A la niña Laura le ha dado su luz la luna. Iluminó su cara pero le ha negado la sonrisa. Y aún así, nunca se ha dado por vencida y ha buscado sonreír. Consciente de que el resultado de la lucha podría obligarla a renunciar a algunos sueños y le impedía alcanzar las estrellas, apostó por vivir y no le dio la espalda a esa pelea.
El viento de la mañana ha traído la mala nueva, placebos para el dolor y la negación de la esperanza. Su desesperanza, que son nuestras lágrimas, aviva el recuerdo de cuando llegó a nuestras vidas; con sus palabras, con sus vivencias del despertar a la vida y su amor a la poesía. Esos materiales con los que levantó su morada en nuestros corazones, cuyas paredes podrán desplomarse, pero cuyos cimientos permanecerán inamovibles.
Llegó la noticia, como todas las malas noticias, de improviso y golpeando en aquellos rincones del ser donde es inútil la defensa y no existe lugar para la resistencia. Andaba yo buscando una cinta para atar el tiempo y evitar su extravío y ahora, daría cualquier cosa por hallar un cordel con el que amarrar su tiempo e impedir que se apague.
Es difícil, casi imposible, no dejarse atrapar por los tentáculos de la tristeza, escapar al dolor y contener la rabia. Pero chiquilla Kaede, de piernas largas y ojos de luna, tú que no alcanzaste las estrellas y ahora te convertirás en una de ellas, no mereces nuestro adiós preñado de dolor y tristeza, mereces partir con nuestra bendición, el mejor de los ánimos y nuestro cariño.
Y saber que la despedida nunca es definitiva, que permanecerás en nuestros corazones hasta que volvamos a encontrarnos en cualquier mar al que nos conduzcan los ríos de la vida, donde nos esperarás tejiendo una red de luz, palabras y poesía.
El viento de la mañana ha traído la mala nueva, placebos para el dolor y la negación de la esperanza. Su desesperanza, que son nuestras lágrimas, aviva el recuerdo de cuando llegó a nuestras vidas; con sus palabras, con sus vivencias del despertar a la vida y su amor a la poesía. Esos materiales con los que levantó su morada en nuestros corazones, cuyas paredes podrán desplomarse, pero cuyos cimientos permanecerán inamovibles.
Llegó la noticia, como todas las malas noticias, de improviso y golpeando en aquellos rincones del ser donde es inútil la defensa y no existe lugar para la resistencia. Andaba yo buscando una cinta para atar el tiempo y evitar su extravío y ahora, daría cualquier cosa por hallar un cordel con el que amarrar su tiempo e impedir que se apague.
Es difícil, casi imposible, no dejarse atrapar por los tentáculos de la tristeza, escapar al dolor y contener la rabia. Pero chiquilla Kaede, de piernas largas y ojos de luna, tú que no alcanzaste las estrellas y ahora te convertirás en una de ellas, no mereces nuestro adiós preñado de dolor y tristeza, mereces partir con nuestra bendición, el mejor de los ánimos y nuestro cariño.
Y saber que la despedida nunca es definitiva, que permanecerás en nuestros corazones hasta que volvamos a encontrarnos en cualquier mar al que nos conduzcan los ríos de la vida, donde nos esperarás tejiendo una red de luz, palabras y poesía.
Carlos, yo no conocí muy bien a Kaede, pero me acuerdo de lo que su nombre y de lo que transmitía, generalmente, bueno. No sé si ella está a punto de morir o ya está fiambre. Prefiero deducir que sigue viva y que los halagos que le dedicáis son como cánticos de alabanzas que la animen para seguir estando.
ResponderEliminarSí, ya sé que muchas veces soy muy bruta hablando. Pero mi corazón no entiende de sutilezas, anáforas o sinalefas. Va por libre, como las lentejas. No hice amigos allí, ya sabes tu donde digo; lo que es más, comprendí era un lugar muerto donde solo se quedaban cuatro que ni entre ellos mismos se entendían.
No conocí a Laura, ni ella intentó conocerme a mí. Así son las redes, añades amigos a ellas y todos no dejan de ser unos auténticos desconocidos que a la primera palabra en desacuerdo empiezan a tratarte como un… troll y un mal advenedizo.
En cualquier caso, allá donde te encuentres, Laura, que sea para tejer y deshacer…, como una Penélope que sabe que el corazón de Odiseo le pertenece.
Carlos, bonitas palabras has dedicado a esa amiga, que no sé si sigue o se fue.
Biquiños siempre.
Duende del agua, Kaede sigue viva. Los médicos la han desahuciado, a pesar de su corta edad, pero ella está dispuesta a seguir librando la batalla. La conocí hace unos meses en Madrid, no me atrevía a preguntarle por su enfermedad, pero al final lo hice y por su respuesta, pensé que las cosas estaban mejor, pese a ser consciente de que en el futuro tendría que someterse a una nueva operación y estar aquejada de un terrible y persistente dolor de cabeza.
ResponderEliminarEs una chica muy madura para su edad, con unas ganas de vivir tremendas, a la que la vida le ha proporcionado demasiado dolor y ahora le priva de esperanza. Y aún así es ella la que nos da ánimos a nosotros y nos pide que evitemos estar tristes.
Nunca he sido bueno para eso de las esperas y menos cuando esperas un desenlace que se puede producir en meses o en un año, pero que hoy se dibuja inevitable.
Un bico para tí.