jueves, 19 de mayo de 2016

Vándalos

Da igual que sea un busto o una estatua. Da igual que sea de un político, de un filósofo, de un monarca o del Papa de Roma. Porque no tiene que ver con convicciones o creencias, con credos o ideologías. Los destrozos, las pintadas en muros, paredes o mobiliario urbano son una manifestación de la ausencia de civismo. 
Y eso es lo que ha pasado en los parques de la Alameda y el Bulevar. Un acto de vandalismo que evidencia uno de los mayores problemas de la sociedad de hoy, el gran fracaso de nuestra actual democracia, la educación. 
Y no me refiero solo a la enseñanza que se imparte con mayor o menor acierto en colegios e institutos, me refiero también a la educación que como padres nos corresponde dar a nuestros hijos y al papel que debe jugar la sociedad en este proceso. 
Las primeras reacciones que he escuchado ante este nuevo acto de vandalismo en Jaén han sido pedir más vigilancia y más policía en la calle. No creo que esa sea la solución. Nunca lo ha sido. 
La solución pasa por nuestras casas, por los centros públicos y privados, por los lugares de trabajo… y tiene que ver con cómo nos comportamos en ellos los adultos y con las conductas y valores que trasladamos a los demás, en particular a los más pequeños. 
Cuando justificamos las faltas de propios y extraños calificándolas de chiquilladas. Cosas de críos, decimos. Cuando los adultos somos los bárbaros, no podemos pretender que los más pequeños se comporten de manera distinta. 
Sé que la mayoría no vamos por ahí destrozando o pintando estatuas. Pero sí somos responsables de otros comportamientos y actitudes que contribuyen a esa ausencia de civismo. 
Ya lo he comentado alguna otra vez, la vía pública es un espacio común de los ciudadanos y debemos aprender y enseñar a respetarla. La cuestión no es a quién representa una estatua en mitad de la calle o un parque y en función del personaje sentirse agraviado cuando la destrozan o mutilan. La ofensa es el propio destrozo, el acto de vandalismo. 
Y eso tiene que ver con no renunciar a la conservación, defensa y transmisión de los valores sobre los que se asienta la convivencia. 
Y también tiene que ver con desenmascarar a aquellos que con la excusa de su limpieza o reparación, como ocurrió hace unas semanas con las pintadas realizadas en la Cruz del Castillo, aprovechan para propagar la semilla del odio. 
Ese es otro tipo de vandalismo, más dañino y pernicioso.

Artículo emitido en SER Jaén, "La Colmena", el 18 de mayo de 2016.

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