viernes, 28 de abril de 2023

Los 'okupas' de las fotos

Entre aquello de que ‘no existes si no sales en la foto’ y eso otro de que ‘una imagen vale más que mil palabras’ y, ante su incapacidad para trascender con propuestas o argumentos, los políticos han optado por ‘okupar’ las fotos.
Hace unos días el esperpento se vivía en el anuncio, a bombo y platillo que para esos las elecciones están a la vuelta de la esquina, de la reparación de una carretera en la provincia de Jaén. Dejando al margen que dar respuesta a los problemas de los ciudadanos es su obligación como responsables de un área de gobierno, sea la que sea y pertenezcan a un partido u otro, no es de recibo esa aparición masiva de políticos en las fotos de la prensa o en las imágenes de la televisión, que informativamente no aporta nada y causa espanto y vergüenza ajena a los cabales.
Hace unos meses fue en la entrega de unos premios en la Institución Ferial de Jaén (IFEJA), donde algunos galardonados eran desplazados por los políticos de turno a un segundo plano; de modo que era un ejercicio de agudeza visual distinguir en la imagen a los verdaderos protagonistas del acto.
Y quizás alguno piense en ese concejal del Ayuntamiento capitalino que se autorretrata en las redes sociales y no se pierde una foto con su futurible, pero que no pasará a los anales de la ciudad por una propuesta para el presente o el futuro de Jaén. Con eso se debe haber ‘ganado’ repetir en las listas, así que nos esperan otros cuatro años de pasarela de selfis.
O quizás algún otro se acuerde de aquella delegada que se abría paso a codazos para hallar su lugar en la política, que probablemente desde su perspectiva era la primera fila de la foto. Curiosamente la retiró de escena una grabación de voz. Sería por aquello de la justicia poética del triunfo de la palabra sobre la imagen.
Seguro que a ustedes se les ocurrirán más ejemplos iguales o similares y seguro que les provocan el mismo bochorno. Pero no sean duros con los políticos, ya saben que a ellos sus asesores les dicen que sonrían y besen a los niños, al menos mientras haya una cámara y alguien para grabar o hacer la foto.
Piensen también en el papel de los medios de comunicación y de algunos periodistas. Piensen en lo fácil que es no difundir esa imagen de los políticos ‘okupas’ y pregúntense porqué esa complicidad de políticos y periodistas en la ‘okupación’, que deja en evidencia a unos y otros.
No sé ustedes, pero yo me apunto al ‘desahucio visual’.   


Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 27 de abril de 2023.

domingo, 16 de abril de 2023

García

El 3 de febrero quedó para la historia como ‘el día que la música murió’. Ya saben, aquella irrepetible inspiración de Don McLean convertida en canción. Aunque lo cierto es que la música sigue muy viva.
Prueba de ello es el concierto de García, acompañado por El Hombre Garabato, en la Sala La Mecánica de Jaén. José Antonio García sabe algo, yo diría que bastante, de muertes y resurrecciones; no sólo de la música, también de bandas, porque, a fin de cuentas, como él mismo canta muere cada noche y resucita al amanecer. 
Siempre será la voz de 091. Pero no es sólo eso, es TNT, Guerrero García y una aventura en solitario de la que ha visto la luz su tercera criatura, “Fuera de control”. Una excusa perfecta para girar por salas y reencontrarse con sus seguidores. 
Porque eso es parte de la grandeza de José Antonio García, subirse a un escenario y darlo todo, ya sea para algo más de un centenar de personas como en La Mecánica o para miles abarrotando una plaza de toros o un pabellón de deportes. 
Sube al escenario, que ocupa como pocos, y desde allí, aunque resulte paradójico teniendo en cuenta el título de su último disco, controla todo durante el tiempo que dura el concierto. 
Casi dos horas de canciones. Las nuevas, las antiguas y aquellas que todos deseamos escuchar para gritarlas y sentir ese disparo que hace a una bala de rock atravesar la sala, dejando una estela que dibuja el hilo del tiempo. El ayer, el hoy y ese impredecible mañana, donde pase lo que pase resucitaremos una vez más. 
“Carne cruda”, de los Cero; “Gilmore 77”, de TNT; “A punto de estallar” y “Nubes de colores”, de su disco “Cuatro tiros por cabeza”, y “Situación límite” (“Ya no hay luz, de Conservantes Adulterados), incluida en su anterior disco, “Lluvia de piedras”. En alguna ocasión ha afirmado que los Conservantes eran “la mejor banda de Jaén”; una proclama a la que no es ajena su amistad con el desaparecido Carlos Berges o con su hermano Esteban. Una banda a la que rebautizó el también ausente Carlos Berlanga. El nombre original era Conservantes Autorizados, pero Berlanga, que según Diego Manrique atesoraba “el arte del diletante”, cambió la autorización por la adulteración y a Carlitos Berges le gustó aquello y así se quedó. 
De igual modo que aquel otro 3 de febrero no murió la música, tampoco, pese a los Conservantes, perdimos la luz. Es cierto que “todo puede ser peor”, pero nadie dudará de que no tiene por qué ser así. Al menos mientras José Antonio García esté en un escenario y nosotros abajo como el que espera sentado en un andén, sabiendo que tarde o temprano ese tren llega y que no necesariamente tiene que llevarte a parte alguna. 
Aquí en Jaén estamos versados sobre eso de rodar cuesta abajo. Es decir que conocemos esa otra cara de la moneda que son las cuestas hacia arriba. Y como pasan pocos trenes sabemos a cuál subirnos y qué cara de la moneda elegir. Con José Antonio García elegimos el anverso y aceptamos subir para viajar en un tren que sin salir de la sala de conciertos nos lleva hacia el sol. O lo que es lo mismo, hacia la luz. 
 
Crónica publicada en Mondo Sonoro (Edición Sur), abril de 2023.

domingo, 2 de abril de 2023

Y los sueños...

 

Imagino desde el gallinero, donde habitamos los rezagados de cualquier nacimiento, un aterrizaje en el patio de butacas. Y durante ese vuelo efímero y sin retorno me siento un gigante. Anhelando un destierro donde no existe la soledad, tan sólo paz. A sabiendas de que no hay otro exilio que aquel que enajena de uno mismo. 
Y al cabo nada debo, más que un puñado de años buenos, malos y/o regulares que no pueden cobrarse con un pagaré, firmado o sin rubricar. Consciente de que una espina vale para un adiós y de que en el baúl de los cachivaches duerme un bolero ganso que espera ser hallado. Uno de esos de amores despechados y mucho cansancio. Uno que sirve para un epitafio. 
Cabalgo mi caballo de anís para beber un mar sin fin donde no se dibuja el horizonte y donde no existe la opción de elegir muerte, porque ella siempre está por llegar y porque no hay escape del carrusel. Así que la condena es caminar sobre las cenizas, propias o ajenas, sin perder la esperanza, pero sin posibilidad de que surja un nuevo fénix. 
Volar, al final todo se reduce a volar, a saltar al abismo con cera en las alas y muy cerca del sol para garantizar un aterrizaje imperfecto y definitivo. Miras atrás y sólo existe la coartada de que sea un sueño. 
Y en ese instante se escenifica el milagro de la vida, incluso para el escéptico que se enroca en un tratado de filosofía, cuando, a pesar de estar ausente el bandoneón, cuelgan las lágrimas de las cuerdas a las que Ángel arranca un lamento; las mismas que acompasa Rafa y de las que, probablemente, nunca llegarán unas gotas si quiera a humedecer las tablas de ese teatro en el que en una noche de abril se escribe una irrepetible historia. 
De puro guapo maqueamos el atardecer con esencia arrabalera, cuando el maestro D. Antonio Bartrina le da un vuelco a las cábalas, guiñando un ojo al destino y convirtiendo un tango en un salmo. Entonces, por un momento, se para el tiempo, volvemos la vista al ayer, a lo que fuimos, somos condescendientes con el presente y renunciamos a vislumbrar el futuro. En ese instante no hay vuelo que valga y sólo algunos son capaces de entrever en las sombras al dinosaurio.