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viernes, 22 de octubre de 2010

El acento femenino

El gobierno de la nación ha perdido su acento femenino. Y ahora es un ejecutivo átono. Tras seis años como vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, quien ya fuera secretaria de Estado de Justicia en el gobierno de Felipe González, dice adiós.
Era un secreto a voces. Para algunos estaba quemada y para otros importaba demasiado su falta de peso en el partido y el hecho de que no fuera militante, lo que le permitía una independencia que algunos errónea e interesadamente siempre han interpretado como un distanciamiento.
Ya es un hecho. La vicepresidenta, una mujer con formación y sentido de Estado, ya no comparece ante los medios de comunicación los viernes. Fernández de la Vega nunca ha necesitado un ministerio de Igualdad para defender el papel de la mujer en las sociedades modernas, ni se ha visto empujada a presentarse a unas primarias para ser premiada con la Cancillería y tampoco han tenido que nombrarla ministra del ramo sanitario para desalojarla del escalafón del partido. Ella ha sido durante estos seis años la representante gubernamental que siempre ha dado la cara en los momentos y situaciones más difíciles, la que nunca se ha escondido y la que siempre ha tenido presente que el gobierno está al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio del gobierno.
Actuó en femenino, sin imitar los roles masculinos y los hábitos y salidas de tono de los políticos mediocres. Combatió los tópicos sobre las mujeres, derrotándolos con hechos y con su labor diaria. Y se va dejando la sensación de que no sólo se pierde a una vicepresidenta, sino a una magnífica candidata para la presidencia.
En otros tiempos hubiera hecho irrefutable aquella máxima de que buena vasalla, si hubiera tenido buen señor. Hoy nos hace preguntarnos porqué el señor aún no puede ser señora.
En esto avanzamos, es cierto. Pero muy lentamente. En ocasiones, como si diéramos un paso adelante y dos o tres hacia atrás. Las encuestas lo corroboran: los chicos siguen sin educarse en igualdad. No son necesarios sesudos estudios, ni profundos análisis para comprenderlo; basta con poner la oreja y escuchar a tipos como el alcalde de Valladolid, cuando abren la boca para escupir la mierda que tienen en el cerebro. Avergüenzan a mujeres y hombres. La misma vergüenza que nos hacen sentir aquellos que se conforman con una miserable y cobarde disculpa para lavarse las manos y no cortar por lo sano.
Las palabras no suenan ni significan lo mismo si omitimos o cambiamos el acento. La sociedad, tampoco; y la supresión del acento femenino hace que las palabras llanas se transformen en agudas. Pasamos a primar lo gutural. Nos situamos al borde del estruendo.

martes, 14 de septiembre de 2010

Gratis total

Tengo un amigo con mando en plaza que entona el mea culpa, porque a su entender, que comparto, las instituciones han cometido el error de acostumbrar al respetable al gratis total. Aboga por cobrar un precio simbólico, una cantidad mínima que actúe como elemento disuasorio para alejar a aquellos que piensan que la gratuidad conlleva también el derecho a la falta de respeto, el pataleo y el portazo.

La otra noche asistí a un espectáculo de danza “(espérame despierto)”, durante el cual una parte del público, que había accedido al teatro gratis como todos los presentes, mostrando una desconsideración absoluta hacia los dos bailarines, chico y chica, que se deslizaban por el escenario y hacia el resto del público, abandonó la sala trotando como bestias y dando portazos como auténticos energúmenos. Desgraciadamente no es la primera vez que asisto a una demostración de civismo de esta naturaleza.

Reconozco que no me apasiona la danza, pero ese es un hecho secundario, ya que asistir a un espectáculo donde el comportamiento de una parte del público causa bochorno y vergüenza relega al espectáculo a un segundo plano y devalúa el tiempo dedicado al ocio.

Soy consciente de que el gratis total cuenta con una legión de adeptos en las sociedades occidentales actuales; en especial, entre los más jóvenes; aunque no fueran precisamente éstos los protagonistas del lamentable comportamiento del que fui testigo en el teatro. Comprendo la tentación que supone no tener que pagar y lo fácil que es habituarse a ello.

Sin embargo, y reconociendo también el derecho del público a expresar su aprobación o rechazo hacia cualquier expresión artística, tengo la creencia de que las muestras de desaprobación son menores cuando se ha pagado una entrada y que además, en caso de producirse, se realizan al finalizar la función.

miércoles, 30 de junio de 2010

"Pierodistas"

Uno de mis peques dice sin rubor y con absoluto desconocimiento de lo que dice, con independencia de cómo lo diga, que sus padres son “pierodistas”. Oírlo de su boca, además de arrancar la consabida sonrisa, enorgullece; del mismo modo que es un orgullo ejercer la profesión que se ha elegido y para la cual uno se ha formado.
En demasiadas ocasiones, el periodismo y los periodistas son objeto de mofa, crítica y descrédito en las sociedades modernas. Y en algunas de esas ocasiones los ciudadanos llevan razón en su apreciación sobre la profesión y los profesionales que la ejercen. Aunque sería de agradecer la misma mofa, crítica y descrédito para otras profesiones que como ésta tienen malos profesionales y gente sin decencia ejerciéndolas.
Frente a esas profesiones, tan poco dadas a la crítica o a la denuncia de las malas praxis, el periodismo, tachado erróneamente de corporativista, asume que la crítica no sólo procede de fuera, sino que tiene su origen en la propia profesión. Porque actuaciones puntuales nos avergüenzan y lo hacen por partida doble, como ciudadanos y como profesionales.
El Campeonato del Mundo de Fútbol que se está celebrando en Sudáfrica nos ha brindado uno de esos momentos de bochorno profesional. Y los periodistas, en lugar de dar la callada por respuesta o mirar hacia otro lado, exponemos en la plaza pública a aquel que desde la profesión nos causa sofoco y provoca esa mofa, crítica y descrédito en la sociedad.
Ya conocen la historia, una periodista está en Sudáfrica cubriendo el torneo para una cadena privada de televisión de España. Es decir, ejerciendo su profesión como el resto de periodistas españoles y extranjeros. El pecado de esta periodista es ser la actual pareja del capitán y portero titular de la Selección Española y haber abandonado una cadena de televisión privada, La Sexta, para fichar por otra, Tele 5.
Estos mimbres y la ubicación de la periodista en el césped tras la portería española, lugar designado por la FIFA para los periodistas de las televisiones con los derechos de emisión del Mundial, sumados a una repentina atención por parte de los tabloides sensacionalistas británicos por su relación con el capitán de la Selección, han llevado a otro periodista, que representa a los periodistas de Madrid y ha representado durante años a los del resto de España, a agredir verbalmente a esa periodista, acusando a su cadena, Tele 5, de “maltrato” y calificando de “vergüenza” la ubicación de la periodista en el campo.
La “pierodista” ofendida se llama Sara Carbonero y el “pierodista” ofensor Fernando González Urbaneja; aunque a mí, como a mi peque, se me traba la lengua y tiendo a denominarle, sin rubor y con absoluto conocimiento, “Comadreja”. Lo que ni me enorgullece, ni me arranca sonrisa alguna.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Baby patera

El mar es una tumba o una esperanza. El Estrecho, la puerta del infierno o la entrada al paraíso. Un paraíso no recogido en las Escrituras, exento de bellas huríes para el reposo eterno, pero lleno de aflicción; recogido en otros escritos, paganos pero reales.
Y en medio de la nada, la baby patera surca las aguas. Como una guardería flotante, sin más nodriza que un niño de 16 años. Media docena de vidas, cortas y pequeñas, en medio del océano, intentando otear el Norte para escapar del Sur, soñando un sueño que demasiadas veces muta a pesadilla.
Hoy salió esperanza y Tarifa se convirtió en la Tierra Prometida. Pero mientras, la sombra de la sospecha se funde con la duda de la indecencia; de las mafias, de los progenitores, de los estados.
La realidad apenas alcanza a sorprendernos, pero en esta ocasión dejamos un hueco para la sorpresa, una oquedad en la que también cabe la vergüenza. Cómo si no explicar por qué Occidente sostiene una monarquía feudal en el norte de África, donde se violan los derechos humanos, donde se sume a los habitantes del reino en la pobreza y en el analfabetismo, donde se persigue a la oposición política, mediática, religiosa o de cualquier índole, donde la vida sólo tiene el valor que le concede el monarca, donde se practica sin pudor el nepotismo.
No hay soluciones perfectas. Ni fáciles. Pero ayudaría y de qué forma, una política europea de inversiones al otro lado del Estrecho, para acabar con infiernos y paraísos y construir puentes. Un aval para el desarrollo marroquí y una apuesta por una democracia real, pese a aventuras fundamentalistas. La ignorancia, la pobreza o la falta de oportunidades son las mejores bazas del fundamentalismo, no la democracia, y también una garantía de pasaje para las pateras.