miércoles, 30 de diciembre de 2015

Lagarto

Uno tiene la sensación de que si las cuevas de Altamira o los frescos de Pompeya hubieran estado en Jaén hoy no existirían, porque habrían sido pasto de la piqueta o la excavadora. Y por supuesto, por acercarnos en el tiempo, un fenómeno artístico como Banksy no hubiera sido posible. 
Por eso no es extraño que una obra de arte urbano contemporáneo tan jaenera como “La leyenda del lagarto”, creada por el pintor y escultor José Ríos y el graffitero Belin, corra peligro de demolición.
Claro que la ley está para cumplirse. Pero no es menos evidente que está para aplicarse. Y uno piensa que el juez o el mismo Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) debían haber contemplado en la aplicación de la ley la protección de una obra de arte que es patrimonio de la ciudad de Jaén y de sus habitantes. 
Desgraciadamente, llueve sobre mojado. Porque en Jaén ya desaparecieron la escultura “Inercias”, de David Padilla, que estaba ubicada en la plaza de San Francisco, o las esculturas del Árbol en la calle Arquitecto Berges y la mano de “Me gusta”, en la rotonda del vial norte, ambas de José Ríos. 
Estas desapariciones y la amenaza sobre “La leyenda del lagarto” muestran la falta de sensibilidad y el déficit cultural de una parte de nuestra sociedad. Que además confunde arte y estética. 
No tenemos pelos en la lengua para criticar y poner a parir a los talibanes por destruir los budas de Afganistán y sin embargo, aceptamos la destrucción de obras de arte en nuestras calles. El triunfo de la ignorancia. 
Me cuenta José Ríos que desde la administración le han asegurado que el tema está resuelto. Y por tanto, su lagarto, nuestro lagarto, seguirá tomando el sol. Aunque desconoce si la solución pasa por desmontar el muro y llevarlo a otra parte o por una permuta de terrenos con el propietario de la parcela. 
En otras ciudades, como Londres, el arte urbano además de ser patrimonio universal se ha convertido en reclamo turístico. Lo que se traduce en dinero y empleo. Y supongo que también contribuirá al orgullo y a la autoestima de los londinenses. 
En Jaén contamos con creadores con talento que han dotado a la ciudad de una importante colección de arte moderno al aire libre. Ahora que se habla tanto de poner en valor, emprender y palabros similares ¿quién da el paso?
¡Lagarto, lagarto!

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 30 de diciembre de 2015.



miércoles, 16 de diciembre de 2015

Y santas pascuas

Uno puede estar a favor o en contra de que se adornen las calles en navidad. Y por supuesto, puede expresar su opinión sobre los objetos elegidos para esa decoración.
Que, por cierto, comparándola con otras ciudades, no prima en Jaén el buen gusto en la elección y colocación de estos adornos. Y el resultado, por decirlo educadamente, no levanta pasiones. Vamos, como la cabalgata de reyes.
Aún así, no se justifica que algunos vecinos, en plan gamberro o en plan reivindicativo, se lleven las macetas de las Flores de Pascua instaladas en la vía pública para decorarla.
Podemos pensar que querían llamar la atención y mostrar su rechazo al despilfarro que supone gastar el dinero público en adornos navideños, cuando hay familias que no tienen para comer o para pagar la luz. O simplemente, que no les gustaban, como los monumentos instalados en las rotondas de entrada a la ciudad por el alcalde a la fuga y hoy candidato al congreso, y ante la imposibilidad de llevarse estos, han escogido simbólicamente los 'pascualinos'.
También podemos creer la versión de que ha sido cosa de críos. La típica gracieta de niños o jóvenes. Ya saben, la de rojo, la cojo y pies para que os quiero.
Y por último, lo más preocupante, que son vecinos como usted y como yo que han decidido adornar su casa con el dinero de todos. Vamos, como si les hubiera dado por entrar en política por la puerta grande, arrasando con lo público para lograr el beneficio privado.
Por desgracia, todo se reduce a lo mismo, a la falta de civismo. A creerse poseedor de todos los derechos y huérfano de obligaciones. A no comprender que la vía pública es un espacio común de los ciudadanos y que todo lo que hay en ella, bancos, papeleras, farolas... Y hasta los 'pascualinos' debe respetarse. Y no destrozarlo o llevárselo como hacen algunos.
Porque además, estos amigos de lo ajeno que nos roban a todos, incluso a ellos mismos, no se dan cuenta de que nos hacen pagar dos veces por el mismo concepto.
Qué oportunidad han perdido los políticos en campaña, en lugar de repartir papeles con propuestas que no van a cumplir, podían haber regalado 'Pascualinos' a sus presuntos votantes.
Así nos hubieran evitado el bochorno. Porque llevarse las Flores de Pascua es ganas de hacer la pascua. Si llegan a ser jamones... ¡Vaya tropa!

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 16 de diciembre de 2015.

viernes, 11 de diciembre de 2015

El futbolín

Aprietas con fuerza el caucho de la empuñadura y golpeas la bola, pasándola de los medios a la delantera con suavidad y rapidez para colocarla donde el porteo no pueda alcanzarla. Quizás no tengas la precisión de antaño, pero no has perdido el toque como con el taco del billar.
Ahora que los adornos navideños abandonan las cajas para inundar la casa no puedes evitar pensar que algún día desaparecerán en esas mismas cajas o en algún lugar similar. Olvidadas en un armario, perdidas en un rincón, porque ellos habrán crecido y se habrán marchado y no merecerá la pena vestir la casa en Navidad. 
Es el dibujo de un futuro que vendrá como un soplo. En un instante. A pesar de que ahora parezca lejano y de que el presente te devuelve la mirada al pasado.
Entre sus gritos y el sonido de la bola al chocar con los laterales de madera recuerdas cuando tenías unos pocos años más que ellos. Cuando el futbolín era uno de los territorios de la adolescencia.
En la ciudad que habito los jugadores eran de hierro, con las piernas abiertas; y en Madrid eran de madera, sin piernas. En la primera ir a las salas de recreativos se le llamaba 'ir a los vicios', mientras que en Madrid era 'ir a los billares'. 
No valía el hueco, jugábamos al pierde-paga por parejas y el que ganaba seguía jugando. Yo era el rey de la 'cuchara'. Cuando la pareja era una chica, éramos más 'chulos que un ocho'. Y sí, a ellas también les brillaban los ojos. 
Estábamos en nuestro hábitat. Nos 'saltábamos' alguna clase, bebíamos las litronas de cerveza a morro y las drogas comenzaban a sernos familiares. Sonaban Leño y Asfalto, alternábamos a Serrat con Silvio Rodríguez y soñábamos con Moustaki, pero también descubrimos a The Specials y a Madness y editaron el “London calling”, de The Clash. Luego vino La movida y seguimos jugando al billar y al futbolín. De los billares pasamos a bares, tabernas y garitos. Del barrio de La Estrella y de Retiro a Malasaña. Y seguían brillándonos los ojos. 
La bola no dejaba de rodar sobre aquellos rectángulos que formaban parte del paisaje de nuestras vidas. Era raro no encontrarse con uno u otro y era inevitable sacar una moneda, introducirla en la ranura y atrapar las bolas rayadas y lisas en el rectángulo o lanzar la bola al medio para comenzar la partida. Sin prisa. Disponíamos de todo el tiempo del mundo y unas vidas por delante. 
Escribo mientras escucho en youtube el último concierto de los 091 y en el reproductor el Básico de Antonio Vega y el disco rojo de Radio Futura. Ellos también estuvieron allí. Nos acompañaban en aquellas tardes y aquellas noches. En el Penta, en la Vía y en tantos otros. Sin saber que su música es lo único cierto que permanece de aquel entonces. 
Algunos cambiaron el brillo de los ojos por fragmentos de cristal. Otros descubrimos que, como cantaba La Mode, el tiempo se perdió sin que nadie lo gastara. En la búsqueda recorrimos un camino sin marcha atrás y ya no sabemos qué queda por delante. Porque ahora menos que nunca importa dónde llegar y para qué. 
Sí, ya sé que hoy hay una nueva generación dispuesta a cambiar el mundo. No sé que es lo que leen o que música oyen. Sé que tomaron las plazas y ahora pretenden asaltar el poder. Y temo que como otros antes, demasiados se quedarán en el camino. Los que valen la pena.
Espero que al menos hayan hecho rodar las bolas del billar y del futbolín.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Ayer


No hace falta girar la cabeza para ver lo que se dejó atrás. Tampoco hace falta que alguien te lo recuerde. La experiencia enseña a conservar la capacidad de no olvidar del todo. 
Hoy pinchas un disco o abres un libro al azar y raro es que no aparezca uno de esos guijarros de los que devuelve a la memoria parte de ese camino andado y que en demasiadas ocasiones parece extraviado. 
Lo que fueron miedos se han transformado en hilaridad. Y lo que eran deseos se consumaron o se consumieron. Sobreviven algunos sueños, probablemente por inalcanzables o porque uno no acaba de desprenderse de cierta carga de ingenuidad en su deambular por la vida. Y permanece la duda. 
Tendemos a mirar hacia adelante. Por comodidad o por no pegarte un leñazo. Probablemente porque la mayoría de lo que quedó en el pasado ya no tiene remedio, ni siquiera una segunda oportunidad. Pero, los peros, de vez en cuando a ese disco o ese libro se les suma una noticia real, casi siempre en forma de desgracia. Y consciente o inconscientemente desandamos parte de ese camino entre lo que somos y los que fuimos. Para volver a ese tiempo pretérito en el que estamos todos y la muerte no tiene cabida. No por negar la realidad, el fin de la propia existencia, sino porque en ese instante y en aquel lugar que ya no están aparecía la muerte de los otros, pero estaba ausente nuestra muerte. Quizás y sin saberlo fue entonces cuando disfrutamos de la inmortalidad. 
Fuimos inmortales entre alpha y omega, entre birras, palabras y rock. Y hoy, mortales, seguimos con esas birras, palabras y rock, aunque ni saben, ni suenan igual.

(No duermen por la noche las criaturas de la luna, aunque hoy somos casi todos hijos de esa luna, hombres de corazón roto y sueños pretéritos que cargan sobre sus hombros la muerte de otros. Mientras el resto de la ciudad duerme, una puerta entreabierta dibuja un haz de luz y deja escapar los acordes del último rock. Las manos se aferran al cuello de una botella y apenas brillan en la oscuridad los ojos de gata de la camarera, que ya no vierten lágrimas de nostalgias compartidas. Al marchar casi ni se percibe el ruido de los pasos propios y la sombra es el recuerdo de lo que fuimos. El trago iba por tí que ya no despertarás. Birras, palabras y rock hasta el amanecer).

Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos,/aunque a veces nos guste una canción. Elegía y recuerdo de la canción francesa. “Moralidades”, Jaime Gil de Biedma (1966).

jueves, 3 de diciembre de 2015

El nudo de la pajarita

Una de las cosas que no me enseñó mi padre fue a hacerme el nudo de la pajarita. Le pedí que lo hiciera y me dijo que lo haría. Pero lo fuimos posponiendo hasta que ya fue demasiado tarde. No aprendí. Así que conservo una, solo una, de sus pajaritas; que vive colgada de una percha ante mi incapacidad e ignorancia para anudarla al cuello.
Ahora parece algo sin importancia porque la mayoría de las pajaritas son de click y vienen con el nudo hecho. Como aquellas corbatas con la tira de goma que en el colegio parecían la solución definitiva y que yo evitaba renunciando a la camisa y optando por un jersey de cuello de cisne. 
Pero han de creerme, no es lo mismo. Ya sé que muchos dirán que da igual porque no se ve. Y ahí reside el error, no se trata de que se vea o de que no se note. Ni siquiera de que la mayoría de la gente sea incapaz de distinguir un nudo de pajarita o de corbata anudado a mano del que viene anudado de fábrica. 
La cuestión es que yo lo sé. Las cosas son mucho más simples de lo que creemos o queremos creer. Se trata de eso, de que uno lo sepa y por tanto elija lo que quiere llevar. Sin importarle que el de enfrente distinga la pajarita con el lazo anudado a mano de la que viene anudada de fábrica. Y yo, probablemente por capricho, prefiero la anudada a mano. Aunque solo sea por desanudarla. 
Sí me enseño a llevar gorra y sombrero. Por separado, obviamente. Nunca entendí porque las pajaritas, las gorras y los sombreros dejaron de usarse mayoritariamente y se convirtieron en accesorios de niños o de ancianos. Cosa seria. Quizás por eso me alegro de que la moda, a pesar de su condición voluble y efímera, nos los haya devuelto. 
Las gorras y los sombreros tienen una función determinada. Salvaguardar la azotea, tanto el contenido como el continente. Protegerla del frío y del sol, especialmente aquellas despobladas de cabello, pero sin olvidar a aquellas otras de abundante melena. Y en esa labor adquiere capital importancia evitar el achicharramiento o congelación de las neuronas, sobre todo en aquellos casos en que la escasez neuronal es sintomática. Y sí, soy consciente de que en estos casos la gorra o el sombrero son probablemente insuficientes y lo más adecuado sea llevar casco o chichonera. Por protección, porque la regeneración está descartada. Y porque la lobotomía, que también fue una cuestión de moda, es antiestética. 
No se apuren, siempre nos quedarán las pajaritas y los sombreros de papel. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Habemus alcalde

El relevo se ha consumado. Como los matrimonios. Y ya tenemos nuevo alcalde. Javier Márquez sustituye a José Enrique Fernández de Moya. 
El cambio me ha hecho recordar a la difunta Duquesa de Alba y aquella afirmación sobre su hijo Cayetano “cambia de camisa como de novia”. Porque en este caso puede que hayamos cambiado de novia, pero la camisa es la misma. 
Disculpen pues que no comparta el entusiasmo por el trueque. Tú, el bastón de Jaén y yo, el sillón de Madrid. 
Es cierto que el listón que deja el alcalde a la fuga está tan bajo que cualquier cambio nos va a parecer bueno. Es obvio que ganaremos en las formas, porque el nuevo alcalde no gasta los malos modos de su antecesor, pero lo de la mejora en la gestión está por ver. Aunque también es cierto que no parece algo difícil de superar. 
Ahora bien, esta subida de un listón bajo mínimos no significa que Márquez disponga de un cheque en blanco, a pesar del aval de los tres concejales de ciudadanos. Tan previsible. 
El acto de toma de posesión ya ha supuesto una ruptura con la etapa anterior. Tanto en las formas como en el fondo. Con presencia de las distintas administraciones al margen de su color político, como debe ser, y con el anuncio de proyectos, para el casco antiguo y el polígono industrial. 
También asistió el presidente regional del PP para bendecir el cambio. Cuesta entender porque Moreno Bonilla aceptó la imposición de Fernández de Moya como candidato a la alcaldía, cuando era un secreto a voces su plan de fuga y Márquez se dejaba querer. 
Hubiera sido más lógico presentar a Márquez como candidato y dejarle las manos libres para elegir a sus compañeros de viaje. Entre los que a buen seguro no estaría el concejal Miguel Contreras, esa herencia envenenada que le dejan Fernández de Moya y García Anguita, cuyos modos nos recuerdan tanto al ya ex alcalde. 
Los entusiastas del cambio en la alcaldía pregonan, como anticipo navideño, el desbloqueo de los proyectos tutelados por Ayuntamiento y Junta de Andalucía, con el tranvía a la cabeza. 
Argumentan el talante del alcalde, como hacían otros con el presidente Rodríguez Zapatero, y su condición de jiennense. Como si los anteriores alcaldes hubieran sido de Cuenca o Sebastopol y como si Márquez no fuera del PP. 
Esperemos que el relevo sea para bien. Porque peor es difícil, pero no imposible.
 
Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 2 de diciembre de 2015.

 

martes, 1 de diciembre de 2015

Seis veces cien

Son solo cifras. Frías hasta que se las dota de un significado. Hasta que se las ubica en un contexto. Y aún así, no logran evitar lo que son. Simplemente un dato, al que se da valor o se desprecia. 
Mis seiscientas no difieren mucho de aquellas Siete de un golpe. Pueden parecer muchas o pocas, una gesta o una bobería. Solo depende de lo que uno quiere decir o de la parte que no dice o de lo que uno entiende o de lo que no ha querido entender. A fin de cuentas vivimos con demasiada frecuencia en el equívoco, como si deambuláramos por un alambre tendido sobre el abismo; de modo que cada paso que damos está marcado por el miedo a caer, hasta que llegamos a un punto en el que estamos convencidos de lo contrario, de que nunca caeremos y por tanto el alambre es el más ancho de los caminos. 
Así que convertidos en funambulistas avanzamos, porque se trata de eso, de intentar no retroceder, de no desandar los pasos dados sobre el alambre. Ni siquiera para tomar impulso. Poco importa que el alambre solo sea la distancia más corta entre dos puntos y que no conduzca a destino alguno. 
Mi alambre es invisible. Debe estar tensado en medio de un océano real o imaginario. Y creo, ni siquiera puedo asegurarlo, que soy incapaz de deambular por él. La gran paradoja es que probablemente llevo años caminando sobre él, yendo de uno de sus extremos al otro. Andando y desandando. Sintiendo el agua de ese mar como una prolongación de mi propio cuerpo, reflejando en el rostro los efectos de la sal de esas aguas y de los rayos del sol; surcos abiertos como las grietas de la tierra firme, tan lejana y tan invisible. Inalcanzable como un espejismo. 
Y continúo agarrado a esa tabla que era y siempre ha sido este blog. El asidero en medio de ese océano que resiste el envite de las olas y prolonga la mano del jugador con las cartas marcadas para mantener la mueca del joker. Superviviente del naufragio y sin embargo, náufrago. En el mar, en la luna, en la séptima avenida, incluso en mi propio callejón. 
Habitante de una de esas islas que no se encuentra en los mapas. Partidario de construir puentes, sin renunciar a prenderles fuego como a aquel barco al que se le negó el viento para arribar a buen puerto o a esos bancos convertidos en las iglesias del siglo XXI. 
Conservo la ventaja de que los gatos siempre caen de pie y la creencia de que tienen siete vidas. Y a pesar de haber perdido la cuenta hace tiempo de las vidas que restan de esas siete, no es cosa menor caer de pie y seguir viviendo. 
Y soy consciente de que la esperanza vive siempre en las palabras, más allá de las cifras. Al fin y al cabo, 600 entradas en un blog solo son una menos que mañana o una más que ayer.

domingo, 29 de noviembre de 2015

La bicha

Algunos dicen que es mejor no mentarla. Por aquello de asociarla al mal y a la perdición del Paraíso. Aunque la realidad es que el pobre bicho no tenía opciones. Le habían otorgado de antemano el papel y lo único que podía hacer era una interpretación de categoría que quedara para la eternidad. Y no hay duda de que lo consiguió. 
Si su oferta era aceptada, como así fue, quedaba señalada para siempre como símbolo del mal. Pero en caso de no haber sido aceptada, algo no previsto por los guionistas, hubiera pasado a la posteridad como símbolo de la derrota. Es decir, como lo de elegir entre susto o muerte. 
Sin embargo la manzana no salió tan mal parada. Ni de esta ofrenda, ni de la de Blancanieves. Tal es así que le reservaron papel protagonista en la teoría de Newton y en la hazaña de Guillermo Tell; aunque es cierto que con desigual suerte, ya que del héroe suizo recibió un flechazo. 
Y lo de Adán y Eva, juzguen ustedes. Algunos, demasiados, heredamos aquello de ganar el pan con el sudor de la frente, pero otros, no solo han vuelto al Paraíso sino que además han ampliado las instalaciones. 
A mi padre le gustaban las bichas, como llaman a las serpientes en la tierra que habito. Decía que le traían suerte. Como otros lo dicen de las ranas, los búhos o de los elefantes; eso sí, solo de los elefantes que tienen la trompa hacia arriba; para lo que sin duda Freud encontraría rápida explicación. 
El caso es que las serpientes o las bichas no gozan de buen cartel. Será por las connotaciones bíblicas y por eso de arrastrarse sobre su viente y su lengua bífida. Características comunes a otras 'serpientes' de dos patas/piernas que muestran gran habilidad para reptar y en la doblez de su lengua. Respecto a la capacidad venenosa, daría para un extenso estudio, ya que es sabida la existencia de una amplia variedad de especies de serpiente carentes de ella y en cambio, es conocida la numerosa población de otras 'serpientes” que se exponen a una muerte segura en caso de morderse, accidentalmente, la lengua. 
Ignoro que suerte puede otorgarte una serpiente. Más bien la fortuna se hallará en que no te asfixie o no te muerda. Porque lo de la manzana a estas alturas resulta difícil de creer. Por mucho que predominen las pícaras viborillas frente a pitones o mambas negras.

sábado, 21 de noviembre de 2015

La oscuridad de las palabras

Las palabras no mienten. Somos las personas quienes las convertimos en huecas, en palabras vacías. Somos las personas quienes las utilizamos fuera de contexto o las desposeemos de su significado por conveniencia.
Siempre están a nuestro alcance y nos enseñaron a emplearlas correctamente. Incluso aprendimos a hacer uso de la metáfora para decir lo mismo de distintas formas. 
Pero las empleamos de manera interesada y las hacemos caducas. Convertimos el hasta pronto en un adiós, el sí en un no, el siempre en un nunca y el quizás en el instrumento del engaño, del autoengaño.
Sobre el quizás se sustenta la esperanza que lleva a la desesperanza y se levantan los sueños que saben a fracaso. Y el todavía ya es ayer, para hacer de la prudencia la máscara del idiota y de la paciencia la señal de la indiferencia. 
Vapuleamos las palabras, las manipulamos para conformar el argumento de la justificación y desprovistas de sentido las sumimos en la oscuridad. 
Apagados los candiles, descubrimos que tras los cristales cohabitan el silencio y el mundo interior. Y al otro lado de la ventana caen las primeras gotas de lluvia, preámbulo del frío, la nieve y el hielo. Como la vida misma.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Las islas imaginarias

Todavía hay quien sale a buscar islas imaginarias. Un viejo anhelo de los desencantados con la realidad. Aquellos que sueñan con pisar tierra firme para mitigar el escepticismo al que conducen las preguntas sin respuesta.
La media cáscara de nuez, con un palillo a modo de mástil y un trozo de papel como vela que invita al viento a impulsarla, ha abandonado las manos infantiles para convertirse en un sólido barco que desde el embarcadero de la imaginación parte a navegar por océanos y mares. 
Hoy más que nunca queremos ser como Corto Maltés, incluso ser él, para guiar el timón con mano firme, adivinar la dirección del viento por el dibujo de las olas y alcanzar una de esas islas. 
Es una búsqueda desesperada. El intento de hallar un refugio temporal para resistir el día a día y soportar sin doblegarse cada amanecer. 
Porque al caer la noche, con los pies hundidos en la arena y el sabor de la sal mezclándose en la boca con algún licor, apuraremos la botella que lo contiene y la estrellaremos contra las rocas para evitar la tentación de que aprese las palabras y las lleve al continente real más cercano. 
Consumiremos días y noches en esa búsqueda. Y sí, pisaremos islas de oscuras selvas donde no se halla lo perdido; islas de tierra de fuego que te abrasan las entrañas sin tocar la piel e islas de hielo que necesitan mucho ron para derretirse. 
Cada isla es y será un espejismo. Y aún así nos hace debatirnos entre la duda de construir puentes o quemar el barco. Y esa incertidumbre es la que guía la búsqueda y la dota de una razón de ser.

jueves, 19 de noviembre de 2015

El momento y la hora

Ha llegado el momento de volver a tomar la calle. De hacer oír la voz de la sociedad. Y de nuevo, clamar contra la guerra. 
Es la hora en la que la sociedad civil ha de reclamar una oportunidad para la paz. Si ponemos los muertos, si es nuestra sangre la que se derrama, si padecemos el dolor y el miedo, si golpean en el corazón de nuestras ciudades y la respuesta de nuestros gobernantes es la violencia, el ojo por ojo, debemos reclamar y defender nuestro derecho a expresarnos. Estamos obligados a demostrar el valor y el peso de la palabra frente a las armas. 
Ha llegado el momento de volver a pisar las calles. De gritar contra los de aquí y contra los de allí. De denunciar que ni aquí ni allí hay 'daños colaterales' sino víctimas inocentes, personas que mueren o son heridas por acción de los señores de la guerra, los que portan las armas y los que las disparan desde los despachos de Occidente y Oriente. 
Es la hora en la que la sociedad civil debe desenmascarar a los gobernantes de doble lengua y medias verdades, a los responsables de regar con sangre ciudades y desiertos como parte de una transacción comercial en la que la balanza siempre se inclina por el peso y valor de los petrodólares, los diamantes, el coltán, el gas..., el negocio y el poder. 
Ha llegado el momento de abrir las grandes alamedas. De caminar en una misma dirección para aplicar la pedagogía necesaria a este viejo Occidente que se desangra renegando de sus orígenes y conculcando el Estado de derecho y a ese nuevo Oriente, que en realidad es tan viejo o más que ese Occidente, con sus sistemas feudales y sus reminiscencias tribales. 
Es la hora en la que no vale el silencio. Cuando tampoco sirve mirar para otro lado y esperar que sea el otro el que dé el paso. No caben excusas, ni justificaciones. No hay lugar para la apatía o la pereza. 
Estamos en nuestra encrucijada. ¡NO A LA GUERRA! Es tiempo de democracia y libertad.
Ha llegado el momento y la hora.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Dónde está la gente?

La cita era el domingo a las doce de la mañana en la Plaza de las Batallas. Es verdad que nadie está obligado a acudir, pero mi sensación es que había muy pocas personas.
Y de esas personas que estaban concentradas para manifestar su rechazo y su pesar por los asesinatos terroristas de París, un elevado número eran políticos.
Si, ya sé que estamos en precampaña electoral. Y que algunos aprovechan cualquier acto para salir en los medios de comunicación. Pero no sé qué valor tiene su presencia en estos actos donde deberían estar a título personal y no como políticos; y ejerciendo.
Qué cómo sé que no estaban a título personal. Obvio, en tal caso no vas con tu gabinete de prensa. Por estar estaba hasta el alcalde, que ahora que se va no tiene prisa por desaparecer de estos actos.
Esa presencia masiva de políticos y la ausencia notable de jiennenses nos hizo a varios compañeros allí presentes plantearnos la siguiente cuestión, ¿la gente no va a este tipo de actos porque van los políticos? O planteada de otra forma, ¿entendemos que estos actos deben protagonizarlos los políticos en sustitución de la sociedad civil?
Y puestos a hacer examen de conciencia ¿qué responsabilidad tienen los medios de comunicación en ello?
En esta cita, a mí me interesaba más escuchar al ciudadano que al político. Pero la realidad es que la prensa busca primero al político y luego, para rellenar, al ciudadano.
Claro, que para opinar y para participar es importante estar. No vale con sentarse en el sofá de casa y lucir avatar de la bandera francesa en las redes sociales.
Así nos convertimos en una ciudad muda o como poco, tartamuda. Una ciudad adormecida, sumida en un letargo que aceptamos plácidamente.
Nos convencemos de que podemos hacer poco o muy poco y de que cuando hacemos algo, no vale para nada. Pero ya que no logramos que nos escuchen, al menos que nos vean.
El lunes se convocó otra concentración a la misma hora y en el mismo lugar. También en otros puntos de la ciudad. Sin comentarios.
¡Vive la Liberté!

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 18 de noviembre de 2015.


domingo, 15 de noviembre de 2015

La barbarie

Contra la barbarie. Siempre contra la barbarie. Pero entendámoslo o al menos intentémoslo por una vez; no es una cuestión de patrias, banderas, etnias o creencias, es una cuestión de negocio y poder, que se reviste con y de lo anterior para alimentar los más bajos instintos y hallar justificación y el caldo de cultivo de la ignorancia. Más educación, más cultura, más diálogo y tolerancia. La palabra, siempre la palabra, frente a las armas y el dinero. Sus guerras y sus negocios nos traen muerte y dolor. Hoy a Francia, ayer a Siria y mañana...

jueves, 12 de noviembre de 2015

El adiós de Don Nadie

Se va uno de vacaciones y a la vuelta le han convocado unas elecciones. Generales y anticipadas. 
Este gobierno del triste Rajoy no ha tenido bastante con los recortes en sanidad, en educación, en cobertura social, en sueldos, en becas... Y ha optado también por recortar la ilusión de las navidades para darnos las fiestas con los resultados de las urnas y el previsible mercadeo para gobernar. Tiempos de usura y miseria política en los que los fariseos son Albert Rivera y su Ciutadans. 
Eso sí, por una vez Jaén gana con esta convocatoria. Porque aunque a tramos y con décadas de retraso nos van abriendo kilómetros de autovía. Y Úbeda y Baeza, las ciudades renacentistas, sueñan con un nuevo renacimiento, menos artístico pero más crematístico. 
Y también gana la capital. Jaén es la nada, así que no es extraño que las listas las encabecen los nadie. Y a la ciudad le ha tocado la lotería de forma anticipada con el anuncio de que el actual alcalde irá de número uno en la lista del PP y abandona la alcaldía. 
Salvando las distancias es como el desbloqueo entre Estados Unidos y Cuba. La esperanza del fin de la parálisis de los proyectos para Jaén pendientes del acuerdo entre Ayuntamiento y Junta de Andalucía. 
Dice adiós Fernández de Moya, que probablemente ha sido el peor alcalde de esta ciudad en este período democrático. Un nefasto gobernante, en el fondo y en la forma, que como tantos políticos ha hecho de la política un empleo. 
El nuevo alcalde será Javier Márquez, actual concejal de Urbanismo, cuyas maneras y predisposición al diálogo y al acuerdo vaticinan mejores tiempos para la ciudad. 
En esta ocasión lo que pierde Madrid, lo gana Jaén.

 Artículo emitido en SER Úbeda el 11 de noviembre de 2015.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El legado de la incertidumbre

Afirma el escritor Andrea Camilleri (Babelia, El País, 7 de noviembre de 2015) “...y estoy dejando en herencia a mis nietos y a mis bisnietos la incertidumbre absoluta sobre su futuro”.
La verdad es que el escritor italiano nos deja la certidumbre de su obra, no solo a sus nietos y bisnietos, también al resto; y la certidumbre del compromiso. En la línea de otros grandes escritores y creadores de Italia, como, por citar a algunos, Roberto Saviano o el desaparecido Leonardo Sciascia. 
La afirmación de Camilleri corresponde al ámbito de ese compromiso, a sus ideales de izquierda y al escepticismo sobre la política. Contemplando la vida desde la atalaya de los 90 años. Y demostrando que los intelectuales, por lo menos algunos, probablemente los de siempre (no hay que olvidar las críticas públicas de Camilleri a Silvio Berlusconi, al que tildó de “bufón delirante”, cuando el empresario gobernaba o desgobernaba en Italia), no están desaparecidos, ni en Italia, ni en España (ahí están por ejemplo, Emilio Lledó o José Manuel Caballero Bonald) y siguen siendo referentes y faros imprescindibles para arrojar luz entre tanta oscuridad. 
La incertidumbre es connatural al ser humano. Vivimos sumidos en ella desde el momento de nuestro nacimiento y va inevitablemente ligada al futuro, con la excepción de la muerte; la única certidumbre.
Nuestras preguntas sin respuesta son evidencia de esa incertidumbre. Incluso las preguntas con respuesta nos conducen a nuevas incertidumbres. Y en ese espacio de la duda, habitamos. Unos con más incertidumbre, y por tanto, con mayor número de interrogantes, y otros sin apenas necesidad de plantearse cuestiones. 
Así que más allá de lo material, de lo tangible, es innegable que la incertidumbre es parte de nuestro legado. De cómo lo administramos dependen nuestra forma de vida, nuestra forma de relacionarnos con las personas y nuestro entorno, lo que somos y en lo que nos convertimos. Y nuestra herencia para los que nos suceden.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

La ciudad de los muertos

No entiendo el culto a los muertos, ni comparto determinadas creencias, pero desde que murió mi abuela en 2008 cada primero de noviembre acudo al cementerio de San Eufrasio a llevarle flores al panteón familiar. 
Y cada año siento la misma vergüenza e indignación ante el lamentable estado de ruina y abandono del cementerio. Zonas valladas impidiendo el paso por temor a derrumbes, panteones semiderruidos, lapidas rotas... Hasta estudiantes de Medicina en busca de huesos. Una muestra de que en esta ciudad no se respeta ni a los muertos. Lo que no debe extrañarnos dado el trato que se da a los vivos. 
No deja de ser una paradoja que solo presente un buen estado la fosa 702, donde se levanta el monumento a las víctimas del franquismo. 
Y no valen excusas. Hablamos de un BIC, un Bien de Interés Cultural, que ahora solo se abre entre los últimos días de octubre y los primeros de noviembre para cumplir con la tradición. Y el resto del año permanece cerrado por ruina. 
Las asociaciones Iuventa y Patmos presentaron un proyecto para convertir el cementerio en un parque y poder mostrar así su patrimonio histórico y artístico, como ocurre en ciudades como Roma, París o Viena. Era y es una solución, una buena solución. Pero... 
El alcalde repartía las culpas del estado del cementerio entre la Iglesia católica, como propietaria, y la Junta de Andalucía, como declarante del BIC, y justificaba el papel del ayuntamiento con una inversión en “tareas de emergencia”. Un año más tarde, la concejal de Sanidad y Consumo exhibe los mismos argumentos. Solo falta una definición clara de qué se considera emergencia. 
La realidad es que el equipo de gobierno municipal ha renunciado a la gestión y apuesta por la congestión.
Dicen que no hay dinero en las arcas municipales, porque hay que pagar las nóminas. Y sin embargo, la plantilla y las contrataciones siguen aumentando, con lo que se incrementa el gasto en recursos humanos y, aceptando ese argumento, se deja de invertir en otras partidas. Con el resultado ya conocido de abandono, ruina, suciedad... 
Se preguntaba Larra el Día de los Difuntos ¿Dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? (De la ciudad). Yo no tengo dudas, dentro de la ciudad. En las instituciones, en manos de muertos vivientes. Y de vividores. Jaén es San Eufrasio. Jaén es el cementerio.

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 4 de noviembre de 2015.


martes, 3 de noviembre de 2015

La rueda de la vida

Hay días..., ¡qué días! Las ruedas parecen cuadradas, incapacitadas para realizar con garantía su función. Y ni siquiera la abstracta rueda de la vida es capaz de girar con sentido. Lo de menos es dónde se pare, lo que quieres es sentirte hipnotizado, envuelto en ese giro que desearías inacabable. Como el tiovivo de la infancia. Aquel en el que subido a lomos de un caballo de colores creías que acabaría por rebelarse contra esa noria infinita; saltar, escapar, galopar fuera del círculo y dejar atrás aquella melodía solo imaginable en los territorios de la infancia. Hoy el caballo de colores sigue atrapado en aquel círculo, pero al menos aquella música de feria se ha convertido en un rock & roll y por momentos, el único caballo en que cabalgas está en el morro de un Mustang, cuyas ruedas giran y giran sobre el asfalto.
Igual que tu cabeza. Gira y gira. Y gritas. Twist and shout. ¡Malditos bastardos! Y recuerdas que ese fue el grito de guerra durante una época del amigo Víctor “Rifeño”, por su pasión por el cine y como homenaje a Tarantino, y porque era la mejor forma de definición políticamente correcta de los que están situados en el vértice de la pirámide y parecen destinados a jodernos la existencia. 
Malditos. Podéis danzar, pero nunca podréis caminar por los suburbios donde se almacenan los pensamientos perdidos. Allí donde la memoria encuentra un límite y se convierte en el olvido. Entre las mismas sombras donde solo se distingue media faz del Joker y brillan los huesos de los esqueletos mientras giran invitando a esos mismos malditos a la pista de baile. 
Girad, girad. Danzad, malditos, mientras yo muevo mis solitarios pies de gato en busca de otra rueda de la vida. Donde el lienzo no ahogue el grito, donde los callejones repitan el eco de los maullidos y no suene el galope de aquel caballo de tiovivo que ni siquiera lograba rozar el suelo. 
Yira, yira, cantaba Gardel. Y la rueda no se detiene.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Personas tóxicas

No soy de etiquetar. Y tampoco me gusta que me etiqueten. Pero creo que algunas personas deberían llevar algún distintivo y poder ser identificadas a primera vista como tóxicas. Por ser productos nocivos para el resto de la población, cuya señalización inequívoca nos ahorraría además de la consiguiente pérdida de tiempo en el establecimiento de relaciones de cualquier índole, las consecuencias negativas de estar expuestos a su contacto. 
Son personas como el escorpión de la fábula, cuyo carácter, condición o naturaleza les empuja a causar daño, aunque a la par se lo causen a ellas mismas. No hay problema, ya culparán al prójimo del daño ajeno y del propio. 
Y abundan. Más que los botellines de El Alcázar, como recogía un dicho de la ciudad que habito; sabiduría popular como ejemplo de magisterio. Eso sí, antes de que la cerveza El Alcázar fuera absorbida, y no me refiero al líquido obviamente, por otra cervecera, multinacional, que acaba por hacer desaparecer la marca y lo que es lamentable, fabrica peor cerveza. 
Están apostados en los lugares más inesperados. Dispuestos a intoxicar a cualquiera. Instantánea o lentamente, como un infalible veneno. Habitan en la familia, entre los amigos y conocidos; en los centros de trabajo, en hospitales y colegios; en trenes y autobuses; en parroquias y conventos; en bares y cafeterías; en la cola del cine o en la del supermercado, incluso en la del paro; en la primera residencia, en la segunda y en la de paso. 
Son una plaga. Y aunque el sentido común les identifique como tal, solo el trato les desenmascara; generalmente, tarde, cuando el daño está hecho. No existen campañas informativas de alerta al resto de la población, ni vacunas o remedios preventivos y me temo que en muchos casos, la intoxicación requiere de un largo tratamiento. 
Tampoco es efectivo el boca a boca. Porque los crédulos son legión y hasta que no sufren en carne propia los efectos tóxicos no admiten la intoxicación. Y aún así, hasta les cuesta reconocer al intoxicador y prefieren creer en hombrecitos verdes llegados del espacio o en conspiraciones de gobierno y empresas para imponer el modelo de Hobbes frente al rusoniano. 
No quieren admitir que son el chapapote que contamina mentes y adultera la convivencia. Personas que siempre restan y siempre encuentran cómplices o tontos útiles. Deberían clasificarlos como productos de alta toxicidad y alertar de su presencia.Ya que no hay vacuna, al menos habrá que quitarles la máscara.

viernes, 30 de octubre de 2015

Ella y yo

La elegí porque la amaba. Con sus imperfecciones y las mías. Entonces probablemente yo no tenía ni idea de lo que significaba aquello de amar o simplemente tenía una percepción aproximada que estaba más lejos que cerca de la realidad. Aún así la elegí. 
Podía haber elegido a cualquier otra, pero la elegí a ella. No quería sentirme encorsetado, atrapado entre cuatro paredes tras una mesa, prisionero de una rutina que sabía sería para mí la peor de las condenas. No quería levantarme cada día y ver a un tipo derrotado en el espejo. No quería llegar a ese punto en el que vuelves la vista atrás y abominas de lo que has sido o sigues avanzando con una cínica sonrisa en el rostro. 
Han pasado casi tres décadas. Y me ha roto el corazón, me ha hecho sufrir, me ha quemado las entrañas como las brasas del desamor achicharran el estómago; me ha convertido en la puta y el yonqui que soy, con toda la dignidad que otorgan la necesidad y la adicción. 
Y aún así sigo sin dudar. Aunque a veces lo parezca y diga que ya no me gusta, que ya no la quiero. Aunque haya días que me plantee abandonarla, sé que no voy a dejarla; porque ella es única. Sigue siendo la única, la que por llevarme la contraria y sin aviso o preaviso me proporciona esa dosis que me hace revivir. Justo cuando se abrían las puertas del infierno y me arrastraba por el suelo de la vida preguntándome si esta vez sería capaz de levantarme y sobre todo, cuestionándome si merecía la pena levantarse. 
Es mi Madame Heroine. El rock que pone orden en mi vida. La estrofa del estribillo que está siempre por escribir pero cuyas notas no dejan lugar a la duda. 
Soy periodista porque esa fue mi elección. La necesidad y la adicción surgieron luego. Treinta años después, aquí seguimos los dos. Mi jodida, pero querida, profesión y yo.

sábado, 24 de octubre de 2015

Putney bridge

Algo se barruntaba en los últimos tiempos en Granada. Como el murmullo que precede al agua. Y los ecos llegaron hasta aquí. Pero no era más que eso, el runrún. El ruido que no ahoga el silencio. No había confirmación. Hasta ahora, cuando primero el Ideal y después El Independiente de Granada anuncian el regreso de 091. 
El retorno del grupo que pudo ser. El que cosechó menos de lo que merecía, a pesar de ser una de las grandes bandas de rock de España. 
Vuelven tras 20 años de su disolución y habiéndonos dejado en herencia a Lagartija Nick o la carrera en solitario de José Ignacio Lapido. 
Y ese regreso nos pilla también con dos décadas más a nuestras espaldas. Es en cierto modo, como aquella novia que tienes a los veinte y que el tiempo te devuelve años más tarde, siendo la misma chica pero convertida en otra persona. Los años han pasado por los dos, pero tú miras a la chica de ahora esperando ver a la de entonces. Quizás perdiendo la perspectiva de que tú tampoco eres ya aquel tipo que movía los pies en un concierto de los 091 con la vida por delante, cuando Granada-Jaén-Madrid estaban más cerca que ahora, las barras de bar eran hospitalarias, las noches no morían hasta el amanecer y esa vida tenía una banda sonora. 
Ahora, como Borges, darías cualquier cosa por saber qué se ve en el espejo. Consciente de que siempre es menos arriesgado enfrentarse a lo que está tras el cristal y por supuesto, que a través de él se contempla la vida con una cómoda distancia. 
La otra tarde la pasé laborando y escuchando a los 091. Puede que tuviera algo de premonitorio, pero también e innegablemente es una forma de volver a lo vivido. Como un ejercicio de recuperación de lo conocido, a sabiendas de que la memoria te devuelve una recreación tramposa. 
No todo está mal. Burning celebra sus 40 años en los escenarios, aunque aún no hayamos logrado descifrar que hacía una chica como aquella en un lugar como ese. Los Ilegales de Jorge Martínez presentaron nuevo disco. Y se anuncia el retorno de 091. 
Pero nos falta Strummer. Y solo nos queda subir a la Torre de la Vela o dejar Putney bridge atrás. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Un poemario de 20 años

Podría decirse que es un recién nacido. Fue parido hace casi 20 años, pero ve la luz ahora. Según su autor, el poeta Manuel Lombardo, no hubo quien quisiera publicarlo hace dos décadas. Así que durmió en el hueco de las maderas del cajón; por un lado, los poemas de Lombardo y por otro, el prólogo de José Viñals. Pero el largo letargo ha sido interrumpido, casi como un juego infantil. Piedra, papel... libros.
Me cuenta un amigo, un viejo y querido amigo, de fina ironía, aguda inteligencia y un profundo bagaje vital, que para él Manuel Lombardo es el poeta de las 4 enes: no, nadie, nada y nunca. Y puede que no esté exento de razón, porque en el propio título de libro se asoman dos de esas enes, “Nadie de nada”. Aunque a veces la nada parezca el todo y el todo no llegue a nada.
Esa misma nada en la que resiste el ser del filósofo negándose a desaparecer. Y esa nada donde se refugian ira y rabia para brotar en los versos del poeta y desde allí golpear al lector distraído, al pusilánime, al eterno degustador de merengues.
No voy a descubrir la poesía de Manuel Lombardo a quien haya tenido la fortuna de saborearla. Pero si me tomaré la libertad de invitar a su lectura a aquellos que la desconozcan. Por nada y por nadie.
Acaba de terminar la presentación del libro y espero a que apenas queden un par de personas en la larga fila que se ha formado para solicitarle una dedicatoria. Aguardo impaciente mi turno y me siento junto a él. Le veo bien, pero con los evidentes signos del paso del tiempo. Me explica que ha hablado con Rakel Rodríguez, de Ediciones RaRo, por teléfono. No ha podido venir, pero ambos sabemos de su aprecio por él y su obra. Desde que le conoció, le leyó y le editó “Miserable poesía”.
No pretendo ser malaje, pero especulo con la posibilidad de que este poemario sea el último. El poeta me dice que sigue escribiendo. No lo ves, reta a mi mirada mientras agita su poemario en el aire. Yo no miro al libro, le miro a él. Y callo. No le digo que este poemario no cuenta porque ya tiene 20 años. Y no puedo evitar pensar que bien pudiera ser que haya poetas del nunca y poetas del siempre. Y que entre ambos están los poetas del todavía. 

"Nadie de nada" ha sido editado por Piedra Papel Libros. Fue presentado por su editor, Juan Cruz López, y por su autor, Manuel Lombardo Duro, el 8 de octubre. 

miércoles, 21 de octubre de 2015

Parques de piedra

¿Qué quieren que les diga?¿Qué me gusta? Pues, no. No me gusta como han dejado el Parque de la Alameda. Por no gustarme, no me gusta ni el nombre, prefiero la Alameda, a secas, o la Alameda de Capuchinos. 
Ya sé que es una cuestión subjetiva. Como casi todo en la vida. Ya sé eso de que sobre gustos, colores, y demás. Pero no es solo una cuestión estética. También hay aspectos culturales y sociales. 
Se han gastado más de dos millones de euros de nuestro dinero, el mío y el de ustedes. Que no estaría mal que de una vez asumamos todos qué es el dinero público y de dónde procede. Y sobre todo en qué y cómo se gasta. Ya saben, esa transparencia, ejemplo de opacidad. 
Verán, modelos de jardines hay a patadas. Franceses, ingleses, italianos, japones y hasta los colgantes de Babilonia. La Alameda cuenta con un trazado propio, rectangular, y una marcada influencia francesa. Nada que no se pueda adaptar y mejorar en estos tiempos. 
Un espacio singular como éste, incluido en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, merecía como mínimo un trato en consonancia. Es decir, un concurso de ideas para la reforma, una exposición pública de los proyectos y la participación de los ciudadanos, que a fin de cuenta somos los usuarios del parque. Y claro, cumplir con las normas. 
Hemos tenido una demora injustificada en el plazo previsto de las obras porque el ayuntamiento no pagaba y las empresas paraban las máquinas. Y recuerdo que los alumnos del colegio “Jesús-María” corrían riesgo de accidente a diario, mientras se daba trato de favor para acceder a la plaza de toros y se anunciaba cada semana el reinicio de las obras. 
Y hemos obtenido un parque de piedra, con un mirador que parece un mausoleo, sin una sombra, y cuyas vistas son una mole de hormigón; un futuro aparcamiento al que no se adivina entrada y salida y que promete otra frustración colectiva y ser un recurrente tema de debate. 
Con las primeras lluvias, apenas una semana después de su reapertura, ya se aprecian los primeros desperfectos en el Parque de la Alameda. Y eso es un problema de gestión, de mala gestión que nadie asumirá. 
Además y para nuestra desgracia tenemos ejemplos contra el optimismo, como el Parque del Bulevar, un acierto del arquitecto José Antonio Toribio, que hoy es un espacio deteriorado y abandonado, y el ya desaparecido “Felipe Arche”, otro parque de piedra. 
Lo que cuesta pasear en Jaén.

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 21 de octubre de 2015.

 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Ciudad con cine

No todo van a ser malas noticias en Jaén. Aunque no deja de ser curioso que sea noticia algo que es habitual en cualquier ciudad de España. Me refiero al hecho de que existan cines en el casco urbano de la ciudad, más allá de la oferta de grandes y periféricos centros comerciales. 
Ayer nos despertábamos en Jaén con una noticia en las redes sociales que se plasmó en la presentación de un proyecto por la tarde. El Foco Henri Langlois anunciaba su intención de recuperar los cines Alkázar para transformarlos en un pequeño centro cultural. Un espacio multiusos dedicado a la cultura, con una sala de proyecciones, apta también para montajes teatrales, presentaciones y conferencias; una librería, una cafetería-restaurante y oficinas. Un modelo cultural que ya se aplica con éxito en distintas capitales europeas, entre ellas Madrid y Barcelona, y se está haciendo realidad en pequeñas ciudades, como Santiago de Compostela. 
Una “locura lúcida” de seis jóvenes que provoca contagio y entusiasmo a partes iguales en una ciudad donde la cultura, en mayúsculas, responde a estereotipos y solo se abre a nuevas propuestas a través de la iniciativa privada. 
El proyecto está tasado en torno al millón de euros y sus impulsores reclaman el respaldo ciudadano y el de las tres administraciones: ayuntamiento, diputación provincial y Junta de Andalucía. Sería deseable el apoyo de las tres, de no ser así, como por desgracia suele ser habitual, por lo menos bastaría con que se apartasen a un lado y no molesten. 
La propuesta está encima de la mesa y se necesita financiación, ese millón de euros, y un plazo de tiempo razonable para llevar a cabo las obras de remodelación del edificio. De cumplirse ambos supuestos, pronto y ante la incredulidad general podremos decir de nuevo que Jaén tiene cine. 
Ahora bien, conviene no olvidar que las salas de cines como los Avenida, el Cervantes y los propios cines Alkázar se cerraron por falta de público. 
El vídeo no mató a la estrella de la radio. Al menos en Jaén. Aquí el vídeo acabó con las salas de cine.
Ahora podemos decir que el Alkázar renace, pero dependerá de todos, ciudadanos y administraciones, que esta aventura, esta “locura lúcida” de seis jóvenes se haga realidad. Más allá de postureos culturetas en la barra de bar y de políticos ávidos de salir en la foto. 
Jaén no es ciudad para el rock and roll, aunque de eso ya les hablaré otro día. Hagamos ahora que sea una ciudad con cine.

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 7 de octubre de 2015.



martes, 6 de octubre de 2015

Sangre, fuego y plomo

No aprendemos o no queremos aprender. Seguimos pensando que para construir hay que destruir primero. La demolición como principio de la creación. Es curioso, renegamos en público o en privado, algunos en los dos ámbitos, de ciertas tradiciones y damos vigencia a las más crueles, a aquellas más distanciadas de la razón e incluso a las que se asientan en la sinrazón. 
Presumimos de principios. Rígidos e irrenunciables. Cuando la realidad es más cercana a aquello de “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Desdeñando siquiera la posibilidad de aceptar que la flexibilidad no implica renunciar a los principios y que es la inflexibilidad la que nos impide en la mayoría de las ocasiones avanzar. 
Por ello no es extraña la vigencia de la desafortunada sentencia de que el fin justifica los medios. De modo que damos prioridad a la meta justificando la elección del recorrido y sin importar como se ha hecho camino.
Ignoramos la historia, antigua y moderna, para no obtener enseñanza de ella y defendemos construir sobre cimientos de sangre, fuego y plomo. Nos escandalizamos del derecho a sentir, expresar y desear una independencia territorial, repudiamos a quienes defienden o atacan ese derecho según nos instalemos en una u otra trinchera, pero no nos importa que la construcción se haga sobre unos cimientos de ineficacia y corrupción. Miramos al pasado y asumimos que siempre ha sido así y por tanto, para qué cambiarlo. Para qué construir sobre la convicción pudiendo hacerlo desde la imposición. 
¿Es mejor aferrarse a las líneas que dibujan fronteras, a esas telas de colores a las que llamamos banderas o a esas notas musicales de himnos solemnes y aburridos? ¿Por qué preferimos permanecer presos por cadenas con o sin eslabones rotos frente a las manos entrelazadas? ¿Tan difícil es entender que la identidad nos da singularidad pero en esencia no nos hace diferentes? 
La libertad no es exclusión, nunca puede serlo, porque entonces es otra cosa. Otras muchas cosas. Y se asocia a otras muchas como la mentira, la manipulación, el miedo... 
Es tiempo de valientes. De hombres y mujeres generosos. De creadores que construyan sin cimientos de sangre, fuego y plomo. 
Y todo ello desde la consciencia de que el estiércol es mierda y aún así como abono hace brotar hermosos rosales.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

El olor de las castañas

El otoño es el recuerdo de las hojas ocres y amarillentas en las aceras y del olor a castañas. Es también el preámbulo del tiempo de lluvia, el retorno de las mangas largas y la bajada definitiva del telón del estío.
Ahora ya no hay castañeras refugiadas en un zagúan o apostadas en estratégicos lugares de obligado paso, embutidas en abrigos de paño grueso con las manos enfundadas en mitones para dejar libres los dedos, prestos para remover las castañas y servirlas en cucuruchos de papel de periódico. 
Tampoco ya hay barrenderos de escobón, chaqueta de pana, también gruesa, y chapa en la solapa. Ahora visten uniforme futurista y manipulan una aspiradora para hacer desaparecer el manto de hojas de las aceras, mientras mascullan por lo bajo maldiciendo a la madre naturaleza. 
Pero sigue el otoño siendo una metáfora, una invitación a disfrutar de una etapa de la vida en donde las pequeñas cosas comienzan a ser las importantes. Donde las hojas caídas alfombran las aceras y no necesitan levantarse para descubrir cadáveres, aunque alberguen recuerdos, o esconder los restos delatores de una noche anterior. 
Y el sol del otoño sigue arrojando una luz de miel que endulza los huesos y empuja al paseo. La excusa perfecta para sentarse en un café, sujetar la taza humeante en las manos y a través de ese humo, contemplar el horizonte. Recreando aquel olor a castañas. A la espera del invierno.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Entre poetas

Nunca he compartido ese gusto por ser fotografiado que causa fascinación en tantos otros y que intuyo tiene mucho que ver con el narcisismo y con una extraña querencia por la exhibición. Pero es inevitable en algunas circunstancias, incluso por voluntad propia, no caer en la tentación y más en estos tiempos de móviles con cámara fotográfica y esos álbumes de fotografías que son las redes sociales.
Muchas fotos tienen una pequeña o gran historia, que en la mayoría de los casos carece de interés salvo para el protagonista o los protagonistas de la foto. Y muchas de ellas nunca llegan a realizarse, en ocasiones por el destino o el azar. 
Esta foto era de esas condenadas a no realizarse, no porque no hubiera ocasión de hacerla, como queda demostrado, sino porque su tiempo ya había pasado. 
En 2013 se cumplían 30 años de “La otra sentimentalidad”, el manifiesto poético de 1983 publicado por Luis García Montero, Álvaro Salvador y el desaparecido Javier Egea. Y quiso la vida juntar a Álvaro y a Luis en Baeza (Jaén) y convertirme a mí, junto a muchos otros, en testigo de este encuentro. De igual manera que en 1916 acogió la ciudad renacentista jiennense aquel otro encuentro de poetas entre el viejo Antonio Machado y el joven Federico García Lorca. 
Puedo atestiguar que hay foto del encuentro; una foto de dos, Álvaro Salvador y Luis García Montero, que siempre será de tres porque está presente la ausencia de Javier Egea. 
Ahora esta foto llega con dos años de retraso y ve la luz a partes iguales por capricho y oportunidad del gato. En 2013 renuncié a ella por no molestar y quedó como una de esas espinas clavadas que está ahí y podría permanecer siempre clavada sin que hagamos nada por extraerla; pero en este verano de 2015, juntos de nuevo Álvaro y Luis en Baeza, surgió la oportunidad de quedar atrapado por un instante junto a ambos poetas. No por una cuestión de narcisismo o querencia a la exhibición sino por algo tan simple como la admiración en lo personal y lo poético. 
Habrá quien en circunstancias parejas piense en la posibilidad de que se pegue algo del buen hacer de ambos poetas. Sobre todo porque eso de juntar letras siempre parece fácil a los ojos de los demás y más cuando se habla de poesía, de la que algunos todavía hoy hacen gala de no leer. 
Y claro que me gustaría a mí y a muchos otros que fuera tan fácil adquirir el conocimiento de un maestro, más teniendo dos maestros de las letras a tu alcance. Pero la realidad es que se aprende leyendo, escuchando y viviendo. Y que el alumno debe estar dispuesto para el aprendizaje no con el afán de superar al maestro, ni siquiera con la esperanza de igualarlo, sino con el fin de aprovechar esa sabiduría y experiencia para recorrer su propio camino.

 Foto.- Álvaro Salvador (centro) y Luis García Montero (dcha.). Agosto de 2015. Por Piedad Bejarano.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Los muros de cristal

Hay muros que no caen nunca. Sempiternos e invisibles se alzan ante uno con la única función de interponerse, no para evitar que pueda alcanzarse lo que hay al otro lado sino para recordar porque fueron levantados. 
Son muros que no pueden ser derribados. Inmunes a la demolición. Tampoco pueden ser escalados, ni bordeados. Es decir, que parecen infranqueables, pero que incomprensiblemente tienen la capacidad de desplazarse de manera que te evitan la sensación de asfixia y no te sitúan entre la espalda y la pared. 
Están siempre ahí, y a diferencia de los demonios con los que se aprende a convivir, los muros no dan tregua. Siempre en medio, con esa apariencia de fragilidad que da el cristal y la dureza del diamante.
Levantados con lo extraviado, con lo que se dejó marchar y no se pudo o no se quiso conservar, con un pasado idealizado que murió en el mismo momento en que se convirtió en presente y que persiste por la renuncia a digerirlo y el hábito de volver la vista atrás. 
Muros sustentados en las viejas heridas que nunca cicatrizaron bien, las mismas que mutaron de argumento a excusa para acabar siendo el mayor de los engaños: el silencio. 
Sólidos muros, que no constituyen fortaleza alguna, pero que delimitan una prisión imaginaria; sin escapatoria, porque no existe intención de escapar. 
Son muros que piden a gritos la llegada de una primavera, una ventana que se pueda abrir o las pinceladas de un artista. Una luz que permita un resquicio a aquellos que saben esperar, a aquellos que creen que todavía merece la pena buscar. 
Y sin embargo, en ellos descansa la escarcha del invierno; la misma escarcha que como las nieves perpetuas reposa en la cabeza y en el corazón.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

¡A barrer!

Desde el Callejón del gato se ve la ciudad a ras del suelo. Y lo primero que se ve es la suciedad. Jaén es una ciudad sucia. Está sucia. Se ha convertido en una ciudad sucia. Y antes no estaba así. 
Una parte de culpa es de los jiennenses. De la falta de civismo de adultos y pequeños. ¿Quién no ha visto como un niño tiraba algo al suelo con la permisividad del adulto que le acompañaba? ¿Quién no ha visto como los solares se convierten en vertederos? ¿Quién no ha visto el ferial y su entorno al día siguiente del botellón? ¿Quién no ha visto el 'regalito' de los perros por 'cortesía' de sus dueños? ¿Quién no ve o no quiere ver?
Y sí. Es cierto que faltan papeleras y que no se limpia lo suficiente. Pero también es verdad que si ensuciamos menos hay menos que limpiar. Y eso es culpa nuestra, de los ciudadanos.
Pero hay otra parte de responsabilidad que corresponde a los munícipes, al concejal del ramo y en última instancia, al alcalde.
Y no es una cuestión de ideología. Las escobas no entienden de ideologías. Es una cuestión de gestión, de eficacia en el uso de recursos humanos y económicos. También en la aplicación de sanciones. Y por supuesto, de voluntad. De tener claras las prioridades y actuar en consecuencia.
La limpieza o la suciedad de una ciudad forma parte de su tarjeta de presentación, tanto para sus vecinos como para sus visitantes. Y una ciudad sucia causa rechazo. No se recomienda a otros visitantes. Y por supuesto, no logra deseos legítimos como el reconocimiento a su patrimonio; ya saben, como que se haga justicia con esa maravilla arquitectónica que es la catedral o que se reconozca la judería.
En una ciudad sucia hay basura y bichos. Y en este Jaén hay ratas, garrapatas y hasta puede que algún reptil de gran tamaño. Pero no se engañen, la podredumbre crea parásitos más nocivos y tóxicos. Esos que unos y otros atacan o defienden en función de banderas y credos, sin importarles si roban, si mienten o si defraudan a su ciudad.
A estas alturas es utópico pretender que los políticos limpien su propia suciedad o que representen a los ciudadanos que les votan; incluso a los que no lo hacen, pero al menos debemos exigirles que cuando gobiernan mantengan limpia la ciudad.
Dejen a un lado la bronca. Utilicen las escobas para barrer en vez de para darse escobazos. Y no se preocupen tanto por barrer en las urnas, ¡barran las calles!. 

 Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 23 de septiembre de 2015.

 

lunes, 7 de septiembre de 2015

Los pasos perdidos

No hay guijarros ni migas que guíen los pasos. Tampoco hay luciérnagas que iluminen la senda como si fueran la hilera de luces de una pista de aterrizaje. Ni antorchas, ni hogueras en la playa para preceder al faro. Solo está la oscuridad. Y la incertidumbre.
Pero siempre hay quien se esfuerza en creer, en aferrarse a algo para imaginar la esperanza. O para crearla y no renunciar a ella. Soñadores, idealistas...
De igual modo que existen quienes optaron por no creer. Militantes del pesimismo desde un optimismo ilustrado. Frustrados, decepcionados...
Y aún así, la rueda de la vida sigue rodando para todos. Con desigual fortuna. Incrementando el lastre de algunos y aliviando la carga de otros. Dibujando inevitablemente la línea que une el principio con el fin. Fijando el origen, pero entremezclando meta y destino.
A sabiendas de que siempre levantará la cabeza aquel que no quería crecer. Aquel que se veía reflejado en Peter Pan, ignorando que en realidad tan solo era un niño perdido de Nunca Jamás.
Y en ese mundo de sueños, de luz y de sombras perdidas aparecen espejismos que se desvanecen en el extremo de los dedos, pero que conservan el poder y el magnetismo de atraparnos al contemplarlos. En el cautiverio de esos espejismos es cuando adquirimos consciencia de la realidad y paradójicamente cuando es mayor el deseo de extender los brazos y volar.
Entonces suena la música y el haz de luz ilumina el suelo donde un par de zapatos sin dueño marca los pasos del baile de los muertos. Oh yeah.

sábado, 29 de agosto de 2015

Entre fuegos

Desde la noche de los tiempos se extendió la creencia de que el fuego purifica. No era algo literal, sino más bien una metáfora; pero los guardianes de la costumbre optaron por la literalidad frente a la literatura y aplicaron la llama a la carne para señalar el camino de la salvación. 
No es extraño por tanto que ahora, en nuestro días, sigamos abrasándonos en hogueras reales y ficticias. Aceptamos la condición destructora del fuego, puede que incluso la purificadora, y aplicamos la llama en carne propia y ajena. Y ardemos en esos fuegos, de igual manera que aceptamos su uso como elemento para destruir lo construido por el hombre, lo recibido de la naturaleza..., la vida. 
Es el mismo fuego que sirve para calentar o cocinar. Aquel que nos alumbró y de alguna manera contribuyó a iluminar a la humanidad. Y sin embargo, preferimos contemplarlo como algo terrible. Dañino. No es nuevo, siempre triunfa la visión negativa de lo que nos rodea; hasta cuando tiene algo bueno que ofrecer. 
No es extraña la fascinación de algunos ante las llamas. Sea lo que sea lo que arde. Y hayan sido ellos o no los responsables. Pero sí hay una línea que separa la fascinación de la enajenación. 
También es comprensible el deseo de algunos de retornar a pasados fuegos. Revisitar infiernos. Y vender almas a precio de saldo por un momento más entre las llamas. 
¿Una noche en el infierno? ¿Drogas y rock y un demonio con cara de ángel hasta el amanecer? Algunos se aferrarían a la purificación. Y clamarían por el fuego ¡Qué paradoja! Fuego llama a fuego. 
Pero otros, que han conocido esos fuegos y aquellos que nacen dentro para propagarse por la piel, no tienen miedo a quemarse. Incluso se abrasarían gustosos, aunque solo fuera una noche. Frente a la literalidad y para mantener el uso y significado de la metáfora.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Los jardineros crueles

Cada 5 de agosto desempolvamos el recuerdo de aquellos 13 asesinatos que se han convertido en un símbolo. Las 13 rosas tricolores, que pudieron ser 14 aquel día de hace más de 7 décadas, pero que en realidad fueron muchas más. Y además de rosas, claveles, tulipanes, lirios..., cualquier flor del jardín fue podada para dejar su lugar a plantas venenosas; plantas y arbustos caducos que parecían perennes.
Esas 13 rosas ya no caerán en el olvido. Pero también deben permanecer en el territorio de la memoria los jardineros, aquellos jardineros crueles que en lugar de contribuir al cultivo de aquellas flores prefirieron arrancarlas de cuajo, colocarlas en el muro y marcar el fin de su existencia con plomo.
La memoria ha de consistir en eso, en no condenar a las víctimas al olvido, pero también en recordar a los verdugos. En plantar y cultivar nuevas flores y en arrancar las malas hierbas y las semillas del odio.
En esas más de 7 décadas algunos no han aprendido nada. Se niegan a aprender. Prefieren seguir incubando el huevo de la serpiente, podar flores y cultivar plantas venenosas. Cegados por las espinas son incapaces de apreciar las rosas.
7 décadas es un largo tiempo de poda. Demasiado para alimentar el rencor y negarse a abrir los ojos, aunque solo sea para mirar. Aunque solo sea para intentar comprender.
Siempre habrá jardineros crueles, pero ni ellos pueden evitar que prendan las rosas.

viernes, 31 de julio de 2015

Bye, bye, café Comercial

Ha cerrado el Café Comercial. La noticia se propagó por las redes. Y al día siguiente la confirmaban las ediciones impresas; algunas en primera plana y con foto histórica. Más de 100 años de vida justifican el tratamiento informativo, pero ni eso mitiga el coste emocional de los clientes y el vital de los trabajadores.
El cierre del Comercial, como el de tantos negocios con solera, no es solo el cierre de un establecimiento, es también un cerrojazo a una parte de nuestras vidas. Aquella que comenzó hace décadas y que no pensábamos fuera a tener fin, porque el Comercial seguía allí, en la glorieta de Bilbao, junto a la boca de metro. Con su puerta giratoria, sus dos entradas, la barra entre ambas, el amplio salón con mesas de mármol y la planta de arriba. Los camareros con sus chaquetillas blancas, a la vieja usanza, la encargada de los aseos, siempre atenta a que sus normas no se infringieran en aquel territorio que era su dominio, con particular vigilancia al de las damas, y el limpiabotas, que un día desapareció para no regresar. 
No era parada obligatoria, pero sí habitual. Como la taberna de vinos situada a su derecha, en dirección a Alonso Martínez, regentada por tres generaciones de mujeres, donde aterrizábamos, como en el Comercial, indistintamente por la mañana o por la tarde. En invierno o en verano, en primavera u otoño, cualquier época era buena. 
Es cierto que iba gente famosa, los actores que pisaban las tablas del Maravillas; los músicos que tocaban en los garitos de Malasaña; escritores, poetas, periodistas...hasta políticos. Pero no íbamos al Comercial para ver a esa gente, tampoco para dejarnos ver. Eso era más propio del Gijón. El Comercial era otra cosa.
Casi siempre tomábamos café en el amplio salón de ventanales a la glorieta y mesas de mármol; donde nos atendía aquel anciano camarero al que David y yo bautizamos como 'la Momia' y que fue objeto de nuestras burlas sin que nunca mudara el gesto. Permitía nuestros excesos, incluso los de juventud; igual que la encargada de los aseos. Como aquella tarde en que un guiri le pidió 'curros' y 'la Momia' no se enteraba de lo que le pedía. Café y 'curros', repetía el guiri, y 'la Momia' seguía sin comprender qué le pedían ante nuestro regocijo. Hasta que el guiri señaló el plato de churros de una mesa cercana y 'la Momia' exclamó ¡churros!, café y una de churros. Y un vasito de agua.
También fue en el Comercial donde en una larga tarde-noche de sábado Gomi, Aurelio y yo debatíamos sobre revolución y terrorismo. Íbamos juntos al instituto. Unos años más tarde Gomi y yo estudiamos Periodismo. Trabaja en EFE. Mantenemos el contacto, aunque llevamos siglos sin vernos. Pero qué habrá sido de Aurelio. Aún recuerdo su foto con un poli en la chepa en aquella portada de El País; la de bromas que tuvo que aguantar.
Nunca nos llamaron la atención. Ni siquiera aquel atardecer de septiembre, cuando nos enviaron al pequeño salón de la planta superior con los asientos de sky o de cuero, no recuerdo cuál era el material, pero si su deterioro, donde campamos a nuestras anchas. Era el reencuentro tras las vacaciones. Aquel día la cerveza sustituyó generosamente al café y supongo que nuestro entusiasmo no pasó desapercibido a los clientes de la planta baja. Pero no hubo ni un reproche, ni una mala cara.
Sin saberlo, el Comercial nos pertenecía o éramos nosotros los que pertenecíamos al Comercial. Formábamos parte de él y él formaba parte de nosotros. Como el Velarde ("Los cañones"), el Maragato, la Vía Láctea, el Penta, el Balandro, el Kwai, el Ágapo y tantos otros.
Todos ellos marcaban la ruta de nuestra juventud. La misma que hemos recorrido años más tarde, cuando ya habían aparecido las canas y cuando muchos de esos sitios lejos de envejecer con nosotros se quedaron en el camino por unas causas u otras. Pero el Comercial no entraba en esa categoría, le creíamos inmortal porque guardaba los secretos de numerosas conversaciones, también las nuestras, y una parte de nuestros sueños.

jueves, 23 de julio de 2015

Saltar

Debe ser extremadamente jodido no hallar por donde escapar. No encontrar un agujero donde esconderse. Perder el sentido de la huida. Renunciar a la opción de seguir corriendo y enfrentarse al abismo y no ser capaz de resolver la ecuación vital de saltar hacia adelante o hacerlo hacia atrás. La duda, la eterna incertidumbre que marca la existencia de algunas personas.
¿Y si fuera real que todo se reduce a eso? Llegar al final del camino y saltar. No permanecer al borde y esperar. Saltar. A fin de cuentas ¿no soñamos siempre con volar? ¿no quisimos siempre ser pájaros con las alas desplegadas para surcar el cielo? ¿y no es un salto una caricatura de un vuelo?
Hay tanta variedad de saltos, el de la rana, el del tigre, el del ángel, el de mata, el de altura, el de longitud, el de eje, el de página... y hasta el salto a la fama. Cada uno de ellos puede ser mayúsculo, una hazaña, y también, minúsculo, un fracaso. Cómo distinguir al uno del otro. Y qué importa tal distinción cuando lo fundamental es el vuelo. 
Volar es ser libres. Despertar. Sin marcha atrás, pero conscientes de que en cualquier recodo se alimenta el fuego que al acercarse derrite la cera y nos priva de las alas y por tanto, del sueño. Dudamos entre ser ángeles, hadas o aves y acabamos convirtiéndonos en tritones y sirenas.
Agitamos el mar en busca del pez volador, que como el resto de los peces está condenado al abismo fuera del agua. A veces también en ella.
Solo queda saltar. Hacia adelante o hacia atrás. Perpetua incertidumbre.

miércoles, 22 de julio de 2015

Los guardianes de la costumbre

Es el retorno menos deseado y sin embargo, no menos esperado. Porque la amenaza siempre ha estado ahí. Embozada en un claroscuro, envuelta en las sombras. Esperando con la paciencia atribuida al santo para llegado el momento, irrumpir y convertirse en protagonistas.
Han vuelto los guardianes de la costumbre. Relojeros de ágiles manos que dan cuerda hacia atrás. Titiriteros de mente sombría cuyos ligeros dedos mueven las cuerdas a su antojo. Tahúres con la arena del reloj escondida en la manga. Enterradores de impecable levita y la mirada anclada en el pasado. Predicadores del embudo. Moralistas de doble faz. Domésticos tiranos. 
Y vienen pisando, apretando, imponiendo. Con la ley en la mano. Esclavizando a golpe de decreto. Mentando a la autoridad. Ampliando la brecha entre los que tienen y los que carecen de casi todo. Vistiendo nuestras vidas de gris para recrear ese pasado del que una vez creímos escapar. 
De nuevo envueltos en banderas, golpeándose el pecho y tratando de convencernos de que todo lo hacen por nuestro bien. Tamizando, incluso negándonos lo aprendido en otro tiempo, se presentan como hombres nuevos; incapaces de comprender que les delata el olor a naftalina y la sonrisa en su rostro de la alimaña que engulle carroña. 
Pero ya no logran engañarnos. Por lo menos no logran embaucarnos a todos. Porque siempre queda alguien en pie para tocar la campana. Para alejar el miedo mortecino del espejismo de la crisis. Y pese a los ataques desde todos los frentes y con la munición más gruesa, permanecer erguido. Todavía hay alguien dispuesto a señalar la puerta de salida, la que franqueamos en una aparente huida que sin embargo nos hace avanzar.

martes, 21 de julio de 2015

La caja de cristal

Hoy es un mal día para la 'tribu'. En realidad es un mal día para el periodismo. No solo por el hecho de que tres compañeros hayan sido secuestrados en Siria, sino también por la difusión de la noticia como exclusiva por parte de un diario. Una publicación que a priori parece inoportuna, ya que si algo hemos aprendido de situaciones similares es la importancia de la discreción en noticias de estas características. Aún así el debate está encima de la mesa y probablemente no nos pondremos de acuerdo en dónde hay que marcar la línea a la hora de difundir o no estas informaciones.
Precisamente es este uno de los temas abordados por los periodistas Alfonso Armada, vicepresidente de Reporteros sin fronteras, y Antonia Merino, en el Foro “La libertad de información”, celebrado en el Festival Etnosur. Donde una vez más y aprovechando cualquier debate sobre la profesión periodística he asistido a un acto de constricción del periodista, expuesto en la plaza pública para ser flagelado por los presentes.
No digo que me parezca mal el reconocimiento público de errores en la praxis periodística y la crítica a esa mala práctica profesional. Me parece necesario. Pero me gustaría que se produjera de igual modo con otros profesionales y que los ciudadanos se mostraran tan lenguaraces y tan dispuestos a señalar culpables como cuando es el periodista quien ocupa la caja de cristal.
Y por supuesto, aunque es obvio, resulta lamentable tener que recordar que no todos somos esos periodistas en la mente de todos, que a nosotros nos avergüenzan doblemente, como periodistas y como ciudadanos, ni todos somos Gabilondo, por poner un ejemplo de alguien que goza del reconocimiento general en el ejercicio de la profesión.
Hay miles de periodistas que ejercen el periodismo día a día a ambos lados del mostrador con rigor y decencia, a los que la mayoría no reconoce por la calle y de los que ignora nombre y medio de comunicación para el que trabajan y cuyo trabajo probablemente desconoce. Periodistas que son víctimas de la generalización.
Escribía Kapucinsky aquello de que los cínicos no sirven para el periodismo. Y es cierto que hay un elevado número de cínicos y de malas personas ejerciéndolo, pero a veces no somos conscientes de que son minoría; porque esos miles de periodistas y otros con nombre y cara, como el propio Armada, nos recuerdan que en esta profesión hay espacio todavía para aquellos que sin renunciar a ser buenas personas han logrado también ser magníficos periodistas.
No me importa instalarme en la caja de cristal. Aún consciente de que la transparencia implica vulnerabilidad y de que junto a aquellos que practican el pespunte con la sin hueso siempre habrá alguien predispuesto a lanzar la primera piedra. Unos pensarán que es para romper el cristal, pero me temo que sea para apedrear al periodista.

Nota. - Mis mejores deseos y ánimo para los 3 compañeros secuestrados en Siria, para sus familias y la 'tribu'. Espero que recuperen la libertad pronto y sin quebranto.

lunes, 20 de julio de 2015

Un mural de color


Podría decir que he perdido la cuenta de las ediciones que van. Pero mentiría. Conozco sobradamente que la de este año ha sido la diecinueve. Lo que no recuerdo es a las que hemos faltado. Y por supuesto, tampoco el número exacto de aquellas a las que hemos asistido.
Etnosur, Encuentros Étnicos de la Sierra Sur, sigue siendo un sueño hecho realidad. Un sueño soñado por unos pocos que nos ha permitido soñar a otros muchos. De modo que bien pudiera parecer que dormimos de julio a julio para despertar a mediados de mes y durante tres días, soñar. O quizás soñamos el resto del año esperando que llegue ese julio mediado para volver a Alcalá la Real.
El Festival continúa siendo esa paleta de colores que cada año da vida a un lienzo. Distinto al del año anterior, pero manteniendo su esencia. Así que si juntáramos los diecinueve cuadros obtendríamos un mural de color, luz, sonido y conocimiento. Un relato visual inconcluso, que sin embargo narra lo acontecido en esos diecinueve años y deja pinceles, paleta de colores y lienzo predispuestos para la próxima creación.
Es una cita anual en la que la amistad siempre ha desempeñado un papel relevante y ha servido de excusa o de hilo conductor para compartir y vivir el sueño a través de las palabras, de la imagen o de la música. Sin abandonar el compromiso y con la convicción de que la cultura es un puente que conduce a la convivencia. El elemento que nos invita a empatizar y a mirar a la vida y a los otros con nuevos ojos; tanto desde el interior como desde la superficie. Y puede que esa nueva forma de mirar no nos haga mejores, pero seguro que no nos empeora.
Acostumbrados en esta tierra que habito a dar demasiados pasos en la oscuridad, no viene mal de vez en cuando buscar la luz del faro en la costa del mar de olivos, seguir el haz y pisar la roca firme de los sueños. Los mismos que nos hacen mover los pies al ritmo de la música y la mente al son de las palabras. Esos sueños que muestran el corazón en unas pinceladas de color.

domingo, 12 de julio de 2015

Náufragos destetados

Algo sé de naufragios. Contados, leídos, vistos e incluso vividos. En tierra firme y en el océano. En noches de tormenta y en mañanas de tempestad. Cuando los pies no están firmes en el suelo y no hay ancla capaz de fijarlos a él. Cuando miras al cielo y te devuelve la mirada rota, resquebrajada como un cristal que igual que el agua embravecida te niega el reflejo. Cuando sientes que la suerte sonríe al que no sobrevive y tú eres un superviviente.
Abres los ojos y te descubres solo. La soledad que te acompaña en la búsqueda de las palabras. La misma que te hace comprender lo efímero de la escritura en la arena. La compañera que no te abandona nunca. Soledad, tristeza y silencio. Y “la jodida conciencia” susurrándote. 
Y aun sin oído para la música sucumbes al canto de las sirenas. Anhelando no ser amarrado para zambullirte entre las olas y surcar el abismo. En el mar de olivos o en el Mediterráneo. 
Escucho el “Rock con embudo para mamíferos destetados”, de José Luis Escobar. Obsequio de su autor. Anterior a “El retrete del poeta”, sus versos me conducen como aquel a los restos del naufragio. Los tangibles y los intangibles. El producto de la zozobra exterior e interior. 
Dicen que siempre anda el diablo enredado en las cuerdas de la guitarra cuando suena el rock. Pero la verdad es que ese diablo es un duende juguetón, que aparece cuando sus hermanos ya se han marchado. Esos demonios con los que convivimos. Los que siempre vuelven y nos agitan; tanto que hasta desperezan a las palabras. 
No sucumbas, amigo. Vendrán nuevos naufragios para poner a prueba la memoria. El mar borrará las palabras en la arena, pero bien sabes que también las hay escritas en el corazón. Ignoro cuánto tiempo permanecen legibles, pero sé que merece la pena releerlas. Y tú sabrás ponerles música. 
De vez en cuando hay que dejar salir a los demonios, aunque solo sea una excusa para enredar en las cuerdas al diablo del rock.