viernes, 4 de octubre de 2013

El son de las palabras

Afirma el poeta Pablo García Baena que “hay algo que no podemos dejar atrás: el sonido de las palabras” (elcultural.es, martes, 01 de octubre de 2013). Porque las palabras además de grafía y de estar dotadas de contenido, suenan.
Así que al buscar en el baúl de las palabras para hallar la más adecuada hay que tener la vista presta, pero también el oído. No se trata pues solo de ordenarlas para expresarnos, de construir frases y párrafos que tengan sentido y puedan ser entendidos, hay que considerar también la musicalidad, el tono y los ritmos para adentrarse en la senda que conduce al equilibrio entre forma y fondo, o lo que es lo mismo, estética y contenido.
Es indiscutible la sonoridad en la poesía; como se alcanza la musicalidad cuando en el papel las palabras se ubican en los versos como las notas en el pentagrama. Y aunque no lo parezca en ocasiones, porque demanda mayor atención, tampoco carecen de sonido las palabras en prosa.
Existen palabras estruendosas, cuyo eco genera a su vez bullicio. Hay otras, en apariencia carentes de sonoridad, enmudecidas, recreadoras de silencios que son en sí mismos un sonido capaz de ahogar cualquier estruendo. Y palabras cuyo sonido es una confidencia, un susurro deslizado en el oído de aquellos que saben escuchar y crear con ellas nuevos sonidos.
Letras y notas cruzan sus caminos, siguiendo el vuelo de la inspiración para elevar el sonido hasta las bóvedas del arte, donde la, mi, do, re, fa… metamorfosean en melodía y descienden buscando cobijo en la hoja o en la partitura. Y es en el papel, promesa de eternidad, donde permanece inmortal la huella. El son de las palabras.
 

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