Mostrando entradas con la etiqueta Álvaro Salvador. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Álvaro Salvador. Mostrar todas las entradas

lunes, 28 de septiembre de 2015

Entre poetas

Nunca he compartido ese gusto por ser fotografiado que causa fascinación en tantos otros y que intuyo tiene mucho que ver con el narcisismo y con una extraña querencia por la exhibición. Pero es inevitable en algunas circunstancias, incluso por voluntad propia, no caer en la tentación y más en estos tiempos de móviles con cámara fotográfica y esos álbumes de fotografías que son las redes sociales.
Muchas fotos tienen una pequeña o gran historia, que en la mayoría de los casos carece de interés salvo para el protagonista o los protagonistas de la foto. Y muchas de ellas nunca llegan a realizarse, en ocasiones por el destino o el azar. 
Esta foto era de esas condenadas a no realizarse, no porque no hubiera ocasión de hacerla, como queda demostrado, sino porque su tiempo ya había pasado. 
En 2013 se cumplían 30 años de “La otra sentimentalidad”, el manifiesto poético de 1983 publicado por Luis García Montero, Álvaro Salvador y el desaparecido Javier Egea. Y quiso la vida juntar a Álvaro y a Luis en Baeza (Jaén) y convertirme a mí, junto a muchos otros, en testigo de este encuentro. De igual manera que en 1916 acogió la ciudad renacentista jiennense aquel otro encuentro de poetas entre el viejo Antonio Machado y el joven Federico García Lorca. 
Puedo atestiguar que hay foto del encuentro; una foto de dos, Álvaro Salvador y Luis García Montero, que siempre será de tres porque está presente la ausencia de Javier Egea. 
Ahora esta foto llega con dos años de retraso y ve la luz a partes iguales por capricho y oportunidad del gato. En 2013 renuncié a ella por no molestar y quedó como una de esas espinas clavadas que está ahí y podría permanecer siempre clavada sin que hagamos nada por extraerla; pero en este verano de 2015, juntos de nuevo Álvaro y Luis en Baeza, surgió la oportunidad de quedar atrapado por un instante junto a ambos poetas. No por una cuestión de narcisismo o querencia a la exhibición sino por algo tan simple como la admiración en lo personal y lo poético. 
Habrá quien en circunstancias parejas piense en la posibilidad de que se pegue algo del buen hacer de ambos poetas. Sobre todo porque eso de juntar letras siempre parece fácil a los ojos de los demás y más cuando se habla de poesía, de la que algunos todavía hoy hacen gala de no leer. 
Y claro que me gustaría a mí y a muchos otros que fuera tan fácil adquirir el conocimiento de un maestro, más teniendo dos maestros de las letras a tu alcance. Pero la realidad es que se aprende leyendo, escuchando y viviendo. Y que el alumno debe estar dispuesto para el aprendizaje no con el afán de superar al maestro, ni siquiera con la esperanza de igualarlo, sino con el fin de aprovechar esa sabiduría y experiencia para recorrer su propio camino.

 Foto.- Álvaro Salvador (centro) y Luis García Montero (dcha.). Agosto de 2015. Por Piedad Bejarano.

martes, 11 de diciembre de 2012

El retrete del poeta

Andaba a vueltas con los poetas. Sin saber bien porqué, pero consciente de una sensación de profunda y momentánea orfandad. Entre los versos de Álvaro Salvador y de Manuel Lombardo, apenas esbozado un párrafo de lo que me rondaba en la sesera, surgió el poeta de la mirada digna, Juan Gelman, en la doble página del suplemento de un diario.
Y  a pesar de las palabras volcadas, aquí sigo a medio vaciar, sin lograr esquivar las estrofas y buscando lo que no logro hallar. Deambulando sin dar un solo paso. Cuando en forma de presente llega a mis manos “El Retrete del poeta”, de José Luis Escobar. Y de nuevo me sumerjo en las aguas de la poesía, aunque sea a través de la cisterna de un váter que anuncia marejada y nos convierte en los restos del naufragio. Navegantes de zozobras.
Soy un tipo fácil, me embelesan con un libro o con un disco. Y no es difícil lograr el acierto. No soy crítico musical, ni literario, así que mi opinión no pontifica. Ni lo busca, ni lo intenta. Pero me gusta la mezcla de la música con las letras de quien tiene algo que decir. Y disfruto de un cuaderno de canciones en el que distingo algunas voces de quienes lo hacen sonoro sin apagar las palabras.
Además, a la música y a las letras se suma la ilustración de Belin, un artista callejero internacional de esos que convierten los muros en lienzos y crean peldaños para escapar, cuyas pinceladas arrancan una sonrisa e invitan a viajar.
Versos, notas y colores no evitan los giros de peonza de mi cabeza, pero contribuyen a que el sentimiento de orfandad solo sea una estación de paso entre un punto de salida y un destino pendientes de trazar. Aunque el viaje acabe en naufragio.

Imagen: Ilustración para El Retrete del poeta, de Belin.