miércoles, 15 de enero de 2014

Gelman

Aparecerán versos inéditos. Poemas inacabados de libros emprendidos. Las últimas palabras sin enhebrar. Y así revivirá el poeta. Por un instante la nada no será un vacío y el espejismo de renacer tendrá nombre y apellidos; y rostro.
La inmortalidad será otra cosa. Es otra cosa. Ya vivía con el poeta, pero no muere con su marcha. Surgió con el primer verso. En las estrofas del primer poema. En las páginas de aquella primera obra. Se aferró al hombre y al poeta para desprenderse del hombre en el último suspiro.
La piel se torna papel, los labios palabras y el verso sostiene el hilo de la vida. El mismo cordel que acerca el hombre a Caronte y le aleja del poeta. Y las parcas, tejedoras del principio y el final, se contentan con señalar el camino al hombre digno.
El mismo hombre que venció a la espada con la pluma, el que acalló el baile de las botas con la danza de las palabras. Aquel hombre de mirada limpia y corazón quebrado.
Ese hombre que con su marcha nos deja para siempre al poeta.

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