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domingo, 13 de abril de 2025

Entre vinilos


Hoy tocaba ir a comprar una 'chuche' y disfrutar de ese día que las tiendas de discos han convertido en una cita festiva para aquellos a los que nos gustan la música y los discos, el Record Store Day. A las ediciones especiales en vinilo, tiendas como Marcapasos y Discos Bora-Bora en Granada les han sumado desde hace años una programación musical durante la jornada.
En Jaén, aunque en los últimos tiempos a muchos se les llena la boca presumiendo de oferta cultural (sin importar la calidad, of course) y repitiendo como un mantra acusador eso de menos mal que "no hay ná", no hay tiendas de discos y no podemos disfrutar de una fiesta similar. Tampoco hay una sola sala decente para conciertos, pero, bueno, y al hilo de la Semana que se avecina ¿seré yo, maestro?
Menos mal que nos queda Graná. Por cuestiones que no vienen al caso he llegado más tarde de lo previsto, pero, aún así, pisaba a tiempo Bora-Bora para escuchar un par de piezas de Carlos de Jacoba, con la tienda llena de gente disfrutona. Previamente, había pasado por la puerta de Marcapasos, donde Sr. Chinarro ha llenado hasta en la calle y pese a la lluvia. He vuelto, para, desde la rúa, escuchar también, curioso, las dos últimas canciones.
Y a continuación, la sorpresa. DJToner, Alfonso Alcalá, Rafa Martínez y 'nuestro' Sergio Albacete. 3 grandes intérpretes y un mago en la mezcla que han sido el mejor aperitivo para la cerveza.
Los 'vientos' de Sergio Albacete soplan desde hace tiempo de Torredelcampo a cualquier lugar de Andalucía y fuera de ella. Inmerso en numerosos proyectos, incluso docentes, lleva su maestría por esos cielos sin abandonar el nuestro. Y, además, hay que reseñar lo buen tipo que es. 
Hoy estaba parlanchín y he saboreado sus 'conversaciones' con el contrabajo y, de manera especial, con el trombón. Le daba a la lengua con el 'aire de Jaén' y uno sentía orgullo por el amigo y por el privilegio de la escucha en directo. 
Barruntaba después, a solas en la Malvasía, sobre el placer de lo inesperado y sobre nuestra torpeza, puede que incapacidad, para apreciar la grandeza más allá de las miradas al ombligo.

martes, 16 de abril de 2019

Reminiscencia de los Cero

Me encontré la valla en Granada, hace casi un año, yendo o volviendo de El Bar de Eric. Y me llamó la atención; así que saqué el móvil, esa maquinita diabólica que creíamos que nos serviría para hablar y se utiliza también y con exceso para mirar o mal mirar, y la atrapé en su interior. 
Descargué la foto y se quedó por ahí en el ordenador. El sábado volvió el recuerdo. Pasé al lado del lugar donde está la valla, pero esta vez venía de Discos Bora Bora, en la plaza de la Universidad, después de un regalo en forma de mini concierto de José Antonio García y El Hombre Garabato y de un single en vinilo para coleccionistas, editado con motivo del Record Store Day. Ya saben, ese homenaje a las tiendas de discos de toda la vida. En la ciudad que habito no hay ninguna, así que para respirar esa atmósfera, para rebuscar en las estanterías y para comprar algún vinilo de antes o de ahora me queda a mano Granada. 
De no recordar mal, era una mañana fresca de mayo. Y por las circunstancias que fuera había poco tránsito por esa vía, algo inusual. Ignoro cuándo habían realizado los operarios su tarea, la noche anterior o en la primera hora de la mañana. Lo cierto es que se habían eliminado de la valla los carteles y la mayoría de sus restos, salvo aquellos donde la goma se agarra al papel y al metal y se resisten al agua y a las espátulas. Y claro, salvo la reminiscencia de los Cero. 
Ya había pasado el año de la ‘Resurrección’. Meses atrás quedaba aquel último concierto de la ‘Maniobra Final” en el Palacio de los Deportes. Y sin embargo, ahí estaban esas tres bandas de papel anunciando la vuelta de 091. Y surgió la duda sobre si aquello era un descuido o algo intencionado. Prefiero pensar que era lo segundo, un homenaje del operario a la banda granadina, el recuerdo imborrable a la espera del nuevo regreso. ¡Qué paradoja! Al final ese vestigio de 2016 se ha transformado en 2019 en presente para anunciar un futuro inmediato. Vuelven. 
Puedo pensar que aquella persona era una visionaria o que utilizó la valla para compartir su deseo, a sabiendas de que no estaba solo en la petición. O simplemente que le pareció inapropiado borrar la huella y consciente de que estaba condenada a desaparecer quiso darle el indulto de la espátula, prorrogar su permanencia para alimentar la esperanza y los sueños. 
Esté dónde esté y sea quién sea, no tengo duda de que ese tipo es un romántico, un nostálgico con los pies en el suelo y por supuesto, alguien con buen gusto musical. Un Ceroinómano.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Filosofía y música

He vuelto al Aula “Federico García Lorca” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada. Es curioso cómo algunos lugares y en particular, algunas estancias, hallan hueco de manera insospechada en nuestras vidas. 
Rebobinaba y llegaba a la conclusión de que salvo en una ocasión mis visitas a esta Facultad han tenido como escenario esta Aula en memoria y homenaje al poeta granadino. 
La pisé por última vez el pasado mes de junio para ser testigo de la defensa de su tesis sobre cine de mi amigo Miguel.
Un acto académico y festivo que por cosas de la vida se convirtió en un día que nunca olvidaremos, aunque el paso del tiempo y la recuperación de mi amigo nos permite contemplarlo con cierto sentido humorístico, incluso jocoso por esa perspectiva que otorga el paso del tiempo. 
Resumiendo, por eso de no entrar en detalles, mi amigo no tuvo otra ocurrencia, a todas luces involuntaria, que sufrir un derrame cerebral en plena defensa de su tesis. Como es un tipo duro, andaluz pero medio vikingo por constitución, no perdió la consciencia y de hecho, se empecinó en continuar defendiendo su tesis, de modo que todos los presentes creímos que era víctima de una lipotimia y por supuesto, no pensamos que fuera algo grave. 
Luego vino el susto y la consecuente alarma. Pero como bicho malo aguanta lo que le echen, ahí sigue dando guerra para que familia, amigos y allegados sigamos ganándonos el paraíso, aunque sea uno imaginario. 
Ahora lo recuerdo casi 6 meses más tarde en el mismo escenario, pero en un acto distinto, al que también acudí el año pasado en estas mismas fechas, la presentación del Máster en Patrimonio Musical de la Universidad de Granada, la Universidad de Oviedo y la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), que alcanza su octava edición. 
Me veo aquí el año pasado escuchado a Miguel Ríos impartir una conferencia sobre la industria musical en España y ahora escucho otra conferencia, en esta ocasión sobre la recuperación, conservación y difusión del patrimonio musical, de boca de Rosario Álvarez, presidenta honorífica de la Sociedad Española de Musicología. También está presente, un año más, el decano de la Facultad, José Antonio Pérez Tapias, al que constató que es un lujo prestar atención cuando habla. 
Filosofía y música. Dos disciplinas que ineludiblemente están o deben estar en nuestras vidas. Y deberían estarlo obligatoriamente en las aulas de escuelas, institutos, universidades y cualquier otra clase de centro docente. 
Pienso en la unión de letras y música bajo la mirada, diría que atenta y aprobatoria, del desaparecido poeta granadino y universal que da nombre al aula. 
¡Ay, Federico, hasta eso nos quieren arrebatar! Sí, claro, los mismos que te arrebataron a tí.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Maniobra Final para Ceromaniacos

Si aceptamos que todo final es un principio podemos decir que estamos de suerte y ayer asistimos en Granada al final de la resurrección y al principio de la reencarnación. O lo que es lo mismo, que disfrutamos del último concierto de una gira de 091 tras 20 años de ausencia, pero ello no implica un nuevo adiós del grupo. En cualquier caso si ese adiós se produce solo nos queda dar las gracias y sentirnos afortunados por esta Maniobra de Resurrección. Y además estaremos de acuerdo en que los Cero fueron y siguen siendo una gran banda de rock y que como tal tiene un gran grupo de seguidores; y gracias a ellos, sobre todo, pero también a nosotros, los Ceromaniacos o Ceroinómanos, ha sido posible ese regreso triunfal dos décadas después. 
El principio y el cierre de Maniobra Final son el mejor ejemplo de esa comunión entre la banda y su público; ese vídeo resumen de la gira dando las gracias y el pabellón cantando “La canción del espantapájaros” antes de la salida de los Cero al escenario y esa despedida del grupo juntos y lanzando flores al público que tatareaba los coros de “Fuego en mi oficina”. 
Eso explica por sí solo la emoción de los músicos y de sus seguidores, la larga espera de 20 años y el reconocimiento y el éxito, tardíos pero certeros, ahora sí, de los Cero. Y también que El Pitos, con la voz muy tocada, aguantara las casi 3 horas de concierto, y además le sobrará aire para dirigirse en 3 ocasiones al público para agradecer y dejar la puerta entreabierta a la esperanza de una nueva resurrección. O que el maestro Lapido, otro poeta silencioso como Cohen, hablara (si le cuesta hacerlo hasta en sus conciertos en solitario) y dejara estas palabras para el recuerdo “Nos volveremos a encontrar. No sabemos cuándo, ni dónde, pero volverá a brillar el sol”. 
Ese mismo sol que brilló en el Palacio municipal de Deportes de Granada mientras fuera caía la lluvia y sus hijos seguían creciendo a nuestro alrededor y esas otras tormentas imaginarias rugían en nuestras cabezas mezcladas con el sonido de nuestras voces cantando todas y cada una de esas canciones que desde hace más de 20 años forman parte de la banda sonora de nuestras vidas. 
Ahora, dos décadas más viejos, muchos de nosotros padres y madres de familia, con sueños sin cumplir, con un presente que quizás no es aquel futuro imaginado pero conscientes de que este es nuestro tiempo y de que en ese tiempo siempre habrá un lugar para la música de los Cero; la misma música que ha envejecido con nosotros, quizás mejor que muchos de nosotros, porque de alguna forma es eterna en un alter ego de Dorian Gray, con ese Lapido que hunde la pluma en Wilde, en Kafka, en Whitman y en tantos otros para que por un instante creamos que somos capaces de oír crecer la hierba. 
Acordes y letras para un momento único en otra noche para alimentar mitos. La cuestión no es contar que estuvimos allí, lo importante es que en ese momento estábamos ahí. Y lo que vendrá después es accesorio, como ese paréntesis de una espera de 20 años. 
Tampoco nos engañemos, la del 17 de diciembre de 2016 es nuestra noche de aquel día. Yo pensé que era la del 14 de mayo, también en Granada, pero más tarde supe que no, que estaba errado y que la noche era ésta. Y así ha sido. Ignoro dónde y cuándo me zambullí en un baño de luna para agarrar esa sonrisa y exhibir esa cara de felicidad. Desconozco porqué ese entusiasmo y cosquilleo adolescente. Ese viaje atrás en el tiempo que ya noté en la previa al concierto en El bar de Eric. Esa conversión repentina en un nuevo Fausto que en unos segundos solo con mirar sus caras me permitía distinguir en la avenida que lleva al Palacio a otros como yo. Tan efímeros como yo, porque lo eterno ya son los Cero. 
Y sí, también ese anhelo cumplido de poder escuchar por fin en directo “Un minuto de silencio”, abrazar a esa “Venus” que mientras no se grabé seguirá pareciendo el reflejo de una partitura en el espejo, una canción perdida en busca de su propio camino que tiende de una u otra forma a ser el nuestro, el de 091 y sus seguidores. 
Al son de “Hurricane” me despido con un abrazo de otros Ceromaniacos hasta el próximo concierto de los Cero. Al cruzar la pista alzo la vista para contemplar esa pancarta con la leyenda “Larga vida a 091”. Y sé que es el tiempo de dar las gracias, por hacernos partícipes de esa Resurrección, por volver a emocionarnos, por poder compartirlo con nuestros piratas y por demostrarnos que siguen siendo esa gran banda de rock a la que nos enganchamos hace más de 20 años. 
Quiero creer que esta Maniobra Final es un nuevo comienzo. Y si no, pues siempre ¡Mucho Cero! La decisión es vuestra, pero si seguís, nosotros seguimos.
Gracias José Antonio García, José Ignacio y Víctor Lapido, Tacho González y Jacinto Ríos. Nos volveremos a encontrar en el rock and roll cuando brille el sol.



lunes, 17 de octubre de 2016

Nuestro tiempo

Regresaban a Jaén, aunque en marzo habían actuado en Úbeda, y como ya dijo ‘El Pitos’ allí, igual que lo ha repetido Lapido en varias entrevistas, Jaén siempre fue su segunda casa; incluso, como recuerdan ambos y no se cansa de repetirme mi amigo Miguel Dávila, hace 20 años dieron más conciertos en Jaén que en su Granada. Mi Granada, nuestra Granada, porque siempre hemos sido de allí y de aquí y quizás por eso, ellos siempre fueron de los nuestros. Como los KGB o los TNT. Y como lo eran aquí Niñatos y Conservantes Adulterados. 
Han vuelto los Cero dos décadas después para recordarnos que “este es nuestro tiempo”. No somos lo que queríamos. No somos lo que creímos ser. Pero a pesar de los sueños incumplidos, de las esperanzas rotas y de los que se quedaron en el camino, seguimos siendo. Somos por nosotros y por ellos. 
Ahora más de 20 años más tarde, cuando le dan el Nobel a Dylan y eso me hace recordar a Lou Reed y pensar que aún hay una posibilidad para Leonard Cohen, el poeta silencioso que con 82 años estrena disco y afirma que “está preparado para morir”, defendemos que “este es nuestro tiempo”, con nuestros logros y nuestros fracasos, con nuestras virtudes y nuestras imperfecciones, frente a aquellos que nos empujan a la miseria social y moral. 
Puede que nosotros no estemos preparados para morir o que hayamos muerto un poco ya, pero si estamos listos para la resurrección. Porque sobrevivimos o no morimos del todo y porque ni siquiera esperamos ni pretendemos una resurrección eterna. Porque incluso los no creyentes necesitamos creer en algo; hasta que hay o hubo un dios y sigue estando de nuestro lado. También en esta ciudad dormida, que sin embargo no duerme, somos capaces de resucitar por una noche, en una maniobra que ya siempre permanecerá en nuestro recuerdo. Quizás en el mismo lugar donde rugen en nuestras cabezas las tormentas imaginarias. Allí dónde dejamos el siglo XX, casi 20 años atrás. 
Volvieron los Cero a Jaén. Con un público puesto en suerte por Lola Nos Quiere y el grrrock de El Gran Oso Blanco. Y como habían anunciado cambiaron un poco el repertorio respecto a otros conciertos, como los de Úbeda o Granada. También anunciaron hace dos décadas que no volverían y para deleite nuestro incumplieron ese anuncio. Y también, excepcionalmente, tocaron dos veces en un concierto el mismo tema ¿Qué fue del siglo XX?, con una versión acústica que ya nadie podrá arrebatarnos como hicieron con ese siglo para dejarnos a lomos del XXI. También para decepción de la mayoría, fundamentalmente de mis peques, las maracas no volaron al son de “La vida qué mala es”. En Úbeda se habían quedado con las ganas de hacerse con una porque cayó en las manos de un peque que había a su lado y aquí quedaron privados del vuelo y de obtener el anhelado botín. 
Con diez años mis peques pueden presumir de haber estado en dos conciertos de 091. Cantando sus canciones y moviendo los pies, aunque esto último aún les cuesta y porque de ello ya nos encargamos la banda de puretas que les rodeamos. Espero que dentro de unos años, cuando sea su tiempo, serán capaces de entender lo que significan estos conciertos, los otros a los que les hemos llevado y los que están aún por llegar. Que comprendan que es posible que en una canción habite la poesía, pero sobre todo que entiendan que la música, especialmente el punk y el rock, junto al cine y la literatura, nos dieron las alas de la rebeldía que te permiten soñar con volar. 
Y puede que 20 años más tarde no hayamos sabido aterrizar. Aprendimos a buscar la luna en el negro cielo, pero solo como gato supe encontrar el sol en el balcón. Entre tanta búsqueda, atentos a los filósofos y a los poetas, dejamos pendientes demasiadas respuestas. Olvidamos el destino y de tanto mirar y escarbar en nuestro interior acabamos inmersos en esa soledad alimentada por la nostalgia. 
Los 091 eran una banda de rock. Siguen siendo una banda de rock. Con sus miradas cruzadas, sus silencios y sus demonios. Pero si ellos han sido capaces de volver, nosotros que aprendimos a levantarnos después de caer, que aprendimos que el dolor es visible, estamos preparados para renacer. Todavía nos sumaremos a su baile, porque siempre será nuestro baile. Aunque nunca sepamos porqué se hace una canción.

martes, 17 de mayo de 2016

Era la noche

Era esa noche. Sábado, 14 de mayo de 2016, en la plaza de Toros de Granada. Tendido 1, fila 7, asiento 13. Hasta los números acompañaban, la suma es 21 y mostraba que la suerte si existe está de cara cuando las cartas ni siquiera parecen marcadas. 
Lo sabíamos desde que confirmamos que volvían, cuando anunciaron en primer lugar ese concierto y se agotaron las entradas en apenas unas horas. Aquella era la noche y ese sería el concierto. 
Luego se supo que también tocarían el viernes 13, pero no era lo mismo. En la anotación solo cabían cinco cifras, 091 el 14. Y ocurriría en Granada, en su Granada.
Son un grupo sobrevalorado decían algunos. La “Maniobra de resurrección” es una maniobra de recaudación clamaban otros. En la Joy, en Madrid, estuvieron fatal sentenciaban algunos de los afortunados que habían podido disfrutar de una de las tres noches en que se había colgado el cartel de ‘todo vendido’. Era el mes de marzo y lejos quedaba aquel 3 de enero cuando apenas unas horas me impidieron estar en el Actual en Logroño en el primer concierto de la gira. Ahora guardaba como un tesoro las cuatro entradas para el concierto del 19 en Úbeda; mirando al cielo y cruzando los dedos para que la lluvia pasara de largo, con una excitación infantil y el orgullo de padre de llevar a ese concierto a mis piratas que ni siquiera habían nacido cuando enmudecieron las guitarras en aquel último concierto de hace 20 años. Y mereció la pena, pero desperezó al durmiente y quería más. Mayo seguía golpeando la cabeza; y en esas se cerró Cazorla en julio y parecía más factible. El 14 de mayo comenzó a diluirse, aunque de alguna manera seguía agazapado ahí, incluso con la falsa tentación del 13. 
Y cinco días antes se produce el milagro. Suena el teléfono y al otro lado la voz de mi amigo Miguel escupe sin anestesia, me ofrecen dos entradas para el concierto de los Cero el sábado. Nos vamos, le digo. No puedo, contesta. Me las quedo, confirmo sin pensarlo. Es mediodía del lunes 9 de mayo. La vida sonríe. No quería esperar otros 20 años y apenas dos meses después…, noche de resurrección. 
Entramos a la plaza escuchando los acordes de El Hombre Garabato. Siendo generoso diré que la media de edad rondaba los 40, aunque algunos con su presencia se empeñasen en incrementarla y otros como yo en Úbeda habían traído a sus hijos, cuya edad contribuía a que esa media no se disparase por los que ya alcanzamos las cinco décadas. 
Así que con permiso de Proust diré que pasamos ya el tiempo de los muchachos en flor, pero cuando salieron los Cero interrumpimos el proceso de marchitar y los relojes marcaron las horas y los años hacia atrás. Aunque al día siguiente las hojas del calendario no perdonan y se agarran a los gemelos para recordarte que ya no somos los que fuimos; que aquel tiempo en que solo importaba divertirse, flirtear con lo prohibido y soñar está atrapado en recuerdos divididos entre lo vivido y lo narrado, pero nunca se perdió.
Ahora prestamos más atención a la música y a las letras, nos vamos tras los dedos de Lapido “riffeando” la guitarra y tras la armónica y la voz de ‘El Pitos’, para, filósofos de nuestra existencia, creer en lo más hondo que sigue siendo ayer. Y aunque damos libertad a los pies sin llegar a desgastar las suelas, sujetamos la cabeza porque mañana debemos continuar asumiendo esas responsabilidades para las que nunca nos preparamos porque en esos días o no se vislumbraban o se veían muy lejanas. 
Suena el estribillo de una canción picando el billete para un trayecto en la máquina del tiempo. Y más que viajero me siento testigo privilegiado contemplando de nuevo aquel tiempo sin retorno, cuando ardía la noche de pasos largos hasta el amanecer y aquel mismo fuego crepitaba entre las miradas y los tragos.
Desde el escenario suenan las mismas canciones, pero ahora son 20 años más viejas y nos ponen frente al espejo para reconocernos sin temor y sin sorpresa. 
No hay decepción, fue un gran concierto. Era la noche y fue la noche. Virtuosos, cumplidores, casi con estilo funcionarial. Fríos, faltó la emoción. Nosotros pusimos el corazón y enfrente estaba el hombre de hojalata de Oz. Quizás la pasión se quedó en el camino, quizás los rumores siempre guardan algo de verdad, quizás 20 años si sean nada. Sobrevolaron el cielo de Granada la fe y la ausencia de comunión, pero revivimos, apartamos a un lado la pesada losa y cantamos y danzamos a sabiendas de que en diciembre la mueca de una calabaza marcará el adiós.

sábado, 24 de octubre de 2015

Putney bridge

Algo se barruntaba en los últimos tiempos en Granada. Como el murmullo que precede al agua. Y los ecos llegaron hasta aquí. Pero no era más que eso, el runrún. El ruido que no ahoga el silencio. No había confirmación. Hasta ahora, cuando primero el Ideal y después El Independiente de Granada anuncian el regreso de 091. 
El retorno del grupo que pudo ser. El que cosechó menos de lo que merecía, a pesar de ser una de las grandes bandas de rock de España. 
Vuelven tras 20 años de su disolución y habiéndonos dejado en herencia a Lagartija Nick o la carrera en solitario de José Ignacio Lapido. 
Y ese regreso nos pilla también con dos décadas más a nuestras espaldas. Es en cierto modo, como aquella novia que tienes a los veinte y que el tiempo te devuelve años más tarde, siendo la misma chica pero convertida en otra persona. Los años han pasado por los dos, pero tú miras a la chica de ahora esperando ver a la de entonces. Quizás perdiendo la perspectiva de que tú tampoco eres ya aquel tipo que movía los pies en un concierto de los 091 con la vida por delante, cuando Granada-Jaén-Madrid estaban más cerca que ahora, las barras de bar eran hospitalarias, las noches no morían hasta el amanecer y esa vida tenía una banda sonora. 
Ahora, como Borges, darías cualquier cosa por saber qué se ve en el espejo. Consciente de que siempre es menos arriesgado enfrentarse a lo que está tras el cristal y por supuesto, que a través de él se contempla la vida con una cómoda distancia. 
La otra tarde la pasé laborando y escuchando a los 091. Puede que tuviera algo de premonitorio, pero también e innegablemente es una forma de volver a lo vivido. Como un ejercicio de recuperación de lo conocido, a sabiendas de que la memoria te devuelve una recreación tramposa. 
No todo está mal. Burning celebra sus 40 años en los escenarios, aunque aún no hayamos logrado descifrar que hacía una chica como aquella en un lugar como ese. Los Ilegales de Jorge Martínez presentaron nuevo disco. Y se anuncia el retorno de 091. 
Pero nos falta Strummer. Y solo nos queda subir a la Torre de la Vela o dejar Putney bridge atrás. 

lunes, 2 de marzo de 2015

La Cuesta del Chapiz

Hacía más de 30 años que no subía la Cuesta del Chapiz. De hecho esa última vez que la subí lo hice en coche. Aquel utilitario al que teníamos que cerrar los retrovisores para poder circular por algunas calles del Albaicín (Albayzín), en esa Granada moruna que ya tenía el aroma del rock.
Y hace unos cuantos años menos de la última vez que subí hasta el Mirador de San Nicolás. Era un frío lunes en el que callejeamos desde la calle Elvira hasta la iglesia de San Nicolás para disfrutar desde allí de esas vistas de la Alhambra que han traspasado fronteras. 
Lo hicimos casi en solitario, igual que la primera vez que subí, a los nueve años, la misma edad de mis piratas. Nada que ver con el gentío que lo ocupaba ahora. El sábado subimos por ellos, porque no lo habían hecho nunca y para que disfrutaran de esas vistas y de la subida por la Cuesta y las calles empinadas del Albayzín. Y si no llega a ser por la amabilidad de un matrimonio de la tierra, ya entrado en años, y por su generosidad para compartir aquello que le ha sido dado a partes iguales por la naturaleza y la mano y el ingenio humanos, no hubieran podido alcanzar el borde del mirador y contemplar el palacio nazarí. 
Entre el turisteo, los mercaderes y los vecinos del barrio cuesta dar un paso por los accesos y el propio mirador. Y como en cualquier espectáculo gratuito aquellos que ocupan la primera fila no la abandonan ni cuando los artistas ya han despejado el escenario, esperando incluso ese bis que nunca llega a producirse. 
Pero sigue mereciendo la pena. La subida pausada por la Cuesta. Regulando para que las piernas no te pasen factura al día siguiente por la inactividad acumulada. Los escalones empedrados antesala del mirador. Y la imagen serena de la Alhambra recortando el cielo, fija frente a tí como un óleo irrepetible y sin embargo, una y otra vez reproducido. 
Y la bajada en dirección a la calle Elvira;  también lenta, para disfrutar con las puertas y los detalles de los Cármenes, los recovecos de calles y plazas, nuevas vistas de la ciudad y la certeza del poso de antaño en el barrio. 

sábado, 18 de diciembre de 2010

... y quebranto


El penúltimo adiós. La despedida del quebranto. Estrella de agua, cielo, tierra y fuego. Desgarro del corazón. Lágrimas del alma. Granada se estremece. Sueña Morente.

martes, 14 de diciembre de 2010

Llanto por Enrique Morente

La muerte se ha llevado la voz de plata del duende, para que le cante al oído poemas de García Lorca y de Miguel Hernández. El Albayzín derrama lágrimas que bajan como campanillas tintineando por las calles empedradas. Y hasta Omega, la o griega, ha quedado huérfana.
Hablar de Enrique Morente o de Miguel Ríos en Granada son palabras mayores, pues se reparten cumplidos como artistas y como personas. Y hoy del Sacromonte al Generalife, del Paseo del Darro a la Plaza Bib-Rambla el aire sopla la mala nueva y deja en los labios una plegaria, a sabiendas de que ha mermado la sal de la tierra.
Ciego el sol, las nubes tapan esta noche la Alhambra y la luna esconde la cara en los neveros de Sierra Nevada, quizás buscando el quejío que ya no traerá el alba.
Morente se ha ido de forma prematura y todo apunta a impericia profesional, aunque la muerte no entiende de las estaciones de los hombres. Llega y te lleva, con anuncio previo o sin aviso. De frente o a traición. Irremediablemente nos silencia.
Descansa el maestro. Llora Granada. Enmudecen las voces búlgaras. Se para el tiempo de los gitanos. Y la aflicción es ahora el visible patrimonio del flamenco. El llanto augura el duelo. Y después, el silencio.

viernes, 23 de octubre de 2009

"Gabo" y los "egos revueltos"

Andaba yo a vueltas con mi cabeza, como tantas otras veces, intentando meterle la pluma o menos prosaicamente, hincarle el diente a un tema. Es la necesidad de ordenar las cosas, de estructurarlas para lograr que tengan sentido. Así que redactaba mentalmente el principio de lo que quería escribir, una y otra vez, sin que acabara de convencerme.
Repetía ese inicio imaginado, asumía a continuación la redacción del cuerpo principal, de lo que esencialmente quería decir, y dejaba en manos de la inspiración el final. Y aún así seguía sin convencerme. Le faltaba algo y no daba con ello. Podría parecer algo normal, falta de recursos lingüísticos, literarios o periodísticos o un mal día, si no fuera porque el asunto en cuestión lleva rodando por mi cabeza unos diez días. Exactamente desde que leí las declaraciones de Juan Manuel de Prada sobre Gabriel García Márquez en la prensa local de Granada. Y diez días sin encontrar en mi baúl las palabras adecuadas para dar suelta a la pluma sólo evidencian impericia; básicamente, porque quería evitar la ofensa o la descalificación basada en mis gustos literarios.
Hasta esta mañana, cuando he cogido El País con ambas manos y con la primera plana frente a mí he podido leer en una ventana de la parte superior: Los 'Egos revueltos' del mundillo literario, bajo la lupa de Juan Cruz (El País, viernes, 23 de octubre de 2009), referido al Premio Comillas recibido por el escritor canario, que, salvo en mi cabeza, nada tiene que ver con las declaraciones de Prada. Estúpido gato, eso era lo que andabas buscando; diez días sin dar pie con bola y Juan Cruz lo ha clavado, porque debe ser eso, una cuestión de ego revuelto.
El escritor y articulista, además de cinéfilo, Juan Manuel de Prada, visitó el pasado 14 de octubre el Centro Cultural Memoria de Andalucía en Granada, para hablar del “Periodismo cultural y literatura”, acompañado de la también escritora Ángela Vallvey. Donde Prada manifestó que “hoy día el periodismo cultural es un lacayo de la cultura de masas. Se editan libros muy interesantes y ningún medio repara en ellos; pero un tipo saca una biografía autorizada de Gabriel García Márquez y se publican páginas y páginas sobre un bodrio, además de que la vida de García Márquez no tiene ningún interés y que como escritor es bastante pelmazo. Da todo igual, lo que importa es que García Márquez es una marca, un referente emblemático de nuestro tiempo, como diría un cursi. Los periódicos como borreguitos le dedican páginas y páginas”. (Ideal, edición digital, 15 de octubre de 2009, http://www.ideal.es/granada/20091015/cultura/periodismo-lacayo-cultura-masas-20091015.html).
Quiso la vida que en esa época me hallase finalizando la lectura de una obra de ese “pelmazo” de García Márquez, “Memoria de mis putas tristes”; que se une a otras obras del mismo “pelmazo” leídas con anterioridad como “Cien años de soledad”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “El general en su laberinto”, “Crónica de una muerte anunciada” (tan bodrio que la devoré en una noche hace más de 20 años), “Del amor y otros demonios”, “Doce cuentos peregrinos” y mi preferida, “El amor en los tiempos del cólera” (sin duda, pelma, bodrio y cursi). Qué decir de “Gabo”, este escritor colombiano al que dieron el Nobel en 1982, y al que espiaban los servicios secretos mexicanos por ser amigo de Fidel Castro. Qué puedo decir yo del creador en 1994 de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) e impulsor del Taller de Periodismo Iberoamericano y de la Colección Nuevo Periodismo, dirigida por Tomás Eloy Martínez. El mismo “Gabo” que vivió en la plaza Real del Barcelona, junto a Las Ramblas. Para mí si tiene interés la obra y la vida de Gabriel García Márquez Y a falta de páginas en un periódico para dedicarle, doy por buenas estas letras, ajenas a cualquier ego, en El callejón del gato

miércoles, 3 de junio de 2009

Adiós en Granada


Ambas coinciden en el tiempo, aunque los motivos son bien distintos. Granada asiste a las despedidas de Miguel Ríos y de Luís García Montero. El cantante alcanza los 65 años y se jubila. Al poeta y profesor universitario lo “jubila” la Granada ultramontana, la que subyace bajo la epidermis de la ciudad, la misma que la convirtió en modelo reaccionario tras el golpe del 36 y pasó a la historia de la miseria universal por dar ‘paseíllo’ a otro García y poeta, de nombre Federico.
Miguel Ríos es sin lugar a dudas un viejo rockero, aunque lo de viejo lo dice su partida de nacimiento, porque viéndole la cara cualquiera afirmaría con rotundidad que tiene un pacto con el diablo o que ha descubierto el elixir de la eterna juventud.
Si hubiera nacido en Estados Unidos o en Gran Bretaña sería una estrella internacional, pero como nació en Granada, en una España de tiempos oscuros, no se le valora en lo que realmente vale; salvo sus amigos y compañeros y un puñado de admiradores.
En sus inicios se hacía llamar, por exigencias del guión, Mike Ríos, “el rey del twist”, aunque visto lo visto y fundamentalmente oído, lo suyo era el rock y el blues. Tuvo su particular bajada a los infiernos, con estancia en el talego incluida. Y también su momento de gloria en los años 70 con el “Himno de la Alegría” y especialmente, a principio de los 80 con la edición del disco doble “Rock and Ríos” y su gira correspondiente. En su haber, varios programas de televisión, uno en TVE, ¨”Que noche la de aquel año”, y dos, en Canal Sur, “Fiebre del Sur” y “Buenas noches, Bienvenidos”. En este último, a mi juicio el mejor y una forma de demostrar que la cultura tiene un espacio en la televisión, contó con la participación, en El Club de los Poetas Nuestros, de su amigo Luis García Montero; a cuyos poemas pondría música en su disco “60MP3”.
A mí Miguel Ríos siempre me ha parecido un tipo honesto, comprometido con aquellas cosas y personas que merecen un compromiso, y además la imagen del rock and roll en España. Ahora dice que se va a cantar durante dos años las ‘memorias de la carretera’ y adiós, porque no quiere ser un viejo en el escenario.
García Montero también se va. Y también me parece un tipo honesto y comprometido. Supongo que más de una universidad y de una ciudad se disputarán su presencia y su cátedra. Se va a su casa, entre otras cosas por defender a Francisco Ayala y a Federico García Lorca, por batallar contra el sectarismo, por luchar contra la intolerancia, por evitar que florezca la semilla de la intransigencia. Y supongo también que harto de darse de bruces contra esa parte rancia de una sociedad y de una ciudad, contra una universidad que alberga el huevo de la serpiente y contra una justicia que se acata pero que cada vez se entiende menos.
Nos dejan su música, su poesía, su compromiso y una decisión no compartida. Detesto las despedidas, pese a su condición de inevitables. Así que frente al adiós, siempre espero un hasta luego.
Fotografía tomada de la página oficial del viejo rockero, http://www.miguel-rios.com/.