lunes, 2 de noviembre de 2015

Personas tóxicas

No soy de etiquetar. Y tampoco me gusta que me etiqueten. Pero creo que algunas personas deberían llevar algún distintivo y poder ser identificadas a primera vista como tóxicas. Por ser productos nocivos para el resto de la población, cuya señalización inequívoca nos ahorraría además de la consiguiente pérdida de tiempo en el establecimiento de relaciones de cualquier índole, las consecuencias negativas de estar expuestos a su contacto. 
Son personas como el escorpión de la fábula, cuyo carácter, condición o naturaleza les empuja a causar daño, aunque a la par se lo causen a ellas mismas. No hay problema, ya culparán al prójimo del daño ajeno y del propio. 
Y abundan. Más que los botellines de El Alcázar, como recogía un dicho de la ciudad que habito; sabiduría popular como ejemplo de magisterio. Eso sí, antes de que la cerveza El Alcázar fuera absorbida, y no me refiero al líquido obviamente, por otra cervecera, multinacional, que acaba por hacer desaparecer la marca y lo que es lamentable, fabrica peor cerveza. 
Están apostados en los lugares más inesperados. Dispuestos a intoxicar a cualquiera. Instantánea o lentamente, como un infalible veneno. Habitan en la familia, entre los amigos y conocidos; en los centros de trabajo, en hospitales y colegios; en trenes y autobuses; en parroquias y conventos; en bares y cafeterías; en la cola del cine o en la del supermercado, incluso en la del paro; en la primera residencia, en la segunda y en la de paso. 
Son una plaga. Y aunque el sentido común les identifique como tal, solo el trato les desenmascara; generalmente, tarde, cuando el daño está hecho. No existen campañas informativas de alerta al resto de la población, ni vacunas o remedios preventivos y me temo que en muchos casos, la intoxicación requiere de un largo tratamiento. 
Tampoco es efectivo el boca a boca. Porque los crédulos son legión y hasta que no sufren en carne propia los efectos tóxicos no admiten la intoxicación. Y aún así, hasta les cuesta reconocer al intoxicador y prefieren creer en hombrecitos verdes llegados del espacio o en conspiraciones de gobierno y empresas para imponer el modelo de Hobbes frente al rusoniano. 
No quieren admitir que son el chapapote que contamina mentes y adultera la convivencia. Personas que siempre restan y siempre encuentran cómplices o tontos útiles. Deberían clasificarlos como productos de alta toxicidad y alertar de su presencia.Ya que no hay vacuna, al menos habrá que quitarles la máscara.

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