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martes, 26 de marzo de 2024

Mañana de poetas

 
Hoy han amanecido las montañas de enfrente con una cresta de nieve. Ahora la lluvia ha parado y ha salido el sol, pero el cielo vuelve a nublarse paulatinamente y es cuestión de tiempo que el agua vuelva a caer. En esta mañana de martes iba a planchar, y como no me gusta planchar siempre encuentro alguna excusa que no me aleja de la plancha, pero demora mi encuentro con ella. 
Esas montañas blancas me han recordado los versos de un poeta y he ido en su busca para recordar el poema. Esa ha sido mi excusa de hoy. Porque de un poeta he pasado a otro y de la mano de los versos he visitado un libro y otro en ese viaje que siempre proponen la poesía y la literatura en general. 
He abierto el poemario de Rafael Porlán, acompañado por la banda sonora de “Chico&Rita” (ese regalo audiovisual de Fernando Trueba y Javier Mariscal). He buscado los versos y no los he hallado, porque en realidad eran pluma de otro poeta. Así que de sus “Poesías” he pasado a la “Obra Poética”, de Rafael Palomino Gutiérrez. Porlán cordobés, murió en Jaén, y Palomino nació en esa ciudad. Y ello me ha llevado a pensar en que ambos poetas serían etiquetados, probablemente lo hayan sido ya, como giennenses. Con un etiquetado marcado no por origen o final, no por la pertenencia, sino por un provincianismo rancio equiparable a esos nacionalismos que tanto repudian precisamente esos que a menor escala exigen en esencia lo mismo. Y, claro, no he podido evitar pensar en Antonio Machado y su casino provinciano. No en un casino físico, no en ese espacio de encuentro sino en un casino edificado en el interior de algunas cabezas, esas que como dijera el poeta “embisten” desde su propia inconsciencia e ignorancia. 
De Rafael Palomino Gutiérrez me gusta mucho el poema “Si las horas fueran barcos”, pero los versos difusamente recordados al contemplar la nieve en las montañas pertenecen a su poema “Paisajes jaeneros. Sentimiento y alma” y son estos. “…Que quieras o que no quieras, las montañas y olivares son tu límite, tu marco de transparentes cristales…”. Alimentado el recuerdo me dejo llevar por otros versos e inevitablemente su “Escribo a Rafael Alberti” me conduce al poeta gaditano. Al tener los 3 libros frente a mí caigo en el hecho, no sé si casual o fruto de los indescifrables hilos del destino, de que los 3 poetas comparten nombre de pila; RA-FA-EL, como escribiera Palomino en uno de sus poemas dedicado a Porlán. Los tres rafaeles, pienso. 
Leo la “Balada para los poetas andaluces de hoy”, escrito en la década de los 50 por Alberti, y vuelvo a Palomino y a su poema escrito dos décadas después. ¿Qué cantan, qué miran, qué sienten los poetas andaluces de hoy? Una pregunta vigente en este martes de 2024. Y me quedo con estos versos de RA-FA-EL Palomino, “…El poeta es aire y voz del mundo, aun desde su torre más pequeña”. 
Y termino este viaje visitando la “República del aire”, de otro poeta andaluz, Joaquín Fabrellas, y su poema “Salmo del caído” para detenerme en este verso: “…Siéntete el pájaro asustado que no sabe qué hacer con tanto aire..”. 
Ahora voy a trasplantar una maceta. Ignoro si hay poesía en ello, pero hay vida, igual que en los poemas. 
La plancha puede esperar.


jueves, 21 de marzo de 2019

Feliz no cumpleaños

Cada 21 de marzo se aviva el recuerdo. Pienso en ese primer brote de la primavera, el jaramago, cuando el invierno ya es eterno. 
Quedó atrás el decenio. A la ausencia física la suple la presencia en el recuerdo, la única manera probable de inmortalidad: vivir a través de la memoria del otro, de otros. 
El tiempo mitiga el dolor, atempera la pérdida pero no puede borrarla; se lleva el olor de la cera y condena a la oscuridad a la llama. No se prende, no se sopla, no se festeja. Se imponen la evocación y el silencio. 
Las lágrimas ya están secas, las heridas cerradas, pero siempre quedan las cicatrices; ciempiés reptando, arrastrándose, deslizándose por los surcos de la memoria. 
No hay vestigios del último baile. No queda nada de aquel polvo, aquella ceniza zarandeada por el viento. Las huellas en el aire se pierden antes de que calle la orquesta. 
Y a pesar de ello, frente a todos los pesares, conservo la certeza de tu existencia. La real, la edulcorada por el paso del tiempo, la imaginada… Una sola existencia contemplada a través del caleidoscopio agitado no ya por las manos sino por mi propia inercia. 
Poco importa donde se dibuja la frontera entre lo que fue y lo que ya no será. Seguimos cruzando los puentes del afecto a sabiendas de que hay palabras perdidas, rotas, hirientes y también algunas que nunca se pronunciaron, junto a aquellas que deseamos olvidar y a aquellas otras apenas suspiradas, casi muertas antes de nacer. 
Dicen que hoy se celebran en el mundo los versos. Se desempolvan los libros y los buscadores de internet para extraer un poema de tal o cual autor. 
¿Sabes lo que pienso, viejo? La muerte si es un poema. Y la vida su poesía. 
Feliz no cumpleaños.

martes, 24 de mayo de 2016

El 'pequeño arlequín'

Lo bueno de tener amigos poetas es que te abren las puertas de sus libros y te invitan a entrar. Te dejan que recorras las páginas y que invadas sus poemas sin ni siquiera esperar un gesto de aprobación, pero sin duda satisfechos por la mirada cómplice que no necesita adornarse con palabras. 
Los poetas tienden puentes de estrofas y de versos para comunicar esas islas que somos todos, porque todos en alguna ocasión nos hemos sentido como la tierra solitaria y abandonada, incluso perdida, rodeada por el océano. 
Miguel Agudo, poeta, me ha regalado uno de esos puentes. Un ‘pequeño arlequín’ para el ‘disfrute’ que proviene de una isla que no existe, un islote de poesía llamado Siltolá. O tal vez sí exista, porque las islas no solo se encuentran en océanos y mares, también las hay en los mapas de la imaginación y como no, está la propia Siltolá que estos libros de poesía han convertido más que en isla en un archipiélago de letras, al que se llega por caminos de tierra y agua y a través de puentes siempre expuestos a desvanecerse y ser engullidos por el pensamiento. 
“CUANDO HERODES LA TIERRA” es el primer poemario publicado por Miguel Agudo, galardonado con un “Accésit del primer ‘Premio Fundación ECOEM de Poesía’, que descubrió la luz un 23 de abril de 2009, “con cubierta inspirada en la primera edición de las ‘Greguerías’ de Ramón Gómez de la Serna”. 
No es este ‘pequeño arlequín’ un puente nuevo y por tanto desconocido para mí, porque ya tuve la ocasión de recorrer el camino en “Amorexia”, otro poemario de Miguel, publicado también por La Isla de Siltolá, en su colección TIERRA, en 2014. 
Y además pude adentrarme en sus “Imágenes en cursiva” de su “Pliego de la Visión”, publicado en julio de 2015 por Grafi-Grau. Un puente de poesía visual que inevitablemente conduce a la sonrisa, que de alguna manera debe ser un preámbulo a la isla de la felicidad; esa tierra que solo se habita un instante pero cuyo recuerdo llevamos siempre con nosotros. 
Me detengo en el último poema de “CUANDO HERODES LA TIERRA”, ‘Qué heredaremos’, dedicado a la poeta polaca Wislawa Szymborska, y en su último verso “… todo menos la tierra”. 
Prosigamos pues tendiendo puentes.

lunes, 16 de febrero de 2015

El poeta del Norte

El hombre del Norte mira a los hombres del Sur. El poeta del Norte escribe de los hombres del Sur. Versos que nacen donde penan los hombres presos de sus ideas. El hombre del Norte, agua salada y viento; los hombres del Sur, tierra y sol en la piel.
Aquellos hombres son la semilla de los hombres de hoy. Los que no preguntan, los que no se quejan, los que no se rebelan. Hombres de luz que no dejan sombra. Frágiles. Sin odio y sin perdón. Indiferentes.
Y aún así hallan refugio en las estrofas. Rescatados de la muerte y el olvido por el poeta del Norte; lejos del calor, los campos de trigo y olivar son huéspedes de sus versos. Habitantes eternos del “Libro de las Alucinaciones”.
La poesía como arma cargada de futuro. El refugio del rebelde. La memoria de los pueblos. Y el poeta, férreo.
También el Sur tiene y tuvo sus poetas. Góngora, Cernuda, Aleixandre, Juan Ramón, los Machado, Lorca, Alberti, Caballero Bonald, García Montero, Álvaro Salvador, Manuel Lombardo, Ruiz Amezcua, Javier Egea… Y los que procedentes de otras tierras como Valente y Miguel Hernández fueron y se sintieron sureños. Y todos, como el poeta del Norte, quisieron despertarnos “del pasado de frío, de los cerrojos del futuro”.

 "‹‹Las cosas son como son,/ como siempre han sido, como/ han de ser mañana... Ojú,/ que frío...›› Los andaluces...". Los andaluces, "El Libro de las Alucinaciones", José Hierro.

sábado, 14 de febrero de 2015

Elogio de la locura

No hay cura para la ensoñación más allá de darse de bruces con la realidad. Y aún así, en ocasiones, la realidad no es más que otra ensoñación. Hay un lugar en el cual no hay línea divisoria apreciable que separe ese mundo irreal del real, aunque es posible que haya un espacio para la intersección, donde ambos mundos confluyen en un territorio que indiscutiblemente podría ser de lucidez.
En todo elogio a la locura hay sin duda una evocación a Erasmo, pero en lo referente a la poesía yo hallo la referencia en Panero. Ahora de nuevo me sumerjo en unos versos de Elogio de la locura, en el poemario “Amorexia”, de Miguel Agudo Orozco, y alzo la vista sin esperanza de ver, pero buscando esa manada de penas paciendo en el preámbulo del abismo.
Conocí a Panero en un psiquiátrico de Las Palmas sin saber que era Panero. Tuve con él una breve conversación en la que él preguntaba y respondía, hasta que el alboroto causado por dos hermanos hospedados en el mismo centro nos interrumpió, provocó su marcha y la ruptura abrupta de aquel monólogo disfrazado de conversación.
Una enfermera me rescató de mi ensimismamiento. Me contó la historia de aquellos dos hermanos, pero me mantuvo en la oscuridad respecto al poeta. Tiempo más tarde, ya en Madrid, las páginas de un diario me revelaron la identidad de aquel locuaz compañero de pasillo.
Es curioso, porque pensé que Panero estaba allí de visita como yo. Y sin embargo, años más tarde, en Jaén, al conocer en la parada del autobús a otro poeta, Manuel Lombardo, creí que era un loco del centro hospitalario de enfrente. En este caso la conversación fue diálogo y durante la misma se presentó y quedó aclarado el equívoco y evidenciado mi ojo clínico en la materia.
Así que desde entonces evito hacer diagnóstico alguno y si alguien se interesa por mi estado mental, siempre tengo la excusa de que nací en febrero. 

"Cuando ya nada puede hacerse,/ se puede/ perder la cabeza,/ la esperanza,/ encontrarla,/ esconderla y contar hasta cien,/ mirar hacia otro lado/ del abismo,/...". Elogio de la locura, "Amorexia" (2014), Miguel Agudo Orozco. 

sábado, 11 de enero de 2014

Inventario de nieve

Le pedí una absolución sin penitencia. Y me rubricó una dedicatoria en su último poemario, “Inventario de nieve”, que acababa de presentar.  
Conocí a Manuel Lombardo en 1992, en la parada de un autobús; un mediodía de verano. Estábamos solos en aquella parada. Había terminado una mañana de trabajo en Diario Jaén y me senté en esa superficie dura e incómoda, propia de cualquier parada de autobús, que llaman asiento. Él, que ya estaba allí sentado cuando yo llegué, comenzó a hablarme. Pensé que era un zumbado que se había escapado de Los Prados. Pero cuanto más hablaba, zarandeando la vida, me di cuenta de que lo que decía tenía sentido. Y comprendí que el tarado era yo. Siguió hablando, comenzó a mencionar nombres de personas que yo conocía y al final se presentó. Sabía quién era por mi padre, pero nunca le había visto hasta ese día.   
Unos meses más tarde leí por primera vez un libro suyo de poemas. Y desde entonces sigo leyendo esos versos en los que no sabe o no quiere esconder su ira contra esa gran mentira universal que es la existencia.
Desnuda y viste, para volver a desnudar, el lenguaje. En busca de la palabra precisa; a la que desposee de ornamentos para arrojarla desde la profundidad del poema a la cara y al cerebro de aquellos que se aventuran a sumergirse en sus versos.
Hace algunos años, en la presentación de otro de sus poemarios, “Noemas y nademas” creo recordar, ya advertía de que su poesía no era apta para “degustadores de merengues”.
Yo me atrevería a añadir que los versos de Manuel Lombardo son para gourmets con un enorme aprecio por la vida. Con la excepción, obvia, de este tarado gato de callejón, que frente a los que esperan el fin de la nevada para inventariar la nieve caída midiendo el grosor del manto que cubre el suelo, prefiere contemplar el cielo y hallar palabras en copos que envuelven la nada.

Foto: Manuel Lombardo (a la dcha.), antes de rubricar su dedicatoria. Cortesía de Pepe Heredia.

viernes, 4 de octubre de 2013

El son de las palabras

Afirma el poeta Pablo García Baena que “hay algo que no podemos dejar atrás: el sonido de las palabras” (elcultural.es, martes, 01 de octubre de 2013). Porque las palabras además de grafía y de estar dotadas de contenido, suenan.
Así que al buscar en el baúl de las palabras para hallar la más adecuada hay que tener la vista presta, pero también el oído. No se trata pues solo de ordenarlas para expresarnos, de construir frases y párrafos que tengan sentido y puedan ser entendidos, hay que considerar también la musicalidad, el tono y los ritmos para adentrarse en la senda que conduce al equilibrio entre forma y fondo, o lo que es lo mismo, estética y contenido.
Es indiscutible la sonoridad en la poesía; como se alcanza la musicalidad cuando en el papel las palabras se ubican en los versos como las notas en el pentagrama. Y aunque no lo parezca en ocasiones, porque demanda mayor atención, tampoco carecen de sonido las palabras en prosa.
Existen palabras estruendosas, cuyo eco genera a su vez bullicio. Hay otras, en apariencia carentes de sonoridad, enmudecidas, recreadoras de silencios que son en sí mismos un sonido capaz de ahogar cualquier estruendo. Y palabras cuyo sonido es una confidencia, un susurro deslizado en el oído de aquellos que saben escuchar y crear con ellas nuevos sonidos.
Letras y notas cruzan sus caminos, siguiendo el vuelo de la inspiración para elevar el sonido hasta las bóvedas del arte, donde la, mi, do, re, fa… metamorfosean en melodía y descienden buscando cobijo en la hoja o en la partitura. Y es en el papel, promesa de eternidad, donde permanece inmortal la huella. El son de las palabras.
 

viernes, 12 de octubre de 2012

Degustadores de merengues

Cuando el poeta Manuel Lombardo presentó uno de sus poemarios, no recuerdo si fue “Miserable poesía”, editado en RaRo (2004) por mi amiga Rakel Rodríguez, o el que siguió a éste, afirmó que su poesía no era para degustadores de merengues. De modo que quién acudiera a su obra en busca de merengues, sucedáneos o similares perdía el tiempo.
Como hay de todo, imagino que habrá escritores y escribientes entregados a merengues y bambas de nata e incluso a alguna milhoja, pero supongo que la mayoría está entregada a las letras y alejada del obrador de la pastelería.
Del mismo modo, será inevitable la existencia de lectores ávidos de hallar un merengue que degustar, y que sin duda colma su apetito literario e intelectual. Bien por la carencia de paladar o bien por un limitado conocimiento gastronómico, a pesar de que muchos de ellos se considerarán auténticos gourmets y a otros haya que aclararles que la gastronomía no tiene que ver con las estrellas. Sin embargo, quiero creer también que éstos son minoría.
Un amigo asevera que somos lo que escribimos. Por lo que podríamos asegurar también que somos lo que leemos. Pero no lo creo. Aún admitiendo que hay una parte nuestra, mucha o poca, en lo que escribimos y que una parte de lo que somos es la que nos empuja a una determinada lectura.
Es complejo determinar qué lleva a alguien a escribir y qué escribe, porque salvo aclaración del autor, el folio es un lienzo y las palabras son los óleos cuyo resultado está sujeto a la interpretación de aquellos que contemplan la obra. Y en esa interpretación intervienen gusto, conocimiento, percepción…, que se resumen en un me gusta o no, pasando por un no lo entiendo o un no me dice nada y alcanzando la loa e incluso la excelencia.
Es decir, que podemos admitir que además de los degustadores de merengues existen degustadores de caviar, y que ambos conviven con aquellos habituados a saborear un suflé. Lo que no implica que los autores al crear piensen en los posibles grados de degustación y mucho menos que puedan prever cómo influirán sus letras en un lector y cuál será su interpretación de lo escrito; aunque es innegable que éste siempre estará más cerca del suflé que del caviar o el merengue.
 
De vez en cuando,/ algo asoma debajo de mi lápiz/ que a mí mismo/ me aterra y me sorprende./ Algo escrito por mí,/ y, sin embargo, tan extraño/ que ni yo mismo sé/ de qué alma brota,/ de qué mano procede. Procedencia. “Miserable Poesía”, Manuel Lombardo (2004).

domingo, 6 de mayo de 2012

Poemas ilustrados



No he hecho números, pero seguro que sale a cuenta el libro electrónico. Contando el precio del soporte y el coste de la descarga por unidad, y deduciendo los libros incluidos gratuitamente en el terminal (varían según modelo y fabricante), seguro que es rentable. Y aún así, pese a la calidad de las nuevas pantallas y la incorporación de nuevas tecnologías que facilitan la lectura y a la nitidez en la reproducción de las ilustraciones, me sigue pareciendo imposible que estos dispositivos puedan sustituir a todos los libros en el futuro.
Me cuesta creer que algunas joyas de la edición vayan a abandonar el papel para renunciar a su valor bibliográfico y a su esencia como libro para encerrarse en los e-books. Joyas como “Hierro ilustrado. Antología gráfica y poética de José Hierro”, que acaba de publicar Nørdicalibros. Una selección de poemas de Hierro, con ilustraciones del propio poeta, que constituye un homenaje en el décimo aniversario de su muerte.
Es difícil imaginar una obra de estas características o similares fuera del papel. Renunciar a sentir las páginas entre los dedos, apreciar los trazos de los dibujos y recorrerlos con la vista y redibujarlos con esos mismos dedos. Reconocer lo cuidado de la edición, la encuadernación, el color del papel, el tamaño y tipología de las letras, las propias dimensiones del volumen… todo aquello que convierte a un libro en un objeto único.
Afirma Alejandro Zambra, escritor chileno, que “el libro es sólo un producto, lo importante es el texto”. Y sí, es indiscutible que sin texto, cuando hablamos de literatura, no existe el libro. Pero de igual modo, es irrebatible que hay productos de usar y tirar y otros que merecen ser conservados. Pese a que esa conservación nos convierte en “hiperfetichista de los libros”, en palabras del propio Zambra.
Si el texto es lo único importante, no tendría sentido la adquisición de una obra como este “Hierro ilustrado”; porque para deleitarse con los versos del poeta hay ediciones como sus “Poesías completas (1947-2002)”, de Julia Uceda y Miguel García Posada, en la Colección Visor de Poesía. Un volumen de más de 700 páginas, testimonio íntegro de su obra.
Es José Hierro otro poeta de luz, cuyos versos reposan en cajones del olvido. Y su obra plástica muestra también esa luz y su mirada de la realidad. Disfrutar de ambos, versos e ilustraciones, en un mismo libro, además de acercarnos al universo creativo del poeta, contribuye a abrir esos cajones y desempolvar unas palabras que probablemente no sean imprescindibles, pero si necesarias para alumbrarnos al recorrer este camino por el que transitamos y al que llamamos vida.

domingo, 29 de abril de 2012

La nueva criatura de Rakel

El jueves tocó presentación literaria en la ciudad que habito. Rakel Rodríguez mostró su nueva criatura, la última publicación de Ediciones RaRo, de la que es autora; un compendio de relatos bajo el título “Personajes que caminan por mis sueños”, ilustrado por Manuel Manzano y Thomas Donner.
El escenario elegido el Café del Consuelo y como maestro de ceremonia, el escritor Jesús Tíscar; que estuvo magnífico, dejando que el corazón se sume a la cabeza e incluso que la supere y que el humor con unas gotas ácidas, provocador de sonrisas o carcajadas, se aliara con ambos.
Hay quien piensa que la presentación de un libro debe rodearse de cierta solemnidad y además debe realizarse en un escenario acorde a tal solemnidad, con lo que hacer ésta en bares, tabernas o garitos de buen vivir y mejor beber sería casi un sacrilegio.
Desconocedores probablemente de que lo importante es el libro y de que es un verdadero placer saborear una presentación junto a una rubia con espuma o una copa de vino y poder compartir el alumbramiento de la obra con amigos y conocidos en un ambiente relajado.
No es la primera, ni la última vez, que asisto a la presentación de un libro en un bar. Y por supuesto, tampoco es la primera vez que esa presentación corresponde a una obra publicada por Ediciones RaRo, que es lo mismo que decir, publicada por Rakel; sea ella o no la autora de la obra presentada.
Ya he escrito con anterioridad sobre Rakel, de su amistad y por encima de todo, de su amor a los libros, como editora y como autora, y de esa labor casi romántica y mística de su aventura editorial, ya edite libros o revistas.
De su faceta como autora destacan sus libros de poesía, a los que se une en esporádicas ocasiones alguna incursión en el mundo del relato. Ésta ha sido una de esas ocasiones y ha parido una serie de relatos que despiertan la sonrisa, porque como ella dice cuando le asaltaba la mala leche, dejaba de escribir, porque prefería reservar esa mala leche para sus poesías. Así que la criatura, premeditadamente, busca alegrarnos en estos tiempos malsanos y hacernos caminar por el mundo de los sueños. Más bien adentrarnos en él, a través de esos personajes, algunos de los cuales pueden parecer exagerados y grotescos y que sin embargo, como reconoce su propia autora, son reales. Eso sí, pasados por el tamiz de su pluma y de su talento, para abandonar sus sueños y pasar a formar parte de los nuestros.
Se empeña en decir que no tiene hijos, pero yo he perdido la cuenta de su prole de tinta y papel. Y nadie podrá discutir que su maternidad nos sienta a todos muy bien.

Nota: el libro vale 10 euros y si alguien quiere adquirirlo puede solicitar su envío en: edicionesraro@yahoo.es.

miércoles, 13 de abril de 2011

Tierra de paso


La ciudad que habito; entre, bajo y sobre olivares. La provincia habitada, campos del Sur de desesperantes e infinitas hileras de olivos que dibujan las venas del paisaje. Predios de frontera. Tierra de tránsito.
Así es y ha sido esta tierra. O al menos, lo parece. Tierra de paso. Y ese es precisamente el título de un poemario presentado ayer por su autor, Juanma Molina Damiani. Una obra que recoge poemas curados en la barrica de la vida. De creación pausada, macerados en el tiempo y la reflexión.
Es Damiani, según su propia definición, “producto de Jaén”. Modelado pues con el barro del conformismo y la arcilla de la rebeldía. Hijo de su tierra. Hombre de raíces, irrenunciable y profundamente hendidas en la ciudad. De identidad telúrica, por tanto, que encierra una renuncia a la trascendencia y la universalidad que algunos sueñan más allá de la frontera de su propia existencia y que él alcanza con sus poemas en ese reducto que habita.
No es el único. Le antecedieron otros. Aquellos que marcaron ese camino y a los que reconoce como maestros, de la vida y de la poesía. Y aquellos otros que sin aportar magisterio reconocido, más allá de una forma de vida, apostaron por esta tierra, por esta ciudad y sobre todo, por su casco antiguo, como su espacio vital.
Gentes de brega diaria contra los convencionalismos sociales, pero amantes de las tradiciones como vínculo con el pasado. Conscientes de la importancia de éstas en la robustez de esas raíces, que avalan el legado recibido y la herencia que ellos otorgaron u otorgarán.
Tierra de paso. Inhóspita para los que renunciaron a sus raíces o las desconocen. Para aquellos que permanecen encerrados en sí mismos, aunque lo hagan pertrechados tras muros transparentes. Para los que no entienden de patrias chicas o grandes. Para los que carecen o reniegan del sentimiento de pertenencia. Nómadas voluntarios de sí mismos. Exilados de los otros.
Tierra de paso. Pero en qué tránsito, ¿en el vital o en el geográfico? Quizás en ambos.

“…Ay, si un acento,/ tierra vencida, pudiera/ volver tus crepúsculos rondas,/ cantar duradero/ alegría el dolor de tu gente que fue,/ de tu mundo que huye, / y oración sin lamento/ mi relato realista/ del loquerón de este tiempo….”. Versos de Ronda del Rosario, III. "Tierra de Paso". Juan M. Molina Damiani.

martes, 12 de enero de 2010

Amenazado

Ser consciente de la existencia de una amenaza no implica necesariamente sentirse amenazado. El poder, cualquier poder, oprime y controla o al menos trata de hacerlo con mayor o menor sutileza. Para ello utiliza los recursos a su alcance, en ocasiones incluso aquellos de naturaleza ilegal que agraden al Estado de derecho, lo debilitan y acaban desvirtuándolo.
Soy consciente de esa realidad y aún así, y pese a lo que está sucediendo, no me siento amenazado. Sí me preocupa que sacar un 10 signifique estar suspenso y obtener un 0 sea de sobresaliente, porque al final habrá más personas predispuestas a lograr un 0. En lo profesional siempre he intentado acercarme al 10 y pese a que algún juez e incluso el fiscal general del Estado ya no escondan la mordaza, no dudo y sé que debe primar el trabajo bien hecho; aunque como en el caso de Anido e Irago el laboro bien realizado te lleve a un simbólico cadalso.
A los que respiramos en el territorio de las palabras nos pueden prohibir publicar, pero no pueden evitar que escribamos. Ese es nuestro triunfo; puede que pequeño y pírrico, pero no por ello es menos triunfo.
Ayer leía en un periódico local que la poesía del nigeriano Wole Soyinka, premio Nobel de Literatura en 1986, será por fin traducida al español y se publicará “Lanzadera de una cripta”, en edición bilingüe y a finales de enero.
Soyinka, primer escritor africano que ha recibido el citado premio, fue encarcelado acusado de conspiración durante la guerra civil de Nigeria en los años 60, adonde había regresado tras su estancia en Londres para estudiar teatro africano, por escribir un artículo pidiendo el armisticio.
Pasó 20 meses entre rejas, incomunicado, lo que no le impidió escribir en “pequeños papelillos, y a veces en plena oscuridad, algunos de los versos más intensos” (Diario Jaén, Sección Cultura, lunes, 11 de enero de 2009).
La privación de libertad, el encarcelamiento, es la consecuencia de una amenaza, ignoro si previa, pero desde luego real. Y aún así, Soyinka, como otros autores en similares situaciones, escribió, continuó escribiendo. Además, en su caso no pudieron impedir que publicara y algunos de aquellos versos vieron la luz en “Poemas desde prisión”. Es el poder de la palabra.
Foto: Wole Soyinka. EFE/Archivo EFE.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Los 'caracoles' de Neruda

El Instituto Cervantes expone en su sede de Madrid los ‘caracoles’ de Neruda. 400 ejemplares de los 9.000 que el poeta chileno donó en 1954 a la Biblioteca Central de Chile. Más de 20 años de recolecta y una parte de esa cosecha en “Amor al mar. Las caracolas de Neruda”, que puede contemplarse desde el 1 de diciembre hasta el 24 de enero.
Todos sabemos que si te acercas una caracola al oído se puede escuchar la voz del mar. Así que yo imagino que las caracolas de Neruda guardan sus poemas. Y me gustaría saber sí entre sus espirales duerme la voz del poeta, esperando que apliquemos nuestro oído al ‘caracol’ para escuchar la mezcla de la voz del mar y el “Memorial de Isla Negra”.
Cuentan que una de estas caracolas se la regaló Rafael Alberti a Pablo Neruda. Y puede que Neruda aplicará esa caracola a su oído y oyera el mar y “Marinero en tierra”. Los versos del marinero y los versos del capitán. Guardados en un libro sin páginas cuya cubierta es el caparazón nacarado y escritos con una tinta invisible que dibuja las palabras en una misma espiral para lanzarlas al aire de quien sabe escuchar. Poemas como crustáceos ermitaños, asomando las letras de arena y sal.
Llaman malacología a la parte de la zoología dedica a los moluscos; así que debe ser coleccionismo malacológico recolectar caracolas por las playas del mundo, aunque el propio Neruda reconoce que su mayor cosecha de ‘caracoles’ procedía de las calles de París; quién sabe, quizás antes de los adoquines estuvo el mar.
Malacología y poesía. La ciencia siempre complicándose la vida con las palabras y los poetas, como Neruda, llamando a las cosas por su nombre, ‘caracoles’. De mar.
Foto: Pablo Neruda y Matilde Urrutia, en Isla Negra (Chile). Archivo del Instituto Cervantes.

jueves, 3 de diciembre de 2009

El puente de Amparitxu y Celaya

Desgraciadamente es muy habitual en este país, intuyo que en otros lares también, que la compañera de un escritor se apropie del hombre en vida e intenté apoderarse a su muerte de su legado.
Cualquiera puede poner nombre y apellidos e incluso cara a este hecho, pero no pretendo que ese hecho en sí alcance relevancia. Más bien desearía lo contrario. Del mismo modo que hablo de compañera de escritor y no de compañero de escritora, porque de quien quiero escribir es de la compañera de un poeta. De una mujer, Amparitxu Gastón, compañera de Gabriel Celaya, que nos dejó el martes de la pasada semana, 24 de noviembre de 2009, que firmó varios poemas con él y además, era también poetisa.
Celaya era un poeta escondido en una ingeniería industrial al que Amparitxu sacó de su escondite para entregarlo a las letras y de paso entregarnos sus versos. Lejos de apoderarse del hombre nos descubrió al poeta y preservó su legado.
En la provincia que habito se celebra desde hace muchos años el Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya de Torredonjimeno. Recuerdo que al poco tiempo de llegar aquí y con motivo de la celebración de este premio, Amparitxu acudió a recordar al desaparecido Celaya y a entregar el galardón al ganador del mismo en esa edición.
Con motivo de esa visita, Amparitxu fue entrevistada por varios medios de comunicación. Me llamó la atención de sus declaraciones la defensa que hacía de la obra y de la persona de Celaya; su ternura y su rotundidad al hablar de él. Entonces pensé que a pesar de su muerte en 1991, Celaya y Amparitxu seguían unidos por un puente invisible construido con sus vivencias, su compromiso político con el partido comunista y su obra. Imagino que las vigas de ese puente son sus versos, apuntalados en palabras sencillas, no exentas de fortaleza y belleza en el remache. Ahora ella ha cruzado definitivamente ese puente para unirse a él.
Foto: Amparitxu Gastón, por Morgana Vargas Llosa (El País, 24 de noviembre de 2009).

miércoles, 3 de junio de 2009

Adiós en Granada


Ambas coinciden en el tiempo, aunque los motivos son bien distintos. Granada asiste a las despedidas de Miguel Ríos y de Luís García Montero. El cantante alcanza los 65 años y se jubila. Al poeta y profesor universitario lo “jubila” la Granada ultramontana, la que subyace bajo la epidermis de la ciudad, la misma que la convirtió en modelo reaccionario tras el golpe del 36 y pasó a la historia de la miseria universal por dar ‘paseíllo’ a otro García y poeta, de nombre Federico.
Miguel Ríos es sin lugar a dudas un viejo rockero, aunque lo de viejo lo dice su partida de nacimiento, porque viéndole la cara cualquiera afirmaría con rotundidad que tiene un pacto con el diablo o que ha descubierto el elixir de la eterna juventud.
Si hubiera nacido en Estados Unidos o en Gran Bretaña sería una estrella internacional, pero como nació en Granada, en una España de tiempos oscuros, no se le valora en lo que realmente vale; salvo sus amigos y compañeros y un puñado de admiradores.
En sus inicios se hacía llamar, por exigencias del guión, Mike Ríos, “el rey del twist”, aunque visto lo visto y fundamentalmente oído, lo suyo era el rock y el blues. Tuvo su particular bajada a los infiernos, con estancia en el talego incluida. Y también su momento de gloria en los años 70 con el “Himno de la Alegría” y especialmente, a principio de los 80 con la edición del disco doble “Rock and Ríos” y su gira correspondiente. En su haber, varios programas de televisión, uno en TVE, ¨”Que noche la de aquel año”, y dos, en Canal Sur, “Fiebre del Sur” y “Buenas noches, Bienvenidos”. En este último, a mi juicio el mejor y una forma de demostrar que la cultura tiene un espacio en la televisión, contó con la participación, en El Club de los Poetas Nuestros, de su amigo Luis García Montero; a cuyos poemas pondría música en su disco “60MP3”.
A mí Miguel Ríos siempre me ha parecido un tipo honesto, comprometido con aquellas cosas y personas que merecen un compromiso, y además la imagen del rock and roll en España. Ahora dice que se va a cantar durante dos años las ‘memorias de la carretera’ y adiós, porque no quiere ser un viejo en el escenario.
García Montero también se va. Y también me parece un tipo honesto y comprometido. Supongo que más de una universidad y de una ciudad se disputarán su presencia y su cátedra. Se va a su casa, entre otras cosas por defender a Francisco Ayala y a Federico García Lorca, por batallar contra el sectarismo, por luchar contra la intolerancia, por evitar que florezca la semilla de la intransigencia. Y supongo también que harto de darse de bruces contra esa parte rancia de una sociedad y de una ciudad, contra una universidad que alberga el huevo de la serpiente y contra una justicia que se acata pero que cada vez se entiende menos.
Nos dejan su música, su poesía, su compromiso y una decisión no compartida. Detesto las despedidas, pese a su condición de inevitables. Así que frente al adiós, siempre espero un hasta luego.
Fotografía tomada de la página oficial del viejo rockero, http://www.miguel-rios.com/.

lunes, 18 de mayo de 2009

El poeta insobornable

Se fue a su último exilio. El de la vida. Aunque cuentan quienes le conocieron que ese tránsito había comenzado ya unos años atrás, cuando el alzheimer de Luz, su mujer, les devolvió a Uruguay para morir allí. Hace 3 años ella y ahora, el poeta.
Mario Benedetti era el poeta del exilio, pero también del compromiso y a pesar de ello, un poeta alegre. Ayer cerró su paréntesis y culminó su desexilio; el de la vida y el de la literatura.
Y eso nos deja, su literatura y el recuerdo de un hombre, dicen que insobornable. A mí además me queda la imagen de un hombre menudo, con bigote, en una caseta de la Feria del Libro de Madrid, en el Retiro, firmando ejemplares de sus libros. Hace ya mucho tiempo de esto, han pasado muchos años desde que le ví en aquella caseta semioculto por los libros expuestos y por otros apilados en una pequeña columna que esperaban su firma; y pensé que era poca cosa para ser poeta. Como si existiera un patrón de medida o un modelo para los poetas, para los escritores…
Ahora, quiero pensar que el tiempo nos hace sabios o por lo menos nos da algo más de conocimiento, sigo viendo una figura humana chiquita escondida entre los libros, pero también veo una figura literaria grande. Un enorme escritor. Y otro resistente que se fue.



“…pero la muerte nunca se impacienta/ seguramente porque sabe mejor que nadie/ que los sobrevivientes también mueren”.
“Sobrevivientes”, Mario Benedetti.