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domingo, 10 de mayo de 2020

La voz de la radio de Jaén


A nuestro pesar estamos viviendo días de adioses más que de holas. Nos están dejando personas que, aunque no se van del todo, nunca volveremos a ver. Cada día y en distintos ámbitos asistimos al anuncio de un nuevo adiós, que no nos afecta de igual manera porque no todos han formado parte de nuestras vidas; aunque algunos lo han hecho desde el desempeño de su profesión, sea cual fuere, y otros, esos sí, porque eran personas cercanas a nosotros.
Si hace unos días conocíamos el adiós de Pilar Palazón, hoy nos hemos despertado con la despedida de Indalecio Morales. 
En Jaén había dos voces excepcionales, una en la música, la de Raphael, y otra, en la radio, la de Indalecio Morales. Hoy hemos perdido a una. 
Pasa con Indalecio como con Pilar, que todo lo que se diga es poco. Por su forma de ser, por su trayectoria…, porque pertenecen a un tiempo que como ellos ya no regresará. Como apuntaba hoy un compañero, César Domínguez, en el grupo de WhatsApp de los periodistas de Jaén, “Qué mal despertar. Pero es agradable que todos tengamos buenos recuerdos de él”. 
Y esa es una realidad innegable, los buenos recuerdos que todos en mayor medida conservamos y seguiremos conservando de él. Como señalaba otro colega, Ginés Donaire, quién no recuerda a Indalecio en una rueda de prensa, formulando aquella pregunta final, ¿puede hacerme un resumen?
Esa suma de buenos recuerdos, más las grabaciones de décadas de periodismo, fundamentalmente las que forman parte del archivo sonoro de Radio Jaén, es la que logra el espejismo de que Indalecio permanezca con nosotros. 
Y cómo no, su obra “La radio en Jaén. Una aproximación histórica”. Un imprescindible. De entre muchos recuerdos y anécdotas, de encuentros y conversaciones, tengo presente lo concerniente a este libro, al que Indalecio dedicó muchos años de investigación y esfuerzo. 
Supe por primera vez de su existencia porque Indalecio me pidió un favor para que le ayudara a acceder a una información que hasta la fecha no había logrado. Evidentemente, le ayudé. Y desde ese día el libro fue habitual en nuestras conversaciones. 
El proceso iba lento, porque había que compaginar la tarea del libro con el quehacer periodístico y las obligaciones familiares. Por eso, cuando llegó el momento de su jubilación le animé a terminarlo, porque pensaba que era un legado fundamental para transmitir la historia de la radio en Jaén a futuras generaciones y además, historia del periodismo local. 
En nuevos encuentros, le pregunté por el libro, y volví con iguales o parecidos argumentos a apremiarle en su publicación.
Al final lo terminó. Y ahí está, como testigo de una época. Y a partir de hoy, contribuyendo a que Indalecio no nos deje para siempre.

sábado, 12 de mayo de 2018

Una visita interesante

En esta semana he tenido la oportunidad de disfrutar con la presencia de una de esas personas que despiertan mi interés. Algo inusual, bien porque algunas de esas personas que se dejan caer por esta tierra olvidada no son de mi gusto, bien porque a las que vienen he tenido la posibilidad de escucharlas en otros territorios o simplemente porque ese día no cuadraba el círculo. 
Jaén sigue siendo un sitio que figura en los mapas, pero que no se halla en un elevado número de cabezas más allá de los límites provinciales. Continúa siendo un territorio desconocido, entre otras cosas porque las comunicaciones no facilitan la llegada de foráneos. 
En esta ocasión nos ha visitado el periodista Fran Llorente, que ha padecido en carne propia esas carencias en el transporte y ha visto como el tren que le traía hasta esta tierra de olivos interrumpía su marcha a medio camino. El Sur existe, eso es innegable, aunque en ocasiones las distancias en kilómetros no se correspondan con el tiempo lógico para recorrerlas. 
Fran Llorente es un personaje curioso, idealizado por su responsabilidad como director de los Servicios Informativos de Televisión Española en una época en la que esa televisión fue pública y de todos, se comporta como un tipo normal. Defiende el éxito de aquella etapa como el logro de un trabajo en equipo y el resultado de un modelo de televisión pública. 
En el fondo creo que es consciente de que pese a los halagos se limitó a hacer lo que debe hacer un periodista y la percepción de lo logrado es también producto de lo que otros periodistas en situaciones parejas no supieron o no quisieron hacer. Aún así, nadie podrá borrar de su haber el darnos por un tiempo, demasiado exiguo para mis apetencias, una muestra de esa televisión pública anhelada por muchos periodistas y cómo no, por una amplia mayoría de ciudadanos. 
Mantiene los pies en el suelo, se ve que ni lisonjas ni presiones lograron torcer su rumbo, y de la mano del ‘compi’ periodista Juan Armenteros y a través del intercambio de palabras y recuerdos reconstruyeron el relato en desuso y gastado de lo que siempre hemos creído que es el periodismo. 
También sirvió el diálogo para comprobar que existen periodistas que no han comprendido ni comprenden nada. Ignoran lo acontecido, no leen y creen que ellos son o deben ser los protagonistas.
No he conocido a ningún periodista mudo, ni a ninguno que con mayor o menor habilidad manejando la lengua no haga trajes a medida, pero me irritan los que alzan la voz para escucharse a sí mismos y colocarse debajo de los focos. 
Nunca me han gustado las personas que ladran. Prefiero el aullido del lobo y por supuesto, los maullidos de los gatos. Quizás y a pesar de que mi padre los detestase por eso me convertí en uno. 
Lo del periodismo viene por otro lado y no dudo de que en ello influyeron tipos parecidos a Fran Llorente, que respetan esta profesión que en su día fue oficio y tratan de mantener la esencia sin renunciar a mirar al futuro, a sabiendas de que las herramientas cambian pero siempre se necesitará un periodista honesto con credibilidad para contar lo que pasa.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

El contralibro

Leo que una reconocible periodista ha publicado su quinta novela. Y me quedo un poco perplejo. Ignoraba que escribía y como es evidente no he leído una sola de sus criaturas. Ignoro cuál es el criterio para publicar a algunos autores en este país, pero imagino que el apellido ayuda; cuando además quien lo portaba primero es también reconocible y durante años ha escrito al servicio y supongo que en cierta medida al dictado de algunas empresas de este país, incluidos esos grandes almacenes de conocimiento general. 
No voy a retomar esa manoseada relación del periodismo y la literatura, más que nada para no ofender a tipos como Mark Twain o Ernest Hemingway o a algunos más cercanos como Manuel Vázquez Montalbán o Javier Valenzuela, pero es constatable el elevado número de periodistas que en los últimos tiempos publican, y de forma reincidente, con escaso, digamos, acierto. 
Al hilo de ello pensaba que igual lo lógico sería escribir el contralibro; habría que definirlo previamente, claro. Pero no, la clave sigue siendo la misma, una buena elección tanto del autor como de la obra. Da igual que se editen o reediten muchos o pocos libros, estos o aquellos autores, lo importante es saber lo que uno quiere leer y hasta donde está dispuesto a arriesgarse. 
Probablemente resulta poco creíble y algo presuntuoso que escriba esto alguien que se caracteriza por lo que podríamos denominar un “anarquismo lector”. Ese mismo que me lleva a entretenerme leyendo-jugando con los poemas de Eduardo Scala a la vez que leo, no sin alguna pesadumbre, la historia de la familia Oesterheld, tras haber devorado la “Colección particular”, de Juan Marsé, editada por Lumen. 
En cualquier caso, se puede discutir la credibilidad, pero no la falta de criterio, aunque éste sea cuestionable y no compartido. Y admitiendo que esa elección, errónea o certera, me priva de leer algunas obras que sin duda merecen la pena. 
Puestos a cavilar, pensaba también que cuesta más escribir sobre la derrota que sobra la victoria. Y recordaba aquello escuchado a muchos actores que es más difícil hacer reír que hacer llorar. Y entre la cavilación y el recuerdo llego a la conclusión de que la mayoría de los autores escriben mejor desde el dolor, sin entrar en consideraciones sobre la cuantificación del mismo y asumiendo que ello no implica como resultado una escritura trágica o un relato dramático. 
Puede que no sea más que un estereotipo, que me deje llevar por esas vidas truncadas demasiado pronto y llenas de excesos, como las del poeta Rimbaud, la del pintor Modigliani o la de alguna estrella del rock, género en el que la lista es extensa. Ya conocen aquella fórmula maldita de vivir rápido y morir prematuramente. 
En fin, que lean lo que quieran, pero por lo menos algo que alimente.

martes, 21 de julio de 2015

La caja de cristal

Hoy es un mal día para la 'tribu'. En realidad es un mal día para el periodismo. No solo por el hecho de que tres compañeros hayan sido secuestrados en Siria, sino también por la difusión de la noticia como exclusiva por parte de un diario. Una publicación que a priori parece inoportuna, ya que si algo hemos aprendido de situaciones similares es la importancia de la discreción en noticias de estas características. Aún así el debate está encima de la mesa y probablemente no nos pondremos de acuerdo en dónde hay que marcar la línea a la hora de difundir o no estas informaciones.
Precisamente es este uno de los temas abordados por los periodistas Alfonso Armada, vicepresidente de Reporteros sin fronteras, y Antonia Merino, en el Foro “La libertad de información”, celebrado en el Festival Etnosur. Donde una vez más y aprovechando cualquier debate sobre la profesión periodística he asistido a un acto de constricción del periodista, expuesto en la plaza pública para ser flagelado por los presentes.
No digo que me parezca mal el reconocimiento público de errores en la praxis periodística y la crítica a esa mala práctica profesional. Me parece necesario. Pero me gustaría que se produjera de igual modo con otros profesionales y que los ciudadanos se mostraran tan lenguaraces y tan dispuestos a señalar culpables como cuando es el periodista quien ocupa la caja de cristal.
Y por supuesto, aunque es obvio, resulta lamentable tener que recordar que no todos somos esos periodistas en la mente de todos, que a nosotros nos avergüenzan doblemente, como periodistas y como ciudadanos, ni todos somos Gabilondo, por poner un ejemplo de alguien que goza del reconocimiento general en el ejercicio de la profesión.
Hay miles de periodistas que ejercen el periodismo día a día a ambos lados del mostrador con rigor y decencia, a los que la mayoría no reconoce por la calle y de los que ignora nombre y medio de comunicación para el que trabajan y cuyo trabajo probablemente desconoce. Periodistas que son víctimas de la generalización.
Escribía Kapucinsky aquello de que los cínicos no sirven para el periodismo. Y es cierto que hay un elevado número de cínicos y de malas personas ejerciéndolo, pero a veces no somos conscientes de que son minoría; porque esos miles de periodistas y otros con nombre y cara, como el propio Armada, nos recuerdan que en esta profesión hay espacio todavía para aquellos que sin renunciar a ser buenas personas han logrado también ser magníficos periodistas.
No me importa instalarme en la caja de cristal. Aún consciente de que la transparencia implica vulnerabilidad y de que junto a aquellos que practican el pespunte con la sin hueso siempre habrá alguien predispuesto a lanzar la primera piedra. Unos pensarán que es para romper el cristal, pero me temo que sea para apedrear al periodista.

Nota. - Mis mejores deseos y ánimo para los 3 compañeros secuestrados en Siria, para sus familias y la 'tribu'. Espero que recuperen la libertad pronto y sin quebranto.

martes, 15 de abril de 2014

Reos de las palabras

Somos reos de lo que decimos y de lo que escribimos. Para bien o para mal. Si bien cuando hablamos puede existir una excusa para haber dicho algo que desde la reflexión y la templanza nunca o rara vez afirmaríamos, en el caso de la escritura no hay tal, escribimos lo que queremos decir. Y aunque lo escrito forme parte de un contexto, éste no varía por lo general su sentido.
Viene esto a cuento de que hace unos días leía la siguiente afirmación: “Los malos poetas y los malos periodistas abusan de las metáforas”. No soy poeta, pero no pude menos que pensar en la literatura española desde Cervantes hasta el Siglo de Oro y por supuesto en generaciones como la del 27. Pensé como ejemplo en Góngora y García Lorca, maestros en el uso de la metáfora en su poesía. Y no me atrevería a afirmar que ambos o uno solo de ellos son malos poetas; aunque exista quien crea que se exceden en el uso de la metáfora y la simbología.
Y también recordé otra aseveración similar respecto a la calidad de lo escrito, en esa ocasión con una alusión al uso de los adjetivos calificativos. Obviando la obra de autores como Azorín, Pío Baroja o Sánchez Ferlosio, cuya prosa tampoco creo sea desdeñable.
Los autores frecuentan los géneros literarios de su agrado y utilizan los elementos que les brinda el lenguaje para crear su propio estilo, aquel que dota a su obra de una impronta propia, y que es evidente no ha de ser del gusto de todos, una apreciación personal que no resta o añade calidad a lo escrito.
Respecto al periodismo, cualquier periodista con formación periodística es conocedor de que las licencias literarias están reservadas a poco géneros periodísticos y que en su quehacer prima la información y los datos contrastados que la sustentan. Aun así hay prestigiosos periodistas, considerados por algunos maestros, que han sabido conjugar ambos aspectos como Mariano José de Larra, Manuel Chaves Nogales, Tom Wolfe o Gay Talese, por citar a algunos.
Lo que me lleva a concluir que la baja o escasa calidad en la escritura tiene más que ver con el uso de tópicos, lugares comunes y frases hechas que con el uso consciente, y por tanto intencionado, de los recursos que la lengua ofrece.
 
“Los malos poetas y los malos periodistas abusan de las metáforas. Como la noche, el corazón de las tinieblas y otros lugares comunes, tan desgastados que apestan. Las palabras gastadas reducen la capacidad de entender la realidad”.
Blog de Alfonso Armada.
 

lunes, 30 de septiembre de 2013

La paradoja de la comunicación

Esta debilidad mía, el periodismo, es como la vida, siempre tienes que estar aprendiendo. A los años en la Universidad les tienes que sumar algún máster y varios cursos sobre materias específicas, eso sí relacionadas, al menos en el epígrafe, con el periodismo, para adquirir más conocimientos, y no sé cuántas prácticas (en mis tiempos remuneradas y ahora, por la patilla) en donde buenamente pilles. Además tienes que estar pendiente, seguimiento con sentido crítico creo que lo llaman, de los medios de comunicación (periódicos, televisiones, radios), y por si eso no fuera suficiente ¡zas! la Internet y las redes sociales. Sin olvidar la aconsejable y recomendada lectura de diversos manuales y libros sobre la profesión o escritos por periodistas y adláteres que se editan cada año y que probablemente solo lean la familia, otros periodistas o aspirantes a serlo y algún despistado. Es decir, formación y reciclaje continuos.
Desde esa vocación de aprendiz y a sabiendas de que el saber ocupa el lugar disponible en el cerebro, que los libros ocupan un lugar mayor en estantes, mesas y rincones y lo digital, un espacio superior, eso sí portátil, al que sospechábamos, hoy he comenzado un curso nuevo de formación, con su correspondiente epígrafe y sus contenidos específicos para mi reciclaje, un taller, de mes y medio, sobre la elaboración de un plan de comunicación online en redes sociales.
No voy a aburrirles con una relación pormenorizada y loas al profesorado y a los contenidos del curso, ni siquiera con la demanda de alumnos registrada, superior a la prevista, tan solo dejaré constancia de que se ha programado una jornada presencial y el resto del curso es virtual, a través de una de esas plataformas que están revolucionando la docencia.
Está bien, no hay obligación de desplazamientos, asistencia, horarios… ni siquiera tienes que verle la jeta al profe de turno y éste, a cambio, tampoco tiene que soportar la tuya, pero… el ordenador me sigue pareciendo tan frío; el marco de una comunicación incompleta, en el que las palabras carecen de entonación, está ausente la mirada y son inapreciables los gestos.
Ya saben, la paradoja de la comunicación, amplia gama de aparatos y conexiones que a priori facilitan eso, la comunicación, cuando la realidad es que nos convierte en reos solitarios ante una pantalla; una ventana abierta que nos permite saber y ver lo que ocurre en casi cualquier lugar del mundo, hablar con parte de ese mundo, investigar, formarnos, comprar, oír música, asistir a un espectáculo… y que levanta un muro de incomunicación con la persona de al lado.
Hace cosa de un año estaba tomando un calmante de Juanito el andariego con mi santa en un garito de Barna. Música de fondo, luz indirecta y tenue, un pequeño velador con dos asientos que invitaban a la charla y a la confidencia y junto a nosotros, una pareja de jóvenes, cada uno con su móvil, chateando, tuiteando, sin dirigirse la palabra entre ellos. Estuve tentado de hacerles una foto para ilustrar esa paradoja de la comunicación, pero desistí y preferí guardar la imagen en el recuerdo.
Qué quieren que les diga, al final acabamos atrapados en las redes de la araña, del otro/a y ahora también en las sociales, pero yo sigo siendo de aquellos a los que les gusta sentir las hojas de un periódico o un libro entre los dedos y sentarme a conversar con un café o una rubia con espuma por medio y mirándonos a los ojos. Aunque sean de gato.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Memorias líquidas


Acabo de terminar de leer “Memorias líquidas” (Jot Down Books, enero de 2013), de Enric González. Me gustó el título cuando conocí la existencia del libro, porque pienso que la memoria de la mayoría de los periodistas tiene mucho de líquida y también porque me evocó a Dalí; aunque esto último es algo surgido en mi cabeza que imagino materia sensible y de interés para el psicoanalista.
Y por supuesto, me interesaba porque lo había escrito Enric González, del que me gustaban hasta esas “columnitas de 35 líneas” en El País, ‘heredadas’ de Haro Tecglen, que hasta sin leer este libro sabía que no eran de su agrado.
Coincide el final de mi lectura con la defensa de otro gran periodista, también damnificado de El País, Ramón Lobo, realizada hoy en Twitter por Gervasio Sánchez, otro de los grandes; y con una doble página sobre la crisis o la muerte lenta de la novela, publicada hoy, como no también en El País (“Los ‘The End no le van a la novela”, de Winston Manrique Sabogal. Cultura. El País, miércoles 8 de mayo de 2013).
Mi bagaje periodístico es el que es. Me hubiera gustado trabajar al lado o cerca de algún periodista como los mencionados y sobre todo hacerlo el tiempo necesario (lo más cerca que estuve fue en TVE y duró muy poco). Así que he tratado de suplirlo intentando aprender desde la distancia, leyendo sus trabajos y algunos de sus libros, escuchando sus intervenciones en programas de radio fundamentalmente y asistiendo a alguna conferencia o mesa redonda cuando he tenido oportunidad. Y con la irrupción de las nuevas tecnologías, siguiendo sus blogs y páginas web.
Aunque sólo sea por los años, algo he aprendido, y junto a la experiencia, conservo algo de intuición, que guste o no, se tiene o se carece de ella. No es algo que se aprenda.
La lectura del libro, que recomiendo a periodistas y a aspirantes a serlo, me ha dejado en momentos a las puertas de la depresión; en otros, me ha sumergido en las aguas de la ironía y me ha dibujado una media sonrisa, y en no pocos, me ha reafirmado en lo maravillosa y jodida que es esta profesión, con sus sinsabores y con los hijos de mala baba que la pueblan, tanto en el interior como en las afueras.
La coincidencia del fin de mi lectura de “Memorias líquidas” con la publicación de la mencionada doble página sobre la muerte lenta de la novela ha activado esa intuición respecto al periodismo. Y será también materia a tratar por el psicoanalista, pero como en aquella novela, me temo que están todos muertos, que en realidad estamos todos muertos, y no lo sabemos.
Lobo, Gervasio, Mikel Ayestarán, Fran Sevilla… el propio Enric y tantos otros, a pesar de gozar de buena salud (dentro de un orden) y de regalarnos periodismo de calidad, tienen los días contados. Y no hay relevos a la vista, me temo; aunque a la vez, e ignoro si es más deseo que convicción, afirme que aparecerán.
Desaparecido el aspecto emocional que ligaba a un periodista con su medio de comunicación y aquella premisa de dudar de todo y por encima de todo, del poder, incluido el de los propios jefes y el del medio, contemplo a los jóvenes periodistas preocupados por las nuevas tecnologías, ansiosos de dominar el uso de las herramientas digitales pero ignorantes sobre los contenidos y naturalmente, faltos de recorrido.
“Las redacciones no son de los periodistas”, dice González. Ahí perdimos la batalla. Y la conquista parece lejana, quimérica. Así que apenas queda hacer de cada mesa de redacción “un Vietnam” y comprar las flores para el entierro.
Afirma el escritor colombiano, Juan Gabriel Vásquez, refiriéndose a los apocalípticos presagios sobre la novela (y puede ser extrapolado al periodismo) que “decir que (la novela seria) está en vías de extinción sólo puede ser ignorancia, pereza o narcisismo… El grito sobre su muerte suele ser más bien referirse a la muerte creativa del que lo profiere”. Será eso, más materia sensible para el psicoanalista.

lunes, 7 de enero de 2013

La marcha de Meneses

Se fue Enrique Meneses. Igual que se marchó Saramago. Igual que se marcharán otros. A ciertas edades hay normalidad en la partida, tanto para quien se va como para los que se quedan. La cuestión es quién toma el relevo.
El oficio de escribir siempre está necesitado de nuevas incorporaciones, porque hay exceso de escribientes y son rara avis los que tienen algo que decir. Y porque cada vez son menos los que en una disciplina u otra, literaria, periodística, científica, filosófica… impregnan el oficio o la profesión con su compromiso vital.
El testigo de Meneses queda en manos de aventajados alumnos como Gervasio Sánchez, Fran Sevilla, Ramón Lobo o Mikel Ayestarán. Otros nos conformamos con la admiración, aún siendo consciente de que ésta es preámbulo de la idolatría y por ello hay que administrar la dosis correcta, para contemplar a la persona admirada sin traspasar el recibidor y evitar un deslumbramiento que haga perder la perspectiva. Y es difícil no deslumbrarse con quien nos contó el brillo del sol en Sierra Maestra; algo incomprensible para quienes habitan bajo nubarrones.
Ayer abrí su blog para ver si había escrito algo nuevo durante estos días navideños, pero seguía parado en el mes de noviembre. Esta mañana he amanecido con la noticia de su muerte. Seguiré intentando aprender de lo escrito, a la espera de otros relatores y de que vuelva a brillar el sol.
Hubo un tiempo en que los alumnos se levantaban cuando el maestro entraba en el aula. Era una muestra de respeto, no de sumisión. Hoy toca ponerse en pie para la despedida.

lunes, 15 de octubre de 2012

Perdonen que me levante

Entre mitos e ideales y la inestimable ayuda de alguna serie de televisión, una película o un personaje literario se forjó el deseo de más de dos de ser periodista. Y temo que también influyeron estos elementos y los actuales programas de televisión, donde paradójicamente la participación de un periodista es una anécdota, en la percepción que muchas personas tienen de los periodistas y de su trabajo.
Es innegable que los periodistas también hemos puesto nuestro granito de arena y entre todos levantamos esta montaña que ahora es tan difícil de demoler. Y sin llegar al desafecto que siente el respetable por los políticos, es cierto que escasea el respeto hacia la profesión y con esta manía nuestra de generalizar, se tiende a meter todo y a todos en el mismo saco.
Cuesta explicarle a la gente que la mayoría de los periodistas somos trabajadores como ella. Personas con sus problemas y sus quehaceres diarios, algunos con familia, muchos con hipotecas y casi todos con la misma inestabilidad laboral y la incertidumbre sobre ese futuro que no somos capaces de ver con claridad. Personas formadas con sueldos dignos e indignos y que como en otras profesiones u oficios a los 50 atesoran experiencia que les hace más valiosos y no trastos viejos de los que haya que prescindir en un más que probable viaje sin retorno.
Perdonen que me levante y perdónenme también si doy un golpe en la mesa para llamar su atención. Quizás acostumbrados a que les informemos de sus problemas y de las situaciones cotidianas que protagonizan ustedes y otros como ustedes, olvidamos, por aquello de que los periodistas no somos protagonistas de la noticia, informarles sobre nuestra propia situación, la laboral, la social… y contribuimos a que nos miraran con otros ojos; haciéndoles creer que vivíamos en otra galaxia y que esto del periodismo era un paraíso: el cuarto poder.
Ahora, con este golpe de estado mundial y encubierto del neocapitalismo, perdemos nuestros puestos de trabajo, nuestro modo de vida, aquel que nos proporcionaba ingresos para pagar las facturas e ir tirando como cualquier hijo de vecino.  Y no, como la mayoría de ustedes, tampoco nosotros vivimos por encima de nuestras posibilidades en los supuestos años de la abundancia.
Y aunque algunos no puedan disimular su satisfacción porque los periodistas vayan al paro o por el cierre de un medio de comunicación, en especial si es un medio de comunicación con cuya línea editorial no coinciden, y sean incapaces de reprimir un ¡Que se jodan!, made in Fabra, no se engañen, las malas noticias nunca vienen solas. Aunque de seguir así es posible que no haya profesionales para contarlas. Tampoco las buenas.

domingo, 14 de octubre de 2012

No hay periodismo sin periodistas

No están los tiempos para sacar pecho. Y da la sensación de que ni mucho menos para reclamar dignidad y reconocimiento. Pero en eso estamos, a la espera de no ser confundidos con algún pecho lata tan habitual en estos días y por supuesto, desde la consciencia de saber que la dignidad y el reconocimiento se ganan día a día y de que se ha dilapidado mucho de ambos entre los empresarios de la comunicación, los políticos, los intrusos, las estrellas, las “estrellitas” y la precariedad laboral.
Algunos, de forma interesada, quieren situar el debate en el soporte, o lo que es lo mismo, en el continente frente al contenido. Otros, también por interés, buscan excusas en la crisis, a sabiendas de que el periodismo ya estaba en crisis antes de la debacle económica.
De modo que entre unos y otros engordan el debe y en el haber tan solo quedan los periodistas. Los profesionales que con aciertos y errores, pero desde la honestidad y el rigor, hacemos posible que la información fluya y que por tanto, se mantenga como un pilar básico e irrenunciable de la sociedad democrática el derecho a la información.
Suena a principio grandilocuente e incluso a algo obvio, pero es importante recordarlo, sobre todo ahora cuando se están cerrando o fusionando medios de comunicación, hay una peligrosa alineación de esos medios con el poder que los aleja de la deseable pluralidad y se aplican expedientes de regulación de empleo (ERES o ERTES) que contribuyen a que más de 4.000 periodistas hayan perdido su trabajo durante 2012.
En Andalucía, tan denostada por ignorantes y oportunistas del norte, los periodistas hemos puesto en marcha dos iniciativas para dentro de nuestras posibilidades dar la vuelta a la situación. Una, Se buscan periodistas (SBP), un proyecto que busca, a través del cooperativismo, crear medios de comunicación y empleo con el asesoramiento y la gestión de los propios periodistas; y otra, impulsada por la Asociación de la Prensa de Sevilla, la campaña #soyPeriodista, para recuperar esa dignidad y ese reconocimiento.  
Porque se puede elegir entre información y desinformación. Y porque no hay periodismo sin periodistas.  
 

martes, 15 de mayo de 2012

Sin preguntas, hay menos respuestas


Hay quien afirma que sin preguntas, simplemente no hay periodismo. No poder preguntar ayuda desde luego muy poco a informar, pero de ahí a sepultar al periodismo hay un trecho. Siempre habrá periodistas capaces de encontrar alguna respuesta.
Acostumbrados a mirarnos el ombligo e incluso a regodearnos en tal actividad, perdemos la perspectiva sobre el entorno y de repente, como ahora, descubrimos que no sólo nosotros tenemos ombligo, que éste no es tan importante y que los problemas tienden a globalizarse, porque las malas artes se aprenden rápido y los gobernantes están prestos al atajo para evitar dar explicaciones en cámara parlamentaria o ante la intermediaria de la sociedad, la Prensa; aquí o al otro lado del Atlántico.  
Queremos preguntar, porque la pregunta es un instrumento imprescindible en el ejercicio de la profesión periodística. Y también queremos preguntar porque sabemos que las preguntas incomodan al poder y que los poderosos que evitan someterse a las preguntas de los periodistas es porque tienen algo que esconder, porque no quieren dar explicaciones.
Preguntemos. En La Pampa o en un lugar de La Mancha. Preguntemos, porque las preguntas y las respuestas nos pertenecen a todos.

lunes, 16 de abril de 2012

El lector del futuro


Su soporte no será el papel. Son de otra generación, marcada por lo electrónico, por las nuevas tecnologías. Pero con 6 años me pide el periódico y eso me hace pensar que hay esperanza.
Desconocerá lo que es el olor y la mancha en los dedos de la tinta fresca de un periódico al salir de la rotativa. Tan sólo será un recuerdo de su padre que hará suyo por eso de haberlo escuchado seguramente en más de una ocasión de aquí a que sea mayor. Y le costará entender el proceso de elaboración de un periódico a costa de pasar horas y horas en una redacción, porque en su época ese proceso pasará en muy poco tiempo de la “mesa” del redactor a la pantalla de un dispositivo móvil. Una inmediatez en la distribución que no deberá acompañarse de la precipitación en la elaboración.
Ignoro si en ese momento quedará algún diario en papel, como elemento diferenciador del resto de periódicos o como última aventura para románticos y nostálgicos. Pero imagino que no, que se habrá impuesto la electrónica y los árboles habrán ganado una inesperada batalla.
Pero hoy, verlo con un diario de papel en las manos me lleva a pensar que hay futuro para el periodismo, porque mientras existan lectores, existirán periódicos y mientras haya periódicos, se necesitarán periodistas que garanticen la calidad de sus contenidos.

sábado, 22 de octubre de 2011

La noticia del fin de ETA

Varias generaciones de periodistas llevábamos años esperando y soñando con “dar” la noticia del fin de ETA. De igual modo que una parte mayoritaria de la sociedad, la demócrata, llevaba años esperando y soñando que se produjera esa noticia.
El titular de esa noticia en prensa, sin duda una de las más importantes de las últimas décadas en España, es inequívoco, corto y sin matices; del mismo modo que el tratamiento de la información no admitía dudas y merecía abrir la primera plana a cinco columnas u ocuparla entera, con cambio de tipografía incluido y utilizando recursos gráficos atípicos en esa primera plana. Podían haber cambiado las palabras y los verbos elegidos, pero la información era el fin del terrorismo de ETA.
Algo elemental para cualquier estudiante de Periodismo de primer o segundo curso e incluso para cualquier habitual lector de periódicos, que sin embargo las portadas de algunos periódicos del viernes, 21 de octubre de 2011, desmienten. Un desmentido que ratifican con los titulares de las páginas interiores y el contenido de las mismas, donde hay mayor empeño en minimizar la noticia que en destacar su importancia y significado.
No hablo de las columnas de opinión y los firmantes de opinión, que como su propio nombre señala son opinión, propia o al servicio de otros, pero opinión. Me refiero a la información, a eso que denominamos como información “pura y dura”; el hecho en sí, la noticia, al margen del enfoque que quiera dársele y desde la óptica que se haga. Y ésta es una noticia magnífica, una buena noticia que contradice esa máxima anglosajona de Good news, no news, y que merecía un tratamiento profesional riguroso y alejado de espurios intereses.
Lo lamento, profundamente, como periodista y como ciudadano. No es bueno para una sociedad democrática que los medios de comunicación olviden cuál es su función principal y su obligación: ofrecer información veraz, y que los periodistas renuncien a un buen ejercicio de su profesión para ponerse al servicio de otros intereses.
No es bueno que la caverna nos prive de la luz.


sábado, 14 de mayo de 2011

El arte de escribir

Hay géneros periodísticos y secciones de periódicos desdeñados por los profesionales, por considerarlos de rango menor; una pérdida de tiempo que no les hará ganar el Pulitzer o les privará de participar en la galaxia televisiva con brillo propio y trato de supernova.
Como lector, alguno de esos sueltos, notas de sociedad u obituarios e incluso las cartas al director, que en algunos periódicos son redactadas por los integrantes de su redacción ante la escasez temporal, me parecen una fuente impagable de información y un deleite por su redacción.
Y como profesional, como alguien que se gana el sustento con las palabras, percibo estas “piezas menores” como una academia de acceso universal y gratuito, en la que sólo con leer y releer, algo de criterio y una pizca de voluntad está garantizado el aprendizaje.
Hoy sábado, el corresponsal de El País en La Habana, Mauricio Vicent, lejos de las páginas de Internacional, regala en la de Obituarios, con motivo del fallecimiento del periodista argentino Jorge Timossi, una de esas lecciones para alumnos voluntariosos y un goce para lectores aplicados.
Leyéndolo no he podido menos que recordar al protagonista de “Memoria de mis putas tristes”, de Gabriel García Márquez; un gacetillero nonagenario que también se había ganado su sustento con las palabras, inflador de cables en El Diario de La Paz y autor de su nota dominical.
Maestros, en la ficción o en la realidad, en el arte de escribir, cuyo magisterio pasa casi desapercibido ante los grandes titulares y los espacios de privilegio copados por las piezas consideradas de rango superior, aunque carezcan de interés informativo. Los condicionamientos de la jerarquía.
(http://www.elpais.com/articulo/Necrologicas/Jorge/Timossi/periodista/inspiro/Felipe/Mafalda/elpepinec/20110514elpepinec_1/TesI)

lunes, 28 de febrero de 2011

Al parecer

Veo un informativo de una cadena nacional de televisión y escucho a su corresponsal en Libia informando sobre los últimos acontecimientos de ese país. Nada más empezar su crónica oigo su primer “al parecer”, una fórmula que vuelve a repetir en el cuerpo de esa crónica. Imagino que por olvido o desconocimiento de que en periodismo las cosas no parecen, son; porque cuando sólo parecen no son nada, ni siquiera noticia. Y tampoco las urgencias o las dificultades, que intuyo que son muchas en el país africano, para elaborar una información justifican que no se contraste esa información.
Es una periodista joven y entiendo que tiene mucho camino por recorrer, que probablemente le falta rodaje y que su etapa de aprendizaje no haya hecho más que empezar. También se que se aprende más de los errores que de los aciertos. Pero no puedo evitar pensar en aquellos profesionales que impartían magisterio con sus crónicas y que fueron invitados a prejubilarse, porque una televisión pública cuyo máximo responsable es un octogenario los consideraba viejos para hacer su trabajo.
Cuando rompemos los eslabones naturales y renunciamos a los referentes pasan estas cosas. Lo fácil sería culpar a la corresponsal, pero ella sólo es víctima del vacío generado y de la orfandad a la que todos hemos sido condenados.

martes, 30 de noviembre de 2010

El fenómeno Wikileaks

En tiempos de crisis no es de extrañar que el periodismo también esté sumido en ella. Aunque lo cierto es que la crisis periodística fue previa a la económica y esta última sólo ha contribuido a la precariedad laboral de los periodistas y al debate sobre el soporte informativo en detrimento de la discusión sobre la calidad de la información.
Al albur de esta situación van apareciendo varios fenómenos, unos de claro ámbito periodístico, como Periodismo Humano, y otros, más que discutibles, como Wikileaks, que se agrupan bajo la etiqueta de Periodismo Ciudadano y que hallan cobijo en la red.
Ya he dejado constancia en alguna ocasión de mi apoyo a proyectos alternativos como el primero, del inequívoco periodista, Javier Bauluz. Sin embargo, el segundo, que ocupa ahora las portadas de los diarios mundiales de prestigio y provoca una cierta conmoción en los círculos de poder, dista mucho de ser un fenómeno periodístico, aunque su escenificación pudiera aparentarlo.
Wikileaks es más una fuente de la noticia que un medio de comunicación. Y yo diría que ni eso, porque la realidad es que no pasa de ser un instrumento que mantiene en el anonimato a la fuente original de la información y necesita de los medios de comunicación y de los periodistas profesionales de estos medios para hacer legible esa información y trasladarla a los ciudadanos. Por lo tanto será un elemento prescindible en el momento en el que los periodistas tengan acceso directo a la fuente de la noticia; algo que hoy más que en el haber de Wikileaks está en la arbitrariedad de la propia fuente al realizar la filtración y en las políticas de ocultación de información practicadas de forma rutinaria por los gobiernos.
No hay dudas de que las filtraciones conocidas hasta la fecha, a través de la web de Wikileaks (www.wikileaks.org), proceden directamente del entorno o de la propia Administración USA, la de Bush Jr. o la de Obama, o ambas. Lo que sumado al equívoco responsable visible de Wikileaks, Julian Assange, me genera más interrogantes que certezas. En particular sobre quién se esconde detrás de esas filtraciones, con qué objetivo se realizan y quién y cómo verifica la autenticidad de los documentos hechos públicos. Interrogantes que la transparencia informativa de los gobiernos, especialmente el estadounidense, despejarían.
Respecto al contenido difundido hasta la fecha (la dosificación o efecto cuentagotas impiden un análisis más exhaustivo) me atrevería a asegurar que su principal valor reside en el testimonio documental más que en la propia información. Que no es poco y más para un periodista. Como ejemplo sirva la difusión del contenido de los cables, supuestamente intercambiados entre Washington y las embajadas estadounidenses en varios países del mundo, incluido España. Una información que de ser cierta vendría a confirmar algo que está en la mente de todos sobre el proceder estadounidense en el resto del planeta; y que sin duda contribuirá a derribar el mito de la “estupidez yankee” o a convertirnos a todos en estúpidos, al descubrir que los estadounidenses piensan exactamente igual que nosotros sobre la mayoría de los líderes mundiales y lo expresan con la misma frivolidad.
Es obvio, pero conviene dejarlo claro para evitar interpretaciones torticeras, que no estoy en contra de la difusión de la información y de la transparencia informativa (sin ir más lejos en España aún desconocemos casi todo sobre las denominadas “cloacas” del Estado), pero ambas no deben confundirse con la publicación masiva de documentos y mucho menos denominar a esto periodismo.

Nota.- Mi solidaridad y afecto para la familia de José Couso y con sus repetidas peticiones de JUSTICIA. De confirmarse la autenticidad de lo publicado (que parece ratificada con la comparecencia pública de la Secretaria de Estado USA, Hillary Clinton), los gobiernos de Aznar y de Rodríguez Zapatero deberían empezar a dar explicaciones, comenzando por definir qué es la justicia.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Un futuro y una esperanza para el periodismo

Para algunos, quizás para demasiados, alcanzar un sueño sigue siendo patrimonio de los iluminados. Y sin embargo, entre los periodistas se mantiene viva la llama de ser los "propietarios" de los medios de comunicación. Ser propietario en este caso no es sinónimo de empresario, sino de garantía de una buena praxis del periodismo y de aval del derecho a ser informado, bien informado.
Periodistas como Javier Bauluz nos muestran el camino con periodismohumano.com, posible por la suma de voluntades, y nos recuerdan que la labor del periodista no es otra que la de informar y que por desgracia esa labor poco o nada confluye con la idea de la información manejada por los empresarios de la comunicación; porque se obvia el concepto de información al servicio de la sociedad y se da prioridad al negocio. Es decir, que se adultera el objeto de la información y se priman contenidos de escasa calidad y nulo interés, realizados además en numerosas ocasiones por sujetos ajenos a la profesión periodística o por demasiados que han olvidado qué era esto del periodismo.
En Ciudad Juárez, un joven fotógrafo, Luis Carlos Santiago Orozco, ha sido asesinado (se suma a una larga lista) por el narcoterrorismo, que allí no es otra cosa que la unión de narcotraficantes y el Estado. En Madrid, otro fotógrafo, Edu León, es agredido por la policía, detenido y privado de libertad durante 3 días, además de serle sustraída parte de su equipo fotográfico, y todo por fotografíar detenciones de inmigrantes sin papeles y abusos policiales (Parece censura, pero es algo peor a lo que ustedes pueden ponerle la denominación que gusten).
Precariedad laboral e intrusismo continúan siendo las principales lacras de la profesión periodística en España, a las que se ha unido la injerencia absoluta del poder político y económico en los medios, con la consiguiente devaluación de la figura y del trabajo del periodista.
Dicen que las cosas no están bien para el periodismo, pero muchos nos preguntamos que cuándo lo estuvieron. Así que esperamos que esa luz nos irradie, con mayor o menor intensidad, al resto de periodistas y aún a riesgo de convertirnos en iluminados creamos que otro periodismo es posible.




Grabación realizada por CEDECOM, para el programa "Tesis", de Canal 2 Andalucía, sobre los Cursos de Verano de la UNIA.

miércoles, 30 de junio de 2010

"Pierodistas"

Uno de mis peques dice sin rubor y con absoluto desconocimiento de lo que dice, con independencia de cómo lo diga, que sus padres son “pierodistas”. Oírlo de su boca, además de arrancar la consabida sonrisa, enorgullece; del mismo modo que es un orgullo ejercer la profesión que se ha elegido y para la cual uno se ha formado.
En demasiadas ocasiones, el periodismo y los periodistas son objeto de mofa, crítica y descrédito en las sociedades modernas. Y en algunas de esas ocasiones los ciudadanos llevan razón en su apreciación sobre la profesión y los profesionales que la ejercen. Aunque sería de agradecer la misma mofa, crítica y descrédito para otras profesiones que como ésta tienen malos profesionales y gente sin decencia ejerciéndolas.
Frente a esas profesiones, tan poco dadas a la crítica o a la denuncia de las malas praxis, el periodismo, tachado erróneamente de corporativista, asume que la crítica no sólo procede de fuera, sino que tiene su origen en la propia profesión. Porque actuaciones puntuales nos avergüenzan y lo hacen por partida doble, como ciudadanos y como profesionales.
El Campeonato del Mundo de Fútbol que se está celebrando en Sudáfrica nos ha brindado uno de esos momentos de bochorno profesional. Y los periodistas, en lugar de dar la callada por respuesta o mirar hacia otro lado, exponemos en la plaza pública a aquel que desde la profesión nos causa sofoco y provoca esa mofa, crítica y descrédito en la sociedad.
Ya conocen la historia, una periodista está en Sudáfrica cubriendo el torneo para una cadena privada de televisión de España. Es decir, ejerciendo su profesión como el resto de periodistas españoles y extranjeros. El pecado de esta periodista es ser la actual pareja del capitán y portero titular de la Selección Española y haber abandonado una cadena de televisión privada, La Sexta, para fichar por otra, Tele 5.
Estos mimbres y la ubicación de la periodista en el césped tras la portería española, lugar designado por la FIFA para los periodistas de las televisiones con los derechos de emisión del Mundial, sumados a una repentina atención por parte de los tabloides sensacionalistas británicos por su relación con el capitán de la Selección, han llevado a otro periodista, que representa a los periodistas de Madrid y ha representado durante años a los del resto de España, a agredir verbalmente a esa periodista, acusando a su cadena, Tele 5, de “maltrato” y calificando de “vergüenza” la ubicación de la periodista en el campo.
La “pierodista” ofendida se llama Sara Carbonero y el “pierodista” ofensor Fernando González Urbaneja; aunque a mí, como a mi peque, se me traba la lengua y tiendo a denominarle, sin rubor y con absoluto conocimiento, “Comadreja”. Lo que ni me enorgullece, ni me arranca sonrisa alguna.

miércoles, 24 de febrero de 2010

El destello de la mirada

Me consta que Iñaki Gabilondo cuenta con una pléyade de críticos y detractores. Y a pesar de que puedo compartir algunas de las opiniones o de las críticas de éstos hacia él, nunca he ocultado la admiración que siento por este periodista y su forma de ejercer la profesión; en particular, sus entrevistas.
Pese a su condición, a mi entender, de primera víctima del desembarco de Berlusconi en PRISA y su destierro a CNN+, para mí es un placer asomarme a esa ventana llamada “Hoy”, abierta en ese exilio de CNN+; donde habita la pausa frente a otros “vértigos” nocturnos, donde se ha desterrado al grito para favorecer el entendimiento, donde se renuncia al adoctrinamiento para abrir camino a la explicación y donde se imparte magisterio sobre cómo entrevistar.
Anoche ese placer me llevo a disfrutar de la presencia del fotoperiodista Gervasio Sánchez. Un profesional que como Ramón Lobo, Fran Sevilla, Rosa María Calaf y tantos otros me hace ser consciente de lo pequeño que soy, de lo que me falta por aprender y que quizás no consiga aprender nunca y del privilegio que resulta leerlos, escucharlos o como en el caso de Gervasio, leerlo y ver sus fotografías, aunque anoche me deleitara escucharlo.
Se ha hablado y escrito mucho sobre la neutralidad del periodista, la necesidad de alejarse, de tomar cierta distancia con los sucesos, para no contaminar su mirada. Es otro de los viejos debates del periodismo. Gervasio no es neutral. Exhibe sin pudor su implicación, su compromiso con los protagonistas de sus historias (las víctimas de las minas antipersona, los niños soldado, los desaparecidos de Irak, Chile, Argentina…) pero eso no le impide mostrar la realidad con rigor y con veracidad. Conserva claros la mirada y el verbo. Y no duda en utilizarlos para denunciar al poder, cualquier tipo de poder, económico, político, militar o civil; para señalar con el dedo de la imagen y la palabra a los mercaderes y a los fariseos y para alejarnos de nuestra propia complacencia.
Yo creo que Gervasio Sánchez lo consigue, aunque sólo sea por unos minutos como anoche, cuando al magisterio de Gabilondo le acompaña la sinceridad y el destello de su mirada.

viernes, 15 de enero de 2010

La primera víctima


Dicen que la verdad es la primera víctima de una guerra. He recordado esta sentencia al conocer la noticia de que Iñaki Gabilondo abandona los informativos de Cuatro y pasa a CNN+.
La fusión de Cuatro y Tele 5 no es una guerra y sin embargo, tengo la impresión de que se ha cobrado en Gabilondo a su primera víctima. Ya sabemos que a Berlusconi, il nuovo ducce, no le gustan las verdades del barquero, ni las de La Reppublica, L’Unita, y RAI 3 en Italia, ni las del Grupo PRISA en España, en especial las de El País, y en cantar esas verdades, aunque algunos duden, Gabilondo es un maestro.
Cebrián, obligado por la mala situación económica de PRISA resultado de su gestión, ha entregado el mando a Berlusconi y temo que la lista de la vendetta de éste será extensa y estoy convencido de que además entre los damnificados ocupará un lugar de privilegio la actual audiencia de Cuatro.
Los informativos de un cadena de televisión sirven además de para informar para fijar su línea editorial. El informativo de Gabilondo en Cuatro, con impronta de autor, era inequívoco en ese aspecto, gracias a sus breves y magistrales editoriales.
La pérdida es irreparable, porque la experiencia de su relevo al frente del matinal Hoy por Hoy en la Cadena SER nos demuestra que no hay recambio con garantías.
Con la ausencia de Gabilondo nos privan de una mirada única y un estilo propio para acercarnos a las noticias diarias y de un profesional que impartía magisterio con sus editoriales y sus entrevistas; una enseñanza impagable para cualquier estudiante de Periodismo y un espejo en el que mirarse para cualquier avezado periodista.
Su salida nos condena a la orfandad de esa forma de concebir la información y también nos hará menos libres, porque las verdades del barquero mutarán a cantos de sirenas. Al tiempo.
Foto: Iñaki Gabilondo, tomada de indice.cadenaser.com/2005/08/30/index.html.