martes, 12 de mayo de 2020

¿Y ahora qué?

Ya saben que se dice que un pesimista es un optimista bien informado. En estos momentos, no soy ni lo uno ni lo otro. Tampoco soy experto en salud, epidemias y economía, como aparenta la mayoría de los que nos rodean; incluso algunos de mis compañeros periodistas, que parece que durante este confinamiento en apenas mes y medio han obtenido, como esos políticos en la mente de todos, un máster o un doctorado prodigiosos. 
Me hallo en la más absoluta incertidumbre. Carezco de bola de cristal e ignoro cómo se interpretan los posos del té o las entrañas de las aves. Y escucho mucho ruido; así que desconozco el futuro a corto y medio plazo, porque el otro ni me lo planteo hasta que no conozcamos el descubrimiento de una vacuna contra el virus. 
Pero me preocupa lo que ese futuro, aún sin escribir, pueda darle o quitarle a Jaén. No por lo que está por llegar, sino por lo que hemos conocido hasta la fecha. Las carencias en proyectos e inversiones están ahí. De igual modo que seguimos ocupando lugar de honor en la denominada España olvidada o vaciada, que refleja básicamente el desequilibrio entre provincias, incluso en un mismo territorio. 
La incertidumbre y el panorama económico de absoluta negritud que algunos dibujan acentúan esa preocupación; en especial, en lo referente a los sectores del aceite de oliva y del turismo y a la propia capacidad adquisitiva de los empleados públicos; pilares a nuestro pesar de la economía provincial. Si le sumamos el déficit de nuestras infraestructuras viarias y la disminución del gasto en obra pública, podemos convenir en que existen motivos para la preocupación. 
No pretendo que todos rememos en la misma dirección, pero sería deseable que al menos los que no lo hacen, se echen a un lado para no molestar. Desde Jaén hemos demostrado en demasía mansedumbre. No sé hasta dónde puede llegar ese acatamiento sin apenas protesta. Pero dejando a un lado a la clase política, incluidas plataformas de dudosa intención, que pueden incorporarse si quieren sumar; creo que es el momento de que la sociedad civil se pronuncie y reclame un proyecto inequívoco con actuaciones precisas y dotación económica suficiente para la provincia. Lo demás, palabrería, postureo y falsas promesas, vengan de donde vengan, solo nos lleva a la ruina. 
Decía Antonio Muñoz Molina, hace unos días en la charla organizada online por la Fundación Huerta de San Antonio de Úbeda, que “la denuncia del desastre no contribuya al desastre”. 
Construyamos, pues.

Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia jiennense), del 12 de mayo de 2020.

No hay comentarios:

Publicar un comentario