Le
pedí una absolución sin penitencia. Y me rubricó una dedicatoria en su último
poemario, “Inventario de nieve”, que acababa de presentar.
Conocí
a Manuel Lombardo en 1992, en la parada de un autobús; un mediodía de verano. Estábamos
solos en aquella parada. Había terminado una mañana de trabajo en Diario
Jaén y me senté en esa superficie dura e incómoda, propia de cualquier parada
de autobús, que llaman asiento. Él, que ya estaba allí sentado cuando yo llegué,
comenzó a hablarme. Pensé que era un zumbado que se había escapado de Los
Prados. Pero cuanto más hablaba, zarandeando la vida, me di cuenta de que lo
que decía tenía sentido. Y comprendí que el tarado era yo. Siguió hablando,
comenzó a mencionar nombres de personas que yo conocía y al final se presentó.
Sabía quién era por mi padre, pero nunca le había visto hasta ese día.
Unos
meses más tarde leí por primera vez un libro suyo de poemas. Y desde entonces
sigo leyendo esos versos en los que no sabe o no quiere esconder su ira contra
esa gran mentira universal que es la existencia.
Desnuda
y viste, para volver a desnudar, el lenguaje. En busca de la palabra precisa; a
la que desposee de ornamentos para arrojarla desde la profundidad del poema a
la cara y al cerebro de aquellos que se aventuran a sumergirse en sus versos.
Hace
algunos años, en la presentación de otro de sus poemarios, “Noemas y nademas”
creo recordar, ya advertía de que su poesía no era apta para “degustadores de
merengues”.
Yo
me atrevería a añadir que los versos de Manuel Lombardo son para gourmets con un
enorme aprecio por la vida. Con la excepción, obvia, de este tarado gato de
callejón, que frente a los que esperan el fin de la nevada para inventariar la
nieve caída midiendo el grosor del manto que cubre el suelo, prefiere
contemplar el cielo y hallar palabras en copos que envuelven la nada.
Foto: Manuel Lombardo (a la dcha.), antes de rubricar su dedicatoria. Cortesía de Pepe Heredia.
Foto: Manuel Lombardo (a la dcha.), antes de rubricar su dedicatoria. Cortesía de Pepe Heredia.
Sí, señor!! me hubiera gustado estar ahí viéndole rubricar... así me lo has regalado con tus palabras... un beso
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