viernes, 26 de mayo de 2023
El último baile
martes, 29 de enero de 2019
El brillo del sol
martes, 5 de febrero de 2013
Los Amantes Pasajeros
sábado, 18 de febrero de 2012
Niña de ojos de luna
El viento de la mañana ha traído la mala nueva, placebos para el dolor y la negación de la esperanza. Su desesperanza, que son nuestras lágrimas, aviva el recuerdo de cuando llegó a nuestras vidas; con sus palabras, con sus vivencias del despertar a la vida y su amor a la poesía. Esos materiales con los que levantó su morada en nuestros corazones, cuyas paredes podrán desplomarse, pero cuyos cimientos permanecerán inamovibles.
Llegó la noticia, como todas las malas noticias, de improviso y golpeando en aquellos rincones del ser donde es inútil la defensa y no existe lugar para la resistencia. Andaba yo buscando una cinta para atar el tiempo y evitar su extravío y ahora, daría cualquier cosa por hallar un cordel con el que amarrar su tiempo e impedir que se apague.
Es difícil, casi imposible, no dejarse atrapar por los tentáculos de la tristeza, escapar al dolor y contener la rabia. Pero chiquilla Kaede, de piernas largas y ojos de luna, tú que no alcanzaste las estrellas y ahora te convertirás en una de ellas, no mereces nuestro adiós preñado de dolor y tristeza, mereces partir con nuestra bendición, el mejor de los ánimos y nuestro cariño.
Y saber que la despedida nunca es definitiva, que permanecerás en nuestros corazones hasta que volvamos a encontrarnos en cualquier mar al que nos conduzcan los ríos de la vida, donde nos esperarás tejiendo una red de luz, palabras y poesía.
jueves, 22 de julio de 2010
Antón, el clown
Ayer conocí a una de esas personas, aunque ha sido hoy cuando realmente hemos conversado y por tanto, hemos abierto la puerta del mutuo conocimiento. Es actor y payaso, aunque él prefiere utilizar el término clown. Es murciano, como mi amigo librillanico Antonio Rodríguez, y se llama Antón Valén.
Les contaré que era sordomudo y que aprendió a hablar. Que no le gusta que le recuerden constantemente que fue uno de los clowns elegidos para participar en el año 2002 en el espectáculo “Alegría”, del Circo del Sol (Cirque du Soleil), y se quedó hasta 2007 tras una exitosa gira mundial, y que tampoco le gusta que le digan que es uno de los mejores payasos del mundo.
Ahora se dedica a enseñar a otros a ser payasos y su empeño es crear una Escuela del Comediante. En esta vida de lágrimas, él apuesta por la risa y por enseñar a otros a reír y a hacer reír. Dice que es un privilegio dar clase, aunque yo creo que los privilegiados son los depositarios de sus enseñanzas.
Hemos hablado de circo, de literatura, de la Iglesia, de ciudades como Murcia, Baeza y Úbeda, de conventos y monasterios, de oficios y artesanos… de cosas sencillas de la vida. Y hablando con él, he recordado que hace algunos años en la ciudad que habito conocí a un joven, preso por trapichear con drogas. Fue a la primera persona que escuché cara a cara expresar con orgullo su condición de payaso. Había aprendido a ser payaso en la Ciudad de los Muchachos. Trabajó en varios circos, pero llegaron los malos tiempos y muchos de esos circos desaparecieron. Perdió su empleo, y la desesperación le llevó al menudeo y éste al talego. Cuando le conocí estaba a punto de cumplir su condena y salir en libertad. Nunca volví a saber de él. Luego el circo recuperó su esplendor y las carpas volvieron a deslizarse por las carreteras y a recortar los cielos de las ciudades. Me gusta pensar que la vida volvió a sonreírle y está en una de esas carpas tras una cara pintada y una nariz roja.
Antón Valén termina mañana de impartir el taller “El actor frente al clown”, en la Escuela de Teatro de la UNIA. Dice que hace 10 años visitó el Palacio de Jabalquinto de Baeza y se dijo que algún día daría clase allí. Lo ha logrado, aunque el privilegiado he sido yo. He conocido a un actor y payaso que va por la vida sin prisa, con la humildad y la sonrisa como tarjeta de presentación, con la convicción de que las cosas vienen cuando uno menos las espera y de que lo único que podemos hacer para lograrlas es dar lo mejor de nosotros mismos y hacerlo con pasión.
A partir de hoy, antes de llamar payaso a alguien, lo pensaré bien.
lunes, 7 de septiembre de 2009
Samaritanas

Durante las últimas cuatro semanas, de lunes a viernes, ellas han sido y son mi primera conversación del día y además, me traen un café caliente con una sonrisa. Son las samaritanas que dan agua al sediento y alimento al hambriento. Ellas están en ese primer café, en el desayuno, en el almuerzo y en el café con hielo de la sobremesa. Diría que forman parte del paisaje y casi del alimento.
Mariola tiene la mirada triste, pero siempre dispuesta una amplia sonrisa, y Alcázar tiene la mirada clara y guarda otra sonrisa. Casi todas las mañanas las acompaña Maricarmen, de ojos y sonrisa más tímidos, y también más callada.
Sin duda es una buena forma de empezar el día. Aunque en ocasiones, consciente o inconscientemente, no sabemos valorar, apreciar y reconocer a estas personas, que forman parte de nuestra vida cotidiana y la mayoría de las veces nos la hacen más agradable, más llevadera, más fácil…
Esa cotidianeidad, esa rutina hacen que en otros momentos perdamos la perspectiva y nos olvidemos de que esas personas, que están ahí siempre, tienen vida, con sus propios problemas, sus sueños, sus triunfos y sus fracasos.
A veces la asiduidad, el hábito o la frecuencia nos permiten establecer una comunicación entre ambos lados de la barra y descubrir que los anhelos y las cicatrices constituyen el cauce de los ríos de toda existencia. Es entonces, cuando dejamos de mirarnos el ombligo y percibimos esas otras existencias, esas otras aguas del río. La vida. Es en ese momento cuando aprendemos o deberíamos aprender a dar las gracias.