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miércoles, 8 de mayo de 2013

Memorias líquidas


Acabo de terminar de leer “Memorias líquidas” (Jot Down Books, enero de 2013), de Enric González. Me gustó el título cuando conocí la existencia del libro, porque pienso que la memoria de la mayoría de los periodistas tiene mucho de líquida y también porque me evocó a Dalí; aunque esto último es algo surgido en mi cabeza que imagino materia sensible y de interés para el psicoanalista.
Y por supuesto, me interesaba porque lo había escrito Enric González, del que me gustaban hasta esas “columnitas de 35 líneas” en El País, ‘heredadas’ de Haro Tecglen, que hasta sin leer este libro sabía que no eran de su agrado.
Coincide el final de mi lectura con la defensa de otro gran periodista, también damnificado de El País, Ramón Lobo, realizada hoy en Twitter por Gervasio Sánchez, otro de los grandes; y con una doble página sobre la crisis o la muerte lenta de la novela, publicada hoy, como no también en El País (“Los ‘The End no le van a la novela”, de Winston Manrique Sabogal. Cultura. El País, miércoles 8 de mayo de 2013).
Mi bagaje periodístico es el que es. Me hubiera gustado trabajar al lado o cerca de algún periodista como los mencionados y sobre todo hacerlo el tiempo necesario (lo más cerca que estuve fue en TVE y duró muy poco). Así que he tratado de suplirlo intentando aprender desde la distancia, leyendo sus trabajos y algunos de sus libros, escuchando sus intervenciones en programas de radio fundamentalmente y asistiendo a alguna conferencia o mesa redonda cuando he tenido oportunidad. Y con la irrupción de las nuevas tecnologías, siguiendo sus blogs y páginas web.
Aunque sólo sea por los años, algo he aprendido, y junto a la experiencia, conservo algo de intuición, que guste o no, se tiene o se carece de ella. No es algo que se aprenda.
La lectura del libro, que recomiendo a periodistas y a aspirantes a serlo, me ha dejado en momentos a las puertas de la depresión; en otros, me ha sumergido en las aguas de la ironía y me ha dibujado una media sonrisa, y en no pocos, me ha reafirmado en lo maravillosa y jodida que es esta profesión, con sus sinsabores y con los hijos de mala baba que la pueblan, tanto en el interior como en las afueras.
La coincidencia del fin de mi lectura de “Memorias líquidas” con la publicación de la mencionada doble página sobre la muerte lenta de la novela ha activado esa intuición respecto al periodismo. Y será también materia a tratar por el psicoanalista, pero como en aquella novela, me temo que están todos muertos, que en realidad estamos todos muertos, y no lo sabemos.
Lobo, Gervasio, Mikel Ayestarán, Fran Sevilla… el propio Enric y tantos otros, a pesar de gozar de buena salud (dentro de un orden) y de regalarnos periodismo de calidad, tienen los días contados. Y no hay relevos a la vista, me temo; aunque a la vez, e ignoro si es más deseo que convicción, afirme que aparecerán.
Desaparecido el aspecto emocional que ligaba a un periodista con su medio de comunicación y aquella premisa de dudar de todo y por encima de todo, del poder, incluido el de los propios jefes y el del medio, contemplo a los jóvenes periodistas preocupados por las nuevas tecnologías, ansiosos de dominar el uso de las herramientas digitales pero ignorantes sobre los contenidos y naturalmente, faltos de recorrido.
“Las redacciones no son de los periodistas”, dice González. Ahí perdimos la batalla. Y la conquista parece lejana, quimérica. Así que apenas queda hacer de cada mesa de redacción “un Vietnam” y comprar las flores para el entierro.
Afirma el escritor colombiano, Juan Gabriel Vásquez, refiriéndose a los apocalípticos presagios sobre la novela (y puede ser extrapolado al periodismo) que “decir que (la novela seria) está en vías de extinción sólo puede ser ignorancia, pereza o narcisismo… El grito sobre su muerte suele ser más bien referirse a la muerte creativa del que lo profiere”. Será eso, más materia sensible para el psicoanalista.

viernes, 18 de septiembre de 2009

A saco

Las relaciones entre prensa y poder siempre se han caracterizado por la dificultad de las mismas, por el intento del poder de someter a la prensa y por el esfuerzo de ésta para no ser sometida; algo que no siempre logra, voluntaria o involuntariamente.
Sí, es cierto que hay prensa sumisa, tanto medios de comunicación como periodistas. Del mismo modo que con frecuencia, demasiada frecuencia, se olvida el papel y la relevancia de la prensa en la sociedad moderna.
Por ello y otras cuestiones en la mente de todos no debería extrañarnos el comportamiento de algunos presidentes de gobiernos democráticos como los de Argentina, Venezuela o Italia, con algunos medios de comunicación o algunos periodistas, por lo general críticos con los gobernantes y su forma de gobernar. Y tampoco debe sorprendernos el comportamiento de algunos medios o grupos de comunicación.
En Argentina, los Kirchner (aunque gobierne Cristina, son una Sociedad Limitada de gobierno) no están satisfechos con haber enviado 200 inspectores de hacienda al periódico Clarín; si, he dicho 200, y es sabido que el envío no fue por un desacuerdo con la información deportiva o cultural del diario; han decidido además llevar una Ley de Medios (Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) al Congreso que entre otras cosas reduce las licencias de emisión para radio y televisión y obliga a su renovación cada 2 años [ha sido aprobada, ahora deberá pasar al Senado, por 147 votos a favor, 4 en contra, una abstención y 104 diputados fuera del Parlamento]. Es decir, un ejercicio público de intimidación desde el poder, para amedrentar y amordazar a los medios de comunicación y disuadirlos de publicar, como el caso de Clarín (grupo de comunicación con más de 200 medios), informaciones sobre la fortuna acumulada por el matrimonio gobernante y muchos de sus amigos, y que dibuja un futuro de intervencionismo estatal.
En Venezuela, el presidente Hugo Chávez ha cerrado en mes y medio 31 emisoras de radio y 2 cadenas de televisión y ha ordenado la apertura de un nuevo proceso, y van 4, contra la cadena de televisión Globovisión, en esta ocasión acusándola de incitar al golpismo. Sin duda un ejemplo de comportamiento democrático, respeto a la pluralidad y sentido de la autocrítica, como demuestra el presidente venezolano constantemente en su programa dominical televisivo “Aló presidente”. Un programa que se emite a través del Sistema Nacional de Medios públicos de Venezuela; creado en 2008 por el propio Chávez e integrado por las cadenas nacionales Venezolana de Televisión, ViVe, TVes, la internacional TeleSur y otras cadenas de ámbito regional, junto a las emisoras de radio, Radio Nacional de Venezuela e IVKE Mundial. Un sistema que ha suscitado numerosas críticas entre ellas, las de la Asociación Human Rights Watch (HRW), que señala en un informe que la financiación estatal de estos medios los convierte en voceros del gobierno.
En Italia, ¿qué decir de Italia y de su presidente Silvio Berlusconi, il nuovo ducce, a estas alturas? Juez y parte, Berlusconi legisla para favorecer a su imperio mediático y hostiga a la competencia con la ley o con la amenaza. Entre sus dianas favoritas dos diarios L’Unita, el periódico fundado por Antonio Gramsci, y La Reppublica, y una cadena de televisión RAI 3, a las que como buen “totalitarista” ha añadido un enemigo externo, El País, del grupo español Prisa; una enemistad originada porque el diario español publicó las fotografías de las fiestas del jefe de gobierno italiano en su finca de Cerdeña, y acrecentada con un enfrentamiento directo con el corresponsal en Italia de este diario en una rueda de prensa, con nuestro querido presidente presente y haciendo la estatua “por cortesía”. Ausentes Manuel Vázquez Montalbán y Leonardo Sciascia, dos pérdidas universales, nos asimos, yo al menos, a José Saramago y su “la cosa Berlusconi” (Tribuna en el diario El País, 6 de junio de 2009), y a Andrea Camilleri (entrevista en el diario El País, 18 de septiembre de 2009), donde tacha a Berlusconi de “bufón delirante”.
Y en España, los gobiernos democráticos han favorecido sistemáticamente a medios o grupos de comunicación y a “amigos”, por lo que Zapatero no iba a ser menos que sus predecesores. A la vez que asistíamos al alineamiento de los medios de comunicación en torno a los partidos políticos, llegando incluso en ocasiones a marcarles el camino o la estrategia a seguir. Eso sí, la intimidación por el gobierno de turno se ha producido reduciendo o eliminando publicidad institucional, negando o concediendo licencias de radio y televisión (analógicas o digitales) y variando las condiciones de titularidad y emisión. Sólo en 2 ocasiones, que yo recuerde, se han cerrado por motivos no económicos medios de comunicación, los diarios Egin y Egunkaria, por su presunta relación con el terrorismo. Y rara vez los tribunales habían supuesto una amenaza real, salvo para El Jueves y alguna otra publicación humorística por “recrearse” en la Familia Real (sospechosa y vergonzosamente intocable); eso hasta ahora que la Justicia (la Fiscalía de Madrid) pide 3 años de cárcel e inhabilitación de un periodista de El Mundo, Antonio Rubio, subdirector del diario, por “revelación de secretos”; sencillamente, por hacer su trabajo.
Ahora y a cuenta de la aprobación de la TDT de pago por el Gobierno, por decreto-ley, El País hostigado por Berlusconi pasa de perseguido a perseguidor, para cobrarse una pieza de caza mayor: el presidente del gobierno, aunque al final tal vez se conforme con una pieza menor, el ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián.
Junto a El País se han apuntado a la cacería los principales medios del grupo Prisa, es decir, Cadena Ser y Cuatro, incluidos sus periodistas más conocidos; algunos como Iñaki Gabilondo y Enric González, con elegancia y mensaje inequívoco de cierre de filas en torno a Prisa, y otros con mal estilo, innecesario e impropio, abusando y recreándose en las verdades a medias, como, siento decirlo, algunos periodistas de la Cadena Ser.
El escenario se ha completado con el silencio calculado del grupo Vocento, el editorial de El Mundo elogiando al presidente del gobierno y recriminando al PP no haber votado a favor del citado decreto-ley, y la entrada a saco de los columnistas de diario Público, cuyos accionistas son hoy los principales beneficiarios de la aprobación de la TDT de pago.
Prensa y poder político nos están dando un espectáculo lamentable, con salidas de tono y esperpentos como la visualización de un doble frente antinatural si atendemos a la historia reciente de España, PP – grupo Prisa por un lado y PSOE – El Mundo por el otro. Más que un alineamiento parece una alienación, pero también dicen que la política hace extraños compañeros de viaje.

martes, 18 de agosto de 2009

Estulticia

Estulticia. Debe ser la moda del verano, aunque probablemente sea un error de percepción y no estemos ante un producto de temporada, sino, y esto realmente produce inquietud, algo que se da todo el año. El fruto de la estupidez es la estupidez en sí misma.
Pensaba que ya habíamos tenido una dosis suficiente de estulticia con el comportamiento del director de comunicación (dircom, para los snobs y demás especies) del ministro Corbacho y sus amenazas a un periodista de la SER, que osó hacer periodismo, es decir, conocer la versión de las partes para ofrecer una información completa a sus oyentes. Algo tan elemental, tan básico, como contar con todos los materiales necesarios para construir la noticia y no contentarse sólo con la versión de una de las partes y asegurar así la "noticia" del día siguiente con la réplica, y de otro día con la contrarréplica y así sucesivamente. Un periodista que quería hacer periodismo, nada que ver con este periodismo de declaraciones y de periodista encerrado en la redacción, al teléfono, con los sentidos anulados, al que otro periodista, que probablemente ha sacrificado el periodismo en aras de la servidumbre, trató de censurar; recurriendo sin pudor y desde el poder que le da un político, en este caso un ministro, a la amenaza.
En el callejón me lamía y relamía las heridas, por mi parte de culpa, cuando irrumpió en escena desmelenada la "manchegaStar". Días antes había dejado una perla "enlatada" sobre la persecución gubernamental al pagador de trajes por excelencia y el relax en la persecución a los asesinos del hacha y la serpiente. Era un aviso. Pero el verano, el calor... qué se yo. No nos dimos por avisados. Así que la irrupción de Cospedal, respaldada por el honorable ministro del Yak-42, nos ha pillado con el pie cambiado. Una grabación con declaraciones "enlatadas" acusando sin pruebas al gobierno de ordenar escuchas ilegales a cargos del PP. ¿Estulticia? Taza y media.
Podría extenderme sobre el asunto, pero el maestro Enric González lo borda en su columna Cosa de dos, con el artículo "Mensajes" (El País, viernes, 7 de agosto de 2009). Suscribo su conformidad "...que los políticos se concetraran en lo suyo, en insultar al rival y a nuestra inteligencia, y no quisieran además dañarnos la vista".
Sólo un apunte. No me gustan las barbies, pero si no hay más remedio que soportarlo y nos obligan a elegir, escojo a la barbie muda. Para regodearme en mi propia estulticia.

jueves, 28 de mayo de 2009

La deriva de El País

Llevo más de 30 años leyendo El País. Lo compro a diario; si bien es cierto que tuve un momento de duda sobre si seguir comprándolo o no, cuando murió el Niño republicano, tras la pérdida unos años atrás de Manolo Vázquez Montalbán; irreparables ausencias en el columnismo periodístico español. Mi santa zanjó la cuestión: lo seguimos comprando. Y lo seguiremos comprando, aunque mi paciencia no es infinita.
Así que me puedo declarar testigo privilegiado de la evolución o involución del diario, desde la grandeza de sus inicios hasta la deriva en la que hoy lo están sumiendo el apocalíptico Cebrián y el químico Moreno metido a director de periódico y no de un periódico cualquiera. En la facultad, para algunos de nosotros El País era la Biblia y hoy la labor de sus máximos responsables lo está convirtiendo en una hoja parroquial.
A día de hoy sigo pensando que cuenta con la mejor sección de internacional de la prensa española; del mismo modo que siempre he deseado más opinión en sus páginas y que pese a las ausencias señaladas cuenta hoy con una joya como Enric González, cuya columna mantiene la llama encendida de la cada vez más vieja antorcha (no por antigua, sino por la falta de mantenimiento) del principal diario en la España democrática.
La limpieza de profesionales contrastados, invitados a emigrar a corresponsalías lejanas o a abandonar la redacción del periódico, la ruptura con un compromiso no escrito pero recogido en la trayectoria del periódico durante años con el periodismo o al menos con una forma de hacer periodismo en la que no vale todo o un suplemento dominical cada vez más infumable hecho a imagen y semejanza del director y sus acólitos y alejado del aquel suplemento que se devoraba el domingo y días posteriores y que hoy en demasiadas ocasiones muere entre los restos de los periódicos de la semana sin abrir siquiera sus páginas o abrirlas para un consumo rápido, lo que se tarda en leer los artículos de Torres, Cercas o Marías y poco más que un rápido vistazo al resto, serían motivos más que suficientes para tirar la toalla. Sin olvidar una de sus peores conversiones, imitar el comportamiento de otros periódicos o de otros medios de comunicación avanzando hacia el sectarismo y apostando por conductas contrarias al espíritu del propio diario.
En los últimos años, demasiados divorcios (de periodistas, de lectores, de protagonistas de la información de diferentes ámbitos y estatus…), rupturas, enfrentamientos y discrepancias sin saber, por lo menos oficialmente, el motivo. Una deriva que lleva a la ruptura con referencias permanentes de este diario, tanto la forma de entender y ejercer el periodismo como la relevancia dada a determinados protagonistas de la información, que curiosamente han crecido en sus distintas disciplinas de la mano de este periódico, sin duda, por una simbiosis del proceso creativo, pero también por una coincidencia de valores. Entre estos protagonistas ha ocupado un lugar estelar, Pedro Almodóvar, como icono del séptimo arte en versión española, pero también como referente de un concepto de vida y de defensa de valores sociales y democráticos, compartidos con el ideario del periódico.
De ahí que la discrepancia entre Almodóvar y El País, deduzco que no sólo por lo que el cineasta entiende como una inadecuada cobertura informativa y crítica del concurso de su última película “Los abrazos rotos” en el Festival de Cannes, augura un episodio más en esta deriva del diario de consecuencias negativas.
Voy a dejar a un lado las referencias a Carlos Boyero, porque entiendo que un crítico hace la crítica que estima oportuna y que el lector y obviamente el autor podrán estar de acuerdo o no con ella, pero eso no le agrega o rebaja la carga de subjetividad de toda crítica, de acuerdo con los gustos, conocimientos, experiencias o cualquier otro elemento del bagaje del crítico.
Respecto a las alusiones de Almodóvar hacia el responsable de Cultura de El País, Borja Hermoso, desconozco el fondo de las mismas, pero pienso que las reclamaciones (no basta con señalarlo) deben ir dirigidas al director, Javier Moreno, que es el principal responsable de lo publicado en el periódico y quien marca las pautas. Porque además si es cierto lo que denuncia Almodóvar es al director a quien corresponde tomar las medidas para que no se repita, si se ha realizado, una mala praxis de la profesión.
Si me cuesta más digerir el papel o el papelón del Comité de Redacción, no por la exhibición de corporativismo al defender a Boyero y a Hermoso, sino por la utilización de argumentos, en el ámbito periodístico y centrándome en la cobertura de la participación de la película del director manchego en Cannes, tales como “Olvida Almodóvar mencionar la cantidad de páginas que se han dedicado antes del estreno a su película, ‘Los abrazos rotos’. Desde El País Semanal y las páginas de Cultura, la información y los despliegues que se le han dedicado no le han debido parecer suficientes. Tampoco los artículos elogiosos que le han brindado Gustavo Martín Garzo y otros columnistas y colaboradores”. “Comunicado del Comité de Redacción de El País”, 27 de mayo de 2009.
No entiendo y creo que la mayoría de los periodistas tampoco lo entenderán, supongo que un químico hasta lo defenderá, qué tiene que ver el tratamiento histórico hacia un personaje y su obra o el tratamiento anterior, porque el estreno de la última película de Almodóvar es de por sí noticia, al igual que el rodaje, el reparto, etc. Y su participación en el Festival de Cannes o en cualquier otro, sus resultados en taquilla y otros aspectos relacionados con la película, con el director o con los actores son también hechos relevantes, noticias por si mismas, con independencia de la cobertura o el tratamiento dado por un medio con anterioridad.
De no ser así, no entiendo el tratamiento dado hoy en la prensa, incluido El País, a la noticia deportiva del día (obviamente de ayer, porque el partido se jugaba anoche), el título de La Champions del Barça y la consecución del triplete. Si ya al principio de temporada se ha dado una información detallada y generosa sobre el F.C. Barcelona, entrenador, jugadores, presidente, etc., a qué el tratamiento de hoy.
El periodismo está viviendo una enorme crisis, no sólo económica, con previsiones de pérdidas de hasta 5.000 empleos de periodistas. El grupo Prisa atraviesa una situación económica tan complicada que incluso podría llevarlo a la desaparición, por su gestión empresarial no por el trabajo riguroso y profesional de sus periodistas. Pero ello no debe justificar la deriva a la que sus responsables están llevando a su principal buque insignia. Cebrián es un mal empresario, pero fue un buen director de periódico. El mejor que nadie, por su trayectoria como periodista, sabe de la necesidad de referentes en tiempos difíciles y también él sabe que una empresa periodística sin periodistas y sin periodismo carece de valor.
Nota.- Fotografía de Almodóvar en Cannes 09, del blog del director de cine http://www.pedroalmodovar.es/