miércoles, 30 de septiembre de 2009

Los que se quedaron en el camino

Hace unos 20 años leí un artículo sobre los que se quedaron en el camino. Siempre creí que su autor era el ya desaparecido Eduardo Haro Tecglen, aunque ahora empiezo a tener serias dudas sobre la autoría del mismo. Tuve el artículo guardado durante muchos años, pero demasiadas mudanzas provocan también demasiadas pérdidas. Lo que sí recuerdo, sin lugar a dudas, es que ese artículo estaba dedicado entre otros a Eduardo Haro Ibars, hijo de Eduardo Haro Tecglen, poeta del rock and roll y provocador nato, que proclamó a los cuatro vientos de Madrid aquello de “Soy homosexual, drogadicto y delincuente”.
Eduardo Haro Ibars y nosotros compartimos un mismo territorio, el barrio de Maravillas convertido ya en Malasaña. Donde David Lavedán, hijo del pintor Manuel Avedán y ahijado del pintor y grabador Manuel Alcorlo, y yo éramos los más pequeños, apenamos rozábamos los 20 años, de aquel grupo de bohemios, en el que alguno dejaba atrás los 50. Su tío Pepe, con su taller de estampación de camisetas y fabricación de zootropos y un cuadro colgado en la pared de un museo de París; Pablo, el joyero, el amigo de los pueblos árabes, que montó un cine en un tren para llevar la magia del cine allá donde no llegaba; Fernando Lerín (Lecrín), otro pintor, que emigró a París, tras los pasos de José Luis, que años antes había llevado su guiñol a una plaza parisién. Y Miguel Ángel, el “cagüen”, que vivía en un sótano sin luz en la plaza de San Ildefonso y paseaba sus zuecos de madera por el Bocaccio de Umbral y tantos otros. A este grupo se sumaba alguna vez Kike Turmix, al que nunca recuerdo echándose la mano al bolsillo para pagar alguna ronda de aquel vino peleón que nos enseñaron a beber o de unos “botijos” de Mahou.
Vivíamos en la parte noble de una corrala del siglo XVIII, cuyos vecinos compartían un retrete por corredor, mientras que nosotros disfrutábamos de 2 cuartos de baños en nuestro piso, que los padres de David habían comprado a Fernando Lerín. El reparto de la riqueza nunca fue equitativo y en este caso se podía medir por la disponibilidad de un inodoro y un baño. David dibujaba y yo escribía poesía, aunque a ambos nos faltó perseverar. Por las mañanas trabaja en Telefónica y por las tardes estudiaba en la facultad, pero por las noches, Malasaña era nuestro hábitat. Nunca fuimos los reyes del mambo, pero alguna vez pudo parecerlo.
Era también el Malasaña de El Peles, el sheriff de La Vía Láctea y de Cristina, la camarera barcelonesa también de La Vía a la que bautizamos como Texas; el del par de abuelos del Maragato, Paco y Pepe; el de Manoliño y Mary del gallego; el de la pastelería Oriental, cuyos aseos en la planta baja eran habitual picadero de yonquis; el de las bodegas Camacho, donde había que sortear la barra por abajo para poder desaguar; el de Los Cañones, en la calle Velarde, antes de ser conocido por ser bar de cabecera de Los Enemigos y el del Ágapo, con aquel portero superviviente de Alcalá 20 al que los lugares cerrados y el humo le mordían los ojos y probablemente una parte del cerebro. O el del Manuela, donde contaba Pablo que una vez Haro Ibars y Carlos Tena la montaron, provocando brazo en alto y lanzando consignas en las que ninguno de ellos creía.
Y era el Malasaña del tipo que vendía poemas y robaba bolsos; el del rocker de los franceses y su bate de beisbol; el de los “polis” de paisano; el de los yonquis, algunos confidentes de los “polis”, trapicheando en la plaza del Dos y el de los moros trapicheando en la calle Manuela Malasaña, para acabar a golpes muchas noches, en las que ninguno ganaba la batalla. El de rostros desencajados en busca de una papelina y el de aquella belleza que vimos consumirse día a día por cabalgar en aquel caballo de muerte; ese pura sangre que pocos lograron desbravar y que se llevó a demasiados por delante.
Muchos de ellos han desaparecido, igual que muchos de aquellos lugares. El barrio comenzó a cambiar; Malasaña quería volver a ser el barrio de Maravillas.
Aquel artículo, juraría que publicado en El País, aunque también pudiera ser que se publicará en Diario 16, hablaba de aquella generación destinada a tomar las riendas de este país llamado España. De aquellos que alcanzaron el poder, pero también de aquellos que formaban parte de esa misma generación, educados en valores ajenos y distantes a la dictadura franquista, y que se quedaron en el camino.
Los que alcanzaron el poder, como es sabido, aceptaron cargos públicos o privados y desaprovecharon la oportunidad de cambiar demasiadas cosas, aunque se presentaran con la etiqueta del cambio y realmente cambiaran algunas cosas. Los que se quedaron en el camino, permanecen en muchos casos en el anonimato y en otros, en el olvido o en un segundo plano.
Siempre asocié ese artículo con la novela “El Pianista”, de otro desaparecido, Manuel Vázquez Montalbán. Cuya lectura o relectura recomiendo.
Lo cierto es que 20 años después sigo sin saber adónde había que llegar y sobre todo, para qué.

sábado, 26 de septiembre de 2009

La botica

Las boticas y los boticarios se llaman ahora farmacias y farmacéuticos. En la provincia en la que habito algunos de estos farmacéuticos se caracterizan por impulsar campañas tan saludables como negarse a vender preservativos e impulsar la recogida de firmas contra el matrimonio entre personas del mismo género y sexo. Campañas que sin duda producen un efecto placebo entre quienes las practican.
La botica tenía una estancia interior, denominada rebotica, donde los boticarios elaboraban sus preparados y donde también era habitual recibiesen a amigos y conocidos; llegando en ocasiones a ser un lugar de encuentro entre vecinos. Esa estancia se sigue manteniendo en numerosas boticas, donde se siguen elaborando preparados, pero ignoro si mantiene su condición de lugar de encuentro y conversación.
En Lucena, tras el levantamiento de 1936, el ejército libertador entró en la rebotica de la botica y se llevó a 3 personas que conversaban allí; el boticario, un ingeniero y un tercero, cuyo oficio o profesión no recuerdo, aunque me parece que era el maestro. Los acusaron de “rojos” y de conspiradores y los fusilaron. El nieto de uno de ellos vistió camisa azul y hoy es concejal del PP (partido heredero de los principios sacrosantos que se cobraron la vida de su abuelo) en el ayuntamiento de la ciudad que habito. Por efectos, supongo, del desarraigo, de la desmemoria o de la sinrazón.
Ahora, una botica, y aunque no la nombran intuyo que su rebotica, ocupa titulares de prensa, radio y televisión por su papel de despachar algo más que medicamentos y convertirse en correa de transmisión entre algunos de los protagonistas de la trama de corrupción Gürtel.
La boticaria es una “dama” y si me apuran, una primera dama; según la doctrina de esa concejal madrileña, esposa de un ex presidente y experta en las diferencias entre peras y manzanas. Pues bien, la boticaria en cuestión es la esposa del hombre que no pagaba sus trajes, al que no llaman ni damo ni caballero, y al mismo tiempo, presidente de la Comunidad Valenciana, aunque un amigo juez desgaje al hombre del político. Siguiendo esa tesis, habrá también separación entre la boticaria y la esposa, y si me aprietan quizás volvamos a aquello de la obediencia debida.
Tan entretenidos que estábamos con el clan Pajín y el pedigrí político y democrático de la secretaria de Organización del PSOE y ahora descubrimos que Valencia es tierra de clanes y el “presi”, “ése” que lo sabía todo, tenía el suyo propio, acompañado de su dama y de un amigo del alma.
El aspirante Mariano Rajoy dice que esto es “un embrollo” que ya ha terminado; Ricardo Costa, del clan Camps y salpicado de lleno en el informe policial que deja al descubierto el papel de la botica en la trama, señala al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; Esteban González Pons, ese político de argumentario de manual, también apunta al ‘comando Rubalcaba’, y la machegaStar, la de las acusaciones sin pruebas contra las instituciones del Estado, dice que el informe policial había sido “inadmitido” (sic) por el juez. El aludido ministro del Interior pide explicaciones al PP y recuerda que “en el Estado de Derecho es la Policía la que pide explicaciones a los delincuentes y no al revés”.
Si esto no se aclara pronto, a ver quién es el guapo que, aunque sea a comprar aspirinas, va a la farmacia.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Goodbye

Siempre he tenido la boca muy grande. Y el vicio de no saber cerrarla. Con los años el vicio se acrecienta y la virtud de cerrarla se diluye. Se evapora. Hoy, esa grandeza de mi boca me ha llevado a tomar una decisión. Decisión, que por otra parte, debería haber tomado hace tiempo, pero la creencia de que las cosas se pueden cambiar desde dentro me había llevado a posponer.
Hoy ya no tengo excusas y me doy de baja en una asociación, la APJ, a la que probablemente no debí pertenecer nunca, porque a través de un carnet supuestamente daba un estatus profesional que la mayoría no alcanza ni merece. Tampoco yo.
No me gustan las medias tintas, las medias verdades y el vamos a llevarnos bien, y muchos menos cuando hablamos del laboro y del ejercicio de una profesión que se presupone una constante denuncia. Yo no entiendo, y así me va, de prebendas, de excepciones, de poner una vela a dios y otra al diablo. Por lo que pueda venir, por lo que pueda pasar. Tampoco entiendo del pago de peajes para figurar, para fomentar la apariencia de lo que no se es y de lo que nunca se podrá alcanzar a ser.
Pero por edad y por bagaje debería comprender que no se puede llamar a las cosas por su nombre, que no se puede ir de frente sin miedo a que te partan la cara, que no se puede defender a los amigos ante quien difama sin conocimiento o escondido en su propia necedad o prepotencia.
Y por si no tuviera bastante, yo que no creo en casi nada debería al menos haber considerado la rotura de un jarrón que heredé de mi padre. Ignoro si como presagio o como premonición de que los caballos dueños de su relieve auguraban un galope libre o una condena al lazo de una cuerda cuyo extremo no alcancé a vislumbrar. Y que ahora hechos añicos poco importa.
Me gustaba el jarrón. Me gustaban los caballos. Y no me gusta el desaire, la condescendencia, la disculpa… no me gusta que me perdonen la vida aquellos que son capaces de vender su alma al diablo para mantenerse; para perdurar en un cargo, que no en el tiempo.
Abandono. Dimito. Entre otras cosas porque nunca he tenido ambición por figurar y consciente de que mi voz no se escucha. Nunca he tenido vocación ni aspiración de profeta, ni tampoco, pese a lo que piensen algunos, de abanderado. Me voy, como el poeta, ligero de equipaje.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Fuera del tiesto

Toda la vida afinando la puntería, evitando mojar la tapa y acordándome de bajarla cuando he terminado. Toda la vida saliendo de la bañera o del plato de la ducha a la carrera, empapado, liándome de mala manera en la toalla para medio secarme y desaguar.
Ahora, una temporada transmitiendo a mis peques lo aprendido y practicado y la necesidad de utilizar un trozo de papel para capturar la última gota y que no olviden nunca tirar de la cadena. Riéndome, junto a mi santa, de la habitual muestra de orgullo infantil “como mi papá”. También haciéndoles padecer alguna vez la salida atropellada de la bañera, incluido el numerito de la toalla.
Y después de tantos años y de tantos esfuerzos, una ONG brasileña me dice que soy un derrochador y que en lugar de hacerlo en el váter y gastar 12 litros de agua cada vez que tiro de la cadena, mejor lo hago en la ducha y mato dos pájaros de un tiro (no quiero herir sensibilidad alguna con lo de matar pájaros y mucho menos que se me entienda mal o se me malinterprete y alguien piense que estamos poniendo el apéndice en riesgo por desaguar en la bañera).
Es cierto que todos alguna vez hemos meado fuera del tiesto; es más, hay personas que se pasan la vida meando fuera del tiesto, pero de la maceta a la bañera hay un trecho. Y ya me explicarán qué les digo a mis peques cuando me pillen en la bañera en esa situación: apéndice en mano, sacando brillo al esmalte. Ni puntería, ni tapa, ni última gota, ni cadena… “como mi papá”. Lo que sea por la madre naturaleza.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

¿Y si no está?

Sucedió una noche sin luna del mes agosto. Era 1936. Asesinaron a Lorca, entre Víznar y Alfacar, a escasos metros de la Fuente de las Lágrimas (Aynadamar). Junto al maestro Dióscoro Galindo y a los banderilleros anarquistas Joaquín Arcollas y Franciso Galadí. Ahora dicen que probablemente también están enterrados en esa misma fosa el inspector municipal de tributos de Granada Fermín Roldán y el restaurador granadino Miguel Cobo Vilches.
No hay dudas de que el crimen se produjo en ese lugar, en el camino (hoy viejo) entre Víznar y Alfacar. Cualquiera que pase por allí, antes de llegar al Parque, donde está el monolito, junto al olivo donde se cree fue asesinado Lorca, puede ver los desniveles del terreno en las vaguadas junto al camino; indicadores mudos de los enterramientos de otros tantos, vecinos de Granada y de la zona, asesinados, que sus familiares recuerdan con ramos de flores, depositados entre otros olivos.
Ahora, pese a las negativas primero y a las dudas después de los herederos de Lorca sobre la apertura de la fosa, un equipo de técnicos e investigadores busca en 300 metros cuadrados algo más que huesos.
Es la búsqueda para recuperar la Memoria, cargada de una enorme simbología representada por Lorca, por su muerte, su vida y su obra. Y también por la pervivencia en la historia de aquellos que no cayeron en el anonimato al ser asesinados junto al poeta. Dignidad y justicia. Sí, y la oportunidad de saldar una deuda con esa historia cainita nuestra.
El hallazgo de los restos no cambiará lo acontecido, ni la proyección y universalización del poeta, como temen justificada o injustificadamente los herederos de Lorca. Tampoco disminuirán los ingresos económicos. La verdad sólo hace daño al que la esconde, al que trata de ocultarla, pero para otros, como Ian Gibson, es necesaria.
¿Y si no está? Hace años me contaron una historia, un importante y reconocido lorquiano, de donde está enterrado el poeta. Escribí, en estado casi febril, algo sobre ello, que duerme sin ver la luz. Quizás porque necesito saber si es cierta la historia que me contaron; algo que sólo podré saber cuando se abra la fosa. O puede que tampoco. Pero me gustaría saber si hubo un último viaje del poeta y Laura guarda el secreto en el Balcón.

Muerto cayó Federico/- sangre en la frente y plomo en las entrañas -/… Que fue en Granada el crimen/sabed - ¡pobre Granada!-, en su Granada…

“El crimen fue en Granada (A Federico García Lorca)”, Antonio Machado. Ayuda, 17 de octubre de 1936.

martes, 22 de septiembre de 2009

Los primeros fríos


Es final de septiembre. En Baeza el sol engaña, porque tras sus rayos esconde los primeros fríos. Ya han terminado los cursos de verano, así que varían los ritmos y la Universidad sigue uno más pausado.
Esa pausa es la que me permite disfrutar ahora en más momentos, breves eso sí, del silencio del patio. Un silencio sólo roto por el sonido del agua de la fuente. Miro los guijarros incrustados en el suelo, completando formas geométricas, dibujando en blanco y negro. Siento al tacto la suavidad del mármol de sus columnas y como una columna más me fundo en este paisaje cotidiano. Siento mi ser. Sin trascendencia. Consciente de que soy algo minúsculo en el universo. Y con la certeza de ser vulnerable y efímero. Como ave de paso; sin alas, huérfano del sueño de Ícaro. Trato de mirar más adentro y confirmo la fragilidad y la incertidumbre ante el tránsito de la vida y el desenlace de la muerte; cuando Átropos corte el hilo de la vida y Caronte busque una moneda debajo de mi lengua. Pienso en mis peques, y eso me reconforta.
El ruido de la apertura y el cierre de una puerta me devuelve al patio para dejar de ser una de sus columnas. Por la puerta principal entra un grupo de turistas comandado por la guía. Echo un rápido y amplio vistazo al patio, contemplo los cuatro naranjos de hojas olorosas, percibo la nostalgia del silencio y siento un escalofrío en la piel.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Boicot a Prisa

No voy a respaldar un boicot en Facebook o en sitio alguno contra el grupo Prisa. Porque pienso que ese no es el camino.
El único boicot que entiendo, pero no comparto, es el de aquel o aquellos que libremente decidan o han decidido no comprar El País, As o Cinco Días, no oír la Cadena Ser, Radiolé o Los 40 Principales, no ver Cuatro y darse de baja en Digital Plus.
Mi único boicoteo es decir lo que pienso y lo que no me gusta. Seguiré comprando El País, porque todavía puedo soportarlo.
No me gusta el Cebrián que se comporta como un perro rabioso; el que ha llevado a la deriva a El País, arrastrando hoy al grupo Prisa en esa deriva.
No me gusta el Fernando Garea que publica informaciones para dejar en evidencia al presidente del Gobierno, sin citar una sola fuente (El País, 14 de septiembre de 2009). A pesar de que lo tengo por buen periodista tras su paso por El Mundo, Público y el propio El País, y por supuesto en sus intervenciones en las mañanas de Tele 5.
No me gusta el químico metido a periodista Javier Moreno, al que Cebrián puso de director de El País, y que avergüenza a propios y extraños con las 5 páginas de ayer domingo dedicadas al Comité Federal del PSOE, a la salida de Solbes… (El País, domingo 20 de septiembre de 2009, páginas 14-18), y su “intervención” en la Defensora del Lector, “EL PAÍS y Zapatero: una crítica incómoda” (El País, domingo 20 de septiembre de 2009) defendiendo el “periodismo” y “la dignidad de la Redacción y todos los profesionales que hacen posible El País”, una dignidad que mancha con frecuencia y en demasía, al igual que la dignidad de sus lectores, con su comportamiento “periodístico”, la limpia y el envío a galeras de parte de esa Redacción que dice defender y su complicidad en empujar a El País a la deriva.
No me gusta el escritor Juan Cruz, cuando en la columna Cosa de Dos, “Lo incierto” (El País, domingo 20 de septiembre de 2009) insiste en la media verdad para negar el monopolio de Prisa en la televisión de pago y de paso arrearle al ministro Sebastián; cuando sabe como todo el grupo Prisa y los que no somos el grupo, que ese monopolio se daba en la práctica.
No me gusta el colaborador Enrique Gil-Calvo sumándose con su artículo “Autonomía” (El País, Lunes, 21 de septiembre de 2009) a la corriente de opinión general del grupo Prisa; aunque su análisis de la situación económica actual de España, tanto interna como externa, es magnífico; el último párrafo arrastrando por el fango a Zapatero resulta cuando menos sospechoso en las actuales circunstancias.
Pero El País es también otros muchos como Javier Pradera y José María Ridao (a los que no he leído pronunciarse sobre el tema), como Forges, Romeu, El Roto, Peridis, como Enric González (que si se ha pronunciado, también con elegancia y cerrando filas), como Miguel Ángel Aguilar, Josep Ramoneda o como Maruja Torres, Javier Marías o Ramón Lobo. Y El País también fue Máximo, Francisco Umbral, Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Haro, Antonio Gala, José María de Areilza, Juan Cueto…
De Cuatro sólo me interesa Iñaki Gabilondo y sus editoriales diarios de lunes a jueves, aunque alguno sea para criticar con elegancia al presidente del Gobierno y cerrar filas con Prisa. {Es importante recordar en estos momentos de tribulación su entrevista al entonces presidente del Gobierno, Felipe González, en TVE; de obligada emisión para estudiantes de Periodismo; una entrevista de manual}.
Y de la Ser… me han decepcionado algunos de sus periodistas y su mal estilo. No Francino, me aburren su caca, culo, pedo, pis y su somos guays, pero sólo te decepciona aquel del que esperas algo; Carles Francino me parece un buen presentador de informativos de televisión y un mal conductor de un programa de radio como Hoy por Hoy. Si me ha decepcionado Angels Barceló, debí seguir la pista que dejó Javier Astasio sobre el desembarco de Barceló en A vivir que son dos días, cuando sustituyó a Fernando G. Delgado; pero no lo hice; así que supongo que me está bien empleado.
No critico el derecho de El País y del resto de medios de comunicación del grupo Prisa a criticar a Zapatero; de hecho es su obligación como medios y como periodistas. Lo que critico es que lo hagan al unísono cuando les han tocado el bolsillo y además pretendan hacernos comulgar con ruedas de molino. La indecencia no está en la crítica si no en el motivo de la crítica: el dinero (la devaluación del precio de su plataforma digital, el estado precario de sus cuentas…) y la pérdida de privilegios en Moncloa a favor del grupo de Roures.
Lo que me preocupa es que alguien de Prisa pueda pensar de verdad que si el PP gobierna tras las próximas Elecciones Generales va a derogar el decreto-ley de aprobación de la TDT de pago. Bastante tendrá el PP con intentar enterrar sus casos de corrupción y disimular el hedor que desprenden.
Tarde o temprano habrá fumata blanca entre Prisa y Zapatero. Ignoro cuándo y el precio a pagar. Si sé que este enfrentamiento sirve o debiera servir para que algunos pierdan su candor, la confianza ciega y puede que para comenzar a tener criterio propio y emplear tiempo en la reflexión. Cabeza fría y corazón caliente.
Yo como informado y deformado renuncio, salvo sorpresa mayúscula, ataque suicida o hundimiento del imperio, a escribir más artículos sobre el particular.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Crisis de fe

Es domingo. Vengo de comprar El País y el pan, junto a un maravilloso libro desplegable “La Selva Tropical”, que se podía adquirir hoy por un euro junto al periódico y que ha encantado a mis peques.
Leo la apertura a cuatro columnas de El País, “Zapatero radicaliza el discurso en defensa de su gestión de la crisis” y observo la coincidencia con el discurso del PP y las acusaciones de radical a Zapatero. Tiempos de ver, escuchar y leer. Tiempos de crisis económica, moral e ideológica. Tiempos de crisis de fe (no hablo de religión). Habrá fumata blanca. Y desencanto, decepción y deserción. Es el precio a pagar.
Alguien no ha medido bien o ha calculado mal la estrategia. El grupo Prisa ha perdido ya dos batallas, la de la TDT de pago, que toca su bolsillo, y la de sus lectores, oyentes y telespectadores, que debiera ser más dolorosa.
No es una cuestión de principios, pero de ser así, puede haber una renuncia o una moderación. El PSOE renunció a ser marxista como vía para acceder al poder, quizás el grupo Prisa deba renunciar a otra premisa de otro marxismo: “Más madera que es la guerra”.
No me gustan las guerras. Y tampoco me gusta la tempestad de papel y ondas en la que estamos inmersos. La conversión de palabras e imágenes en una galerna. Su uso para atizar la hoguera, que lejos de dar calor nos va a achicharrar a todos. Con quemaduras de mayor o menor grado, pero quemados.

viernes, 18 de septiembre de 2009

A saco

Las relaciones entre prensa y poder siempre se han caracterizado por la dificultad de las mismas, por el intento del poder de someter a la prensa y por el esfuerzo de ésta para no ser sometida; algo que no siempre logra, voluntaria o involuntariamente.
Sí, es cierto que hay prensa sumisa, tanto medios de comunicación como periodistas. Del mismo modo que con frecuencia, demasiada frecuencia, se olvida el papel y la relevancia de la prensa en la sociedad moderna.
Por ello y otras cuestiones en la mente de todos no debería extrañarnos el comportamiento de algunos presidentes de gobiernos democráticos como los de Argentina, Venezuela o Italia, con algunos medios de comunicación o algunos periodistas, por lo general críticos con los gobernantes y su forma de gobernar. Y tampoco debe sorprendernos el comportamiento de algunos medios o grupos de comunicación.
En Argentina, los Kirchner (aunque gobierne Cristina, son una Sociedad Limitada de gobierno) no están satisfechos con haber enviado 200 inspectores de hacienda al periódico Clarín; si, he dicho 200, y es sabido que el envío no fue por un desacuerdo con la información deportiva o cultural del diario; han decidido además llevar una Ley de Medios (Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) al Congreso que entre otras cosas reduce las licencias de emisión para radio y televisión y obliga a su renovación cada 2 años [ha sido aprobada, ahora deberá pasar al Senado, por 147 votos a favor, 4 en contra, una abstención y 104 diputados fuera del Parlamento]. Es decir, un ejercicio público de intimidación desde el poder, para amedrentar y amordazar a los medios de comunicación y disuadirlos de publicar, como el caso de Clarín (grupo de comunicación con más de 200 medios), informaciones sobre la fortuna acumulada por el matrimonio gobernante y muchos de sus amigos, y que dibuja un futuro de intervencionismo estatal.
En Venezuela, el presidente Hugo Chávez ha cerrado en mes y medio 31 emisoras de radio y 2 cadenas de televisión y ha ordenado la apertura de un nuevo proceso, y van 4, contra la cadena de televisión Globovisión, en esta ocasión acusándola de incitar al golpismo. Sin duda un ejemplo de comportamiento democrático, respeto a la pluralidad y sentido de la autocrítica, como demuestra el presidente venezolano constantemente en su programa dominical televisivo “Aló presidente”. Un programa que se emite a través del Sistema Nacional de Medios públicos de Venezuela; creado en 2008 por el propio Chávez e integrado por las cadenas nacionales Venezolana de Televisión, ViVe, TVes, la internacional TeleSur y otras cadenas de ámbito regional, junto a las emisoras de radio, Radio Nacional de Venezuela e IVKE Mundial. Un sistema que ha suscitado numerosas críticas entre ellas, las de la Asociación Human Rights Watch (HRW), que señala en un informe que la financiación estatal de estos medios los convierte en voceros del gobierno.
En Italia, ¿qué decir de Italia y de su presidente Silvio Berlusconi, il nuovo ducce, a estas alturas? Juez y parte, Berlusconi legisla para favorecer a su imperio mediático y hostiga a la competencia con la ley o con la amenaza. Entre sus dianas favoritas dos diarios L’Unita, el periódico fundado por Antonio Gramsci, y La Reppublica, y una cadena de televisión RAI 3, a las que como buen “totalitarista” ha añadido un enemigo externo, El País, del grupo español Prisa; una enemistad originada porque el diario español publicó las fotografías de las fiestas del jefe de gobierno italiano en su finca de Cerdeña, y acrecentada con un enfrentamiento directo con el corresponsal en Italia de este diario en una rueda de prensa, con nuestro querido presidente presente y haciendo la estatua “por cortesía”. Ausentes Manuel Vázquez Montalbán y Leonardo Sciascia, dos pérdidas universales, nos asimos, yo al menos, a José Saramago y su “la cosa Berlusconi” (Tribuna en el diario El País, 6 de junio de 2009), y a Andrea Camilleri (entrevista en el diario El País, 18 de septiembre de 2009), donde tacha a Berlusconi de “bufón delirante”.
Y en España, los gobiernos democráticos han favorecido sistemáticamente a medios o grupos de comunicación y a “amigos”, por lo que Zapatero no iba a ser menos que sus predecesores. A la vez que asistíamos al alineamiento de los medios de comunicación en torno a los partidos políticos, llegando incluso en ocasiones a marcarles el camino o la estrategia a seguir. Eso sí, la intimidación por el gobierno de turno se ha producido reduciendo o eliminando publicidad institucional, negando o concediendo licencias de radio y televisión (analógicas o digitales) y variando las condiciones de titularidad y emisión. Sólo en 2 ocasiones, que yo recuerde, se han cerrado por motivos no económicos medios de comunicación, los diarios Egin y Egunkaria, por su presunta relación con el terrorismo. Y rara vez los tribunales habían supuesto una amenaza real, salvo para El Jueves y alguna otra publicación humorística por “recrearse” en la Familia Real (sospechosa y vergonzosamente intocable); eso hasta ahora que la Justicia (la Fiscalía de Madrid) pide 3 años de cárcel e inhabilitación de un periodista de El Mundo, Antonio Rubio, subdirector del diario, por “revelación de secretos”; sencillamente, por hacer su trabajo.
Ahora y a cuenta de la aprobación de la TDT de pago por el Gobierno, por decreto-ley, El País hostigado por Berlusconi pasa de perseguido a perseguidor, para cobrarse una pieza de caza mayor: el presidente del gobierno, aunque al final tal vez se conforme con una pieza menor, el ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián.
Junto a El País se han apuntado a la cacería los principales medios del grupo Prisa, es decir, Cadena Ser y Cuatro, incluidos sus periodistas más conocidos; algunos como Iñaki Gabilondo y Enric González, con elegancia y mensaje inequívoco de cierre de filas en torno a Prisa, y otros con mal estilo, innecesario e impropio, abusando y recreándose en las verdades a medias, como, siento decirlo, algunos periodistas de la Cadena Ser.
El escenario se ha completado con el silencio calculado del grupo Vocento, el editorial de El Mundo elogiando al presidente del gobierno y recriminando al PP no haber votado a favor del citado decreto-ley, y la entrada a saco de los columnistas de diario Público, cuyos accionistas son hoy los principales beneficiarios de la aprobación de la TDT de pago.
Prensa y poder político nos están dando un espectáculo lamentable, con salidas de tono y esperpentos como la visualización de un doble frente antinatural si atendemos a la historia reciente de España, PP – grupo Prisa por un lado y PSOE – El Mundo por el otro. Más que un alineamiento parece una alienación, pero también dicen que la política hace extraños compañeros de viaje.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

El Callejón del Agua

Llueve. Somos un país dado a los excesos, sin término medio. Y hasta la lluvia parece saberlo. Inmisericordes las nubes descargan y la lluvia golpea, destruye. El agua de la vida convertida por el exceso en agua de muerte. En la tierra que habito hasta 2 vidas se ha cobrado la tormenta, 2 personas; pero cuánta vida apenas perceptible se ha llevado también esa misma agua.
El agua que cabe en un vaso y desborda un río. El agua que hacemos fluir o detener del grifo con un golpe de muñeca, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, de abajo a arriba y de arriba a abajo. La misma agua que muñecas, brazos y cuerpos juntos no pueden parar, ni siquiera encauzarla.
De nuevo el hombre contra la naturaleza, una naturaleza que parece rebelarse y nos recuerda nuestra vulnerabilidad, la de nuestro propio ecosistema. No hacemos caso, no escuchamos, apenas oímos. Y el recuerdo, el aviso en forma de maldición del cielo, pronto se olvida. Al primer rayo de sol.
Llueve. Torrencial y desmesuradamente. Truena. Y el cielo se llena de relámpagos; quiebros luminosos unidos al bramar de ese mismo oscuro cielo. Seguimos presos de la sordera. Hipnotizados ante la caída del agua, fascinados por la riada y sólo preocupados porque el agua pueda entrar en nuestras casas o llevarse nuestros coches en su propia deriva.
Expectantes ante la petición por la Administración de turno de declaración de zona catastrófica y deseosos de la concesión de tan discutible y nada gratificante título. Una gracia acompañada de euros, cuyo destino será mitigar las pérdidas económicas estimadas y que rara vez se empleará en prevenir los efectos de futuros aguaceros.
En las venas de muchas ciudades existe un Callejón del Agua, viendo lo que está cayendo del cielo en Andalucía Oriental y en Levante bien podríamos pensar que ese callejón se ha desbordado, que ha parido una alimaña que devora empedrado y asfalto y con un quebranto convierte la ciudad en una nueva Atlántida.

Baby patera

El mar es una tumba o una esperanza. El Estrecho, la puerta del infierno o la entrada al paraíso. Un paraíso no recogido en las Escrituras, exento de bellas huríes para el reposo eterno, pero lleno de aflicción; recogido en otros escritos, paganos pero reales.
Y en medio de la nada, la baby patera surca las aguas. Como una guardería flotante, sin más nodriza que un niño de 16 años. Media docena de vidas, cortas y pequeñas, en medio del océano, intentando otear el Norte para escapar del Sur, soñando un sueño que demasiadas veces muta a pesadilla.
Hoy salió esperanza y Tarifa se convirtió en la Tierra Prometida. Pero mientras, la sombra de la sospecha se funde con la duda de la indecencia; de las mafias, de los progenitores, de los estados.
La realidad apenas alcanza a sorprendernos, pero en esta ocasión dejamos un hueco para la sorpresa, una oquedad en la que también cabe la vergüenza. Cómo si no explicar por qué Occidente sostiene una monarquía feudal en el norte de África, donde se violan los derechos humanos, donde se sume a los habitantes del reino en la pobreza y en el analfabetismo, donde se persigue a la oposición política, mediática, religiosa o de cualquier índole, donde la vida sólo tiene el valor que le concede el monarca, donde se practica sin pudor el nepotismo.
No hay soluciones perfectas. Ni fáciles. Pero ayudaría y de qué forma, una política europea de inversiones al otro lado del Estrecho, para acabar con infiernos y paraísos y construir puentes. Un aval para el desarrollo marroquí y una apuesta por una democracia real, pese a aventuras fundamentalistas. La ignorancia, la pobreza o la falta de oportunidades son las mejores bazas del fundamentalismo, no la democracia, y también una garantía de pasaje para las pateras.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Palabras y hechos

Las palabras nunca sobran, pero a veces son insuficientes por el peso y la contundencia de los hechos. En política es habitual que los hechos nieguen a las palabras, que las dejen en evidencia. Y esa tendencia se está trasladando a velocidad de crucero a nuestro quehacer cotidiano.
Así que ante un torrente de palabras, nos mantenemos escépticos. Dejamos que la desconfianza se apodere de nosotros y acabamos por no creernos nada. Tampoco ayudan el entorno, los medios de comunicación y el ritmo frenético de vida que nos imponemos o nos imponen y acatamos.
El resultado es que copiamos el modelo de los políticos en nuestra vida y mimetizamos comportamientos e inclusos reproducimos literalmente sus expresiones sin pensar en lo que decimos. De forma que cada vez tenemos menos que contar pero lo contamos con más palabras, con rodeos lingüísticos y con gesticulación acentuada.
Es decir que repudiamos el torrente de palabras ajeno y somos incapaces de asumir que nosotros también originamos un torrente de excesos verbales. Criticamos la puesta en escena del otro y apenas tenemos ojos para vislumbrar las carencias de la nuestra.
Y esta incapacidad contagiosa se va propagando como pandemia, como virus mortal que nos infecta y debilita y no nos permite dar el puñetazo en la mesa. Es más, apenas acertamos a meternos debajo de ella. Y sólo nos asomamos para abrir la boca y tragar las sobras o los sapos que el Gran Hermano dispone con aspecto de vianda y que nosotros engullimos sin preguntar y degustándolo como si fuera caviar; aunque sabemos que es lo que no nos gustaría pisar. Y por supuesto, mucho menos pagar, directa o indirectamente.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Balmoral

Estoy oyendo el Cadillac Solitario del Loco, con una Alhambra 1925 en la mano, y no puedo evitar preguntarme qué demonios hago aquí, con al menos la mitad de una promoción de la Guardia Civil y otra mitad de alumnos de un curso de arquitectura.
Mi cuita es que tengo las preguntas pero me faltan respuestas. Demasiadas respuestas. Soy consciente de que tuve momentos mejores, pero probablemente quedan distantes en el tiempo. Porque el Cadillac del Loco me lleva muy atrás en el tiempo y cuesta echar la vista atrás. Y también cuesta afrontar si eso importa demasiado.
Dicen que el tiempo lo cura todo. Yo tengo mis dudas, pero es cierto que el tiempo diluye, difumina y deprecia instantes pretéritos. Del mismo modo que los años que han pasado reposan sobre mi espalda y sobre la del mismo Loco, que ya en aquel tiempo había soplado más velas que yo y que hoy es consciente, como yo, de que no hay viento que lleve a buen puerto nuestra nave.
Naufragamos. Sucumbimos ante la tormenta. Zozobramos. Por una causas u otras. Por la inclemencias del tiempo, por los imponderables, porque creímos que la letra de una canción era la misma escritura de la mano que ideó nuestras vidas. También porque no nos adaptamos. Ya saben, tiempos nuevos, tiempos salvajes. Y echamos el ancla. Evitamos el motín, pero nos quedamos sólo en el cascarón con velas.
Ahora los barcos van a motor. Tienen computadoras y tripulación uniformada. Y nosotros seguimos mirando al horizonte, esperando que las olas del mar nos anuncien la llegada del viento y que ese viento hinche nuestras velas y la nave navegue. Sin que importe demasiado a dónde. No abandonamos islas desiertas, pero dejamos demasiado equipaje en la travesía, en un pasaje que es probable nunca pagásemos.
Y ya no queda ni el Balmoral. En la calle Hermosilla ya no habita ni el recuerdo. Sólo una palabra en la carátula de un disco del Loco. Poco importa ya, el ropero a la entrada, la barra a la derecha y el salón a la izquierda, con los sillones orejeros, la chimenea y las osamentas de ciervo en la pared. Mi madre bautizó aquel salón como el salón de los espejos, quizás porque al anochecer era frecuente ver a banqueros, a la denominada jet set madrileña alternando con un vaso de whisky en la mano y alguna joven putita merodeando las orejas del sillón. También lo frecuentaron los protagonistas de aquello que se llamó la Movida madrileña, entre ellos Loquillo.
Pero queda tan lejos Madrid de Baeza. Y para mí, tan lejos en el tiempo, que sólo espero que cualquier noche los gatos de mi callejón maullarán a solas esta canción.

martes, 8 de septiembre de 2009

Salir del Callejón del Gato


Lo encontré en una reseña literaria del Babelia del Sábado (El País, 5 de septiembre de 2009). Como es evidente me llamó la atención su título “Salir del Callejón del Gato”. Y pensé, quizás de forma ilusoria, que no llevó tanto tiempo con este blog para haberme creado enemigos; y en cualquier caso, salir es tan fácil como no entrar. Mi callejón tiene los muros de cristal, paredes transparentes que me permiten ver y ser visto; y de ser cierto eso de que los gatos cuentan con 7 vidas, desconozco cuántas me quedan; pero por si acaso, procuro no perder siquiera una. Así que no entendía ese empujón, esa salida que bien podría ser una huida hacia delante.
Ya saben que la curiosidad mató al gato y si además es de oficio curioso no hay escapatoria. Me lancé, literalmente, sobre la página abierta para leer aquella reseña; más que nada por averiguar a que se debía aquel título, preocupante, lo reconozco, para mí. Y aunque tras su lectura sigo sin saber a qué se debe ese título, me parece de ley reflejar aquí la reseña. El libro en cuestión es un ensayo, al parecer muy ambicioso y documentado, sobre la gobernanza mundial; obra del diplomático Manuel Montobbio, que ignoro quién es, y editado por Icaria, Barcelona, 2008. Parte de la constatación de un cambio en el mundo tras la caída del Muro de Berlín y tras el 11 de septiembre y el ataque a las Torres Gemelas y por tanto, aborda la necesidad de una nueva forma de gobierno mundial, la gobernanza.
Puede ser un caso aislado, pero en tiempos de adopción de medidas preventivas, quizás debo sucumbir a la invitación de una amiga y comenzar a marcar el territorio. Al menos el de mi callejón, porque si no niego la entrada cómo invitar a una pronta salida.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Samaritanas


Durante las últimas cuatro semanas, de lunes a viernes, ellas han sido y son mi primera conversación del día y además, me traen un café caliente con una sonrisa. Son las samaritanas que dan agua al sediento y alimento al hambriento. Ellas están en ese primer café, en el desayuno, en el almuerzo y en el café con hielo de la sobremesa. Diría que forman parte del paisaje y casi del alimento.
Mariola tiene la mirada triste, pero siempre dispuesta una amplia sonrisa, y Alcázar tiene la mirada clara y guarda otra sonrisa. Casi todas las mañanas las acompaña Maricarmen, de ojos y sonrisa más tímidos, y también más callada.
Sin duda es una buena forma de empezar el día. Aunque en ocasiones, consciente o inconscientemente, no sabemos valorar, apreciar y reconocer a estas personas, que forman parte de nuestra vida cotidiana y la mayoría de las veces nos la hacen más agradable, más llevadera, más fácil…
Esa cotidianeidad, esa rutina hacen que en otros momentos perdamos la perspectiva y nos olvidemos de que esas personas, que están ahí siempre, tienen vida, con sus propios problemas, sus sueños, sus triunfos y sus fracasos.
A veces la asiduidad, el hábito o la frecuencia nos permiten establecer una comunicación entre ambos lados de la barra y descubrir que los anhelos y las cicatrices constituyen el cauce de los ríos de toda existencia. Es entonces, cuando dejamos de mirarnos el ombligo y percibimos esas otras existencias, esas otras aguas del río. La vida. Es en ese momento cuando aprendemos o deberíamos aprender a dar las gracias.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Barbudos y barbados

Los barbudos se instalaron en Sierra Maestra y allí soñaron la posibilidad de otro mundo y dieron esperanza a la Isla y a otros muchos países. Fidel bajó hasta el balcón de Santiago y desde allí a La Habana. La esperanza recorrió la Isla y el sueño se instaló en muchos corazones a ambos lados del Atlántico. Después el sueño se hizo pesadilla. Y ya sólo queda la barba del viejo comandante.
Los barbados, padre e hijo, representan una institución anquilosada, anacrónica y perpetuada en el poder por los privilegios propios y por los otorgados para ganar adeptos, defensores o cómplices. Ahora vuelven con un cambio de imagen de sus vacaciones estivales, bien pagadas por sus súbditos al igual que demasiados extras de la caprichosa mudanza de la hija y hermana a la Gran Manzana. Y ambos muestran en el colorín las mejillas peludas al más puro estilo Carpanta. Quizás sea un guiño al pueblo, principal damnificado de la crisis que a ellos intocables no toca. Nada que una buena maquinilla no solucione. Que se lo digan a Gila y a su filomatic; ya saben aquella que daba gustirrinín. O a Paco Rabal y a su gillette de doble hoja; la del apurado perfecto. Intuyo que Robespierre, el del afeitado total, se adelantó a su época o por lo menos a la de la publicidad.
Entre sueños y coronas queda poco espacio para respirar. Aunque hubo un tiempo en que el sueño sin corona era una bocanada de aire fresco.

jueves, 3 de septiembre de 2009

El cuaderno de Saramago

Saramago se despide de su cuaderno. Y quedamos huérfanos. Pero deja una puerta entreabierta para que sus palabras magistrales puedan volver a poblar nuestros ordenadores. Y de una despedida definitiva pasa a un quizás vuelva; aunque eso sí, aventura un retorno excepcional.
Abandona el magisterio periódico de su cuaderno para dedicar todo su tiempo a una nueva obra. Siempre podremos saborearlo en obras pasadas y futuras, pero perdemos la inmediatez, la certeza y precisión de sus reflexiones, de sus críticas y denuncias o de las enseñanzas recogidas en su blog.
Este cierre inesperado nos deja a oscuras, porque nos priva de una de las pocas luces que todavía hoy podía iluminarnos. Perdemos a la par la luminosidad de sus letras y al lazarillo que nos guiaba en estos tiempos convulsos y tan propensos a la oscuridad y a la tiniebla.
Quedamos pues ciegos o tuertos, a la espera de que el maestro recapacite y ese retorno no sea excepción, sino normalidad y podamos como hasta ahora abrir las páginas de El cuaderno de Saramago para hallar la luz.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Paréntesis

Portaba un cargamento, aunque no era consciente de ello. Es lo que tienen las nuevas tecnologías, que al final no sabes ni lo que llevas encima. Así que en cierta medida, te sorprendes. El cargamento al que me refiero es de música, traía conmigo al Gato Barbieri, al gran Paquito D’Rivera, a Michel Camilo, a Herbie Hancock... Así que mi habitación parece en algunos momentos una auténtica jam session.
Subo el estor de la ventana y contemplo la plaza de la catedral y la fuente iluminadas. Me siento a escribir en el ordenador y las notas de música me acompañan. La noche avanza y a veces no me doy cuenta de ello hasta que la plaza queda a oscuras, iluminada sólo por el resplandor de la luna. Miro el reloj y el sentido común me dice que es hora de apagar el ordenador e intentar dormir unas horas, porque mañana el móvil hará sonar la alarma a las siete y media y ya no habrá tregua.
Aún así echo una última mirada por la ventana, a través de los barrotes siento el frescor de la madrugada y contemplo en la penumbra las escaleras de piedra, la torre de la catedral y en primer término las ramas de dos árboles, únicos testigos de mi trasnochar.
En ese momento siento deseos de apurar una taza de café o un trago, aún a sabiendas de que he de conformarme con un vaso de agua. La música está muy baja, apenas perceptible para el oído, pero siento los acordes de metal, los dedos en el piano…
Y hago todo consciente de que es un paréntesis y de que el final está próximo; de que en breve volveré al mismo abismo de los desheredados que abandoné hace apenas dos meses. A pesar de que este intramuros y sus silencios aletargan los sentidos y varían la percepción del tiempo, de modo que esos dos meses parecen años. Y consciente de que mis demonios están latentes y no patentes, pienso en aquella frase y no recuerdo de quién de que a los demonios hay que dominarlos y no temerlos; yo ni los domino, ni los temo, convivo con ellos.

martes, 1 de septiembre de 2009

Basura

Los humanos somos unos grandes generadores de basura. Hay animales que también generan residuos, pero ni de lejos alcanzan las cifras de detritus producidas por los humanos. Estos residuos son fácilmente reconocibles en nuestro entorno, no se salva ni la naturaleza ni la urbe. Y sin embargo, los más nocivos son los que asimilamos por oídos y ojos, propagados por la boca a través de la voz y cuyo origen supuestamente está en el cerebro.
Algunos de estos residuos no son aptos para paladares exigentes, mientras otros constituyen la dieta diaria de consumidores voraces, aunque a pesar de unos y otros la ingesta de inmundicia forma ya parte de nuestra rutina.
Podríamos establecer diferentes tipos o categorías de residuos, pero no vale la pena porque al final no cambia su condición de desecho. La basura es basura, con independencia de quien la arroja.
Basura es el anuncio indiscreto por parte de una ministra y fuera de plazo en el calendario, ¡estas cosas no se hacen en pleno mes de agosto!, de una subida de impuestos por parte del gobierno de la nación. Del mismo modo que es basura su presunta máscara de globo sonda o los matices posteriores de otros ministros e incluso del presidente del gobierno.
Basura es que el jefe de la oposición, incapaz de limpiar su propia basura en Valencia, Madrid y Baleares, permita el veto a las preguntas de los periodistas o la expulsión de éstos de una sala cuando comparecen los dirigentes de su partido o él mismo para esparcir la basura del gobierno y no dar cuentas de la propia. Porque también es basura acusar sin pruebas a diestro y siniestro y no asumir responsabilidades, recibir regalos y asegurar que se han pagado cuando eso no es cierto o confundir deliberadamente trajes con anchoas para camuflar bolsos de Vuitton.
Basura es el silencio y la servidumbre de medios de comunicación y periodistas ante el poder político, ante las ruedas de prensa sin preguntas, ante las grabaciones y declaraciones “enlatadas” y ante los mítines o actos públicos televisados.
Y basura por excelencia es lo que arrojan algunas televisiones, no me refiero a los vertederos abiertos al público en los telediarios, sino a esos programas instalados en la sobremesa y en el ¡prime time! de algunas cadenas; a los que se une un extenso catálogo de despojos durante el estío.
Y por supuesto, es basura que un medio de comunicación como El Mundo dedique tiempo, talento y esfuerzo de sus profesionales y espacio en sus páginas a criticar la telebasura, para acabar “fichando” al residuo del tomate, muñequito diabólico con pretensiones de convertirse en monarca de los desperdicios, y rendir una columna a sus pies.
Demasiada basura y pocos o ningún basurero para recogerla.