sábado, 21 de noviembre de 2015

La oscuridad de las palabras

Las palabras no mienten. Somos las personas quienes las convertimos en huecas, en palabras vacías. Somos las personas quienes las utilizamos fuera de contexto o las desposeemos de su significado por conveniencia.
Siempre están a nuestro alcance y nos enseñaron a emplearlas correctamente. Incluso aprendimos a hacer uso de la metáfora para decir lo mismo de distintas formas. 
Pero las empleamos de manera interesada y las hacemos caducas. Convertimos el hasta pronto en un adiós, el sí en un no, el siempre en un nunca y el quizás en el instrumento del engaño, del autoengaño.
Sobre el quizás se sustenta la esperanza que lleva a la desesperanza y se levantan los sueños que saben a fracaso. Y el todavía ya es ayer, para hacer de la prudencia la máscara del idiota y de la paciencia la señal de la indiferencia. 
Vapuleamos las palabras, las manipulamos para conformar el argumento de la justificación y desprovistas de sentido las sumimos en la oscuridad. 
Apagados los candiles, descubrimos que tras los cristales cohabitan el silencio y el mundo interior. Y al otro lado de la ventana caen las primeras gotas de lluvia, preámbulo del frío, la nieve y el hielo. Como la vida misma.

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