domingo, 18 de diciembre de 2016

Maniobra Final para Ceromaniacos

Si aceptamos que todo final es un principio podemos decir que estamos de suerte y ayer asistimos en Granada al final de la resurrección y al principio de la reencarnación. O lo que es lo mismo, que disfrutamos del último concierto de una gira de 091 tras 20 años de ausencia, pero ello no implica un nuevo adiós del grupo. En cualquier caso si ese adiós se produce solo nos queda dar las gracias y sentirnos afortunados por esta Maniobra de Resurrección. Y además estaremos de acuerdo en que los Cero fueron y siguen siendo una gran banda de rock y que como tal tiene un gran grupo de seguidores; y gracias a ellos, sobre todo, pero también a nosotros, los Ceromaniacos o Ceroinómanos, ha sido posible ese regreso triunfal dos décadas después. 
El principio y el cierre de Maniobra Final son el mejor ejemplo de esa comunión entre la banda y su público; ese vídeo resumen de la gira dando las gracias y el pabellón cantando “La canción del espantapájaros” antes de la salida de los Cero al escenario y esa despedida del grupo juntos y lanzando flores al público que tatareaba los coros de “Fuego en mi oficina”. 
Eso explica por sí solo la emoción de los músicos y de sus seguidores, la larga espera de 20 años y el reconocimiento y el éxito, tardíos pero certeros, ahora sí, de los Cero. Y también que El Pitos, con la voz muy tocada, aguantara las casi 3 horas de concierto, y además le sobrará aire para dirigirse en 3 ocasiones al público para agradecer y dejar la puerta entreabierta a la esperanza de una nueva resurrección. O que el maestro Lapido, otro poeta silencioso como Cohen, hablara (si le cuesta hacerlo hasta en sus conciertos en solitario) y dejara estas palabras para el recuerdo “Nos volveremos a encontrar. No sabemos cuándo, ni dónde, pero volverá a brillar el sol”. 
Ese mismo sol que brilló en el Palacio municipal de Deportes de Granada mientras fuera caía la lluvia y sus hijos seguían creciendo a nuestro alrededor y esas otras tormentas imaginarias rugían en nuestras cabezas mezcladas con el sonido de nuestras voces cantando todas y cada una de esas canciones que desde hace más de 20 años forman parte de la banda sonora de nuestras vidas. 
Ahora, dos décadas más viejos, muchos de nosotros padres y madres de familia, con sueños sin cumplir, con un presente que quizás no es aquel futuro imaginado pero conscientes de que este es nuestro tiempo y de que en ese tiempo siempre habrá un lugar para la música de los Cero; la misma música que ha envejecido con nosotros, quizás mejor que muchos de nosotros, porque de alguna forma es eterna en un alter ego de Dorian Gray, con ese Lapido que hunde la pluma en Wilde, en Kafka, en Whitman y en tantos otros para que por un instante creamos que somos capaces de oír crecer la hierba. 
Acordes y letras para un momento único en otra noche para alimentar mitos. La cuestión no es contar que estuvimos allí, lo importante es que en ese momento estábamos ahí. Y lo que vendrá después es accesorio, como ese paréntesis de una espera de 20 años. 
Tampoco nos engañemos, la del 17 de diciembre de 2016 es nuestra noche de aquel día. Yo pensé que era la del 14 de mayo, también en Granada, pero más tarde supe que no, que estaba errado y que la noche era ésta. Y así ha sido. Ignoro dónde y cuándo me zambullí en un baño de luna para agarrar esa sonrisa y exhibir esa cara de felicidad. Desconozco porqué ese entusiasmo y cosquilleo adolescente. Ese viaje atrás en el tiempo que ya noté en la previa al concierto en El bar de Eric. Esa conversión repentina en un nuevo Fausto que en unos segundos solo con mirar sus caras me permitía distinguir en la avenida que lleva al Palacio a otros como yo. Tan efímeros como yo, porque lo eterno ya son los Cero. 
Y sí, también ese anhelo cumplido de poder escuchar por fin en directo “Un minuto de silencio”, abrazar a esa “Venus” que mientras no se grabé seguirá pareciendo el reflejo de una partitura en el espejo, una canción perdida en busca de su propio camino que tiende de una u otra forma a ser el nuestro, el de 091 y sus seguidores. 
Al son de “Hurricane” me despido con un abrazo de otros Ceromaniacos hasta el próximo concierto de los Cero. Al cruzar la pista alzo la vista para contemplar esa pancarta con la leyenda “Larga vida a 091”. Y sé que es el tiempo de dar las gracias, por hacernos partícipes de esa Resurrección, por volver a emocionarnos, por poder compartirlo con nuestros piratas y por demostrarnos que siguen siendo esa gran banda de rock a la que nos enganchamos hace más de 20 años. 
Quiero creer que esta Maniobra Final es un nuevo comienzo. Y si no, pues siempre ¡Mucho Cero! La decisión es vuestra, pero si seguís, nosotros seguimos.
Gracias José Antonio García, José Ignacio y Víctor Lapido, Tacho González y Jacinto Ríos. Nos volveremos a encontrar en el rock and roll cuando brille el sol.



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