domingo, 10 de mayo de 2020

La voz de la radio de Jaén


A nuestro pesar estamos viviendo días de adioses más que de holas. Nos están dejando personas que, aunque no se van del todo, nunca volveremos a ver. Cada día y en distintos ámbitos asistimos al anuncio de un nuevo adiós, que no nos afecta de igual manera porque no todos han formado parte de nuestras vidas; aunque algunos lo han hecho desde el desempeño de su profesión, sea cual fuere, y otros, esos sí, porque eran personas cercanas a nosotros.
Si hace unos días conocíamos el adiós de Pilar Palazón, hoy nos hemos despertado con la despedida de Indalecio Morales. 
En Jaén había dos voces excepcionales, una en la música, la de Raphael, y otra, en la radio, la de Indalecio Morales. Hoy hemos perdido a una. 
Pasa con Indalecio como con Pilar, que todo lo que se diga es poco. Por su forma de ser, por su trayectoria…, porque pertenecen a un tiempo que como ellos ya no regresará. Como apuntaba hoy un compañero, César Domínguez, en el grupo de WhatsApp de los periodistas de Jaén, “Qué mal despertar. Pero es agradable que todos tengamos buenos recuerdos de él”. 
Y esa es una realidad innegable, los buenos recuerdos que todos en mayor medida conservamos y seguiremos conservando de él. Como señalaba otro colega, Ginés Donaire, quién no recuerda a Indalecio en una rueda de prensa, formulando aquella pregunta final, ¿puede hacerme un resumen?
Esa suma de buenos recuerdos, más las grabaciones de décadas de periodismo, fundamentalmente las que forman parte del archivo sonoro de Radio Jaén, es la que logra el espejismo de que Indalecio permanezca con nosotros. 
Y cómo no, su obra “La radio en Jaén. Una aproximación histórica”. Un imprescindible. De entre muchos recuerdos y anécdotas, de encuentros y conversaciones, tengo presente lo concerniente a este libro, al que Indalecio dedicó muchos años de investigación y esfuerzo. 
Supe por primera vez de su existencia porque Indalecio me pidió un favor para que le ayudara a acceder a una información que hasta la fecha no había logrado. Evidentemente, le ayudé. Y desde ese día el libro fue habitual en nuestras conversaciones. 
El proceso iba lento, porque había que compaginar la tarea del libro con el quehacer periodístico y las obligaciones familiares. Por eso, cuando llegó el momento de su jubilación le animé a terminarlo, porque pensaba que era un legado fundamental para transmitir la historia de la radio en Jaén a futuras generaciones y además, historia del periodismo local. 
En nuevos encuentros, le pregunté por el libro, y volví con iguales o parecidos argumentos a apremiarle en su publicación.
Al final lo terminó. Y ahí está, como testigo de una época. Y a partir de hoy, contribuyendo a que Indalecio no nos deje para siempre.

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