miércoles, 13 de octubre de 2021

Andariegos

De la noche a la mañana, casi sin pensarlo y sin darte cuenta, te encuentras calzando unas zapatillas de deporte. Y también como el que no quiere la cosa recorres entre 4 y 6 kilómetros diarios. 
Pasos perdidos para algunos, mientras otros defenderán que son ganados. Da igual, uno tiene la percepción de que son pasos que no llevan a parte alguna. Un camino de ida y vuelta bajo tus pies. Las agujas del reloj marcando el tiempo empleado con apenas oscilación entre un día y otro. 
En el fondo, como nunca hubo hábito ni fe; como tampoco hubo comprensión, ni la hay, hacia aquellos que cubiertos de sudor galopan por el sendero y parecen más cercanos al infarto que a una rutina saludable, la cabeza se rebela. Y ahí comienza un diálogo interior, en ocasiones propio de besugos, sobre lo idóneo de esa práctica o sobre la convicción de que no sirve para nada o para muy poco, porque al final el destino juega con las cartas marcadas y en pocas ocasiones tendrás en la mano una escalera de color. 
Al correr ahora le llaman ‘running’ y a los corredores, ‘runners’. Imagino que al caminar lo denominarán ‘walking” y al caminante, ‘Johnnie Walker”. No sé, en el andariego cabe la contemplación, la reflexión y la pausa; ese sosiego, en cierta medida deslavazado, porque los pensamientos van por un sitio y los pasos por otro. Sin embargo, lo de correr siempre fue más propio de perseguidores y perseguidos o de cobardes. 
Supongo que no será gratuito aquello de que las prisas no son buenas. En cualquier caso, son síntoma de estos tiempos, en los que la inmediatez anula la sensatez y el rigor. Correr como caballos desbocados para no llegar más allá de los límites de un circuito. Un principio y un final con unos kilómetros entre medias. El camino a la nada.

martes, 12 de octubre de 2021

Méliès

 

Tengo un disco del viejo Bob a medio escuchar. Y aún queda polvo en mis zapatos. A veces me pregunto por qué sigo escuchando y comprando sus discos. Como si no pudiera, como ya ocurrió tiempo atrás, volver a decepcionarme. A fin de cuentas, el viejo Bob juega con nosotros y quizás en ese juego se ríe de nosotros. Pero aquí estoy con su último disco a medio escuchar y con enormes ganas de escucharlo. Deseando volver a esa liturgia de extraer el disco de esa maravillosa funda, separarlo del libreto y dejar que gire mientras la aguja arranca el canto. Recordar aquella canción que es la misma de aquellos 80, pero que suena distinta. Es la magia del viejo Bob. O el negocio. 
Es un día extraño este 11 de octubre, preludio de un festivo, que despierta con amenaza de lluvia y en el que a media mañana el sol azuza desde arriba.
Llego con la lengua fuera y maldiciendo tras recorrer media ciudad hasta arribar a un comercio que contra pronóstico encuentro cerrado. Así que retorno, mezclando el calor con la frustración y resoplando como la bestia que un día fuimos. 
Dirijo mis pasos al kiosco de prensa, a recoger el diario y a encargar un periódico para mañana que nunca ha de llegar. No lo sabré hasta por la tarde, confirmando que hay días que vamos de chasco en chasco. Y hoy era uno de ellos. 
Pero a la vuelta de la esquina, literal, me espera Méliès. Una expo sobre el director de cine francés que viene a sanarme. Una resurrección que me alivia la inusual matiné. La caja de sueños me arranca una media sonrisa y agita con suavidad la mente. Atiendo a la emisión de dos audiovisuales, contemplo las fotografías y recorro una maqueta de aquel estudio de cine transparente donde Méliès daba vida tras la cámara a sus criaturas. Me hallo por un momento en el interior de una barraca de feria y al instante estoy frente a la tienda de juguetes, evocando una infancia que nunca termina de alejarse, aunque el tiempo se obstine en ello. 
Me prometo volver a este oasis en el centro de la ciudad y dar espacio a la ensoñación. Tengo la boca reseca, pero ya no maldigo. El calor continúa apretando desde lo alto, pero me espera la certeza de una rubia con espuma, que mitigará el castigo de la mascarilla y festejará ese cinematógrafo que después de un siglo y pese a las adversidades sigue abriendo de par en par los ojos del niño que llevamos dentro. 
 

 

jueves, 7 de octubre de 2021

Aventureros

La percepción es que estamos en una campaña electoral permanente, apenas interrumpida por las elecciones. Una campaña que en otoño se aviva con el ímpetu de los últimos rescoldos del descanso veraniego y luego vuelve a la misma insustancial rutina. La del hámster en la rueda de su jaula. 
Y aún así, son muchos los que quieren entrar en la rueda. Será cierto aquello de la erótica del poder o será que falta alfabetización y por supuesto, cultura democrática. Por ello no debe sorprendernos que en Jaén se agite desde distintas tribunas la formación de una candidatura electoral que aglutine las plataformas surgidas en Jaén, Linares, Úbeda…, bajo el síndrome de la España vaciada. 
Eso de la España vaciada era una denominación acertada, pero de tanto manoseo se ha quedado en casi nada, en el mismo semivacío sobre el que alertaba. De modo que esa hipotética candidatura electoral apenas se sustenta para estos aventureros en el espejismo de Teruel Existe. 
Un espejismo que sirve de coartada y que bien podría ser un cuento de la lechera en el que el lugar del cántaro lo ocupa un número indeterminado de representantes electos y su utilidad aritmética para dar el gobierno a otro con la correspondiente contraprestación. Un cántaro que al romperse nos dejará como legado otro hámster en su rueda. 
No hay ideología, dicen, sólo la defensa de los intereses de la provincia. Lo cierto es que aunque en las plataformas hay personas de variada ideología, no es menos cierto que en alguna de ellas quienes llevan la voz cantante no pueden o no quieren disimular su afinidad ideológica. Y eso da que pensar sobre lo que pueda haber tras la creación de esa candidatura electoral. ¿Desesperación y hastío? ¿Reducción del número de votantes de la fuerza hegemónica en la provincia? ¿Aumentar los minutos de gloria para los que hasta ahora han querido hacer política sin estar en política? 
Es fácil exigir más inversiones para la provincia y demandar infraestructuras, pero la política no es sólo eso, también hay que pronunciarse sobre la reforma laboral, la ley mordaza, la educación, la sanidad, la eutanasia, el aborto, las pensiones, la fiscalidad o la igualdad. Y en estos tiempos de regresión y de riesgo para la democracia hay que hacerlo sin ambigüedad. 
La democracia no necesita aventureros, eso es más adecuado para un movimiento revolucionario donde la mayoría de los ciudadanos ya no tienen mucho que perder y todo por ganar. Necesitamos más democracia, mejorar y cambiar algunas reglas. ¿Queremos mejores políticos? Habrá que ser también mejores ciudadanos. 
 
  Mi artículo para SER Úbeda (Multimedia Jiennense), del 6 de octubre de 2021.