domingo, 31 de mayo de 2020

Caminantes del alambre

La vida es compleja. No para todos, pero muchos siempre han tenido una vida complicada. Ni tienes que acostumbrarte, ni debes. Aun así, hay que aprender a vivirla.
Hay quien siempre camina sobre el alambre. Con el vacío bajo los pies y sin red. La altura te da perspectiva y algo de distanciamiento. Y vives con el riesgo de la caída. Quisieras alguna vez un poco de certidumbre, que el alambre fuera un camino más ancho y que bajo los pies hubiera una red para acabar el vuelo.
Recuerdas la historia, quizás solo era un cuento para iniciados, de aquel tipo caminante en las alturas, el que soñaba con ser Pegasus y olvidó que hubo un Ícaro. Aquel artista que miraba la estrella, sin percatarse de que cegaba además de derretir la cera. Desde la altura menospreció aquel mundo que creía diminuto y a sus pies. Tomó impulso y ejecutó su pequeño salto mortal. Quizás fuera consciente por un instante de que aquel salto, aunque pequeño, era mortal.
O aquella otra historia del tipo que construía castillos en el aire. Sin cimientos y con naipes como estructura. Un soñador que nunca llegó a parte alguna, expuesto siempre al vendaval o al más insignificante soplido para desbaratar sus inconsistentes planes. El futuro volaba y se desparramaba como los naipes sobre la mesa, cuando el as no valía más que una dama y un dos no era inferior a un rey.
Hay muchas formas de abrazar los abismos. Sin embargo, sin red el final no suele variar. Solo queda disfrutar del vuelo, cruzar los dedos para que ese día no brille el sol y la cera mantenga unidas las alas. A sabiendas de que en el fondo es una apuesta perdida, un fallido intento, y que nunca se llega a ser ave, pese a que bastantes logren ser pajarracos.

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