aprender a mirar.

martes, 25 de agosto de 2009

De paseo por Baeza


De paseo por las calles de Baeza. Dos noches. La primera calurosa. La segunda, una semana más tarde, más fresca. Un recorrido ya realizado en otras ocasiones que sin embargo siempre es un placer. La plaza de la catedral, junto a la fuente, la propia catedral y su entorno. Un paseo por el renacimiento, salpicado de reminiscencias musulmanas y singularmente, románicas.
Un camino en el que algunos evocan al ya famoso capitán Alatriste, algo que yo no puedo hacer porque no he visto la película, como tantas otras de época grabadas en esta ciudad.
Yo prefiero pensar en otras cosas. De todos es sabido mi gusto por los callejones, cosas de gatos. Y también mi esperanza de que algún día las piedras hablen y puedan contar las historias de las que fueron testigos silenciosos. Así que mientras deambulo por estas calles, precediendo o siguiendo al grupo, pienso en aquellos tiempos en que ser pobre, judío o musulmán debía ser duro ante la dominación de la iglesia y la nobleza. Pienso en esa puerta del perdón y ese arco con la misma denominación, a cuyo paso se supone se saldaban cuentas y desaparecían los “pecados”; y supongo que no habría mayor falta que la impureza de la sangre.
Me gusta poner la mano en la piedra, notar el contacto de la piel con la piedra caliente o fría y recordar a aquel viejo sefardí que aseguraba que si arrimabas el oído a los muros de piedra podían escucharse los sonidos guardados durante siglos: conversaciones, disputas, amoríos, reyertas, rezos, festejos, traiciones, conversiones…
Me es difícil imaginar una conversión voluntaria. Más bien creo en una involuntariedad absoluta, en un peaje para salvar el pellejo. Un trueque. Una práctica antigua que pervive en nuestros días, aunque su finalidad hoy no sea salvar la pelleja, sino más bien lograr prebendas, réditos de diversa índole. Y pensando en ello, llegó a la conclusión de que debo hacer caso al viejo sefardí y poner la oreja. Quizás logré aprender a escuchar y no me conforme sólo con oír.


Foto: El arco del perdón, en la trasera de la catedral de Baeza. La fotografía es del fotógrafo Manuel Miró.

lunes, 24 de agosto de 2009

El viejo comandante

Veo una foto en la que reaparece el viejo comandante, supongo que para desazón de sus detractores que sólo anhelan ver la foto del dictador muerto. Por momentos, hasta yo he llegado a pensar que había fallecido y mantenían la noticia en silencio a la espera de un momento propicio que nunca llega.
Las momias se conservan bien. De hecho se caracterizan por su conservación a pesar del paso del tiempo, como ha demostrado su hallazgo en pirámides, enterramientos y mausoleos. Del mismo modo que hay personas cuyo envejecimiento parece un proceso de momificación. Entre estas personas es frecuente que figuren dictadores longevos que alcanzan ese estado en vida; por lo que cuando mueren es difícil afirmar realmente que hayan fallecido. En algunos casos sólo se constata la defunción porque ya no firman sentencias de muerte.
En el siglo XX y en lo que llevamos del XXI hay claros ejemplos de dictadores longevos que experimentaron ese proceso de momificación. Y entre esos ejemplos siempre aparece el comandante Fidel, el viejo dinosaurio. En un ejercicio de demonización al más puro estilo del viejo oeste y sus pasquines de “wanted”, el anciano Castro siempre ocupa un lugar de privilegio en esa lista de ejemplos. Me atrevería a decir que para algunos el primero y no sólo en Miami. Sólo que probablemente ese hábito demonizador les ha jugado una mala pasada y han olvidado que el viejo comandante es hoy una reliquia del pasado, ex presidente y ex dictador, del que ya sólo se espera la noticia de su muerte. Eso sí, acompañada de su foto.

domingo, 23 de agosto de 2009

Fractura social

Me cuenta un amigo, con unos cuantos años más que yo y socialista de corazón y cabeza, que están perdiendo la batalla.
Poco importa lo que diga y haga su partido, si la corrupción en Madrid, Valencia, Baleares…, las declaraciones de la “manchegaStar” y el todo vale del PP no causan rechazo ciudadano.

Algo no funciona sí en la defensa o el rechazo de una ideología se da todo por bueno, se mira a otro lado y si es necesario se tapa uno la nariz al introducir la papeleta en la urna.

La política neocom de los conservadores no sólo ha originado la crisis económica global, además en este país ha originado una crisis social.

La pérdida de valores, de referencias y de modelos propiciada por una estrategia de enfrentamiento ha trasladado a la sociedad española la idea de una división, de una fractura social, y la segmentación en grupos cuyo comportamiento se ciñe al concepto del rechazo al que no piensa como su grupo.

Es la herencia de la segunda legislatura del ex presidente Aznar. Una herencia que podíamos no haber recibido dados los perfiles de Rajoy y Rodríguez Zapatero, que invitaban a pensar que la victoria electoral de uno u otro en las Elecciones Generales de 2004 abriría un periodo de entendimiento entre los dos principales partidos políticos de este país, marcado por el diálogo y los acuerdos.

Tremendo error. A una deseable y necesaria política de entendimiento se ha antepuesto una política de gestos, de deriva, de indecisiones, de crispación efectista y efectiva, que lejos de contribuir a la superación de esa crisis social está agrandándola.

Somos un país enfermo. Con una sociedad que se niega a aceptar su mayoría de edad y prefiere seguir dejándose llevar de la mano de los políticos, aunque eso sí sin freno en la crítica a la labor de éstos. ¿Hasta cuándo?

No deberíamos dar carta blanca a la corrupción al amparo de una ideología. Porque al final los corruptos son los otros y nosotros somos los tontos ¿Porqué ser tonto y corrupto?

sábado, 22 de agosto de 2009

La ley de Cebrián

Podría aducir perplejidad. Y mentiría. No me causa perplejidad, tampoco me abochorna y si le veo un punto gracioso. Leí ayer el artículo Un desatino, de Juan Luís Cebrián Echarri (El País, viernes, 21 de agosto) y hoy he leído sus declaraciones en el mismo diario. Y me hace gracia su estrategia de esconderse tras el decreto ley, para al final ir a la parte magra, que a fin de cuentas es la que importa por sus dividendos dinerarios y de poder: la arpobación de la TDT (que a mí me evoca el DDT y la TNT) de pago.
Cebrián ladra. Ladra mucho y fuerte. Sólo que ya no asusta a nadie. Ladra para hacernos creer que tras esos ladridos hay un perro grande y fiero que nos amedrenta, nos provoca pánico y nos hace intuir un ataque, con mordisco incluido. En realidad, detrás de esos ladridos no hay perro fiero, sólo hay un perro cansado al que el tiempo no ha perdonado y además le ha privado del hombre que le daba su sombra, cuyo cobijo le hacía creerse grande y fiero.
Hace tiempo que Cebrián dejó de ser periodista para convertirse en otra cosa y jugar a ser empresario a la sombra de un empresario poderoso, cuyas empresas crecieron entre otras cosas por los favores de “amigos”, entre ellos algunos gobiernos. Pero al desaparecer el poderoso ha perdido el favor de propios y extraños. Cuentan los mentideros de la villa que Cebrián está hoy en día con pie y medio fuera del grupo Prisa y que es persona non grata en la redacción de algunos de los medios de comunicación integrados en ese grupo. También cuentan que su única esperanza y de hecho su única baza era convencer a uno de esos “amigos”, que fue presidente de gobierno, para que a su vez convenciera a un “amigo” mejicano de que comprar el diario del grupo, buque insignia del mismo, era un buen negocio. Sólo que, según cuentan en esos mentideros, los herederos del empresario poderoso no quieren perder la capacidad de fijar la línea editorial de ese periódico, que antaño se denominaba diario independiente de la mañana. Esa capacidad, para entendernos, se cifra en el 51 por ciento de las acciones del negocio.
De modo que el grupo se halla en una situación crítica: ha logrado renegociar contrarreloj y cuando sonaba la campana una deuda millonaria (5.000 millones de euros) con la banca nacional y extranjera. Aún así las cuentas no salían y sus acreedores les exigían la venta de activos, por lo que los mentideros rugían con la puesta en el escaparate del Grupo Santillana e incluso de la Cadena SER. A ello se suman sendos fracasos: la venta de Digital + y la fusión de Sogecable (Cuatro) con Imagina (La Sexta) y un balón de oxígeno, más efectista que real, la venta del 4’5 por ciento de Prisa a In-store Broadcasting Network, LLC (IBN), una distribuidora estadounidense de medios de comunicación, que le ha hecho subir en bolsa un 11’5 por ciento.
Ante este panorama, es fácil comprender la congoja y los nervios de Cebrián ante la aprobación de la TDT de pago, que hoy por hoy beneficia fundamentalmente al grupo con el que quería fusionar Sogecable.
Lo más gracioso de todo es que Cebrián lleva razón en lo que denuncia. Lo triste es que la denuncia se produzca ahora, cuando le han recetado el mismo aceite de ricino que otros ingerían cuando sus “amigos” gobernaban. Ya saben lo que dicen de quien hace la ley.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Corresponsales de guerra

Conocí a Julio Anguita Parrado en la Universidad. Era más joven que yo y estaba unos cursos, no recuerdo si uno o dos, por debajo de mí. Me lo presentó una chica de Valencia, compañera suya de clase, que era a quien realmente yo conocía. Así que durante una época nos vimos con relativa frecuencia, tanto en la facultad como en mi propia casa.
Años más tarde, en la década de los noventa y por motivos de trabajo, conocí a su padre, Julio Anguita. Ya había perdido contacto con Julio A. Parrado, porque terminé antes que él los estudios y entre otras cosas, abandoné mi ciudad, Madrid, y vine al Sur. Es cierto que sabía que Julio estaba trabajando en El Mundo, porque alguien me lo había comentado y porque había visto su firma, y su propio padre me lo corroboró.
Me alegré por él cuando supe que cubriría la guerra de Irak para el periódico. Leí sus crónicas, como las de tantos otros como Julio Fuentes, que ya tampoco escribirá. Lamento que muriera en una de esas malditas guerras de los canallas que las hacen.
Nunca lo volví a ver. El Miércoles Santo de 2003 asistí a su funeral, multitudinario, en Alcolea (Córdoba). Demasiado joven para morir.
También recuerdo el asesinato de Juantxu Rodríguez en Panamá. Yo ya había inoculado el veneno de Don Mariano y me atreví a enviarle una carta con Otra crónica de navidad a Maruja Torres a la redacción de El País. Era diciembre de 1989. No es que importe mucho, pero casi 20 años más tarde no sé si le habrá llegado. Y como no, recuerdo a José Couso.
De los 8 fallecidos (periodistas, cámaras, fotógrafos) en el exterior sólo conocía a Julio Anguita Parrado. Así que ante cada noticia de una nueva desgracia en el exterior inevitablemente pienso en él. El otro día cuando me enteré de lo del fotógrafo Morenatti en Afganistán también. Ha perdido un pie, pero conserva su mirada para que podamos seguir viendo a través de ella. Me alegro de que siga entre nosotros.
Dice Ramón Lobo (por cierto, no dejen de leer sus Cuadernos de Kabul en elpais.com) que un corresponsal de guerra sólo tiene 3 maneras de hacer su trabajo: por libre, empotrado con un ejército combatiente (generalmente el estadounidense o el británico) o desde la habitación del hotel, con un whisky on the rock en la mano y viendo varios canales de televisión.
Lobo, hay una cuarta; la del periodista en la redacción, leyendo teletipos, titulando noticias de otros y cortando el texto para ajustarlo al espacio asignado en la página. Sí, ya sé que ese periodista no es un corresponsal de guerra. Probablemente sea un joven periodista que sueña con serlo. Uno de tantos con esa idea romántica y aventurera del periodista desplazado a la zona del conflicto, tan estereotipada y edulcorada por el cine y la literatura.
Pero también hay otros periodistas que no sueñan con ser corresponsales de guerra. Y sin embargo, reconocen el periodismo puro, el buen periodismo, en esas crónicas (como las de los Cuadernos de Kabul) y ven a través de los ojos y de las palabras de esos periodistas en zonas de riesgo. Ven y leen crónicas en las que no priman declaraciones vacías de responsables políticos y en las que aparentemente hay libertad para contar lo que se cuenta. Crónicas en las que lo cotidiano es noticia.
Ese periodismo, aparentemente sin peajes, servidumbres y presiones, es una rara avis, por la que a veces se paga un precio muy alto y del que sólo nos acordamos cuando las balas o la metralla alcanzan a uno de los nuestros. Entonces, algunos caen en la tentación de confundirlos con héroes y olvidan que sólo son personas que hacen su trabajo de la mejor manera posible. Aún así, cuando los matan o los hieren, a mí me provocan las lágrimas del corazón, lágrimas que no se ven ni se secan, porque son el llanto de una vida. De modo que Lobo, Gervasio, Ayestarán y el resto, cuidaos, que tenéis que volver para seguir contándolo.

martes, 18 de agosto de 2009

Estulticia

Estulticia. Debe ser la moda del verano, aunque probablemente sea un error de percepción y no estemos ante un producto de temporada, sino, y esto realmente produce inquietud, algo que se da todo el año. El fruto de la estupidez es la estupidez en sí misma.
Pensaba que ya habíamos tenido una dosis suficiente de estulticia con el comportamiento del director de comunicación (dircom, para los snobs y demás especies) del ministro Corbacho y sus amenazas a un periodista de la SER, que osó hacer periodismo, es decir, conocer la versión de las partes para ofrecer una información completa a sus oyentes. Algo tan elemental, tan básico, como contar con todos los materiales necesarios para construir la noticia y no contentarse sólo con la versión de una de las partes y asegurar así la "noticia" del día siguiente con la réplica, y de otro día con la contrarréplica y así sucesivamente. Un periodista que quería hacer periodismo, nada que ver con este periodismo de declaraciones y de periodista encerrado en la redacción, al teléfono, con los sentidos anulados, al que otro periodista, que probablemente ha sacrificado el periodismo en aras de la servidumbre, trató de censurar; recurriendo sin pudor y desde el poder que le da un político, en este caso un ministro, a la amenaza.
En el callejón me lamía y relamía las heridas, por mi parte de culpa, cuando irrumpió en escena desmelenada la "manchegaStar". Días antes había dejado una perla "enlatada" sobre la persecución gubernamental al pagador de trajes por excelencia y el relax en la persecución a los asesinos del hacha y la serpiente. Era un aviso. Pero el verano, el calor... qué se yo. No nos dimos por avisados. Así que la irrupción de Cospedal, respaldada por el honorable ministro del Yak-42, nos ha pillado con el pie cambiado. Una grabación con declaraciones "enlatadas" acusando sin pruebas al gobierno de ordenar escuchas ilegales a cargos del PP. ¿Estulticia? Taza y media.
Podría extenderme sobre el asunto, pero el maestro Enric González lo borda en su columna Cosa de dos, con el artículo "Mensajes" (El País, viernes, 7 de agosto de 2009). Suscribo su conformidad "...que los políticos se concetraran en lo suyo, en insultar al rival y a nuestra inteligencia, y no quisieran además dañarnos la vista".
Sólo un apunte. No me gustan las barbies, pero si no hay más remedio que soportarlo y nos obligan a elegir, escojo a la barbie muda. Para regodearme en mi propia estulticia.

domingo, 16 de agosto de 2009

Trece Rosas

13 Rosas. Siempre hallé lirismo en el nombre y en la historia. El número fatídico. El rosal como la vida y la rosa como la juventud; la belleza de la flor como la belleza de la juventud. Y 13 cortes de bala en 13 tallos. 13 Rosas cortadas que el paso del tiempo no ha logrado marchitar. La juventud y la rosa del poeta. Y el grito de la memoria "Que la historia no borre mi nombre".
La misma esperanza de los ausentes, habitantes de fosas, pozos y cunetas, que viven en los labios de familiares y amigos cuando pronuncian sus nombres. Para vencer al olvido. Por dignidad, por humanidad, pero también por justicia y por derecho.
13 Rosas y 43 Claveles. Flores rojas que conservan un sueño tricolor, un aroma de libertad frente a un muro de sangre. Un jardín de muertos.


Nota.- 70 años después de los fusilamientos en el muro del cementerio de la Almudena la llamada izquierda real es incapaz hacer un homenaje conjunto a las 13 Rosas. La división no es sólo antiestética, también es antiética.