martes, 17 de mayo de 2016

Era la noche

Era esa noche. Sábado, 14 de mayo de 2016, en la plaza de Toros de Granada. Tendido 1, fila 7, asiento 13. Hasta los números acompañaban, la suma es 21 y mostraba que la suerte si existe está de cara cuando las cartas ni siquiera parecen marcadas. 
Lo sabíamos desde que confirmamos que volvían, cuando anunciaron en primer lugar ese concierto y se agotaron las entradas en apenas unas horas. Aquella era la noche y ese sería el concierto. 
Luego se supo que también tocarían el viernes 13, pero no era lo mismo. En la anotación solo cabían cinco cifras, 091 el 14. Y ocurriría en Granada, en su Granada.
Son un grupo sobrevalorado decían algunos. La “Maniobra de resurrección” es una maniobra de recaudación clamaban otros. En la Joy, en Madrid, estuvieron fatal sentenciaban algunos de los afortunados que habían podido disfrutar de una de las tres noches en que se había colgado el cartel de ‘todo vendido’. Era el mes de marzo y lejos quedaba aquel 3 de enero cuando apenas unas horas me impidieron estar en el Actual en Logroño en el primer concierto de la gira. Ahora guardaba como un tesoro las cuatro entradas para el concierto del 19 en Úbeda; mirando al cielo y cruzando los dedos para que la lluvia pasara de largo, con una excitación infantil y el orgullo de padre de llevar a ese concierto a mis piratas que ni siquiera habían nacido cuando enmudecieron las guitarras en aquel último concierto de hace 20 años. Y mereció la pena, pero desperezó al durmiente y quería más. Mayo seguía golpeando la cabeza; y en esas se cerró Cazorla en julio y parecía más factible. El 14 de mayo comenzó a diluirse, aunque de alguna manera seguía agazapado ahí, incluso con la falsa tentación del 13. 
Y cinco días antes se produce el milagro. Suena el teléfono y al otro lado la voz de mi amigo Miguel escupe sin anestesia, me ofrecen dos entradas para el concierto de los Cero el sábado. Nos vamos, le digo. No puedo, contesta. Me las quedo, confirmo sin pensarlo. Es mediodía del lunes 9 de mayo. La vida sonríe. No quería esperar otros 20 años y apenas dos meses después…, noche de resurrección. 
Entramos a la plaza escuchando los acordes de El Hombre Garabato. Siendo generoso diré que la media de edad rondaba los 40, aunque algunos con su presencia se empeñasen en incrementarla y otros como yo en Úbeda habían traído a sus hijos, cuya edad contribuía a que esa media no se disparase por los que ya alcanzamos las cinco décadas. 
Así que con permiso de Proust diré que pasamos ya el tiempo de los muchachos en flor, pero cuando salieron los Cero interrumpimos el proceso de marchitar y los relojes marcaron las horas y los años hacia atrás. Aunque al día siguiente las hojas del calendario no perdonan y se agarran a los gemelos para recordarte que ya no somos los que fuimos; que aquel tiempo en que solo importaba divertirse, flirtear con lo prohibido y soñar está atrapado en recuerdos divididos entre lo vivido y lo narrado, pero nunca se perdió.
Ahora prestamos más atención a la música y a las letras, nos vamos tras los dedos de Lapido “riffeando” la guitarra y tras la armónica y la voz de ‘El Pitos’, para, filósofos de nuestra existencia, creer en lo más hondo que sigue siendo ayer. Y aunque damos libertad a los pies sin llegar a desgastar las suelas, sujetamos la cabeza porque mañana debemos continuar asumiendo esas responsabilidades para las que nunca nos preparamos porque en esos días o no se vislumbraban o se veían muy lejanas. 
Suena el estribillo de una canción picando el billete para un trayecto en la máquina del tiempo. Y más que viajero me siento testigo privilegiado contemplando de nuevo aquel tiempo sin retorno, cuando ardía la noche de pasos largos hasta el amanecer y aquel mismo fuego crepitaba entre las miradas y los tragos.
Desde el escenario suenan las mismas canciones, pero ahora son 20 años más viejas y nos ponen frente al espejo para reconocernos sin temor y sin sorpresa. 
No hay decepción, fue un gran concierto. Era la noche y fue la noche. Virtuosos, cumplidores, casi con estilo funcionarial. Fríos, faltó la emoción. Nosotros pusimos el corazón y enfrente estaba el hombre de hojalata de Oz. Quizás la pasión se quedó en el camino, quizás los rumores siempre guardan algo de verdad, quizás 20 años si sean nada. Sobrevolaron el cielo de Granada la fe y la ausencia de comunión, pero revivimos, apartamos a un lado la pesada losa y cantamos y danzamos a sabiendas de que en diciembre la mueca de una calabaza marcará el adiós.

2 comentarios:

  1. Disfrutar de un concierto de tus músicos favoritos en tus años jóvenes es un privilegio. De sobra es sabido que muchos grupos han desaparecido y que al cabo de 20 años algunos de los grupos vuelven a hacer la música de siempre con aires renovados es una alegría. Disfruta todo lo que puedas de aquello que te gusta.
    Un abrazo

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  2. La verdad es que eso es lo que hago. Al menos lo intento. Y en esta ocasión no había duda de que disfrutaría, de que era un concierto mítico y de que no me defraudaría. 091 ha vuelto tras 20 años, cuando termine 2016 se retirarán, pero nadie nos podrá privar de lo vivido.
    Un abrazo.

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